Viaje a INDIA y NEPAL VI: Katmandú y Patan | Los viajes de Vagamundos día a día

Día 15: DELHI – KATMANDÚ (vuelo)

Desayuno buffet en el hotel.                                                      “El Cielo es un mito, Nepal es real”.

A la hora indicada, traslado al aeropuerto de Delhi para tomar el vuelo con destino a Katmandú (11:10 hrs / 13:05 hrs).

Después de los trámites de inmigración y la recogida de equipajes, asistencia de nuestro representante en la terminal del aeropuerto. Seremos recibidos con el Khada, la bufanda de seda tibetana que simboliza la pureza y la compasión.

Llegamos a NEPAL, la tierra de las montañas y los monasterios. Este país sin salida al mar tiene la fusión perfecta de naturaleza y cultura. Su belleza escénica dejará una imagen imborrable en nuestra memoria: la desmesurada cordillera del Himalaya en el norte, rugientes ríos que atraviesan las colinas hacia las llanuras, exuberantes campos de arroz y pequeños pueblos pintorescos en todas partes. Nepal dispone de una superficie de 147.181 km², encajado entre la meseta tibetana y las llanuras del subcontinente, entre los gigantes China e India. El país prosperó aprovechando precisamente su situación como lugar de paso de las rutas de comerciantes de montaña, viajeros y peregrinos. Es un crisol de etnias que ha servido de puente y ha absorbido elementos de sus vecinos, pero sin perder su identidad. Pese a sus antiguas raíces, el Estado moderno no se formó hasta el s. XVIII y todavía hoy continúa forjándose como tal. A pesar de ser un país relativamente pequeño es un verdadero mosaico de gentes, dialectos y tradiciones. Los aborígenes del valle eran los newares, pero ahora en Nepal hay bhotias, tharus, satars, sherpas, gurungs y magars. En realidad la población del Nepal está conformada por indoarios y mongoloides. El idioma oficial es el nepalí, aunque hay numerosos idiomas y dialectos. En cuanto a la religión, un 80% de la población es hindú y un 20% budista. Hinduismo y budismo, no obstante han formado un curioso sincretismo en este lugar de la tierra, algo que ha sido mucho más fácil porque el budismo de Nepal está marcadamente tantrizado, encontrando así muchos puntos de conexión con el shivaismo hindú.

La capital de Nepal es KATMANDÚ, ciudad que se encuentra a una altitud de aproximadamente 1.350 metros en el valle en forma de cuenco en el centro de Nepal, rodeado de cuatro montañas principales, a saber: Shivapuri, Phulchowki, Nagarjun y Chandragiri. La ciudad antigua se caracteriza por la gran cantidad de templos y palacios budistas e hinduistas, la mayoría de ellos del siglo XVII, aunque muchos de ellos han sido dañados por terremotos y la contaminación.

En sus orígenes, Nepal no era más que un lago que albergaba una serpiente. Un sabio chino se detuvo en él para meditar antes de vaciarlo y construir sobre él la ciudad de Katmandú. Eso es lo que cuenta la leyenda. Pero la realidad es que la historia de Katmandú y su valle es la historia del pueblo Newar, los principales habitantes del área de Katmandú. Los inicios de la ciudad se remonta a los Kiratis, alrededor del siglo VII a.C., aunque la fundación de Katmandú se fecha en el siglo XII d.C., durante la época de la dinastía Malla. Los asentamientos originales, en lo que es la mitad sur del casco antiguo, crecieron alrededor de la ruta comercial hacia el Tíbet, y en los primeros campamentos de peregrinos como el Kasthamandap, que luego prestó su nombre a la ciudad. Originalmente conocida como Kantipur, la ciudad floreció durante la era de la dinastía Malla, y la mayor parte de sus magníficos templos, edificios y otros monumentos datan de esa época. La dinastía Malla gobernó en Nepal del siglo XII al siglo XVIII. Fue durante su reinado cuando la gente que vivían en el valle de Kathmandú y sus alrededores comenzaron a denominarse “newars” (“ciudadano de Nepal”). Los Mallas (“luchadores” en sánscrito), fueron forzados a irse de la India, y su nombre puede encontrarse en el Mahabharata y en la literatura budista. El primer rey Malla que llegó al poder en el valle de Katmandú fue en el año 1200. Inicialmente, Katmandú era una ciudad independiente dentro del valle, pero en el siglo XIV el valle se unió bajo el gobierno del rey Malla de Bhaktapur. En el siglo XV se vivió una nueva división en los tres reinos independientes de Katmandú, Patan y Bhaktapur. La rivalidad entre las tres ciudades-estado condujo a una serie de guerras que dejaron a cada estado debilitado y vulnerable a la invasión del valle en 1768 por Prithvi Narayan Shah. Se puede decir que el periodo Malla fue una época dorada en Nepal que duró más de 500 años, a pesar de verse salpicado por ciertas luchas sobre las rutas comerciales hacia el Tíbet. La dinastía Shah resultante unificó Nepal e hizo de la ciudad de Katmandú su nueva capital, una posición que la ciudad ha ocupado desde entonces.

