En el tercer día de nuestro viaje a México, visitamos Xochimilco. Subiremos a bordo de nuestras trajineras y atravesaremos las redes de canales e islas artificiales creadas por los aztecas, para presenciar un memorable amanecer.
También pasaremos por Coyoacán, uno de los barrios más antiguos de la ciudad, famoso por haber sido hogar de personajes como León Trotsky, Octavio Paz, Diego Rivera y Frida Kahlo.
Aprovecharemos para visitar también el Museo de Frida Kahlo, que se encuentra en su famosa Casa Azul, donde vivió casi toda su vida.
Día 3: CIUDAD DE MéXICO
Xochimilco, Tlalpan, Coyoacán, Casa Azul Frida Kahlo.
Desayuno solo servicio de café.
Salida antes del amanecer hacia Xochimilco (DECLARADO PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD POR LA UNESCO EN 1987), ubicado al sur de la ciudad. Conocido en náhuatl, (lengua de los aztecas), como xōchi- ´flor´, mīl- ´tierra de labranza´ y -co postposición de lugar, es comúnmente traducido como “Jardín de Flores”. Xochimilco fue en siglos pasados una aldea a orillas del lago unida a Tenochtitlán por una pasarela.
El lugar fue dominio chichimeca hasta que los aztecas convirtieron a sus habitantes en vasallos, por lo que Hernán Cortés se encontró con otros aliados en su lucha contra los aztecas. Pancho Villa y Emiliano Zapata se entrevistaron en el lugar en 1914 con la intención de unir sus tropas en la guerra de la Revolución.
Con sus 122 km², representa el 7,9 % de la superficie total de Ciudad de México. En el territorio de Xochimilco se encuentran 14 pueblos originarios que mantienen muchos de los rasgos de su cultura tradicional y herencia indígena. Hoy es el único lugar de Ciudad de México que conserva los canales y jardines semiflotantes o chinampas construidos por los aztecas, y que además de un centro turístico, es un lugar de esparcimiento para los ciudadanos mexicanos.
El actual lago corresponde al brazo sur del gran lago desecado de Texcoco, en el cual los aztecas alzaron su capital sobre un grupo de islas gracias a sus conocimientos de ingeniería. El problema de la carencia de tierra cultivable lo resolverían mediante la admirable obra hidráulica que fueron las chinampas (lugar de cultivo), especies de islas artificiales construidas con balsas de caña que eran colocadas cubriendo tramos cada vez más extensos de los lagos Xochimilco y Chalco, situados al sur de Tenochtitlán.
Más tarde se convertirían en una de las bases económicas del Imperio Azteca. En aquellas plataformas móviles, cubiertas con el fértil limo de los pantanos, se cultivaban frijoles, chiles y flores. Conservadas aún (hoy en día siguen surtiendo a la capital de flores y hortalizas), y recorridas por una red de canales, algunas de las chinampas forman un paraje singular de importancia no sólo natural, cuyas 1.138 ha se hallan protegidas como reserva ecológica, sino que son un testimonio único del modelo de ocupación del suelo que era tradicional antes de la llegada de los españoles.
Además, esta zona es la única que permite imaginarse el paisaje lacustre antiguo de la capital azteca que Hernán Cortés no dudó en evocar como una “nueva Venecia”.
Subiremos a nuestras trajineras, y después de navegar por los canales, llegaremos a las chinampas. Aquí, además de respirar un aire de pueblo muy distinto del trajín imperante en el centro histórico capitalino, viviremos una experiencia increíble y que jamás podrás olvidar: la vista desde los canales y desde la chinampa de estos hermosos campos de flores, cuando el sol aparece en el horizonte.
La campiña, con sus islotes rodeados por una red geométrica de canales e hileras de álamos y sauces que se entrecruzan, parece algo casi irreal, lo mismo que las lanchas cargadas de flores que dan vueltas y más vueltas alrededor del islote central, como si aquello fuera un tiovivo.
Don Francisco se encargará de preparar un desayuno tan inolvidable como la vista con la cosecha del día, a base de platitos mexicanos como son las quesadillas de huitlacoche, flor de calabaza, espinaca y más ingredientes, gorditas de chalito de cerdo, tlacoyos o chilaquiles, todo preparado con maíz nativo de San Miguel Xicalco y acompañado con ensalada de la chinampa. Este es el verdadero Xochimilco, mucho más que el folklor que tantos conocen, el origen de la Ciudad de México, su pasado y esperemos, también su futuro.
Después, continuación hacia el centro de Tlalpan, unos de los barrios más antiguos de la ciudad. En tiempos del virreinato, Tlalpan fue uno de los lugares campestres de recreo predilecto tanto del pueblo llano como de la nobleza; de ahí que a partir del siglo XVIII se construyeran elegantes mansiones y haciendas.
