Con recursos muy limitados y un entorno sumamente hostil, los mayas alcanzaron las cotas más altas de la civilización precolombina. Esta cultura, que nos evoca misterios y enigmas que parecen impenetrables, pervivió con esplendor en Mesoamérica durante casi 3.000 años.
El misterio maya.
Fue una civilización extraordinaria capaz de realizar unas exquisitas esculturas, de construir decenas de bellas ciudades, altísimas pirámides, inventar la única escritura real de la América Precolombina, y poseedor de una férrea voluntad de permanecer libres que hizo de la empresa de la conquista de Yucatán una de las más sangrientas y dilatadas acciones militares de los españoles. Los mayas poseían, asimismo, avanzados conocimientos matemáticos y astronómicos y contaban con magníficos artistas y arquitectos.
Tuvieron un desarrollo fulgurante, con un momento álgido entre los siglos VI y IX. En grandes núcleos como Tikal (Guatemala), Copán (Honduras) y Palenque (México), se erigieron las construcciones más monumentales, algunas de las cuales sobrepasaban los 70 m de altura. No obstante, en los estados más pequeños también se construyeron templos, palacios y campos para el juego sagrado de la pelota. Otras construcciones características de la cultura maya fueron las estelas.
Los mayas honraban a sus gobernantes en grandes bloques de piedra caliza, tallando retratos, animales reales e irreales y detallando por medio de jeroglíficos la historia y descendencia de los reyes. Precisamente gracias a la gran abundancia de estos jeroglíficos, los arqueólogos han podido desmentir el mito que presentaba a los mayas como pacíficos astrónomos y matemáticos, pues han revelado una historia plagada de guerras, luchas por el poder y sacrificios humanos dedicados a los dioses.
Cuando los españoles llegaron a México, pudieron advertir algunos vestigios de su esplendor, pero la decadencia del Imperio Maya era ya un hecho. Los indígenas habían abandonado las ciudades con sus palacios, y sus espectaculares pirámides ya estaban siendo engullidas por la selva.
¿Qué fue lo que motivó el ocaso de los mayas? Este es uno de los grandes misterios de la historia, y también una de los causas del encanto que rodea a este pueblo.
Definición de “maya”
En esencia, “maya” es un término lingüístico que hace referencia a un conjunto formado por unas 31 lenguas y dialectos estrechamente relacionados, muchos de los cuales aún se hablan en los estados meridionales y orientales de Mesoamérica. Durante el siglo XVI, fueron los españoles asentados en Yucatán quienes utilizaron el término “maya” para designar la lengua que hablaban los indios en estas regiones.
El otro aspecto que define el término alude a la tradición cultural, que se desarrolló durante miles de años, y que además de la lengua, incluye aspectos de una cultura general compartida, esto es, los modos básicos de cultivar, construir edificios, reconocer las relaciones de parentesco, de distribuir y heredar recursos, de definir las actitudes ante la muerte, la riqueza y la jerarquía así como otros muchos aspectos esenciales de la vida.
Todo el pueblo maya participó de una misma cultura, con sus variantes regionales, pero los depositarios y organizadores de la cultura fueron los miembros de la élite sacerdotal. Su cultura es básicamente intelectual, sometida en sus formas más altas a la poderosa influencia del clero, pero sobre una base económica rural, que fue capaz de crear una de las más refinadas civilizaciones de la Humanidad.
Los mayas ocupaban un territorio más o menos cuadrangular de unos 900 km de largo por 600 de ancho, que abarca la península de Yucatán y el área lindante al sur, hasta la costa del Pacífico, o sea, la totalidad de Guatemala, Honduras Británicas, el borde occidental de las repúblicas de Honduras y El Salvador, y los Estados mexicanos de Yucatán, Campeche, Tabasco, el territorio de Quintana Roo y gran parte de Chiapas. Probablemente estos límites nunca sufrieron grandes alteraciones, aunque los mayas llegaron a extenderse en cierta ocasión hasta el actual Estado mexicano de Veracruz.
