Viaje al CÁUCASO: Azerbaiyán – Georgia – Armenia III:  Telavi – Ikalto – Tsinandali – Signagi – Tbilisi | Los viajes de Vagamundos día a día

Día 6: TELAVI – Alaverdi – Ikalto – Tsinandali – TELAVI

Desayuno buffet en el hotel.

TELAVI es una pequeña ciudad de 22.000 habitantes, que se asienta sobre una colina a 568 m de altitud sobre el valle Alazani, con las montañas del Cáucaso en el fondo. Una de las primeras menciones de Telavi es la del geógrafo griego Claudio Ptolomeo quien, en el siglo II, en la Geographia, menciona el nombre Teleda (una referencia a Telavi). A partir del siglo VIII, la ciudad fue transformándose en un importante centro político y administrativo. A partir del s. X fue sacudida por continuas invasiones, hasta que a mitad del s. XVII comienza a recuperar su antiguo esplendor cuando se convirtió en la capital del Reino de Kajetia. Telavi posee un colorido mercado tradicional, donde podremos observar un poco más de la vida cotidiana de la gente de la región, y conoceremos la gran variedad de frutas y verduras frescas, de las que sus habitantes se sientes muy orgullosos por su calidad; también nos servirá para comprobar la simpatía y amabilidad de estas gentes del Cáucaso.

A 20 km de Telavi, en medio de la llanura del Alazani, rodeado por el circo natural que crea aquí el Gran Cáucaso, se encuentra la Catedral de San Jorge de Alaverdi, monasterio ortodoxo, construido en el siglo XI. Cuando Georgia se adentraba en su Edad de Oro cultural y política, el rey Kvirike III de Kajetia quiso levantar un majestuoso santuario que pudiera en honor al Creador, que pudiera “tocar el cielo”. Para ello, eligió el lugar donde se hallaba un antiguo monasterio del s. VI fundado por san José, uno de los Trece Padres Asirios, que llegaron de la zona norte de la antigua Mesopotamia para ayudar a cristianizar Georgia. Se trata de una de las tres grandes catedrales georgianas del siglo XI, junto con las de Mtsjeta y Bagrati, y el más oriental de los monumentos históricos de la cristiandad en esta parte del mundo. El hecho de que tenga un nombre musulmán (Allah Verdi en persa significa “Alá dado”), demuestra que se trata de un templo en los confines del mundo cristiano. Por ello, a pesar de ser un templo ortodoxo, tiene un significado espiritual transreligioso, y se ha convertido en el centro espiritual de la zona, que es visitado por azeríes, chechenos o kurdos musulmanes. Los 51 metros de alzada la convirtieron en el templo más alto de Georgia durante casi un milenio, hasta la construcción de la Catedral de la Santísima Trinidad de Tbilisi en 2004. Esta joya arquitectónica era el lugar donde se enterraba a los reyes y príncipes de la región. Se haya rodeado por una muralla del s. XVII con un palacete que es la residencia del obispo. Su exterior muestra proporciones de una armonía clásica sorprendentes, con solemnes arcos de medio punto, pero una decoración mínima. Posee planta de cruz y su interior es espacioso y austero, presentando una diáfana armonía, típica de los edificios religiosos de Kajetia. Está iluminado por las 16 ventanas de la cúpula que filtran la luz y acentúan la impresión de amplitud. Entre los frescos, el de San Jorge matando el dragón, situado encima del pórtico occidental, es el más famoso, aunque el más antiguo es el de la Virgen con el niño, situado sobre el altar. Alaverdi fue un importante centro para el desarrollo de la literatura georgiana. Aquí se escribió en el 1054 uno de los manuscritos más antiguos: Los evangelios de Alaverdi. Situado en el corazón de la región vinícola más antigua del mundo, los monjes también hacen su propio vino, conocido como “Bodega del Monasterio Alaverdi”.

A 22 km, en el monte Ziwgombori, se halla el Nuevo Convento Shuamta, fundado en el siglo XVI por Tinatin Gurieli, la esposa del rey e Kajetia, Levan II (1520-1574), después de que el antiguo Shuamta fuera abandonado. Tinatin, que después de la muerte de su marido se convirtió en monja, está enterrada en el mismo monasterio. La iglesia, está construida en ladrillo, y su interior es amplio y majestuoso, con frescos de los fundadores, el rey Levan II y Tinatin; también se halla la tumba del poeta Alexander Chavchavadze, cuyo palacio visitaremos por la tarde. El complejo incluye también un campanario y algunos edificios menores. La iglesia sufrió graves daños por los persas, pero fue restaurada por Heraclio II en el siglo XVIII.

