Día 11: CIUDAD DEL CABO
Desayuno buffet en el hotel. Conocida como la “Ciudad Madre”, Ciudad del Cabo es una rara joya cultural, resultado de una situación única. Se halla en una gran llanura que avanza hacia el norte como la proa de un barco. Aquí encontramos la quintaesencia del país, la mezcla de influencias holandesas, británicas y malayas, una arquitectura ambiciosa, largas avenidas rectilíneas, aire marino, y donde viven, entre otros, xhosas (etnia africana), portugueses, afrikáners, británicos o australianos. Una ciudad, en definitiva, que trata de conservar al máximo lo que fue su esencia en los primeros tiempos.
Por la mañana realizaremos la visita guiada de la ciudad, una de las principales urbes de África, a pesar de lo cual su centro es de reducidas dimensiones y podremos conocerlo a pie. Pasearemos por la calle Adderley, punto neurálgico de la ciudad, y una de las zonas más bulliciosas; con sus vendedores de fruta y de artesanía, constituyen una de las estampas más clásicas de El Cabo. Llegaremos a la Gran Parade, el emplazamiento que eligió Van Riebeeck para su primer fortín en 1652. Fue derribado en 1674 cuando se construyó el Castillo de Buena Esperanza y los comerciantes se instalaron aquí, iniciando la tradición del mercadillo que continúa abierto. Durante todo el s. XVIII hasta la década de 1820 aquí se realizaban grandes paradas militares. También servía para castigar públicamente a los esclavos y enterrarlos. Dominando la plaza se encuentra el imponente Ayuntamiento, construido en 1905, su gran fachada es de un elaborado estilo renacentista italiano. En 1923 se añadió un carillón de 39 campanas, una bonita réplica de la mitad de tamaño del Big Ben de Londres. Desde este balcón, Nelson Mandela se dirigió al mundo después de pasar 27 años en prisión. La Green Market Square, plaza adoquinada que alberga un mercado de artesanía, con productos que proceden de distintos países africanos. Se encuentra rodeada de edificios de finales del s. XIX y principios del XX de variados estilos: art déco, neorrenacentistas o más modernos.
Cerca se encuentra el Castillo de Buena Esperanza, un edificio de planta pentagonal con cinco grandes bastiones de carácter defensivo, construido entre 1666 y 1679, que sustituyó al fortín de arcilla y madera anterior, erigido por Jan van Riebeeck. Se trata de la estructura colonial más antigua de Sudáfrica. Fue el auténtico centro administrativo, civil, judicial y militar de la naciente colonia durante todo el s. XVIII y parte del XIX. Aquí se tomaban todas las decisiones y los colonos debían pasar obligatoriamente por el castillo. Era la residencia del gobernador, el lugar en el que se concentraba la capacidad militar de la colonia y en el que se firmaban los acuerdos comerciales. Para construirlo se utilizó madera procedente de los bosques de Hout Bay, una bonita piedra amarilla importada de Holanda y cal obtenida de las conchas recogidas en Robben Island. En la portada central se puede ver la corona y el león, símbolos de los países Bajos. El león tiene siete flechas que representan a las provincias unidas. Sus muros tienen una altura de diez metros, aunque nunca utilizado como defensa, porque Ciudad del Cabo nunca fue sitiada. Fue el principal símbolo militar de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, y todavía se utiliza como cuartel. En el interior, llama la atención el largo muro que divide en dos el fuerte en toda su longitud, y sobre el que se levanta la residencia de los gobernadores. Posee un hermoso balcón ornamental (balcón de Kat), de hierro forjado, construido en 1695 (y reformado a finales del s. XVIII), que se halla coronado por un elegante pórtico de columnas. Aquí se hacían las arengas a los soldados, se daban las informaciones a los habitantes de El Cabo, y se dictaban sentencias. Actualmente es un museo que alberga la Collection William Fehr, que incluye pinturas de maestros del s. XVIII como Thomas Baines, además de muebles en maderas preciosas, una colección de porcelanas procedentes de las colonias del sudeste asiático, cristal, cerámica y utensilios de metal de la época. También se muestran objetos e imágenes que dan fe de la evolución de la ciudad a medida que los colonos se iban instalando. También encontramos el Museo Militar, donde se muestra una colección de uniformes militares de las diferentes épocas de la colonización, condecoraciones y armas blancas y de fuego, así como dos maquetas del fuerte que permiten apreciar la situación junto a la costa.