La palabra Tlalpan deriva de dos palabras de origen náhuatl; Tlalli- tierra, y Pan- sobre, es decir “sobre la tierra” o “en tierra firme”. Se le conoce con ese nombre porque a diferencia de otras zonas de la capital, Tlalpan nunca fue ribereña de la laguna, y por lo tanto sus habitantes no vivían ni sembraban en chinampas.
Pasearemos por sus angostas calles, con rincones empedrados, donde se han filmado películas como Los olvidados de Luis Buñuel, y admiraremos el exterior de inmuebles históricos, que abarca una arquitectura desde el siglo XVIII hasta el XX. En la céntrica plaza de la Constitución, con su templete de tiempos de Porfirio Díaz, y salpicada de bustos de héroes nacionales, se encuentra la capilla del Rosario, del siglo XVII, con su fachada barroca.
Cerca queda la iglesia dominica de San Agustín de las Cuevas, edificada por los frailes franciscanos entre 163 y 1647. En la misma plaza se yergue el árbol donde en 1866 ahorcaron a los 11 patriotas que se rebelaron contra la ocupación francesa y el emperador Maximiliano de Habsburgo.
También se pueden contemplar algunos de los edificios más notables como La Casona (s. XIX); La Conchita, antigua casa del Conde de Regla del siglo XVIII; La Chata, también del siglo XVIII, denominada así porque su entrada está ochavada; o la Casa Frissac, terminada a principios del siglo XX, perteneció a la familia del ex presidente Adolfo López Mateos. También interesante es el Mercado de la Paz, único mercado de la época Porfirista, que se realizó entre 1898 y 1900.
Seguiremos explorando el sur, ahora pasando por la Ciudad Universitaria (DECLARADO PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD POR LA UNESCO EN 2007), inmenso campus que se extiende en gran parte sobre terrenos cubiertos por la lava del volcán Xitle y ocupa una superficie de 300 ha, que albergan las distintas facultades de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Se trata de la universidad más grande de América latina, con más de 300.000 estudiantes y 38.000 profesores.
También es el centro de investigación más importante del país y durante mucho tiempo ha sido foco de disidencia política. Heredera de la primera universidad de América, fundada en 1551 por el rey Felipe II, hasta 1929 las facultades se hallaban desperdigadas por distintos edificios del centro histórico de la ciudad, por lo que, en la década de 1930, las autoridades se plantearon la construcción de una ciudad universitaria que reuniera a todas en un único campus.
El proyecto se llevó a cabo entre 1949 y 1952, con el concurso de 60 arquitectos, ingenieros y artista, tomando como referencia los principios de la arquitectura y el urbanismo modernos, aunque sin renunciar a las tradiciones y al uso de materiales locales. Fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, por su carácter de “espacio monumental, ejemplo de la modernidad del siglo XX, fusionado con elementos extraídos de la tradición mexicana prehispánica”.
Entre sus edificios más importantes destacamos la Biblioteca Central, de 10 pisos, con vistosos mosaicos de Juan O´Gorman, cuyo tema es la historia nacional sintetizada en tres períodos: prehispánico en la pared norte, colonial en la pared sur y moderno en la pared oeste. La pared este, nos muestra la visión del artista sobre el futuro de México.
La Rectoría, adornada por una gran obra que combina la pintura, la escultura y el mosaico tridimensional, de D.A. Siqueiros, que tiene por título “El Pueblo a la Universidad y la Universidad al Pueblo”; la Antigua Facultad de Ciencias, con un mosaico de José Chávez, sobre el tema del progreso de la humanidad; el Estadio Olímpico, construido con piedra volcánica, fue sede de los juegos Olímpicos de 1968, con un mosaico de Diego Rivera sobre la historia del deporte en el país.
Nos desplazaremos hasta el barrio de Coyoacán (“lugar de los coyotes” en náhuatl), que fuera la base de Hernán Cortés tras la caída de Tenochtitlán.
A principios del siglo XX solo era una pequeña localidad colonial a 10 km al sur de Ciudad de México, rodeada de campos y establos, y refugio de artistas e intelectuales. En la actualidad, absorbida por la metrópoli, Coyoacán, ha conservado su tranquila identidad, con estrechas calles de la época virreinal, grandes portones tallados, fachadas cubiertas por buganvillas y ventanas enrejadas.
Almuerzo en restaurante local.
A continuación, pasearemos por las calles adoquinadas del barrio de Coyoacán, que se abren en verdes ensanches y recoletas plazuelas, como el zócalo, formado por dos plazas, al oeste, la Plaza del Jardín del Centenario, construida sobre un antiguo cementerio, con su característico doble arco del siglo XVI , fue inaugurada en 1910, y se encuentra adornada con la fuente de los Coyotes en el centro.
