Viaje a CHINA II: Pekín | Los viajes de Vagamundos día a día

Día 3: PEKÍN

Desayuno buffet en el hotel. Continuamos nuestras visitas en Pekín, capital de la República Popular China desde el siglo XIII, y centro cultural, político y social del país. Esta caótica ciudad, llena de contrastes, lucha por mantener su carácter tradicional, siendo a la vez, demasiado activa, grande y ansiosa por cambiar. Envuelta en mitos y leyendas, ha dejado atrás un pasado de emperadores de ascendencia divina y lujosos palacios de cuentos, para edificar modernos rascacielos que contrastan con las pequeñas casas tradicionales. A pesar de ello, las calles que se extienden en anillos concéntricos desde la Ciudad Prohibida, siguen manteniendo la huella de la dinastía Ming. En efecto, Pekín fue concebida como un trasunto o mapa del universo, una geografía del cosmos. Su construcción obedece a una suerte de supremo feng shui, el mágico saber que busca la armonía con la naturaleza. Bajo esa lectura geomántica se entiende mejor el plano real de Pekín, que se despliega a partir del quinto punto cardinal, el centro, en círculos concéntricos (cinco anillos), atravesados por una treintena de vías radiales. La muralla “exterior” de la ciudad, con 16 puertas, rodeaba a la “ciudad interior”, y esta encerraba finalmente al epicentro, esto es, la Ciudad Prohibida, que poseía sus propias murallas y fosos. La zona que ocupa Pekín, es una de las áreas más antiguas habitadas por el hombre: a principios del s. XX se encontraron los restos del “Hombre de Pekín”, muerto hace más de 500.000 años. Los restos más antiguos datan del IV milenio a.C. Durante mucho tiempo fue una pequeña capital regional que sufrió las incursiones de los saqueadores nómadas. Entre los siglos IV y VI d.C. tras la caída de la dinastía Han, permaneció ocupada por las tribus de la estepa. A partir del S. VII, con la ascensión al poder de la dinastía Tang, quedó bajo protección china. En el 936 los mongoles se apoderan de ella. La ciudad fue cambiando de manos a la vez que crecía. En 1215, Genghis Khan la arrasó. Posteriormente su nieto Kublai Khan la convirtió en capital del imperio mongol, con el nombre de Khanbalik (ciudad del Khan), conocida en Occidente como Cambaluc, gracias al relato de Marco Polo. Con Kublai Khan se inició el verdadero apogeo de Pekín. Cuando los Ming expulsaron a los mongoles, establecieron su capital en Ninjing, hasta que Yongle, el tercer emperador de la dinastía, decidió regresar a Pekín, que tomó su nombre actual, que significa “capital del norte”. La ciudad fue adquiriendo el característico aspecto: se construyó la Ciudad Prohibida sobre las ruinas del antiguo palacio de Kublai, el Templo de los Lamas, el Templo del Cielo y el Palacio de Verano. Tras la ascensión al poder de la dinastía manchú de los Qing en 1644 la ciudad sufrió la incesante intromisión de las potencias extranjeras que la ocuparon y crearon el barrio de las Legaciones en 1900, al sureste de la Ciudad Prohibida. Después de numerosos avatares y tras la proclamación de la República Popular de China en 1949, Pekín mantuvo el estatus de capital. A partir de ahí, desaparecieron barrios enteros, se derrumbaron murallas y templos y fueron sustituidos por largas avenidas y enormes construcciones de hormigón. A pesar de todo, el viejo Pekín, continúa vivo en los templos, los palacios y sus viejos callejones hutong. Esta inmensa ciudad, con cerca de 20 millones de habitantes, ha tenido siempre la misión de expresar el poderío político y la proyección del país a nivel mundial. Desde la Ciudad Imperial hasta las recientes infraestructuras olímpicas, su arquitectura se caracteriza por el boato y la desmesura. Quizás nos resulte difícil de entender para los europeos.