Por la tarde, nos desplazamos hasta BOUDHNATH, un pueblo situado a 6 km de Katmandú, que se encuentra casi integrado en el área metropolitana de la capital, y que se resume en una calle principal con varias radiales. El lugar ha tenido desde siempre mucha relación con el Tíbet, ya que se encuentra en plena ruta de las caravanas entre Katmandú y Lhasa. La mayoría de los tibetanos instalados aquí empezaron a llegar a principios de la década de 1960, tras el fracaso de la revuelta contra los chinos. Actualmente es el centro principal del exilio tibetano en Nepal, ocupada con la fabricación de alfombras, el comercio y el rezo en varios monasterios pertenecientes a diferentes sectas del budismo tibetano. Se trata de uno de los mayores santuarios del valle y cuenta con no menos de 50 monasterios. El mayor interés del pueblo está en la estupa de Boudhanath (declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1979), la mayor estupa de Nepal. Se halla en un recinto circunvalado por edificios y pequeños comercios en los que venden ruedas de oración, mandalas y un buen número de recuerdos, casi siempre relacionados con el budismo. Aunque no se sabe con exactitud su antigüedad, se cree que fue construida a mediados del siglo VII, después de que las dos esposas del rey tibetano Songtsen Gampo convirtieran al monarca al budismo. Sin embargo, la invasión musulmana en el siglo XIV destruyó la original, teniendo que ser reconstruida. Las estupas se erigieron originalmente para albergar reliquias sagradas. En este caso, se cree que en el interior de Boudhanath hay un fragmento de hueso que perteneció a Buda. En la base hay incrustadas 108 imágenes de Dhyani Buda Amitabha, una divinidad budista. El muro de ladrillo que rodea la estupa, con 82 metros de diámetro, posee 147 hornacinas, cada una con cuatro o cinco ruedas de oraciones. Los fieles (y también los turistas) la rodean en el sentido de las agujas del reloj haciendo girar sus cilindros o ruedas de oraciones, mientras los fieles recitan el mantra On mani padme hum. Trece escalones, los trece estadios del conocimiento, permiten trepar por la estupa –que también hay que recorrer en el sentido de las agujas del reloj– hasta la base rectangular de la torre, que tiene pintados los ojos de Buda en cada cara, que miran hacia los cuatro puntos cardinales, y el signo de la unidad divina.

Cada elemento que forma la estupa tiene un significado concreto, y en Boudhanath todos están perfectamente representados: plinto, sería el nivel inferior de la estupa. Es cuadrado y representa la Tierra. Cada uno de los lados sería uno de los estados de la conciencia y los cuatro inconmensurables: alegría, ecuanimidad, compasión y amor. Kumbha, Es la gran cúpula. Simboliza el agua. Cada año se   encala y se decora con motivos amarillos. Estos representan los pétalos del loto, flor ligada a Buda. Harmika, está sobre la cúpula y es una torre cuadrada que simboliza el fuego. Es ahí donde en Boudhanath están los ojos de Buda. Aguja, es una especie de pirámide sobre la harmika. Tiene 13 niveles que representan las 13 fases por las que hay que pasar antes de alcanzar el nirvana (estado que puede alcanzarse a través de la meditación y la iluminación espiritual, y que consiste en la liberación de los deseos, el sufrimiento, la conciencia individual y el ciclo de reencarnaciones). Sombrilla, corona la estupa y simboliza el vacio más allá del espacio.

