La civilización del Antiguo Egipto se desarrolló en una de las zonas desérticas y áridas más grandes del mundo. Esto solo fue posible gracias al río Nilo, que lo atraviesa de sur a norte. Resumimos la Historia del Egipto faraónico, en un viaje que nos llevará desde los primeros asentamientos prehistóricos en la zona septentrional en el Valle del Nilo, hasta la conquista de la región por el Imperio Romano en el año 30 a.C.
Introducción
El retroceso del casquete glacial del Norte y, con él, las lluvias atlánticas de los últimos momentos del Paleolítico, causó una sequía progresiva en la parte oriental del Mediterráneo. Las fértiles tierras del norte de áfrica fueron cediendo poco a poco terreno a la aridez y al desierto. Empujados por la extensión del Sahara, los cazadores nómadas se reagrupan a lo largo del Nilo.
Con este cambio de clima se produce una alteración en las costumbres de los antiguos nómadas que vivían en la región, cazando animales. Progresivamente, esos grupos se sedentarizan. Durante el Neolítico (10.000 a 6.000 a.C.), erigen ciudades, hacen el aprendizaje de la agricultura, de la ganadería, de la alfarería y de la tejeduría.
Ya entonces, su vida está marcada por las crecidas del río, que no solo fue la causa e inspiración de la cultura del antiguo Egipto, sino también el hilo conductor que unificaría toda la historia egipcia.
Se suele aplicar el calificativo de Antiguo Egipto al período transcurrido entre el año 3150 a.C. aproximadamente, cuando comienza la historia dinástica, y el 332 a.C., momento en que termina la independencia de Egipto con la conquista de Alejandro Magno.
A lo largo de 3.000 años de historia, el Egipto antiguo tuvo un total de 33 dinastías. La definición de dinastía, es la siguiente: conjunto de gobernantes que proceden de una misma familia.
Sobre las fechas indicadas hay que decir que los egipcios no utilizaron ningún sistema de cómputo continuo de tiempo, sino que contaban sólo los años de reinado de cada monarca. Esto complica el establecimiento de cronologías absolutas, por lo que es fácil comprender las discrepancias existentes entre los diferentes autores, que pueden ser de más de un siglo en el Imperio Antiguo para irse reduciendo en los períodos posteriores.
En este sentido, el esquema elaborado por Manetón, el sacerdote e historiador egipcio de tradición griega, que vivió entre de Ptolomeo I y Ptolomeo II en el siglo III a.C., que ha sido muy útil para elaborar la historia de Egipto, no resulta fiable en cuanto a las fechas de las distintas dinastías.
Tienen más valor las listas de reyes reunidas por los propios egipcios, las mas importantes de las cuales son los Anales de Turín, documento elaborado en la dinastía XIX, y la llamada Piedra de Palermo, de la que solo se conservan algunos fragmentos en los que tenemos información de los reinados y hechos acontecidos hasta finales de la dinastía V.
1. Período de Formación (del V milenio al III milenio a. C.)
Las ciudades se reagrupan en pequeños principados, cada uno de los cuales adora a sus propias divinidades. Poco a poco nacen dos reinos, el Alto Egipto (Valle del Nilo, centro y sur del país hasta Asuán) y el Bajo Egipto (Delta del Nilo en el norte). El soberano del norte luce una corona roja, su vecino del sur una blanca.
Al final del período de formación aparece la escritura jeroglífica. La más antigua descubierta es la que figura en una etiqueta de hueso en una tumba en Abedyu. Ya posee signos plenamente formados y con la complejidad que caracterizaría a los jeroglíficos durante los 3.500 años siguientes.
2. El alba tinita (3150-2635 a.C.)
Poco después de la escritura jeroglífica, el reino del sur invade el norte. El poderoso rey Narmer, encarnación del dios Horus, se convierte en el primer soberano de la I dinastía. Lleva la doble corona roja y blanca, que simbolizará, para los tres milenios siguientes, la unidad de ambos reinos.
La unificación supuso la creación del primer Estado-nación del mundo. Una forma de entidad política nueva, que se mantenía unida tanto por estructuras políticas como por distintos valores compartidos.
Las dos primeras dinastías se instalan en Tinis, cerca de Abydos, en el sur. Este es un periodo importantísimo dentro de la historia del Antiguo Egipto, ya que en él se construye un Estado centralizado, dirigido por un monarca absoluto y una administración muy jerarquizada. Asimismo se crea una sociedad de privilegiados, que estará presente en todas las dinastías, y que permitió que la cultura sobreviviera incluso en épocas de inestabilidad interna. La mayoría de las instituciones egipcias aparecen en esa época.
