En nuestro primer día de visitas en El Cairo, tendremos una intensa jornada. Comenzamos por Menfis, la mayor ciudad del Egipto faraónico, necrópolis de Sakkara, donde se encuentra la Pirámide escalonada de Zoser. También conoceremos las Mastabas de Ptahhotep y de Akhuhotep y la de Ti. Posteriormente, traslado a la meseta de Gizeh, para ver de cerca uno de los grandes hitos de todos los tiempos, como son las pirámides de Keops, Kefrén y Micerinos, vigiladas de cerca por la Esfinge.
Día 11: EL CAIRO
Desayuno buffet en el hotel.
A primera hora nos desplazamos a MENFIS, la mayor ciudad del Egipto faraónico. Su fundación se sitúa en el 3100 a.C. por el rey Menes, el primer faraón de las leyendas antiguas, responsable de la unificación del Alto y del Bajo Egipto.
Ubicada en la cabecera del delta del Nilo, controlaba las rutas fluviales y terrestres de la zona. Fue lugar de residencia de los faraones a partir de la III dinastía, perdiendo su situación de capital en el s. XX a.C., cuando los soberanos de la XII dinastía prefirieron El Lischt, 30 km al sur. Si bien los reyes del Imperio Nuevo reinaron a continuación desde Tebas, Menfis no desapareció.
A partir de la XVIII dinastía, la ciudad recuperó gran parte de la actividad como centro religioso de primer orden, con sus venerables santuarios a Ptah, Hathor y Apis, acogiendo las grandes ceremonias monárquicas a lo largo de las cuales los soberanos, desde los Hicsos hasta Alejandro, fundaron o renovaron su legitimidad. Asimismo, se convirtió en el gran centro de intercambio de Egipto, gracias a su puerto internacional, en el que atracaban barcos procedentes de todo el Nilo.
En los barrios prosperaban colonias de comerciantes extranjeros y se convirtió en la más cosmopolita de las ciudades egipcias; albergó santuarios dedicados a dioses asiáticos, abrió sus murallas a los hebreos exiliados en el año 568 a.C., durante el reinado de Apries, y 40 años más tarde durante el reinado de Amosis I, a los colonos jonios procedentes de Caria.
Cuando Heródoto la visitó, en el s. V a.C., todavía era una ciudad muy bella, la mayor de Oriente, símbolo del Antiguo Egipto, meta de millares de peregrinos durante sus fiestas religiosas y visitada por gentes de pueblos muy diversos que con el tiempo hicieron su propio barrio en la ciudad. Fue la capital religiosa de todo Egipto hasta el reinado de Ptolomeo V Epífanes, pero a partir del s. III a.C., comenzó a perder terreno respecto a Alejandría.
Desgraciadamente quedan muy pocas huellas de su pasada gloria. Sus magníficos templos y palacios fueron expoliados y destruidos por los conquistadores extranjeros y desde los últimos Ptolomeos, el lugar sirvió de cantera a los habitantes.
Podremos contemplar, dentro de un moderno edificio, el Coloso tumbado de Ramses II, una estatua tallada en un bloque de piedra silícea de grano finísimo; posee una altura de 10,30 m, y antes de perder la parte inferior de las piernas medía 13 metros. Tiene grabado su nombre en el hombro derecho, en el pectoral y en la hebilla del cinturón. A pocos metros de distancia, hay una esfinge de alabastro de 4,25 m de altura y 8 m de longitud que data probablemente de la época de Amenofis II y flanqueaba la entrada sur del Templo de Ptah.
A continuación visitaremos la NECRóPOLIS DE SAKKARA, que es la mayor de todo Egipto y la que abarca un período de tiempo más amplio: casi 3.000 años, desde las primeras tumbas faraónicas de la I dinastía, a los monasterios coptos. Sakkara se convirtió en la necrópolis real de Menfis, y a medida que la ciudad crecía, también lo hizo esta ciudad de los muertos que cubría un área de 7 kilómetros.
Sin duda, lo más importante de la necrópolis es la Pirámide escalonada de Zoser, que fue el prototipo de las pirámides de Gizeh. Erigida por el arquitecto del faraón Zoser, el sumo sacerdote Imhotep, en el s. XXVII a.C., marca un avance sin precedentes en la historia de la arquitectura.