Al otro lado, la Plaza Hidalgo, corazón del barrio, de forma rectangular y continuamente animada por músicos, cafés y vendedores ambulantes. Se encuentra bordeada por la Iglesia de San Juan Bautista, un hermoso edificio franciscano del siglo XVI, ultrabarroco, que formaba parte de un convento del siglo XVI y ha sido reconstruido en varias ocasiones. Su interior, de una sola, está muy ornamentado, con escenas pintadas en el techo abovedado. El claustro posee columnas toscanas y un damero de paneles tallados en relieve en las esquinas de los techos.
Enfrente, nos encontramos con la que fue Casa de Cortés, que en la actualidad alberga el Ayuntamiento. Allí fue donde el conquistador torturó al último emperador Cuauhtémoc, quemándole los pies para que le confesara dónde se encontraba el fabuloso tesoro azteca.
Al otro lado de la plaza se encuentran las arcadas del Mercado de Artesanías, dos plantas de puestos que venden objetos de artesanía de cualquier tipo. No muy lejos se encuentra la Casa Roja (o “de la Manlinche”), en la que vivió Cortés con su mujer, la española Catalina Juárez Marcaida, hasta que esta murió en extrañas circunstancias, y después por Malinche, noble india que fue reclutada por el conquistador como intérprete y luego se convirtió en su amante.
La plaza de la Conchita, agradable plazoleta ocupada por un espléndido jardín sombreado y adornado en el centro por la barroca Capilla de la Concepción. Esta iglesia, que se erigió sobre un templo tolteca, fue encargada por Cortés, y es uno de los primeros edificios de culto católico de Nueva España; la avenida Francisco Sosa, una de las más bellas calles del barrio, con grandes eucaliptos, y flanqueada por elegantes edificios de los siglos XVII y XVIII que acogen residencias privadas.
A continuación visita del Casa Museo Frida Kahlo (llamada “Casa Azul”), donde la artista nació, vivió y murió. Construida por su padre Guillermo, tres años antes de su nacimiento, las estancias están dispuestas en torno a un hermoso patio, y conservan la decoración original.
La casa está llena de recuerdos y pertenencias que evocan la larga y tempestuosa relación con su marido Diego Rivera, y con los intelectuales de izquierdas a los que solían invitar aquí. Instrumentos de cocina, joyas, vestidos, fotografías y otros objetos de la vida cotidiana de la artista se mezclan con obras de arte popular mexicano, con numerosas muestras tradicionales de esqueletos y calaveras, esculturas prehispánicas y pinturas de la época de la colonia.
El arte de Frida Kahlo expresa básicamente la angustia de su existencia, y de entre sus obras expuestas, destacamos: Retrato de mi padre Guillermo Kahlo, (1952), Frida y la cesárea (1931), dedicada a su deseo de ser madre destinado al fracaso; Viva la Vida (1954) famoso cuadro pintado por la artista pocos días antes de su muerte, y que representa un tema muy querido por ella, las sandías; y Retrato de la familia (1949), ilustra de forma original sus raíces húngaro-oaxaqueñas.
Otros lienzos reflejan sus coqueteos con iconos socialistas: alrededor de su cama hay colgados retratos de Lenin y Mao. También el lienzo, El marxismo dará salud a los enfermos (1954).
También se exhiben dibujos y pinturas de Diego Rivera, y obras de amigos de la pareja, como José María Velasco, Marcel Duchamp o Paul Klee. En el dormitorio se conservan los agujeros de bala de un intento fallido de asesinato de Trotsky, quien durante un tiempo vivió en esa casa junto a su esposa Natalia, después de huir de la Unión Soviética al ser condenado a muerte por Stalin.
Alojamiento en HAMPTON INN & SUITES MEXICO CITY – CENTRO HISTóRICO.
Experiencias únicas durante nuestro viaje a MéXICO con VAGAMUNDOS:
– Descubrir el inmenso patrimonio de CIUDAD DE MéXICO, una ciudad abrumadora por extensión y grandeza, con una enorme riqueza cultural y artística. La Casa Museo Frida Kahlo, el Zócalo, la Catedral Metropolitana; el Palacio Nacional, con los murales de Diego Rivera; el Templo Mayor, el mayor santuario azteca; la Plaza de las Tres Culturas, la Basílica de Guadalupa, Xoximilco, una de las grandes obras de ingeniería, …
– Perderte en el Museo Nacional de Arqueología, uno de los más importantes del mundo, donde descubrir las civilizaciones que han creado la riqueza cultural de México: olmecas, mayas, zapotecas o aztecas. Aquí se encuentra la Piedra del Sol azteca (mal llamado Calendario Azteca)
– Sentir las energías místicas de TEOTIHUACáN, el lugar donde “fueron creados los dioses”, una de las mayores ciudades de Mesoamérica durante la época prehispánica y de la cual se desconoce casi todo. Las asombrosas Pirámide del Sol y de la Luna, dominan la ciudad.