Los primeros pasos arqueológicos
En 1787, Antonio del Río, un capitán del ejército español, condujo la primera exploración de carácter arqueológico documentada en Palenque, por orden de Carlos III. Llegó acompañado del dibujante guatemalteco Ignacio Armendáriz y un grupo de 79 indios. Durante las tres semanas que duró la expedición, estudiaron sobre el terreno las fabulosas ruinas que allí se encontraban. Los documentos y dibujos realizados como resultado de esta inspección, aún hoy día tienen validez artística, histórica y científica.
Más de medio siglo después, en mayo de 1840, John Lloyd Stephens (1805-1852) un abogado, escritor y diplomático neoyorquino aficionado a la arqueología y el pintor británico Frederic Catherwood (1799-1854), tras atravesar las montañas a lomos de sus mulas, llegaron a la zona con el mismo objetivo.
Los dibujos de Catherwood, realmente extraordinarios, supusieron un hito en la divulgación de trabajos arqueológicos que se habían realizado hasta la fecha, y permitió al mundo descubrir aquellas extrañas maravillas.
Visitaron 44 emplazamientos arqueológicos y realizó cientos de dibujos. Al hacerlo, ambos “inventaron” el concepto de “civilización maya”. Stephens expresó entonces la idea, controvertida en aquella época, de que esta civilización era independiente de las del Viejo Mundo. (La editorial VALDEMAR publico en 2002 el libro de Stephens “Viaje a Yucatán” una selección del texto original de 1843, Incidents of Travel in Yucatan, en el que Stephens nos cuenta las peripecias y emociones de su segundo viaje a las ruinas mayas, y va acompañada de los grabados realizados por Catherwood.
Pero ¿de dónde procedían? ¿Quiénes fueron sus creadores? Al descubrir las impresionantes edificaciones de estructura piramidal, muchos pensaron en los antiguos egipcios. Pero pronto se hizo evidente que no existía relación alguna entre ellos, y que estos fabulosos restos localizados en toda Mesoamérica, correspondían a una cultura: la CIVILIZACIóN MAYA.
Breve cronología maya
Para situarnos vamos a dividir la historia maya en períodos, que aunque las fechas de inicio y fin de los mismos pueden variar hasta un siglo, según el autor, más o menos hay un consenso en establecer tres períodos: Preclásico o formativo, clásico y Postclásico. Cada uno de ellos con varias subdivisiones:
Preclásico Temprano (1800 – 900 a.C.): personas procedentes del altiplano de Chiapas y Guatemala se instalan en las tierras baja del sur. La agricultura va sustituyendo y complementando a la caza y la pesca. Comercio de obsidiana con otras regiones.
Preclásico Medio (900 – 600 a.C.): Primeros edificios públicos de piedra labrada, plataformas que sostienen templos con árboles y ramas, en Tikal y Uaxactún. Se unifican criterios estéticos. Las prácticas mágicas son ejercidas en exclusiva por un grupo al que se suponen poderes sobrenaturales, estableciéndose los cimientos de una clase sacerdotal que se libera de trabajos agrícolas y de construcción. Se comienza a gestar el panteón de dioses que exigen el constante sacrificio de la sangre. Para algunos autores aparición de las primeras pirámides.
Preclásico Tardío (600 a.C. – 200 d.C.): Desarrollo de los grandes centros ceremoniales en Tikal, Uaxactún, Dzibilchatún, Ceibal, etc. Se comienzan a edificar complejos piramidales, como el de Chiapa del Corzo en el 550 a.C. Agricultura intensiva y ciudades-estado. Entre el 300 y el 150 a.C., la población experimenta un considerable aumento, se acentúan la diversificación de funciones y la diferenciación social. Los chamanes, intermediarios entre el pueblo y las fuerzas incontrolables de la naturaleza, se convierten en sacerdotes con poder real sobre el resto. Se desarrollan los conocimientos astronómicos, tiene lugar la invención del “cero” y se levantan las primeras grandes pirámides.
