Teotihuacán, la ciudad donde fueron creados los dioses

(Náhuatl: Teōtihuácān, «Lugar donde fueron hechos los dioses; ciudad de los dioses») es el nombre que se da a la que fue una de las mayores ciudades de Mesoamérica durante la época prehispánica.  El topónimo tiene su origen en la lengua náhuatl y fue el nombre que le dieron los aztecas cuando  encontraron esta inmensa ciudad que había sido abandonada hacía siglos. Quedaron tan impresionadas por las dimensiones y belleza de la misma, que no pudieron encontrar un nombre más apropiado; aunque desconocemos el nombre que le daban sus habitantes. Creyeron que había sido construida por gigantes y crearon el mito de que en ella se habían concentrado los dioses para asegurar la existencia del mundo.

La Ciudad Prehispánica de Teotihuacán fue uno de los centros urbanos más grandes del mundo antiguo, que durante su apogeo (450-650 d.C.) ocupó unos 30 km2, alcanzando los 250.000 habitantes, y trajo consigo el desarrollo económico de las ciencias y de las artes, pero también grandes diferencias sociales.

Situada en un valle rico en recursos naturales, Teotihuacán fue la sede del poder de una de las sociedades mesoamericanas más influyentes en los ámbitos político, económico, comercial, religioso y cultural, cuyos rasgos marcaron permanentemente a los pueblos del altiplano mexicano, traspasando el tiempo y llegando hasta nosotros con idéntica fuerza y grandeza con que sus constructores la planearon.

Historia de Teotihuacán

El origen de Teotihuacán aún hoy sigue siendo un misterio. Los restos arqueológicos nos indican que hacia 800 a.C. el valle de Teotihuacán estaba poblado por pequeñas aldeas agrícolas que con el tiempo empezaron a explotar las minas de obsidiana de la zona.

Ya en 200 a.C. podemos hablar de una primera ciudad, con algo más de unos 7.000 habitantes, y una superficie de 6 km2, dedicada en gran parte al comercio de la obsidiana. Probablemente fueron varios los factores que influyeron en el emplazamiento: la proximidad de las minas, la existencia de manantiales, la situación privilegiada del valle en la ruta de acceso a la costa y un hábitat de lagos propicio para la agricultura.

La ciudad fue perfilándose, y en poco tiempo Teotihuacán se convertiría en un importante centro religioso y de peregrinaciones, y en la capital de un estado. Se construyeron las dos grandes pirámides (la del Sol y la de la Luna), y a partir de ahí iría creciendo la ciudad.

La pirámide del Sol es la estructura más grande y antigua. Se levantó entre el año 1 y el 150 d.C., llegando a superar en su momento los 75 metros de altura. A finales del XIX se descubrió la cueva que recorre parte de su subsuelo. Por su parte en la pirámide de la Luna se había descubierto poco antes un túnel. Esto hace pensar en la importancia que tuvieron los cultos sagrados en las cuevas teotihuacanas. Es probable que la red laberíntica de túneles y cuevas sobre la que se levantó la ciudad acogiera un mundo en que se celebraban ritos funerarios y de ayuda de la fertilidad. Por este motivo, muchas de las civilizaciones posteriores pensaron que los pobladores de la ciudad habían salido del interior de la Tierra.

A partir del siglo II la ciudad se extendió hacia el sur con edificios públicos que flanqueban la calzada de los Muertos, como el gigantesco templo Tláloc-Quetzalcóat o el palacio de Quetzalpapálotl. Toda la ciudad se llena de pinturas y esculturas que representan sus deidades más importantes: Tláloc, dios de la lluvia y agricultura; Quetzalcóatl, dios de la sabiduría; Chalchiuhtlicue, diosa de ríos y mares; Huehuetéotl, dios del fuego; Tezcatlipoca, dios del cielo y de la tierra o Quetzalpapálotl, la mariposa divina. Como ocurre con otras antiguas culturas, como la egipcia, la griega o la mesopotámica, Teotihuacán creó un elenco de divinidades que bajo diferentes nombres serían veneradas posteriormente por otros pueblos de Mesoamérica.

