Viajamos por tercera vez a México. Aquellos viajes que nos han causado una especial impresión, más temprano que tarde, los volvemos a realizar, y México es sin duda uno de los destinos más fascinantes del planeta. Volveremos a gozar de su increíble riqueza cultural, de su luz y su color, así como de los maravillosos paisajes de un país que conserva con orgullosa dignidad las raíces ancestrales de su cultura.
Disfrutaremos de sus sitios arqueológicos como TEOTIHUACáN, el lugar donde “se crearon los dioses” y centro de la mitología mexicana con sus espectaculares pirámides del Sol y de la Luna; MONTE ALBáN, repleto de rincones misteriosos y sorpresas ocultas; la mítica PALENQUE, donde las pirámides se elevan sobre la jungla y los monos chillan y saltan entre el denso follaje; o la espectacular CHICHEN ITZá, en la península de Yucatán.
Sus ciudades coloniales como la inmensa capital CIUDAD DE MéXICO, donde encontramos, junto a los edificios virreinales, otros modernos y sofisticados, y antiguos restos arqueológicos, así como esa obra maestra de la ingeniería realizada por los aztecas, como son las chinampas de XOCHIMILCO; la bellísima PUEBLA, que sin duda es la que mejor conserva el sabor colonial; también visitaremos OAXACA, que cautiva con su hermosa arquitectura colonial y unas extraordinarias iglesias barrocas; SAN CRISTóBAL DE LAS CASAS, en el corazón de Chiapas, un lugar lleno de magia con sus calles adoquinadas y su embriagadora mezcla de lo moderno y lo maya. Pasearemos por las calles de CAMPECHE y de MéRIDA, capital cultural de Yucatán.
Y podremos contemplar maravillas naturales como el CAñóN DEL SUMIDERO o las CASCADAS DE AGUA AZUL.
También, cómo no, saborearemos la cocina tradicional mexicana, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO como bien inmaterial, y tendremos tiempo para curiosear en los muchos mercadillos, en los que podremos adquirir artesanía dentro de la infinita variedad que nos ofrecen los artistas mexicanos.
En esta primera entrada, visitamos el impresionante centro histórico de Ciudad de México; y ya por la tarde recorreremos las salas más interesantes del Museo Nacional de Amtropología, uno de los más importantes del mundo.
Día 1: MADRID – CIUDAD DE MéXICO
Presentación en el aeropuerto de Madrid tres horas antes de la salida. Trámites de embarque y salida a las 14.50 del vuelo AM002 de la compañía AEROMéXICO con dirección a MéXICO D.F. Llegada a las 20.20 hora local. Después de los habituales trámites de entrada, recepción y asistencia en el aeropuerto a cargo de los representantes de nuestro receptivo en Ciudad de México.
Traslado al hotel. Alojamiento en HAMPTON INN & SUITES MEXICO CITY – CENTRO HISTóRICO.
Día 2: CIUDAD DE MéXICO
Centro histórico, Colonia Roma, Museo Nacional de Antropología.
Desayuno buffet en el hotel.
La abrumadora y fascinante CIUDAD DE MéXICO que, por su extensión y grandeza ya causara una fuerte impresión a los conquistadores, continúa hoy día impactando a sus visitantes. Esta vasta, febril, superpoblada y contaminada metrópoli es rica en historia indígena y colonial. Resulta difícil imaginar que hace solo cinco siglos estaba ocupada por una cadena de lagos. Ya en el año 200 a.C., existía en la zona una especie de federación de aldeas agrícolas, alrededor del lago Texcoco. Durante los siguientes siglos, el poder del centro de México estuvo dividido entre diferentes ciudades-estado.
Los mexica (nombre que se daban a sí mismos los aztecas), una tribu errante que afirmaba proceder de Aztlán (“lugar de las garzas”), mítica isla en el noroeste de México, iniciaron, a principios del s. XIII una larga peregrinación que les lleva a asentarse al borde del lago de Texcoco, donde en 1325 fundan la gran Ciudad de México-Tenochtitlán, como un recuerdo de su legendaria isla de Aztlán.
