Viaje a Egipto III. Tercera entrega, días 6 y 7: Crucero por el Nilo, Asuán y Abu Simbel | Los viajes de Vagamundos día a día

En esta tercera entrega, llegamos a Asuán, la ciudad más que se encuentra más al sur de Egipto, muy cerca del desierto. Aquí tendremos oportunidad de ver las canteras de Granito Rosa que le han dado fama a la ciudad, así como el bello Templo de Philae. También tendremos oportunidad de visitar un poblado nubio y de navegar en faluca por el NIlo.

Al día siguiente, ya por carretera, pasaremos por la Gran Presa de Asuán, y llegaremos a otros de los momentos mágicos de nuestro viaje a Egipto, como es ABU SIMBEL, donde se encuentran los templos de Ramsés II y el de su esposa Nefertari, donde disfrutaremos de un espectáculo de Luz y Sonido. Desde allí comenzaremos nuestro CRUCERO por el LAGO NASSER.

Día 6: CRUCERO POR EL NILO: Asuán

Desayuno buffet a bordo.

Situada a poca distancia de la primera catarata del Nilo, ASUáN (Syene para los autores clásicos) es la ciudad más meridional de Egipto. Se erige en la zona más hermosa del Nilo, donde el desierto casi se acerca al borde del agua y el río está jalonado de islas en un baile incesante de altas velas triangulares de las falucas. Alberga numerosa comunidad Nubia y su relajado ambiente la convierte en uno de los lugares más tranquilos de Egipto.

Desde el Imperio Antiguo (2575-2143 a.C.), se estableció en este enclave estratégico una guarnición militar que servía de base a las incursiones bélicas en Nubia y Sudán y protegían las rutas comerciales que aportaban a Egipto valiosos productos de áfrica, como marfil, ébano, pieles o incienso. También es aquí donde se realizaban estatuas y obeliscos de granito rosa y gris, extraídos de las canteras de las faldas de las colinas orientales, que hicieron célebre a Asuán desde la Antigüedad egipcia hasta la época romana.

Asuán conservó la función de puesto fronterizo mucho tiempo después de la desaparición del último faraón. Los romanos mantuvieron en la ciudad una guarnición, principalmente para contener las incursiones de los blemmyes, últimos fieles del culto faraónico, que siguieron adorando a Isis en el templo de Philae hasta el s. VI. Y mucho tiempo más tarde, un ejército francés, al expulsar a los Mamelucos hasta más allá de la Primera Catarata, instaló un regimiento para garantizar el control del sur del país.

Ya en la actualidad, la ciudad comenzó a ser conocida mundialmente a principios de los años sesenta, gracias a la construcción de la Alta Presa, lo que ocasionó una llegada masiva de ingenieros, arquitectos y trabajadores que contribuyeron a que la ciudad recobrara su animación.

Nos trasladamos a las Canteras de Granito Rosa, que hizo famosa la ciudad de Asuán en la antigüedad. De aquí se extrajo un obelisco que, de haber sido completado, habría pesado 1.200 toneladas y una altura de 42 metros. Se tallaron tres lados, antes de descubrir una grieta en la piedra que obligó a abandonar su construcción. Al parecer fue mandado tallar por la reina Hatshepsut.

Este estado inacabado, permite comprender mejor los procesos de extracción que utilizaban los egipcios para los templos antiguos. En primer lugar, se hacían una serie de marcas alrededor del bloque que se pretendía extraer, y entonces se clavaban estacas de madera. A continuación, se mojaban las estacas que al hincharse, hacían que la piedra se rajara. El bloque se decoraba entonces en el lugar, y después era arrastrado hasta las orillas del Nilo y subido a una barca, que estaba en terreno seco. La llegada de la crecida las ponía a flote, y así era posible transportarlos.

En medio de las dos presas, en la isla de Agilkia se encuentra uno de los templos más bonitos del Antiguo Egipto, el Templo de Philae, conocido como “la Perla de Egipto”. Se trata de uno de los lugares más mágicos de todo el país.

