La mera referencia a la palabra nos hace brotar a los occidentales evocadoras imágenes y sensaciones que van desde la voluptuosidad lánguida hasta la fantasía erótica. Sensualidad de kimonos y de abanicos agitándose como alas de mariposas; cuerpo y hombros nacarados, que adivinamos bajo la gasa de un mosquitero o tras la pantalla de un biombo de seda …; nucas delicadas y lascivas curvadas bajo el peso de un pesado moño de ébano; mujeres muñeca de rostro redondo y pálido que señala una boca tan minúscula como una cereza extraviada en un océano de leche. Lo que los japoneses llaman geisha resume la quintaesencia del refinamiento nipón. Pintora, poetisa, música y bailarina a la vez, la geisha encarna a su manera una mujer de ensueño; ni madre, ni esposa; ni mujer niña, ni prostituta … los términos geiko (hija de las artes) o maiko (aprendiz de geisha), han sido usados desde la restauración Meiji.
La geisha es una artista con una formación refinada, y un profundo conocimiento de las artes tradicionales japonesas como la ceremonia del té, la caligrafía, el baile tradicional, el arreglo floral o la música. Una geisha es, además una persona de una elegancia y un porte exquistos, que cuida su comportamiento, su modo de hablar, de moverse, de caminar e incluso de mirar para deleitar a su cliente con la compañía más refinada que ningún hombre pueda desear. Además es una persona excepcionalmente culta y que está al día en la actualidad de su país. Las conversaciones con sus clientes son estrictamente confidenciales. La geisha que, en sus comienzos (la profesión data del siglo XVIII) fue un emblema de modernidad de Japón, hoy en día es uno de los pilares de su arte tradicional. Existe la idea de que las geishas son o han sido prostitutas (y si bien algunas tuvieron que vender sus cuerpos en momentos de depresión económicas del país), la geisha actual no tiene por qué pasar por todo aquello. Debe dedicar, eso sí, la vida entera a su formación como actriz polivalente, vivir en una okiya (casa de geishas) y obedecer a la señora de la casa (normalmente una geisha retirada). En definitiva, una vida muy sacrificada. Es por ello que cada vez son menos las chicas dispuestas a seguir este camino de sacrificio y estudio tan largo como la vida propia.