Primera entrega de nuestro viaje a Egipto, en la que os desarrollamos las visitas de los tres primeros días, en los que tendremos la oportunidad de conocer algunos de los secretos del Valle de los Reyes, como el Templo de Hatshepsut, los Colosos de Memnón, Medinet Habu, Templo funerario de Ramsés III y tres tumbas reales (sin precisar, ya que se abren y cierra rotativamente). Al día siguiente, visita del Templo de Seti I en Abydos, uno de los mejor conservados de Egipto y el Templo de Hathor en Dendera.
Día 1: (Sábado) MADRID -LUXOR
Presentación en el aeropuerto de Madrid tres horas antes de la salida. Trámites de embarque y salida a las 14.50 hrs. del VUELO MS754 de la compañía EGYPTAIR con dirección LUXOR.
Llegada al Aeropuerto Internacional de LUXOR las 21.00 hrs. local. Después de los habituales trámites de entrada al país, recepción y asistencia en el aeropuerto a cargo de los representantes de nuestra agencia receptiva en Egipto. Traslado al Sonesta St. George Hotel para cena y alojamiento.
La República árabe de EGIPTO, es un país transcontinental, ubicado mayoritariamente en el tramo noreste de áfrica, mientras que la península del Sinaí se encuentra en Asia. Limita con Sudán al Sur, con Libia al oeste y con el Estado de Palestina e Israel al noroeste. Al norte limita con el mar Mediterráneo y al sureste con el mar Rojo.
Posee algo más de 90 millones de habitantes (uno de los más poblados de áfrica) y su población se asienta mayoritariamente en las riberas del río Nilo y en el delta, donde están las zonas de tierra fértil. Casi la mitad de los egipcios viven en áreas urbanas, sobre todo en los centros densamente poblados de El Cairo y Alejandría.
El cuadro morfológico se puede dividir en cuatro elementos principales: al este, la cadena montañosa que separa el valle del Nilo del mar Rojo; al nordeste, los relieves de la península del Sinaí; le sigue el valle del Nilo, que atraviesa de sur a norte todo el país, y al oeste, la extensa región conocida como desierto líbico. La mayor parte de su superficie la integra el desierto del Sahara. El río Nilo cruza el desierto de norte a sur, formando un estrecho valle y un gran delta en su desembocadura en el Mediterráneo.
Como ya dijo el viajero griego Heródoto en el s. V a.C. “Egipto es el don del Nilo”. Y nunca mejor definición para describir la eterna dependencia de este país respecto a su río, que con sus crecidas anuales abonaba los campos de cultivo gracias al limo depositado en ellos, dando origen a unas de las civilizaciones más importantes de la humanidad.
Cena y alojamiento en SONESTA ST. GEORGE HOTEL – LUXOR.
Día 2: LUXOR: Valle de los Reyes
Desayuno buffet en el hotel.
Hoy cruzamos a la orilla occidental del Nilo para visitar el VALLE DE LOS REYES. Para los antiguos egipcios, Tebas, la ciudad de los vivos estaba emplazada en el lado oriental del río, siendo éste el reino del dios Amón, cuyo hijo terrenal era el faraón. Pero en la otra margen del Nilo, donde se pone el sol, se hallaba la gran necrópolis de la capital. Este era el reino de Osiris, Señor del Más Allá, que fue utilizado como lugar de inhumación por los soberanos de Egipto desde Tutmosis I (1493-1481 a.C.), hasta Ramsés XI (1099-1069 a.C.), que cierra la XX dinastía.
El valle, en realidad, se compone de dos valles, el Valle Este, donde hallan las tumbas enumeradas con el código KV (King´s Valley), y el Valle Oeste o Valle de las reinas. El Valle de los Reyes está dominado por la colina Tebana conocida como Meretseger o “La que ama el silencio”, que está rematada por una cima en forma de pirámide natural. Debido a los continuos saqueos que sufrían los lugares de enterramientos, los faraones decidieron cambiar la forma de estos, en busca de un sistema que les permitiera mantenerse fuera del alcance de los ladrones. Por ello eligieron este lugar, donde excavaron largos pasillos y cámaras funerarias con relatos simbólicos del viaje de los muertos hacia el inframundo y con pinturas rituales que ayudarían a los faraones en el más allá.