Continuamos con nuestro paseo, y llegamos a las Casas del Parlamento, construcción alargada con pórtico y de estilo muy clásico: frontón triangular, columnata y pilastras con capiteles de hojas de acanto, que se inauguró en 1885, siendo restaurado en varias ocasiones. Fue sede de la primera asamblea legislativa de la colonia de Ciudad del Cabo, y a principios del s. XX se convirtió en el Parlamento del nuevo país. Enfrente se ubican los Jardines de la Compañía, 6 hectáreas de jardín que son todo lo que queda del extenso huerto que hizo plantar el gobernador Jan van Riebeeck en 1652 con objeto de aprovisionar de frutas y verduras a los barcos que hacían escala en El Cabo. Con la ampliación de la ciudad a lo largo de los siglos, su tamaño se fue reduciendo y finalmente se convirtió en un jardín. Posee una excelente muestra de especies de plantas y árboles tanto autóctonos como foráneos; bonitas palmeras, grandes prados abiertos, y zonas de sombra y ardillas. En el centro hay un viejo peral de más de 350 años de edad que fue plantado cuando se creó el jardín. Es un paraíso arbolado en medio de la ciudad y está rodeado de museos y edificios fascinantes: el Museo Salve, la Galería Nacional de Arte y el Museo Judío por mencionar algunos. La Catedral de San Jorge, construida en los primeros años del s. XX en un austero estilo neogótico. Su importancia radica en que era uno de los pocos lugares de culto que acogían personas de todas las razas durante la época de segregación racial. Aquí fue ordenado en 1986 al primer arzobispo negro, Desmond Tutu.
El Bo-Kaap (Barrio Malayo), adyacente al centro, reúne algunos de los edificios más antiguos del mismo. Varios miles de musulmanes habitan en esta zona donde se encuentran las principales mezquitas de la ciudad. Hoy es un área muy renovada, con pintorescas casas con fachadas de colores chillones. En el mismo se encuentra la primera Mezquita construida en Sudáfrica (1794). Tras la abolición de la esclavitud en 1833, los malayos de El Cabo se asentaron en esta zona para estar cerca de las mezquitas que se habían construido aquí. Los musulmanes de de la ciudad son descendientes de los miles de malayos, indios e indonesios que fueron traídos como esclavos a partir de 1658 por la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales y que utilizaron como mano de obra barata. También llegaron exiliados voluntarios y presos políticos que querían alejarse de sus países de origen. La zona fue ocupada inicialmente por los empleados de la Compañía Holandesa de las Indias, pero cuando los ingleses se anexionaron la ciudad, las abandonaron y al abolirse la esclavitud en 1834 se instalaron en ellas los antiguos esclavos, que reconstruyeron las casas y crearon una nueva comunidad unida por su religión, el islam.
Pero sin duda, lo que hace única a esta ciudad es Table Mountain (la Montaña de la Mesa), levantándose 1.087 m sobre el nivel del mar es el icono que hace que Ciudad del Cabo sea reconocible al instante. Considerada una de las 7 maravillas del mundo, esta montaña, que sirvió de referencia a los navegantes hace siglos, se adentra casi hasta el centro urbano de la ciudad. Su nombre es muy apropiado, ya que se encuentra coronada por una pequeña meseta de 3 km de lado, rodeada por riscos escarpados. Se trata de una montaña de arenisca que forma característicos despeñaderos escarpados grises. Debajo se encuentra un bloque de esquisto arcilloso que se formó hace más de 540 millones de años. El sedimento de arenisca se formó hace unos 450 millones de años, cuando la península se encontraba sumergida en el mar. Tras el hundimiento de la cuenta como consecuencia del peso de los sedimentos, los efectos del viento, la lluvia, el hielo y las temperaturas extremas, erosionaron las capas más blandas dejando al descubierto la meseta del monte Table.