Durante el período Clásico (ss. III-VII d.C.) se desarrolla una de las sociedades urbanas más complejas y sofisticadas de toda Mesoamérica, que estuvo altamente estratificada, ampliamente especializada y formada por diversos grupos étnicos. Muchos rasgos distintivos del desarrollo cultural de la sociedad teotihuacana durante el Clásico, han sido identificados en lugares diversos del resto de Mesoamérica, incluyendo otros importantes centros urbanos como Monte Albán, Cerro de las Mesas, Matacapan, Tikal y Kaminaljuyú.

Las construcciones se consagran y los líderes religiosos son a la vez los políticos que rigen el destino de la ciudad. Teotihuacán es concebido como espacio sagrado, centro cósmico y ombligo del mundo. Se cree que los actos públicos se celebraban en la gran explanada de la Ciudadela, sede del Estado teotihuacano.

Al parecer, las élites residían en conjuntos amurallados, ubicados en las cercanías del centro ceremonial,  formados por estructuras sin ventanas y con un solo acceso, mientras que la población lo hacía en las afueras, en casas de adobe.

Se cree que en los inicios del siglo V, época de esplendor teotihuacana, la ciudad ocupaba una superficie  de 30 a 32 km2 y tenía unos 100.000 habitantes, que  en los dos siglos siguientes llegarían hasta casi 250.000.

Para los pueblos que posteriormente vinieron tras Teotihuacán, este  lugar siguió teniendo un significado extremadamente sagrado. Varias fuentes históricas señalan que los aztecas y sus gobernantes llegaron a estas ruinas para orar y celebrar ritos. Se sabe que montaban peregrinaciones a Teotihuacán y que algunos de los objetos arqueológicos allí encontrado se llevaron como ofrendas a Tenochtitlan, su capital.

Más tarde, Teotihuacán fue punto de referencia desde el comienzo de la ocupación española; y en la actualidad es reconocida como una de las pruebas más destacadas del urbanismo antiguo y el desarrollo estatal, por lo que es objeto de interés para investigadores de México y el  resto del mundo, que a través de distintas disciplinas científicas continúan explorando su extraordinaria complejidad, sobre todo por la época en la que obtuvo su mayor esplendor.

Comercio y áreas de influencia

La gran riqueza de Teotihuacán estaba basada sobre todo en el monopolio de la obsidiana. En las proximidades de la ciudad se encuentran los yacimientos de obsidiana más importantes de Mesoamérica, un vidrio volcánico que utilizaban para elaborar herramientas, ornamentos y armas, como las espadas de madera dura con hojas de obsidiana incrustadas en ella.

Otro fundamental producto de exportación era la cerámica, sobre todo las magníficas vasijas cilíndricas de tres patas. Teotihuacán contó con una extensa red comercial y un monopolio del comercio a distancia, que basó, por un lado en los acuerdos comerciales a nivel político con otras ciudades, así como a las invasiones militares, que dieron como resultado la expansión del poder teotihuacano y de su esfera de influencia a otras regiones de Mesoamérica.

Otro aspecto en el que se manifiesta la influencia de Teotihuacán es en las artes y  en la arquitectura de Mesoamérica. Aquí se desarrolló el estilo talud-tablero en la construcción de las pirámides, consistente en la colocación alternada de una plataforma o tablero, sobre la cima de una pared con forma de talud inclinado.

Los indicios arqueológicos también nos muestran que los teotihuacanos impusieron, con objeto de controlar el comercio, todo su poner militar en las zonas de influencia maya: en el siglo IV se hicieron cargo del gobierno en Kaminaljuyu, y en Tikal (la ciudad maya más importante) llegaron a fundar su propia dinastía. En otras regiones mayas también hay indicios concretos de injerencia en los acontecimientos políticos por parte de Teotihuacán.

Estos esfuerzos expansivos no se limitaron solo a las regiones mayas, sino que pueden verse también en Monte Albán, la capital de los poderosos zapotecas. Los teotihuacanos mantenían fuertes relaciones con los zapotecas y es muy posible que incluso llegaran a gobernar en Monte Albán durante un tiempo.

El final de la civilización

La ciudad de Teotihuacán fue el centro urbano más importante y complejo entre el siglo III y el siglo VI, llegando a convertirse en una verdadera “superpotencia” cultural y económica. Pero esta posición dominante de la sociedad teotihuacana se desintegró entre los años 650 y 750 por causas aún desconocidas. Al parecer, la ciudad fue destruida con fuego y se destrozaron todos los símbolos de culto; de hecho, una de las estatuas del Dios del Sol fue encontrada en una fosa. Se barajan varias hipótesis. Se piensa que es posible que la civilización teotihuacana despareciese a causa de disputas internas, motivadas por una mala administración de la economía, el deterioro de las redes de intercambio comercial o la inflexibilidad hacia un cambio.