Clásico Temprano (200 – 500 d.C.): Intenso contacto con Teotihuacán. Proliferación de la escritura jeroglífica, construcción masiva de estelas y centros ceremoniales. La población continúa aumentando, y se forman grandes núcleos que se utilizan como focos de la actividad social, política, religiosa y económica. Apogeo de Tikal, Copán, Palenque y otros núcleos entre los ríos La Pasión y Usumacinta. Los personajes importantes son enterrados con ricas ofrendas de jade y cerámica, junto a servidores sacrificados, al modo oriental, para seguir prestando servicio a su señor en el otro mundo. Las ciudades-estado mayas favorecen el intercambio de cacao (que es utilizado como moneda), tabaco, algodón, sal, obsidiana y joyas de jade.
Clásico Tardío (500 – 800 d.C.): Cenit de la cultura maya y primeros signos de decadencia. Alianzas y guerras entre ciudades-estado, intensa actividad comercial, creación de nuevos enclaves religiosos, desarrollo de los ritos funerarios. Los centros ceremoniales florecen en la costa del Pacífico, en Chiapas, en el Petén. Por todas partes se construye una ingente cantidad de edificios y estructuras de varios pisos, palacios con multitud de estancias, lujosos sepulcros, juegos de pelota, observatorios astronómicos e impresionantes pirámides de más de 70 m de altura.
Clásico Terminal (800-900 d.C.): Cesa la construcción de arquitectura monumental y la inscripción de textos jeroglíficos en estelas y monumentos. La población decrece y se dejan de utilizar sistemas calendáricos. Profundo deterioro del conocimiento intelectual, artístico y artesano, así como de las instituciones políticas y religiosas. La civilización maya abandona, por causas desconocidas las tierras bajas de la actual Guatemala. Corto florecimiento en Yucatán. Se intensifican las guerras entre ciudades-estado. De la noche a la mañana, toda esta brillante muestra de talento se viene abajo, y se abandonan los grandes centros ceremoniales, que quedan durante siglos a merced de la voracidad de la selva.
Postclásico (900 – 1697 d.C.): Renacimiento de Chichén Itzá, potenciado por la llegada de los itzaes que la ocupan en el año 918 y luego hacia 987, encabezados por el caudillo tolteca Quetzalcóatl-Kukulkán, que ostenta el mismo nombre del dios pájaro-serpiente común a todas las culturas de Mesoamérica. Llegan a Yucatán, además, otros grupos procedentes del centro de México que desvirtúa la genuina cultura maya, ya que incorporan gran cantidad de elementos culturales procedentes del altiplano central mexicano. Surge una nueva clase de nobles-comerciantes y se incrementa el número de sacrificios humanos. Hay una decadencia generalizada y hacia el año 1200, Chichén Itzá sufre un final repentino al ser conquistada por gentes procedentes de Mayapán, ciudad-estado rival. El poder de este linaje durará hasta 1441 en que aliados varios jefes maya-toltecas saquean Mayapán y matan a su jefe.
A partir de entonces y hasta la llegada de los españoles, el mundo maya clásico entra en un lento pero definitivo declive, propiciado por la interrupción del tráfico comercial entre el altiplano, el golfo de México y América Central.
La desintegración de un Imperio
Antes que nada hay que precisar algo, y es que la civilización maya no ha desaparecido, pues pervive, aunque en menor medida, hasta nuestros días. En la actualidad, existen unos seis millones de descendientes de los mayas, sólo en la península de Yucatán.
Los conquistadores españoles no tuvieron oportunidad de conocer el Imperio Maya, ya que poco antes de su llegada se había extinguido misteriosamente, dejando como recuerdo las asombrosas construcciones que, pronto quedaron ocultas por la espesa vegetación de la selva. Hay que advertir que lo que llamamos Imperio Maya, en realidad estaba constituido por ciudades-estado con el mismo acervo cultural, lo que hace aún más incomprensible que en la misma época todos ellas entraran en declive.