Hasta entonces, las tumbas reales consistían en cámaras subterráneas cubiertas por una estructura de barro en forma de pirámide truncada, las mastabas. Imhotep prefirió el empleo de piedra en vez de ladrillo y construyó, no una mastaba, sino seis, una encima de otra y decrecientes en tamaño.
El patio que rodeaba la pirámide marcó otro hito, señalando el comienzo de una era de esplendor en la arquitectura y el arte egipcios. Rodeado por un muro de caliza de 10,50 m de altura, el complejo funerario contaba con amplios patios, pabellones, santuarios y capillas.
En el costado norte de la pirámide, se encuentra una réplica de la estatua de tamaño natural del faraón Zoser (el original se encuentra en el Museo de El Cairo), instalada dentro de un serdab, una caja de piedra diseñada para permitir que el ka (espíritu) del rey muerto pudiera interactuar con los vivos.
Seguimos nuestra visita, y ahora le toca el turno a la Mastaba de Ptahhotep y de Akhuhotep, una doble sepultura para un padre y su hijo mayor, cuya decoración está en parte inacabada. Ptahhotep, fue visir e inspector de las pirámides de la V dinastía.
En el primer pasillo podremos ver los procesos de los artistas que dibujaban los motivos con trazos antes de empezar a esculpir la roca. Este pasillo desemboca en una sala con cuatro pilares que alberga la estela de Akhuhotep.
De la sala de los pilares surge un pasaje que conduce a otras dos salas reservadas a Ptahhotep: una capilla y la cámara de la estela. Esta zona contiene la mejor decoración del conjunto, con colores excepcionales. La pared de la izquierda contiene dos escenas pintadas: cada una representa a uno de los difuntos a gran tamaño, y encima un texto en el que se mencionan sus títulos, mientras a sus pies se desarrollan varias escenas articuladas en dos cuadros: de lucha y ejercicios deportivos realizados por niños, se alternan con escenas de caza en el desierto.
También visitaremos la Mastaba de Ti, la mejor decorada de toda la necrópolis. Corresponde a la tumba de un funcionario que sirvió a tres faraones de la V dinastía. Los bajorrelieves son auténticas obras maestras y sus pinturas no tienen parangón en cuanto a la información que proporcionan sobre la vida cotidiana en el Imperio Antiguo.
Accederemos al patio rodeado por doce pilares que delimitan un pórtico. Los bajorrelieves de esta zona están muy deteriorados.
Del fondo del patio, en la cara opuesta a la entrada, parte un largo corredor que nos llevará a la cámara funeraria.
En la pared de la izquierda veremos un cortejo de sirvientes representados en varias ocasiones llevando ofrendas bajo la mirada del maestro del lugar.
La capilla funeraria contiene los relieves más espectaculares: escenas agrícolas a las que asiste Ti sentado en su trono y caza del hipopótamo en las ciénagas del Delta. El serdab, frente a la entrada, está horadado por tres aberturas, en una de ellas está la estatua del difunto, una moldura de yeso copia del original, depositado en el Museo de El Cairo.
Almuerzo en restaurante local.
«Todo el mundo teme al tiempo,
Pero el tiempo teme a las pirámides» (Proverbio egipcio)
Y llega el momento más esperado por todos: nos dirigimos a la MESETA DE GIZEH, a 12 km de El Cairo, el lugar que hace 5.000 años se convirtió en la necrópolis real de la ciudad de Menfis, capital de Egipto. En menos de 100 años, los antiguos egipcios construyeron las tres gigantescas pirámides que sirvieron de tumbas a los reyes muertos. Varios kilómetros antes de llegar a la llanura, distinguiremos, por encima de los edificios, el triángulo dorado de la cima de la Gran Pirámide.
Como decíamos anteriormente, durante la III dinastía, la forma piramidal sustituyó a la mastaba, la antigua tumba egipcia de base rectangular, techo plano y muros laterales inclinados. Después de la pirámide escalonada de Zoser, los faraones de la IV dinastía fueron modificando la estructura de las pirámides.
En una siguiente etapa, el faraón Snefru (2613-2598 a. C.) construyó tres pirámides en las que cambió el sistema de construcción hasta ese momento: levantó en Dashur una pirámide romboidal, con dos pendientes de inclinación decreciente, que se considera una etapa intermedia entre la «pirámide escalonada» y la «pirámide clásica», o de caras lisas, que se inaugura con la primera pirámide verdadera, la «Roja de Dashur».
