Día 14 – TOKIO – KAMAKURA – YOKOHAMA – TOKIO
Desayuno buffet en el hotel.
Salimos hacia Kamakura, que se encuentra a, más o menos, una hora de Tokio. La ciudad posee en torno a los 172.000 habitantes y se sitúa sobre la bahía de Sagami-wan, rodeada por tres colinas. A pesar de que el germen de la futura ciudad ya existía en los siglos VII y VIII, es a partir del año 1192 cuando entra en la historia. Ese año el poderoso y cruel Minamoto no Yoritomo, en guerra contra los Taira (los amos de Tokio), instalan en Kamakura el Bafuku, es decir, la sede del primer gobierno feudal de Japón. A partir de ese momento, el emperador no conservó más que su rango de jefe religioso en razón de su esencia divina. Por ello, se puede considerar a Yoritomo como el primer shōgun de Japón, y el fundador del linaje de los shōgun, que conservarán el poder hasta la reforma Meiji, en 1868. Eran hombres duros, con un modo de vida duro; de hecho el estilo artístico de Kamakura de aquella época no es afeminado sino viril, guerrero y marcial. Lo cual no impide que el shōgun sea sensible a las ideas religiosas de la filosofía zen. En el s. XIII, Kamakura vive su edad de oro, funciona como el centro político de Japón, pero también como el centro espiritual del zen nipón. Los descendientes de Yorimoto son apartados del poder por los Hojo, que mantuvieron durante casi un siglo su sede en Kamakura. La ciudad permanece como la capital militar hasta 1333. Ese año marca el comienzo de la decadencia de Kamakura, que poco a poco, comienza a ser marginada. Cuando el shōgun Tokugawa instala definitivamente la capital en Edo, Kamakura no es más que una ciudad de provincias. Resultó muy dañada durante el terremoto de 1923, aunque afortunadamente no sufrió los bombardeos aliados durante la II Guerra Mundial.
Comenzaremos la visita de esta ciudad por el Templo Hase-dera, uno de los templos más populares y cuya antigüedad se remonta al año 736. Sencillo y elegante, alberga varios pabellones. Las paredes de la escalera que sube a la sala principal, están repletas de estatuas diminutas de Jizō, alineadas como un pequeño ejército de niños, muchos de ellos vestidos para que no pasen frío, con baberos y juguetes infantiles. La imagen tiene encanto, pero entristece saber que Jizō es el boddhisatva, patrón de los viajeros y de los niños difuntos, y que las estatuas las colocaron en su lugar mujeres que perdieron sus hijos tras sufrir un aborto. En la sala principal del templo, destaca una preciosa estatua de Kannon juchimenn (11 caras) de madera, de 9 m de altura (la más alta de Japón). Esta diosa de la misericordia está representada con un bastón en su mano derecha y una flor en la izquierda, símbolos del peregrinaje al que fue sometida (la leyenda cuenta que fue arrojada al mar en Osaka y encontrada quince años después en una playa cerca de Kamakura). A la derecha podremos ver la estatua sedente de Yakuyoke, protector contra los malos espíritus, una figura de oro de casi 3 m de altura encargada por el shōgun Yoritomo.
Continuamos con el Templo Kōtoku-in, que contiene el Kamakura Daibutsu, la segunda mayor imagen de Buda de Japón, y el punto de interés más importante de Kamakura. Cuando la esposa de Yorimoto ordenó la construcción del gran buda Daibutsu, tomó como modelo la gran estatua de bronce dorado del buda de Nara. Cuando cinco años más tarde un tifón se llevó la estatua original, de madera, en 1252 se sustituyó por la actual, fundida en bronce, con un peso cercano a las 850 toneladas, y un ana altura de 11,4 m. Sus proporciones están distorsionadas, de forma que la estatua parece proporcionada vista de frente. Sus manos están en la posición de jobon-josho mudra (con las palmas orientadas al cielo), que simboliza el nivel más alto de iluminación espiritual. Tiene ojos horizontales entornados, que miden 1 m cada uno, y sus cejas arqueadas. Sus orejas miden casi 2 m y simbolizan longevidad en el budismo. Luce un fino bigote, y su boca esboza una enigmática sonrisa. En medio de la frente, entre los ojos entornados, un adorno puntiagudo, íntegramente de plata, representa el proyector divino, a través del cual Buda emite la luz que ilumina el universo para sacarlo de las tinieblas. Su serena expresión, aumentada por el detalle del manto, la convierten en una gran obra de arte. La imagen es hueca y una escalera interior permite subir hasta la altura de los hombros. Anteriormente se encontraba dentro de una enorme sala, pero un tsunami se llevo el edificio en 1495, quedando solo el Gran Buda en pie, y desde entonces permanece al aire libre en el mismo lugar.
