Día 8 – KYŌTO – NARA – KYŌTO
Desayuno buffet en el hotel.
Iniciamos una nueva jornada en esta deliciosa ciudad, con la visita del Fushimi Inari Shirne, el más importante y famoso de los santuarios sintoístas consagrados a Inari, deidad del arroz y del sake, de los más de 30.000 que hay en el país. El culto de Inari fue introducido por una familia coreana (los Hata), que se instaló en Fushimi. La palabra Inari vendría de una alteración de “Inanari”, que significa “crecimiento del arroz”. Estos coreanos, fundaron Fushimi Inari, en el 711, pero el conjunto fue reconstruido en el estilo Momoyama en 1499. Durante 4 km, a lo largo de un camino que serpentea por las boscosas laderas del monte Inari-yama, hasta el santuario, se suceden cientos de torii rojos a modo de sendas sagradas o túneles místicos. En la tradición sintoísta, el torii es un gran pórtico que marca la separación entre el mundo terrenal y el espacio sagrado de los espíritus y los dioses. Recorreremos el sendero por debajo de cientos de pórticos torii rojos, que tienen los nombres grabados de las personas que han costeado cada una de las estructuras, como ofrenda a los dioses, para que su negocio sea próspero. En el templo, también podremos observar, cientos de imágenes de piedra de zorros sentados que inundan el paisaje. Se cree que el zorro es el mensajero de Inari, una divinidad que se ocupa también de la riqueza y la abundancia de las cosechas. El zorro tiene fama de embrujar a las personas, así que los supersticiosos evitan estar cerca de los santuarios de Inari tras la puesta de sol …
Como el templo se halla cerca del distrito productor de sake de Fushimi, tendremos la oportunidad de visitar una de las empresas que lo elaboran, y después de escuchar una breve historia sobre el esta bebida, y ver las herramientas que se utilizan en el proceso de elaboración tradicional, disfrutaremos de una original cata de sake. Se trata de la bebida tradicional japonesa, que es elaborada con arroz y agua, que fermentan juntos y se pasteurizan para crear una bebida parecida el vino. Siempre se ha asociado a las ceremonias sintoístas y a otros actos tradicionales; de hecho, es habitual ver enormes barriles de sake en los santuarios. Los expertos juzgan su calidad a partir de cinco criterios: dulzura, acidez, intensidad, amargura y astringencia. El sake puede beberse a cualquier temperatura, pero los de mayor calidad deben permanecer fríos para mantener su delicado sabor. El sake más exquisito es el “dai-ginjo”, elaborado a partir del duro núcleo de cada grano de arroz, para lo que se pule el 50% de cada uno; para el tipo “ginjo” se pule el 40%, y para el “honjozo” (sake normal) el 30%.
Almuerzo en restaurante local.
Posteriormente, nos dirigiremos a Nara, pequeña ciudad situada a 43 km de Kyōto, y cuya atmósfera pausada, con sus colinas arboladas y sus templos ajardinados, parece calculada para no perturbar el largo sueño de sus ilustres antepasados. Fundada en 710 como Heijo-kyo (“Ciudadela de la Paz”) en la llanura de Yamano, fue la primera capital fija del Imperio Japonés, del 710 al 784. Antes de Nara, la capital se trasladaba con la muerte de cada emperador, ya que los tabúes sintoístas así lo estipulaban. A pesar del poco tiempo que fue capital, el periodo se caracterizó por la absorción de influencias chinas, proceso que sentó las bases de la cultura y la civilización japonesas. La adopción del budismo como religión nacional, dejó una profunda huella en el gobierno, las artes, la literatura y la arquitectura. Urbanizada siguiendo una planificación tipo damero, de 4 km de lado, inspirada en la ciudad de Xi’an, conformaba una cuadricula, constituida por calles perpendiculares, que albergaba muchos templos y palacios, algunos de los cuales, aún conserva. Fue destino oriental de la Ruta de la Seda.