La entrada al recinto del Valle de los Reyes, nos da derecho a la visita de tres tumbas reales. En estos momentos no podemos precisar qué tumbas se podrán visitar, ya que son 10 las que se exponen al público, y las cierran y abren de forma rotativa para su conservación. Dentro de estas tumbas no están incluidas (y tienen entrada aparte), la de Tutankamón, la de Ramsés VI y la de Seti I.
Emergiendo entre los áridos riscos de la colina de Deir el-Bahari, y parcialmente hundido en la roca, el templo de Hatshepsut nos resultará sobrecogedor. A pesar de la restauración, excesivamente radical que llevaron a cabo un equipo de arqueólogos polacos en 1961, el templo es majestuoso. Ya los antiguos egipcios lo llamaron “sublime de los sublimes”. Resultó dañado por Ramsés II y sus sucesores y, más tarde, los cristianos lo convirtieron en monasterio (de ahí el nombre de Deir el-Bahari, que significa monasterio del norte). Junto al templo principal se hallan las ruinas del templo de Mentuhotep II, soberano de la dinastía XI y unificador de Egipto, y el templo de Tutmosis III, de la dinastía XVIII.
HATSHEPSUT, la gran reina de la dinastía XVIII, es recordada como una de las contadas mujeres que alcanzaron el rango de faraón. Lo hizo en contra de todas las leyes y costumbres del Estado egipcio, aprovechando una serie de circunstancias dinásticas que le permitieron dar cauce a su ambición de poder. Hija de Tutmosis I y su esposa principal, la reina Ahmose Nefertari, el matrimonio con su hermanastro Tutmosis II la convirtió en reina consorte y, tras quedar pronto viuda, asumió la regencia hasta que su hijastro Tutmosis III -hijo de Tutmosis II y de una de sus esposas secundarias- alcanzase la edad necesaria para gobernar. Al cabo de siete años cambió su nombre por el de Maatkare Hatshepsut y empezó a mostrarse como único soberano de Egipto, adoptando los atributos de un faraón -la barba postiza y el tocado nemes- y los epítetos reales masculinos de Rey del Alto y el Bajo Egipto y Señor de las Dos Tierras.
Ni siquiera cuando Tutmosis III alcanzó la mayoría de edad renunció Hatshepsut al poder. Así, durante casi dos décadas, Egipto tuvo dos faraones, la madre y el hijastro, que reinaron conjuntamente sin aparentes conflictos, aunque fue la soberana quien llevó las riendas del país.
Tuvo varios visires (el cargo más importante en la administración egipcia), el más destacado fue Hapuseneb, que como gran sacerdote de Amón, administrador de los templos y jefe de los profetas del Alto y Bajo Egipto, le aseguró el apoyo del poderoso clero de Amón.
Pero quizás el personaje más importante de su gobierno fue Senenmut, el arquitecto de la reina que supervisó las obras de su templo funerario, y acaparó numerosos títulos; fue incluso tutor de la princesa Neferure, hija de Hatshepsut, a la que pretendió casar con Tutmosis III, proyecto que se frustró por la prematura muerte de la joven. Se ha especulado con que Senenmut fuese amante de Hatshepsut y padre de su hija, lo que explicaría las esculturas de granito en las que aparece acompañado de la princesa. Sin embargo, a partir del año 19 del reinado de Hatshepsut, el nombre de Senenmut desaparece de los textos; tal vez había fallecido o cayó en desgracia al apoyar a Tutmosis III en la fase final del reinado de la soberana.