A través del paseo de los cerezos, llegaremos al Santuario Tsurugaoka Hachimangu, quizás el más hermoso santuario sintoísta de la ciudad. Fundado en 1063 en homenaje al emperador Ojin Himegami, fue reconstruido en el s. XVI, aunque su pabellón principal data de 1823. Pasaremos por un torii, y después cruzaremos un puente abombado que atraviesa dos estanques, el Genji y Heike, que simbolizan la escisión entre los clanes. Los creyentes acuden al pabellón principal, donde tiran monedas para la buena suerte en un inmenso tronco, el Saiden-bako, de 5 m de longitud. Probablemente veremos muchas mujeres con bebés en los brazos. Y es que, según la tradición, en el séptimo día del nacimiento de un niño, las madres japonesas vienen a agradecérselo a los kami (divinidades) y a pedirles salud y prosperidad para su hijo, en una tradición s. XII, cuando el shōgun Yoritomo quería que su mujer tuviera un embarazo feliz y para ello decidió que había que honrar a los kami y plantó la avenida de cerezos de más de un kilómetro de longitud. Finalmente pasearemos relajadamente por la Calle Komachi, calle peatonal con mucha vida y llena de tiendas de objetos tradicionales (como preciosos kimonos), comida y souvenirs. Tendremos tiempo para pasear por la misma, y comprar algunos recuerdos.
Almuerzo en restaurante local.
A continuación, ya de vuelta, paramos en Yokohama que, aunque pueda parecer la continuación de Tokio, se trata de la segunda metrópoli de Japón y su mayor puerto. La ciudad ha tenido un desarrollo urbano desenfrenado en los últimos años. Durante mucho tiempo fue un minúsculo puerto pesquero, antes de entrar en la historia a través de la intervención estadounidense, cuando en 1854 se firmó el tratado de Kanagawa, que puso fin a la política aislacionista que practicaba Japón desde 1637. A partir de ese momento, se autorizó el comercio con los occidentales y la instalación de concesiones extranjeras, con la consiguiente afluencia de comerciantes extranjeros, especialmente chinos y británicos. Fue también puerto de entrada de ideas del exterior. Desde entonces, su crecimiento fue rápido e imparable, acelerado por la inauguración del ferrocarril Tokio-Yokohama, en 1872. Fue la primera ciudad en Japón en tener periódicos, farolas de gas y estación de trenes. Al igual que Tokio, sufrió el terrible terremoto de 1923 y media ciudad fue arrasada por los bombardeos de la II Guerra Mundial.
Pasearemos por el Barrio Chino, el más grande de Japón y uno de los más grandes del mundo. Delimitada por preciosos pórticos, este encantador distrito se caracteriza por una atractiva homogeneidad arquitectónica, con sus características linternas encendidas, sus restaurantes, y sus tiendas de recuerdos chinos. Su ambiente recuerda enormemente a la ciudad de Hong Kong. También tendremos tiempo para pasear por Yokohama Harborland, uno de los mayores distritos comerciales y de entretenimiento de Japón. Finalmente cruzaremos el Yokohama Bay Bridge, puente colgante de 860 metros de largo, por el que pasa una carretera metropolitana de seis carriles, y que es la puerta de entrada al Puerto Yokohama. Regresamos a Tokio.
Alojamiento en Sunshine City Prince Hotel.
Día 15 – TOKIO
Desayuno buffet en el hotel.
