Viaje a TAILANDIA I: Bangkok | Los viajes de Vagamundos día a día

Volvemos al antiguo Reino de Siam, la actual Tailandia. Un país fascinante con una cultura milenaria que no ha perdido nada de exotismo. Su esencia y su embrujo se mantienen inalterables y cada año hacen soñar a miles y miles de viajeros. La espiritualidad del budismo lo impregna todo, y eso se ve reflejado en el arte y la arquitectura de sus más de 4.000 templos repartidos por el país.

Llegaremos a su sorprendente capital, Bangkok, ciudad llena de grandes contrastes con sus calles atestadas de gente, y un hipnótico caos de coches, tuk-tuk, puestos callejeros de comida y mercadillos. Posee algunos de los templos más importantes del país, y el impresionante Palacio Real. Después de visitar el “Puente sobre el río Kwai”, iniciaremos nuestro recorrido hacia el norte llegando hasta Chiang Rai,’ en la frontera con Laos y Myanmar. Durante el mismo, iremos visitando todas las antiguas capitales del Reino de Siam, entre ellas Ayutthaya y Sukkothai, ambas declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, hasta llegar a Chiang Mai, conocida como la ‘tierra de los mil arrozales; nos adentraremos en sus selvas, y tendremos la oportunidad de encontrarnos dorados palacios, impresionantes templos budistas y mercados flotantes. Además, podremos disfrutar de relajantes masajes, y los amantes de las compras encontrarán su auténtico paraíso.

DÍA 1: MADRID – DUBÁI – BANGKOK

Presentación en el aeropuerto de Madrid tres horas antes de la salida. Trámites de embarque y salida a las 14.25 del VUELO EK142 de la compañía EMIRATES con dirección DUBÁI. Llegada a las 00.25 hrs, del día siguiente, hora local. Enlace y salida del EK384 con destino BANGKOK, a las 03.05 hrs.

DÍA 2: Llegada a BANGKOK

Llegada a BANGKOK a las 12.05 horas. Después de los trámites de entrada, recepción y asistencia en el aeropuerto a cargo de los representantes de nuestro receptivo en Bangkok, nos trasladamos al hotel y disponemos del resto del día libre.

El Reino de Tailandia, antiguo Siam, se ubica al este de la subregión del Sudeste Asiático. Posee fronteras al norte y al oeste con Myanmar (antes Birmania), al noreste con Laos (gran parte de esta frontera la forma el río Mekong), al sudeste con Camboya y el golfo de Siam, al sur con Malasia y al sudoeste con Myanmar y el mar de Andamán. Posee una extensión de 513.120 km2 (un poco más que la superficie de España).

Conocido anteriormente como Siam, el nombre fue cambiado primero en 1939 por Prathet Thai; posteriormente, durante la II Guerra Mundial pasó a su nombre anterior, y en 1949 volvió a Prathet Thai. Prathet significa “país” y thai “libre”, además de ser el hombre del grupo étnico mayoritario en Tailandia. En español, Tailandia, la podemos traducir como “el país de los Thai”

Única nación del sudeste asiático no sometida nunca a la colonización, tiene alrededor de 68 millones de habitantes de los cuales el grupo étnico mayoritario es el thai, que constituye el 82% de la población. Otras comunidades importantes son los chinos (10%), los malayos (3%) y los birmanos; además de minorías étnicas cuya lengua no es el tailandés, como los jemeres, los mon, los vietnamitas y las tribus de las montañas del norte. El idioma oficial es el tailandés. La religión más importante es el budismo, que es practicado por casi el 95% de la población.

