Este será nuestro día 12 de viaje a Egipto, y dedicaremos una mañana completa a visitar el inmenso Museo Arqueológico de El Cairo, donde podremos sumergirnos en lo que fue la milenaria civilización egipcia.
Por la tarde conoceremos algunos lugares del Cairo Musulmán , con lugares como la Mezquita de Mohammed Ali o la Mezquita y Madraza del Sultán Hassan. A continuación, visitamos El Cairo Copto, con algunas iglesias con una importante historia detrás.
Finalmente, podremos aprovechar nuestra visita al mercado Khan el-Khalili para adquirir algunos recuerdos.
Día 12: EL CAIRO
Desayuno buffet en el hotel.
La mañana de hoy, la dedicaremos, a la visita del imponente Museo Arqueológico de El Cairo, donde intentaremos sumergiremos en los veinticinco siglos de civilización del Antiguo Egipto.
Fundado por el francés Auguste Mariette (1821-1881), el primer museo nacional dedicado al Egipto faraónico abrió sus puertas en 1863. Sus dos primeras sedes se quedaron pronto pequeñas y en 1902 se trasladaron las colecciones al edificio actual, construido expresamente.
Posee más de 120.000 objetos expuestos y otros 150.000 en sus almacenes. En su interior, se encuentran piezas de todos los períodos del Antiguo Egipto, desde la “Paleta de Narmer” que se remonta a 3100 a.C., hasta los maravillosos retratos grecorromanos del s. II d.C. encontrados en El Fayyum, pasando por el extraordinario tesoro encontrado en la tumba de Tutankamón.
El museo tiene dos plantas: los objetos de la planta baja están dispuestos en un orden cronológico algo impreciso que, desde la entrada sigue el sentido de las agujas del reloj; la primera planta está organizada por temas. La sala central alberga las estatuas de mayor tamaño.
A continuación os hacemos un breve resumen de las piezas más interesantes del mismo:
PLANTA BAJA
Sala 43 En el centro de la sala se expone la Paleta de Narmer, el verdadero acto fundador del Egipto faraónico (hacia el 3100 a.C.). Por una cara puede verse al soberano Menes, el primer faraón, portando en su cabeza la corona del Alto Egipto y golpeando a un enemigo que está en el suelo; en segundo plano, Horus, el dios protector de la dinastía, sujeta a un prisionero que emerge de entre las cañas del delta. Por la otra cara, el rey con la corona del Bajo Egipto, encabeza una procesión. La parte superior de ambas caras está ocupada por dos representaciones de la diosa Hathor.
Esta paleta es la primera que menciona por escrito a un rey: con ella, Egipto entra en la historia, pues el reino de Narmer inaugura la I dinastía.
Sala 48 En el centro, sentado en una posición hierática y con una mueca desdeñosa en los labios, reina la estatua de Zoser, el constructor de la pirámide de Sakkara.
Sala 42 En el centro se halla una de las obras maestras del museo, una estatua de Kefrén de grandes dimensiones, esculpida en diorita negra. El faraón está sentado en un trono con forma de león, protegido por las alas del dios halcón Horus.
Un poco a la izquierda, y delante de Kefrén, la impresionante estatua de Kaaper (más conocida como Sheikh el-Beled) que fue tallada en una pieza maciza de madera de higuera silvestre (los brazos se añadieron después y las piernas son parte de una restauración moderna). Los ojos casi tienen vida, presos en párpados de cobre, con globos oculares de cuarzo opaco y córneas de cristal de roca, perforados y rellenados con pasta negra para reproducir las pupilas.
Cerca se encuentra el célebre Escriba sentado, una maravillosa figura cromada de piedra caliza que aguarda a que le dicten con la mano en posición de escribir. Sus ojos, tienen una posición asimétrica, lo que le da una apariencia muy vívida.
Sala 32 Hay numerosas obras de arte, destacamos el relieve de piedra caliza del enano Seneb y su familia; que destaca porque Seneb era enano: está sentado con las piernas cruzadas y los dos hijos de la pareja están estratégicamente situados delante de su padre para tapar el vacío dejado por la ausencia de las piernas colgantes; al fondo las estatuas de Rahotep y de su esposa Nofret, una pareja de nobles del reino de Snefru, constructor de la pirámide Roja de Dashur. L
as estatuas son de un realismo tan sobrecogedor que cuando fueron descubiertas por los obreros, estos salieron corriendo. Otra obra famosa: el bellísimo tablero de las ocas de Meidum, de composición rigurosa y de un naturalismo delicado.