Se establecen los ritos funerarios, se desarrolla la escritura y con ella el poder de los escribas. La irrigación se planifica a gran escala, se explotan las minas del desierto oriental, se realizan expediciones de sometimiento a Nubia, se comercia con Palestina. Los artistas y artesanos mejoraron sus técnicas, produciendo gran cantidad de objetos de lujo. Se comienzan a desarrollar ciudades a lo largo de las orillas del Nilo, entre ellas, Menfis, futura capital del Imperio Antiguo.
La I dinastía tuvo un total de ocho faraones. La dinastía II, cuyo primer mandatario fue Hetepsejemuy, estuvo formada por diez.
2. Imperio Antiguo (2635-2140 a.C.)
En esta época, Egipto se convirtió en un gran estado y su civilización pasó a ocupar un lugar preeminente en el mundo, siendo una de las épocas más próspera y de mayor estabilidad política del Antiguo Egipto. Por el poder pasaron cuatro dinastías (de la III a la VI).
Se consolida definitivamente la unidad del Alto y Bajo Egipto, el estado se organiza de forma centralizada como una monarquía de derecho divino, en la que el faraón disponía de todos los poderes, ayudado para el gobierno por el visir en la capital y los nomarcas en las provincias.
Egipto gozaba de una casi completa autosuficiencia y seguridad dentro de sus fronteras naturales; no tenía rivales externos que amenazaran su dominio sobre la zona. El nivel que alcanzó en el desarrollo arquitectónico y artístico es sorprendente. Una serie de colosales monumentos se construyeron para los faraones cuyos nombres se han hecho famosos por ese motivo.
El país era gobernado desde Menfis, próxima al actual El Cairo, allí estaba la corte real. Fue la época de las muestras de omnipotencia de los faraones. Djoser, fundador de la III dinastía, se hace construir en Saqqara un monumental conjunto funerario. Su ministro y arquitecto Imhotep, inaugura el empleo de la piedra de talla e impone la forma piramidal para la tumba real.
Se construyen, durante la IV dinastía las grandes pirámides de caras lisas de Keops, Kefrén y Mikerinos, así como la gran esfinge de Gizah.
La política exterior es muy activa: intercambios comerciales con ciudades de Levante, guerras de conquista contra Libia, Nubia y el Sinaí, cuyas minas suministran materiales preciosos.
Durante la V dinastía, fundada por Userkaf, la religión toma más relevancia, y el clero va tomando poder: amo de la ciudad santa del dios Ra, Heliópolis (situada cerca de El Cairo) tiene una extraordinaria influencia sobre los faraones, hijos de Ra. Se comienzan a realizar grabados funerarios en las pirámides con los distintos dioses locales.
Pero, a pesar del gran desarrollo, la administración no consigue mantener en su VI dinastía un Estado centralizado. El buen gobierno de Egipto dependía, en gran medida, de la lealtad y diligencia de los nomarcas, gobernadores de las provincias (o nomos). Su papel era indispensable, tanto en asuntos locales como nacionales, ocupándose de los habitantes de su distrito y prestando al rey sus servicios cuando lo requería.
Pero con el tiempo, los nomarcas van tomando poder y escapan progresivamente del poder central, se hacen construir grandes tumbas y transforman el mandato otorgado por el visir en hereditario. Todo ello, unido a las situaciones de falta de alimentos debido a las escasas inundaciones, llevó a Egipto a una situación insoportable, socavando la estabilidad del estado, y provocando la rebelión del pueblo.
Con Pepi II (que gobernó durante noventa y cuatro años, el más largo en la historia del mundo), el poder central se va hundiendo. A su muerte sube al trono la primera faraona de la civilización egipcia: Nitocris (Manetón dice de ella “la mujer más bella de todas, rubia y con mejillas rosadas”). Con ella se extingue la VI dinastía.
3. Primer Periodo Intermedio (2140-2022 a.C.)
El gobierno centralizado prácticamente deja de existir y desaparecen las ventajas del Estado unificado. El país cae en una etapa de descomposición, conociendo entonces un periodo de caos, con una larga sucesión de reyezuelos incapaces de imponer su autoridad a unas dinastías locales que se independizan: matanzas, invasiones, culturas devastadas, hambrunas, profanaciones de tumbas reales.