Comenzaremos con la visita de la Gran Muralla China (declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1987). Según la tradición, tras unificar su imperio en 221 a.C., el primer emperador de China, Qin Shi Huangdi, ordenó a uno de sus generales la edificación de una gran fortificación a lo largo de su frontera septentrional. El emperador, en realidad, no la construyó partiendo de la nada. La existencia de líneas defensivas se remonta a varios siglos antes de su reinado, en especial al de los Reinos Combatientes (que abarcó del s. V a.C. hasta la llegada del Primer Emperador), época en el que el territorio chino se hallaba dividido en diferentes estados, aliados o enfrentados entre sí. Qin Shi Huangdi aprovechó las fortificaciones existentes, modificó el trazado de algunos tramos y amplió otros, dando unidad al conjunto. La extensión aproximada era de 4.000 km. La obra de la Gran Muralla tiene una justificación y un sentido militar pero también social y político. El Emperador no sólo pensó en crear una línea de carácter defensivo frente a las constantes amenazas de los pueblos nómadas de norte, sino que con ello quiso también señalar los límites conceptuales de su imperio. Así, los territorios que quedaban fuera de éstos, no pertenecían al ámbito cultural chino y, por tanto, no estaban bajo la protección imperial. Con ello marcaba la frontera real entre la civilización (representada por ellos mismos) y los “bárbaros”, es decir, aquellos pueblos (hunos, turcos, mongoles …) que amenazaban la estabilidad del Imperio del Centro. La construcción fue encargada por el Primer Emperador al general Meng Tian, que se trasladó a los territorios del norte con un ejército de 300.000 hombres. A ellos se sumaron otros 500.000 de origen campesino, desplazados desde todos los rincones del imperio, más los prisioneros de guerra y reos condenados a muertes. En total, casi un millón de hombres lograron levantar y consolidar el largo muro. Algunos historiadores sugieren que las consecuencias de la construcción de la Gran Muralla afectó de forma importante a Occidente. Así, pueblos nómadas que no pudieron atravesarla optaron por dirigirse al oeste. Uno de ellos sería el de los xiongnu, cuyos descendientes, entre los que se encuentran los hunos de Atila, llegaron hasta Europa y contribuyeron a la caída del Imperio Romano. Las siguientes dinastías continuaron reparando y extendiéndola, sin embargo, no será hasta un milenio y medio más tarde, con la dinastía Ming (que gobernó entre los años 1368 y 1644), cuando la línea defensiva cobre nueva relevancia, y adquiera las impresionantes dimensiones que posee actualmente, extendiéndose a lo largo de más de 7.000 km, con 40.000 torres y fortines (en un estudio reciente de la Autoridad Nacional de Patrimonio Cultural, que abarcó los casi 44.000 tramos de la Muralla que fueron construidos en distintos períodos de la historia china, dieron como resultado 21.916 km de construcciones). Se utilizaron materiales más sólidos como ladrillos, tejas y piedra. A la hora de trazar el recorrido se intentó aprovechar al máximo las condiciones naturales del terreno, las elevaciones montañosas, los valles, los pasos naturales, atravesando para ello desiertos y praderas, montañas y mesetas, bordeando ríos y describiendo un bucle, por lo que se ha asociado a la imagen de un enorme dragón, el símbolo de la monarquía imperial en China. Su altura en los tramos mejor conservados oscila entre 7 y 10 metros. La Muralla estaba interrumpida cada 800 metros por torres de vigía y puertas de acceso, y en diversos puntos contenía fortificaciones que acogían a las unidades militares. A pesar de su carácter defensivo, con el tiempo se tuvieron en cuenta aspectos artísticos que embellecían la severidad del largo muro. Sin embargo, su aspecto imponente no logró el objetivo de acabar con los ataques de los pueblos nómadas del norte. Entre los siglos X y XIII, buena parte de la mitad norte de China estuvo en manos de dinastías extranjeras que rivalizaban con las chinas, consideradas las verdaderas representantes del imperio. En el s. XIII, de la mano de su quinto Gran Khan, Kublai Khan, los mongoles lograron invadir China: por primera vez una dinastía extranjera, la de los Yuan (1279-1368) gobernaría todo el imperio. Aunque su dominio no superó un siglo, los mongoles demostraron que la conquista de China era factible. Sus sucesores, la dinastía china de los Ming, siempre tuvieron en mente la amenaza que suponían los pueblos nómadas del norte. Sin embargo, tampoco ellos, que habían convertido su frente norte en una sólida estructura, pudieron evitar la posterior invasión de los manchúes, que fundaron la dinastía Qing, que gobernó desde 1644, hasta 1912. En la actualidad la mayor parte de la muralla se encuentra en ruinas, algo que hace difícil que se pueda transitar por ella. Afortunadamente, algunos tramos se han restaurado por completo para mostrar su aspecto original. En nuestro dispondremos de tiempo libre para recorrer una parte del accesible tramo de Juyongguan, que se encuentra a 50 km al noroeste de Pekín.  En su momento fue reconstruida por la dinastía Ming, sobre las ruinas del s. V: añadieron las atalayas, que servían de torre de señales, fuerte, vivienda y almacén de provisiones. Recientemente fue nuevamente reconstruida. Juyongguan era uno de los Tres Pasos Mayores de la Gran Muralla China, de gran importancia estratégica debido a que conectaba con Pekín. Con montañas inexpugnables a ambos lados, es fácil adivinar la razón por la cual se eligió este lugar como plaza defensiva. Tendremos tiempo para pasear durante la misma

Almuerzo en restaurante chino.