A la muerte de Snefru, le sucedió su hijo Keops, quien quiso seguir los pasos de su padre, levantando en la meseta de Gizeh, la mayor de las pirámides. Más tarde los faraones Kefrén (hijo del Keops) y Micerinos (hijo de Kefrén) completaron la planicie con otras dos pirámides.
Desde tiempo inmemorial se han emitido todo tipo de opiniones sobre el destino de las mismas, pero la versión unánimemente aceptada es que fueron destinadas a dar sepultura a los faraones. Al subir al trono, el faraón escogía el lugar donde se edificaría su sepultura y posteriormente se nivelaba el terreno.
Es cierto que la función exacta de las cámaras y corredores de las pirámides se desconoce; el hecho de que algunos corredores de ventilación señalen importantes constelaciones, que las esquinas orientadas al sureste formen una diagonal perfecta y que sus costados se alineen con el norte magnético, ha inspirado la imaginación de muchos y se han elaborado singulares teorías. De todas formas, los alineamientos son coherentes con los mitos del Antiguo Egipto, que el alma del faraón se elevaría para unirse a las estrellas eternas.
Si descartamos la hipótesis de la intervención extraterrestre, tenemos que reducirnos al ingenio humano para la explicación de estas titánicas obras.
Las excavaciones de la meseta aportan pruebas que indican que los trabajadores no eran los esclavos que tradicionalmente se ha pensado, sino granjeros egipcios, y de que las obras no solo se llevaban a cabo durante los tres meses de crecida, aunque es verdad que ese período marcaba un aumento de la actividad.
La hipótesis normalmente admitida para la construcción, es la utilización de una rampa, tal y como aparece reflejada en varias pinturas funerarias. Realizada con tierra y ladrillo y apuntalada con vigas, la rampa constituía una calzada revestida con limo, sobre la cual se deslizaban los bloques, colocados sobre palos. La rampa se elevaba al ritmo de la pirámide, al mismo tiempo que se alargaba para mantener una pendiente de unos diez grados que permitiera el arrastre.
Visitaremos el complejo que incluye las Pirámides de Keops, Kefrén y Micerinos, así como la Esfinge y el Templo del Valle. Es importante señalar que, a pesar de que está ampliamente descrito el interior de la pirámide de Keops, no está incluida la entrada a ninguna de las pirámides.
Lo que sorprende de la Pirámide de Keops, además de sus proporciones, son sus cualidades arquitectónicas: el estricto alineamiento de las caras en relación a los puntos cardinales; los perfectos cimientos del conjunto, obtenidos simplemente con una franja llena de agua que sirvió de nivel; la perfección de las junturas entre los bloques, que no permiten que se deslice ni una lámina; el sistema de reparto de las masas en las paredes de la rampa de acceso, ligeramente descolgada, igual que las piezas que rematan la cámara funeraria.
En el exterior, falta el piramidión dorado (es una pieza pétrea de forma piramidal que se situaba en la parte más alta de las pirámides, y que simbolizaba el lugar donde se posaba el dios solar Ra o Amón-Ra, como punto de unión entre el cielo y la tierra), y sobre todo el revestimiento de caliza blanca que hacía las caras lisas y brillantes al sol. Siglos de saqueos, entre ellos los soberanos medievales de El Cairo para sus propios monumentos, han dejado los bloques al descubierto, que muchos turistas han aprovechado para escalarla, cosa que actualmente está prohibido.
El acceso se realiza por un agujero excavado en el año 820 por el califa Bagdad Al Maamun, que creyó que su interior guardaba los tesoros del faraón. El interior tiene tres cámaras funerarias que corresponden a proyectos sucesivos. La primera, se encuentra 30 m por debajo del nivel del suelo. La segunda, 21 m por encima del nivel del suelo, exactamente en el eje de la pirámide. La tercera, que alberga el sarcófago de granito, se encuentra a 42 m de altura. Se accede a ella por un estrecho y claustrofóbico pasillo descendiente, y después por una galería ascendente de 47 m de longitud.
El pasillo que continúa reduce a una altura de 1,20 m. A su término, se llega a un corredor de 39 m de largo de 1 x 1 m que desemboca en la Cámara de la Reina, donde se halla un nicho de 4,50 m de altura. Una vez se regresa de esta cámara, unos escalones de hierro conducen a la Gran Galería, con un techo de 8,50 m de altura. Un sistema de saledizo reduce la separación de las paredes a medida que se elevan.
