Viaje al INDIA DEL SUR I:  Chennai – Kanchipuram – Mahabalipuram – Puducherry – Darassuram – Kumbakonam | Los viajes de Vagamundos día a día

El Sur de la India es tan diverso, tan rico, tan lleno de matices, tan sencillo y sofisticado a la vez, que su visita se nos antoja tan imprescindible como el Norte. En el recorrido que os presentamos visitaremos tanto sus tesoros arqueológicos como sus maravillosos enclaves naturales; entraremos en contacto con sus gentes, menos acostumbradas al trato con los extranjeros, que conservan el encanto y calidez de los primitivos pobladores. Comenzaremos por TAMIL NADU, la región que custodia la esencia del hinduismo puro, sin influencias externas, con sus extraordinarias ciudades-templos dravídicos llenos de color y de encanto, como el de Madurai o el de Tanjore, entre otros muchos. Nos adentraremos en KERALA, región de una belleza natural incomparable, con sus parajes tropicales y sus evocadoras ciudades coloniales, donde tendremos oportunidad de recorrer sus canales a bordo de sus famosas casas barco que surcan las aguas de los Backwaaters, red de canales que discurren en paralelo al mar Arábigo de Kerala, y que conforman un universo anfibio de singular belleza; asistiremos a la danza sagrada del Kathakali, donde se representa la lucha entre el bien y el mal, y podremos aprovechar para estrenar cuerpo y alma, con un masaje o un tratamiento ayurvédico. En KARNATAKA contemplaremos los templos de Bellur y Halebid, auténticas obras maestras del arte hoysala. También visitaremos Mysore, una de las ciudades más bellas y acogedoras de toda la India, con el espectacular Palacio de los Maharajás, o su célebre mercado de Devaraja. Ya en el estado de MAHARASHTRA, volaremos  a Aurangabad  para ver dos de las creaciones más importantes de la historia de la Humanidad como son las Cuevas de Ajanta y de Ellora, y finalizaremos nuestro completísimo circuito disfrutando de dos días completos en ese auténtico caos lleno de poesía que es BOMBAY, estancia que hemos hecho coincidir con el Festival de Holi, donde hombres y mujeres, ricos y pobres, niños y mayores se unen para celebrar juntos esta fiesta en la que la India se tiñe de brillantes colores para recibir la primavera.

Día 1: MADRID – Dubái – CHENNAI

Presentación en el aeropuerto de Madrid tres horas antes de la salida. Trámites de embarque y salida a las 15.25 del VUELO EK-142 de la compañía EMIRATES con dirección DUBAI. Llegada a las 00.25 del día siguiente, hora local. Enlace y salida del VUELO EK-544 con destino CHENNAI, a las 02.50 hrs. Noche a bordo.

Día 2: CHENNAI – KANCHIPURAM – MAHABALIPURAM

Llegada a Chennai a las 08.15. Después de los trámites de entrada, recepción y asistencia en el aeropuerto a cargo de los representantes de nuestro receptivo en India, nos trasladamos al hotel para el desayuno. Posteriormente, como siempre decimos, para dejar atrás lo antes posible el “jet lag”, lo mejor es comenzar de inmediato nuestro programa de visitas.

Nos encontramos en el estado de Tamil Nadu, uno de los más interesantes desde el punto de vista artístico y religioso con hermosísimos parajes, estaciones de montaña e importantes centros de peregrinación, que iremos descubriendo a lo largo de nuestro viaje. Se encuentra ubicado en el extremo sur del país, limitando al norte con Karnataka y Andhra Pradesh, al este con la bahía de Bengala y al oeste con Kerala. Muy cerca de su costa sureste se encuentra Sri Lanka. Con 72 millones de habitantes (en 2011) es el sexto estado más poblado. En el año 300 a.C., tres importantes dinastías dominaban la región: los Chola, al este; los Pandya, en la zona central y los Chera, al oeste. Fue durante esta época cuando tuvo lugar el período clásico de la literatura y mitología tamiles, la “era del Sagam”, cuando los reinos estaban gobernados por reyes poetas que luchaban entre sí y escribían epopeyas románticas. Los tamiles desarrollaron su propia estética, construyendo enormes ciudades que competían con los centros más desarrollados de China y Europa, y magníficos y elevados templos. La dinastía Chola merece una especial atención: instauraron un imperio marítimo cuya influencia se extendió a Camboya, Vietnam e Indonesia, y llevaron sus ideas sobre la reencarnación, el karma y la práctica del yoga, hasta el sureste asiático. Esta influencia legó maravillas arquitectónicas como Angkor Wat, la gestación intelectual del hinduismo balinés y buena parte de la filosofía asociada al budismo clásico. Tamil Nadu es el hogar de una de las civilizaciones más antiguas de la humanidad, con ritos que se han mantenido a lo largo de los siglos. Actualmente es uno de los estados más progresistas e industrializados de la India. El idioma oficial es el tamil.

