Pu Yi, el último emperador de China

Emperador sin imperio.

Nacido en  1906, Pu Yi era manchú, miembro de la dinastía Qing. Los manchúes, conquistaron China en 1644, derrocando a la dinastía Ming, pero no se integraron con los chinos. Mantuvieron su propio idioma y costumbres, vivían aparte y sólo contraían matrimonio entre ellos.

Cuando Pu Yi nació, el país era un caos, alentado por los movimientos revolucionarios que pretendían derrocar a la monarquía. La emperatriz Cixi, que había regido el país durante 40 años, nombró a Pu Yi, el hijo de su sobrino, como su heredero cuando contaba 3 años. El padre de Pu Yi, el príncipe Chung, actuó como su regente.

Aunque no carecía de inteligencia, Pu Yi, fue siempre inseguro y débil. Su madre se suicidó cuando tenía diez años, lo que le afectó profundamente. En 1911 una rebelión le obligó a abdicar, aunque continuó viviendo en la Ciudad Prohibida y fue tratado con enorme respeto.

A los 12 años se le asignó un preceptor británico, Reginald F. Johnston, con el que mantuvo una gran amistad. Cuando cumplió los 16 años, sus consejeros le entregaron fotografías de cuatro jóvenes manchúes y le dijeron que escogiera una novia. Eligió a una muchacha de gran belleza, Wan Jung, que más tarde sería conocida como Elizabeth. Durante la noche de bodas con Elizabeth, a Pu Yi le entró pánico y huyó de sus aposentos.

No tuvo hijos, y se cree que nunca llegó a consumar sus matrimonios.

Exilio y nuevo trono.

La caída de Pekín a finales de 1924 en manos de un señor de la guerra representó el final de la tolerancia hacia el antiguo emperador. Pu Yi fue obligado a abandonar la Ciudad Prohibida y Johnston le ayudó a escapar con su familia hasta la delegación japonesa.

Más tarde se trasladaron a Tientsiu, en la costa china, en poder de los japoneses. Pu Yi alquiló una mansión y permaneció ahí durante años, mientras conspiraba para recuperar el trono y donde, junto a su esposa Elizabeth, conoció los animados ambientes de las colonias inglesa, francesa y japonesa.

Elizabeth tuvo una aventura con un guardia y Pu Yi la castigó confinándola en sus aposentos. Con el paso del tiempo, la emperatriz se convirtió en adicta al opio, deteriorándose física y mentalmente.

El retorno.

En 1931, el ejército japonés invadió Manchuria creando el estado ficticio llamado Manchukuo, y le ofrecen a Pu Yi recuperar su antigua posición, convirtiéndose en una figura simbólica manipulada por los nipones. Aunque los despreciaba en privado, era incapaz de enfrentarse a ellos.

China denunció a Manchukuo como un estado ficticio y a Pu Yi como un traidor. Los únicos países que reconocieron a Manchukuo fueron Japón, Alemania e Italia.

El encarcelamiento.

Hacia el final de la II Guerra Mundial, es capturado por los soviéticos y trasladado a Moscú, donde vivió cómodamente con parte de su familia. Abandonó a sus esposas, nunca más volvió a ver a Elizabeth, la bella emperatriz opiómana murió a los 40 años de edad en una prisión china.

Stalin pensó que el ex emperador podría ser de utilidad a la URSS. En 1946 fue llevado a Tokio para testificar contra los criminales de guerra japoneses que habían sido sus aliados. Después del proceso judicial pasó cuatro años más bajo custodia soviética. En esa época se aficionó a la jardinería.

Pero con el triunfo en 1949 del Partico Comunista Chino liderado por Mao Zedong, en la guerra civil china, Stalin se vio obligado un año más tarde a entregar al antiguo emperador a Pekín.

En el centro penitenciario de Manchuria, Pu Yi pasaría nueve años. Durmió en una celda junto con otros prisioneros, se hacía su propia cama, limpiaba su celda, y fue sometido a constantes sesiones de autocrítica. A pesar de ello, y de que fue objeto constante de burlas de sus propios compañeros, fue tratado con corrección.

En diciembre de 1959 fue finalmente liberado. Tenía 53 años. La Ciudad Prohibida ya estaba abierta al público y el ex emperador la visitó en calidad de ciudadano de a pie.

Ciudadano Pu Yi.

En el momento de su liberación era un ferviente partidario del régimen comunista. Los diez años de reeducación había dado sus frutos, y lograron el sincero arrepentimiento de Pu Yi por sus acciones pasadas. También el hecho de que nunca pensó que saldría vivo de la cárcel, y que su familia no había padecido en exceso durante estos años, ayudó a su conversión.

Vivió durante un tiempo en casa de una de sus hermanas casadas y se le asignó un trabajo en el Instituto Botánico de la Academia China de las Ciencias, y más tarde pasó a ser archivero en una institución del Partido Comunista Chino. Animado por las autoridades escribió su autobiografía. Se casó con una enfermera llamada Li Shu-Hsien. En 1962 se le diagnosticó un cáncer de vejiga. El 17 de octubre de 1967 falleció a la edad de 61 años. Su cuerpo fue incinerado y sus cenizas depositados en el cementerio próximo a Pekín dedicado a los héroes de la revolución. No obstante, en 1995 su viuda logró que sus restos fueran trasladados al cementerio de los emperadores Qing, situado a unos 120 km de la capital, donde se hallaban las tumbas de sus antepasados más ilustres.

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