Otros expertos piensan que si hubiera habido una revolución interna se habrían destruido solo los símbolos de los gobernantes y sus habitantes hubieran seguido viviendo ahí, por ello lo atribuyen a que fue debida a la incursión de los pueblos vecinos, hartos de ser sojuzgados.

Sea como sea, lo que sí es evidente es que hace unos 1300 años Teotihuacán dejó de funcionar como el gran centro político, económico, social y religioso que era. La ciudad fue abandonada, los edificios, poco a poco se derrumbaron y una gruesa capa de tierra los cubrió, hasta el punto de que Cortés y sus tropas pasaron muy cerca sin advertir su existencia.

Cuando Teotihuacán declinó, otros centros del entorno que dependían cultural y comercialmente, también llegaron en poco tiempo al ocaso, como ocurrió con Monte Albán.

Para las civilizaciones futuras Teotihuacán siguió siendo una antigua y mítica ciudad con una gran importancia ritual.

Las exploraciones arqueológicas

Teotihuacán es el sitio más explorado de Mesoamérica. Los primeros trabajos con fines de investigación de los que se tiene constancia, datan del siglo XVIII, cuando  Carlos de Sigüenza y Góngora exploró el edificio adosado a la Pirámide de la Luna.

A finales del siglo XIX, Leopoldo Batres y Huerta realiza exploraciones en diversos edificios situados al lado de la Calzada de los Muertos, descubriendo allí murales y esculturas, y en 1905 emprendió trabajos en la Pirámide del Sol, bajo el apoyo del gobierno de Porfirio Díaz, para la conmemoración del Primer Centenario de la Independencia de México, impulsando el desarrollo de las disciplinas antropológicas.  A partir de la excavación e investigación de la Pirámide del Sol se adquirieron terrenos por parte del gobierno federal para la apertura oficial de la primera zona arqueológica y museo de sitio de México.

Más tarde, el desarrollo de los trabajos de la Dirección de Antropología bajo la dirección de Manuel Gamio en 1917, representa una de las experiencias más evidentes en el trabajo social, la investigación arqueológica y el impulso para el progreso regional, que reflejó el empujón definitivo que daría forma a muchas de las instituciones aún vigentes en el Estado contemporáneo mexicano.

En este sitio arqueológico se han desarrollado dos de los proyectos de investigación más grandes en la historia de México: el Proyecto «Teotihuacán 1962-1964» y el proyecto «Teotihuacán 1980-1982», además de uno de los más grandes proyectos planteados durante la década de los años noventa por el gobierno federal, conocido como «Teotihuacán 1992-1994». La investigación en el sitio es permanente e interdisciplinaria, pues prácticamente todas las disciplinas antropológicas tienen cabida en el sitio, el cual es objeto de estudio tanto por instituciones académicas nacionales como internacionales.

Teotihuacán se ha convertido en un estandarte para los mexicanos en la defensa y conservación del Patrimonio Cultural Nacional. Su monumento principal, la Pirámide del Sol, es un icono de la identidad nacional, sobre todo como un elemento relevante del pasado prehispánico. Los restos arqueológicos de la antigua ciudad del Clásico en Teotihuacán, son un estandarte representativo para México en el ámbito internacional.

Algunas consideraciones de esta civilización

Se conoce que, para los teotihuacanos, el grupo social prevalecía sobre el individuo. Era una cultura antiindividualista, lo que explica el carácter de su planificación urbana, que no solo contempla edificios de culto y de gobierno, sino zonas residenciales, tanto para la élite sacerdotal como para los demás pobladores del lugar. Dentro del grupo social, había un sector que gozaba de gran prestigio: los soldados. Este prestigio se debe al hecho de que los soldados expresaban claramente el valor comunitario de los teotihuacanos, ya que, en términos teóricos al menos, el soldado se sacrifica a sí mismo por la comunidad.

