Viaje a la Puglia
Del 18 al 25 de octubre de 2024 – 8 días
Día 1: Alicante – Bari – Trani – Castel del Monte (*) – Matera
Almuerzo en Restaurante local.
Presentación en el aeropuerto de ALICANTE tres horas antes de la salida. Trámites de facturación y embarque. Salida a las 09.05 horas del vuelo FR4050 de la compañía RYANAIR con dirección BARI. Llegada a las 11.25 horas.
APULIA es la región más oriental del país, la menos montañosa y la que tiene el litoral más largo de la Italia continental, con 865 km de costa. Está bañada por el mar Jónico al oeste y el mar Adriático al este. El cabo de Punta Palascia, cerca de Otranto, es el punto más oriental del país: sólo 80 km lo separan de Albania. Más de la mitad del territorio de Apulia es llano, y el Monte Cornacchia, el “techo de Apulia”, se eleva a 1.152 m. Así pues, el paisaje de Apulia se compone esencialmente de llanuras y colinas bajas, con un importante litoral mediterráneo.
Después del almuerzo, partimos hacia TRANI, conocida como “la perla del Sur”, ciudad de corazón marinero, cada rincón es testigo de este vínculo indisoluble. Aquí el mar cobra un significado muy especial y sus mitos se mantienen muy vivos. Trani fue un asentamiento romano que experimentó una fuerte expansión a partir del siglo XI, durante la época lombarda, cuando fue nombrada se de episcopal, y su puerto experimentó un gran desarrollo, convirtiéndose en el más importante del mar Adriático. En esa época, Trani promulgó la Ordinamenta Maris, el código marítimo más antiguo de la Edad Media. Siguió creciendo con la llegada de los normandos, alcanzando su apogeo en tiempos de los suabos. Posteriormente, llegó un lento declive que se prolongó hasta el siglo XVI, cuando los españoles convirtieron Trani en capital de la Terra di Bari, título que conservó durante casi 200 años.
Durante el paseo por la ciudad, descubriremos su viejo barrio de atmósfera medieval, plagado de pequeñas iglesias románicas de gran belleza. Visitaremos su magnífica Catedral de San Nicolás Peregrino, de estilo románico, es conocida como “la reina de las catedrales apulenses”. Revestida de una piedra de toba rosada, casi blanca, con el Adriático como telón de fondo y el sonido de las olas del mar, parece colgar entre el mar y el cielo, bañada por la luz, en una imagen de gran encanto. Construida sobre una iglesia anterior paleocristiana del siglo V, fue terminada en 1143. La fachada, se caracteriza por una magnífica escalera doble que conduce al atrio, y está embellecida gracias a la bella puerta de bronce realizada por el escultor Barisano en 1175 (se trata en realidad de una copia cuyo original se conserva en la nave lateral). Su interior se halla dividido en tres naves, con 22 columnas de granito y mármol oriental. Al entrar se descubren dos criptas: la cripta de san Nicola, de principios del siglo XII, y la cripta de santa Maria della Scala se edificó sobre las ruinas de la antigua iglesia de Santa María, alzada en el siglo V. Alrededor del presbiterio, se pueden ver fragmentos de un mosaico del siglo XII. La catedral se encuentra flanqueada por un elegante campanario de 5 pisos y 59 metros de altura, de mediados del siglo XIV
Posteriormente nos trasladamos hasta el Parque Nacional de la Alta Murgia, un bucólico territorio, en cuyo centro, y sobre una colina, se encuentra el majestuoso Castel del Monte, (Patrimonio de la UNESCO), levantado en el siglo XIII por orden de Federico II. Se trata, sin duda, de su construcción más grandiosa, un monumento único de la arquitectura militar de la Edad Media, con una conseguida fusión entre la antigüedad clásica, el oriente musulmán y el gótico cisterciense del norte de Europa. El castillo está rodeado por un halo de misterio, ya que se desconoce el motivo para el que fue construido: descartada la finalidad defensiva (no posee muro de defensa, ni foso), hay distintas teorías, como que se trata de una finca de caza, un lugar esotérico (el número 8 se convierte en una obsesión a lo largo de todo el recinto), un templo del saber de su época para astrónomos y científicos o incluso un refugio para el Santo Grial. Abandonado en el siglo XVIII, fueron saqueados sus materiales y su decoración y se convirtió en escondite de bandidos. En el siglo XIX fue recuperada por el estado. Su exterior es de piedra calcárea blanca. Posee planta octogonal, que le da apariencia de una elegante corona de piedra. Ocho son las habitaciones de la planta baja, 8 las del primer piso; hay 8 torres que rodean el edificio, todas ellas de planta octogonal, y dispuestas en las 8 esquinas de la planta. Se accede por el portal de entrada, un gran arco de estilo árabe con un tímpano grecorromano. El color claro de las fachadas de piedra caliza y mármol blanco caracteriza el interior, ahora sin las decoraciones que lo adornaban. La arquitectura contaba con un sistema de corredores muy complejo, en el que era muy difícil acertar a acceder desde cualquier pasillo a las habitaciones. Aunque se pensó que el emperador quería protegerse de atentados y que por ello para llegar hasta sus habitaciones había que atravesar una infinidad de cuartos, hoy se cree que la distribución de las habitaciones corresponde a los rangos sociales de sus habitantes. Desde sus 540 metros de altura, se puede disfrutar de una impresionante vista del parque.
Finalizada la visita, continuamos ruta hacia Matera.