Sala 12 La capilla de Hathor procedente del templo funerario de Tutmosis III, en Deir el Bahari. Con el disco solar situado entre sus cuernos. Hathor protege al soberano que está delante de ella, mientras que él mismo, representado a la izquierda, se alimenta de la ubre de la vaca celestial. En los muros de la capilla puede verse escenas de ofrenda en la que figura el rey, bajo una bóveda celeste estrellada.
Sala 3 Esta sala está dedicada a Akhenatón (1352-1336 a.C.), el faraón hereje. Todos los objetos merecen un examen detallado. Realistas hasta la caricatura, pero de una extrema sensibilidad, son característicos del arte de aquel fascinante período.
El arte de Amarna se distinguía por una extrema finura de rasgos, y uno de sus ejemplos es la sorprendente cabeza inacabada de Nefertiti, esposa de Akhenatón. Esculpida en cuarcita marrón, retrata con suma delicadeza y sensibilidad, la gran belleza de la reina, a diferencia de otras figuras de la sala en las que aparece representada con los mimos rasgos severos de su marido.
PRIMER PISO
Sala 37 Colecciones de objetos fúnebres, entre los que destacan los dos grupos de soldados del Imperio Medio (XI dinastía, hacia el año 2000 a.C.), cuarenta arqueros nubios y cuarenta lanceros egipcios.
Sala 27 Una bella escena de la vida en el campo: el rico propietario preside el recuento de sus rebaños que sus empleados hacen desfilar ante él. Hay que fijarse en que el personaje central tiene la misma estatura que los escribas o los siervos que lo rodean.
Sala 4 Asombrosa colección de joyas: es recomendable empezar por las piezas más antiguas, ya que las vitrinas están colocadas y numeradas por orden cronológico, y de esta manera se puede seguir el progreso técnico y la evolución de los gustos de la orfebrería egipcia.
Sala 14 Los retratos fúnebres de El Fayyum, pintados con una técnica que utilizaba cera caliente para fijar los colores sobre yeso entelado y que fue introducida por los griegos en sus colonias de Egipto.
Sala 24 Colección de papiros, entre los que se encuentra un magnífico ejemplar del Libro de los Muertos, que data del pontificado de Pinedyem I (rey sacerdote de la XXI dinastía, 1070-1032 a.C.) colocado en el escondrijo real de Deir el Bahari.
PRIMER PISO – EL TESORO DE TUTANKAMóN
Está expuesto en las salas 6 a 45; unos mil setecientos objetos de los 3.500 que contenía la famosa tumba descubierta por Howard Carter en 1922.
Sala 3 Aquí se exponen las piezas más valiosas del tesoro: la máscara, colocada sobre el rostro del rey, en oro y piedras semipreciosas, así como dos de los tres féretros de oro y piedras semipreciosas que, encajados, contenían la momia real. El tercero sigue estando en la tumba del Valle de los Reyes.
Sala 9 Se expone un cofre de alabastro dividido en cuatro cavidades que forman los vasos canópeos, en los que se guardaban las vísceras del faraón; las tapas muestran la efigie del rey difunto. Una magnífica estatua de Anubis (el chacal negro) estaba situado en la sala llamada “del tesoro”, frente a la cámara funeraria.
Sala 35 Llegamos a una obra maestra: el Trono de Tutankamón, cuyo interior de madera está forrado de oro y decorado con piedras semipreciosas. En el dorsal puede verse una bella escena en la que el joven rey, solemnemente sentado, está frente a su esposa que le tiende afectuosamente el brazo; por encima de la pareja real, el disco solar tiende sus rayos como en los mejores días de la herejía amarniana.
Almuerzo en restaurante local.
Seguimos conociendo la capital cairota, y ahora le toca el turno a EL CAIRO MUSULMáN. En el año 641, después de conquistar Egipto, los musulmanes fundaron la ciudad de Al Fustat en lo que actualmente constituye el límite sur de El Cairo moderno. En lo sucesivo, toda nueva dinastía fundaría su propia capital, cada una más hacia el noroeste que la anterior, hasta que Saladino construyó la impresionante Ciudadela (Al Qalaa) sobre un promontorio rocoso, y delimitó la capital.