Continuamos con la visita de esta extraordinaria ciudad, con el barrio de Asakusa, que se desarrolló en torno al Senso-ji, el templo budista más antiguo de Tokio. En el período Edo, este barrio era un turbio distrito de placer. En la II Guerra Mundial quedó reducido a cenizas pero se reconstruyó respetando el espíritu y la estructura de antaño, con callejuelas estrechas y casas bajas dispuestas en torno al templo, con lo que sigue manteniendo una cierta atmósfera indefinible que le confiere su legitimidad histórica. Cruzaremos Kaminari-mon (puerta Trueno), que es la imagen más representativa del barrio, y donde todos nos sacaremos fotos. Construida inicialmente en el año 942, la puerta tiene 11.7 m de alto, y ha sido destruida y reconstruida varias veces. Su estructura actual es de 1960. Sobre sus dos pilares rojos, las divinidades Raijin (dios del rayo, del trueno y de las tormentas), a la izquierda y Fūjin (dios del viento), a la derecha, custodian la puerta. Nos llamará la atención la lámpara gigante de papel, con estructura de bambú, que tiene 4 m de alto y 3,4 m de circunferencia, y pesa 670 kilos. La lámpara es una restauración que donó el fundador de Panasonic en 2003, para conmemorar el 400 aniversario del comienzo del período Edo. Después de atravesar la puerta, llegaremos a la Nakamise-dori, la calle comercial del recinto, de 250 m de largo, donde nos encontraremos un delicioso conjunto de 89 pequeñas tiendas que venden recuerdos y souvenirs, que van desde galletas a kimonos, o auténticas artesanía de estilo Edo. Aunque pueda parecer un invento moderno, ya en el período Edo, había tiendas aquí para venderles a los peregrinos que visitaban el templo. Al final de la calle nos encontramos con la puerta Hozomon, que nos dará acceso a la explanada central del Templo Senso-ji, popularmente conocido como Asakusa Kannon, el templo más sagrado y espectacular de la ciudad. En el año 628, dos pescadores que faenaban en el río Sumida pescaron una estatuilla de oro de Kannon, y su señor le construyó un santuario. En 645, el santo Shokai, edificó un templo para la diosa. Su edificio central, construido en el s. XVII, no sobrevivió a los bombardeos de la II Guerra Mundial. Fue reconstruido de forma idéntica en 1958. Nos encontraremos con la pagoda de cinco pisos no está abierta al público, pues funciona como una especie de cementerio en el que se guardan las tablillas mortuorias de miles de familias, así como algunas reliquias de Buda. El edificio más importante es el Kannon-do, que es donde se supone que se encuentra enterrada la estatua de Kannon. El salón principal, de 1.150 m2 y Tesoro Nacional, está dividido en el santuario interior de suelo de tatami (naijin) y el santuario exterior de suelo de cemento (gejin). Frente al templo hay un gran caldero de incienso cuyo humo se dice que concede salud. Veremos cómo los devotos sumergen sus manos en los vapores y tocan las partes de su cuerpo afectadas por alguna enfermedad. A pesar de la belleza del templo, lo que impresiona es la atmósfera que reina en ese lugar. Es un sitio de absoluta veneración y recogimiento. Los luchadores de sumo acuden al templo antes de sus combates, y los actores de kabuki antes de empezar la temporada teatral. Las grandes farolas fueron ofrecidas por el sindicato de las geishas.
Seguiremos la visita con la Torre de Tokio, completada en 1958, alcanza los 333 m, un metro más que la Torre Eiffel de Paris, a la que tomó como modelo. Aunque con colores chillones (está pintada de rojo y blanco), sigue siendo el símbolo del renacimiento de la ciudad después de la II Guerra Mundial. Se construyó para servir de repetidor de transmisiones de televisión y telecomunicaciones. Casi la tercera parte del acero empleado en la construcción procede de la chatarra recuperada al final de la guerra. Subiremos hasta el observatorio de la torre desde donde tendremos una espectacular vista.
Almuerzo en restaurante local.
Nos adentraremos en uno de los barrios más populares de Tokio, el de Shibuya. Sus grandes centros comercias, sus innumerables tiendas de moda, lo convierten (junto con Harajuku) en el barrio más “fashion” de la ciudad. Aquí podremos encontrar lo último en moda, comida, música y aparatos. La zona empezó a crecer después de las olimpiadas de 1964, y ha conseguido gran popularidad entre los jóvenes en los últimos 30 años. Si hay una imagen conocida de Tokio, esa es la del cruce de Shibuya, en plena actividad. Compuesto de cinco pasos de peatones sincronizados, cada vez que se abren los semáforos, una marea humana invade el asfalto, convirtiendo al lugar en el cruce más transitado del mundo. Un cruce gigantesco, flanqueado por pantallas gigantes, bajo las que cientos de miles de personas caminan y se cruzan a diario sin chocarse nunca. Frente a la estación se encuentra la Plaza Hachikō, donde podremos fotografiarnos con la estatua de Hachikó. En la década de 1920 un profesor que vivía cerca de la estación de Shibuya tenía un pequeño perro de raza akita que iba cada tarde hasta la estación a esperar el regreso de su dueño. El profesor falleció en 1925, pero Hachikó siguió yendo a la estación y esperándole allí hasta su muerte, 11 años después. La fidelidad del animal no cayó en el olvido de los vecinos, que construyeron una estatua en su memoria.
Nos tomaremos una pausa con la locura de la ciudad, y subiremos a una embarcación para realizar un crucero por el río Sumida, desde Asakusa hasta Hamarikyu. Disfrutaremos de aire fresco, y de una tranquilidad que nos permitirá ver Tokio desde una perspectiva diferente. Durante el recorrido, divisaremos la Tokio Skytree, construida en 2012, que con sus 634 metros es la torre de telecomunicaciones más alta del mundo; el Asahi Beer Hall y su controvertida Flamme d’Or, obra del famoso diseñador industrial francés Philippe Starck; los jardines Hamarikyu, la Torre de Tokio y la fachada trasera del mercado Tsukiji, la mayor lonja de pescado del mundo; esclusas, oficinas, zonas residenciales, los imponentes rascacielos de Shimbashi o las barcazas que funcionan como lujosos restaurantes flotantes.
