Estamos ya en los últimos días de nuestro viaje. En esta sexta entrega os reseñamos algunos de los lugares más bellos de la costa atlántica, con mucha historia, y con una evidente influencia portuguesa, como son Essaouira (antigua Mogador) y El Jadida, (antigua Mazagan) ambas patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Otra ciudad que visitaremos será Casablanca, que aunque no tiene nada que ver con el film de Michael Curtiz, posee la impresionante mezquita de Hassan II.
Día 10 – MARRAKECH: día libre
Desayuno buffet en el hotel.
Seductora, envolvente, solar, mágica, sensual. Es imposible describir con un solo adjetivo la atmósfera de Marrakech; esta perla tiene mil matices impalpables, como miles son sus leyendas, miles los poderosos que han pretendido poseerla y cientos de miles los occidentales que han quedado prendados de ella. Marrakech es una de las ciudades que mejor encarna la idea y los estereotipos de la cultura y de las tradiciones del país. No es una ciudad que impacte por sus monumentos ni que tenga sorprendentes museos que ver, es más bien un viaje a un mundo distinto en el que la gracia está en el acontecer diario de sus habitantes.
Es por ello que, aunque no lo hacemos habitualmente, en esta ocasión dejamos el DíA LIBRE para que os podáis perder libremente por sus laberínticas callejuelas del zoco, dediquéis más tiempo a pasear por la Plaza Jemaa el-Fna, os podáis tomar un té a la menta en el Café de France, en el Café Glacier o en el Café Argana, os deis un masaje en un hamman o podáis pasear por el palmeral de Marrakech en calesa. También, cómo no, seguro que dedicaréis tiempo a las compras.
La mejor hora para visitar el Zoco de Marrakech es por la mañana, ya que a medida que cae la tarde se van cerrando los puestos de forma paulatina. En la ciudad se regatea hasta en las tiendas; por lo que en el zoco, la cuna del regateo, no deberéis pagar más de un tercio de lo que inicialmente os pidan.
Una visita muy recomendable es el Jardín Majorelle, que se encuentra en el barrio de Guéliz, el barrio de Marrakech que se desarrolló durante el protectorado francés. Se trata de un jardín de casi 9.000 m2, que perteneció al pintor Jacques Majorelle (1886-1962), quien construyó esta obra de arte compuesto de plantas exóticas y especies raras que rescató de sus viajes por todo el mundo: cactus, yuccas, nenúfares, nympheas, jazmines, buganvillas, jazmines, helechos, palmeras, cocoteros, bananeros, bambús; y todo ello adornado con fuentes, alamedas, chorros de agua, jarras de cerámica o pérgolas.
Tanto la casa del artista como todo el jardín están pintados con un característico color azul cobalto de ultramar. A la muerte de Majorelle el jardín quedó abandonado, hasta que en 1980 Yves Saint Laurent y su pareja sentimental, Pierre Bergé, lo adquieren y lo restauran, incrementando además el número de especies vegetales, que pasan de 135 a más de 300.
El jardín está cuidado por 20 jardineros y alberga plantas de los cinco continentes, así como 15 especies de pájaros del Norte de áfrica. Saint Laurent y Bergé conservaron la parte de vivienda para su uso privado y transformaron el taller del pintor en el Museo de Arte Bereber de Marrakech, en el que se puede contemplar, dividido en cuatro espacios distintos, la extraordinaria creatividad de este pueblo, el más antiguo del norte de áfrica. Se exhiben una gran variedad de piezas de la colección personal de Yves Saint Laurent, como cerámicas, joyas, armas y alfombras.
Tras la muerte de Yves Saint Laurent en 2008, Pierre Bergé esparció sus cenizas en el jardín de rosas y se colocó una columna romana de Tánger en su memoria.
Muy cerca se encuentra el Museo Yves Saint Laurent, que abrió sus puertas en 2017 para albergar la impresionante colección del modisto, que comprende 5.000 prendas de vestir, 15.000 accesorios de alta costura, así como decenas de miles de bocetos y objetos variados. Yves Saint Laurent siempre reconoció la influencia de los colores de Marruecos en su trabajo.
Existe la posibilidad de sacar una entrada conjunta para ver los dos museos y el jardín.
Cena y alojamiento en el hotel ADAM PARK MARRAKECH HOTEL & SPA.
Día 11 – MARRAKECH – ESSAOUIRA
Desayuno buffet en el hotel.
Nos despedimos de la maravillosa Marrakech y ponemos rumbo a ESSAOUIRA, conocida antiguamente como Mogador. Situada en la costa occidental atlántica, al norte del cabo Sim, sobre una península rocosa, lo primero que sorprende es su aislamiento, apareciendo repentinamente en la hondonada.