Después, tras dos cámaras bajas se abre la Cámara del Rey, donde se encuentra el sarcófago de granito, de 2,30 m de longitud, 0,90 m de ancho y 1 m alto. No posee ninguna inscripción jeroglífica que diga a quién o para qué fue destinado. No hay pinturas ni relieves. El techo de la cámara lo componen cinco grandes losas de granito inclinadas que pesan casi cuatrocientas toneladas. Por encima, nueve cámaras de descarga, permitían aligerar el empuje de la enorme masa de piedra.
La Pirámide de Kefrén, aunque puede parecer más alta, ya que está edificada sobre una ligera elevación del terreno, y su base es más pequeña, con lo que las caras están más inclinadas, es un poco más pequeña que la de Keops. Concretamente sus medidas primarias fueron 215 m de base y 143 m de altura (actualmente 210 m y 136 m, respectivamente).
En cambio, conserva en la cima una parte significativa de su revestimiento de caliza, que originalmente recubría las tres pirámides.
Posee dos entradas, ambas en la cara norte. El interior es más sencillo que el de la Gran Pirámide: posee dos pasadizos descendentes que convergen en una sola cámara funeraria. Si la cámara funeraria de Keops se sitúa en el centro de la estructura, la de Kefrén desciende penetrando en el lecho rocoso. En la cámara solo está el sarcófago de granito del faraón, sin decoración. El templo mortuorio conserva partes de un santuario y un patio.
La más pequeña de las tres (102 m de lado por 65 m de altura), la Pirámide de Micerinos, contaba con un revestimiento calizo en sus tres cuartos superiores, porque el cuarto de la base estaba decorado con granito rosa de Asuán. Una parte de esta decoración subsiste cerca de la puerta de entrada.
En el interior se encuentra la cámara funeraria excavada en la roca bajo la pirámide. Aquí no hay ningún sarcófago: en 1937 el coronel Vyse, entró en una de las cámaras, donde halló pedazos de un ataúd de madera con el nombre de Micerinos en escritura jeroglífica, un cuerpo humano momificado por la atmósfera interior y en la cámara más profunda un sarcófago de basalto sellado. Sin abrirlo, lo envió a Inglaterra, pero el barco naufragó frente a la costa de Cartagena.
Llamada por los árabes Abu El Hol (el «Padre del Terror») se alza la gran Esfinge de Gizeh, primera estatua colosal conocida del Antiguo Egipto.
Los arqueólogos datan su construcción alrededor del 2500 a.C., y creen que Kefrén fue su inspirador. Tiene 20 m de altura, un cuerpo muy alargado de león de 73,5 m y un tocado real que enmarca un rostro carnoso, probablemente de Kefrén.
Fue erigida para servir de guardián a la necrópolis de Gizeh, y también fue objeto de culto, como lo atestiguan los restos de un templo que hay delante de las patas del animal y que también data del reinado de Kefrén. Está tallada en un promontorio de rocas y se restauró con algunos bloques en la base, añadidos durante la dinastía XVIII: Tutmosis IV (1401-1391 a.C.) emprendió la restauración de la esfinge, abandonada desde hacía cinco siglos.
La historia es que cuando era un joven príncipe se quedó dormido durante una partida de caza a la sombra del animal, que se le apareció en sueños y le prometió el trono. Una estela de 3,60 m de altura, visible todavía entre las patas, recuerda los trabajos emprendidos por el rey: se retiró de la esfinge la arena y se recubrió la estatua con una placa de caliza de la que aún quedan algunos restos.
De nuevo, la esfinge fue objeto de un culto que prosperó hasta la presencia romana. Aunque se ha escrito que su nariz fue víctima de los cañones mamelucos, otomanos o de Napoleón, lo cierto es que cayó en algún momento anterior al s. XV. Originalmente, tenía además, una estilizada barba falsa, símbolo de realeza, que también cayó (un trozo está expuesta en el British Museum).
A la izquierda de la Esfinge, se elevan los muros del Templo del Valle, uno de los templos conservados más antiguos de Egipto. En tiempos antiguos durante la crecida anual del Nilo, las aguas alcanzaban el borde de la meseta de Gizeh. El templo se alzaba sobre un muelle y servía de acceso a la pirámide a través de una calzada cubierta. En el mismo se hallaron los nombres del faraón Kefrén, por lo que también se le atribuye dicho templo.