Alojamiento en Hotel Del Campo.
(*) En el caso del retraso del vuelo, la visita del Castel del Monte se realizaría al día siguiente.
Día 2: Matera – Altamura – Matera
Desayuno buffet en el hotel. Almuerzo en Restaurante local.
Por la mañana visita de MATERA, ciudad construida sobre una meseta pedregosa que domina un profundo barranco, ya en la vecina región de BASILICATA.
Fundada por los romanos en el siglo III a.C., pero habitada desde tiempo inmemorial, puede dar testimonio de todas las épocas de la historia. En el año 664 fue conquistada por los lombardos, convirtiéndose en parte del Ducado de Benevento. En los siglos VII y VIII fue escenario de una importante inmigración de monjes bizantinos y benedictinos que transformaron las cuevas de la Gravina, una gran fisura kárstica, en iglesias rupestres. Los siglos IX y X se caracterizaron por la lucha entre los sarracenos, los bizantinos y los emperadores alemanes. Tras el asentamiento de los normandos en Italia, la ciudad vivió un periodo de paz seguido de hambrunas y terremotos. Matera fue una ciudad real durante mucho tiempo, pero pasó a manos de los aragoneses y fue cedida al conde Giovan Carlo Tramontano, que posteriormente fue asesinado por la población, oprimida por los impuestos. En el siglo XVII, Matera fue entregada a los Orsini y luego pasó a formar parte de las Terre d’Otranto di Puglia. En 1927 se convirtió en la capital de la provincia de Matera. Los materanos se enorgullecen de ser los primeros habitantes del sur de Italia en rebelarse contra la ocupación nazi.
Cuenta con un casco antiguo muy particular, en el que encontramos los famosos Sassi di Matera (Patrimonio de la UNESCO), casas excavadas en la propia roca de toba, originadas en época prehistórica que se cree conforman algunos de los primeros asentamientos humanos en Italia. Visita de sus barrios monumentales con millares de casitas, bodegas e iglesias que fueron horadadas por el ser humano desde hace milenios. La roca blanda facilitaba las cosas y las cuevas se fueron sucediendo, creando un entramado de agujeros en la montaña donde se hacían casas completas con cuadras y almacenes donde almacenar las cosechas. Visitar una de estas viviendas es imprescindible para conocer la verdadera esencia de Matera. La religión siempre ha tenido un gran peso en esta localidad y algunas de estas cuevas se emplearon para crear iglesias y capillas. Muchos de estos templos rupestres fueron ricamente decorados con frescos por monjes bizantinos y hoy son un excelente ejemplo del arte cavernícola desarrollado en los sassi. Este paisaje evocador ha sido elegido como escenario de películas, como La pasión de Cristo, de Mel Gibson o El Evangelio según San Mateo, de Pier Paolo Pasolini.
Por la tarde, continuación hacia ALTAMURA, pequeña ciudad situada en una colina de la meseta de Murge. Siempre fue un cruce de caminos, por lo que fue amurallada para protegerse de saqueos, y guardar en su interior las riquezas de los comerciantes que iban construyendo sus palacios en la ciudad.
El corazón de la ciudad es un cofre de tesoros de arquitectura de gran valor artístico. Su origen medieval puede verse aún claramente en el trazado de las calles, que se acomodaron a una muralla circular que todavía se conserva en muchos tramos. De puertas hacia dentro, el entramado de callejas, placitas y recovecos recuerda por momentos al norte de África. Desde la Porta Bari, del siglo XVIII, en cuyo interior se encuentran las estatuas de los santos protectores de la ciudad, Irene y Giuseppe, se llega a la vía Corso Federico II, donde hallamos imponentes edificios como el Palazzo de Angelis-Viti, el más antiguo y elegante de la ciudad. Esta calle da acceso al pequeño y encantador centro histórico medieval. La caminata nos lleva hasta la Piazza Duomo, donde se encuentra su magnífica Catedral de Santa Maria Assunta, erigida por orden de Federico II de Suabia en el siglo XIII, en un estilo gótico y románico, y reconstruida un siglo más tarde, después del terrible terremoto de 1316, esta vez en estilo angevino. Posee un doble campanario, y la fachada presenta un rosetón del siglo XIV y un portal gótico con un friso que narra la vida de Cristo. El interior se encuentra decorado con molduras, oro y mármoles polícromos del siglo XIX. En el ábside destaca el coro, con 64 escaños de madera tallada y marquetería.
Además, Altamura es conocida en toda Italia y fuera de ella como la ciudad del pan, con hornos de leña que amasan pan desde el siglo XV y lo preparan según la antigua tradición. Tiene un sabor y una fragancia que no se olvidan fácilmente, hasta el punto de convertirse en el primer producto de panadería de Europa en obtener la marca DOP. Visitaremos una panadería local donde degustaremos una focaccia con pan de Altamura recién salida del horno.
A continuación regresamos a Matera.
Alojamiento en Hotel Del Campo.
Día 3: Matera – Bari – Barletta – Bari
Desayuno buffet en el hotel. Almuerzo en Restaurante local.
Por la mañana, nos trasladamos a BARI, capital de la región de Apulia, es conocida como la “Puerta de Oriente” gracias a su larga tradición comercial. Es la segunda ciudad más importante de la Italia meridional, tras Nápoles.