También visitaremos un monasterio donde los jóvenes monjes residen y estudian el budismo tibetano e interactúan con ellos. Durante la visita disfrutaremos de la experiencia de interactuar con los monjes y el Lama nos ofrecerá una bendición y un Khada, pañuelo de seda del Himalaya como gracia para los invitados.

A continuación tomaremos una ligera merienda a base de té o café y algunos aperitivos en el Hotel Tibet International Boudha.

Volvemos al hotel.

Cena y alojamiento en el hotel Vivanta Kathmandu.

Día 16: KATMANDÚ: visita de la ciudad y PATAN

Desayuno buffet en el hotel.

Por la mañana nos desplazamos al templo budista Swayambhunath, que se encuentra a 2 km al oeste del centro de Katmandú. Encaramado sobre una colina, también es conocido como Monkey Temple, por la gran cantidad de macacos que viven en sus alrededores. Se trata de uno de los  santuarios budistas más antiguos del mundo, símbolo de Nepal y destino de una de las peregrinaciones más populares y emotivas. Cuenta la leyenda, que el valle fue en su día un lago –dato que avalan los geólogos–, y que sobre la colina brotó Swayambhunath como lo hace un loto de las aguas fangosas del lago. También se dice que el emperador Ashoka visitó este lugar hace más dos mil años. Aunque el origen del templo se pierde en la noche de los tiempos, una inscripción reza que el rey Manadeva ordenó construirlo en 460 d.C., y se sabe que en el siglo XIII fue un importante centro budista. Desde lo alto de la colina la vista de la ciudad y del valle es sobrecogedora. Milagrosamente, los templetes que rodean la estupa apenas sufrieron las consecuencias del terremoto de 2015, y la propia estupa permaneció intacta.

Se puede llegar a la estupa principal desde dos puntos de acceso: a través de una larga y empinada escalera con 365 escalones (que conduce directamente a la plataforma principal), y una carretera que conduce a un camino más largo desde la entrada suroeste. La escalera monumental comienza en un pórtico a los pies de la colina, donde se halla una trinidad de budas de piedra rojos y amarillos. A medio camino de las escaleras hay otra pequeña colección de obras de piedra, entre ellas una escena que ilustra el nacimiento de Buda. En el último tramo, pueden verse animales como garudas, leones o elefantes, que son los “vehículos” de los Budas de la meditación.

Una vez arriba, lo primero que captará nuestra atención será la majestuosa estupa de Swayambhunath (declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1979),, que corona el complejo. Es la edificación más importante del lugar, y también todo un símbolo de la religión budista, en el que se guardan importantes reliquias. La enorme estupa está coronada por una aguja redonda de base cuadrada, adornada con los ojos azules del Buda que todo lo ve. Los 13 anillos dorados simbolizan  los grados del conocimiento que el ser humano debe superar hasta alcanzar el Nirvana. La especie de signo de interrogación situado entre los ojos de Buda no es una nariz, sino que representa el número 1 en escritura sánscrita, que simboliza la unicidad divina frente al politeísmo hindú. Y si Buda carece de boca es porque lo ve todo y lo sabe todo, pero no habla nunca. Alrededor de la base de la estupa central, una hilera de ruedas de plegarias que los fieles hacen girar mientras pronuncian el mantra on mani padme hum (“salve a la joya del loto”).