Según cuenta la leyenda, cuando llegaron a las orillas del gran lago, vieron una isla en la que crecía un nopal y, posada sobre el cactus craso, un águila que llevaba una serpiente en el pico. El signo fue interpretado como un claro presagio de que aquél era el lugar donde el pueblo azteca se asentaría, alcanzando su capital en la isla de la laguna. Hoy día, el nopal, el águila y la serpiente forman parte del escudo de México.
Comienzan a urbanizar ese terreno pantanoso, uniendo las diferentes islas entre sí mediante diques y puentes, creando una extensa ciudad de canales, en una obra de ingeniería sin precedentes.
Poco a poco la ciudad, se irá convirtiendo en el centro neurálgico de la civilización azteca, hasta alcanzar, en menos de cien años, al desarrollo y la grandeza que provocó el asombro de los conquistadores españoles (“Cosa de Maravilla”). Con sus más de 200.000 habitantes en el momento de la conquista, llegó a convertirse en una de las mayores ciudades del mundo de su época.
En el centro de la ciudad se encontraba el complejo religioso monumental, entre los que destacaba la gran pirámide del Templo Mayor. A su alrededor se levantaban los palacios de los nobles y otros templos menores y alrededor del conjunto se extendía la ciudad con sus barrios, mercados y vías fluviales.
En 1521, un reducido grupo de españoles liderados por Hernán Cortés, con el apoyo de una amplia coalición de pueblos indígenas, conquistó a sangre y fuego Tenochtitlán, arrasándola por completo. De hecho, hoy día solo se conservan unas pocas estructuras de la época azteca.
Con el tiempo la ciudad resurgió como la próspera y elegante capital del virreinato de Nueva España, con anchas calles sobre los canales y las calzadas elevadas aztecas.
Durante el s. XVII se siguió construyendo grandes edificios virreinales, que empezaron a hundirse en el blando del lecho del lago. En 1629 una lluvia torrencial dejó sumergida la ciudad durante cinco años. En el s. XVIII las condiciones urbanas mejoraron notablemente, siendo la época dorada de Ciudad de México. Con Porfirio Díaz que gobernó el país entre 1876 y 1911 se construyeron grandes mansiones y teatros estilo parisino. La ciudad siguió creciendo en la década de 1970 gracias a la gente rural que buscaba mejorar su calidad de vida en las florecientes industrias, disparándose la población del área metropolitana.
Ciudad de grandes contradicciones, y diferencias sociales, en realidad es muy hospitalaria y presume de una larga historia de tolerancia y acogida, en nombre de al cual ha dado refugio en el pasado a exiliados y perseguidos políticos de todo el mundo. Actualmente está sufriendo una lavado de cara, con renovados espacios públicos llenos de vida, una escena culinaria en auge y un floreciente renacimiento cultural.
Iniciamos nuestro recorrido por el CENTRO HISTóRICO DE LA CIUDAD (DECLARADO PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD POR LA UNESCO EN 1987), por la zona de la alameda central, donde podremos contemplar desde el exterior, algunos bellos edificios de la ciudad.
El Palacio de Bellas Artes, auditorio y centro de arte de mármol banco de Carrara, encargado por el presidente Porfirio Díaz. La construcción de este emblemático edificio fue iniciada en 1905 por el arquitecto italiano Adamo Boari en estilos neoclásico y art nouveau, siendo el mexicano Federico Mariscal, quien terminó el interior en la década de 1930.
La fachada es muy apreciada por sus esculturas de mármol y bronce y por las verjas de hierro forjado; la decoración incluye motivos ornamentales de tradición prehispánica, como los guerreros-águila utilizados en los balcones de la fachada principal y de las laterales. El edificio, sede desde 1946 del Instituto Nacional de Bellas Artes, ha sufrido desde su construcción un hundimiento de casi 4 m debido a la inestabilidad del terreno. Más acentuado por la parte izquierda, ha sido disimulado en los últimos años por sucesivas pavimentaciones que han mitigado el desnivel.
La Iglesia de San Francisco, comenzada por Cortés en 1524, fue el primer y mayor convento franciscano de la ciudad. Consagrada en el año 1719, en su muro norte se abre la soberbia portada churrigueresca, una de las obras neoclásicas más notales de la capital.