Este templo data de la época ptolemaica y romana, y es el dominio de Isis, la Gran Maga, la diosa cuyos misterios fueron difundidos por toda la cuenca mediterránea y encontraron su último refugio en el Occidente cristiano. Antes de la construcción de la primera presa de Asuán, los viajeros del siglo XIX no escatimaban elogios a la encantadora belleza del paraje, pero la puesta en marcha de la primera presa en 1902, aseguraba al templo una muerte lenta, ya que solo durante los dos meses al año en que se abrían las compuertas del lago, las partes altas del santuario de Isis emergían del agua.

Pierre Loti, al escribir La muerte de Philae, llora por el fin seguro del templo, ofreciendo una visión romántica de las barcas navegando entre capiteles, extrañas imágenes de pilones de piedra que parecen islotes; pero en 1960 un nuevo peligro amenaza con hacer desaparecer para siempre el monumento: la nueva presa de Asuán.

En esta ocasión, la comunidad internacional reacciona y se decide desplazar el templo. En 1974 comienzan los trabajos y los edificios abandonan, piedra a piedra, la isla de Philae para ser montados de nuevo en el islote de Agilkia, muy cercano y fuera del agua durante todo el año.

En marzo de 1980 se celebra la inauguración, el segundo nacimiento del templo. Han colaborado 22 Estados; se han desplazado 45.000 bloques de piedra y Agilkia ha sido remodelada para que parezca una copia exacta de la isla original.

El lugar es profundamente nostálgico y conmovedor. Aquí se grabó, en el año 437 d.C., el último texto jeroglífico. Muchos años después de que el cristianismo comenzara a difundirse, aquí practicaron los últimos sacerdotes egipcios sus postreros misterios.

Los “paganos” de Philae seguían creyendo en la antigua religión. Llegaban peregrinos de Nubia para hacer ofrendas a la gran diosa, a Isis, cuya mágica sonrisa sigue hechizándonos todavía.

En el año 550, Justiniano ordenó cerrar el templo. Los escribas fueron expulsados, los sacerdotes linchados y se derribaron las puertas del santuario. Los cristianos quisieron destruirlo todo porque odiaban a Isis, a la diosa, a la Mujer. El naos fue profanado, y la sala de columnas se convirtió en iglesia.

Comenzaremos la visita por la parte oeste, donde se ubica el palacio de Nectarebo I y una columnata de la época romana, que nos conducirá hasta el Templo de Isis, la parte principal del complejo.

Construido a finales del período ptolemaico y comienzos del romano, este enorme templo está decorado de forma clásica combinando de forma armónica elementos grecorromanos y egipcios.

Ptolomeo XII Neo Dionisios (padre de Cleopatra), construyó el primer pilono, con escenas en las que aparece matando a sus enemigos mientras es observado por Isis, Horus y Hathor. El pórtico está adornado con cartuchos con el nombre de Nectánebo I.

A continuación, entraremos en el patio del santuario, bordeado por un pórtico que precedía a la biblioteca del templo. A la izquierda, unas columnas hathóricas indican el Mammisi, lugar donde se cumplía el misterio del nacimiento divino de Horus. También podremos ver un bloque de granito monolítico que fue tallado a la manera de una estela, que lleva una inscripción que recuerda las donaciones de Ptolomeo IV (221-203 a.C.) al clero local.

En el primer pilono se pueden observar numerosas inscripciones en griego dejados por los visitantes de la época romana. También veremos el nilómetro, una construcción escalonada, cuya función era medir el nivel de las aguas del río Nilo. El segundo pilono, de 32 m de longitud por 22 m de altura, representa relieves de cautivos bajo el control de Ptolomeo XII.

Llegamos a la sala hipóstila con sus diez columnas. En el período cristiano, esta sala fue convertida en iglesia y el obispo Teodoro Teodosio, ordenó martillear los relieves de las paredes. Posteriormente se añadieron los destrozos de los soldados de Napoleón.

La parte exterior del templo de Isis, está decorado con escenas de ofrendas grabadas en el reino de Augusto y Tiberio. En el extremo oeste, se encuentra la Puerta de Adriano, que posee los últimos jeroglíficos egipcios conservados (del año 394 d.C.). Hacia el sur se encuentra el elegante Quiosco de Trajano, una construcción de 14 columnas con escenas del emperador romano quemando incienso ante Isis y Osiris, que nunca llegó a finalizarse.