Ya de vuelta, ubicado en un profundo valle de los montes de Bombori y rodeado de cipreses, se halla el Complejo de Ikalto, fundado en el siglo VI por Zenón Ikaltoeli, otro de los Trece Padres Asirios. Fue una de las dos famosas academias neoplatónicas medievales de Georgia; la otra fue la de Gelati, cerca de Kutaisi. Ikalto se convirtió en un importante centro de conocimiento y ciencia, donde se enseñaba teología, filosofía, retórica, astronomía, geometría o geografía; pero además de los cursos teóricos, los estudiantes recibían clases de cerámica, herrería, farmacología y cultivo y elaboración de vino. El monasterio consta de tres iglesias: la principal, la de Khvtaeba (“de la Transfiguración”), rodeada de cipreses, se halla incrustada entre las montañas. Levantada entre siglos VIII-IX, se construyó en el lugar donde se hallaba un santuario primigenio, debajo del cual estaba la tumba del santo. Posee una cúpula de ladrillo que se añadió en el siglo XIX. Sus paredes fueron pintadas de blanco por los rusos para tapar los frescos. Al este se encuentra la pequeña iglesia de Sameba (Santísima Trinidad), del siglo XVI, que contiene una cripta; la tercera es la iglesia Kvelatsminda (“de Todos los Santos”), construida entre los siglos XII y XIII. El edificio de la Academia, es fácilmente reconocible porque le falta el techo. También son visibles los restos de la antigua bodega, con decenas de tinajas enterradas, y dos enormes cubas de piedra para almacenar por separado vino blanco y tinto. En 1616 los invasores persas prendieron fuego a la academia.

Finalizada la visita, volvemos a Telavi.

Almuerzo en restaurante local.

Nuestra siguiente parada será en TSINANDALI donde visitaremos el palacio, que pertenecía a los duques georgianos del siglo XIX. Aquí se encuentra la primera bodega fundada por una de las personalidades más importantes de la historia georgiana: Alexander Chavchavadze (1786-1846). Escritor, líder militar, diplomático, figura pública e inventor, fue una de las figuras más importantes de su tiempo. Alejandro fue sobre todo un «nacionalista cultural», defensor de la lengua nativa y defensor de los intereses de las élites intelectuales y aristocráticas georgianas. En sus cartas, Alejandro criticó duramente el tratamiento ruso de la cultura nacional georgiana. En 1804, a los 18 años, se unió a una rebelión antirrusa en las montañas, lo que le llevó a pasar un tiempo en prisión, donde compuso sus primeros poemas antizaristas. Reconciliado con el régimen, se enroló como húsar en el ejército imperial. Murió en un accidente de caballo en Tsinandali, dejando como legado la primera gran obra romántica nacional de la literatura georgiana. Su destino fue característico de la aristocracia de principios del siglo XIX, abatida entre el patriotismo, la promoción social en el seno de la nobleza y el ejército ruso. Heredó esta aldea, de su padre, el Príncipe Garsevan. Rediseñó la finca, construyó un nuevo palacio de estilo italiano y construyó un jardín decorativo en 1835. Aquí era donde Chavchavadze recibía y entretenía a los invitados extranjeros con música, ingenio y siempre acompañado con los finos caldos elaborados en su bodega. Esta suntuosa residencia aristocrática, con los balcones decorados, ha sido recientemente rehabilitada. El Jardín, ocupa 18 hectáreas de tierra, y posee un diseño único, con una mezcla de jardines naturales y decorados, (se ha comparado con los londinenses de Richmond y Kew); abundan las plantas exóticas europeas, asiáticas y americanas. En 1887, el famoso paisajista Arnold Ragel fue invitado desde San Petersburgo para renovar el parque. El circuito por la casa-museo recorre varias salas restauradas en el estilo del siglo XIX y relata interesantes episodios de la historia de la familia. Dispone todavía de sus muebles originales, y su bodega, la más antigua y grande de Georgia, con más de 20.000 botellas de vino, y en la que combinó las tradiciones vitivinícolas georgianas europeas y de siglos de antigüedad.