Un rasgo muy destacado de la sociedad teotihuacana se desprende de esto: el soldado era respetado y tenido en consideración a diferencia del gobernante, al que no se le rendía culto, ya que, para los teotihuacanos, los gobernantes no eran dioses ni seres especiales, a diferencia de los faraones egipcios. De hecho, no dejaron registros de que hubiera algo así como un culto a la personalidad. Por el contrario, todo lo que se ha hallado, al menos hasta ahora, subraya el carácter de grupo de esta cultura.

Algunos investigadores creen que esto es lo que explica su rechazo a la escritura. Se especula con que Teotihuacán rechazó la posibilidad de escribir; ya durante su dominio, tuvo que comerciar con los mayas, que sí tenían escritura. Por lo tanto, es plausible esta posibilidad. Simplemente, no adoptaron el sistema. Para los expertos, esto es explicable solo por un factor cultural. Posiblemente, querían diferenciarse de los vecinos que registraban la vida de sus líderes por escrito. Para la élite teotihuacana existía solo una meta, más pragmática que trascendental: mejorar la calidad de vida de la gente corriente.

Sin embargo, y en contraste con esto, los teotihuacanos tenían una obsesión con los malos augurios, pues creían que la vida era robada a los dioses. De aquí surgió la creencia de que debían contentarlos, devolviéndoles los huesos que les habían sido robados. Ese sería el papel de los sacrificios practicados, teoría confirmada por el hallazgo de cadáveres bajo las pirámides.

Pero hay más. Los teotihuacanos creían que la madre naturaleza debía ser respetada, pues, en efecto, la consideraban una madre. Por eso, con el paso de los siglos, y ante los fenómenos naturales que les llegaron a afectar, atribuyeron sus males a la edificación de los monumentos, ya que, para construirlos, debieron talarse grandes áreas boscosas.

La utopía de la ciudad perfecta implicaba sacrificar la naturaleza. Esta podría ser otra de las razones por la que, hacia el final de su dominio, los mismos pobladores de Teotihuacán se rebelaron en contra de esto y quemaron los edificios, intentando destruirlos.

VISITA DEL YACIMIENTO ARQUEOLÓGICO DE TEOTIHUACÁN (declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1987)

La gran cantidad y calidad de sus monumentos convierten este yacimiento en el más importante centro arqueológico de México. De hecho, los teotihuacanos y pueblos circundantes la consideraron como la gran metrópoli religiosa de su mundo, y hoy día estos vestigios arqueológicos son visitados cada año por decenas de miles de personas, haciendo del sitio uno de los mayores polos de atracción turística de México. Aún hoy, los descendientes del gran Moctezuma, el emperador azteca, peregrinan cada año hasta ella.

La ciudad de Teotihuacán fue creada en base al orden y la regularidad. Se encuentra alineada con los movimientos de las estrellas en relación con las montañas cercanas. De esta forma es muy sencillo contemplar los solsticios de verano e invierno. Fueron necesarios cientos de años construir la ciudad de Teotihuacán. Todo el proyecto está atravesado por una gran vía pública, llamada por los aztecas “avenida de los muertos”, ya que creían que allí estaban las tumbas de los reyes. No solamente fueron construidas pirámides, sino también viviendas, que albergaron alrededor de cien mil teotihuacanos. Esta fue la cultura que invirtió más tiempo y recursos en la vivienda de sus pobladores.

Pirámide del Sol

La Pirámide del Sol representa el axis-mundi o eje del mundo, punto donde se conecta el cielo y la tierra. Tiene una altura total de 63.40 metros, con una planta cuadrada de aproximadamente 223,50 metros por cada lado. El edificio, además,  tiene cinco cuerpos en forma de tronco de cono. El túnel frente a la plataforma adosada tiene un total de 6,5 metros.

Esta construcción representa el lugar más sagrado de Teotihuacán, ya que debajo de la pirámide hay una cueva de 100 metros desde su entrada hasta la base que simbolizaba el lugar del origen del mundo. Los teotihuacanos creían que los seres humanos provenían de las cuevas o cavernas, razón por la cual veían a la Tierra como una madre.

La pirámide se eleva hacia el cielo como si reclamara su energía, su fuerza divina. La función originaria de esta edificación, la más grande de Teotihuacán, continúa siendo un misterio. Lamentablemente, los glifos del pueblo teotihuacano que nos podrían ayudar en este terreno, no han podido ser descifrados. Hasta hace poco, se pensaba que el conjunto arqueológico rendía tributo al Dios del Sol, pero a medida que las investigaciones arqueológicas han avanzado, se contempla la idea de que el templo no fuese dedicado al Sol, sino a Tláloc, el Dios de la lluvia. Se baraja esta hipótesis porque se han encontrado en las esquinas de la pirámide enterramientos infantiles, característicos de las ofrendas que se le hacían a Tláloc.