Regresamos a nuestra motonave. Almuerzo a bordo.

Después de un breve descanso, navegaremos en faluca por el Nilo, una de las actividades más fascinantes que se pueden realizar en Egipto. Las vistas del Nilo son un espectáculo continuo, un vergel lleno de belleza y de sugerencias, con escenas casi inalterables desde hace siglos y siglos, como una mirada al pasado.

La faluca es una embarcación pequeña de vela con un mástil central. Su uso se generalizó en muchas regiones del Cercano Oriente y áfrica del Norte, ya que por su naturaleza es especialmente adecuada para la navegación en ríos. Pero en Egipto no es simplemente un medio de transporte sino que es mucho más. Los egipcios se han desplazado desde siempre por el Nilo en este tipo de embarcaciones.

Navegaremos en lo que será un tranquilo paseo alrededor de la isla de Kitchener o isla de las Flores, la isla Elefantina y la orilla desértica del Nilo con la silueta del mausoleo del Aga Khan al fondo.

A continuación nos desplazamos hasta el poblado nubio de Gharb Soheil, donde descubriremos la vida cotidiana de los nubios, el pueblo más auténtico de Egipto. Los nubios han pagado un carísimo precio por satisfacer los intereses de Egipto. Perdieron sus casas y su hogar, y gradualmente están perdiendo su particular identidad y tradiciones.

Aún así, lo que va quedando de la cultura nubia es apasionante. Su música, famosa por su sonido único, posee un ritmo y armonía únicos. Los nubios del sur de Egipto hablan, además del árabe, el nobiin, lengua que parece provenir de la antigua Nubia y la hablan más de 600.000 nubios en Egipto y el norte de Sudán. No tienen una ortografía estándar y se escribe con letras latinas y árabes. El plan para recuperar el antiguo alfabeto nubio forma parte de la reivindicación de la identidad nubia.

Su arquitectura es peculiar: sus casas están hechas con adobe y, a menudo tiene techos abovedados y más al sur techos planos de hojas de palmera. Están enlucidas o encaladas, y llenas de decoración, incluidos platos de cerámica. Normalmente se pintan con muchos colores con dibujos geométricos.

Al llegar al poblado, descubriremos la singular belleza de los nubios, cuyos ojos y piel oscura parecen encerrar todo el misterio del Antiguo Egipto.

Recorreremos sus encantadoras calles en las que se extienden llamativas casas tradicionales, sus puestos de comida y especias, y disfrutaremos de la proverbial amabilidad de sus habitantes.

Sus habitantes nos abrirán las puertas de sus casas para que podamos contemplar su decoración interior, con sus vivos colores, y un gran patio donde nos invitarán a productos típicos, tomaremos contacto con la música Nubia, y podrás hacerte, si lo deseas, un curioso tatuaje con henna, para no olvidar esta experiencia.

Durante el resto de la tarde podremos disfrutar de esta agradable ciudad del sur, paseando por sus concurridas calles o comprando en su importante mercado, donde podremos adquirir todo tipo de recuerdos.

Regresamos a nuestra motonave.

Cena y noche a bordo de la motonave NILE PREMIUM.

Día 7: ASUáN – ABU SIMBEL: gran presa de Asuán, Templos de Abu Simbel

Desayuno buffet a bordo.

Por la mañana partimos por carretera con destino a Abu Simbel. Serán algo menos de 300 km, que recorreremos en aproximadamente 3 horas y media. Pero antes, realizaremos una parada para visitar la Gran Presa de Asuán. Para llegar a ella, cruzaremos primero la antigua presa construida por los británicos entre 1898 y 1902. Con casi dos mil metros de longitud, en su época fue la mayor obra de este tipo del mundo. Con el fin de aumentar sus capacidades, fue ampliada en dos ocasiones, la última en 1934.

Su función era regular el curso del Nilo, reteniendo agua a finales de la crecida para liberarla en primavera, cuando la sequía se hacía notar. Conserva esa función, ya que la Gran Presa está reservada a la producción de electricidad.

A unos 8 km de la antigua, se encuentra la Gran Presa, una obra colosal, una de las mayores del mundo en su género. Con la llegada al poder de Gamal Abd El Nasser (1918-1970), se decide afrontar una construcción de una envergadura comparable a las de los antiguos faraones. Puesto que los europeos se negaron a financiar el proyecto, Nasser se vio obligado a solicitar ayuda a la URSS.