A continuación visitaremos el Palacio de Verano (declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1998). Desde la dinastía Zhou, que gobernó entre 1122 a.C. y 249 a.C., los soberanos y posteriores emperadores cercaban vastas extensiones de terreno, donde podían cazar, criar animales exóticos y crear y mantener jardines. Algunos de los soberanos que ocuparon Pekín, construyeron palacios de verano fuera de la ciudad, en los montes Occidentales, donde el aire era más fresco en esa estación. El lugar fue apreciado desde el principio por su privilegiada situación, su encanto y sus virtudes geománticas. En 1153, uno de los  soberanos de la dinastía Jin, construyó un palacio temporal junto a un laguito bajo la “Colina de la Tinaja”. Durante la dinastía mongol de los Yuan, el palacio quedó abandonado. Posteriormente, el lugar, con sus colinas, fuentes y estanques llenos de lotos y castañas de agua, atrajo la atención del emperador Yongzheng (1722-1735) de la dinastía Ming, que erigió un nuevo palacio para escapar del sofocante ambiente de la Ciudad Prohibida en verano. Pero fue Qianlong, durante su reinado (1736 a 1795), quien dio al palacio su aspecto actual. El Nuevo Palacio de Verano fue destruido por las tropas anglofrancesas en 1860, durante la Segunda Guerra del Opio, y reconstruido en 1886 por la emperatriz viuda Cixí, que le dio el nombre de Yihe Yuan o el “Jardín de la Preservación de la Armonía”. En 1900, durante la revuelta bóxer, volvió a ser destruido por tropas extranjeras, pero Cixí, cuya megalomanía es legendaria, lo volvió a reconstruir en 1902 sin reparar en gastos, convirtiéndolo en su residencia entre primavera y otoño. El palacio se encuentra a 12 km al noroeste de Pekín, y es una obra maestra del arte de los jardines chinos. Se asienta sobre las inclinadas riberas del lago Kunming y está formado por espléndidos jardines, pabellones, templos, puentes y un extraordinario corredor, bastante largo y pintado con frescos, que ilustran la historia de China. Sus medidas producen vértigo: 290 Ha, 3.000 edificios, 420.000 árboles (1.200 de ellos son varias veces centenarios), y todo a cargo de 1.700 empleados. Visitaremos lo más destacado del conjunto. Accederemos por la puerta este del Palacio, que conduce a los pabellones oficiales y residenciales. Nada más franquear la puerta, nos encontramos con el Salón de la Benevolencia y la Longevidad, donde concedía las audiencias la emperatriz. Detrás del trono puede verse el biombo tras el que gobernaba China y un espejo con el diograma “shou” (longevidad). La calle Suzhou, agradable recreación de una calle comercial que fue construida bajo las órdenes del emperador Quianlong, formada por pequeñas tiendas que ofrecen productos tradicionales. Como los emperadores no se podían mezclar con el pueblo, se construyó la copia de una calle popular con eunucos disfrazados de comerciantes y  clientes. El Palacio de la Alegría y la Longevidad, lugar de residencia de la emperatriz cuando se encontraba en el lugar. Aquí se refleja bastante bien la lúgubre atmósfera que debió existir al final de su reinado. En cada comida le presentaban más de cien platos, de los que escogía  apenas 6 o 7. El Jardín de la Virtud y de la Armonía, edificio de tres plantas que fue utilizado como teatro en el que, la compañía de ópera de la corte realizaba sus representaciones para entretener a la emperatriz Cixí; el Palacio de las Nubes Ordenadas, precedido de un bello pórtico, justo en el eje geomántico del lugar, y ubicado frente al lago, constituye la foto de recuerdo del lugar. En el Taxi Tan se encuentran las carrozas y un automóvil de la época, un Mercedes Benz de 1903 utilizado por la emperatriz; el Jardín del Gusto Armonioso, el preferido por Cixí para ir de pesca, con encantadores edificaciones que se reflejan en el agua mientras una naturaleza salvaje lo envuelve todo; el barco de mármol, construido en madera pintada, imitando el mármol, aquí celebraba la emperatriz espléndidos banquetes a los que invitaba a los ministros y embajadores para manejarlos mejor.