Por otro lado, en 2013, se descubrió una figura de casi 190 kilos de Huehuetéotl, el Dios del Fuego, hallada en lo alto de la Pirámide del Sol que llevaba catorce siglos oculta, y que se suma a otros hallazgos anteriores también relacionados con el culto al fuego y la finalización de ciclos en el calendario teotihuacano. Esto ha vuelto a despertar dudas comunidad arqueológica.

La existencia de cuevas debajo de la pirámide también apoya la teoría de Tláloc: las cuevas significan vida y muerte en la cosmovisión prehispánica y se relacionan con el Dios del Agua. Se identifican como elementos que dan vida y por otro, simbolizan la entrada al mundo de los muertos.

Si bien se encontraron figuras Tláloc, y se sabe de la existencia de un canal de tres metros de ancho que circunda la base de la pirámide, dándole el significado de Altépetl o Cerro del Agua, en Teotihuacán también abundan las figuras de jaguares, símbolo del sol, el fuego y el inframundo.

Quizás, el hecho de que el agua y el fuego, la fertilidad y la destrucción, sean elementos imprescindibles en la cosmogonía teotihuacana, hace que los tengamos que concebir como algo  unitario.

Pirámide de la Luna

La Pirámide de la Luna fue ampliada en numerosas ocasiones. Se construyó debajo de la pendiente de una montaña, considerada la casa del dios de las tormentas. Por lo tanto, se edificó en honor a ese dios. Desde ella, se observaban los movimientos de las estrellas. Los teotihuacanos veían los cuerpos celestes como seres que viajaban al Averno y salían de él cada día, con el nacimiento del sol.

Esta construcción tiene cerca de 45 metros por lado y 43 metros de alto. Aunque es claramente más pequeña que la del Sol, está dispuesta sobre un terreno alto, que le da la misma altura que a esta. La Pirámide de la Luna cubre una estructura más antigua que tenía ya ese mismo perfil desde la etapa anterior. Entre 210 y 450 d. C., se le incorporó una nueva estructura de cuatro cuerpos talud-tablero frente a la escalinata que da a la Calzada de los Muertos. Dicha estructura poseía una plataforma en la cima que se utilizó para realizar ceremonias en honor de Chalchiutlicue, la diosa del agua relacionada con la Luna​ y a la que se le dedicó el templo superior y cuya escultura fue hallada al pie de la pirámide.

Frente a ella está la Plaza de la Luna que contiene un altar central y una original construcción con divisiones internas, conformada por cuatro cuerpos rectangulares y cuatro en diagonal, formando un modelo que recibe el nombre de “cruz teotihuacana”.

Tanto la plaza como la pirámide tienen una posición estratégica, ya que es donde se inicia la Calzada de los Muertos, el eje principal de la ciudad y lo que rige todo el entramado urbano. La Pirámide de la Luna estaba destinada a ceremonias públicas (el acceso no era restringido como ocurría con la Pirámide del Sol), así que el espacio es abierto y no hay una plataforma que rodee la pirámide, ofreciendo lo que en urbanismo se denomina una perspectiva abierta. Los templos de la Plaza de la Luna están todos orientados hacia el interior, de manera que servían para controlar la entrada y salida de personas que acudían a las ceremonias que allí se celebraban.

Quincunce y el orden cosmológico

Frente a la Pirámide de la Luna se halló una estructura que contiene varias divisiones internas, formado cinco partes que en su conjunto reciben el nombre de Cruz Teotihuacana, o Quincunce.

El Quincunce en Mesoamérica está asociado al orden cosmológico, en el que el universo se encuentra dividido en cuatro regiones, cada una gobernada por uno de los puntos cardinales. En su centro convergen las fuerzas de las cuatro esquinas del cosmos y de los tres niveles verticales: cielo, tierra e inframundo.

La calzada de los muertos

Ancha avenida de 2 km que discurre a lo largo del yacimiento, desde la pirámide de la Luna hasta la Ciudadela, pasando al lado de la pirámide del Sol. A lo largo de la misma se encuentran los antiguos palacios de la élite, así como otros edificios importantes. Su nombre se debe a los aztecas, que erróneamente creían que los edificios que lo bordeaban eran tumbas reales.