Fundada por los peucetios, floreció en tiempos de los romanos, que intuyeron su estratégica posición para los tráficos comerciales con el Oriente. Durante el Medievo se la disputaron los lombardos, bizantinos y sarracenos. Repetidamente saqueada y destruida, en el siglo IX se convirtió en un pequeño emirato musulmán independiente. Luego fue conquistada por los francos antes de volver a manos Bizancio, que la convirtió en el principal centro político, militar y comercial italiano del Imperio de Oriente. En 1087, con la llegada de las reliquias de San Nicolás de Myra, Bari atrajo a peregrinos de todas partes, convirtiéndose en un próspero centro religioso. La dominación normanda en Apulia le garantizó un largo período de prosperidad. Su puerto, en aquella época, fue el punto de partida de las expediciones hacia Tierra Santa. Vivió un nuevo momento de esplendor con la llegada de los suevos, pero volvió a decaer bajo los angevinos al verse desgarrada por las luchas entre los escuderos locales y los banqueros extranjeros. Pasada a los aragoneses y donada a los duques de Milán en 1464, en 1500 fue restaurada a su antigua gloria por Isabel de Aragón. En 1558 cayó en manos de los españoles, con varias rebeliones sangrientas, y en 1657 fue duramente golpeada por la peste, que redujo la población a 3.000 habitantes. Luego pasó del dominio austriaco al borbónico, renaciendo bajo el dominio francés a principios del siglo XIX con la construcción de la nueva ciudad. Devuelta a los Borbones en 1815, pasó a formar parte del Reino de Italia en 1860. Todo este largo pasado de dominaciones ha dejado en Bari un patrimonio artístico único.
A la llegada, visita de la ciudad, con su impresionante paseo marítimo, uno de los más largos y bellos de toda Italia. Nos adentraremos en las sinuosas calles de piedra de Bari Vecchia, el auténtico centro histórico, que preserva la mayor parte de los tesoros de Bari, entre los que destaca un antiguo dialecto derivado de la jerga comercial que se utilizaba entre pescadores italianos y griegos y que todavía hoy es comprendido en Grecia. Convertido en uno de los centros medievales mejor conservados de Italia, sus calles y callejuelas laberínticas nos conducen a los principales monumentos arquitectónicos de la ciudad, con las fachadas de los edificios medievales reformados, y de las iglesias renacentistas y barrocas. Se trata de una especie de península unida al resto de la ciudad, pero con la vista puesta en el mar.
Uno de los elementos más destacados es la Basílica de San Nicolás, construida en piedra caliza en estilo románico pullés, fue fundada por los normandos en el siglo XI, en un intento de reconciliar a los cristianos de Oriente y Occidente tras el Gran Cisma de 1054. Su imponente fachada domina una plaza cerrada por el pórtico de los Peregrinos. Sus portales se encuentran decorados con motivos vegetales, jinetes y escenas de batalla. Las columnas son soportadas por esculturas de toros y elefantes.
Veremos el exterior el majestuoso Castillo Normando-Suevo, uno de los símbolos de la ciudad construido por Federico II de Suabia, en 1233, que se sitúa en el límite del casco histórico, convertido hoy en escenario de manifestaciones y eventos. Pasearemos junto a los principales edificios históricos y contemplaremos algunos de los centenares arcos que encontraremos a nuestro paso, hasta llegar a la famosa Via delle Orecchiette (Calle de las orejitas) donde las expertas amas de casa preparan pasta casera todos los días. También podremos contemplar desde el exterior del Teatro Petruzzelli, el teatro privado más grande de Europa; un auténtico palacio de la ópera recientemente restaurado tras sufrir un incendio.
Por la tarde, nos trasladamos a BARLETTA, antiguo puerto de la ciudad romana de Canosa en la desembocadura del río Ofanto, Barletta adquirió importancia en la época medieval. A diferencia de sus vecinos, para quienes la llegada de la dinastía angevina marcó el comienzo de las dificultades, Barletta, cuya poderosa flota comerciaba con Oriente, vivió una época dorada. En el siglo XVI, la ciudad fue escenario de combates entre franceses y españoles por la conquista del reino de Nápoles, episodio histórico conocido como el “Desafío de Barletta”. Hoy la ciudad es un centro agrícola y una estación balnearia con hermosas playas.
Durante la visita guiada de su centro histórico, nos detendremos en la Catedral de Santa Maria Maggiore, construida sobre las ruinas de una basílica paleocristiana del siglo VI, fue consagrada en 1267. Tiene varios estilos arquitectónicos, que se combinan creando una sorprendente armonía: la fachada es de estilo románico de Apulia (siglo XII), la portada es renacentista y el presbiterio y el ábside (siglo XIV) reinterpretan la arquitectura gótica. El interior está dividido en tres naves, y se puede apreciar los restos de las basílicas precedentes de los siglos VI y XI. El campanario de del siglo XI, aunque la parte superior se reconstruyó en el siglo XVIII, tras un terremoto. En esta catedral fue coronado Fernando I de Aragón, rey de Nápoles, el 4 de febrero de 1459. En el interior destaca la gran cúpula, así como la decoración sacra, compuesta por elementos escultóricos muy refinados, como el ambón de 1267 y el ciborio con capiteles no figurados, testimonio de las influencias orientales de la época. Posteriormente, visita de la iglesia del Santo Sepulcro, construida en el siglo XII en estilo románico, fue transformada en gran parte en estilo gótico borgoñón en el siglo XIII, bajo los Anjou. Esta basílica, que durante varios siglos fue administrada por los caballeros de la Orden de Malta, era visitada por los peregrinos que se dirigían a Tierra Santa. Junto a la fachada lateral se encuentra el Colosso, un gigante de bronce de casi 5 m de altura, que sujeta una cruz y un globo terráqueo, símbolo de la ciudad. La estatua, del siglo IV, se perdió en el mar durante un naufragio, cuando era trasladada por los venecianos desde Constantinopla, apareciendo en una playa de Barletta. Se cree que representa a Teodosio II, emperador romano de Oriente.