En 1964, las aguas del Nilo, definitivamente cortadas, entraron en un canal de derivación. En 1972, la obra fue inaugurada por los presidentes Sadat y Podgorny. La obra en sí, se trata de una montaña de roca y arena de dimensiones impresionantes: su profundidad en la base es de 980 m y 40 m en la cumbre, longitud de 3.600 m y altura de 111 m, con un volumen total de 42.7 millones de m3. Su función es alimentar una central hidroeléctrica de 12 turbinas; en caso de necesidad, puede soltar agua hasta 11.000 m3/por segundo, algo único en el mundo.

De esta forma se creó el lago Nasser, un lago artificial de casi 500 km, de los cuales, más de 150 se hallan en territorio sudanés. Su anchura media es de 10 km, y máxima de 30 km. El incremento de la producción agrícola y de energía hidroeléctrica ha salvado a Egipto de la miseria; de hecho, la terrible sequía que afectó a los países del áfrica oriental entre 1984 y 1988 no tuvo consecuencias en Egipto.

Pero también ha habido efectos netativos. Por un lado el desplazamiento de una población de más de sesenta mil personas que vivían hasta entonces más arriba de Asuán, y que vieron cómo su región, Nubia, sus tierras y sus pueblos se hundían bajo el agua. Fueron realojados en nuevos pueblos, tanto en Asuán como en la zona de Kom Ombo; otros partieron hacia El Cairo para iniciar una nueva vida. Los templos faraónicos, gracias a los esfuerzos de la comunidad internacional, fueron salvados de las aguas y, muchos de ellos (el más importante el de Abu Simbel) reconstruidos más arriba, a orillas del río.

También ha habido consecuencias medioambientales, la más evidente, es que todo el limo que ha sido un fertilizante natural de la tierra durante milenios, ahora queda retenido en el lago Nasser, obligando a los granjeros a usar fertilizantes químicos potencialmente dañinos. Además ha aumentado considerablemente la salinidad, convirtiendo en no cultivable una parte importante de las tierras bajas del Delta.

Nos encontramos entre la primera y la segunda catarata del Nilo, en lo que se ha dado en llamar la BAJA NUBIA. El nombre de Nubia deriva de los Nubae, gente del sur, y se trata de una fértil región entre dos desiertos. Fue conocida por los egipcios como el País de Kush, lugar de paso para llegar hasta Punt (actual Etiopía).

Durante muchos siglos Nubia fue la principal ruta comercial entre Egipto y áfrica subsahariana. Por ella pasaban la mayor parte de las materias primas como el oro, maderas, especias, marfil, ébano, y hasta fue testigo del tráfico de pigmeos.

Ya en la VI dinastía la zona estaba ocupada por pueblos seminómadas, cuyas incursiones en las zonas cultivadas provocaban frecuentes represalias. El territorio fue dominado por Egipto a partir de la dinastía XI. Los romanos, con la llegada de Augusto, saquearon sus templos. El Cristianismo entró en el s. VI, y cuando el Islam fue ganando terreno, los cristianos buscaron refugio en el sur.

Para afianzar su presencia en Nubia (cerca de la frontera de Egipto con Sudán), Ramsés II edificó allí varios templos, entre los que destaca el de Abu Simbel, dedicado a Amón, Re-Horakhty, Ptah y al propio Ramsés deificado, y el de su esposa Nefertari dedicado a la diosa Hathor.

Ramsés II (1300-1235 a.C.), tercer faraón de la dinastía XIX, fue coronado en 1279 a.C. “como rey de Egipto sobre el trono de Horus de los que están vivos, sin que pueda haber nunca jamás su repetición”, según narran las fuentes de la época.

Durante su reinado acometió un programa constructivo sin precedentes. El país se llenó de nuevos edificios religiosos, en los que aparecían los diversos nombres del soberano, así como la imagen del rey impartiendo justicia, honrando a los dioses o en el campo de batalla, como artífice de victorias reales o supuestas. Además hizo grabar estelas e inscripciones, levantar obeliscos y tallar estatuas que sembró por sus dominios, más allá del valle del Nilo, desde Nubia hasta Libia y Palestina.