Es posible que esta situación se agravara con cambios climáticos que hicieron bajar el nivel del Nilo. La inestabilidad interna provocó una crisis económica que hizo disminuir el nivel de vida de la población y produjo una ruptura de las relaciones económicas con el exterior. El arte, a su vez, se provincializa, y las divinidades locales renacen.
Este periodo está integrado por las dinastías VII a la X.
Los reyes se suceden rápidamente, y Egipto se divide en dos reinos. De la capital del sur, Tebas (actual Luxor), vendrá la recuperación de la paz y la unidad.
4. Imperio Medio (2022-1784 a.C.)
Mentuhotep I, rey de Tebas, tarda 15 años en conquistar todo Egipto. El faraón, en algunos casos, se apoya en antiguas familias de la nobleza provincial, pero en otros sustituye a los nomarcas por funcionarios fieles y protege al país de invasiones mediante la construcción de fortificaciones frente al Sinaí. Fue un proceso lento, que culminaría con la XII dinastía, cuando el faraón asume los mismos poderes que poseía en el Imperio Antiguo.
El Imperio Medio fue una época de gran esplendor en todos los aspectos: se reanudan las expediciones militares contra Libia, Palestina y Nubia; se restablecieron las relaciones comerciales con el exterior, con Creta, y sobre todo con Oriente, con el que Egipto mantenía fructíferas relaciones comerciales, a través de los puertos de Biblos y Ugarit; se abrieron las minas de turquesas del Sinaí.
En el aspecto cultural hubo un renacimiento de las artes y las letras. Se construyen nuevas pirámides, como la de Hawara, al lado de la cual se creó un laberinto que, según Heródoto, contaba con más de 3.000 habitaciones. Asimismo se construyó un canal que comunicaba el Nilo con el mar Rojo. En literatura se llegó a la época clásica, con relatos como “La historia de Sinuhé”, “Cuento del náufrago” o el “Papiro de Wescar”. De esta época son también los “Papiros Médicos” y los “Papiros Matemáticos”.
Amenemes I, fundador de la XII dinastía, abandona Tebas por El Fayum, más central, aunque el poder religioso sigue estando en Tebas. Además, este faraón asocia su hijo al trono, para evitar problemas de sucesión. Esta práctica seguirá así en el Imperio Nuevo.
5. Segundo Periodo Intermedio (1784-1539 a.C.)
Se suceden cinco dinastías. Los soberanos de la XIII dinastía se van mostrando cada vez más débiles e incapaces de mantener la unidad del país y se caracteriza por mandatos cortos, ejecutados por militares y extranjeros. Ninguno de estos gobernantes consigue el poder absoluto de Egipto. El territorio se divide en tres regiones distintas, las cuales se constituyeron en estas zonas: A) El delta del Nilo y Menfis B) El territorio desde El-Fayum hasta Nubia y C) Tebas y su región.
Hacia el siglo XVII a.C. un grupo heterogéneo de semitas y asiáticos, los hicsos, invadió el norte de Egipto y arrebató el poder de manos del último monarca de la dinastía XIII. Los hicsos disfrutaban de un avance técnico considerable, conocían el hierro y sobre todo el caballo y la rueda. Estos gobernantes extranjeros a los que los egipcios dieron el nombre de heka-haswt (“príncipe de tierras extranjeras”), residieron Avaris, una ciudad situada en la actual Tell el-Daba, al este del Delta del Nilo.
Por primera vez en la historia, Egipto es dirigido por extranjeros. Los invasores adoptaron las costumbres egipcias (dioses, lengua, escritura, vestidos, tradiciones, títulos, etc.) considerándose como sucesores legítimos de los faraones tradicionales. Se considera que aportaron muchos elementos positivos a Egipto y no interfirieron en su cultura tradicional.
Los faraones hicsos gobernaron la mayor parte de Egipto durante algo más de cien años; pero en Tebas, al Sur, otros faraones mantenían un reducto de independencia, del que partiría la ofensiva que acabaría con el dominio hicso.
Una vez más la salvación vendría de Tebas, que utiliza las mismas armas que sus adversarios. La XVII dinastía reconquista, poco a poco, el norte. La avanzada tecnología bélica que adquirió Egipto durante este periodo fue trascendental para el poderío militar que alcanzó el país durante la etapa siguiente.