Finalizada la visita, regresamos a Bari.
Alojamiento en Hotel Excelsior Bari.
Día 4: Bari – Ostuni – Locorotondo – Alberobello – Bari
Desayuno buffet en el hotel. Almuerzo en Restaurante local.
El Valle de Itria se extiende por las provincias de Bari, Brindisi y Taranto, y se caracteriza por las laderas cubiertas de bosque, los viñedos, las higueras, los olivares y un conjunto de encantadores pueblos con un ambiente de cuento de hadas donde perderse en la belleza. En el día de hoy descubriremos algunos de los mágicos lugares de esta bella región.
Comenzaremos por OSTUNI, ciudad encaramada sobre tres colinas que se asoman al a la meseta de Murge, a 218 m de altitud, muy cerca del mar Adriático. Conocida como la “città bianca”, es un “miraggio di luce e di calce”, un espejismo de luz y cal. Habitada desde el Paleolítico, Ostuni fue después un asentamiento mesapio y, como otros lugares de la región, a los largo de siglos estuvo bajo control de los romanos, ostrogodos, lombardos, sarracenos, bizantinos, normandos, angevinos, aragoneses y Borbones. En el siglo XVII, tuvo la fortuna de no verse prácticamente afectada por la epidemia de peste, debido al empleo de la cal viva para blanquear las paredes externas de las casas. Este material posee propiedades asépticas y desinfectantes. Paseando por las estrechas calles del casco antiguo, que todavía conservan algunas torres y fortines de la época aragonesa, disfrutaremos de impagables vistas de sus vastos olivares, los trulli y los confines del Adriático. Su centro histórico se encuentra rematado por una magnífica Catedral del siglo XV, cuya fachada combina los estilos gótico y veneciano.
La región del valle de Itria también es conocida como el “valle de los Trulli”, pequeñas construcciones primitivas de una sola planta circular, pintadas de blanco y coronadas por cúpulas de piedra gris en forma de cono, que salpican los campos de la región; a veces aislados, o también dispersos en racimos en medio de los campos de olivares o viñedos. Servían a la vez como vivienda y como lugar de trabajo de los artesanos.
Continuamos con LOCOROTONDO, uno de los pueblos más bellos del valle. Situado en lo alto de una colina a 410 m de altitud, puede decirse que sintetiza la arquitectura del valle de Itria. Aquí surgieron las cummerse, casas de mampostería blanca con techo a dos aguas que evocan las construcciones del norte de Europa. En esta localidad también se halla el trulli más antiguo de la región que data de 1509, aunque no se puede visitar (en Alberobello, el siguiente pueblo, tendremos la oportunidad de visitar un trulli). Su pequeño centro histórico posee una estructura circular, del cual deriva el nombre, que significa “plaza redonda”. Alberga magníficos palacios, con espléndidas fachadas barrocas, importantes iglesias, pequeñas calles pavimentadas con chianche (piedra local) y pintorescas casas bajas encaladas.
Por la tarde visita de la “capital de los trulli”, ALBEROBELLO, ciudad fundada a finales del siglo XIV por los Condes de Conversano, unos terratenientes que confiaron la gestión del territorio a un grupo de campesinos. La ley del Reino de Nápoles exigía el pago de un impuesto por cada nueva villa construida. Los trulli (Patrimonio de la UNESCO) son el resultado de una estrategia ideada para evitar el pago de dichos impuestos. La apariencia de estos edificios tenía que ser deliberadamente precaria para dar la idea de edificios que podrían ser fácilmente demolidos en caso de inspección. Tras un primer asentamiento inicial de unos 40 trulli, se produjo una gran expansión en 1620. Sin embargo, no fue hasta 1797 cuando Alberobello se liberó de todas las obligaciones fiscales y de la servidumbre feudal de los Condes por decisión de Fernando IV de Borbón, rey de Nápoles. Pero la tradición de los trulli continuó vigente. Están construidos íntegramente con muros de mampostería de piedra en seco –sin mortero–, rematada con una gran cubierta de forma cónica. La mayoría de ellos lucen extraños símbolos pintados a la cal en los tejados, signos zodiacales, pero también de orígenes sagrados (cristiano, hebreo o griego).
En Alberobello, los trulli parecen haber salido de un plató de cine, porque se cuentan por cientos. Pasearemos por la zona monumental, donde se concentran la mayoría de ellos, divididos entre dos barrios, el más grande y antiguo, Rione Monti, y el más pequeño, Aia Piccola. Entraremos en el Trullo Sovrano, el más grande de Alberobello, que soporta doce techos cónicos, uno de los cuales alcanza una altura de catorce metros. Este trullo ha tenido diversas funciones desde su construcción: capilla, herboristería, monasterio y vivienda, antes de pasar a ser propiedad de la familia Sumerano en 1861. El interior, alberga un pequeño museo sobre las tradiciones populares de la región.
Finalizada la visita, regresamos a Bari.
Alojamiento en Hotel Excelsior Bari.
Día 5: Bari – Monopoli – Polignano a Mare – Bari
Desayuno buffet en el hotel. Almuerzo en una típica Masseria.