En torno a la estupa, encontramos diversos santuarios cargados de historia, como dos templos blancos erigidos al estilo indio de los sikhara (chapitel de estilo indio en forma de mazorca) que datan de 1646 y flanquean el dorje que corona las escaleras. Junto al lado oeste de la plataforma, tras la estupa, hay una pequeña pagoda con la imagen de la hindú Hariti, diosa de la viruela y de la fertilidad,  que los newares conocen como Ajima. Cerca se encuentran columnas con muchas divinidades sedentes, entre ellas Tara, haciendo el gesto de la caridad, con una palma hacia arriba. Las cercanas estatuas de bronce de las diosas del río Jamuna y Ganga, guardan en una jaula una llama eterna. Alrededor de la cima se hallan los símbolos de los cinco elementos: tierra, aire, agua, fuego y cielo. Detrás de la sikhara  de Anantapura está el Vasupura, símbolo de la tierra, y el Vayupura, símbolo del aire. El Nagpura, símbolo del agua, es el fangoso estanque al norte de la estupa, mientras que el Agnipura, símbolo del fuego, es el dios de rostro rojizo situado en un bloque de mármol, en el lado noroeste de la plataforma. Shantipura, símbolo del cielo, está al norte de la plataforma.

Finalizada la visita volvemos a Katmandú para visitar la plaza Durbar (declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1979), el corazón de la ciudad antigua y el lugar desde donde los reyes gobernaron el país (durbar significa palacio). Como tal, la plaza sigue siendo el centro tradicional del casco antiguo y el legado de arquitectura tradicional más espectacular de Katmandú. La plaza sufrió la peor parte de los daños causados ​​por el terremoto de 2015 en la ciudad, cuando media docena de importantes templos se derrumbaron, al igual que varias torres del complejo del palacio Hanuman Dhoka. A pesar de todo, el lugar sigue siendo un auténtico museo al aire libre que muestra claramente las habilidades de los artistas y artesanos newar e lo largo de varios siglos.

Aunque la mayor parte de la plaza data de los siglos XVII y XVIII (muchos de los edificios originales son mucho más antiguos), se llevó a cabo una gran reconstrucción después del terremoto de 1934. El complejo consta de tres plazas principales, que albergan palacios, templos y patios. Tres templos principales de la zona, Kasthamandap, el templo de Narayan, Trilokya Mohan y el templo de Krishna quedaron completamente destruidos durante el terremoto, mientras que otros han sido parcialmente dañados. A día de hoy se ha reconstruido una parte importante de la ciudad, pero las obras todavía continúan.

De los los muchos monumentos que rodean la plaza, detacamos el Kumari Bahal, edificio de tres plantas de ladrillo rojo con ventanas de tallas muy elaboradas. Es el hogar de la Kumari, la niña escogida para ser la diosa viviente de la ciudad, hasta que alcanza la pubertad y pasa a ser una mera mortal. Es una joven shakya de la comunidad de Newar, elegida a través de una antigua y mística selección para convertirse en la encarnación humana de la diosa hindú, Taleju. El edificio, construido al estilo de las viharas o residencias monásticas budistas del valle, mandó levantarlo Jaya Prakash Malla en 1757. La entrada está protegida por dos leones de piedra. Dentro se halla el patio de tres plantas, rodeado de balcones y ventanas de madera con magníficas tallas, típicos de la arquitectura newar, todos ensamblados sin clavos ni cola, y por los bajorrelieves en piedra con motivos tradicionales, que lo convierten en uno de los más bellos de Nepal. A veces la diosa se asoma al balcón del patio interior, aunque está prohibido fotografiarla.