Durante el período mameluco (1250-1517) se le añadió un fabuloso conjunto de mezquitas, mausoleos y edificios civiles. Hoy, las abigarradas callejuelas de El Cairo islámico desafían a los sentidos con una extraordinaria mezcla de imágenes, sonidos y olores que dejan vislumbrar un asombroso pasado.
Llegaremos a la CIUDADELA, residencia de los soberanos de Egipto durante casi 700 años. La llegada al país en 1171 de Al-Nāsir Ṣalāḥ ad-Dīn Yūsuf ibn Ayyūb, más conocido como Saladino (que también conquistó Jerusalén, que arrebató a los francos), supuso la abolición del poder fatimí y la reintroducción del islam sunní, que se convirtió en la religión oficial de Egipto.
Con el afán de fortificar la ciudad, Saladino ordenó la construcción de una gran ciudadela en las estribaciones de las montañas de Al Moqattam, desde la que se pudiera divisar y controlar las ciudades de El Fustat y Al Qahira y, al mismo tiempo, sirviera de residencia real. Los trabajos comenzaron en 1176 bajo la supervisión del propio Saladino. Se demolieron las mezquitas y tumbas fatimíes y se construyeron las murallas de 3 m de ancho por 10 m de alto, empleando algunos bloques de las pirámides de Gizeh. Con el paso de los siglos, los distintos mandatarios fueron reconstruyendo y ampliando el complejo.
Iniciaremos nuestro paseo en la Ciudadela con la visita de la Mezquita de Mohammed Ali, también conocida como la “Mezquita de Alabastro”, denominada así por la gran cantidad de ese material empleado en su construcción.
Fue edificada entre 1824 y 1857, al más hermoso estilo otomano. Mohammed Ali, está considerado como el fundador del Egipto moderno.
En 1805, cuando alcanzó el poder, Egipto no era más que una provincia secundaria del Imperio Otomano. En 1849, año de su muerte, el país había vuelto a ser una potencia regional. Ali, pretendía equiparar esta mezquita a las grandes mezquitas imperiales de Estambul (se basó en el estilo de la Mezquita Azul), siguiendo para ello los dictados de la arquitectura religiosa otomana, con una gran cúpula central y dos esbeltos alminares.
Tras descalzarnos, accederemos al patio de 53 m2 rodeado por una arcada sobre pequeñas cúpulas: destaca la fuente de abluciones, cubierta por una cúpula y sostenida por ocho columnas con capiteles corintios. Frente a la misma se alza una torre con un reloj monumental, que en 1845 regaló Luis Felipe, rey de Francia, a Mohammed Ali, en agradecimiento por el obelisco de Luxor que adorna la plaza de la Concordia de París. El reloj nunca llegó a funcionar.
En el lado opuesto se encuentra la entrada al interior de la mezquita, que está presidida por una cúpula central de 52 m de alto, con un diámetro de 21 m, soportada por cuatro semicúpulas y cuatro pequeñas cúpulas de madera en cada una de las esquinas, recubiertas con láminas de plomo. Esta cúpula central se derrumbó en 1931 y se reconstruyó en 1939, por el rey Faruq.
Bajo las cúpulas, seis grandes medallones, tienen inscritos los nombres de Allah, Mohammad y los cuatro primeros califas: Abu Bakr, Omar, Othman y Ali. En el interior, lámparas de araña y alfombras multicolores componen un decorado tornasolado. En la pared posterior, se halla el almimbar, desde donde el imam recita el sermón todos los viernes. A la derecha de la entrada, en la gran sala de oración, se erige el cenotafio de Mohammed Ali, fundador del Egipto moderno.
La mezquita está coronada por dos hermosos alminares de estilo otomano que alcanzan, cada uno, los 82 m.
Cerca de allí podremos disfrutar de una vista panorámica de El Cairo, una de las más espectaculares de la ciudad. Si tenemos suerte, y el día es claro, en el horizonte se adivinan las Pirámides de Gizeh y Sakkara.
A continuación, situada frente a las murallas de la Ciudadela, se encuentra la Mezquita y Madraza del Sultán Hassan, considerada la obra arquitectónica más exquisita de principios del período mameluco y uno de los monumentos más destacados de todo el mundo musulmán.
