Los orígenes
La literatura y la historia islandesas hunden sus raíces en las sagas, unos relatos escritos por autores anónimos en su mayoría, entre los siglos XII (Heiðarvíga es la más antigua) y XIV, a pesar de que empezaron a transmitirse de forma oral a partir del siglo IX. La palabra “saga” es un término que ya existía como tal en las antiguas lenguas escandinavas o nórdicas; equivalente al viejo vocablo inglés sagu, con el significado de cuento o narración histórica que se repite a través de las generaciones. Personajes reales y ficticios comparten protagonismo en estas narraciones, cuya veracidad enfrentó durante años a los historiadores. Sin embargo, su agrupación por estilos (históricos, de reyes, de santos y “contemporáneas”) permitió identificar las sagas más documentales de las literarias. Curiosamente, los relatos más antiguos eran los más veraces, mientras que los últimos en escribirse primaban las pasiones humanas y las heroicidades por encima de los hechos políticos.
Fueron escritas en noruego e islandés sobre piel de ternero por los mismos sanguinarios vikingos que asaltaron las costas del Mediterráneo. En ellas narraron su propia historia como les había llegado en su versión oral, pero también recopilaron los mitos y las creencias de los pueblos nórdicos: la historia de la creación y el final del mundo; la del mágico fresno Yggdrasill, el árbol del mundo; o las de los dioses Odín, Thor, Balder y Loki. El islandés siempre ha sido un pueblo aficionado a las historias. Desde la colonización gustaban de componer historias en verso sobre personajes de su país. Su función era múltiple: servían de entretenimiento, al tiempo que recordaban los hechos históricos, las genealogías familiares, los acontecimientos destacados de cada región y de sus principales familias.
Para los partidarios del estudio romántico de las sagas, predominante en el siglo XIX y principios del XX, y que aún cuenta con defensores, en esta costumbre oral puesto por escrito por escribas sobre pergaminos siglos después de acaecidos los hechos, radica el origen de las sagas. Lo que explicaría por qué son anónimas.
Pero en los años veinte del pasado siglo, los arqueólogos descubrieron una casa quemada que coincidía con la descripción que hacía una saga. Esto apunta a cierta fiabilidad histórica, lo cual si las sagas se hubiesen transmitido únicamente de forma oral, resulta difícil de creer, ya que sería extraño que hasta los mínimos detalles no se hubiesen tergiversado a lo largo de los siglos. Por ello, hoy día muchos estudiosos refutan esta teoría, y piensan que no se trata en su origen de un género oral, sino escrito, obra de autores individuales que las crearon. Partiendo de esta hipótesis, ahora predominante, nos encontramos con una combinación de varios factores: sin duda, existían narraciones orales, pero eran simples y no articuladas creativamente, ya que entonces sólo existía el alfabeto rúnico, que era muy limitado y nunca se utilizó para componer textos extensos. Sin embargo, con el cristianismo se adoptó el romano y se entablaron relaciones con otros centros europeos de producción literaria. Se empezó, como en otros lugares de la Europa medieval cristiana, a redactar historias de personajes sagrados; primero en latín, posteriormente en islandés. Este paso a la lengua vernácula se vio favorecido por la asentada tradición literaria oral, y por dos singularidades islandesas: la conservación de la lengua, intacta, esto es, sin cambios y sin apenas variaciones dialectales, y el orgullo nacionalista, representado en las sagas. Comenzó a generarse así, una considerable actividad literaria en lengua islandesa en los géneros de la época.
Pese a ser narradas en la era cristiana, las sagas conservan la antigua moralidad pagana de los vikingos. Para ellos, los pecados más imperdonables eran faltar a un juramento, la cobardía y la tacañería. En cambio, las virtudes más admirables eran la generosidad, el valor y la honra. El destino desempeñaba un papel siempre importante en las acciones humanas. Así, la tragedia es normalmente resultado de una ógæfa, palabra difícil de traducir que significa algo parecido a “mal sino”.
Muchos de esos documentos se perdieron, convertidos en ropa o calzado durante los pavorosos períodos de necesidad. Luego, en los siglos XVII y XVIII, diversos estudiosos se llevaron manuscritos a Copenhague para su investigación. El islandés Árni Magnússon, por ejemplo, cargó con 55 cajas después de recopilar sagas a lo largo de la isla entre 1702 y 1712. En la actualidad, los escritos se conservan en el instituto que lleva su nombre en la capital danesa.