Estamos la REGIÓN DE KAJETIA, la más oriental de las nueve regiones administrativas en que se organiza Georgia desde 1990. Kajetia fue un principado feudal independiente de finales del siglo VIII. Fue incorporado al el Reino Unido de Georgia a principios del siglo XI. En la década de 1460 se convertiría en un reino independiente, y tres siglos después, se unió con el vecino Reino de Kartli. Ambos reinos quedaron muy debilitados por las frecuentes invasiones y en 1801 pasaron a formar parte del Imperio ruso. A partir de 1918, se integró en la independiente República Democrática de Georgia. Pero Kajetia es, sobre todo, el epicentro de la enología de Georgia. Pocas zonas en el mundo tienen un vínculo emocional tan fuerte con este elixir. Casi todas las familias tienen producción propia y el amor por esta bebida se palpa en sus fiestas y costumbres. Como no podía ser de otra forma, visitamos una bodega en la que se practica tanto el método tradicional georgiano como el europeo, y degustaremos un auténtico vino georgiano hecho por el método de las tinajas según el “antiguo método georgiano de vinificación tradicional en qvevris (declarado patrimonio de la humanidad como bien inmaterial por la UNESCO en 2013). Reproducimos aquí el comentario de UNESCO a su inclusión en la lista: “La vinificación en “kvevris” se practica en toda Georgia, y más concretamente en las comunidades rurales donde se cultivan variedades de uva únicas en su género. El “kvevri” es un envase de arcilla ovoide usado para hacer fermentar el mosto y almacenar y añejar el vino. Los conocimientos y las técnicas de la vinificación y fabricación de los “kvevris” se transmiten por conducto de las familias, vecinos y amigos que participan conjuntamente en las faenas de la vendimia y la vinificación. Observando a los adultos, los niños aprenden a ocuparse de las viñas, a prensar la uva y a fermentar el vino, y también se instruyen en la recogida de arcilla y la fabricación y cocción de los kvevris. El procedimiento de vinificación consiste en prensar la uva y meter el mosto con el orujo, el escobajo y las pepitas en un “kvevri”, que se sella y entierra a continuación para que la mezcla fermente durante cinco o seis meses antes de ser consumida. La mayoría de los agricultores y muchos habitantes de zonas urbanas fabrican vino con este método. El vino desempeña un papel importante en la vida diaria de los georgianos, así como en las ceremonias y eventos de carácter religioso o civil. La bodega se sigue considerando el lugar más sagrado del hogar. La tradición de la vinificación en “kvevris” es un elemento definitorio del modo de vida de las comunidades, indisolublemente unido a su identidad y legado cultural. Los viñedos y el vino son temas frecuentemente evocados en las tradiciones orales y las canciones georgianas.”

Alojamiento en Holiday Inn Telavi.

Día 7: TELAVI – Signagi – TBILISI

Desayuno buffet en el hotel.

Partimos en dirección a Tbilisi, pero antes de llegar nos detendremos en SIGNAGI, la “ciudad del Amor”, una de las localidades más atractivas de Georgia. Situada a unos 50 km de Telavi, se ubica en lo alto de un cerro a 750 metros y con una panorámica espectacular sobre el valle de Alazani y frente a las cumbres del Gran Cáucaso casi siempre cubiertos de nieve. Esta pequeña población de apenas 2.000 habitantes, rezuma encanto por los cuatro costados. Su desarrollo está relacionado con el rey Heraclio II de Kajetia (1720-1798). En 1762 fundó la villa, reforzó la muralla y asentó a familias de mercaderes y artesanos para impulsar su economía. Tras la anexión por el Imperio ruso en 1801, pasó a ser el centro de un uyezd de la gobernación de Tbilisi, y fue un puesto militar estratégico durante la Guerra del Cáucaso. A mediados del siglo XIX, con los rusos en el poder, la vida se sofisticó y tenía salones para las élites donde tomaban el té y discutían sobre política.

Tiempo para callejear por este romántico pueblo que, aunque no cuenta con ningún edificio histórico importante, es un lugar de ensueño para perderse en el ambiente de sus callejuelas y admirar el paisaje. Podremos contemplar sus edificios de los siglos XVIII y XIX, con las calles empedradas y pequeñas casas de madera decoradas con balcones tallados y arquitectura tradicional, que le da un cierto aire toscano. Su muralla, erigida por Heraclio II en el siglo XVIII, es una de las más grandes de Georgia. Posee más de 4 km, con sus 23 torres y 6 puertas de entrada, cada una de las cuales lleva el nombre de un pueblo de la zona. En tiempos de guerra, Signagi acogía a las gentes de los pueblos de alrededor y cada localidad estaba al cargo de la defensa de su atalaya.

Finalizada la visita de la ciudad, nos trasladamos hasta Kakabeti.

Almuerzo en la casa de una familia local, donde conoceremos la vida de los campesinos y veremos sus jardines, viñedos y probaremos los deliciosos platos caseros con recetas familiares y productos recién cosechados del campo de nuestro anfitrión, acompañados de vino georgiano hecho en las tinajas según la antigua tradición georgiana. También visitaremos su propia bodega.