A partir de la muerte de la “faraona” (en realidad mujer-faraón), hacia el año 22 de su reinado (1468 a.C.), cayó un manto de silencio sobre su figura. La mujer que había osado proclamarse faraón fue objeto de la eliminación de toda referencia a su reinado, como si éste no hubiera tenido lugar; incluso su nombre quedó suprimido de la Lista de los Reyes. Tradicionalmente se pensaba que el responsable había sido Tutmosis III, pero investigaciones posteriores han demostrado que la operación se llevó a cabo de forma paulatina, sobre todo durante las dinastías XIX y XX.
El plano del templo es único en toda la historia egipcia: una sucesión de tres terrazas (de las cuales, solo se pueden visitar las dos primeras), adornadas con pórticos cuyas columnas están talladas en la caliza más fina y se integran de maravilla en un entrante de la montaña tebana.
En la tercera terraza, la capilla funeraria dedicada a Amón, penetra en la montaña. Senenmut se hizo cavar cerca su propia tumba, cuya profunda cámara subterránea se encuentra sobre la primera terraza del templo.
La Primera Terraza, estaba conectada al río por un canal, prolongado por una avenida bordeada de esfinges, con la efigie de la reina. En la antigüedad este amplio espacio, hoy desnudo, estaba adornado con estanques y especies raras, entre las que se encontraban los famosos árboles de incienso traídos del país de Punt.
Una rampa conduce a la Segunda Terraza, que es sostenida por un pórtico que está dividido en dos partes: a la izquierda se levanta una capilla dedicada a la diosa Hathor, que presenta un vestíbulo sostenido por columnas y pilares hathóricos, seguido de una sala hipóstila también con columnas de Hathor.
En la parte sur del pórtico, aparece descrita en bajorrelieves pintados (son copias, los originales se encuentran en el Museo de El Cairo), la famosa expedición al país de Punt, un conjunto de escenas acompañadas de textos donde veremos los cinco navíos de la expedición, la llegada a Punt, el intercambio de regalos, la carga de los barcos (plantas aromáticas, oro, pieles de animales), y por último el regreso, donde la reina rinde homenaje a Amón ofreciéndole regalos.
En la parte norte del pórtico, los relieves evocan el origen divino de la soberana, como forma de justificar el acceso al trono. Las escenas describen cómo el propio dios Amón adopta la apariencia del rey, acude durante la noche a las habitaciones de la reina y se una a ella. De esta unión nació Hatshepsut.
Llegamos a los Colosos de Memnón, que permanecen en posición sedente, con las manos sobre las rodillas, desde hace unos 3.400 años.
Estas estatuas de cuarcita que representan al faraón Amenhotep III, hoy tienen el rostro desfigurado y el cuerpo deteriorado, pero siguen erguidas con una solemnidad fantasmal, como reafirmando la gloria de la dinastía XVIII, la más próspera de la civilización faraónica. Las estatuas gemelas, de unos dieciocho metros de altura, custodiaban la entrada principal del inmenso templo mortuorio de Amenhotep III, que con los siglos se fue desintegrando a sus espaldas.
Los Colosos de Memnón han resistido impasibles a un sinfín de adversidades: terremotos devastadores, inundaciones, vandalismo… Y ahí siguen encarados al Nilo y al sol naciente. A consecuencia de un seísmo en el año 27 d.C., uno de los colosos se agrietó y a partir de ese momento la estatua cantaba por las mañanas. Para los romanos se trataba de un prodigio ante el cual acudieron visitantes como el emperador Adriano. Los griegos atribuyeron el curioso sonido a la mítica figura de Memnón, el hijo de la Aurora que, muerto por Aquila, cobraba vida cada mañana por las caricias de su madre. Pero el talento musical debía estar relacionado con los daños del terremoto, porque en el año 199 d.C., el emperador Septimio Severo mandó reparar la estatua y sus cantos cesaron.
A continuación visitaremos el complejo MEDINET HABU, que debe su nombre a un pequeño pueblo copto que ocupaba sus ruinas, y que reúne un conjunto de construcciones que se remontan a épocas muy diversas, desde la XVIII dinastía hasta la época romana.