Frente a la iglesia se encuentra la Casa de los Azulejos, elegante palacio del año 1596, cuya fachada fue revestida completamente de azulejos azules y blancos del siglo XVIII. Es el primer lugar donde fue Pancho Villa con su tropa cuando tomó México.
Durante el periodo virreinal fue la residencia de los Condes del Valle de Orizaba. Se cuenta que el padre reprendió a su hijo, reprochándole su alocada vida: “Hijo, así nunca llegarás lejos, ni harás casa de azulejos …”. Este finalmente casó con una joven heredera que lo hizo rico, mandó al diablo aquella predicción paterna que suponía que no llegaría a nada en la vida y decoró por completo la casa recibida como dote con estas piezas de cerámica. Eso sí, hizo creer que procedían de China, cuando en realidad estaban fabricadas en Puebla.
Continuamos con el Zócalo, de gran armonía arquitectónica, aquí se desarrollan los actos de mayor importancia, además de ser el corazón histórico del país y una de las más bellas y antiguas plazas del mundo. Se trata de un enorme cuadrilátero de de aproximadamente 46 800 m² (195 m x 240 m), lo que la convierten en la tercera más grande del mundo (tras la Plaza Roja de Moscú y la de Tiananmen, en Pekín). Inaugurada en 1524, Hernán Cortés decidió que el centro de la nueva ciudad española estuviera aquí, en el emplazamiento del mercado azteca de la antigua Tenochtitlán.
Se encuentra rodeado por grandes edificios como la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México al norte, el Palacio Nacional (sede del Poder Ejecutivo Federal) al este, el Antiguo Palacio del Ayuntamiento y el Edificio de Gobierno (réplica del anterior) al sur, y al oeste por edificios comerciales (como el Portal de Mercaderes), administrativos y hoteles. En la esquina noreste de la plaza, se encuentra el Templo Mayor.
Las piedras de las pirámides sirvieron para construir los nuevos edificios y las iglesias coloniales y para pavimentar la plaza. La plaza, siempre muy animada, se encuentra rodeada de hermosos edificios, y su centro aparece coronado por una grandiosa bandera de la república.
La estructura más emblemática del zócalo es la Catedral Metropolitana, monumental edificio (el mayor templo de Latinoamérica) de 109 m de largo, 59 m de ancho y 65 m de alto. Construida sobre las ruinas del antiguo templo azteca, tardó en construirse casi tres siglos (de 1525 a 1813), lo que se refleja en la multiplicidad de estilos de su arquitectura y en la decoración interior, que abarca desde el clasicismo hasta el neoclasicismo, pasando por el barroco y el churrigueresco.
La catedral, dañada por el incendio de 1967 y el terremoto de 1985 ha sido restaurada varias veces. La fachada barroca está coronada por elementos neoclásicos, balaústres y pináculos. En ella se abren tres portadas flanqueadas por columnas y hornacinas adornadas con relieves.
Su sobrio interior, de grandiosas proporciones, consta de tres naves y crucero coronado por una cúpula central. En las naves laterales hay catorce capillas profusamente decoradas, y en la nave central se halla la sillería del coro con una reja de aleación de oro importada de Macao, sillería de exquisita talla y dos magníficos órganos. Los cinco altares principales y las capillas contienen un valioso muestrario de pinturas y esculturas. El principal tesoro artístico es la Capilla de los Reyes, una obra maestra con un importante retablo churrigueresco de madera tallado y dorado por el sevillano Jerónimo de Balbás.
La parte este del Zócalo se encuentra rodeada por el Palacio Nacional, magnífico edificio construido en 1523 sobre las ruinas del palacio del emperador azteca Moctezuma II Xocoyotzin. Fue la residencia de los virreyes de España y de los presidentes de la República hasta finales del siglo XIX. Sus 200 m de elegante fachada se encuentra aligerada en la primera planta por una larga serie de ventanales adornados con balcones de hierro forjado.
En 1927, le fue añadida una planta superior con ventanas. En el interior existen numerosos patios, el principal presenta niveles de arcadas superpuestas y una fuente en el centro. En él se celebró en 1526 la primera corrida de toros de Nueva España en honor de Hernán Cortés.