Su capital, conocida oficialmente desde 1996 como Chennai (antes Madrás), es la cuarta ciudad de la india y centro político, comercial y cultural del sur. Su población en 2016 superaba los diez millones de habitantes, de los que más del 80% son hindúes, un 8% musulmanes, 7,5% cristianos y alrededor del 1% jainas. Se trata de una metrópolis moderna, donde los edificios coloniales se entremezclan con modernos rascacielos. Las aldeas de la zona ya comerciaban al principio de nuestra era con mercaderes chinos, griegos y fenicios. En el siglo XVI, portugueses y holandeses establecieron enclaves comerciales, hasta la llegada de la Compañía Británica de las Indias Orientales en 1639, que poco a poco fue haciéndose con el dominio de la zona. En el s. XIX, la ciudad se convirtió en sede de la Presidencia de Madrás, una de las cuatro divisiones de la India Imperial Británica. Tras la independencia, la ciudad siguió creciendo hasta convertirse en la capital del comercio y la cultura del sur.

Comenzaremos la visita panorámica de la ciudad con el Fort St. George, que veremos desde el exterior. Construido en 1640, fue la primera fortaleza que los británicos construyeron en la India, y el asentamiento principal de la Compañía de las Indias Orientales hasta 1772, cuando Calcuta pasó a ser la sede del gobierno. Las paredes inclinadas, con almenas para la colocación de cañones aún visibles, las diseñó B. Robins en 1750, después de que el ejército francés destruyera las murallas originales en 1749. Estos muros forman un pentágono irregular, reforzado por un anillo de murallas de tierra que descienden en pendiente hasta el foso que rodea el complejo. Actualmente, muchos de los edificios gubernamentales están allí ubicados. En su interior se encuentra la iglesia de Santa María, construida en 1680 (la más antigua de rito anglicano construida en Asia), conocida popularmente como la “Abadía de Westminster del Este”. En la misma se hallan mausoleos, pinturas, biblias antiguas y piezas de plata que nos hablan de su rica historia. Merece la pena prestar atención a una notable pila bautismal de granito negro que data de 1681, así como a una “Ultima Cena”, que lleva la firma de la escuela de Rafael.

Ya fuera del fuerte, llegaremos al Government Museum Complex, un complejo de instituciones culturales que albergaba las salas de actos públicos en el s. XVIII. Visitaremos su edificio más elegante, la National Art Gallery, construido en 1909 en estilo neomogol con acabado en arenisca rosa. Su inmensa puerta, tomó como modelo las puertas monumentales de Fatehpur Sikri. En su interior, se exponen bronces cholas de dioses que tienen una gran importancia dentro del arte indio. Existen una serie de pautas iconográficas que determinan las proporciones de cada imagen y el significado simbólico de cada postura, gesto de la mano, arma y ornamento. Estas figuras se crearon durante el período chola, entre los siglos IX y XIII. Dentro del museo destacan dos hermosas imágenes de Rama y Sita, y un excepcional Nataraja (representación de Shiva realizando la danza cósmica de la creación) del siglo XI. La figura de Shiva como Nataraja, simboliza el ciclo de evolución y transmutación de la naturaleza. Shiva destruye el universo y lo prepara para que el dios Brahma inicie el proceso de recreación. 

Cerca de allí se encuentra la St. Andrew’s Kirk, ejemplo excepcional de arquitectura neoclásica. Consagrada en 1821, su diseño está inspirado en la iglesia de St-Martin-in-the Fields de Londres. El campanario tiene 50 m de altura, y en lo alto de la esbelta aguja piramidal hay una veleta de bronce. La entrada posee una columnata doble de doce pilares jónicos rematada por un frontón. El cuerpo central es de planta circular, con compartimentos rectangulares al este y oeste. La zona circular, de 24,5 m de diámetro, está coronada por una cúpula rebajada de albañilería de color azul oscuro. Esta a su vez está pintada con estrellas doradas y se apoya sobre 16 pilares estriados con capiteles corintios, que equilibran y embellecen el conjunto. La bóveda es de estilo anular, con retícula de ladrillo y rellena de conos de cerámica; su interior azul se debe a un revestimiento de conchas trituradas mezcladas con lapislázuli. Las vidrieras, en tonos cálidos que hay sobre el altar, son una de las joyas de la iglesia. También es digno de admirar el elegante órgano de tubos de color verde mate y bruñido en dorado que preside el altar.