Podemos dividir el país en cinco regiones. El Norte, montañoso y cruzado por profundos valles, donde el arroz crece al sol, a ras de agua y cubierto de jungla y de los últimos y escasos bosques de teca, de cedro japonés y especies de hoja perenne. El Doi Inthanon (en la provincia de Chiang Mai) es el pico más alto, con 2.565 m. El Noreste, con áridas llanuras, de suelos pobres, y donde se cultivan hierbas raras, muchas de ellas medicinales, y se produce seda. Aquí se mezclan las influencias thai, jemer y laosiana. Sus habitantes tienen más en común con sus vecinos de la otra orilla del Mekong que con los tailandeses. La llanura central, amplia y fértil cuenca densamente poblada (casi el 30% de la población del país) y bien regada. Varios ríos a lo largo de 352 km confluyen en el Chao Phraya, que   desemboca en el golfo de Tailandia, creando un inmenso delta. Aquí se encuentra el crisol de la civilización tailandesa, conocido como “el tazón de arroz de Asia”. Este rio, riega toda la llanura centra, creando un inmenso delta que acoge a casi el 30% de la población del país. La región del golfo, es una exuberancia tropical. Las frutas tropicales, árboles de caucho, pesca, rubíes y turismo, conforman la riqueza de esta fértil región de clima mucho más tropical que la llanura central. El Sur de Tailandia se va estrechando hasta formar una delgada lengua de tierra que se extiende hasta la península malaya, entre el golfo de Tailandia, al este y el mar de Andamán al oeste. La larga cresta montañosa del litoral, salpicado de bahías y calas arenosas, es famosa por sus islas paradisíacas y sus promontorios calizos cubiertos de vegetación y bañados por aguas color turquesa.

Su economía, aunque tradicionalmente agraria, a partir de la década de 1950 ha experimentado un importante proceso de industrialización. Actualmente la agricultura y la pesca solo representan el 12% del PIB, aunque ocupan más del 40% de la mano de obra del país. El sector industrial (montaje electrónico, industria mecánica y textil) supone un 38%, y el de servicios (finanzas, comunicación, transporte y turismo) un 50%. El paro es casi inexistente.

Alojamiento en Hotel Amari Watergate Bangkok.

Día 3: BANGKOK

Desayuno buffet en el hotel.

Llamada por sus habitantes Krung Thep (“ciudad de los ángeles”), BANGKOK se ha desarrollado con rapidez, pero, a diferencia de otros lugares de Asia, ha sabido preservar su cultura y los encantos de su pasado. Con una población estimada de más de 8,5 millones de habitantes (su área metropolitana supera los 12 millones), y con casi 400 templos, hoy Bangkok, constituye el centro económico, religioso y político del país. Se encuentra a orillas del río Chao Phraya, en pleno corazón de la península de Indochina. Es una de las ciudades más modernas y cosmopolitas de Asia, aunque también es una ciudad caótica y ruidosa, con un tráfico infernal, y un calor bochornoso, pero con un encanto único, y una enorme riqueza cultural. Sus calles son una curiosa mezcla de tradición oriental y modernidad occidental, provocando en los visitantes sentimientos encontrados. Para que os hagáis una idea, el área metropolitana de Bangkok, concentra el 10% de la población tailandesa, y casi el 90% de los coches matriculados en el reino.

Tras la destrucción de Ayutthaya en 1767, que fuera capital de Siam a lo largo de cuatro siglos, la capital se trasladó por el general Taksin primero a Thonburi, y en 1782 con la llegada al poder del rey   Rama I (fundador de la dinastía Chakri), ante la posibilidad de un ataque birmano, la trasladó en 1782 a   la actual capital, al otro lado del río, más defendible: Rama I quería que el río discurriera por el medio de su ciudad para, en caso de un nuevo ataque birmano, tener la protección de una barrera natural y disponer de un rápido medio de fuga. Bangkok existía desde hacía mucho tiempo como una aldea de pescadores en la que los comerciantes europeos hacían escala antes de dirigirse a Ayutthaya. La nueva ciudad se construyó sobre una isla artificial habilitada en un meandro del río aislado por un canal. La vida se articulaba en torno al río y una amplia red de canales (khlong) en los que se alineaban las casas, construidas sobre pilotes. Ya en el siglo XIX, la ciudad fascinó a los viajeros occidentales que la apodaron “la Venecia de Oriente”. A comienzos del siglo XX, la ciudad tenía 100.000 habitantes. En la década de 1950, Bangkok vivió un auge económico sin precedentes que alteró por completo su fisonomía: se rellenaron la mayoría de los canales y los edificios reemplazaron a las casas tradicionales.

  La ciudad está dividida en dos por el río Chao Phraya, que es surcado habitualmente por barcazas, taxis acuáticos, y casas flotantes que mantienen intactas las tradiciones de siglos. El río traza una frontera entre una megalópolis de ambiciones futuristas y la antigua capital de Siam, Thonburi, con un encanto oriental más sereno. Sus atractivos mercadillos, la simpatía de sus gentes, y los miles de tuk-tuk que recorren sus calles, le dan a la ciudad un aire peculiar que nos fascinará.