Ramsés fue un maestro en el uso de la propaganda, y para engrandecerse a sí mismo, no dudó en usurpar edificios, inscripciones y estatuas de monarcas anteriores, incluido su propio padre, Seti I. Para mantener vigilada la frontera del norte, siempre amenazada por incursiones de libios o de pueblos del Próximo Oriente, y para alejarse del poderoso clero de Amón en Tebas, trasladó la capital de Egipto a Tanis, una pequeña ciudad del Delta fundada por su abuelo, Ramsés I, quedando Tebas relegada a capital religiosa.

Aparte de una cierta megalomanía, el rey quería hacer ver a sus súbditos que era el brazo fuerte y dominador. Después de sus victorias contra los hititas, que le permitieron consolidar sus dominios en Palestina y Siria, el dilatado reinado de Ramsés II fue una etapa de paz y prosperidad que tendría su reflejo en las portentosas realizaciones arquitectónicas como los templos de Abu Simbel, la sala hipóstila de Karnak o el Ramaseum en el Valle de los Reyes.

El soberano contrajo matrimonio en varias ocasiones. Su primera esposa, y favorita fue Nefertari, que murió tempranamente. Al igual que otros faraones, poseía además un vasto harén, y se dice que en su larga vida llegó a tener más de cien hijos. A su reinado corresponde, según sostienen algunos historiadores, el primer «éxodo» de los judíos. Fue sin duda el último gran faraón, ya que sus sucesores, Merenpta y Ramsés III, se vieron obligados a llevar una política defensiva para mantener la soberanía en Palestina.

Los templos de ABU SIMBEL son las obras más extraordinarias de la serie de santuarios que dejó Ramsés II más arriba de la Primera Catarata, para indicar el dominio egipcio en el sur.

Este complejo de templos excavados en la roca fue finalmente abandonado, quedando enterrado bajo las arenas del desierto con el paso de los milenios. El monumento cayó en el olvido, y solo fue redescubierto en la primera mitad del siglo XIX, por el viajero y geógrafo suizo Johann Ludwig Burckhardt (famoso también por su descubrimiento de Petra en Jordania).

Según cierta versión de los hechos, en 1813 Burckhardt remontaba el curso del Nilo cuando vio la parte superior del Gran Templo, que no había quedado totalmente cubierto por la arena. En otra versión del relato, el estudioso suizo fue llevado al lugar por un muchacho egipcio llamado Abu Simbel, nombre que daría más tarde Burckhardt al templo en su honor.

Burckhardt comentó su descubrimiento al legendario explorador italiano Giovanni Belzoni, quien viajó al lugar pero fue incapaz de excavar una entrada que permitiera el acceso al templo. Belzoni regresó en 1817 y esta vez tuvo éxito, y aprovechó para llevarse todos los objetos de valor que pudo transportar.

En la década de 1960, el templo de Abu Simbel estaba amenazado por la construcción de la Presa Alta de Asuán. Se decidió desmontarlo para reconstruirlo a continuación en una nueva localización. Esta tarea, que dio comienzo en 1964, finalizó en 1968, y está considerada como una de las mayores gestas de la ingeniería arqueológica.

Un detalle que se tuvo en cuenta en la reconstrucción: la orientación del templo fue calculada de modo que, durante dos períodos del año (entre el 10 de enero y el 30 de marzo, y entre el 10 de septiembre y el 30 de noviembre), los rayos del sol penetran hasta muy adentro en el santuario; y dos veces al año, el 22 de octubre y el 20 de febrero (60 días antes y 60 días después del solsticio, respectivamente), acuden a acariciar las efigies de arenisca. En febrero, la luz toca primero a Amón y después se desplaza hasta la estatua de Ramsés.

En octubre ocurre lo contrario: los rayos de sol irradian a Ra, y después al rey. De esta forma, los dioses transmiten al rey su poder divino. En cuanto a Ptah, el viejo dios menfita de la Oscuridad, solo su hombro izquierdo es tocado unos instantes por el rayo del sol, permaneciendo su rostro en penumbra. Cuando se reconstruyó el templo en su nueva ubicación, se respetó estrictamente su orientación, con el fin de que la efigie de Ramsés II pudiera seguir siendo revivificada por la irradiación divina.