Por la mañana visitaremos dos de los pueblos más bellos de la Costa Adriática. El primero de ellos será MONOPOLI, un municipio cuya privilegiada situación ha dado como resultado un nutrido patrimonio. De origen griego (monos polis significa “una sola ciudad”), posteriormente se la disputaron bizantinos y normados y siguió las vicisitudes del resto de Apulia. En 1484, quedó bajo dominio veneciano, lo que le permitió experimentar un auge económico y distinguirse como ciudad portuaria, junto a Bari y Brindisi. Su imponente sistema de fortificaciones que la rodea evitó saqueos de la flota turca y seguir progresando. Pasada la invasión francesa y tras lo dominación española, en 1713 comienza un periodo de 20 años en los que la ciudad estará sometida bajo el yugo austriaco. Después de esto, en 1734, al igual que todo el sur de Italia, pasan a engrosar el Reino de las Dos Sicilias.
Pasearemos por su centro histórico en el que encontramos vestigios que van, desde los griegos hasta el Imperio español de Carlos V, pasando por sarracenos, bizantinos, normandos o venecianos. Sus iglesias aparecen inesperadamente en el corazón de las callejuelas, y la piedra de toba amarilla contrasta con la blancura de las casas. La vía Cattedrale, nos conducirá a un evocador entorno barroco dominado por la Basílica Catedral dedicada a la Madonna della Madia, cuyo icono llegó milagrosamente al puerto de la ciudad, al amanecer del 16 de diciembre de 1117. La construcción original, levantada en 1107 en estilo románico, sobre un templo pagano dedicado a Mercurio, se terminó diez años más tarde, utilizando los troncos de la balsa que trajo el preciado icono a la ciudad, como vigas. Completamente reconstruida en el siglo XVIII, la Catedral destaca por su fachada monumental y su altísimo campanario; está considerada como uno de los templos barrocos más bellos del sur de Italia. Su interior, posee una planta de cruz latina con tres naves divididas por pilares, con doble crucero, bóveda de lunetos en la central y ocho capillas laterales, cuatro por nave. Posee una luminosidad sorprendente, y está decorado con mármol policromado y pinturas de Giovanni Bernardo Lama y Stefano Buono (s. XVI), de Palma il Giovane (s. XVII) y de Francesco De Mura (s. XVIII), así como esculturas de Giuseppe Sammartino.
A través de un arco de piedra se llega al puerto viejo del que parte el paseo marítimo, para disfrutar de algunas de las mejores imágenes de la parte antigua, con sus barcos rojos y azules, sus casas encaladas, las gaviotas y bordeado por un palacio con una elegante logia neogótica y el castillo de Carlos V.
Hoy disfrutaremos del almuerzo en una típica Masseria.
Por la tarde continuación hacia POLIGNANO A MARE, una población cuyos orígenes se remontan al siglo IV a.C., cuando Dionisio II, tirano de Siracusa, fundó la colonia griega de Neapolis. Posteriormente, la ciudad se convertiría en un importante núcleo comercial en tiempos de los romanos, al encontrarse en la Vía Trajana, que comunicaba Roma con Brindisi. Su vocación mercantil se vio reforzada en los siglos siguientes cuando en 1506 se convirtió en condado de la Serenisima República de Venecia. Posteriormente, su historia sería paralela a las del resto de ciudades de Puglia.
Actualmente, Polignano es una encantadora estación balnearia cuyo centro medieval está encaramado en un unos acantilados que cuelgan sobre el mar a 25 m de altura, con una increíble playa encajada en un desfiladero. El panorama es majestuoso con la piedra blanca de las calles empinadas, la transparencia azul del mar y los acantilados ocres desde los que se ve una sucesión de cuevas. Pasearemos por este bello pueblo costero cuyo centro histórico está formado por un laberinto de pequeñas plazas y estrechas calles empedradas, con una extensión de casas blancas de origen medieval agrupadas en sus acantilados, que descienden hasta una diminuta playa, la Lama Monachile, que divide el acantilado en dos. Hay que prestar atención también a sus floreados balcones desde los que se admira el azul cobalto del mar y se escucha el choque de las olas contra los acantilados rocosos.
Polignano es asimismo el lugar de nacimiento de Domenico Modugno, el autor que rindió homenaje a la ciudad con canciones como Volare o Nel blu dipinto di blu.
Finalizada la visita, regresamos a Bari.
Alojamiento en Hotel Excelsior Bari.
Día 6: Bari – Martina Franca – Manduria – Lecce
Desayuno buffet en el hotel. Almuerzo en Bodega.
A primera hora de la mañana partimos hacia Lecce. Durante el trayecto, realizaremos dos paradas. La primera de ellas será en MARTINA FRANCA, ubicada en la parte sur del valle de Itria, fue fundada en el siglo X por un grupo de pastores que huyeron de la ocupación árabe de Tarento, la ciudad adquirió relevancia cuando en 1310 Filippo d’Anjou le concedió el estatus económico que dio origen a su nombre. La familia noble Caracciolo, procedente de Nápoles, la gobernó desde 1506 hasta 1827, impulsando el desarrollo de su bello centro barroco. Su nombre le viene de la devoción al patrono del pueblo, San Martino, que durante el saqueo de 1799 dio protección a sus habitantes; y Franca, por otra parte, se refiere a los tiempos en que el citado Filippo d’Anjou concedió la exención de impuestos a los “martinesi”. A la llegada, visita de la ciudad, durante la cual, podremos contemplar sus hermosas calles y nobles palacios, con balcones de hierro forjado, fachadas blancas, ocres y grises, frontones esculpidos, pórticos monumentales, y toda una suntuosa y alegre mezcla de barroco y rococó. Envuelta en un candor inmaculado que contrasta con el azul del cielo, nos parecerá encontrarnos en cualquier de las ciudad del Valle del Noto, en Sicilia.