Llegaremos al auténtico pulmón de la ciudad, el Parque de los Ciervos Sagrados, con una extensión de 520 hectáreas, se trata del mayor parque urbano de Japón. Creado en 1880, extiende su amplio césped interrumpido por estanques, bosquecillos y sendas forestales, hasta el pie de una colina, con una suave pendiente, denominada Wakakusa. Más de mil doscientos dóciles, cariñosos y sociables ciervos, considerados mensajeros de los kami (dioses sintoístas), acampan a sus anchas en completa libertad. Podremos darles de comer las famosas galletas saladas shika-sembei que venden en el propio parque y que les encantan.
Pasearemos por este bello bosquecillo, hasta llegar al Templo Todai-ji (declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1998), uno de los más importantes del país. Fundado en el año 752 por el emperador Shomu, para alojar una colosal imagen de bronce del Buda Vairocana (Daibutsu, el Buda cósmico al que se le atribuye la creación de todos los mundos y de sus respectivos budas), y que pronto se convirtió en una de las grandes sedes del budismo nacional. El templo, comprende el vasto pabellón del Gran Buda, subtemplos, pabellones, pagodas y puertas de excepcional interés histórico y arquitectónico. Tras renunciar al mundo y haberse retirado, Shomu salió de su reclusión para dirigir la gran ceremonia de consagración de la imagen. El complejo fue incendiado durante los conflictos que terminaron con el período Heian en 1185 y posteriormente en1567. Finalmente, se reconstruyó en 1708 en una superficie reducida en un tercio. Entraremos por la gran puerta del Sur (Nandai-mon) de 29 m de altura, que se alza ante la entrada y que data del siglo VIII, aunque restaurada en el siglo XII, después de un tifón; a cada lado se alzan fieras divinidades (guardianes Ni-oh) en espléndidas tallas de madera de 8 m de altura, atribuidas al escultor Unkei. El primer guardián tiene la boca abierta y el segundo cerrada, símbolos del principio y el final de la vida. Hay que prestar especial atención a estas dos piezas que parece como si fueran a cobrar vida en cualquier momento. Al final del camino se alza el pabellón central del gran Buda (Daibutsu-den), el considerado uno de los edificios de madera más grande de mundo, con 48.5 m de altura y 57 m de ancho. El atrio, está presidido por una hermosa lámpara octogonal de bronce, del año 752, decorada con imágenes de basatsu músicos. En el interior, se halla la gran estatua de bronce dorado del Daibutsu Vairocana (la más grande del mundo) sentado en estado de iluminación sobre una flor de loto.Dañado a lo largo de sus 1.200 años de existencia, por culpa de los incendios, y después de haber perdido dos veces la cabeza a causa de los terremotos, fue restaurado por última vez en 1692. Esta colosal figura, de 430 toneladas (132 kilos son de oro), se alza 14,98 m por encima de su pedestal. La imagen es imponente. Fue realizado en 751 por el coreano Kimimaro, según dicen ayudado por 35.000 obreros. Además, está rodeada por unas imágenes de Kannon y dos guardianes celestiales, que datan de los siglos XVII y XVIII. Un enorme pilar a la derecha del Daibutsu, se dice que abre el camino hacia la iluminación a aquellos que son capaces de reptar por el agujero que hay en la base. El tejado, con sus salientes dorados y su dintel curvo, es muy bello.