Fue construida entre 1356 y 1363 por el sultán Hassan, que ascendió al trono a los 13 años. Fue derrocado y restaurado no menos de tres veces y asesinado poco antes de acabar la mezquita. El resultado es un excelente ejemplo del arte mameluco, intentando destacarse de sus predecesores.
Las medidas son gigantescas: 150 m de largo, con muros de hasta 36 m de alto y un minarete de 68 m. El coste de su construcción fue exagerado, y se financió con el dinero obtenido por la venta de las propiedades de las víctimas de la Peste Negra que asoló El Cairo en 1348, con lo que aumentó la impopularidad del sultán Hassan, famoso ya por su desmedida avaricia.
El interior de la mezquita es sobrecogedor. Tras atravesar un pórtico majestuoso, un corredor en penumbra conduce al patio central, donde se levanta la fuente de las abluciones, con una cúpula de 8 m de diámetro. Sus elevados muros se ven interrumpidos por cuatro iwans (salas abovedadas), en cada una de las cuales se enseñaba una de las cuatro principales escuelas del islam sunita.
Del techo cuelgan bellas lámparas esmaltadas, sobre las que están grabadas frases del Corán. A la derecha, una puerta de bronce conduce al mausoleo del sultán: el más grande de El Cairo, pero que nunca fue ocupado por el sultán, cuyo cuerpo jamás fue recuperado. El mausoleo sirvió para enterrar a sus hijos.
La mezquita fue utilizada como fortaleza dos veces: en el reinado del sultán Barquq (1391) y la segunda en 1517, cuando sirvió del refugio al fugitivo Tumanbay, el último sultán mameluco. Muchos de los materiales empleados para su construcción fueron obtenidos de las Pirámides de Gizeh.
Según cuenta la tradición, el sultán ordenó cortar las manos del arquitecto que diseñó este monumento, para que nunca pudiese construir nada semejante.
Frente a la madraza de Hassan se encuentra la Mezquita Rifai, que por su tamaño, estilo y simetría, se diría que es contemporánea de su vecina. Nada más lejos de la realidad: 450 años las separan. Iniciada en 1819, la mezquita se terminó en 1912. Fue encargada por la princesa Jushiar, madre del jedive Ismail, que la proyectó como mausoleo familiar.
Su estilo imita al de la época mameluca. Su recargado interior alberga las tumbas del rey Fuad (muerto en 1936), del rey Faruk (muerto en el exilio en 1965) y cuyo cuerpo fue autorizado a reposar en tierra de Egipto, y del último sha de Irán (muerto en 1980).
No muy lejos de la Ciudadela nos encontramos con una de las zonas más antiguas de la ciudad, la que se conoce como EL CAIRO COPTO. Durante varios siglos, después del declive de la religión faraónica y antes de la llegada del Islam, Egipto fue un país básicamente cristiano. Alejandría era su capital y El Cairo todavía no existía.
En el s. VI, el lugar donde luego se alzaría la ciudad, consistía en poco más que una vieja fortaleza romana situada a orillas del Nilo entre las antiguas ciudades de Heliópolis y Menfis. Cuando el caudillo árabe Amir Ben al Aas estableció su campamento junto a la fortaleza y erigió su capital, Fostat, muy cerca de aquí, sentó las bases para la futura fundación de la ciudad.
El Cairo Copto, se encuentra precisamente dentro de las murallas de la citada antigua fortaleza romana. El interior del recinto, ocupado por antiguos templos y surcado por callejuelas, posee una tranquila y silenciosa atmósfera, y constituye un remanso de paz y tranquilidad alejado del bullicio del centro. Hoy día es el corazón de la comunidad cristiana autóctona de Egipto, con un montón de iglesias cargadas de historia, y para los egipcios un lugar de peregrinaje: la Sagrada Familia hizo alto en este lugar durante su huída a Egipto.
Callejearemos por la zona visitando lo más interesante, de lo que destacamos la Iglesia Colgante (Kenisa Al Moallaqa), la más bella de la ciudad. Dedicada a la Virgen María, se la conoce por iglesia colgante o suspendida, por estar construida sobre la Puerta del Agua de la vieja fortaleza romana de Babilonia.