A finales de la época ramésida, Medinet Habu era el centro religioso y económico de la orilla izquierda tebana, con su propio alcalde y su propia policía. Se trataba de un verdadero templo-ciudad, que incluía almacenes, talleres, locales administrativos y viviendas para los sacerdotes y los funcionarios. El visir tenía allí despachos y presidía el tribunal de justicia. La parte más impresionante, y que visitaremos es el enorme Templo funerario de Ramsés III, casi completamente conservado, es el ejemplo más perfecto de los templos funerarios de la dinastía ramésida.
Posee una torre fortificada que custodia el acceso, lo que le da un aire militar, que es excepcional dentro de la arquitectura religiosa egipcia. Antes de pasar el primer pilono, podremos ver las Capilla de las Divinas Adoradoras de Amón, con relieves que muestran escenas de ofrendas.
En el patio hay un altar para sacrificios. El templo tomó como modelo el edificado un siglo antes por su antepasado Ramsés II, por el que sentía gran admiración.
El primer pilono, de 63 m de anchura y 22 m de altura, muestra representaciones rituales de la matanza de prisioneros: asiáticos a la derecha, y nubios y libios a la izquierda. Hay que destacar, en la cara posterior del pilono, una espectacular escena de caza, donde puede verse al rey acosando con su carro a un toro salvaje en las ciénagas. Es una obra maestra en su género.
Llegamos al primer patio, con unas dimensiones de 34 x 32 m, que se encuentra bordeado por un pórtico de fuertes pilares osiríacos, y donde los bajorrelieves muestran al ejército del faraón aniquilando a los pueblos enemigos, los libios y los Pueblos del Mar. En el muro de la izquierda, destaca una escena de un grupo de luchadores en combate, realizando unas llaves similares a las de judo.
El segundo pilono, por la parte interior, muestra al faraón en un día de cacería y en el exterior a unos cautivos junto a Amón y Mut. A continuación, el segundo patio conocido como “Patio de las Fiestas”, rodeado por un pórtico que se sostiene con pilares osiríacos y por columnas macizas. Lo que sigue está bastante deteriorado. La sala hipóstila, en la que solo se conservan las bases de sus 24 columnas. A la izquierda, una serie de cinco cámaras (acceso prohibido) destinada a almacenar el tesoro del templo. Más lejos otras dos salas hipóstilas, y el naos (sala sagrada) del templo, también en ruinas.
Almuerzo en restaurante local.
Nos trasladamos nuevamente a Luxor, y tiempo libre para pasear por esta acogedora ciudad.
Alojamiento en SONESTA ST. GEORGE HOTEL – LUXOR.
Día 3: LUXOR: Dendera y Abydos
Desayuno buffet en el hotel.
A ambos lados del Nilo se extienden dos estrechas franjas de exuberante vegetación que se abren paso en un terreno árido y estéril. Durante miles de años, la crecida anual de río depositó ricos minerales que fertilizaban las tierras ribereñas. Cuando las aguas retrocedían, los campesinos construían canales de irrigación, plantaban sus cultivos y esperaban la fértil cosecha. Tanto desde el punto de vista geográfico y económico como cultural y religioso, el Valle del Nilo ha sido fundamental en el temprano desarrollo de una de las civilizaciones fluviales que configurarán la “revolución neolítica”; la prodigiosa fertilidad de su suelo hizo posible el asentamiento de unos pueblos, hasta entonces nómadas, acelerando así el desarrollo de su organización social.
Nos dirigimos a ABYDOS, que se encuentra a 154 km de Luxor. A lo largo de un paisaje que no ha cambiado mucho desde los tiempos de los faraones: cultivos, el límite del desierto y una campiña inmutable arraigada en un tiempo casi inmóvil.
Para los antiguos egipcios Abydos era el lugar más sagrado de la tierra. Es la ciudad más antigua del Valle del Nilo y fue siempre un lugar santo. Albergaba la tumba de Osiris, dios de los muertos, junto al cual se hicieron inhumar los reyes de la Prehistoria y de la I dinastía.