Sus casas están encaladas, con las puertas y ventanas pintadas de azul celeste, y entre ellas se yerguen numerosas araucarias con sus siluetas de candelabro de varios brazos. Al ponerse el sol, sus murallas se iluminan con reflejos rosados, recortándose sobre el horizonte con sus macizos de flores.
La ciudad produce una honda impresión por la belleza del lugar, la calidad de la luz, la especial suavidad del clima y la autenticidad de sus gentes; es como una acuarela de colores perfecta, de horizonte azul que contrasta con las fortificaciones de color ocre rosado y con sus casas blancas de marcos azules; un lugar pintoresco y acogedor, propicio a la poesía y el ensueño.
Descubierta por los fenicios hacia el s. VII a.C., Essaouira tiene una larga y gloriosa historia. Hay asentamientos que demuestran que los habitantes extraían de los múrices, un molusco del que se extraía la púrpura tiria (colorante púrpura), el más preciado de la antigüedad. Ya en el s. XV los portugueses establecen aquí un importante puesto militar que llamaron Mogador, pero lo perdieron a manos de los saadíes en 1541. El puerto perdió importancia (se prefirió el de Agadir), hasta la llegada de los alauitas que volvieron a desviar el comercio marítimo a Essaouira.
La ciudad moderna se fundó en 1760, cuando el sultán alauita Sidi Mohammed ben Abdallah encargó un proyecto al arquitecto francés Théodore Cornut para diseñar una nueva ciudad, apta para el comercio internacional. Cornut planificó la estructura del lugar según criterios urbanísticos europeos con calles rectas y más anchas que las marroquíes. De ahí el nombre de Essaouira, que significa “la bien diseñada”.
La ciudad se convirtió en un enlace comercial entre Tombuctú y Europa, con la que se intercambiarían productos elaborados europeos con artículos tan preciados como oro, sal, marfil o plumas de avestruz. Con el protectorado francés, en 1912 pasó a llamarse nuevamente Mogador, perdiendo importancia, hasta la llegada de la independencia en 1956, cuando este paraíso de la calma volvió a llamarse Essaouira.
Lo que antaño fuera un nido de piratas que asolaban las costas del sur de Europa y las Islas Canarias, es ahora uno de los destinos más bellos y auténticos de todo Marruecos.
A la llegada pasearemos por su Puerto, el lugar más animado de la ciudad, lleno de variopintas embarcaciones y abarrotado de pescadores. Desde primera hora de la mañana, cuando brama el viento sobre la playa desierta y las gaviotas y los cormoranes, omnipresentes en los muelles, rompen el silencio con sus insistentes gritos, el puerto se va animando poco a poco.
Presenciaremos la agitación que se crea al llegar los barcos y descargarlos, cuando los pescadores se pasan al vuelo las cestas llenas de pescado y comienza la subasta de sardinas, jureles, caballas o mariscos.
Almuerzo en restaurante local.
El elemento que define a la ciudad es su imponente sistema de fortificaciones. Los portugueses levantaron una imponente muralla y un muelle fortificado que aún hoy se cuentan entre los más importantes del norte de áfrica.
Comenzaremos la visita de la ciudad, cruzando la Puerta de la Marina, de estilo neoclásico, que comunica la ciudad con el puerto y que según la inscripción que aparece en el frontón, su apertura data del año 1769.
Continuamos con la Skala del Puerto, que forma parte de la típica estampa de Essaouira: el castillo y las gaviotas revoloteando sobre él. Desde la torre angular, tendremos unas fantásticas panorámicas del puerto de pescadores y la isla de Mogador, así como de la medina amurallada.
La Skala de la Ville, el impresionante bastión de más de 200 metros de longitud construido sobre los acantilados, que alberga una colección de cañones de bronce europeos de los siglos XVIII y XIX. Esta construcción fue la fortaleza principal construida por Sidi Mohammed Ibn Abdallah para defender la ciudad. Hay unas fantásticas vistas al mar y fue aquí mismo donde Orson Welles rodó parte de su versión de Otelo.
Durante el camino encontraremos talleres de ebanistas que elaboran pacientemente los objetos de marquetería que han hecho famosos a los artesanos de esta ciudad. Sobre todo se utiliza la madera tuya, muy apreciada y aromática y que es muy abundante en esta zona.
A través cualquiera de las tres puertas monumentales, Bab Sbâa, Bab Marrakech y Bab Doukhala, se accede a la Medina de Essaouira (DECLARADO PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD POR LA UNESCO EN 2001), un calidoscopio de colores, olores y sonidos que apenas ha cambiado con el transcurrir del tiempo.
Nos encontraremos en medio de un alegre bullicio, donde cada uno está ocupado en su trabajo. Aquí no hay vehículos motorizados, todo es transportado en carretas tiradas por mulas. La blancura de las paredes de las casas y el azul de las ventanas y puertas nos recordarán a las de las islas del Mediterráneo. Las galerías de arte, el sonido de la música gnawa, y los murales callejeros nos invitan a pasear, entre los arcos de la antigua medina.