A continuación visitaremos el Jardín Hamarikyu, sin duda, el jardín más encantador del centro de Tokio. Literalmente su nombre es “Jardín separado del palacio”. Estos jardines existen desde el siglo XVII, y en sus inicios formaban parte de una villa de la familia Tokugawa. Cuando el shōgun decidió instalarse allí, en 1709, plantó pinos, uno de los cuales aún perdura en la entrada. Localizado en la desembocadura del río Sumida, se abrió al público en 1946. El parque tiene una superficie verde de 250.165 m² alrededor del estanque Shioiri y también está rodeado por un foso de agua marina proveniente de la bahía de Tokio. En el centro del lago, se reproduce el pabellón donde el emperador Meiji recibió, en 1879, al general Ulises Grant, antiguo presidente de los Estados Unidos.
Finalmente pasearemos por otro de los barrios emblemáticos de la ciudad como es el Barrio de Ginza. Cuando, en 1950 Ieyasu trasladó la capital militar a Edo, Ginza era un pantanal. Una vez cubierto de tierra, el lugar atrajo a comerciantes y mercaderes. En 1872 el lugar fue asolado por un incendio. Posteriormente, el gobierno encargó al arquitecto inglés Thomas Walters que reconstruyera la zona en ladrillo rojo. Desde entonces Ginza estuvo sometida a la influencia de Occidente, y se construyeron centros comerciales que le han dado al distrito un aire de mercantilismo futurista, y donde, a pesar de todo, sobreviven algunas tiendecitas de artesanía. Podremos comprobar la vibrante vida que se agita en este distrito, con sus modernas galerías de arte, sus enormes centros comerciales y restaurantes para todo tipo de bolsillos.
Alojamiento en Sunshine City Prince Hotel.
Día 16 – TOKIO – DUBÁI – MADRID
Desayuno buffet en el hotel.
Tiempo libre durante la mañana para pasear o realizar las últimas compras. A la hora indicada, traslado al aeropuerto Tokio Narita. Trámites de aduanas, facturación y embarque en VUELO EK319 de la compañía EMIRATES, salida prevista a las 22.30 hrs. Noche a bordo.
Día 17 – Llegada a MADRID
Llegada a Dubái a las 05.30 hrs. local. Enlace y salida del VUELO EK141 de Emirates con destino MADRID, a las 07.25 hrs. Llegada a MADRID a las 12.40 hrs., recogida de equipajes y … vuelta a la realidad
FIN DE NUESTRA AVENTURA
Nota: las descripciones que se realizan en el “libro de viaje”, son a título orientativo, y pueden no coincidir exactamente con el desarrollo de la visita.
BIBLIOGRAFÍA
- Rumbo a Japón (Marc Berbabé, Verónica Calafell y Jesús Espí) Laertes, 2005.
- JAPÓN. Guía total (varios autores) Anaya Touring, 2021.
- Lo mejor de Japon (varios autores) Lonely Planet, 2013.
- Japón. (varios autores) Guías visuales El País, 2013.
- Japón (varios autores) La guía verde, 2017.
- Kochi Kochi la guía del viajero en Japón (Alex Bonnefoy & Delphine Vaufrey) Satori, 2019.
- Japón (Rebecca Milner, Ray Bartlett y Andrew Bender) Lonely Planet, 2020.
- Tokio, Kyōto y alrededores (Philippe Gloaguen) Trotamundos – Routard, 2017.
LECTURAS RECOMENDADAS
- Tokio (Donald Richie) Confluencias, 2017.
- Equivocado sobre Japón (Peter Carey) Mondadori, 2018.
- Cosas de Japón. Apuntes y notas del Japón tradicional (Basil Hall Chamberlain) Satori Ediciones, 2014.
- Un occidental en Japón (Keene Donald) Nocturna Ediciones, 2011.
- JAPÓN. Un intento de interpretación (Lafcadio Hearn) Satori, 2021.
- En el país de los dioses (Lafcadio Hearn) Acantilado, 2002.
- Ó-Yoné y Ko-Haru (Wendeslau de Moraes) Ediciones del Viento, 2007.
- Historias de Japón. Viaje por el país de los samuráis, del sushi y de la tecnología punta (Xavier Moret) Península, 2021.
- En el remoto Cipango (Luis De Oteyza) Ediciones del Viento, 2013.
- Tokio blues (Haruki Murakami) Tusquets, 2007.
- El crisantemo y la espada. Patrones de la cultura japonesa (Ruth Benedict) Alianza, 2011.