 A continuación visitaremos un Taller Artesanal del Cloissonné, donde nos mostrarán cómo se embellecen los objetos metálicos con esta antigua técnica de decoración. También llamado “esmalte alveolado”, su origen viene de Medio Oriente, pero es en China donde se desarrolló por completo. Está  reconocida como una de las «ocho técnicas únicas de Beijing», y una de las cuatro principales artes y oficios de China. Aquí se conoce como “jingtailan”, que hace referencia al emperador Jingtai, de la dinastía Ming (durante su reinado a mediados del s. XV se realizaron las piezas de mayor valor) y “lan”, que significa azul, ya que la mayoría de las piezas son de este color. Aunque actualmente se decoran mediante el uso de esmalte vidriado, en la antigüedad las incrustaciones eran de piedras preciosas, vidrio y otros materiales. Para decorarlos, primero se agregan alvéolos o compartimentos (cloisons) al objeto metálico, adhiriendo alambres de plata, oro o delgadas cintas colocadas sobre sus cantos. Estos agregados sirven de bella separación entre las incrustaciones. Los objetos con esmaltado cloisonné son trabajados con una pasta preparada a base de polvo de esmalte que luego se cuece en un horno.

Posteriormente podremos contemplar desde nuestro autobús algunas de las construcciones que se edificaron con motivo de la celebración de los Juegos Olímpicos de Pekín en 2008, como el Estadio Nacional de Beijing, más conocido «el nido de pájaro» debido a una malla de columnas de acero cubiertas por una membrana transparente que lo envuelve. Toda la estructura visible desde el exterior imita las ramas entrelazadas de los nidos. El estadio tiene 330 metros de largo, 220 metros de ancho y 69 metros de altura, y una capacidad para 91.000 mil espectadores. También el Centro Acuático Nacional, conocido popularmente como “el cubo de agua”, cuyo sobrenombre le viene por su estructura rectangular, cubierta por unas membranas plásticas poliédricas, de textura mullida, que permiten el paso de la luz natural. Estas especie de almohadillas permiten que el agua de la piscina se refleje por el interior de toda la estructura. El edificio, ocupa 177 metros cuadrados y 30 metros de alto, tiene capacidad para 17.000 personas, y está rodeado de un foso con agua lo que lo hace aún más atractivo.

A continuación visitaremos una Farmacia China. La medicina tradicional china, trabaja para regenerar las funciones de los órganos en el cuerpo. Desde hace más de 5.000 años, existían teorías naturalistas de salud y enfermedades basadas en conceptos acerca de la relación del ser humano con los cielos y la tierra, el clima y el paso de las estaciones. De igual modo, a lo largo de gran parte de los últimos dos milenios, las tradiciones eruditas médicas chinas, han considerado el cuerpo humano vulnerable frente a las interferencia de los antiguos antepasados, demonios y espíritus. Los primeros tratados médicos completos se crearon a finales del período de los Reinos combatientes (476-221 a.C.). La salud se restablece llevando a un equilibrio dichas funciones, activando y aumentando el sistema inmunológico del cuerpo. La enfermedad no es definida por síntomas, ni por el nombre de la misma. Las palabras chinas “yin” y “yang” se refieren a energías complementarias que deben estar en equilibrio. Un practicante de medicina china hablará sobre los desequilibrios de energía. Miles de hierbas chinas han sido categorizadas y clasificadas de acuerdo a las diversas propiedades que éstas contienen. A lo largo de los años, se han creado y refinado más de 25.000 fórmulas para tipos específicos de infecciones, enfermedades y dolencias. También se descubrió que las propiedades medicinales de muchas hierbas requerían de la presencia de ciertas otras para actuar como un catalizador. Hoy en día, la mayoría de los médicos de medicina moderna, cuentan con algún tipo de formación en medicina tradicional, y de hecho los servicios sanitarios de los hospitales, tienen integrados servicios de medicina tradicional.

Para finalizar el día, disfrutaremos de una típica cena “Pato Laqueado” en la que podremos saborear, entre otras cosas, este típico plato pequinés que antiguamente estaba reservado únicamente al emperador, por lo que era símbolo de dignidad y poder.

Alojamiento en el Jianguo Hotel.

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