Sin duda lo más destacado del Palacio son los murales de Diego Rivera, que cubren las paredes de la escalera monumental y las de la galería de la primera planta. Pintados entre 1929 y 1935, narran la historia del país, entendida como una lucha entre los “buenos” (pueblos precolombinos, caudillos independentistas y revolucionarios) y los “malos” (colonialistas, conservadores y capitalistas).
Abarcan desde la época prehispánica hasta el siglo XX, pasando por las guerras de la conquista española, la vida de la colonia, la época del Porfiriato, la Reforma y, enmarcada en el arco central, la Independencia, el Imperio y la Revolución mexicana. También hay escenas de la vida moderna en las que el “comunista Rivera” representó a huelguistas, proletarios, la lucha de clases, y un gran retrato de Marx.
Por encima de la puerta central del palacio se halla la campana de Dolores, que es la que Miguel Hidalgo hizo sonar el 16 de septiembre de 1810 en el pueblo de Dolores, dando comienzo al movimiento independentista de México.
También podremos contemplar el exterior del Templo Mayor, un sitio arqueológico, que aunque nos pueda resultar decepcionante, tiene un gran valor histórico y simbólico: aquí se encuentran los vestigios del monumento más importantes del Imperio Azteca.
Según la leyenda, el templo fue levantado en el lugar elegido por la deidad tutelar azteca, Huitzilopochtli. En 1978, unos operarios de la compañía eléctrica, encontraron un disco de piedra de 8 toneladas tallado con la diosa azteca Coyolxauhqui; fue entonces cuando se tomó la decisión de demoler los edificios virreinales y excavar este templo. En el recinto ceremonial, un cuadrado de 500 m de lado en el que se alzaban 78 edificios, está representada toda la visión azteca del cosmos.
El templo representa el centro del universo del cual, según la cosmología, parten las cuatro direcciones del mundo.
Continuación hacia la Colonia Roma uno de los barrios de moda de la ciudad. Nacido en 1903 durante la administración de Porfirio Díaz, en sus inicios fue un barrio residencial de la élite política y económica, en el que se edificaron suntuosas mansiones y palacetes, parte de los cuales se demolieron cuando la colonia perdió importancia.
Posteriormente se convirtió en un barrio bohemio de ambiente parisino y galerías de arte por todos lados, a lo que actualmente se han añadido muchos restaurantes, bares y locales nocturnos además de conservar bonitos ejemplos de arquitectura de diferentes épocas, desde la Belle époque o Art-Nouveau, hasta arquitectura neocolonial.
Pasearemos por este barrio de espíritu hípster, hasta llegar a la Taquería en la que disfrutaremos de una comida a base de verdaderos y únicos tacos mexicanos.
Almuerzo en Taquería El Califa.
Nuestra siguiente visita será el Museo Nacional de Antropología, considerado como uno de los más importantes del planeta. Precedido por la colosal estatua monolítica de Tláloc (de época teotihuacana), el museo fue inaugurado en 1964.
La arquitectura del lugar es en sí misma un motivo de belleza, contando entre sus atractivos con un gran domo del cual cae una cascada de agua en homenaje a Tláloc, dios de la lluvia de los antiguos aztecas. Se cree que ésta es la mayor estructura de hormigón del mundo apoyada en una sola columna.
A lo largo de sus 24 salas iremos descubriendo las civilizaciones que han creado la riqueza cultural y artística de México: olmecas, mayas, zapotecas, mixtecas, etc. Además, cuenta con reproducciones de algunos de los edificios más destacados de las civilizaciones mesoamericanas, que nos sumergen en su cultura y su forma de vida.
Destacamos de este excepcional museo, entre otras muchísimas maravillas, la SALA DE LOS ORíGENES, que cuenta con una gran pintura mural que ilustra el origen de la población de las Américas; la SALA DEL PRECLáSICO, con las estatuillas de terracota Tlatilco (1800-1300 a.C.), donde están representadas figuras femeninas, o el llamado vaso del acróbata, en el que se representa un contorsionista con rasgos de influencia olmeca.
La SALA TEOTIHUACáN, está íntegramente dedicada a esta civilización, que floreció durante el Período Clásico y cuya influencia se extendió a toda el área mesoamericana. Destacamos la bellísima máscara funeraria de piedra, con incrustaciones de turquesa, pirita y jade, así como la enorme estatua de piedra de Chalchiuhtlicue, diosa del agua descubierta en la pirámide de la luna; las colosales cabezas olmecas, construidas en basalto, y que se piensa que fueron retratos de personas de alto rango.