6. Imperio Nuevo (1539-1069 a.C.)
Ya el último soberano de la XVII dinastía, Kamose, proclamó su ambición de reunificar Egipto. Sin embargo sería su hermano Ahmosis, quien lo conseguiría, inaugurando la XVIII dinastía, sin duda la más importante de la historia del Antiguo Egipto. Sus soberanos, los distintos Amenofis, y Tutmosis, sin olvidar a la reina Hatshepsut, componen una galería de inolvidables retratos, hasta Tutankamón, pequeño rey sin poder, que murió a los diecinueve años, y cuya tumba descubierta inviolada, reveló la fabulosa riqueza que rodeaba los restos de los soberanos. Además, también ocuparían el poder en esta etapa, las dinastías XIX y XX.
Lo más notable de este período es el afán expansionista tanto como precaución ante posibles invasiones, como para conjurar los peligros que suponían algunos vecinos como los mitanios y los hititas. Con ello se desarrolló un ejército permanente profesionalizado, que junto a las nuevas y poderosas armas de que disponían desde la guerra contra los hicsos, resultaron definitivas.
La expansión egipcia trajo consigo un incremento sustancial de los ingresos reales: Tutmosis III, que reinó durante 32 años, triunfa militarmente y hace avanzar las fronteras del Imperio, que en adelante, se extiende del éufrates a la cuarta catarata del Nilo. Las riquezas, oro, materias primas preciosas y esclavos, afluyen de las tierras conquistadas, lo que contribuye a asentar el poder del faraón y, más aún, el del omnipotente clero de Amón.
Mención aparte merece Amenofis IV (posteriormente llamado Akhenaton), que llevó a cabo un gran cambio en la religión, por el que fue considerado el faraón “hereje”. Rechaza a Amón, a sus sacerdotes y al resto del panteón de los dioses, para honrar únicamente a uno solo, Atón, el disco solar. Durante estos años abandona Tebas con su bella esposa Nefertiti (“la Bella ha llegado”) y funda la ciudad de Akhetatón, (“el horizonte de Atón”), hoy Tell el-Amarna. Su pacifismo le hace olvidar la política exterior, y deja que los hititas se apoderen de las posiciones egipcias en Asia. Tras su reinado, al parecer, gobernó Nefertiti, aunque es una época algo incierta. Después, de mano de Tutankamón, la capital vuelve a Tebas y se restablecen las creencias anteriores.
A la dinastía XIX, junto con la XX, se le conoce como época ramésida, gran linaje de militares que vuelven a dar a Egipto su grandeza mermada. Seti I, expulsa a los hititas de Palestina, su hijo Ramsés II, conquistó Nubia y venció también a los hititas en la clásica batalla de Qadesh. Además de guerrero es también constructor, a él debemos Abu Simbel, el Ramesseum y la sala hipóstila de Karnak.
En la dinastía XX, Ramsés III detiene a los invasores de los Balcanes, Asia Menor y Oriente. Sería el último gran faraón, aunque antes de que finalizara su reinado se produjo un levantamiento en Tebas, que fue ocupada por los obreros que trabajaban en la tumba real, y el propio rey fue objeto de un atentado fracasado. Sus sucesores no sabrán luchar contra el desmoronamiento del poder central. La política expansionista provocó que surgieran otros centros de poder que con el tiempo buscaron autonomía y provocaron luchas internas.
7. Tercer Periodo Intermedio y periodo tardío (1069-343 a.C.)
Durante siete siglos, hasta la conquista de Alejandro, Egipto vive una larga decadencia. El país, dividido en minúsculos principados, pasa además por la humillación de las invasiones libia, etíope y más tarde, persa. El proceso se detuvo momentáneamente cuando en la dinastía XXVI se produjo un breve renacimiento, pero después de este momentáneo espejismo, la decadencia iba a continuar hasta llegar al fin de la historia del Antiguo Egipto con la conquista del país por Alejandro Magno.
LOS LIBIOS llegaron a Egipto como mercenarios al servicio de los faraones ramésidas; su poder fue en aumento a medida que se fueron haciendo con el control del ejército. Uno de los faraones libios más poderosos fue Sheshonq, que tomó el título real y trasladó la capital del reino a Bubastis, iniciando la XXII dinastía en el 950 a.C. Emprende una victoriosa campaña en Palestina, y llega a saquear a su paso el templo de Jerusalén. Durante un siglo continúan siendo una potencia. Pero a partir del 730 a.C., Egipto se encontraba en estado de guerra civil. Los príncipes locales exigían la autonomía de sus territorios rechazando la autoridad central.