También dentro del parque se encuentra el Santuario Kasuga Taisha (declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1998), cuyo edificio original se completó en el año 768 por la familia Fujiwara. Pero siguiendo las normas de pureza y renovación propias del sintoísmo, la estructura se demolía y reconstruía con la misma forma cada 20 años. Esta práctica se ha llevado a cabo en 60 ocasiones hasta finales del siglo XIX. Se extiende a los pies de dos montes sagrados, el Kasuga-yama y el Mikasa-yama. Sus edificios se ubican bajo la frondosidad umbría de cedros japoneses, al borde de un pintoresco bosque primigenio. Una bonita galería, pintada de color rojo, nos conduce hasta el pabellón Honden, en el centro del santuario. Este edificio largo y estrecho, coronado por un voluminoso y espectacular techo de paja, simboliza el estilo Kasuga. Se integra en armonía en la naturaleza, con sus grandes pilares rojos que contrastan con el verde de los árboles y el malva de las glicinias. Sus alrededores y el propio edificio están sembrados de farolillos y lámparas de piedra y bronce (casi 3.000) donadas por los fieles a lo largo de los siglos, alineadas y tapizadas de musgos, que se mimetizan con la vegetación del parque. Recorreremos el camino que lleva al templo en un delicioso paseo acompañados por omnipresentes e inofensivos ciervos. Regresamos a Kyōto.
Alojamiento en The Royal Park Hotel Kyōto Sanjo.
Día 9 – KYŌTO
Desayuno buffet en el hotel.
Hoy continuaremos con la visita de esta fascinante ciudad. Comenzaremos por el Santuario Heian Jingu, uno de los más grandes de Kyōto. Construido en 1895 para conmemorar los 1.100 años de la fundación de la ciudad, y alimentar la moral y la economía de sus habitantes, bastante minada después de que se otorgara la capitalidad a Tokio en 1868. El santuario es una reproducción a escala dos tercios del Gosho, el antiguo Palacio Imperial del período Heian, y posee dos pagodas y un complejo de ornados edificios encarnados (como mandan los cánones sintoístas) y tejas verdes, que rememoran la dinastía Tang de China. Está dedicado a los emperadores Kanmu, fundador de Kyōto y Komei, último soberano que residió en la ciudad. También pasearemos por su bello jardín, célebre por su profusión de cerezos, azaleas y lirios, su puente cubierto y su estanque de nenúfares.
Continuaremos con el Templo Sanjusangen-do, que nos provocará un especial efecto, ya que una vez dentro del alargado pabellón principal, nos encontraremos cara a cara con hileras de imágenes (1001 en total) casi idénticas de Kannon (diosa de la misericordia) que relucen en la penumbra, y han sido labradas cuidadosamente por artesanos, durante toda su vida, pasando de padres a hijos y nietos. De todas ellas, 124 son originales del siglo XII ya que se salvaron del incendio, mientras que el resto se esculpieron posteriormente en el siglo XIII. El templo fue fundado en 1164 por el carismático señor de la guerra, Taira no Kiyomori, el monumento no ha cambiado mucho desde entonces. Se trata de la estructura de madera más larga de Japón (120 m de largo), y está dividida en 33 filas (san ju san). Este número tiene una importante simbología, y hace referencia a las 33 veces que Kannon Bosatsu, a quien está dedicado el templo, se transforma para acudir en ayuda de la humanidad. Contemplaremos también la estatua de Kannon de 11 caras realizada por Tankei, líder de la más reputada escuela budista Kei-ha, en 1254, cuando contaba 82 años. La estatua preside el edificio, y posee 3 m de altura. Sobre la cabeza hay otras diez cabezas más incluida una miniatura de Buda Amida. En el extremo de la sala se alzan 28 deidades protectoras que, junto con la talla de Tankei, son tesoros nacionales. Estas deidades, de origen hinduista, guardianes de la diosa de la misericordia, tienen expresiones de una fuerza intimidatoria. Atrapan por el realismo y la vivacidad de los rasgos y por la intensidad de las miradas, lograda con incrustaciones de cristal frío.
El té es uno de los pivotes de la cultura japonesa y su origen, como tantas otras cosas en Japón, proviene de China. Se cree que penetró en Japón en el siglo IX, y pronto se convirtió en la bebida de las clases dirigentes y los religiosos. Con el paso del tiempo se fue popularizando, y expandiéndose entre la población, pero no sería hasta el siglo XVI cuando todo el mundo pudo tener fácil acceso al té. Disfrutaremos del momento único de la Ceremonia del Té, aprenderemos los conceptos básicos de este rito: cómo se prepara, los utensilios indispensables, cómo servirlo, cómo inclinarnos y cómo tomarlo. Hasta el simple hecho de degustar el té, es todo un ritual que debemos comprender y ejecutar a la perfección. También nos instruirán sobre los ideales zen, y los conceptos de armonía, respeto, pureza, tranquilidad y el concepto japonés wabi o simplicidad. Y es que cada parte ritual tiene su simbología, pero lo que más cuenta es saber apreciar el momento.