Nuestra segunda para da será en MANDURIA, antigua capital de los mesapios, que con el tiempo se convirtió en la ciudad más importante de la provincia jónica oriental. Situada en la parte norte de la Península de Salento, sus hileras de vides son líneas elegantes que embellecen aún más el paisaje que rodea el pueblo. De hecho, Manduria es conocida como la “ciudad de los Messapi”, donde se produce el famoso Primitivo, un vino tinto DOC de gran cuerpo y sabor agradable y aterciopelado, de orígenes muy antiguos. Primitivo, es una variedad de uva tinta también conocida como zinfande, la tercera uva más plantada en Puglia. Esta variedad originaria de Croacia, llegó al sur de Italia en el XVIII, y fue bautizada por un monje italiano con ese nombre (primitivo del latín “maduración temprana”) porque observó que maduraba antes que otras uvas en su viñedo. Durante los siglos XIX y XX, la primitivo se utilizó principalmente como uva de mezcla para aportar alcohol y cuerpo a otros vinos tintos italianos. En los años noventa, el gobierno europeo ofreció a muchos viticultores del sur de Italia, incentivos económicos para que arrancaran sus viñas como forma de reducir el volumen de vino de baja calidad que se elaboraba en la Unión Europea. Pero a finales de esa década, unos análisis del ADN de la uva, de la Universidad de California Davis, demostraron que la uva primitivo de Italia es genéticamente idéntica a la uva zinfandel de California. A partir de 1999, los productores italianos pudieron etiquetar legalmente sus vinos primitivo como zinfandel, lo que les permitió aumentar de forma importante la exportación. Se trata de un vino estructurado y con gran cuerpo, noble y envolvente, con un buqué de agradables notas afrutadas que dan paso a aromas a especias hacia el final. Posee un color rojo rubí, con reflejos violáceos. Requiere una maduración de al menos 12 meses en cubas de acero inoxidable o en barricas de una madera no demasiado agresiva y alcanza al menos los 14 grados.
Visitaremos el Museo del Primitivo, una rica exposición, en un edificio con techos de bóveda del siglo XIX, en lo que en realidad es un auténtico museo de la “civilización del vino”. También tendremos degustación de vino de la región y almuerzo en la bodega con productos típicos de la tierra.
A continuación, seguimos ruta hacia LECCE, capital de Salento, es conocida como la “Florencia del Sur” por la gran homogeneidad artística de sus edificios barrocos y el refinamiento aristocrático que destila. Ubicada en pleno tacón de la bota italiana, entre los mares Jónico y Adriático, su historia es intrigante. Aunque la leyenda atribuye su fundación en torno al siglo XIII a.C., inmediatamente después de la destrucción de la ciudad de Troya, por parte del mitológico rey salentino Malennio, en realidad su fundación se debe a los romanos en el siglo III a.C., que la nombraron como Lupiae. Adriano enriqueció la ciudad con la construcción de un anfiteatro, un teatro y un foro. Tras de la caída del Imperio Romano de Occidente (476 d.C.), Lecce sufrió un lento declive., viéndose invadida por ostrogodos, pero luego pasó a ser controlada por el Imperio bizantino durante cinco siglos, aunque tuvo Gobiernos momentáneos de sarracenos y lombardos. En el siglo XI los normandos tomaron el poder del Reino de Sicilia, al que Lecce se adhirió. En ese momento ganó un gran poder comercial. Dependiente desde 1463 del reino de Nápoles, Lecce creció en importancia hasta convertirse en un animado centro cultural que desarrolló el comercio con mercaderes de todo el mundo. En los dos siglos siguientes, todo el Salento estuvo amenazado por las contínuas incursiones turcas y las invasiones sarracenas en el sur de Italia. Por ello, bajo el reinado de Carlos V, se dotó a la ciudad de una nueva muralla y un castillo. Con este monarca comenzó la época que convirtió a Lecce en la segunda ciudad más importante de la corona, y surgieron edificios públicos, mansiones nobiliarias y decenas de iglesias, conventos y monasterios, todos ellos de estilo barroco, con características muy diferentes de las que estaban en boga en Nápoles y en Roma. Tras la unificación de Italia, numerosas obras públicas le dieron un carácter aún más distintivo, con una primera ampliación extramuros y la creación de nuevos barrios de estilo neoclásico, neomorisco y neogótico.
Su centro histórico es un auténtico museo al aire libre, con más de 20 iglesias, y fachadas de palacios, decoradas con un variado bestiario: águilas, monos, dragones, grifos y otros personajes fantásticos. Todos los edificios de Lecce llevan la marca de este refinado estilo, alejado de la monumentalidad romana, y cuya ironía y gusto por la ornamentación caprichosa, confieren a la ciudad una fascinante ligereza, cuyo color cambia con el día, rosa al amanecer, color miel al atardecer.