A través de Marina Beach, una de las playas más largas del país, con un bello paseo que parte de Fort St. George llegaremos a la Iglesia de Santo Tomás, lugar donde según la tradición están enterrados algunos restos del apóstol. Cuenta la leyenda que, santo Tomás, uno de los 12 apóstoles, viajó al sur de la India poco después de la muerte de Jesús. Desembarcó en Kerala en el año 52 d.C., y pasó los 12 años siguientes en la costa Malabar, predicando el Evangelio y convirtiendo al cristianismo a la población local. Posteriormente marchó a Madrás, donde fue muy mal recibido por las clases sacerdotales, siendo asesinado en el año 72 d.C., mientras predicaba. Sus seguidores lo enterraron en la cripta de la pequeña capilla que él había construido. Los cristianos armenios descubrieron la tumba y construyeron una iglesia en 530. Este lugar fue visitado por Marco Polo en 1293, en lo que era entonces un monasterio nestoriano y una capilla. A principios del s. XVI, los portugueses descubren los restos del santo y construyen en 1504 la actual iglesia, que se yergue sobre la tumba del santo, en un edificio de estilo gótico, que fue reconstruido en 1898. En la cripta, que es venerada por los devotos, se dice que está enterrado un hueso de la mano del santo y el arma que lo mató. Almuerzo en restaurante local.Partimos hacia Kanchipuram, la “Ciudad del los Mil Templos”, una de las siete ciudades santas de la India. Se trata de una de las áreas religiosas más relevantes del Sur para las tres grandes religiones autóctonas: el hinduismo, el budismo y el jainismo. Famosa también por sus saris de seda fabricados a mano, cuyo brillo y elegante combinación de colores lo convierten en los más valorados del país. Entre los siglos VI y VIII fue la capital de la dinastía Pallava, que gobernó el norte de Tamil Nadu hasta el fin de la dinastía en s. IX. Fue una época de esplendor, en la que se construyeron numerosos templos y fundaron universidades. Las posteriores dinastías (Chola, Pandya y Vijayanagar) consolidaron la reputación como centro religioso y de comercio. Kanchipuram es sagrada para los devotos de Shiva y de Vishnú; así la ciudad está dividida en dos zonas diferenciadas, con templos shaivitas al norte y vaishnavitas al sur.

Visitaremos los dos templos más importantes, comenzando por el Templo de Kailashnatha, erigido a principios del siglo VIII en honor a Shiva, por Rajasimha, el último gran rey pallava. Construido en arenisca, se encuentra rodeado por 58 pequeños santuarios cada uno con relieves que representan a Shiva en sus diversas formas. Sus frescos son los más antiguos del Sur de India. La estructura tiene un diseño simple con la planta que evoca la morada de Shiva en el Himalaya (el monte Kailash). De planta cuadrada, posee una torre o vimana en el centro del complejo, sobre el sanctasanctórum, y cuenta con un simbólico corredor: siete escalones (simbolizan siete nacimientos), conducen a una oscura galería (símbolo del viaje de la vida) y un estrecho orificio (símbolo de la muerte). Posee esculturas zoomorfas clásicas de la temprana arquitectura dravídica.

Continuamos con el Templo de Ekambareshwar, también dedicado a Shiva, es uno de los más grandes y antiguos de la ciudad. Se cree que fue construido por la dinastía Pallava en el siglo VII, aunque gran parte del mismo fue erigido en el s. XVII. Los corredores de este extraordinario complejo están rodeados de lingams (representación simbólica en forma de falo del dios Shiva). En el flanco oeste del santuario se eleva el mango sagrado, del que se dice tiene 3.000 años. Este viejo mango posee cuatro ramas que representan los “Cuatro Vedas” (los cuatro textos más antiguos de la literatura india, base de la religión védica que fue previa a la religión hinduista). Posee un excepcional gopuram (torre ornamental situada sobre la entrada al recinto del templo) de 59 m y un mandapa (pabellón con pilares situado delante de un templo) de 16 columnas. Sus relieves fueron cincelados en 1509, y aún lucen llenos de vida. Es uno de los cinco santuarios panchalinga: el hinduismo sostiene que el hombre y el universo fueron creados a partir de cinco elementos esenciales: aire, agua, fuego, tierra y éter. Shiva aparece representado como la encarnación de cada uno de ellos en cinco lugares. En Sri Kalahasti (aire), en Tiruvanaikka (agua), en Chidambaram (éter), en Tiruvannamalai (fuego), y en este templo el lingam está esculpido en tierra.