Sus zocos, no se parecen a los de otras ciudades marroquíes, con edificios de escasa altura, pequeñas plazas salpicando su estructura y un deslumbrante color blanco con destellos de azul añil en sus puertas y ventanas. Pasearemos por el mercado del grano, el de las especias, las diminutas tiendas de artesanía, y descubriremos un mundo tranquilo donde sastres, tintoreros, herreros, carpinteros y pintores conviven puerta con puerta.
Aunque aquí el producto estrella es el aceite de argán, procedente de este árbol, habitual en esta zona del Magreb, es una excelente oportunidad para adquirir algún recuerdo con más tranquilidad que en otros lugares.
El Antiguo Mellah, que tras ganar prosperidad en los siglos XVIII y XIX, la comunidad judía consiguió ocupar una importante posición económica y los joyeros judíos adquirieron un gran prestigio. Aunque el barrio judío ya no está habitado por la comunidad semita, todavía pueden verse las viejas casas de sus antiguos propietarios, ahora ocupadas por tiendas, con balcones delanteros que se abren a la calle, y algunas con inscripciones hebreas en el dintel.
Cena y alojamiento en el hotel ATLAS ESSAOUIRA GOLF & SPA.
EL ARTE EN ESSAOUIRA (artículo)
Essaouira es una ciudad empapada de arte y cultura que cobija un grupo de artistas, cada uno de los cuales posee un estilo propio. Su talento ha ganado a la crítica extranjera y sus obras se han expuesto en galería de arte europeas.
Este arte tribal encuentra su inspiración en los mitos, en la historia árabe bereber y en los orígenes africanos de la cultura marroquí. Los artistas, autodidactas, también son talladores de madera, marineros y constructores que comparten un afecto incondicional hacia la ciudad.
Su arte es un mundo poético poblado de arabescos, diseños geométricos, puntos, salpicones y multitud de objetos, animales y figuras humanas.
Uno de los pintores más importantes es Mohammed Tabal, conocido como “pintor del trance” que se inspira en sus raíces GNAUA, en la espiritualidad y trances que forman parte de los ritos de esta popular cofradía de origen africano. Sus pinturas están salpicadas de colores y presentan multitud de diminutos detalles, como elementos de rica simbología.
Otros pintores como Abdallah Elatrach, se inspira en escenas de los zocos y en las tradiciones de cofradía cuyos ritos implican estados de trance; Ali Maïmoune, otro artista importante, pinta mundos repletos de arboles poblados por monstruos, animales y guerreros fantásticos.
Día 12 – ESSAOUIRA – El Jadida – CASABLANCA
Desayuno buffet en el hotel.
Nos ponemos a primera hora en marcha rumbo a Casablanca, pero antes tenemos una parada en EL JADIDA, próspera ciudad gracias a su actividad industrial y a la proximidad del puerto de Jorf-Lasfar.
Conocida antiguamente como Mazagan, es probable que este fuera el lugar del antiguo puerto fenicio de Rubsis. Los portugueses fundaron la ciudad en 1513 en el emplazamiento de una antigua fortaleza almohade y la convirtieron en su principal puerto en Marruecos. En 1542 se construyó un fuerte. La abandonaron en 1769, tras ser derrotados por el sultán Mulay Ab dar-Rahman, no sin antes volar el fuerte.
La fortaleza permaneció en ruinas hasta que en 1820 fue reconstruida, aunque los nuevos pobladores prefirieron instalarse fuera de la misma, con lo que empezó a crecer la ciudad moderna. Una influyente comunidad judía se estableció aquí controlando el comercio con el interior. Los judíos, a diferencia de otras localidades marroquíes, aquí se mezclaron con la población y esta actitud de tolerancia es evidente aún hoy día.
Visita de la Villa portuguesa de Mazagán (El-Yadida) (DECLARADO PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD POR LA UNESCO EN 2004), una de las ciudades con más encanto de la costa marroquí. Comenzaremos por las murallas, edificadas a mediados del s. XVI por un arquitecto italiano al servicio de los portugueses, estaban reforzadas por 5 baluartes, de los que solo quedan cuatro, reconstruidos en el s. XVIII; un foso aislaba a la ciudadela y reforzaba sus dispositivos de defensa.
Desde el Baluarte del Angel tendremos una buena vista de la ciudad portuguesa encajonada dentro del majestuoso recinto amurallado que destaca sobre el mar. El conjunto arquitectónico es de geometría rigurosa, suavizada por los tonos cálidos de las murallas azotadas por las olas.