La cima plana suele estar cubierta de nubes, lo que le da un aspecto realmente espectacular. Es un área protegida se estima que puede haber más de 1.500 especies de plantas. En cuanto a la fauna, consiste en su mayoría en pequeños mamíferos, reptiles y aves; podemos encontrarnos con puercoespines, mangostas, tortugas y alguna serpiente. También la rara y sigilosa rana fantasma, que pueden encontrarse en algunos arroyos perennes de la meseta. El último león del área fue disparado en 1802, y los leopardos persistieron en la montaña hasta la década de 1920.
Subida a la Table Montain en teleférico (la bajada será también por este medio), que se inauguró en 1929 (aunque para tranquilidad de todos fue renovado a finales del s. XX) en un viaje que dura siete minutos. Su plataforma giratoria, grande y redonda nos permitirá disfrutar de un panorama de 360º. Ya en la cima, pasearemos por algunos de los senderos y disfrutaremos de las bellas vistas a través de los varios miradores acondicionados. Podremos divisar las playas de la ciudad, Pico del Diablo y el Cabeza de León que franquean la ciudad y la famosa Robben Island, donde Nelson Mandela pasó casi 20 años realizando trabajos forzados.
Almuerzo en la Bodega de “Groot Constantia” en el restaurante “Jonkershuis”
Nos desplazamos a la famosa finca vitícola Groot Constantia, creada en 1685 por el gobernador de la época Simon Van Der Stel, gran entendido en geología que había visto en la calidad del suelo un rico potencial vitícola. Durante la visita pasaremos por la antigua sala de fermentación, en la que hay un enorme tonel de roble yugoslavo de casi 10.000 litros de capacidad. Después se pasa a la moderna sala de fermentación y a la sección de embotellado. Hay explicaciones sobre el tipo de producción, las variedades de uva y los métodos. La finca tiene 100 ha y la vendimia, que se hace totalmente a mano, dura desde febrero hasta abril. Como en otras fincas de la zona, la mayor parte procede de cepas de la variedad pinotage, un híbrido de cinsalult y pinot noir creado en 1925. La visita termina normalmente con la degustación de alguno de sus vinos. Es conocido que, durante su exilio en Santa Elena, Napoleón consumía vino de Groot Constantia. Se dice que, en 1821, justo antes de morir, el ex emperador pidió beber un último vaso.
También visitaremos Groot Constantia Manor House, edificio y vivienda de la bodega, que fue construida por Thibault, un gran arquitecto de la época, y era la residencia del gobernador Van der Stel. Este hombre se enamoró de la región, y cuando se retiró no regresó a Holanda, como la mayoría, sino que terminó aquí sus días. Al entrar, en el suelo de la primera estancia se observa la estrella de cinco puntas, que es el símbolo masónico (hay cuatro más en la casa); varias habitaciones con un hermoso mobiliario de los siglos XVIII y XIX, de diversa procedencia, pero de estilo homogéneo y que constituye un buen testimonio del modo de vida de la época. En el Wine Museum, se exponen cántaros, barricas, una colección de vasos tallados, jarras y una tinaja italiana de mayólica del s. XVI.
Nuestra última visita de este intenso día será el Kirstenbosch National Botanical Garden, jardín botánico que se creó para conservar y propagar especies vegetales autóctonas raras. Su ubicación y flora únicas se alían para convertirlo en uno de los más bonitos del mundo. Este gran jardín paisajista de 36 ha de extensión, forma parte de un espacio protegido de 528 ha que ocupa las suaves laderas de Table Mountain y se encuentran cubiertos de fynbos (matorral autóctono) y bosque natural. La historia de este jardín comienza en 1660, cuando van Riebeeck decidió levantar una larga hilera de almendros para marcar una frontera entre los colonos y los Khoi-khoi (nativos). Los ingleses continuaron desarrollando el jardín, hasta que C.J. Rhodes lo compró en 1895 para impedir el desarrollo de construcciones en esta zona. A su muerte legó los terrenos al país con la condición de que fueran preservados como estaban. En 1913 se creó el actual jardín, hoy un admirable centro de conservación de la rica flora del África austral.
