Del 09 al 22 de noviembre viajaremos a Egipto de nuevo.
El Valle de los Reyes en Luxor
Situado en un desierto donde el sol quema todo lo vivo y lo muerto y con colinas escarpadas a su alrededor, por la parte occidental de Tebas, capital religiosa y política de lo que un día fue el impresionante Imperio Nuevo Egipto. Los datos que se tienen sobre el rey que construyó una tumba en el Valle de los Reyes fue Ramsés XI, que a su vez fue el último rey del Imperio Nuevo Egipto. Lo que no está claro es si alguna vez llegó a utilizarla. 62 tumbas han sido descubiertas hasta hoy, no todas de faraones, a pesar del nombre que recibe este magnífico lugar.
A dichas tumbas se accede por un único lugar, una sola entrada y fueron creadas para conservar a las momias de los faraones para toda la eternidad. Fueron enterradas en las profundidades del terreno y diseñada para parecerse lo más posible al infierno, allí donde habitan los espíritus de los muertos, con un pasillo cuesta abajo que nos lleva a una antesala que conecta con una cripta.
La tumba más célebre del Valle de los Reyes es la de Tutankamón, la cual fue descubierta, intacta, en 1922, por el arqueólogo británico Howard Carter. En su momento y hasta nuestros días, se trata de un hallazgo muy destacado, ya que la mayoría de tumbas del valle fueron anteriormente saqueadas siglos atrás. En las tumbas podemos apreciar impactantes imágenes que cubren las paredes, inspiradas en el Libro de los muertos, el Amduat y La letanía de Ra. No solo de elementos decorativos se trataba, su función servía como guía hacia la otra vida. Lujosas joyas, papiros enrollados, enseres, objetos para rituales, estatuas que representan a varios dioses y efigies del rey llenan la estancia, como ofrendas para los anteriormente mencionados dioses.
El templo de Karnak
Karnak, o como era conocida, Ipet-Isut por los antiguos egipcios, fue construida en el centro de Tebas, otrora capital de Egipto durante más de mil quinientos años, en la época del Imperio Medio -1900 a.C.-, que se inició precisamente con la construcción del gran Templo de Amón. Sobrevivió durante siglos, representando el mejor ejemplo de la arquitectura de la época, siendo, además, el templo más grande jamás construido. Se le conocía como «el lugar más perfecto».
Sus gigantescas dimensiones, amén de la altura, dejan en nada cualquier otra construcción que se pueda encontrar en Egipto o el resto del mundo. Dicho tamaño y superficie, si nos referimos a la mítica sala hipóstila, es difícil de asimilar o imaginar. Contiene 134 columnas de imponente volumen, cuya altura va desde los 15 a los 21 metros. Son tan anchas que ni seis adultos de tamaño medio podrían abarcarlas, amén de que hasta 50 personas podrían situarse cómodamente sobre ellas. Esta sala cubierta permitía una entrada de diminutas dimensiones entre las columnas, entre las que debián situarse estatuas de faraones, lo que creaba un espectáculo impresionante.
Este templo de Karnak y su conjunto, era el centro de culto a la santísima trinidad –Amón-Ra, Mut y Jonsu-, residencia de los faraones, centro administrativo y económico de la zona, que ofrecía empleo a miles y miles de trabajadores. Sin embargo, solo podían entrar dentro de lugar tan sacro, los sacerdotes y el rey y su séquito.