Seguimos ruta, y en una hora y media, llegamos a TBILISI, la capital de Georgia y la mayor ciudad del país. Situada a orillas del río Kurá, y con una población de 1.400.000 habitantes, está considerada la joya arquitectónica del Cáucaso. El lugar estuvo habitado desde el Neolítico, y posteriormente fue un enclave defensivo para proteger la entrada a la región, ya que se encontraba en un cruce de caminos para las redes comerciales griegas y romanas, y situadas en la Ruta de la Seda. La ciudad se fundó en el siglo V por Vakhtang I apodado, Gorgasali (“cabeza de lobo”). Cuenta la leyenda que el rey fue a cazar a esta región con un halcón. El halcón apresó un faisán durante la caza, después ambas aves cayeron cerca de las aguas termales y murieron abrasados. El rey quedó impresionado con las aguas termales y decidió talar el bosque y construir allí una ciudad (Tbilisi deriva de la antigua palabra georgiana Tpili que significa agua caliente). Su sucesor, Dachi I Ujarmeli, la convirtió en la capital de Cólquida (en aquella época Tbilisi no pertenecía al Reino de Georgia). Su estratégica situación entre el mar Negro y el Caspio, la ha hecho muy apetecible, siendo objeto de disputa entre varios imperios de la región: Persia, el Imperio bizantino, los árabes y los turcos selyúcidas. En 1122, después de la feroz lucha contra los turcos, las tropas del rey David IV de Georgia entraron en Tbilisi, y la ciudad fue declarada la capital del Reino Unido de Georgia. A partir de aquí, y durante un siglo, la ciudad vivió una época de esplendor, convirtiéndose en la brillante metrópolis de un poderoso reino. Pero en 1236 Georgia cayó bajo dominio mongol, hasta que fueron expulsados en 1320. Sucesivamente fue conquistada por Tamerlán, Jahan (el shah de Tabriz), Ak Koyunlu de la tribu de Uzun Hassan, hasta ser reconquistada en 1524 por el rey David X de Georgia. Durante los siglos XVII y XVIII, Tbilisi fue, por enésima vez, objeto de rivalidad, esta vez de turcos otomanos y persas. En 1801, cuando el reino georgiano de Kartli-Kajetia se unió al Imperio ruso la ciudad creció y aparecieron nuevos barrios y edificios al estilo europeo. Tblisi se convirtió en el centro imperial de toda la Transcaucasia, siendo objeto de especial admiración de Aleksandr Pushkin, Lev Tolstói, Mijaíl Lérmontov o la familia Románov, entre otros; alemanes y polacos se establecieron en la ciudad, que se convirtió en un fascinante desafío de creación para los arquitectos y artistas europeos y le valió el sobrenombre de “Paris de Oriente”. Con la Revolución Rusa de 1917, se estableció, en la primavera de 1918, la independiente Federación Transcaucásica con capital en Tbilisi. El 25 de febrero de 1921, el ejército bolchevique invadió Tbilisi, y hasta 1991 funcionó primero como capital de la República Socialista Federativa Soviética de Transcaucasia (que incluía Armenia, Azerbaiyán y Georgia) y después como capital de la República Socialista Soviética de Georgia. Durante esta época se industrializó y se construyeron barrios obreros para el proletariado. Tras el colapso de la Unión Soviética, Tbilisi ha experimentado períodos de agitación e inestabilidad. Después de una breve guerra civil que duró dos semanas, desde diciembre de 1991 hasta enero de 1992, Tbilisi llegó a ser escena de frecuentes enfrentamientos entre varios clanes de la mafia y empresarios de negocios ilegales. El crimen y la corrupción alcanzaron niveles muy elevados. A partir de 2003, la ciudad mejoró la estabilidad, disminuyendo el crimen y mejorando la economía, convirtiéndose en una capital moderna, aunque manteniendo su cosmopolitismo tradicional, y junto a georgianos, viven comunidades de armenios, azeríes, rusos, kurdos, judíos, griegos, osetios, y hasta casi 100 grupos étnicos que han marcado la historia de la ciudad.