Destacamos la Sculpture Garden (jardín de las esculturas), el Peninsula Garden, que contiene las principales especies de la península del Cabo; el Conservatory (invernadero), en el que se presentan los desiertos áridos y las selvas frondosas (con una variedad de baobab). Pero lo más importante del jardín es el espacio dedicado a las cicas, ericas y proteas (una variedad de fynbos), que contiene unos macizos de plantas admirables. También son notables los espléndidos yellowwood trees, unos árboles de gran envergadura que abundaban en la costa sur del país hasta que los colonos acabaron con ellos para convertirlos en leña. El Fragance Garden, donde se hallan las plantas más aromáticas y de textura más curiosa; The Fynbos Walk (un paseo entre fynbos), y el magnífico arboretum, que cuenta con más de 450 especies de árboles originarios del sur del continente africano. Podremos subir a la pasarela Tree Canopy, que se construyó en 2014, un puente curvado de acero y madera que se eleva entre los árboles y ofrece unas vistas increíbles. En el mes que vamos es especialmente hermoso, porque es cuando brotan las margaritas primaverales y las gazanias.
Regresamos a El Cabo. Alojamiento en Radisson RED Cape Town.
Día 12: CIUDAD DEL CABO
Desayuno buffet en el hotel. Hoy pasaremos el día completo visitando la península de El Cabo, en lo que es una de las rutas panorámicas más bellas de África. La iniciaremos por el litoral atlántico e iremos descubriendo toda una serie de paisajes maravillosos, pequeños pueblos al borde el mar y playas casi vírgenes y también tendremos oportunidad de ver algunos animales que habitan la zona como los pingüinos, antílopes, leones marinos y otros.
Pasaremos por Camps Bay, que se encuentra situado en las laderas de la Montaña de la Mesa, y con el espectacular telón de fondo de los “Doce Apóstoles”, curiosa formación geológica, los doce imponentes colinas de arenisca a los que sir Rufane Donkin, un antiguo gobernador de la isla, bautizara con los nombres de los doce apóstoles. Su playa, la más glamurosa de Ciudad del Cabo, está bordeada de altas palmeras. Llegaremos hasta Hout Bay, que se encuentra al borde del Océano Atlántico, frente al pico Sentinel y rodeado de colinas con bosques frondosos, en un entorno muy atractivo. Se dice que es una ciudad verde y azul. Desde tiempo atrás, es un importante centro pesquero, centrado en la pesca del snoek (un tipo de perca) y de langosta de roca. Su playa se halla protegida por pequeñas dunas cubiertas de matorral y flanqueada por montañas; cuenta con fábricas de conservas y un bullicioso mercado de pescado fresco. Desde aquí realizaremos un pequeño crucero en barco hasta la isla de Duiker, en una excursión que nos llevará unos 45 minutos. Esta isla es un santuario para miles de lobos marinos del cabo (en realidad originario de la Antártida), que se amontonan durante todo el año en el poco espacio del que disponen (la roca mide 77 x 95 metros). También podremos ver una gran variedad de aves marinas incluidos alcatraces, cormoranes y gaviotas. A la salida de Hour Bay hay un leopardo de bronce que recuerda al último ejemplar que se vio en la región en 1930.
A continuación, recorreremos los 9 km de carretera más pintoresca del sur de África, la Chapman’s Peak Drive, una ruta panorámica que tardó siete años (entre 1915 y 1922) en construirse. Excavada entre enormes acantilados de gres y granito, la carretera abraza la costa del litoral atlántico en una de las rutas marítimas más bellas y espectaculares del mundo. A través de sus abruptos acantilados, aguas azules y cielos claros que quitan el aliento, y después de 114 curvas llegaremos hasta Noordhoek, que posee 6 km de playa de arena blanca, una de las más salvajes de la costa oeste de la península, muy popular entre los surfistas.