Las causas que confluyen en la desintegración de este imperio aún siguen siendo desconocidas. Se han propuesto muchas hipótesis, pero ninguna de ellas convence totalmente. Las teorías han variado con el tiempo, desde aquellas que enfatizan en el concurso de una sola causa:
1. Movimientos sísmicos o erupciones volcánicas, pero las áreas central y septentrional de la zona maya quedan lejos de las regiones sísmicas de Guatemala o Chiapas;
2. Cambios climáticos como la caída de lluvias catastróficas en el Petén, que habrían impedido la quema de zonas selváticas para el consiguiente cultivo de las mismas. Esto tampoco se ha podido comprobar.
3. Plagas y epidemias como el paludismo o la fiebre amarilla que obligaron al abandono de las tierras bajas del sur, pero estas enfermedades probablemente no existían antes de la llegada de los españoles.
4. Tampoco se ha podido demostrar un hipotético agotamiento del suelo por exceso de cultivo que habría convertido en sabanas grandes zonas de selva. Más bien al contrario, se sabe que en los bosques útiles para el cultivo la selva no tarda en reproducirse cuando éste se interrumpe, pero sin ser reemplazada por sabanas. Además se ha podido saber que cuando se incrementaba la población, se drenaron los pantanos y se llevaron a cabo grandes obras públicas para que el maíz creciera ininterrumpidamente.
5. Algunos historiadores, como Eric S. Thompson, en su clásica obra “Grandeza y caída de los mayas”, ve como explicación más lógica una sublevación de un campesinado fiel a las divinidades y prácticas tradicionales, que expulsaron o exterminaron a la pequeña minoría gobernante de príncipes-sacerdotes, quizás porque estos intentasen alguna innovación religiosa a expensas de los dioses protectores del campo.
La realidad es que el desmoronamiento de esta civilización sigue siendo uno de los grandes misterios del pasado. Hoy día la hipótesis más aceptada es que pudo deberse a una combinación de factores ecológicos, políticos y sociales. Pero todas estas explicaciones sólo analizan el fenómeno de manera limitada a regiones e incluso a ciudades concretas, pero no son suficientes para aclarar por qué, por ejemplo, la intensa actividad constructora de la ciudad de Tikal se interrumpió repentinamente y su población se desvaneció como por arte de magia.
Experiencias únicas durante nuestro viaje a MéXICO con VAGAMUNDOS:
– Descubrir el inmenso patrimonio de CIUDAD DE MéXICO, una ciudad abrumadora por extensión y grandeza, con una enorme riqueza cultural y artística. La Casa Museo Frida Kahlo, el Zócalo, la Catedral Metropolitana; el Palacio Nacional, con los murales de Diego Rivera; el Templo Mayor, el mayor santuario azteca; la Plaza de las Tres Culturas, la Basílica de Guadalupa, Xoximilco, una de las grandes obras de ingeniería, …
– Perderte en el Museo Nacional de Arqueología, uno de los más importantes del mundo, donde descubrir las civilizaciones que han creado la riqueza cultural de México: olmecas, mayas, zapotecas o aztecas. Aquí se encuentra la Piedra del Sol azteca (mal llamado Calendario Azteca)
– Sentir las energías místicas de TEOTIHUACáN, el lugar donde “fueron creados los dioses”, una de las mayores ciudades de Mesoamérica durante la época prehispánica y de la cual se desconoce casi todo. Las asombrosas Pirámide del Sol y de la Luna, dominan la ciudad.
– Pasear por las calle de la bellísima PUEBLA, ciudad criolla por excelencia con su bellos edificios coloniales y la más esbelta y hermosa catedral de las construidas en Nueva España. Cerca de allí, otro lugar mítico como CHOLULA, que Cortés describiera como “la ciudad más bella fuera de España”, con la Pirámide de Tepanapa, la más grande de México, sepultada bajo una colina.