El principal uso de la calzada de los muertos, pudo haber sido usado para hacer procesiones. Como curiosidad, diremos que cuando uno se aproxima a la pirámide de la luna llega un momento en que el Cerro Gordo, que hay detrás de la pirámide queda cubierto por completo por esta, ocupando su lugar, y representando así, la montaña sagrada.

Pirámide de la Serpiente Emplumada

Ya apartado del conjunto arqueológico principal, pero siguiendo el sendero de la Calzada de los Muertos hacia el sur, se encuentra uno de los templos más impresionantes, la Pirámide de Quetzalcóatl o de la Serpiente Emplumada, construido entre el 150 y el 200 d.C.

Se trata de un edificio cívico-religioso que representa el corazón de la ciudad. Situada en una plaza cuadrangular de 400 metros por lado, está formada por siete cuerpos y decorada por serpientes emplumadas esculpidas en piedra y con decoraciones de conchas y caracoles de mar. De sus cabezas emergen dos pétalos de una flor. También hay representaciones Cipactli, una voraz, primitiva y monstruosa criatura marina, mitad cocodrilo y mitad pez que representa la tierra más primitiva, el origen, la materia pura  y es el primer día del calendario lunar, al que seguirán los demás, hasta llegar al último que es xochitl, lo más sublime. Esta forma de entender el calendario hay que aplicarlo al desarrollo como seres humanos partiendo de lo más arcaico a lo sublime.

Este templo es uno de los edificios con decoraciones más bellas y complejas de la época prehispánica y, seguramente en el pasado se veía más impresionante, ya que se sabe que estuvo pintado de colores intensos. Aquí se descubrieron más de doscientas personas que fueron sacrificadas y bajo él hay dos tumbas que fueron saqueadas durante la época prehispánica. Por ello se piensa que el edificio es una representación del Tonacatépetl, la montaña sagrada de la mitología mesoamericana que constituía el centro del universo.

El edificio posee un túnel y tres cámaras donde podrían estar los cuerpos de personajes importantes de la época. Detrás de esta pirámide, hay dos conjuntos habitacionales.

Palacio de Quetzalpapálotl

Un laberinto de edificaciones residenciales y religiosas, que posiblemente fue la vivienda de la élite sacerdotal. Tiene como acceso principal una escalinata custodiada por jaguares, decorados estos con penachos de plumas de quetzal. Otros elementos decorativos son los caracoles marinos y corazones humanos frente a los jaguares. La decoración viene a representar el culto a la divinidad del agua.

Palacio de Tepantitla

Al noroeste de la pirámide del Sol, se encuentra el Palacio de Tepantitla, que alberga el fresco más famoso de Teotihuacán, el ajado “Paraíso de Tláloc”, en el que el dios de la lluvia Tláloc, aparece asistido por sacerdotes y rodeado de personas, animales y peces. Arriba está el siniestro retrato de la Gran Diosa de Teotihuacán, considerada la divinidad de la oscuridad y la guerra, porque suele aparecer con jaguares, lechuzas y arañas, animales del inframundo.

Experiencias únicas durante nuestro viaje a MÉXICO con VAGAMUNDOS:

  • Descubrir el inmenso patrimonio de CIUDAD DE MÉXICO, una ciudad abrumadora por extensión y grandeza, con una enorme riqueza cultural y artística. La Casa Museo Frida Kahlo, el Zócalo, la Catedral Metropolitana; el Palacio Nacional, con los murales de Diego Rivera; el Templo Mayor, el mayor santuario azteca; la Plaza de las Tres Culturas, la Basílica de Guadalupa
  • Perderte en el Museo Nacional de Arqueología, uno de los más importantes del mundo, donde descubrir las civilizaciones que han creado la riqueza cultural de México: olmecas, mayas, zapotecas o aztecas. Aquí se encuentra la Piedra del Sol azteca (mal llamado Calendario Azteca)
  • Sentir las energías místicas de TEOTIHUACÁN, el lugar donde “fueron creados los dioses”, una de las mayores ciudades de Mesoamérica durante la época prehispánica y de la cual se desconoce casi todo. Las asombrosas Pirámide del Sol y de la Luna, dominan la ciudad.
  • Pasear por las calle de la bellísima PUEBLA, ciudad criolla por excelencia con su bellos edificios coloniales y  la más esbelta y hermosa catedral de las construidas en Nueva España. Cerca de allí, otro lugar mítico como CHOLULA, que Cortés describiera como “la ciudad más bella fuera de España”, con la Pirámide de Tepanapa, la más grande de México, sepultada bajo una colina.
  • Perderte en OAXACA, otra hermosa ciudad colonial, con sus monumentos barrocos y arquitectura señorial, dentro de un ambiente donde se respira el sosiego y la tranquilidad. Una vez allí tendremos tiempo para recibir la energía telúrica que nos aportarán los antiguos yacimientos de Monte Albán y Mitla.
  • Navegar en lancha por una de las grandes maravillas naturales de América, como es el Cañón del Sumidero, una falla con muros que se elevan más de 1300 m desde la profundidad del río.
  • Ya en CHIAPAS, pasear por las calles adoquinadas de San Cristóbal de las Casas, una de las ciudades coloniales más apasionantes y conmovedoras que uno pueda encontrar.  Su embriagadora mezcla, indígena, colonial y cosmopolita la hacen única. Además, tenemos muy cerca los pueblos de San Juan Chamula y Zinacantán, donde se conservan las costumbres prehispánicas.
  • En medio de la espesa selva tropical, con las pirámides elevándose sobre la vegetación y con los gritos de los monos aulladores perturbando el silencio, disfrutar de la misteriosa belleza de PALENQUE, una de las más importantes ciudades mayas.
  • Otro centro arqueológico, plagado de simbolismo es UXMAL, un ejemplo singular del fabuloso esplendor artístico maya. El silencio y la soledad que envuelven estas ruinas contrastan con la animación que debió tener la metrópoli durante su época de esplendor.
  • Pasear por los centros históricos de dos de las dos villas coloniales más importantes de YUCATÁN, como son CAMPECHE Y MÉRIDA, dos bellas ciudades con sus estrechas callecitas adoquinadas y sus soleadas y alegres plazas.
  • Bañarte en las cristalinas aguas del cenote de Ik Kil, donde pequeñas cascadas caen desde el techo calizo envuelto en plantas colgantes.
  • Aunque no son nuestras ruinas favoritas, por lo masificadas, hay que reconocer que CHICHEN ITZÁ es uno de los centros ceremoniales más espectaculares de toda la antigüedad. Desde la imponente y monolítica Pirámide de Kukulcán (también conocida como El Castillo), donde la sombra del dios serpiente emplumada sube por las escaleras durante los equinoccios de primavera y otoño, el mayor Juego de la Pelota de Centroamérica, hasta el Cenote de los Sacrificios o el curioso Observatorio El Caracol, el legado de los astrónomos mayas resulta fascinante.
  • Tendrás la oportunidad de gozar de la auténtica COCINA MEXICANA. Nombrada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en 2010, cada región posee sus propios platos originales. Su cocina está basada en el maíz, los frijoles, el chile, a los que se añaden diversos ingredientes autóctonos. Pídete unos tamales, (masa de maíz cocida y rellena de carne o verduras), unas enchiladas, unos tacos o un guisado de carne acompañado de un buen mole. En general todos los platos se componen de arroz, frijoles y tortas de maíz pero encontrarás una gran variedad de sabores y picantes según la región donde te encuentres.
  • México es un auténtico paraíso para las COMPRAS con una infinita variedad de artesanías. Aquí podrás adquirir desde tejidos y joyas de plata y turquesa a tallas de madera, máscaras y otros artículos. La habilidad y creatividad de sus artesanos, te sorprenderán. Las mejores hamacas de hilo de algodón las puedes encontrar en Cancún. En Oaxaca, podremos encontrar su típica cerámica negra, máscaras de madera de variadas formas y colores, y bellas telas y bordados. La cerámica y alfarería de Puebla posee una gran (y merecida) fama; en San Cristóbal de las Casas, son famosos sus diseños de joyas de ámbar y jade.
  • Y después de esta hemorragia cultural y culinaria, disfrutar de un día a tu aire en CANCÚN, con un mar con miles de matices turquesas, las blancura deslumbrante de la arena compuesta de polvo de coral y muchísimas actividades que puedes realizar.

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