LOS NUBIOS, aprovecharon la debilidad egipcia, y procedentes de regiones más allá de la Cuarta Catarata, y de Etiopía, conquistaron a los que habían sido sus antiguos dominadores. Los nubios estaban completamente identificados con las costumbres y la cultura egipcia. El rey nubio Peye fundó la dinastía XXV, y durante 70 años el país estuvo gobernado por faraones negros, manteniendo el país unificado, desde Sudán hasta el Mediterráneo.
La dinastía Nubia cayó bajo el feroz empuje de LOS ASIRIOS que, al mando de Asurbanipal en el 669 a.C., y provistos de armas de hierro, más poderosas que las de bronce de los egipcios, remontaron el Valle del Nilo hasta llegar a Tebas. Pero la dominación asiria no duró mucho: Psamético (fundador de la dinastía XXVI), heredó de los asirios el poder. Conocida como dinastía Saíta (672-525 a.C.) marca el último gran momento de la civilización faraónica: se restableció la monarquía centralista, se desarrollo notablemente el comercio, hubo un florecimiento cultural y artístico.
Pero la clase sacerdotal, obstinada en mantener sus antiguos privilegios, provocaron rencillas internas que debilitaron el Imperio e hicieron posible la conquista de este por LOS PERSAS en el 525 a.C., iniciando así la XXVII dinastía, la de los Aqueménidas, que reinó durante algo más de cien años. Estos se aliaron con las clases tradicionales, acabando con las tendencias modernizadoras llegadas gracias a los intercambios comerciales.
8. Periodo Helenístico (333-30 a.C.)
Con la ayuda de los griegos, los egipcios capitaneados por Alejandro de Macedonia (Alejandro Magno) expulsaron a los persas el 404 a.C., adueñándose del territorio egipcio. Alejandro fue recibido como un libertador, y se le consideró como sucesor legítimo de los faraones. Se inició una etapa de esplendor cultural resultado de la fusión de las culturas griega y egipcia. Alejandría, la ciudad fundada por el conquistador, se convirtió en la capital económica e intelectual del mundo mediterráneo. Confía la administración del país a su lugarteniente Ptolomeo, que subirá al trono según el rito faraónico en 306 a.C., y fundará la dinastía Ptolemaica.
Fueron reyes absolutistas, que dotaron a Egipto de una estabilidad que permaneció durante tres siglos. Además, adoptó las tradiciones egipcias. De estos años es la conocida Piedra Rosetta.
Pero sus disputas por alcanzar el poder, y el descontento del pueblo, que apenas se benefició de las riquezas, motivó que Ptolomeo XII se viera obligado a recurrir al gobernador romano de Siria para restablecer la calma en Alejandría. Roma, que se acerca así a Egipto, está convencida de instaurar su autoridad. El país pasa a la tutela del senado romano, representado en Alejandría por Pompeyo.
9. época Romana
A partir del siglo II a.C., los romanos se convirtieron en la potencia hegemónica del Mediterráneo, pasando a ser los árbitros en las luchas internas que se producían por el poder en Egipto que, de hecho se convirtió en un protectorado de Roma.
La última reina de la dinastía Ptolemaica, Cleopatra, apoya inicialmente a Pompeyo en su lucha contra Julio César. Pero finalmente se casa con César, albergando la idea de iniciar una nueva dinastía hereditaria a partir del hijo de ambos, Cesarión. Pero la muerte de César, asesinado por Bruto, acabó con este plan.
Los asesinos de Julio César son derrotados por Octavio y Marco Antonio, que se repartieron las áreas de influencia de Roma. Mientras que Octavio, el futuro emperador Augusto, se quedaba en Italia, a Marco Antonio le correspondió administrar las cuestiones relacionadas con el Mediterráneo oriental. Cleopatra intentó unificar Oriente bajo la hegemonía de Egipto, por ello invitó a Marco Antonio y lo sedujo convenciéndolo para que se enfrentara con el poder central.
Finalmente Octavio, en el año 31 a.C., vence a Cleopatra y Marco Antonio. Este último se suicida, según parece, tras recibir la noticia falsa de que la egipcia había muerto. Cleopatra, por su parte, se enteró de que el plan que Octavio tenía guardado para ella era exhibirla en Roma como trofeo. No pudiendo tolerar la humillación, la reina de Egipto se suicidó con la mordedura de un áspid.
Epílogo
Cleopatra fue la última reina de la dinastía ptolemaica. Con su muerte, la orgullosa tradición de tres mil años de independencia faraónica se extinguió para siempre y Egipto se anexionó al Imperio Romano, siendo saqueada a voluntad. Durante los cuatro siglos siguientes, Augusto y sus sucesores explotaron la fabulosa riqueza de Egipto en beneficio de sus propios intereses.