– Perderte en OAXACA, otra hermosa ciudad colonial, con sus monumentos barrocos y arquitectura señorial, dentro de un ambiente donde se respira el sosiego y la tranquilidad. Una vez allí tendremos tiempo para recibir la energía telúrica que nos aportarán los antiguos yacimientos de Monte Albán y Mitla.
– Navegar en lancha por una de las grandes maravillas naturales de América, como es el Cañón del Sumidero, una falla con muros que se elevan más de 1300 m desde la profundidad del río.
– Ya en CHIAPAS, pasear por las calles adoquinadas de San Cristóbal de las Casas, una de las ciudades coloniales más apasionantes y conmovedoras que uno pueda encontrar. Su embriagadora mezcla, indígena, colonial y cosmopolita la hacen única. Además, tenemos muy cerca los pueblos de San Juan Chamula y Zinacantán, donde se conservan las costumbres prehispánicas.
– En medio de la espesa selva tropical, con las pirámides elevándose sobre la vegetación y con los gritos de los monos aulladores perturbando el silencio, disfrutar de la misteriosa belleza de PALENQUE, una de las más importantes ciudades mayas.
– Otro centro arqueológico, plagado de simbolismo es UXMAL, un ejemplo singular del fabuloso esplendor artístico maya. El silencio y la soledad que envuelven estas ruinas contrastan con la animación que debió tener la metrópoli durante su época de esplendor.
– Pasear por los centros históricos de dos de las dos villas coloniales más importantes de YUCATáN, como son CAMPECHE Y MéRIDA, dos bellas ciudades con sus estrechas callecitas adoquinadas y sus soleadas y alegres plazas.
– Bañarte en las cristalinas aguas del cenote de Ik Kil, donde pequeñas cascadas caen desde el techo calizo envuelto en plantas colgantes.
– Aunque no son nuestras ruinas favoritas, por lo masificadas, hay que reconocer que CHICHEN ITZá es uno de los centros ceremoniales más espectaculares de toda la antigüedad. Desde la imponente y monolítica Pirámide de Kukulcán (también conocida como El Castillo), donde la sombra del dios serpiente emplumada sube por las escaleras durante los equinoccios de primavera y otoño, el mayor Juego de la Pelota de Centroamérica, hasta el Cenote de los Sacrificios o el curioso Observatorio El Caracol, el legado de los astrónomos mayas resulta fascinante.
– Tendrás la oportunidad de gozar de la auténtica COCINA MEXICANA. Nombrada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en 2010, cada región posee sus propios platos originales. Su cocina está basada en el maíz, los frijoles, el chile, a los que se añaden diversos ingredientes autóctonos. Pídete unos tamales, (masa de maíz cocida y rellena de carne o verduras), unas enchiladas, unos tacos o un guisado de carne acompañado de un buen mole. En general todos los platos se componen de arroz, frijoles y tortas de maíz pero encontrarás una gran variedad de sabores y picantes según la región donde te encuentres.
– México es un auténtico paraíso para las COMPRAS con una infinita variedad de artesanías. Aquí podrás adquirir desde tejidos y joyas de plata y turquesa a tallas de madera, máscaras y otros artículos. La habilidad y creatividad de sus artesanos, te sorprenderán. Las mejores hamacas de hilo de algodón las puedes encontrar en Cancún. En Oaxaca, podremos encontrar su típica cerámica negra, máscaras de madera de variadas formas y colores, y bellas telas y bordados. La cerámica y alfarería de Puebla posee una gran (y merecida) fama; en San Cristóbal de las Casas, son famosos sus diseños de joyas de ámbar y jade.
– Y después de esta hemorragia cultural y culinaria, disfrutar de un día a tu aire en CANCúN, con un mar con miles de matices turquesas, las blancura deslumbrante de la arena compuesta de polvo de coral y muchísimas actividades que puedes realizar.
Artículo elaborado por Eugenio del Río