En la SALA TOLTECA, cuya parte principal está dedicada a Tula, la capital tolteca, con sus estelas, atlantes y esculturas o cerámicas. La pieza más llamativa es un enorme guerrero de piedra de casi 5 m de altura, de los denominados Atlantes de Tula.
Pero sin duda, la más importante es la SALA AZTECA (O MEXICA), en la que nos detendremos especialmente para hacernos una idea de la vida cotidiana de este pueblo, el poder y opulencia de sus teocráticos soberanos y su insaciable apetito de sangre, sacrificios, guerra y conquistas. Son muchas las obras que han dejado los mexicas, quienes realizaron excelentes esculturas, sobre todo en piedra, de gran realismo y al tiempo con un alto contenido simbólico.
Destaca una cabeza de piedra, que es posiblemente una representación de un azteca corriente, en la que para mayor realismo se han añadido dientes y ojos. También se incluye una maqueta del recinto sagrado que se alzaba en el centro de Tenochtitlán.
La Piedra de Tizoc, monolito circular de 2,65 m de diámetro hallado junto a la Plaza de la Constitución en 1791, con relieves que conmemoran las conquistas del emperador Tizoc. También importante es la estatua de Coatlicue, diosa de la tierra en su doble función de creadora y destructora, madre de la divinidad tutelar azteca Huitzilopochtli.
Pero la auténtica joya de la sala es la Piedra del Sol, disco de basalto al que se alude erróneamente como Calendario Azteca, que fue desenterrado en el Zócalo en 1790, y donde se describe el principio del mundo azteca y se vaticina su fin. Los aztecas pensaban que vivían en la quinta y última creación del mundo, a cada una de las cuales llamaban sol. La piedra mide 3,6 m de diámetro y pesa 24 toneladas.
La SALA DE OAXACA, muestra el excelente legado de las civilizaciones zapoteca (200-600 d.C.) y mixteca (1000-1500 d.C), a las que se les debe Monte Albán y Mitla (que visitaremos en días posteriores). Destaca el Gran Jaguar de terracota, que servía de urna funeraria, y la máscara de murciélago, de jade, relacionada con la divinidad representada por este animal.
La SALA MAYA, exhibe hallazgos del sureste de México, Guatemala, Belice y Honduras. La réplica a escala real de la tumba del rey Pakal, descubierta en el Templo de las Inscripciones de Palenque es espectacular. También de ese mismo templo procede la cabeza de hombre joven de Palenque, encontrada entre las ofrendas de una tumba. Las estelas de Yaxchilán en la que aparece un cacique maya y una soberbia máscara en mosaico de jade, anillos y adornos de jade, también son destacables.
Alojamiento en HAMPTON INN & SUITES MEXICO CITY – CENTRO HISTóRICO.
Experiencias únicas durante nuestro viaje a MéXICO con VAGAMUNDOS:
– Descubrir el inmenso patrimonio de CIUDAD DE MéXICO, una ciudad abrumadora por extensión y grandeza, con una enorme riqueza cultural y artística. La Casa Museo Frida Kahlo, el Zócalo, la Catedral Metropolitana; el Palacio Nacional, con los murales de Diego Rivera; el Templo Mayor, el mayor santuario azteca; la Plaza de las Tres Culturas, la Basílica de Guadalupa, Xoximilco, una de las grandes obras de ingeniería, …
– Perderte en el Museo Nacional de Arqueología, uno de los más importantes del mundo, donde descubrir las civilizaciones que han creado la riqueza cultural de México: olmecas, mayas, zapotecas o aztecas. Aquí se encuentra la Piedra del Sol azteca (mal llamado Calendario Azteca)
– Sentir las energías místicas de TEOTIHUACáN, el lugar donde “fueron creados los dioses”, una de las mayores ciudades de Mesoamérica durante la época prehispánica y de la cual se desconoce casi todo. Las asombrosas Pirámide del Sol y de la Luna, dominan la ciudad.