La tradición dice que la cabeza de Osiris reposó aquí después de ser asesinado por su hermano Seth, que mutiló su cuerpo y lo desperdigó por todo Egipto (sus restos fueron conservados como reliquias en 16 ciudades del país). Desde entonces, no dejó ser una necrópolis, y todos los antiguos egipcios procuraban peregrinar a esta ciudad al menos una vez en su vida. Abydos fue una gran ciudad amurallada con varias necrópolis, lagos y templos, incluyendo el de Osiris.
Durante el gobierno de los últimos ramésidas de la XX dinastía (I milenio a.C.), la devoción por la ciudad comenzó a decaer, hasta la llegada de la dinastía saíta (dinastía XXVI). A partir de aquí se inició la definitiva decadencia, que relegó a la ciudad a un papel secundario. Los restos de la antigua necrópolis pertenecen a diferentes épocas, y se encuentran en la zona limítrofe del desierto.
Visitaremos el Templo de Seti I (“Memnonium”), uno de los mejor conservados de Egipto. Fue erigido durante el reinado de este faraón (1294-1279 a.C.), fundador de la XIX dinastía, padre de Ramsés II, notable administrador y jefe guerrero que supo dominar a los enemigos. Construido en piedra caliza blanca, este templo mortuorio posee algunos de los mejores bajorrelieves del Imperio Nuevo (muchos conservan el color original). Su disposición en “L” es única, y en sus siete capillas, son veneradas las principales divinidades de Egipto, entre las que se encuentra el propio soberano.
Entraremos en el templo a través de la Primera Sala Hipóstila situada nada más atravesar el pórtico central. Mide alrededor de 60 x 14 m, el techo se apoya en 24 columnas papiriformes y emparejadas, formando los pasillos que llevan hasta los santuarios. Está decorado con escenas que representan al rey adorando al Dios que fueron realizadas en época de Ramsés II.
Para los que seáis amantes de lo esotérico, debéis prestar atención a un misterioso relieve que se encuentra nada más entrar en la sala, en el pasillo central; se trata de uno de los más enigmáticos que se conocen, con figuras que representan a algo parecido a un helicóptero, un tanque, un avión y un platillo volante.
La Segunda Sala Hipóstila con 36 columnas formando parejas, decorada por Seti I, con relieves mucho más refinados, que son auténticas obras de arte egipcio. En la pared de la derecha, un conjunto de escenas que representan al faraón ante Osiris, Isis y Neftis, con el soberano tendiendo al señor de los infiernos una estatuilla de la diosa Maat. La delicadeza de los trazos, lo aterciopelado del grano de la piedra y la luz rasante, hace inolvidable estos cuadros que resumen la grandeza de los soberanos de Egipto.
Más adelante llegaremos a las Siete Capillas Divinas dedicadas a un deificado Seti I y a los dioses Phat, Harajty, Amón-Ra, Osiris, Isis y Horus. Todas ellas poseen unos relieves de extraordinaria calidad, que retoman siempre el mismo tema: el ceremonial que realiza el rey ante cada una de las divinidades, descrito en forma detallada en 36 cuadros delicadamente tallados en la caliza.
La Sala de Osiris, con unas dimensiones de 12 x 10 m, está sostenida por diez columnas. La decoración de las paredes conserva los colores originales, pero algunas caras y manos de las figuras fueron dañadas por los primeros cristianos.
El Corredor de los Reyes, de 28 m de longitud, que recibe este nombre porque en su pared oeste, hay una lista con los nombres de los 76 faraones que le habían precedido en el trono desde la primera dinastía hasta Seti I. Faltan los de Hatshepsut, Akhenatón (el rey hereje) y los de sus sucesores inmediatos, Ay y Tutankamón. También puede verse al joven príncipe Ramsés II, representado como un niño de diez años que asiste con su padre a ceremonias religiosas.
La Sala de las Barcas, de 16 x 11 m, cuyo techo está soportado por seis columnas sin capitel, donde se almacenaban las barcas sagradas.