Visitaremos el casco antiguo, con sus monumentos más significativos como la Piazza Duomo, de una belleza conmovedora, es solo accesible por los dos propileos que la enmarcan. Hasta el siglo XVIII, la plaza podía cerrarse con una puerta. De hecho, actuaba como una ciudadela fortificada que ofrecía refugio a la población en caso de peligro. Se encuentra rodeada de antiguos edificios, como la propia la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción (entrada no incluida), construida originalmente en 1144, reconstruida en 1230 y totalmente restaurada entre 1659 y 1670 por Giuseppe Zimbalo. Posee la particularidad de una doble fachada: la sobria cara principal, orientada hacia el Palacio Episcopal (visible solo desde la plaza), y la fachada secundaria, en el lado izquierdo del edificio. Su imponente campanario de 70 m de altura es uno de los más altos de Europa. Fue añadido en 1682, obra también del arquitecto Zimbalo, y servía como torre de vigilancia. En época romana, en esta amplia zona debía encontrarse el foro. Otro edificio interesante es el citado Palacio Episcopal, construido en el siglo XV, y remodelado en varias ocasiones (la última en 1874), la fachada presenta un imponente portal con varios escudos, entre ellos los de la ciudad y el reino de Aragón. También cabe destacar la hermosa escalera exterior del siglo XVIII y las arcadas del siglo XVII. En la misma plaza, se encuentra el Palazzo del Seminario, construido entre 1694 y 1709, su fachada se halla salpicada de pilastras y ventanas con marcos esculpidos.
La Plaza San Oronzo, el auténtico corazón de la ciudad, lleva el nombre del patrón de Lecce. En el centro de la misma se alza la Columna de Oronzo, una escultura de bronce de San Oronzo dispuesta sobre una columna romana de 29 m, traída desde el puerto de Brindisi, donde marcaba el final de la Vía Apia. Otro monumento romano que caracteriza la plaza es el anfiteatro (siglo I a.C.) que veremos desde el exterior, y del que solo se ha excavado un tercio del perímetro total, quedando los dos tercios restantes sepultados bajo diversos edificios que fueron construidos posteriormente. Podía albergar 15.000 personas. Frente a la Columna de Oronzo se halla el Palacio del Sedile, un edificio blanco imponente, de planta cuadrada, construido a finales del siglo XVI. Se halla dividido en dos plantas y coronado por una logia renacentista con enormes ventanales ojivales. Adosado al palacio se encuentra la Iglesia de San Marco, construida en 1543 por la nutrida comunidad de mercaderes venecianos que residían en la ciudad. La plaza se halla también flanqueada por edificios de diversas épocas, incluida la arquitectura racionalista de la época fascista.
Alojamiento en Hilton Garden Inn Lecce.
Día 7: Lecce – Otranto – Castro – Gallipoli – Lecce
Desayuno buffet en el hotel. Almuerzo en Restaurante local.
Salida hacía OTRANTO, ciudad conocida como la “Puerta de Oriente” por su ubicación en la misma punta del Adriático (es la ciudad más oriental de Italia), y que aún conserva el ambiente característico de aquellas antiguas ciudades comerciales del Mediterráneo.
Fundada con el nombre de Hidrus por colonos procedentes de la isla de Creta, se dice que el mítico rey Minos permaneció durante un tiempo en la localidad. Posteriormente, los romanos la renombrarían como Hidruntum, hasta ser conquistada por los lombardos en el 757 d.C. Estuvo bajo el dominio de los bizantinos hasta que después de algunas vicisitudes, fue ocupada en 1068 por los normandos, quienes la incorporaron al Reino de Sicilia. Otranto fue el principal puerto de la península Itálica, al hacer las veces de nexo entre Venecia, Los Balcanes y Oriente. En 1384, fue conquistada por los Angioini; pero hay una historia ocurrida un siglo después, que representa a Otranto y su pasado más que ninguna otra, y por la que es conocida como la “ciudad de los 800 mártires”. En 1480, durante el asedio de los turcos, 18.000 hombres al mando de Mehmed II, entraron en la ciudad y sus habitantes fueron decapitados en la colina de Minerva, por no haber renegado de la fe cristiana. Los restos de los mártires se conservan en la Catedral, en la Capilla de los Mártires encargada por Fernando I de Nápoles. En esta capilla, siete grandes cajas encierran lo que queda de los mártires otrantinos, mientras que detrás del altar se encuentra la piedra donde, según la tradición, tuvo lugar la decapitación. Otranto fue reconquistada en el 1481 por los Aragoneses, y más tarde pasó a manos de los venecianos y de los franceses, pero no consiguió recuperarse, siempre bajo la amenaza de los turcos. Poco a poco, la población se fue desplazando a otros lugares, quedando el territorio prácticamente abandonado. Desde final del siglo XIX, y gracias a las obras de recuperación y de riego, Otranto volvió a florecer debido a la agricultura, la pesca y a mediados del siglo XX por el turismo.