Finalmente, aparece el Cabo de Buena Esperanza (conocido popularmente como Cape Point), el promontorio rocoso que marca el punto más al suroeste de la península del Cabo. Originariamente llamado cabo de las Tormentas, por Barlotomeu Dias en 1488, fue el rey Juan de Portugal quien cambió su nombre como un buen augurio para una nueva ruta hacia la India. El Cabo de B.E. forma parte de la Table Mountain National Park, que abarca la totalidad de la cadena montañosa del monte Table. Esta parte del parque se encuentra expuesto a vientos huracanados, por lo que la vegetación está representada solo por arbustos resistentes. Durante mucho tiempo se pensó que el Cabo de Buena de Buena Esperanza era el extremo sur de África. Pero el conocimiento geográfico contemporáneo, establece que el punto más austral de África es el cabo Agulhas, a unos 150 km al este.
Tomaremos el tren de cremallera Flaying Dutchman, que nos llevará hasta el antiguo faro a 286 m en la misma punta del cabo, sobre las furiosas olas del mar. Fue construido en 1859 para ayudar a los primeros exploradores a navegar por la traicionera y violenta costa de este “cabo de las Tormentas”. Desde aquí podremos apreciar la divisoria entre el Océano Atlántico y el Índico. La belleza natural de la zona es espectacular, con acantilados escarpados que se elevan a más de 200 metros sobre el mar, y son rodeados por los fynbos (arbustos) indígenas. Aquí percibiremos toda la fuerza del poderoso Océano Atlántico estrellándose contra las rocas. Dice la leyenda que se días de niebla se vislumbra la nava del capitán Willem Van der Decken, “el Holandés Errante”, intentando cruzar el cabo tras su fallido pacto con el diablo. Por un sendero, a la distancia de 1 km, se llega hasta el faro nuevo.
Continuamos hasta Simon´s Town (el nombre es un homenaje a Simon van der Stel, segundo gobernador de la recién nacida colonia), una bonita ciudad donde fondeaban los barcos holandeses en invierno para evitar los embates de las tempestades atlánticas. Los ingleses continuaron el desarrollo marítimo de la ciudad, iniciado por los holandeses, e instalaron aquí los acuartelamientos de la Royal Navy. La ciudad no ha perdido su importancia militar y es todavía una base de la marina sudafricana. Situada a 3 km al sureste, se encuentra una pintoresca zona con enormes rocas que separan pequeñas calas de arena, denominada Boulders Penguin Colony, una colonia protegida con más de 2.100 pingüinos africanos. A través de una amplia pasarela de madera es posible acercarse a la a ellos y observarlos de cerca. Se pueden ver en sus sitios de anidación y cómo brincan por la playa. Es divertido ver los juegos y las reuniones de estos curiosos y simpáticos animales, y cómo permanecen indiferentes ante las tropas de turistas. Pero cuidado, no hay que tocarlos ni alimentarlos. Pueden verse bonitos y tiernos, pero sus picos son tan afilados como las maquinillas de afeitar y si se sienten amenazados no tienen reparos en cortar el dedo o la nariz. Estas aves estaban amenazadas de extinción, por ello se creó este parque en 1982 con solo dos parejas.
Llegaremos a Kark Bay, un pequeño pueblo que a principios del s. XIX se convirtió en un puerto ballenero y todavía hoy tiene una intensa actividad pesquera. Será aquí donde degustaremos nuestro almuerzo a base de pescado.
Almuerzo en Restaurante Harbour House.
A continuación, regresamos a El Cabo. Alojamiento en Radisson RED Cape Town.
Día 13: CIUDAD DEL CABO – MADRID
Desayuno buffet en el hotel. A la hora indicada, recogida y traslado al aeropuerto. Trámites de aduanas, facturación y embarque en el VUELO QR1370 de la compañía QATAR AIRWAYS, salida prevista a las 12.40 hrs. llegada a DOHA a las 23.55. Enlace y salida en el VUELO QR147 a las 01.45 hrs.
Día 14: Llegada a MADRID
Llegada al aeropuerto de MADRID a las 8.15 hrs. Recogida de equipajes.
FIN DE NUESTRA AVENTURA
NOTA: las descripciones que figuran en el “libro de viaje”, sobre todo las referidas a las visitas panorámicas de las ciudades, son a título orientativo, y pueden no coincidir exactamente con el desarrollo de la visita