Nos adentraremos en el sur de Bangkok, para llegar hasta el Wat Traimitr, templo que alberga el Buda de oro más grande del mundo. La figura se descubrió en 1955, durante las obras de ampliación del puerto de Bangkok. Unos trabajadores desenterraron lo que parecía ser un Buda de estuco. La imagen se guardó durante 20 años en este templo, hasta que, cuando iba a ser trasladada en una grúa, una fuerte lluvia empapó el estuco. La figura cayó, quebrándose el estuco, y dejando al descubierto una imponente figura de tres metros de altura y 5,5 toneladas de peso, de oro macizo de 18 kilates. Se supone que originariamente estaba en un templo de Ayutthaya, y fue recubierta para ocultarla de los invasores birmanos del siglo XVIII. Su antigüedad es de casi 700 años. Los residentes chinos del lugar vienen aquí a adorar al Buda de Oro y a hacer méritos frotando el pan de oro en las otras imágenes más pequeñas de Buda.

Continuando en la misma zona, se encuentra por el Barrio Chino, con sus colores vibrantes, su cacofonía abrumadora y su bullicio frenético. Los primeros inmigrantes chinos llegaron a Tailandia como mercaderes en el siglo XII. Se instalaron en la isla de Ratanokosis, de donde fueron expulsados por Rama I, que instaló allí su palacio, y los desplazó hasta esta zona, donde se estableció un floreciente centro de comercio, que pronto se llenó de fumaderos de opio, prostíbulos y tugurios. A finales del siglo XVIII y principios del XIX, después de la guerra en Tailandia, se fomentó la inmigración china para ayudar a reconstruir la economía. Aunque la relación entre chinos y tailandeses ha pasado por algunos momentos difíciles, finalmente la integración ha sido muy satisfactoria. Los chinos siguen dominando el comercio de Tailandia, y las tradiciones y creencias chinas siguen muy arraigadas en sus comunidades. Pasearemos por la calle Yaowaraj, la más importante del barrio, y uno de los distritos comerciales más dinámicos y excitantes de la ciudad. Nos dejaremos seducir por su constante animación: veremos las típicas casas-tienda que venden todo tipo de productos y mercancías, desde tiendas de oro, farmacias de medicina tradicional, restaurantes chinos, todo lleno de chillones anuncios de neón en caracteres chinos.

Nuestra siguiente visita será la del Wat Pho (Templo del Buda Reclinado), el templo más antiguo y grande de la ciudad. Se trata de un enorme complejo que abarca casi 8 hectáreas e incluye varios edificios religiosos, y un monasterio en el que habitan 300 monjes. Además, se trata del centro de   educación pública más famoso de Tailandia. El santuario original, levantado en el siglo XVI, fue remodelado y ampliado por Rama I en 1781; en 1830, Rama III le atribuyó un importante papel educativo con la creación de una escuela de medicina y masajes tradicionales. El Santuario, un hermoso edificio de planta cuadrada que alberga los textos sagrados, se encuentra decorado con frisos de flores de porcelana, y cuenta con una cubierta de tejas esmaltadas amarillas y verdes, en forma de corona. El Ubosot, (sala de oración sagrada), se encuentra jalonado por prang, pequeños mausoleos que contienen cenizas o reliquias de la familia real. Está rodeado de una veintena de montañas en miniatura decoradas con ejemplares botánicos o geológicos. La armonía de sus líneas y la riqueza de la ornamentación caracterizan el interior del claustro. En la galería que rodea al santuario, se alzan cuatro wihan, en los puntos cardinales; todos ellos contienen Budas salvados del saqueo de Ayutthaya y traídos por Rama I. Los espléndidos bajorrelieves de mármol que recorren la base del edificio central y reproducen la epopeya de Ramakien. Pero lo que más impresiona del templo, sin duda, es su enorme Buda Yacente, de 45 m. de longitud y 15 m. de altura, cubierto con pan de oro, y que representa a Buda en su lecho de muerte en el momento de alcanzar el Nirvana. Hecha de ladrillo y escayola, está completamente cubierta de pan de oro. Debemos fijarnos en los depurados rasgos de su rostro, cuya mirada y sonrisa expresan una total serenidad ante el paranirvana (el nirvana final o liberación del cuerpo que una persona alcanza tras la muerte del cuerpo, siempre y cuando en vida esa persona haya alcanzado la iluminación). Las plantas de los pies están adornadas con incrustaciones en nácar y describen los 108 signos favorables que permiten identificar al auténtico Buda y lo diferencian de los comunes mortales. Es sorprendente cómo la estatua encaja al milímetro en el templo, en el que apenas hay lugar para los dos pasillos por donde se la rodea caminando.