La diosa viviente Kumari: Cada día, cientos de curiosos de arremolinan frente al palacio Kumari Bahal, uno de los edificios más bellos de la ciudad. Pero, no lo hacen por su arquitectura sino por la principal habitante: una diosa viviente. Por un ventanuco ricamente decorado aparece en un momento dado una carita maquillada, con la frente en rojo y el contorno de los ojos en negro. Es la Kumari, la presencia viviente de Taleju, uno de los avatares de la terrible diosa hindú Durga. Y, sin embargo, se considera que trae buena suerte a quien tiene contacto visual con ella. Fotografiarla está prohibido, aunque los turistas suelen saltarse la interdicción. Quedan una decena de diosas vivientes Kumari en el valle de Katmandú, una tradición que se remonta a los siglos X o XII, según diversas fuentes. Son niñas que deben reunir un serie de 32 requisitos físicos –haber nacido en un momento propicio del calendario, poseer dentadura perfecta, ojos oscuros o “piernas de ciervo”, son algunos de ellos– que se someten a un ritual de elección en el que no deben mostrarse asustadas por la presencia de cabezas de búfalo cortadas en una estancia llena de humo, mientras sacerdotes bailan enmascarados. Es una de las pruebas pero no la única. Deberán, también, señalar algunas prendas de ropa y objetos pertenecientes a sus predecesoras. Su origen se remonta al siglo XVII, durante el reinado de Jaya Prakash Malla. Este monarca intentó seducir a la diosa Taleju, protectora divina de la ciudad. La diosa huyó pero volvió a visitarlo en un sueño para atormentarlo por su inaceptable conducta. Para que le concediera el perdón, el rey le prometió venerar cada año a su “encarnación” Kumari, una niña perteneciente a una familia budista de la casta newar. Las Kumari son siempre niñas a partir de los 3-5 años que mantienen su divinidad hasta la primera menstruación, momento en que el espíritu de Taleju las abandona para encarnarse en una nueva chiquilla. Mientras ostentan la posesión sagrada no pueden pisar suelo impuro, ser tocadas por extraños y, teóricamente, nadie puede hablarles (aunque esta norma se va transgrediendo cada vez con mayor frecuencia). La diosa viviente se muestra todos los días durante unos minutos por la ventana del palacio, y es paseada por las calles de la ciudad durante la celebración del festival del Biskret Yatra o año nuevo hindú en una vistosa carroza. Las Kumari son veneradas tanto por hinduistas como por budistas, pues se cree que tienen dotes adivinatorias y pueden curar a los enfermos. El palacio donde habita apenas sufrió daños durante el terrible terremoto de 2015, lo que para muchos fue por la intercesión de la propia Kumari. La pérdida de estatus de diosa, ha conducido a algunas a la locura. Además, muchas se quedan solteras porque, según la leyenda, a quien se case con ellas le espera un destino funesto en el año siguiente a la boda. Hasta hace poco, las Kumari no recibían ninguna formación. Pero con la caída de la monarquía y la instauración de la república, han aflorado asociaciones de derechos humanos que claman contra la vida de las diosas vivientes, apartadas de todo contacto social y perdiéndose su infancia. De ahí que el gobierno haya autorizado que acudan a la escuela, aunque con un trato especial. Además, tienen derecho a subsidio, y el Estado les paga una asignación equivalente a 14.000 euros anuales por los “servicios prestados”. Figura únicamente existente en la cultura newar, estas diosas vivientes mantienen una tradición milenaria y hacen equilibrios para integrarse en una sociedad muy propensa a los cambios en lo económico y lo social, pero inmovilista en lo religioso. En cualquier caso, la posibilidad para un viajero de ver a una deidad de carne y hueso y no a una representación escultórica, solo es posible en el valle de Katmandú.