Subimos a nuestra motonave. Almuerzo a bordo.

Visitaremos el Gran Templo de Ramsés II, que está excavado en la roca, con 61 m que se adentran en el interior de la montaña, y que se encuentra presidido por cuatro colosales estatuas de Ramsés II de 20 m de altura cada una, con el rey majestuosamente sentado. A sus pies figuran, a escala reducida, Nefertari y la reina madre, así como los príncipes y las princesas, hijos de Ramsés II.

A pesar de la desmesura de los cuatro colosos, sus rostros, bellamente perfilados, expresan con su posición hierática, tan serena como severa, un formidable poderío. Uno de los cuatro gigantes quedó deteriorado por un terremoto en la Antigüedad.

Hay gran número de inscripciones dejadas por los viajeros a lo largo de los siglos. Una de ellas, en la pierna del coloso de la izquierda, fue grabada en el s. VI a.C., por un general griego al servicio de Psamético II. Curiosamente, es la inscripción monumental en griego más antigua conocida.

Una estrecha puerta en la fachada, coronada por una hornacina que alberga al dios solar Ra, nos dará acceso al interior, una amplia sala que es copia del patio de un templo. Se encuentra sostenida por ocho pilares osiríacos de 9,15 m de alto, con la efigie del rey. Los pilares del lado derecho llevan la doble corona del Alto y Bajo Egipto, mientras que los de la izquierda, solo tienen la corona del Alto Egipto.

El techo está decorado con buitres y textos reales. Las paredes están adornadas con relieves que celebran todas las virtudes guerreras y pacificadoras del rey. La pared norte (a la derecha) posee una gran composición que recuerda el más celebré hecho de armas del soberano, la “Batalla de Qadesh“, que enfrentó, al entonces joven rey, con los poderosos ejércitos hititas, cerca de la ciudad siria de Qadesh.

Podremos ver los diferentes momentos del acontecimiento: desde los preparativos hasta la victoria final. La pared sur de la sala posee relieves que narran la victoria de Ramsés contra el país de Kush, más arriba de la Segunda Catarata.

Seguidamente, llegaremos a una sala de menores dimensiones, sostenida por cuatro pilares macizos decorados, como las paredes, con escenas litúrgicas. A continuación una tercera sala poco profunda, hasta acceder al santuario. En la pared del fondo reinan las cuatro estatuas (Phat, Amón, Ramsés II y Ra-Harajte) que salen de la roca y que los rayos del sol tocan dos veces al año. Delante, un altar que servía de reposo de la barca sagrada.

Situado a unos 150 metros, se encuentra el Templo de Nefertari, esculpido por Ramsés II para su esposa preferida, y además para la diosa de la belleza y del amor, Hathor. En su fachada, encontraremos seis estatuas monumentales, seis colosos en pie, de una altura de 8 m, dos que representan a la reina y los demás al soberano. A sus pies, a menos escala, los hijos reales. Y una novedad que solo podía permitirse el poderoso Ramsés: la reina y el rey aparecen representados uno junto al otro a un mismo tamaño.

Y para rematar este himno al amor excavado en la montaña, Ramsés hizo grabar en la fachada del templo la siguiente inscripción: “Nefertari, por cuyo amor sale el sol”.

En el interior, llegaremos al vestíbulo, que está sostenido por seis pilares con capiteles hathóricos, con distintos relieves de Ramsés II castigando a sus enemigos, o escenas religiosas.

Atravesaremos una segunda sala para llegar al santuario. En el muro del fondo podremos observar la figura de la efigie de la diosa Hathor, esculpida en la misma roca bajo su forma de vaca. Se la ve de frente, como saliendo de la montaña, protegiendo la estatua del rey, situada ante ella.

Los relieves muestran escenas tradicionales de ofrendas del rey y de la reina, a las divinidades. Su estilo es cuidado y de gran naturalidad, en el que puede leerse la gran alegría de un reinado que comienza y de una pareja real, que en la flor de su juventud, celebra intensamente su belleza y su poder.