Al oeste del templo y a unos 18 m por debajo del nivel de sus pavimentos está el Osireion, el cenotafio de Seti I, que fue construido en la prolongación del eje longitudinal del gran templo. Seti, con la intención de asociar su propio culto funerario al de Osiris, ordenó la construcción, detrás de su templo, de una tumba para el dios de los muertos. Su disposición parece un intento de reproducir la colina en la que, según la creencia egipcia, tuvo lugar la creación del mundo.
Está construido en piedra caliza de color blanco y arenisca rojiza; los pilares y los vanos de algunas puertas son de granito de color rosa. Un largo corredor subterráneo abovedado de 32 m, con paredes de arenisca está decorado: con el “Libro del Más allá” la pared oriental y con el “Libro de las Puertas” la occidental, y en ella se describe el viaje del dios “Sol” durante la noche, a través del Reino de los Muertos.
Llegaremos a una sala de 30×20 que constituye propiamente el Osireion, concebido como una isla que durante la crecida del Nilo quedaba rodeada de agua, en la que reposaba el dios: en ella podría verse una imagen de la loma principal a partir de la cual se creó el mundo. En cada lado de la isla se yerguen cinco enormes pilares de granito que soportan arquitrabes, sobre los que estuvo colocado el techo.
El edificio termina en una gran sala trasversal con techo a dos aguas, y decorado con representaciones astronómicas: Nut, la diosa del cielo, el recorrido del sol y de las estrellas; varios textos, entre los que destaca uno que describe las normas para construir un reloj de sol.
Cerca de allí, justo al borde del desierto, se encuentra el Templo de Ramsés II, construido por el propio Ramsés II en honor de Osiris. Es mucho más pequeño y se encuentra bastante más deteriorado que el de Seti; no conserva ninguno de los techos y ha perdido la parte superior de sus muros.
El muro exterior conserva un fragmento del Poema de Pentaur, que relata la batalla de Qadesh. El segundo pilono (el primero ha desaparecido), da paso a un patio rodeado por un pórtico de columnas osiríacas, con paredes con escenas de procesión.
A continuación vienen dos salas hipóstilas que preceden a las tres capillas principales del templo. Todas las salas estaban decoradas con magníficos relieves, con escenas religiosas de las que solo queda la parte inferior, pero sus colores conservan una gran viveza.
Almuerzo PIC NIC.
Volvemos a Luxor, pero antes nos detendremos en DENDERA, que los griegos llamaron Tentyris, y que fue en la antigüedad un importante centro religioso. Se trata de una antiquísima ciudad cuyo origen se remonta a la Prehistoria, puesto que allí se celebraban ritos religiosos en tiempos de los “Servidores de Horus”, una especie de semidioses que precedieron a los faraones humanos. Ellos trazaron el plano del templo en el que se inspiraron quienes lo embellecieron, sobre todo Keops, Teti I y Tutmosis III, que desarrolló los rituales.
A los principales faraones, por tanto, les inspiró un especial respeto esta ciudad. En su necrópolis se construyeron numerosas tumbas y mastabas de varias épocas, incluidas gran cantidad de catacumbas de perros, vacas y pájaros.
Visitaremos el Templo de Hathor, el templo de la alegría, de la música y del amor, que los grecorromanos asimilaron a Afrodita. Data de la época ptolemaica, y es el último de una serie de monumentos que forman una cadena sagrada ininterrumpida. Esta diosa está omnipresente en el templo, ocupando más de la mitad de la decoración de sus paredes.
Sepultado bajo la arena hasta el s. XIX, el imponente templo nos ha llegado en un excelente estado de conservación. Su construcción se inició en el s. II a.C., y pertenece a la serie de grandes santuarios que los Ptolomeos dejaron a lo largo de las orillas del Nilo. Aunque grecorromano, imita los diseños típicos de la arquitectura faraónica.Hasta Cleopatra se hizo representar en compañía de Cesarión, el hijo que tuvo con Julio César.
La construcción prosiguió hasta la época romana: Marco Aurelio fue el último de los césares cuyo cartucho adorna los muros del templo. Sin embargo, las excavaciones realizadas demostraron que la antigüedad del lugar de culto se remonta a los primeros siglos de la civilización faraónica.