En su interior se encontraban en la antigüedad veintitrés estatuas de granito, que se apoyaban sobre las veintitrés columnas del mismo material que hoy se encuentran erguidas y solitarias en el patio del templo. De estas estatuas se encontró una, en la que el halcón Horus se halla detrás de la cabeza del faraón, y que está en el Museo de El Cairo.
Alojamiento en STEIGENBERGER HOTEL EL TAHRIR.
Experiencias únicas durante nuestro viaje a EGIPTO con VAGAMUNDOS:
– Disfrutar de una experiencia única acompañados por dos de los mejores guías egiptólogos del país, como son Ahmed Abbas y Khaled Mohedin, que nos dará la posibilidad de conocer los monumentos más importantes de Egipto y su historia, en lo que será un fascinante viaje en el tiempo.
– Pasear por LUXOR, el lugar con mayor cantidad de monumentos antiguos del país, como los templos de Karnak y Luxor, o ya en la orilla occidental, en el Valle de los Reyes, penetrar en los secretos de las tumbas de sus faraones, y templos como el de Deir el-Bahari que hizo construir la reina Hatshepsut.
– A través de un paisaje que no ha cambiado mucho desde tiempos de los faraones, visitar uno de los lugares más sagrados del país, el Templo de Abidos.
– Disfrutar de un CRUCERO POR EL NILO en una de las experiencias más emocionantes y románticas del mundo, que nos permitirá apreciar la belleza del paisaje y visitar algunos de los templos más importantes como Edfú o Kom Ombo.
– Presenciar una bellísima puesta de sol en ASUáN, la ciudad más meridional del país y puerta de entrada a Nubia, con el templo de Philae, uno de los lugares más mágicos de Egipto.
– Navegar en faluca por el Nilo presenciando escenas que no han variado desde hace siglos.
– Visitar el poblado nubio de Gharb Soheil, donde descubriremos la vida cotidiana del pueblo más auténtico de Egipto, y cuya singular belleza parece encerrar todo el misterio del Antiguo Egipto.
– Llegar hasta ABU SIMBEL, y contemplar los dos extraordinarios templos, el de Ramsés II y el de su esposa Nefertari, después de que fueran reubicados, piedra a piedra, en su emplazamiento actual para protegerlos por la subida de nivel del agua por la construcción de la presa de Asuán.
– Navegar, durante un SEGUNDO CRUCERO por el LAGO NASSER, en una atmósfera de silencio y recogimiento, experimentando la misma sensación que debieron sentir los descubridores por primera vez.
– Cuatro noches en EL CAIRO, dan para mucho, aquí tiene cabida: El Cairo musulmán con sus mezquitas medievales, y El Cairo Copto, con sus iglesias ortodoxas; Menfis, la mayor ciudad del Egipto faraónico y capital de las primeras dinastías; la necrópolis de Sakkara, con la Pirámide escalonada de Zoser Y las bellas mastabas. Y claro, también aprovechar el tiempo de las compras en el mercado de Khan El Khalili.
– ¡¡¡Cómo nos vamos a olvidar de la meseta de Gizeh, con las inconcebibles pirámides de Keops, Kefrén y Micerinos y la enigmática Esfinge!!!
– Y después de las Pirámides, el Gran Museo Egipcio de Giza que se encuentra a menos de 2 km, con más de 50.000 piezas escogidas, entre las que se encuentran todas las halladas en la tumba de Tutankamón, así como algunos de los sarcófagos descubiertos recientemente en Sakkara, en el hallazgo más importante de los últimos años.
– Una buena despedida del país es visitar ALEJANDRíA, ciudad fundada por Alejandro Magno, que fuera centro cultural del Mundo Antiguo, con su histórica biblioteca, y que hoy es una bonita y tranquila urbe mediterránea, que todavía conserva restos como las catacumbas de Kom ash-Shuqqafa, del s. II, la necrópolis grecorromana más grande de Egipto, o la columna de Pompeyo, que formaba parte del Serapeum, el tempo dedicado a Serapis. También es digno de contemplar la nueva Biblioteca de Alejandría, con su fachada circular elaborada con granito de Asuán.