Almuerzo en restaurante local.
A continuación visitaremos el templo de Kiyomizu-dera (declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1994), construido en la ladera de una colina boscosa, que los peregrinos han ascendido durante más de 1.200 años, para orar ante la imagen de 11 cabezas de Kannon (recordad, diosa budista de la Piedad) y beber de su manantial sagrado. Su nombre significa “agua pura”. Como decíamos al principio, Kyōto es la ciudad de los templos, pero mientras que otros son de determinadas sectas, este templo lo es de todos. Fue fundado en 798 por el monje Enchin y, al igual que el anterior, está dedicado a Kannon Bosatsu, la divinidad budista más popular del país. Se cuenta que el general Sakanoue Tamuramaro, que había luchado por la unificación de Japón, vio orando al monje bajo una cascada y, después de escuchar sus sermones, se convirtió en su discípulo. Juntos levantaron este templo. Los actuales edificios fueron construidos por el shōgun Tokugawa Iemitsu en 1633. El pabellón principal, designado Tesoro Nacional, está en lo alto de un risco sobre un enorme armazón que reposa en 139 colosales pilares de madera, de 20 m de altura, en un auténtico milagro de ebanistería sin clavos. Podremos disfrutar de una maravillosa y conocida vista de los tejados de Kyōto y la pagoda de Yasaka. Debajo de la sala, se encuentra la cascada Otowa-no-taki, cuyas aguas, si las bebes te proporcionan salud y longevidad (al menos, eso se dice). En el lado norte del templo encontraremos el santuario de Jishujinja en el que los visitantes buscan tener suerte en el amor cerrando los ojos y andando unos 18 m de una piedra a otra; si no se acierta en la dirección, los deseos no se cumplirán. Se puede pedir orientación a otra persona para conseguir llegar, pero entonces también se necesitará la intercesión de alguien para encontrar el amor verdadero.
Después de este atracón espiritual, buscaremos momentos más carnales, en el célebre Barrio de Gion, situado en la orilla oriental del río Kamo-gawa, la zona de ocio y geishas más famoso de Kyōto. La historia del barrio comenzó en el Medievo, con puestos destinados a cubrir las necesidades de peregrinos y visitantes, que pronto se convirtieron en casas de té que venían a satisfacer una variedad de apetitos. A finales del siglo XVI, en los tiempos del shogunato de Toyotomi Hideyoshi (finales del Siglo XVI) varios teatros se trasladaron a la nueva zona de Gion Kobu, y se abrieron nuevas tabernas que se transformaron en casas de té, fomentando la reputación de Gion como paraíso del hombre de mundo. Durante la edad de oro, en la primera mitad del s. XIX, más de 3.000 geishas trabajaban en alrededor de 700 ochaya.
A pesar de los cambios que lleva consigo la modernidad, el barrio sigue conservando la belleza ancestral, con sus rincones encantadores para pasear, especialmente por la noche. Pasearemos por Hanami-koji, que es su principal avenida, y que dispone de restaurantes y casas de té del siglo XVII, muchas de las cuales son exclusivos locales de geishas. También pasearemos por Shimbashi, considerada una de las calles más hermosas no solo de la ciudad.
Alojamiento en The Royal Park Hotel Kyōto Sanjo.
NOTA IMPORTANTE: esta noche debemos preparar una pequeña maleta o mochila para pasar las dos próximas noches (Kanazawa y Matsumoto), ya que las maletas grandes, una por persona y máximo 20 kilos, irán directamente en autobús a Tokio.