El templo de Dendera mantenía estrechas relaciones con el de Edfu. Hathor era la diosa del placer y del amor y amante de Horus. Todos los años, en lo que era conocida como “la fiesta de la Buena Reunión”, era transportada en barco a Edfu para unirse a Horus, con quien forma una pareja divina.
El ritual de esta fiesta, una de las más populares del valle, es de origen agrario, y se celebraba el retorno de la crecida del Nilo, prueba de fertilidad. Cinco días antes del encuentro con su esposo, era retirada del naos (sala sagrada que alojaba la imagen de la deidad), llevada hasta el río y subida a una embarcación de gala. Detrás de ella, una multitud de barcas cargadas con los sacerdotes y peregrinos, componía el cortejo fluvial. A los cinco días, llegaba al templo de Edfu, donde ya le esperaba Horus. La “pareja divina”, pasaba su primera noche en el mammisi (lugar donde nacen los hijos de los dioses) del templo. Después venían trece días de fiesta y, a continuación, la vuelta a Dendera.
Uno de los símbolos de Hathor es el sistro, un instrumento de música mágico cuyas vibraciones dispersan las influencias negativas y atraen las energías positivas. El templo de Dendera, de hecho, es llamado el “castillo de sistro”, pues fue concebido como un gigantesco instrumento de música, donde las armonías del cosmos confluyen para embellecer la tierra. Construido en arenisca, posee una gran unidad de estilo. La entrada al reciento la efectuaremos por una gigantesca apertura en el muro de adobe que rodea todo el complejo, que fue construida por los emperadores romanos Domiciano y Trajano.
Nos encontraremos con las seis columnas con hermosos capiteles con la forma de la diosa Hathor. La base está compuesta por bloques de un templo anterior de la época de Keops o Pepi I (Imperio Antiguo).
Llegaremos hasta la primera sala hipóstila, una de las más bellas de Egipto, con el techo sostenido por 24 columnas hathóricas. Tiene unas medidas de 25 x 42,5 m. Fue decorada durante los reinados de los emperadores Augusto y Nerón. Su techo resume todos los conocimientos astronómicos de la ciencia egipcia, y puede verse la representación de la carrera del sol y de la luna, los signos del zodíaco, los decanatos y los planetas.
A la izquierda, la diosa Nut, cuyo cuerpo se extiende a lo largo del muro, en una representación de la bóveda celeste. En las paredes, escenas de ofrendas rituales en las que el rey, aquí el emperador Nerón, se enfrenta a la divinidad.
Llegaremos hasta el Sanctasanctórum, el corazón del templo, donde Hathor reposaba en sus naos. Alrededor del santuario, una galería sobre la que se abren once capillas divinas, siete de las cuales están dedicadas a la misma Hathor. Detrás del santuario encontraremos la más importante, que está decorada a la manera de un templo, con friso y cornisa. En el interior se erigía una estatua de la diosa revestida de oro, efigie que puede verse representada en los muros.
A través de unas escaleras, accederemos a la cripta de 25 m de longitud que corre bajo el muro del naos. Los muros muestran magníficos relieves dedicados a Hathor y a Isis, sobre todo. En este templo se han podido descubrir hasta doce criptas, cámaras secretas habilitadas en el espesor de los muros o en los cimientos del edificio, donde el acceso era obstruido por piedras grabadas. En ellas se guardaban emblemas y utensilios de culto junto con el oro, la plata y piedras preciosas que constituían el tesoro del templo.
En la terraza, todos los años en la fiesta de Año Nuevo se exponía la estatua de la diosa a los rayos del sol y se realizaban ritos que tenían como objeto perpetuar el orden cósmico que había sacado al universo del caos primigenio.
Por el lado norte de la terraza hay seis capillas, todas ellas dedicadas a Osiris y decoradas con relieves que evocan los misterios osiríacos. La más famosa es la que adorna el techo de la segunda capilla. Se trata de una copia (el original se encuentra en el Louvre) que representa un zodíaco circular en el que puede reconocerse en la parte central, los doce signos tradicionales.