El Templo Trailiokya Mohan Narayan, dedicado a Vishnu, quedó prácticamente destruido, y solo queda una enorme estatua de Garuda, su “vehículo”, un medio hombre, medio pájaro, con una rodilla en   tierra.Ashok Binayak, un minúsculo templo dorado dedicado a Ganesha del que no quedan más que dos leones a la entrada, es venerado tanto por hindúes como por budistas. Se desconoce la edad del templo, si bien el techo dorado es un añadido del siglo XIX. El templo de Shiva Parvati, fácilmente reconocible por las imágenes de Shiva y su consorte Parvati que observan desde la ventana, todo lo que ocurre en la plaza Durbar. El edificio, de ladrillo rojo y puertas y ventanas de madera tallada, se alza sobre una plataforma de dos escalones. Fue erigido en el siglo XVIII. El templo Bhagwati, hermosa construcción con tres tejados dorados en forma de pagoda, fue levantada por el rey Jagat Jaya Malla en el siglo XVIII. Enfrente se encuentra la Tago Gan, una imponente campana protegida por un tejado. Antaño se usaba para alejar los malos espíritus, pero hoy solo tañe durante las ceremonias de octubre en el templo Degutaleju. Hay que fijarse en las cadenas que la sostienen, adornadas con animales fabulosos. Al otro lado se hallan tres ventanas de marfil, bellamente ornamentadas. La ventana central está recubierta de oro. Desde aquí los reyes Malla contemplaban los desfiles de la Plaza Durbar. Justo al lado se encuentran los grandes tambores, recubiertos de cuero, se utilizan solo durante los festejos de septiembre. El Jagannath Temple, situado en la entrada del antiguo palacio real, se cree que fue levantado en el siglo XVI, lo que lo convierte en uno de los templos más antiguos de la plaza. Milagrosamente sobrevivió al terremoto. Posee dos plantas, una plataforma con tres gradas y tres puertas a cada lado. Su decoración y sus vigas son de una gran riqueza con diversos y alegres motivos eróticos. Casi pegado se encuentra la terrorífica y fascinante estatua negra de Kala Bhairav, la diosa de la Justicia, muy venerada desde siempre. Fue realizada de una sola piedra. Está pintada de negro con vivos colores en los atributos que portan sus seis brazos y pisotea un cadáver, acto que simboliza la ignorancia humana. El Taleju Temple, el más impresionante, más bello y uno de  los más antiguos templos del lugar, aunque su interior no se puede visitar. Construido en 1564 por Mahendra Malla, posee tres pisos con tejado de cobre dorado en forma de pagoda, que se elevan a 36 metros de altura. Su puerta de entrada muestra un magnífico uso de la terracota. Taleju Bhawani era originalmente una diosa del sur de India, pero en el siglo XIV se convirtió en la diosa tutelar de los reyes  Malla, erigiéndose templos en su honor en diversas ciudades del valle de Katmandú. Finalmente el Royal Palace, sufrió graves daños durante el terremoto y actualmente se encuentra en restauración. Se trata de un a la vez religioso, político y administrativo, cuya construcción comenzó en el siglo XIV, aunque hay señales que muestran que el lugar ya era utilizado por la dinastía Lichhavi en el siglo VIII.

A continuación, realizaremos un paseo en rickshaw desde la plaza Durbar hasta Thamel, un barrio que aunque no representa el alma genuina de una ciudad nepalí, desprende misticismo y encanto en cada una de sus calles. La simpatía y tranquilidad de los nepalíes, se fusionan con el ir y venir de motos, coches y bicicletas que muestran la incesante vida de la ciudad, donde se concentra el caos y la energía de todo el país. Sus calles repletas hoteles y restaurantes ofrecen la cara más cosmopolita y occidental de la ciudad, sin dejar de lado el tradicional estilo nepalí. En sus tiendas, de todo tipo, es posible encontrar gran variedad de productos que van desde artículos de montañismo, hasta coloridos trajes y bolsos, pasando por ropa hippie, artesanía o marionetas. En todas las tiendas hay que regatear y se pueden conseguir muy buenos descuentos si se sabe negociar. La llegada del movimiento hippie en los años 70, abrió el barrio a multitud de turistas occidentales que cambiaron su personalidad. Este cambio dio origen al que hoy en día es uno de los últimos reductos de la comunidad hippie, así como uno de los distritos más curiosos y peculiares del país. Visitaremos el principal centro turístico Thamel y alrededores.

                Almuerzo en restaurante local.

A continuación, traslado a PATAN (declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1979), una de las otras tres capitales reales del Valle, y la que presenta una mayor concentración monumental por metro cuadrado. Situada a solo 5 km al sur de Katmandú, es también conocida como Lalitpur o “ciudad de la belleza”. En otro tiempo Patan fue un gran centro de enseñanza budista, como lo demuestran los numerosos monasterios diseminados por toda la ciudad. El terremoto de 2015 afectó mucho menos a la Plaza Durbar de Patan que a la de Katmandú. Sus cuatro esquinas están señalizadas por estupas, que se cree erigió el gran emperador budista Ashoka hacia el 250 a.C. Alrededor del  antiguo Palacio de los reyes de Patan se eleva el conjunto más valioso de arquitectura newari del país, construido entre los siglos XVI al XVIII, durante el reinado de la dinastía Malla.