La estratégica situación de Egipto, en la intersección de las rutas que unían Arabia, Asia, áfrica y Europa, en la intersección de las rutas que unían Arabia, Asia, áfrica y Europa, había sido una de las principales razones de la prosperidad como nación independiente, y esa misma ventaja geográfica aseguraría ahora la subyugación de Egipto a una sucesión de imperios extranjeros. Roma, Bizancio y Persia; califas otomanos y británicos: todos ellos considerarían a Egipto como una fuente de riqueza y un eje comercial sin parangón.
Experiencias únicas durante nuestro viaje a EGIPTO con VAGAMUNDOS:
– Disfrutar de una experiencia única acompañados por dos de los mejores guías egiptólogos del país, como son Ahmed Abbas y Khaled Mohedin, que nos dará la posibilidad de conocer los monumentos más importantes de Egipto y su historia, en lo que será un fascinante viaje en el tiempo.
– Pasear por LUXOR, el lugar con mayor cantidad de monumentos antiguos del país, como los templos de Karnak y Luxor, o ya en la orilla occidental, en el Valle de los Reyes, penetrar en los secretos de las tumbas de sus faraones, y templos como el de Deir el-Bahari que hizo construir la reina Hatshepsut.
– A través de un paisaje que no ha cambiado mucho desde tiempos de los faraones, visitar uno de los lugares más sagrados del país, el Templo de Abidos.
– Disfrutar de un CRUCERO POR EL NILO en una de las experiencias más emocionantes y románticas del mundo, que nos permitirá apreciar la belleza del paisaje y visitar algunos de los templos más importantes como Edfú o Kom Ombo.
– Presenciar una bellísima puesta de sol en ASUáN, la ciudad más meridional del país y puerta de entrada a Nubia, con el templo de Philae, uno de los lugares más mágicos de Egipto.
– Navegar en faluca por el Nilo presenciando escenas que no han variado desde hace siglos.
– Visitar el poblado nubio de Gharb Soheil, donde descubriremos la vida cotidiana del pueblo más auténtico de Egipto, y cuya singular belleza parece encerrar todo el misterio del Antiguo Egipto.
– Llegar hasta ABU SIMBEL, y contemplar los dos extraordinarios templos, el de Ramsés II y el de su esposa Nefertari, después de que fueran reubicados, piedra a piedra, en su emplazamiento actual para protegerlos por la subida de nivel del agua por la construcción de la presa de Asuán.
– Navegar, durante un SEGUNDO CRUCERO por el LAGO NASSER, en una atmósfera de silencio y recogimiento, experimentando la misma sensación que debieron sentir los descubridores por primera vez.
– Cuatro noches en EL CAIRO, dan para mucho, aquí tiene cabida: El Cairo musulmán con sus mezquitas medievales, y El Cairo Copto, con sus iglesias ortodoxas; Menfis, la mayor ciudad del Egipto faraónico y capital de las primeras dinastías; la necrópolis de Sakkara, con la Pirámide escalonada de Zoser Y las bellas mastabas. Y claro, también aprovechar el tiempo de las compras en el mercado de Khan El Khalili.
– ¡¡¡Cómo nos vamos a olvidar de la meseta de Gizeh, con las inconcebibles pirámides de Keops, Kefrén y Micerinos y la enigmática Esfinge!!!
– Y después de las Pirámides, el Gran Museo Egipcio de Giza que se encuentra a menos de 2 km, con más de 50.000 piezas escogidas, entre las que se encuentran todas las halladas en la tumba de Tutankamón, así como algunos de los sarcófagos descubiertos recientemente en Sakkara, en el hallazgo más importante de los últimos años.
– Una buena despedida del país es visitar ALEJANDRíA, ciudad fundada por Alejandro Magno, que fuera centro cultural del Mundo Antiguo, con su histórica biblioteca, y que hoy es una bonita y tranquila urbe mediterránea, que todavía conserva restos como las catacumbas de Kom ash-Shuqqafa, del s. II, la necrópolis grecorromana más grande de Egipto, o la columna de Pompeyo, que formaba parte del Serapeum, el tempo dedicado a Serapis. También es digno de contemplar la nueva Biblioteca de Alejandría, con su fachada circular elaborada con granito de Asuán.
Artículo elaborado por Eugenio del Río