                Llegada a Mahabalipuram. Cena y alojamiento en Radisson Blu Resort Mamallapuram.

Día 3: MAHABALIPURAM – PUDUCHERRY – KUMBAKONAM

Desayuno en el hotel. Situada a orillas del golfo de Bengala, Mahabalipuram, tuvo su origen en el siglo VII con el rey pallava Norasimha Varman I (620-670), más conocido como Mamalla, el “Gran Luchador”. La ciudad está compuesta por templos y enormes bajorrelieves, considerados de los más notables exponentes del arte pallava. Las antiguas monedas chinas, persas y romanas encontradas en Mamallapuram apuntan a una existencia anterior como puerto marítimo. Ya en el s. I de nuestra era, un navegante griego hizo referencia a su puerto, y seis siglos después, Hsuan Tsang, el famoso viajero y monje budista, se refirió a él como un importante puerto comercial.

Dedicaremos la mañana a visitar lo más destacado del Conjunto de monumentos de Mahabalipuram (declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1986).  Comenzaremos con la visita del Templo de la Orilla, emplazado en un promontorio frente al mar, este hermosísimo templo pallava se recorta sobre el mar y el cielo con vimanas como agujas proyectándose hacia el infinito. Se trata de la cumbre de la arquitectura y del poder marítimo de la dinastía Pallava. Cuenta la leyenda que la ciudad de Mahabalipuram, era tan bella que los dioses tuvieron celos de ella y desataron una inundación que sumergió seis de sus siete templos. El que sigue en pie fue el último en construirse. Aunque pequeño, la calidad de sus relieves es sobrecogedora. Inicialmente construido en el s. VII por Mamalla en honor a Vishnú, posteriormente su sucesor Narasimha Varman II erigió los dos santuarios consagrados a Shiva. El trazado reproduce el cuerpo cósmico perfecto, con la cabeza y el corazón situados sobre el chapitel que sobresale por encima de la edificación. Alrededor del mismo hay un muro con hileras de Nandis (el toro que monta Shiva). En el interior hay un Vishnu recostado y un linga (imagen fálica de Shiva) pulido de 16 caras. El templo en su conjunto es de una gran armonía, y su situación, en este soberbio paraje es como un centro de energía telúrica.

Ya en el pueblo, se encuentra el Templo de los Rathas, complejo del siglo VII compuesto por cinco santuarios (carros) monolíticos labrados en la roca. Estos espectaculares templos se elevan como un tributo al genio de los escultores que cincelaron estas enormes rocas in situ. El rey Mamalla patrocinó este recinto sagrado que representan el primer arte drávida. Quiso que sus arquitectos reprodujeran escultóricamente los templos construidos en piedra de Aihole, Badami y Pattadakal, que había conocido en su campaña contra los Chalukya. Los enormes bloques de granito en la playa de Mahabalipuram eran idóneos para este proyecto, ya que eliminaba el labrado de la piedra en cantera para después transportarla y ensamblarla. Los artistas aplicaron a la roca los estilos y las técnicas del tallado de la madera, para crear una diversidad de formas que luego influirían en el diseño de los otros templos del sur del país. El Ratha Dharmaraja es el más alto; de imponente estilo dravidiano, se trata de una especie de pirámide sobre un cuadrilátero de tres alturas coronado por una cúpula octogonal. Posee sólidas columnas y paneles tallados en las plantas superiores; las figuras de los nichos inferiores incluyen bellas esculturas de Harihara, forma compuesta de Vishnú y Shiva. El lado derecho del cuerpo, con el pelo enmarañado, es Shiva, y el de la izquierda Vishnú, con una suave corona cilíndrica. El Ratha Bhima, de forma rectangular, posee una cubierta abovedada y la planta inferior está inacabada. En su interior hay un santuario dedicado a Vishnú. Ratha de Arjuna, templo de dos alturas de puro estilo dravidiano, aunque más pequeño que los anteriores, sus proporciones son perfectas; se encuentra ricamente esculpido, con una imagen de Shiva apoyada sobre el toro Nandi, y de Vishnu con su elefante blanco. Los muros exteriores están ornamentados con relieves de parejas regias y otras esbeltas figuras. Ratha de Draupadi, el más pequeño, y consagrado a la diosa Durga, es una réplica en piedra de un santuario tribal de cubierta de paja. El muro posterior del sanctasanctórum muestra una talla de Durga de cuatro brazos y devotos arrodillados ante ella, que representa la fertilidad del suelo hindú. La diosa observa a sus adoradores desde un trono tallado en forma de loto, mientras fuera, un enorme león esculpido la custodia. Ratha de Nakul Sahdeva, tiene la curiosa forma de lomo de elefante, y de hecho tiene a su lado un monolito en forma de elefante.