El monumento más destacado es el Palacio Real, un largo edificio que cubre todo el lado oriental de la plaza. Parte de su fachada se construyó es del siglo XIV, aunque la parte principal data de los siglos XVII y XVIII. Posee tres templos dedicados a la diosa Taleju, la principal deidad del valle, así como varios patios conectados. El Mul Chowk, es el patio más antiguo, y normalmente permanece  cerrado. Se encuentra custodiado por dos leones y el centro está ocupado por un pequeño santuario de Badya Mandir. A la derecha, dos notables estatuas personifican al Ganges y el Yamuna. Otra puerta da acceso al Sundari Chowk, un patio de belleza cautivadora, protegido por estatuas de Hanuman (el dios mono), y Vishnu. A su alrededor, un derroche de ventanas, vigas de madera, puertas y dinteles tallados como encajes, típicos del período Malla. En el centro se halla la Tusha Hiti, una magnífica fuente de piedra, construida en 1670, en forma de piscina octogonal que servía como baño real. Habitualmente también permanece cerrado. La tercera puerta o puerta de oro, es una obra maestra. Protegida por dos leones, da acceso al Keshav Narayan Chowk y al Museo de Patan, que está dedicado a las dos grandes religiones del país, con estatuas hindúes y budistas de  madera, bronce o cobre dorado de excepcional calidad. Además, resaltan muy bien en sus nichos suavemente iluminados.

En la misma Plaza Durbar, nos encontramos con otros templos igualmente impresionantes como el santuario hindú Krishna Mandir, dedicado a una de las encarnaciones más populares de Vishnu. Construido en 1637, se trata de un edificio de piedra de diseño indio, aunque con cierta influencia mogola. Las plantas primera y segunda, consisten en tres pabellones en miniatura alineados, en cuya cima se eleva un chapitel en forma de sikhara. Fue construido para conmemorar el sacrificio de las mujeres del rey Yoganarendra Malla, según el rito sati. Este ritual, abolido en 1829, pretende que la viuda se inmole viva en la pira de cremación de su marido. Enfrente del templo, una columna en lo alto de la cual aparece Garuda, el vehículo de Vishnu, mitad hombre, mitad pájaro. A lo largo de la viga de piedra que se alza por encima de los pilares de la primera planta, unas tallas relatan los hechos del Mahabharata, y en la segunda planta hay escenas del Ramayana. Solo se permite la entrada a los hindúes. Otro de los enclaves importantes es el Templo Dorado o Kwa Bahal. Situado 200 metros al norte de la plaza, es al mismo tiempo un monasterio budista. Se trata de uno de los edificios más bellos de Patan. El trabajo que hicieron los artesanos de la ciudad es de un refinamiento inigualable. Cuenta la leyenda que se fundó en el siglo XII, aunque los restos más antiguos son del siglo XV. En su interior reina una atmósfera religiosa muy apacible. La entrada, bajo un mandala, está flanqueada por dos imponentes leones mitológicos. El edificio, de planta rectangular posee forma de pagoda, con tres tejados y una fachada de cobre dorado. Dentro del santuario hay una bella estatua de Sakyamuni. Antiguamente deambulaban tortugas sagradas que “protegían” el templo. Igualmente interesante es el Bhimsen Mandir, templo dedicado al héroe del Mahabharata y dios del comercio y los negocios, hecho que justifica el cuidado y próspero aspecto del santuario. Se cree que fue construido en 1682 tras un incendio. El edificio, de tres plantas, es de ladrillo, y la fachada es de mármol artificial en la planta baja y dorada en la primera. Dos leones, las monturas de Bhimsen, custodian la entrada.

Finalizada la visita, volvemos a Katmandú.

Cena y alojamiento en el hotel Vivanta Kathmandu.

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