Decía Steinbeck (el premio Nobel de literatura), que los rusos que habían llevado una vida virtuosa no iban al cielo, sino a Georgia. Tbilisi, su capital, nos propone un viaje en el tiempo: a la vez un campamento de caravanas persa, una capital zarista, un botín de mongoles, un laberinto otomano y un antiguo escaparate soviético que empieza a poblarse de rascacielos invasivos. Geográficamente ya en Asia, en su decadencia y en su simultánea pujanza ofrece una decidida imagen de ciudad europea a la vez exótica y familiar. El casco antiguo, Kala, se extiende a los pies de la colina coronada por la fortaleza Narikhala, en la orilla derecha del Kura, y también por la colina de Metekhi en la orilla izquierda. Cruzaremos al lado izquierdo para visitar la Iglesia de Metekhi, que ocupa un estratégico promontorio rocoso que domina el puente Metekhi. Fue construida entre 1278 y 1289 por orden del rey Demetre II (el Abnegado), en el mismo lugar donde el fundador de la ciudad levantó un santuario cristiano en el siglo V, que fue destruido en 1235 por los invasores turcos. Su estilo es rudimentario y primitivo, señal de que la monarquía georgiana no atravesaba un buen momento. En su sobrio interior se encuentra la tumba de Santa Shushanik, otro de los iconos del cristianismo ortodoxo. Esta devota mujer de origen armenio estaba casada con un príncipe georgiano, aliado de los persas, que se convirtió al zoroastrismo y quiso obligar a su esposa a que apostatara. Pero Shushanik no lo hizo, y su esposo la torturó hasta la muerte. Esta área fue considerada como un sitio religioso y al mismo tiempo de importancia real, ya que en el siglo XII el palacio fue trasladado cerca de la iglesia. El nombre de «Metekhi» puede ser traducido como «el área cerca del palacio». La iglesia fue destruida y posteriormente reparada varias veces. En la década de 1970, bajo el gobierno de Rusia, este lugar fue utilizado como teatro, retomando sus funciones religiosas a finales de la década de 1980. En la actualidad, Metekhi es una iglesia ortodoxa activa. Junto a ella podremos ver la estatua ecuestre del rey Vakhtang I, erigida en 1961 cómo homenaje al monarca que en el siglo V estableció aquí su residencia, germen que con el tiempo dio origen a la capital georgiana.

                A continuación, tomaremos el famoso teleférico de Tbilisi que se balancea sobre el río Mtkvari y el casco antiguo, hasta llegar a la cumbre de la colina, donde se encuentra la imponente estatua de la Madre de Georgia, un emblema de aluminio que con sus 20 metros de altura se divisa desde casi toda la ciudad. La imagen sujeta con una mano una espada y en la otra una copa de vino, una metáfora del carácter georgiano, que acoge con los brazos abiertos al visitante y combate al enemigo con vehemencia. A pocos minutos se encuentra la a la fortaleza de Narikala, un icono de la ciudad, que se sitúa en el barrio más antiguo de la capital de Georgia, pero que actualmente se encuentra en obras y no se puede visitar. Estratégicamente situada sobre un acantilado de la colina Sololaki, Narikala es un símbolo defensivo de Tbilisi. Data del siglo IV, cuando era una ciudadela persa. Los árabes la ampliaron y reforzaron, construyendo su palacio en el interior. En 1827 una enorme explosión de munición de la guarnición rusa almacenada en la fortaleza la destruyó por completo, aunque los muros quedaron casi intactos.

Después de bajar la colina a pie, se llega a la zona donde se encuentran los antiguos baños de azufre, conocida como Abanotubani. Fue aquí, donde según la leyenda, el halcón del rey Vakhtang murió abrasado por las aguas sulfurosas, y que se convertiría durante mucho tiempo en el barrio musulmán. Actualmente es el centro institucional de la comunidad azerí de Tbilisi, y sigue manteniendo una atmósfera oriental. Estos baños, con numerosas cúpulas anaranjadas, sobresalen de la tierra siendo alimentados por agua natural de hidrógeno sulfúrico de manantiales subterráneos y tienen un efecto curativo. Probablemente datan de la época árabe (siglos VII – VIII). Durante la Edad de Oro había casi setenta baños, pero en el siglo XVII como consecuencia de las destrucciones causadas por las frecuentes invasiones, su número se redujo a sólo seis. Destaca la Casa de Baños Orbeliani, un impresionante edificio estilo persa, con su majestuosa fachada de azulejos y sus dos minaretes a los lados, que le dan el toque característico de Asia Central. El edificio data del s. XVII tardío, pero fue renovado de manera significativa, tanto en el siglo XIX como en el XX.

Como sugerencia, merece la pena probar los baños de Tbilisi. Su agua caliente sulfurosa es muy agradable y suaviza la piel. La atmósfera, más oriental que en cualquier otro lugar de la localidad, es única: los decorados son magníficos, las tradiciones pintorescas. Se dice a menudo que no se conoce Tbilisi si no se ha ido a los baños.

Alojamiento en Courtyard by Marriott Tbilisi.

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