Muy cerca de allí, y de la misma época, encontramos otra pieza clave del arte drávida, la conocida como Penitencia de Bhagirath (o de Arjuna). En la cara este (por la que sale el sol) de una enorme mole de granito que servía de pared al estanque de abluciones del recinto sagrado, se esculpió el mayor relieve de todo el arte indio (30 por 12 metros) para eternizar el “Descenso del Ganges”, uno de los pasajes más espectaculares de la mitología hindú. Se trata de una obra cumbre dentro del su género, de las más naturales y delicadas del arte ancestral indio. El panel, con una grieta horizontal natural que representa el Ganges, ilustra con todo detalle, la leyenda del descenso del río sagrado desde el cielo, con escenas de la mitología hinduista y estampas cotidianas de la vida en el sur de la India. Una de las interpretaciones del panel nos ilustra la penitencia del sabio Bhagirath que, ante el sufrimiento de los seres de la tierra por la sequía, le pide a la diosa Ganga (el Ganges) que descienda para calmar la sed; esta teme que con su fuerza al caer sobre la tierra cause más daño que beneficio; Shiva se ofrece a prestar su cabeza para que sobre ella la diosa descargue todo su ímpetu fluvial y pueda descender suavemente a través de su cabello. Sorprende el naturalismo y la atención que el artista indio dedica a los animales, pero a pesar de todo, tiene su momento la anécdota, como la del gato penitente ante un público de complacientes ratones.

A continuación, salimos en dirección a Puducherry. A pesar de que, según la tradición, esta ciudad tiene más de tres mil años de antigüedad, Puducherry como tal, fue fundada por los franceses en 1674, y aún hoy mantiene un ambiente muy francés, con sus casas coloniales, sus bonitas mansiones y sus calles arboladas. La ciudad, está dividida por un canal de este a oeste y sigue un ordenamiento reticular, con calles paralelas que se entrecruzan en ángulos rectos. La parte más “francesa” está en la orilla oriental, y la más típicamente hindú, en la occidental. Como curiosidad, digamos que la novela La vida de Pi, (y el consiguiente film), comienzan su trama en esta ciudad. Almuerzo en restaurante local.

Puducherry cobró mucha fama entre los “buscadores espirituales” por el Ashram Aurobindo (ciudad del Alba), que se proyectó como paraíso utópico donde las gentes de diferentes credos, castas y nacionalidades, vivirían en paz. Aurobindo Ghose, que en sus inicios fue un revolucionario extremista, se refugió en Puducherry consagrando su vida a la meditación y a la divulgación del yoga. Conoció a la que fue su consorte espiritual, la francesa Madame Alfassa, conocida como “la Madre”. Sobre esta mujer hay varias hipótesis en cuanto a la influencia que ejerció sobre el sabio. Este tranquilo retiro, con patios arbolados, fue fundado en 1924 por Aurobindo. Visitaremos algunos de los muchos edificios que componen este complejo, y donde seremos testigos de la espiritualidad que flota en el ambiente. En el patio principal, bajo la sombra de los árboles, se encuentra el Samadhi, un santuario de mármol blanco donde descansan los cuerpos de Aurobindo y la Madre.

                También pasearemos por el Barrio Francés, formado por una serie de callejas adoquinadas, con edificios de color blanco y mostaza, y una ligera sensación de caduco esplendor, que fuera residencia de los franceses cuando esta ciudad India era colonia de aquel país. A pesar del aspecto decadente de muchas de sus casas, aún se respira esa atmósfera de ciudad, en cierta manera, anclada en el pasado. Como curiosidad, el nombre de las calles aparece escrito en tamil y como “rue”.

Llegada a Kumbakonam. Cena y alojamiento en el hotel Mantra Veppathu Resort.

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