– Pasear por las calle de la bellísima PUEBLA, ciudad criolla por excelencia con su bellos edificios coloniales y la más esbelta y hermosa catedral de las construidas en Nueva España. Cerca de allí, otro lugar mítico como CHOLULA, que Cortés describiera como “la ciudad más bella fuera de España”, con la Pirámide de Tepanapa, la más grande de México, sepultada bajo una colina.
– Perderte en OAXACA, otra hermosa ciudad colonial, con sus monumentos barrocos y arquitectura señorial, dentro de un ambiente donde se respira el sosiego y la tranquilidad. Una vez allí tendremos tiempo para recibir la energía telúrica que nos aportarán los antiguos yacimientos de Monte Albán y Mitla.
– Navegar en lancha por una de las grandes maravillas naturales de América, como es el Cañón del Sumidero, una falla con muros que se elevan más de 1300 m desde la profundidad del río.
– Ya en CHIAPAS, pasear por las calles adoquinadas de San Cristóbal de las Casas, una de las ciudades coloniales más apasionantes y conmovedoras que uno pueda encontrar. Su embriagadora mezcla, indígena, colonial y cosmopolita la hacen única. Además, tenemos muy cerca los pueblos de San Juan Chamula y Zinacantán, donde se conservan las costumbres prehispánicas.
– En medio de la espesa selva tropical, con las pirámides elevándose sobre la vegetación y con los gritos de los monos aulladores perturbando el silencio, disfrutar de la misteriosa belleza de PALENQUE, una de las más importantes ciudades mayas.
– Otro centro arqueológico, plagado de simbolismo es UXMAL, un ejemplo singular del fabuloso esplendor artístico maya. El silencio y la soledad que envuelven estas ruinas contrastan con la animación que debió tener la metrópoli durante su época de esplendor.
– Pasear por los centros históricos de dos de las dos villas coloniales más importantes de YUCATáN, como son CAMPECHE Y MéRIDA, dos bellas ciudades con sus estrechas callecitas adoquinadas y sus soleadas y alegres plazas.
– Bañarte en las cristalinas aguas del cenote de Ik Kil, donde pequeñas cascadas caen desde el techo calizo envuelto en plantas colgantes.
– Aunque no son nuestras ruinas favoritas, por lo masificadas, hay que reconocer que CHICHEN ITZá es uno de los centros ceremoniales más espectaculares de toda la antigüedad. Desde la imponente y monolítica Pirámide de Kukulcán (también conocida como El Castillo), donde la sombra del dios serpiente emplumada sube por las escaleras durante los equinoccios de primavera y otoño, el mayor Juego de la Pelota de Centroamérica, hasta el Cenote de los Sacrificios o el curioso Observatorio El Caracol, el legado de los astrónomos mayas resulta fascinante.
– Tendrás la oportunidad de gozar de la auténtica COCINA MEXICANA. Nombrada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en 2010, cada región posee sus propios platos originales. Su cocina está basada en el maíz, los frijoles, el chile, a los que se añaden diversos ingredientes autóctonos. Pídete unos tamales, (masa de maíz cocida y rellena de carne o verduras), unas enchiladas, unos tacos o un guisado de carne acompañado de un buen mole. En general todos los platos se componen de arroz, frijoles y tortas de maíz pero encontrarás una gran variedad de sabores y picantes según la región donde te encuentres.
– México es un auténtico paraíso para las COMPRAS con una infinita variedad de artesanías. Aquí podrás adquirir desde tejidos y joyas de plata y turquesa a tallas de madera, máscaras y otros artículos. La habilidad y creatividad de sus artesanos, te sorprenderán. Las mejores hamacas de hilo de algodón las puedes encontrar en Cancún. En Oaxaca, podremos encontrar su típica cerámica negra, máscaras de madera de variadas formas y colores, y bellas telas y bordados. La cerámica y alfarería de Puebla posee una gran (y merecida) fama; en San Cristóbal de las Casas, son famosos sus diseños de joyas de ámbar y jade.
– Y después de esta hemorragia cultural y culinaria, disfrutar de un día a tu aire en CANCúN, con un mar con miles de matices turquesas, las blancura deslumbrante de la arena compuesta de polvo de coral y muchísimas actividades que puedes realizar.