Tailandia: Un paseo por la joya de Oriente | Vagamundos Blog

En Tailandia, cuando entramos en todas las viviendas o negocios, nos encontramos con pequeñas estructuras destinadas a los espíritus, cuyo tamaño es el de una casa de muñecas con todo lujo de detalle. Estas casas se llaman San Phra Phum y su objetivo es la de acoger a estos seres para que no perturben la paz del hogar familiar. Todos los días reciben agasajos con alimentos, guirnaldas de flores, varillas de incienso y agua. El sitio donde han de ser colocados lo decide un sacerdote brahman, que después de recitar 108 veces un hechizo y colocar la casita, introduce una figura. Cuando se termina de decorar esta casita, se invita a los espíritus a pasar. Esta práctica animista es solo una de las muchas que destacan y llaman la atención de cualquier viajero que tenga la suerte de visitar Tailandia.

DE CARáCTER Y CORAZóN BUDISTA

Cada una de las zonas o regiones tailandesas es producto de su pasado, cultura, ubicación y creencias religiosas. Todos estos factores han determinado el tipo de arquitectura, la economía, el idioma y el carácter de sus habitantes.

Al norte, donde se ubican las provincias de Chiang Mai, Lampang y Sukhothai, es un lugar idóneo para conocer la historia a través de de sus parques arqueológicos, realizar una conexión con su energía interior, la cual transmiten los templos budistas y gozar del contacto con la gente en sus mercadillos.

Chiang Mai, también conocida como «la Rosa del norte», es la segunda ciudad más importante de Tailandia después de Bangkok. El rey Mengrai, que unificó y dio identidad cultural a las comunidades del norte, la fundó como capital del Reino Lanna, en el siglo XIII. Su máximo esplendor le duró tres siglos, hasta que cayó ante los birmanos y fue degradada y eclipsada por los Reinos de Sukhothai y Ayutthaya, los cuales son los predecesores del estado actual.

Dando un paseo por la antigua ciudad podemos observar todavía restos de murallas con enormes puertas y decenas de santuarios que evidencian la opulencia lograda siglos atrás. No es necesario que visitemos los más de 300 templos que se levantan en la provinica -en todo el territorio de Tailandia se considera que llegan a más de 40.000– para evidenciar el refinado sentido de la estética lanna, ya que en este lugar se encuentran los más representativos. Si vamos al centro histórico nos encontraremos con Wat Phra Singh, donde se halla uno de los Budas más venerados por sus seguidores.

Si tenemos la suerte de que nuestra visita coincide con una ceremonia budista, los asistentes deben situarse al fondo del templo, tras los monjes, sentados en posición de sirena y con los pies en dirección opuesta a Buda, ya que lo contrario sería considerado una enorme falta de respeto.

El sonido vibrante de sus oraciones, aunque no entendamos el mensaje, genera una atmósfera que invita irremediablemente a la meditación. Tras la homilía, algunos monjes atienden, en las naves laterales, las consultas de los visitantes y asistentes. Este tipo de templos religiosos suele presentar unos rasgos comunes muy bien identificados: una pagoda estupa o chedi– donde se encuentra una reliquia de Buda o las cenizas de un monarca; el bot o ubosot, donde se guarda la imagen principal y se ordena a los monjes; el viharn, que está abierto al público para orar y meditar; además, una sala que acoge las ofrendas y a los peregrinos. Otros símbolos que podemos encontrar son el bodhi o árbol sagrado, un elefante flanco y las nagas, animales mitológicos en forma de serpientes que protegían -y protegen- dichos templos.

A pesar de que los destellos dorados y los elefantes esculpidos en la base octogonal de la pagoda de Wat Phra Singh son realmente llamativos y extraordinarios, no se puede comparar a la intimidante dimensión de la Wat Chedi Luang, que a pesar de que su altura se redujo durante un terremoto, sigue siendo sobrecogedor observar su enormidad. La mandó construir el rey Saen Muang Ma para guardar las cenizas de su padre.

Aquí se ubicaba un célebre Buda Esmeralda -hoy día solo hay una réplica-, que fue trasladado a Bangkok. En el Wat Phan Tao no son los pináculos dorados de la estupa lo que más impresina, sino la belleza de Viharn, una construcción de teca tallado con mucha delicadeza que fue construido originalmente como salón del trono. Si quieres atraer a la buena suerte, debes caminar por el sendero de bambú y tocar las campanas.

Existen otros santuarios llamativos, como Wat Ket Karam, ubicado en el barrio chino, pero hay uno que no debe faltar en la agenda de cualquier visitante, el Wat Doi Suthep, conocido también como el «faro de Chiang Mai» ya que parece iluminar la ciudad desde una montaña cercana. Cuenta la leyenda que su situación fue marcada por un elefante blanco que portaba una clavícula de Buda. Este animal murió tras barritar tres veces ese punto exacto. El acceso se puede hacer en funicular o subiendo los 306 peldaños de una bella escalera custodiada por nagas. Aunque el recinto puede estar concurrido por monjes, solo se escucha el murmullo de las plegarias y el sonido de las campanillas. Caminar por el recinto y sentir el contacto del suelo si vamos descalzos, convierte la visita en un acto que nos lleva a explorar nuestro propio interior. hay que señalar que los tailandeses alimentan el espíritu, pero también el cuerpo gracias a energéticos y relanjantes masajes y una rica gastronomía.

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