La estructura original fue erigida en el s. IV, pero fue destruida y reconstruida en el s. XI. Las ampliaciones y reconstrucciones han sido continuas, por lo que es difícil fechar cualquier parte del templo.
Los primeros viajeros la llamaron “la Iglesia de la Escalinata” porque hay que subir 29 escalones para entrar en ella.
La fachada de piedra, posee inscripciones árabes y coptas, y está rematada por dos singulares campanarios gemelos. Posee un interior muy recargado con tres bóvedas de cañón apoyada sobre columnas con capiteles corintios, corredores con tejadillos de madera y un púlpito de mármol magníficamente tallado y que descansa sobre ocho columnas que representan a Cristo y sus discípulos.
Sus paredes están cubiertas con reliquias de santos e iconos, representando la vida y la muerte. Los biombos (iconostasios) de madera de cedro con incrustaciones de marfil que protegen el altar, pertenecen a una fecha indeterminada entre los siglos X y XIII, y pueden considerarse los mejores de Egipto.
El altar, construido en el s. XIII, está hecho de mármol de gran calidad, cubierto de mosaicos; el presbiterio del sur, está dedicado a San Jorge e ilustrado con 17 iconos de Juan el Armenio (1771), que representan el martirio del santo. Cerca de la puerta de entrada, destaca el santuario de Takla Haymanot, el santo patrón de Etiopía, que formaba parte de la iglesia original del s. IV. Todavía se celebran servicios religiosos en su interior.
Dedicada a los soldados mártires Sergio y Daco, la Iglesia de San Sergio, es sin duda la más famosa de Egipto porque, como cuenta la leyenda, fue aquí donde se refugió la Sagrada Familia en su huida a Egipto.
Al margen de leyendas, es la iglesia más antigua intramuros, con columnas de los siglos III y IV, aunque ha sido reconstruida en diversas ocasiones; la mayoría de sus elementos son de los siglos X-XII.
Su planta es de tipo basilical clásico, con pequeñas variantes típicas de las iglesias coptas. La nave está separada por doce columnas con capiteles corintios. El santuario central data del s. XIII, con paneles de ébano y marfil en la parte alta. El altar norte posee un baldaquín abovedado, destacando en el lado oeste el baptisterio. Desde el santuario sur se accede a la cripta que, dividida en tres naves, es profunda y se inunda con frecuencia. Según la leyenda, aquí se cobijaron José, María y el Niño Jesús durante su huída a Egipto cuando escapaban de Herodes.
Finalmente dedicaremos la última parte de la tarde a pasear por el Mercado Khan el-Khalili, construido en 1382 por el emir Jarkas Al Jalili. Se trata de uno de los mayores bazares de Oriente Próximo.
Es el bazar oriental de las fábulas, donde el oro, la plata y el cobre brillan en los sombríos y sugerentes interiores y los sacos rebosantes de especias llenan el aire de penetrantes aromas. En su laberinto de callejones entoldados, abigarrado de tiendas que venden todo tipo de objetos, pueden observarse también oficios tradicionales, como el tintado de tejidos o el tallado de madera.
El bazar creció alrededor de varios jans, que servían de almacenes y de alojamiento para las caravanas de mercaderes. Casi todos se han visto absorbidos por construcciones posteriores, pero algunos todavía se conservan. La aglomeración de tiendas están dispuestas alrededor de pequeños patios, y muchas de ellas aún conservan la disposición medieval que las agrupaba por gremios.
Aquí se venden todo tipo de productos, desde jabón hasta piedras semipreciosas, por no mencionar las pirámides de alabastro, especias, sedas, alfombras, trabajos en madera y un largo etcétera, además de experimentar las vivencias más características del comercio en un país árabe: el halago, el regateo, el timo, etc.
Lo ha explicado muy bien Terenci Moix en su Terenci del Nilo (Planeta 1999): “Pero la fascinación del Khan el-Khalili, no se capta con esas instantáneas de pura banalidad. Aunque es un mercado descomunal, no parece justo visitarlo sólo para comprar. Cierto que todavía existen tiendas importantes, bazares de prestigio acrecentados con el paso de los años, garantizados por el retrato amarillento de su no menos prestigioso fundador. Pero el paseo debería ser mucho más importante que el simple trato comercial. El paseo ideal implica dejarse perder entre la multitud, llegar al fondo entre sus empujones, sortear carros, triciclos …”.
