Ciudad del Cabo o «Ciudad Madre», una joya cultural en Sudáfrica | Parte II | Vagamundos Blog

La península de El Cabo es una de las rutas panorámicas más bellas de áfrica. Se puede iniciar por el litoral atlántico e ir descubriendo toda una serie de paisajes maravillosos, pequeños pueblos al borde el mar y playas casi vírgenes, gozando de la oportunidad de ver algunos animales que habitan la zona como los pingüinos, antílopes, leones marinos y otros.

Se puede visitar Camps Bay, que se encuentra situado en las laderas de la Montaña de la Mesa, y con el espectacular telón de fondo de los “Doce Apóstoles“, curiosa formación geológica, los doce imponentes colinas de arenisca a los que sir Rufane Donkin, un antiguo gobernador de la isla, bautizara con los nombres de los doce apóstoles. Su playa, la más glamurosa de Ciudad del Cabo, está bordeada de altas palmeras. Cuando se llega hasta Hout Bay, que se encuentra al borde del Océano Atlántico, frente al pico Sentinel y rodeado de colinas con bosques frondosos, en un entorno muy atractivo. Se dice que es una ciudad verde y azul. Desde tiempo atrás, es un importante centro pesquero, centrado en la pesca del snoek (un tipo de perca) y de langosta de roca. Su playa se haya protegida por pequeñas dunas cubiertas de matorral y flanqueada por montañas; cuenta con fábricas de conservas y un bullicioso mercado de pescado fresco. Desde aquí se puede realizar un pequeño crucero en barco hasta la isla de Duiker, en una excursión que dura unos 45 minutos. Esta isla es un santuario para miles de lobos marinos del cabo (en realidad originario de la Antártida), que se amontonan durante todo el año en el poco espacio del que disponen (la roca mide 77 x 95 metros). También podremos ver una gran variedad de aves marinas incluidos alcatraces, cormoranes y gaviotas. A la salida de Hour Bay hay un leopardo de bronce que recuerda al último ejemplar que se vio en la región en 1930.

A continuación se pueden recorrer los 9 kilómetros de carretera más pintoresca del sur de áfrica, la Chapman´s Peak Drive, una ruta panorámica que tardó siete años (entre 1915 y 1922) en construirse. Excavada entre enormes acantilados de gres y granito, la carretera abraza la costa del litoral atlántico en una de las rutas marítimas más bellas y espectaculares del mundo. A través de sus abruptos acantilados, aguas azules y cielos claros que quitan el aliento, y después de 114 curvas se llega hasta Noordhoek, que posee 6 kilómetros de playa de arena blanca, una de las más salvajes de la costa oeste de la península, muy popular entre los surfistas.

Finalmente, aparece el Cabo de Buena Esperanza (conocido popularmente como Cape Point), el promontorio rocoso que marca el punto más al suroeste de la península del Cabo. Originariamente llamado cabo de las Tormentas, por Barlotomeu Dias en 1488, fue el rey Juan de Portugal quien cambió su nombre como un buen augurio para una nueva ruta hacia la India. El Cabo de B.E. forma parte de la Table Mountain National Park, que abarca la totalidad de la cadena montañosa del monte Table. Esta parte del parque se encuentra expuesto a vientos huracanados, por lo que la vegetación está representada solo por arbustos resistentes. Durante mucho tiempo se pensó que el Cabo de Buena Esperanza era el extremo sur de áfrica. Pero el conocimiento geográfico contemporáneo, establece que el punto más austral de áfrica es el cabo Agulhas, a unos 150 kilómetros al este.

Si se toma el tren de cremallera Flaying Dutchman, llegaremos hasta el antiguo faro a 286 metros en la misma punta del cabo, sobre las furiosas olas del mar. Fue construido en 1859 para ayudar a los primeros exploradores a navegar por la traicionera y violenta costa de este “cabo de las Tormentas“. Desde aquí se puede apreciar la divisoria entre el Océano Atlántico y el índico. La belleza natural de la zona es espectacular, con acantilados escarpados que se elevan a más de 200 metros sobre el mar, y son rodeados por los fynbos (arbustos) indígenas. Aquí se percibe toda la fuerza del poderoso Océano Atlántico estrellándose contra las rocas. Dice la leyenda que se días de niebla se vislumbra la nava del capitán Willem Van der Decken, “el Holandés Errante“, intentando cruzar el cabo tras su fallido pacto con el diablo. Por un sendero, a la distancia de 1 kilómetro, se llega hasta el faro nuevo.

Si se continúa hasta Simon´s Town (el nombre es un homenaje a Simon van der Stel, segundo gobernador de la recién nacida colonia), se llega a una bonita ciudad donde fondeaban los barcos holandeses en invierno para evitar los embates de las tempestades atlánticas. Los ingleses continuaron el desarrollo marítimo de la ciudad, iniciado por los holandeses, e instalaron aquí los acuartelamientos de la Royal Navy. La ciudad no ha perdido su importancia militar y es todavía una base de la marina sudafricana. Situada a 3 kilómetros al sureste, se encuentra una pintoresca zona con enormes rocas que separan pequeñas calas de arena, denominada Boulders Penguin Colony, una colonia protegida con más de 2.100 pingüinos africanos. A través de una amplia pasarela de madera es posible acercarse a la a ellos y observarlos de cerca. Se pueden ver en sus sitios de anidación y cómo brincan por la playa. Es divertido ver los juegos y las reuniones de estos curiosos y simpáticos animales, y cómo permanecen indiferentes ante las tropas de turistas. Pero cuidado, no hay que tocarlos ni alimentarlos. Pueden verse bonitos y tiernos, pero sus picos son tan afilados como las maquinillas de afeitar y si se sienten amenazados no tienen reparos en cortar el dedo o la nariz. Estas aves estaban amenazadas de extinción, por ello se creó este parque en 1982 con solo dos parejas.

Más tarde se puede llegar a Kark Bay, un pequeño pueblo que a principios del siglo XIX se convirtió en un puerto ballenero y todavía hoy tiene una intensa actividad pesquera. Aquí se puede degustar un almuerzo a base de pescado.

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