– Pasear por las calle de la bellísima PUEBLA, ciudad criolla por excelencia con su bellos edificios coloniales y la más esbelta y hermosa catedral de las construidas en Nueva España. Cerca de allí, otro lugar mítico como CHOLULA, que Cortés describiera como “la ciudad más bella fuera de España”, con la Pirámide de Tepanapa, la más grande de México, sepultada bajo una colina.
– Perderte en OAXACA, otra hermosa ciudad colonial, con sus monumentos barrocos y arquitectura señorial, dentro de un ambiente donde se respira el sosiego y la tranquilidad. Una vez allí tendremos tiempo para recibir la energía telúrica que nos aportarán los antiguos yacimientos de Monte Albán y Mitla.
– Navegar en lancha por una de las grandes maravillas naturales de América, como es el Cañón del Sumidero, una falla con muros que se elevan más de 1300 m desde la profundidad del río.
– Ya en CHIAPAS, pasear por las calles adoquinadas de San Cristóbal de las Casas, una de las ciudades coloniales más apasionantes y conmovedoras que uno pueda encontrar. Su embriagadora mezcla, indígena, colonial y cosmopolita la hacen única. Además, tenemos muy cerca los pueblos de San Juan Chamula y Zinacantán, donde se conservan las costumbres prehispánicas.
– En medio de la espesa selva tropical, con las pirámides elevándose sobre la vegetación y con los gritos de los monos aulladores perturbando el silencio, disfrutar de la misteriosa belleza de PALENQUE, una de las más importantes ciudades mayas.
– Otro centro arqueológico, plagado de simbolismo es UXMAL, un ejemplo singular del fabuloso esplendor artístico maya. El silencio y la soledad que envuelven estas ruinas contrastan con la animación que debió tener la metrópoli durante su época de esplendor.
– Pasear por los centros históricos de dos de las dos villas coloniales más importantes de YUCATáN, como son CAMPECHE Y MéRIDA, dos bellas ciudades con sus estrechas callecitas adoquinadas y sus soleadas y alegres plazas.
– Bañarte en las cristalinas aguas del cenote de Ik Kil, donde pequeñas cascadas caen desde el techo calizo envuelto en plantas colgantes.
– Aunque no son nuestras ruinas favoritas, por lo masificadas, hay que reconocer que CHICHEN ITZá es uno de los centros ceremoniales más espectaculares de toda la antigüedad. Desde la imponente y monolítica Pirámide de Kukulcán (también conocida como El Castillo), donde la sombra del dios serpiente emplumada sube por las escaleras durante los equinoccios de primavera y otoño, el mayor Juego de la Pelota de Centroamérica, hasta el Cenote de los Sacrificios o el curioso Observatorio El Caracol, el legado de los astrónomos mayas resulta fascinante.
– Tendrás la oportunidad de gozar de la auténtica COCINA MEXICANA. Nombrada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en 2010, cada región posee sus propios platos originales. Su cocina está basada en el maíz, los frijoles, el chile, a los que se añaden diversos ingredientes autóctonos. Pídete unos tamales, (masa de maíz cocida y rellena de carne o verduras), unas enchiladas, unos tacos o un guisado de carne acompañado de un buen mole. En general todos los platos se componen de arroz, frijoles y tortas de maíz pero encontrarás una gran variedad de sabores y picantes según la región donde te encuentres.
– México es un auténtico paraíso para las COMPRAS con una infinita variedad de artesanías. Aquí podrás adquirir desde tejidos y joyas de plata y turquesa a tallas de madera, máscaras y otros artículos. La habilidad y creatividad de sus artesanos, te sorprenderán. Las mejores hamacas de hilo de algodón las puedes encontrar en Cancún. En Oaxaca, podremos encontrar su típica cerámica negra, máscaras de madera de variadas formas y colores, y bellas telas y bordados. La cerámica y alfarería de Puebla posee una gran (y merecida) fama; en San Cristóbal de las Casas, son famosos sus diseños de joyas de ámbar y jade.
– Y después de esta hemorragia cultural y culinaria, disfrutar de un día a tu aire en CANCúN, con un mar con miles de matices turquesas, las blancura deslumbrante de la arena compuesta de polvo de coral y muchísimas actividades que puedes realizar.