Almuerzo en Supatra River House Restaurant.

Antiguamente, la función de los khlongs (canales), además de para ocuparse de las aguas residuales de la Bangkok y para el transporte de mercancías y personas, era el lugar donde se ubicaban los tradicionales mercados flotantes de la ciudad y donde se entablaban gran cantidad de las relaciones comerciales. Hoy en día, la mayor parte de los canales han sido reconstruidos, y hoy son calles de cemento. Solo quedan algunos por la parte oeste del Chao Phraya. Será por allí por donde realizaremos nuestro crucero por los Khlong de Thonburi, en los que descubriremos, a bordo de long tail (barcas alargadas motorizadas) los canales del barrio de Thonburi, donde todavía se pueden ver imágenes del Bangkok tradicional, con sus viejas casas de madera sobre pilotes, sus puestos flotantes con sus vendedores pertrechados con sombreros de paja o familias bañándose en el río.

Durante el recorrido realizaremos una parada para subir hasta el Wat Arun (“Templo de la Aurora”), uno de los templos más emblemáticos de la ciudad. La originalidad y majestuosidad de este templo lo han convertido en uno de los símbolos de Bangkok. Inspirado en la arquitectura jemer, este suntuoso templo de porcelana, es el único ejemplo de su estilo en Tailandia. Toma su nombre de Aruna, el dios indio del alba y tiene su origen en la leyenda según la cual, en octubre de 1767, el rey Taksin llegó al amanecer, de la capital saqueada de Ayutthaya. Se decía que era el primer edificio de la ciudad que recibía la luz de la mañana. Pero el edificio luce también toda su majestuosidad en el crepúsculo, cuando los últimos rayos de sol iluminan sus lozas y porcelanas por las que se encuentra totalmente recubierto. Los barcos chinos que llegaban al puerto de Bangkok, desechaban toneladas de lastre de vieja porcelana china que estaba hecha añicos. Estos restos se aprovecharon para realizar los intrincados mosaicos florales que recubren el templo. El conjunto es de una espléndida elegancia, con sus encajes de loza, profusión de motivos florales y de personajes. Situado a la orilla del río, el monumento simboliza la cosmología hindú y budista. En el siglo XIX fue restaurado y ampliado, sucesivamente por Rama II, Rama III y Rama IV. A la entrada las figuras de unos “guardias chinos”, custodian el templo. El inmenso prang central (torre ricamente tallada) de estilo jemer, posee 114 m de altura, y representa el mítico monte Meru, centro del universo; sus hileras decorativas representan mundos dentro de otros mundos. Sus tres terrazas, a las que se accede por cada lado mediante una empinada escalera, materializan los planos simbólicos de la religión hindú. Cuatro prang más modestos marcan las esquinas del santuario, con la forma simbólica budista del universo (mandala). Dentro de los nichos de estos prangs hay estatuas de Nayu, el dios del viento montando a caballo. También albergan Budas que representan respectivamente la enseñanza, la iluminación, el nacimiento y la meditación. Desde aquí disfrutaremos de una bella vista del río y de la ciudad.

Continuamos el crucero, y llegamos hasta el Museo Nacional de las Barcazas Reales. Se trata de una gigantesca nave en la que se exponen ocho espléndidas embarcaciones de gala, de la flota real, suntuosamente decoradas y talladas, con vivos colores, que representan héroes legendarios tailandeses.  Hoy en día se utilizan en señalados acontecimientos reales. Se utilizaron por última vez en la celebración del 50 aniversario del reinado de Rama IX, en 1996. En el centro de la exposición se encuentra la joya del museo, la barcaza real de Suphannahong (“el cisne dorado”), que lleva como mascarón de proa una cabeza de cisne, símbolo de Hamsa (montura de Brahma, dios creador del hinduismo). Construida en madera de teca, mide 46 m pesa 15 toneladas y requiere 61 tripulantes. Se trata de la piragua más grande del mundo, construida de un solo tronco. También llama la atención el barco Anantanagaraj, que posee una naga (semidioses con forma de serpiente) de varias cabezas y una imagen de buda.

Alojamiento en Hotel Amari Watergate Bangkok.



 



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