A continuación veremos un espectáculo de Luz y Sonido en los templos de Abu Simbel, probablemente, el mejor de cuantos se realizan en Egipto. Durante 45 minutos, nos narrarán la historia del lugar, mientras se iluminan por medio de luces de colores, los templos de Ramsés, y Nefertari. También se reproduce la entrada del sol en el santuario del templo, tal y como ya hemos mencionado anteriormente.

Regresamos a nuestra motonave.

Cena y noche a bordo de la motonave NUBIAN SEA.

Experiencias únicas durante nuestro viaje a EGIPTO con VAGAMUNDOS:

– Disfrutar de una experiencia única acompañados por dos de los mejores guías egiptólogos del país, como son Ahmed Abbas y Khaled Mohedin, que nos dará la posibilidad de conocer los monumentos más importantes de Egipto y su historia, en lo que será un fascinante viaje en el tiempo.

– Pasear por LUXOR, el lugar con mayor cantidad de monumentos antiguos del país, como los templos de Karnak y Luxor, o ya en la orilla occidental, en el Valle de los Reyes, penetrar en los secretos de las tumbas de sus faraones, y templos como el de Deir el-Bahari que hizo construir la reina Hatshepsut.

– A través de un paisaje que no ha cambiado mucho desde tiempos de los faraones, visitar uno de los lugares más sagrados del país, el Templo de Abidos.

– Disfrutar de un CRUCERO POR EL NILO en una de las experiencias más emocionantes y románticas del mundo, que nos permitirá apreciar la belleza del paisaje y visitar algunos de los templos más importantes como Edfú o Kom Ombo.

– Presenciar una bellísima puesta de sol en ASUáN, la ciudad más meridional del país y puerta de entrada a Nubia, con el templo de Philae, uno de los lugares más mágicos de Egipto.

– Navegar en faluca por el Nilo presenciando escenas que no han variado desde hace siglos.

– Visitar el poblado nubio de Gharb Soheil, donde descubriremos la vida cotidiana del pueblo más auténtico de Egipto, y cuya singular belleza parece encerrar todo el misterio del Antiguo Egipto.

– Llegar hasta ABU SIMBEL, y contemplar los dos extraordinarios templos, el de Ramsés II y el de su esposa Nefertari, después de que fueran reubicados, piedra a piedra, en su emplazamiento actual para protegerlos por la subida de nivel del agua por la construcción de la presa de Asuán.

– Navegar, durante un SEGUNDO CRUCERO por el LAGO NASSER, en una atmósfera de silencio y recogimiento, experimentando la misma sensación que debieron sentir los descubridores por primera vez.

– Cuatro noches en EL CAIRO, dan para mucho, aquí tiene cabida: El Cairo musulmán con sus mezquitas medievales, y El Cairo Copto, con sus iglesias ortodoxas; Menfis, la mayor ciudad del Egipto faraónico y capital de las primeras dinastías; la necrópolis de Sakkara, con la Pirámide escalonada de Zoser Y las bellas mastabas. Y claro, también aprovechar el tiempo de las compras en el mercado de Khan El Khalili.

– ¡¡¡Cómo nos vamos a olvidar de la meseta de Gizeh, con las inconcebibles pirámides de Keops, Kefrén y Micerinos y la enigmática Esfinge!!!

– Y después de las Pirámides, el Gran Museo Egipcio de Giza que se encuentra a menos de 2 km, con más de 50.000 piezas escogidas, entre las que se encuentran todas las halladas en la tumba de Tutankamón, así como algunos de los sarcófagos descubiertos recientemente en Sakkara, en el hallazgo más importante de los últimos años.

– Una buena despedida del país es visitar ALEJANDRíA, ciudad fundada por Alejandro Magno, que fuera centro cultural del Mundo Antiguo, con su histórica biblioteca, y que hoy es una bonita y tranquila urbe mediterránea, que todavía conserva restos como las catacumbas de Kom ash-Shuqqafa, del s. II, la necrópolis grecorromana más grande de Egipto, o la columna de Pompeyo, que formaba parte del Serapeum, el tempo dedicado a Serapis. También es digno de contemplar la nueva Biblioteca de Alejandría, con su fachada circular elaborada con granito de Asuán.

Compartir

Viajar con Vagamundos es mejor