Llegaremos hasta la Porta do Mar, un gran arco de medio punto, que da a una pequeña playa por donde los barcos descargaban sus mercancías, y que fue por donde los portugueses evacuaron la ciudad sitiada.
A medio camino encontraremos la Cisterna Portuguesa, obra maestra del arte militar que formaba parte de la fortaleza construida en el año 1514, y que probablemente sirvió de sala de armas antes de convertirse en depósito de agua. De planta cuadrada de 34 m de lado, consta de seis naves con bóvedas de arista que cargan sobre 25 columnas y pilares.
En el tramo central se abre un gran tragaluz por la que penetra la luz del día y, al reflejarse sobre el agua de la cisterna, proporciona una iluminación indirecta de efecto sorprendente. La magia de las bóvedas y la luz indirecta cautivaron, entre otros, a Orson Welles y le llevó a rodar aquí varias secuencias de su película Otelo.
En el interior de las murallas se encuentra la Gran Mezquita, cuyo minarete fue originariamente el faro de la fortaleza y posee una forma pentagonal única.
Almuerzo en restaurante local.
Seguimos camino por la carretera costera atlántica hasta CASABLANCA, la ciudad más poblada de Marruecos con más de 3 millones de habitantes; dinámica y en plena expansión, esta ciudad con poca herencia histórica, posee una gran diversidad étnica y cultural; los rascacielos se mezclan con las chabolas, los estilos tradicionales conviven con los vanguardistas y los elementos de la arquitectura islámica se adaptan a las exigencias de la vida moderna.
Los antiguos colonos fenicios se establecieron en el s. VI en Anfa. Posteriormente la tribu bereber de los barghwata estableció su capital allí mismo. En el 1188 fue conquistada por los almohades y en 1258 por los benimerines. Cuando esta dinastía se debilitó, la ciudad recuperó su independencia y se dedicaron a la piratería. Los portugueses luchan contra ellos y finalmente se instalan en la zona en 1575 rebautizando el puerto como Casa Branca y construyendo fortificaciones.
Tras el terremoto de Lisboa abandonan la ciudad en 1755, y hacia 1770 el sultán Sidi Mohammed ben Abdallah, tomó posesión de la misma fortificándola y rebautizándola como Dar el-Belda. Comienza el declive, hasta llegar en 1830 a convertirse en poco más que un pueblo de seiscientos habitantes.
A mediados del s. XIX, Europa, en busca de lana y trigo, fijó su atención nuevamente en la zona, instalándose en la ciudad, y generando con ello problemas de convivencia con los nativos.
Después de luchas bastante cruentas, se derrocó al sultán, y se estableció el protectorado francés en 1912. El primer general residente francés, Lyautey decide hacer de Casablanca el centro económico de Marruecos, y el arquitecto Prost se encarga de diseñar la ciudad nueva y de planificar el desarrollo. Desde entonces la ciudad crece vertiginosamente, se instala el gran comercio y prospera la banca.
Realizaremos una rápida visita de la ciudad que comenzaremos por el Mercado Central en cuyo interior se vive la actividad de los comerciantes que regatean los precios de los diferentes productos desde la carne, pescado, fruta, flores y otros productos.
La Plaza de las Naciones, centro neurálgico de la ciudad, donde destaca la torre del reloj junto a la muralla de la medina. A principios del siglo pasado no había más que un solar en el que se celebraba el zoco, pero pronto se convirtió en el corazón de la ciudad, con numerosos bazares multicolores, palacios, bancos, cines y tiendas de lujo.
La Plaza de Mohamed V, que reúne los edificios de los principales servicios administrativos, en un hermoso conjunto de arquitectura musulmana moderna inspirada en tradiciones nacionales. Aquí se encuentran los más importantes edificios de la época colonial: el Palacio de Justicia, la central de Correos, el Banco de Marruecos y el Consulado de Francia, así como una estatua del mariscal Lyautey.
También se encuentra la Prefectura, edificio que se distingue desde lejos por su torre de 50 m que alberga la Wilaya (subdivisión administrativa de algunos países musulmanes) de la Gran Casablanca. Se construyó en los años 30 del siglo pasado, y fue inaugurado al alimón por el sultán Mohammed Ben Yusuf y el presidente de la República Francesa Albert Lebrun.
Pasearemos también por el Distrito de Habús construido por los franceses al estilo árabe, hasta llegar al Mahkama Pacha, hermoso edificio terminado en 1952 que recuerda la arquitectura de Andalucía. Al lado está el Palacio Real, residencia del rey cuando visita Casablanca. También pasaremos por delante de mezquita de Mohamed V, y los Jardines del Habbous. La Zona Residencial de Anfa, elegante barrio construido sobre una colina, domina toda la ciudad.
Cena y alojamiento en el hotel MöVENPICK HOTEL CASABLANCA.