Clasificación de las Sagas islandesas
Actualmente podríamos clasificar las sagas en los siguientes grupos:
- Sagas de los reyes (Konungasögur)
- Cuentos cortos islandeses (Íslendingaþættir)
- Sagas contemporáneas (Samtíðarsögur)
- Sagas legendarias (Fornaldarsögur)
- Sagas caballerescas (Riddarasögur)
- Sagas de los islandeses (Íslendinga sögur)
- Sagas de los santos (Heilagra manna sögur)
- Sagas de los obispos (Biskupa sögur)
Sin duda, el grupo más importante, por su valor literario y por ser un fenómeno diferente es la saga de los islandeses, que también han sido las más estudiadas. En este grupo las podríamos clasificar:
Las sagas de poetas: por su extensión y calidad la “Saga de Egil Skallagrimsson” es una de las principales. En la obra quedan reflejadas las dos facetas fundamentales de su héroe protagonista: la vida del guerrero y la del poeta. Escrita alrededor de 1230, su probable autor es el escritor y político islandés Snorri Sturluson (1179–1241), personaje fundamental en la historia islandesa y su más ilustre literato medieval
Las sagas de desterrados, como la “Saga de Grettir, el fuerte”, que detalla la vida de Grettir Ásmundarson, un guerrero islandés que se convirtió en un proscrito. Lo original de la obra reside en que, la narración es absolutamente realista, aunque incluye elementos sobrenaturales. Su autor es desconocido, aunque se cree que la historia está basada en un relato más antiguo sobre la vida de Grettir escrito por Sturla Þórðarson.
Las sagas regionales, como la “Laxdœla saga” (o saga de los habitantes del Valle Lax), escrita alrededor de 1245, es la saga de los clanes de Laxárdalur. Se trata de la primera mención de un nórdico que viaja al Imperio Bizantino para servir en la guardia imperial. Aunque se desconoce el autor, se puede intuir por la misma lectura del texto, que se trata de una mujer.
Hay otras de gran calidad literaria que son difíciles de encajar como la “Saga de Njal”, escrita entre 1270 y 1290, de autor desconocido, es la más famosa y según muchos estudiosos una de las mejores obras épicas del mundo. Se desarrolla durante la cristianización de Islandia en el año 1000, los protagonistas se enfrentan a violentos acontecimientos en una sociedad acostumbrada a venganzas por agravios familiares.
La estructura de una saga engloba habitualmente a personajes de varias generaciones. Los conflictos familiares a veces comienzan con los antepasados del protagonista, quedando el destino del mismo marcado fatalmente. Podemos apreciarlo en la “Saga de Hrólf”, donde el maligno rey Frodi mata a su hermano Halfdan, pero los hijos de éste, Helgi y Hroar, lo vengan quemando a su tío en su fortaleza. Helgi, padre de Hrólf, es un individuo ambicioso y lujurioso. Viola a la reina Olof que da a luz a Yrsa. Olof se venga luego haciendo que, sin saberlo, despose a su propia hija Yrsa. Del incesto nace Hrólf. Cuando la reina se lo revela a Yrsa, ella se separa de su padre y marido Helgi, que queda abrumado por la tristeza y el dolor de su pasión incestuosa. Por último, antes de sucumbir en una emboscada tendida por el rey Adils, segundo marido de Yrsa, engendra de una elfina a Skuld, la cual causará la ruina del rey Hrólf y todos sus guerreros.
Frente a las sagas más largas, un tanto polifónicas, hay otras breves, con estructura más simple, más parecidas a un cuento de hadas. Como la “Saga de Bósi”, que es de las más tardías (fines del siglo XIV) y de un erotismo desbocado.
Las sagas y Borges
El escritor argentino estuvo tres veces en Islandia: en 1971, 1976 y 1978. Siendo muy joven encontró en la extensa biblioteca de su padre la traducción del inglés de Völsungasaga (texto islandés escrito en prosa hacia el año 1270, que corresponde a una versión más arcaica del tema que se trata en el Cantar de los nibelungos). De esa lectura surgió su encendido interés por la literatura medieval islandesa. A partir de ahí su gusto por las sagas fue aumentando con el tiempo, y ya en su primera visita a Islandia podía entender la lengua “con la ayuda de un diccionario”.
Fruto de esta afición son tres libros sobre la cultura islandesa medieval: Las Kenningar, publicado en 1933, Antiguas literaturas germánicas, publicado en 1951 y Literaturas germánicas medievales, publicado en 1966. Finalmente, en colaboración con María Kodama, su mujer, tradujo al español en 1984 Gylfaginning o “La alucinación de Gylfi”, que forma parte de la Edda de Snorri Sturluson. Como vemos, hay un intervalo entre la primera y la última obra de más de medio siglo, lo cual muestra que la pasión de Borges por Islandia lo acompañó toda su vida, e incluso más allá, pues la lápida de su tumba ginebrina tiene una inscripción en anglosajón en la parte frontal, y una en escandinavo antiguo en la posterior. En su ensayo “Antiguas literaturas germánicas”, Borges escribió: “Para la historia universal, las guerras y los libros escandinavos son como si no hubieran sido; todo queda incomunicado y sin rastro, como si acontecieran en un sueño o en esas bolas de cristal que miran los videntes. En el siglo XII, los islandeses descubren la novela, el arte de Cervantes y de Flaubert, y ese descubrimiento es tan secreto y tan estéril, para el resto del mundo, como su descubrimiento de América”.