Nos sumergiremos en el laberinto de callejuelas que conducen al centro histórico medieval, que conserva todo su encanto con un aire griego, rodeado por la poderosa muralla fortificada, y dominada por el Castello Aragonese, de planta pentagonal reforzada con tres grandes torres cilíndricas, que Fernando I de Aragón hizo construir a finales del siglo XV, y fue durante siglos una verdadera arma de guerra ofensiva e inexpugnable. Visitaremos la joya de la ciudad, la Catedral, dedicada a la Virgen de la Anunciación, fue construida por los normandos en el siglo XI y remodelada posteriormente en varias ocasiones. La portada principal, de estilo barroco, consta de dos columnas a cada lado que sostienen el frontón, con el escudo del arzobispo Gabriel de Santander Adarzo sostenido por dos ángeles. Sobre la misma, un rosetón gótico, finamente cincelado. La fachada se completa con dos ventanas. Pero su fachada, relativamente sobria, contrasta con su interior, una selva de columnas delgadas con capiteles labrados, descansan sobre la principal atracción: un espectacular mosaico que adorna el suelo de la basílica, realizados entre 1163 y 1165 por el joven sacerdote Pantaleone. Única en Occidente, su obra constituye un verdadero inventario de imágenes que ilustran el eterno combate entre el Bien y el Mal, con un raro sincretismo entre religión y superstición, y escenas pobladas por personajes fantásticos de gran valor simbólico. En el eje de la nave central, un gran árbol de la vida llega hasta los cielos, a las escenas del pecado original y de Adán y Eva expulsados del Jardín del Edén. Debajo, doce círculos representan los doce meses del año con su signo zodiacal y la actividad agrícola correspondiente. A continuación se representan episodios del Génesis, el Arca de Noé y la Torre de Babel. Por último, alrededor de la base del árbol de la vida, el suelo está poblado por un fantástico bestiario compuesto por animales híbridos, centauros, figuras mitológicas (se puede reconocer a la diosa romana Diana cazando un ciervo) e incluso a Alejandro Magno llevado por dos grifos. En el crucero del transepto, dieciséis círculos representan los vicios y las virtudes, simbolizados por otras figuras fantásticas. En el brazo izquierdo del crucero, un mosaico del Juicio Final separa el paraíso del infierno, donde los condenados son engullidos por monstruos. Y ya en el ábside, se representan episodios del Libro de Jonás. En el altar de la capilla ubicada al fondo de la nave se conserva la piedra utilizada para decapitar a los mártires.
Después del almuerzo, traslado hacia CASTRO MARINA. El litoral salentino está sujeto a fenómenos kársticos que a lo largo de milenios han dado origen a numerosas grutas, la mayoría solo accesibles por vía marítima. Subiremos a una embarcación en el antiguo puerto de Castro, para descubrir algunos de los rincones más bellos de esta impresionante costa, sobre las aguas cristalinas de Salento. Contemplaremos algunas de sus cavernas naturales, como la Grotta Zinzulusa, “la perla delle grotte”, descubierta en 1793, es una de las pocas accesible también desde tierra. Debe su nombre a las estalactitas y estalagmitas que se asemejan a los jínjoles zinzuli (“trapos colgantes” en dialecto salentino). Excavada al pie de una pared rocosa, al nivel del agua, alberga una fauna específica (sobre todo pequeños crustáceos). También podremos ver la Grotta Azzurra, bañada por un agua de color azul cobalto que parece obra de un conjuro, o la Grotta Palombara, cuyo nombre alude a las palomas que anidan en ella.
Posteriormente, partimos hacia GALLIPOLI, la “Città Bella”, anclada en el extremo de un largo promontorio, parece emerger repentinamente del mar Jónico. En el primer plano de la antigua Kallipolis (“ciudad hermosa”) se alzan las murallas que durante siglos protegieron esta península de casas blancas de las amenazas de Oriente. A lo lejos, se ve la imponente y achaparrada silueta de las torres que custodian el casco antiguo. Con doble alma: el sol y el mar, la ciudad posee un concurrido puerto y está rodeada de viñedos y olivares en la parte terrestre y de las más bellas playas de la región en la costa. Gallipoli debe su fama no sólo a sus numerosos restos arquitectónicos, sino también al ambiente napolitano de las estrechas calles de su centro histórico, donde el sonido del mar se mezcla con las voces de la gente.
En el siglo X a.C. se asentó una pequeña tribu mesapia, que fue anexionada a la Magna Grecia. Dominada por Roma a partir del 265 a.C., fue asaltada durante la Alta Edad Media por vándalos y godos. Sería reconstruida por los bizantinos hasta la llegada de los normandos en el siglo XI. También pasaría por una breve etapa de control veneciano en el siglo XV, hasta caer bajo el dominio Borbón, como parte del Reino de Nápoles. A partir del siglo XVI, Gallipoli comenzó a florecen y su puerto se convirtió en un importante eje comercial, aumentando su importancia hasta la Unificación de Italia. La ciudad ocupa una isla unida por un puente a la ciudad moderna y parece flotar entre el cielo y el mar. Paseo por el centro histórico de Gallipoli, en el que podremos comprobar su pasado mestizo entre Oriente y Occidente, que ha dado como resultado un patrimonio de gran valor histórico y cultural: iglesias y palacios de estilo barroco, casas bien protegidas del exterior que se abren a patios interiores, y callejuelas sinuosas y laberínticas.
Finalizada la visita, volvemos a Lecce.
Alojamiento en Hilton Garden Inn Lecce.
Día 8: Lecce – Bari – Alicante
Desayuno buffet en el hotel.
A la hora indicada, traslado al aeropuerto de Bari. Trámites de embarque y salida a las 12.30 hrs. del vuelo FR4049 de la compañía RYANAIR con destino ALICANTE. Llegada a ALICANTE a las 15.10 hrs.
Nota: el “Libro de Viaje” pretende ser una guía para ayudar al viajero a conocer los principales detalles del destino. Por ello, las descripciones que se realizan son a título orientativo, y aunque tratan de adaptarse al recorrido que se realiza, pueden no coincidir exactamente con el desarrollo de las visitas.
FIN DE NUESTRO VIAJE