Volvemos a Luxor, de la que nos separan aproximadamente 75 km, y embarcamos.
Cena y noche a bordo de la motonave NILE PREMIUM.
Experiencias únicas durante nuestro viaje a EGIPTO con VAGAMUNDOS:
– Disfrutar de una experiencia única acompañados por dos de los mejores guías egiptólogos del país, como son Ahmed Abbas y Khaled Mohedin, que nos dará la posibilidad de conocer los monumentos más importantes de Egipto y su historia, en lo que será un fascinante viaje en el tiempo.
– Pasear por LUXOR, el lugar con mayor cantidad de monumentos antiguos del país, como los templos de Karnak y Luxor, o ya en la orilla occidental, en el Valle de los Reyes, penetrar en los secretos de las tumbas de sus faraones, y templos como el de Deir el-Bahari que hizo construir la reina Hatshepsut.
– A través de un paisaje que no ha cambiado mucho desde tiempos de los faraones, visitar uno de los lugares más sagrados del país, el Templo de Abidos.
– Disfrutar de un CRUCERO POR EL NILO en una de las experiencias más emocionantes y románticas del mundo, que nos permitirá apreciar la belleza del paisaje y visitar algunos de los templos más importantes como Edfú o Kom Ombo.
– Presenciar una bellísima puesta de sol en ASUáN, la ciudad más meridional del país y puerta de entrada a Nubia, con el templo de Philae, uno de los lugares más mágicos de Egipto.
– Navegar en faluca por el Nilo presenciando escenas que no han variado desde hace siglos.
– Visitar el poblado nubio de Gharb Soheil, donde descubriremos la vida cotidiana del pueblo más auténtico de Egipto, y cuya singular belleza parece encerrar todo el misterio del Antiguo Egipto.
– Llegar hasta ABU SIMBEL, y contemplar los dos extraordinarios templos, el de Ramsés II y el de su esposa Nefertari, después de que fueran reubicados, piedra a piedra, en su emplazamiento actual para protegerlos por la subida de nivel del agua por la construcción de la presa de Asuán.
– Navegar, durante un SEGUNDO CRUCERO por el LAGO NASSER, en una atmósfera de silencio y recogimiento, experimentando la misma sensación que debieron sentir los descubridores por primera vez.
– Cuatro noches en EL CAIRO, dan para mucho, aquí tiene cabida: El Cairo musulmán con sus mezquitas medievales, y El Cairo Copto, con sus iglesias ortodoxas; Menfis, la mayor ciudad del Egipto faraónico y capital de las primeras dinastías; la necrópolis de Sakkara, con la Pirámide escalonada de Zoser Y las bellas mastabas. Y claro, también aprovechar el tiempo de las compras en el mercado de Khan El Khalili.
– ¡¡¡Cómo nos vamos a olvidar de la meseta de Gizeh, con las inconcebibles pirámides de Keops, Kefrén y Micerinos y la enigmática Esfinge!!!
– Y después de las Pirámides, el Gran Museo Egipcio de Giza que se encuentra a menos de 2 km, con más de 50.000 piezas escogidas, entre las que se encuentran todas las halladas en la tumba de Tutankamón, así como algunos de los sarcófagos descubiertos recientemente en Sakkara, en el hallazgo más importante de los últimos años.
– Una buena despedida del país es visitar ALEJANDRíA, ciudad fundada por Alejandro Magno, que fuera centro cultural del Mundo Antiguo, con su histórica biblioteca, y que hoy es una bonita y tranquila urbe mediterránea, que todavía conserva restos como las catacumbas de Kom ash-Shuqqafa, del s. II, la necrópolis grecorromana más grande de Egipto, o la columna de Pompeyo, que formaba parte del Serapeum, el tempo dedicado a Serapis. También es digno de contemplar la nueva Biblioteca de Alejandría, con su fachada circular elaborada con granito de Asuán.