Aparte de los puestos y callejuelas, otro de los lugares de interés es el Café Fishawi, abierto de día y de noche durante los últimos 200 años, es el café más antiguo del El Cairo. Tiene pequeñas mesas con tablero de cobre y de las paredes cuelgan enormes y antiguos espejos. Está siempre abarrotado de clientes que se sientan a fumar un narguile y a beber té a la menta.
Alojamiento en STEIGENBERGER HOTEL EL TAHRIR.
Experiencias únicas durante nuestro viaje a EGIPTO con VAGAMUNDOS:
– Disfrutar de una experiencia única acompañados por dos de los mejores guías egiptólogos del país, como son Ahmed Abbas y Khaled Mohedin, que nos dará la posibilidad de conocer los monumentos más importantes de Egipto y su historia, en lo que será un fascinante viaje en el tiempo.
– Pasear por LUXOR, el lugar con mayor cantidad de monumentos antiguos del país, como los templos de Karnak y Luxor, o ya en la orilla occidental, en el Valle de los Reyes, penetrar en los secretos de las tumbas de sus faraones, y templos como el de Deir el-Bahari que hizo construir la reina Hatshepsut.
– A través de un paisaje que no ha cambiado mucho desde tiempos de los faraones, visitar uno de los lugares más sagrados del país, el Templo de Abidos.
– Disfrutar de un CRUCERO POR EL NILO en una de las experiencias más emocionantes y románticas del mundo, que nos permitirá apreciar la belleza del paisaje y visitar algunos de los templos más importantes como Edfú o Kom Ombo.
– Presenciar una bellísima puesta de sol en ASUáN, la ciudad más meridional del país y puerta de entrada a Nubia, con el templo de Philae, uno de los lugares más mágicos de Egipto.
– Navegar en faluca por el Nilo presenciando escenas que no han variado desde hace siglos.
– Visitar el poblado nubio de Gharb Soheil, donde descubriremos la vida cotidiana del pueblo más auténtico de Egipto, y cuya singular belleza parece encerrar todo el misterio del Antiguo Egipto.
– Llegar hasta ABU SIMBEL, y contemplar los dos extraordinarios templos, el de Ramsés II y el de su esposa Nefertari, después de que fueran reubicados, piedra a piedra, en su emplazamiento actual para protegerlos por la subida de nivel del agua por la construcción de la presa de Asuán.
– Navegar, durante un SEGUNDO CRUCERO por el LAGO NASSER, en una atmósfera de silencio y recogimiento, experimentando la misma sensación que debieron sentir los descubridores por primera vez.
– Cuatro noches en EL CAIRO, dan para mucho, aquí tiene cabida: El Cairo musulmán con sus mezquitas medievales, y El Cairo Copto, con sus iglesias ortodoxas; Menfis, la mayor ciudad del Egipto faraónico y capital de las primeras dinastías; la necrópolis de Sakkara, con la Pirámide escalonada de Zoser Y las bellas mastabas. Y claro, también aprovechar el tiempo de las compras en el mercado de Khan El Khalili.
– ¡¡¡Cómo nos vamos a olvidar de la meseta de Gizeh, con las inconcebibles pirámides de Keops, Kefrén y Micerinos y la enigmática Esfinge!!!
– Y después de las Pirámides, el Gran Museo Egipcio de Giza que se encuentra a menos de 2 km, con más de 50.000 piezas escogidas, entre las que se encuentran todas las halladas en la tumba de Tutankamón, así como algunos de los sarcófagos descubiertos recientemente en Sakkara, en el hallazgo más importante de los últimos años.
– Una buena despedida del país es visitar ALEJANDRíA, ciudad fundada por Alejandro Magno, que fuera centro cultural del Mundo Antiguo, con su histórica biblioteca, y que hoy es una bonita y tranquila urbe mediterránea, que todavía conserva restos como las catacumbas de Kom ash-Shuqqafa, del s. II, la necrópolis grecorromana más grande de Egipto, o la columna de Pompeyo, que formaba parte del Serapeum, el tempo dedicado a Serapis. También es digno de contemplar la nueva Biblioteca de Alejandría, con su fachada circular elaborada con granito de Asuán.