En el país de los toraja, los muertos necesitan la ayuda de los vivos para emprender el viaje a la tierra de los ancestros. Los funerales son las fiestas más grandiosas y en estos rituales mágicos se expresa la estrecha relación que existe entre este mundo y el más allá.
En el corazón agreste y montañoso de Sulawesi, entre palmerales, bosquetes de bambú y campos de arroz, los tejados de las casas de los toraja semejan barcos que navegan sobre la vegetación. Unas veces son viviendas aisladas, y otras se alinean unas junto a otras por decenas. Todas miran hacia el Norte porque la tradición afirma que los primeros pobladores llegaron desde los mares septentrionales, llevados por una violenta tormenta hasta una costa desconocida. Perdidos en latitudes extrañas, los antiguos toraja arrastraron sus naves tierra adentro para usarlas como refugio. Desde entonces, sus casas recuerdan esta historia mítica, y continúan orientadas hacia su lugar de origen, mientras flotan ingrávidas sobre pilares en un océano de campos y bosque.
Tana Toraja, el territorio de los toraja, se extiende por la región más abrupta de la isla de silueta más extraña de todo el mundo, que hasta hace poco era conocida como Célebes. Sus cuatro penínsulas alargadas y retorcidas parecen los tentáculos de un extraño animal encajado en los mapas entre Borneo y las Molucas, las legendarias islas de las especias. Aquí, entre valles cerrados que los aíslan del mundo exterior, los toraja –el “pueblo de las tierras altas, según los llaman los bugis que habitan en la costa- han desarrollado durante siglos una cultura propia, completamente diferente de la de los grupos vecinos. Aunque los holandeses conquistaron su territorio hace casi una centuria y alteraron las raíces de sus costumbres, siguen practicando algunos de los rituales más extraordinarios de todo el archipiélago de Indonesia.
Los búfalos: símbolo del estatus.
Igual que siglos atrás, los campos de arroz trepan por las laderas empinadas de las montañas en terrazas levantadas con mano maestra por generaciones de agricultores, y al caminar por las veredas que serpentean entre las terrazas inundadas se ven los búfalos sesteando en el barro, los verdaderos símbolos de estatus y de poder en estos parajes que nunca conocieron el dinero. A veces, casi escondidos entre la vegetación tropical, se distinguen los tejados empinados de bambú y hoja de palma con sus extremos levantados, como barcos dispuestos a partir hacia la tierra de los ancestros.
En muchas ocasiones las casas se alienan en dos filas y entrar en una aldea es como caminar por un embarcadero entre navíos amarrados a cada lado.
Pero sólo las de un costado, las que se levantan sobre pilares, son tongkonam, verdaderas viviendas familiares; las de enfrente, sobre columnas, son los graneros. Y aunque el extremo del tejado apunte hacia el norte, la entrada siempre mira hacia el Este, hacia el sol naciente, hacia la vida, y por eso de este lado se entierran las placentas de los niños nacidos de esa familia. Así las tongkonam servirán siempre de referencia para trazar los lazos de parentesco, y los grabados que las adornan reflejan su posición dentro de la aldea.
Los cuernos de búfalo que cuelgan de las fachadas son recuerdos de antiguas fiestas, muchas de ellas realizadas en honor de los muertos.
Hasta hace un siglo, los toraja eran temibles guerreros y cazadores de cabezas, que depositaban los cráneos de sus enemigos en el centro de las aldeas, practicaban el culto a los antepasados y poseían una riquísima tradición oral. Y aunque el antiguo animismo empezó a recular cuando los holandeses trajeron el cristianismo, se conservan muchas de las antiguas costumbres, entre las que destacan los elaborados funerales.
La ceremonia de los funerales.
Se dice que los toraja viven para la muerte, que su estructura económica y social gira en torno de los funerales, las ceremonias que señalan el comienzo del viaje a la tierra de los ancestros. A su antigua religión la llaman aluk todolo, “el culto a los espíritus de los antepasados”, aunque celebraba tanto la vida como la muerte. Pero los misioneros, probablemente escandalizados ante la adoración ritual de la fertilidad, condenaron esa parte de los cultos toraja, favoreciendo los funerales. Y dado que en el otro mundo se vivirá de la misma manera que en éste, se tiende a acumular la máxima riqueza en la vida –sobre todo en la forma de búfalos-, para luego sacrificarla en los funerales y que el difunto pueda llevar sus animales consigo. Mientras no se celebre, su alma vagará sin descanso por los valles, penando a la espera de la ayuda de sus descendientes. Cuando éstos cumplan con sus obligaciones se convertirá en protector de los suyos.
En una sociedad estratificada, los funerales reflejan el estatus de la familia, y los más importantes pueden durar más de una semana. Los extranjeros son bienvenidos a observar los ritos que se celebran en el rante, el círculo funerario alrededor del cual se construyen los langtang, las casas provisionales donde se pueden instalar centenares de participantes. Durante estos días hay procesiones de ofrendas, danzas y bailes, peleas de búfalos y de gallos. Se sacrifican decenas de cerdos y búfalos para que el difunto pueda llevar sus animales al otro mundo y ser aceptado por los antepasados, que también habitan en una sociedad jerarquizada. El aire caliente huele a sangre y a carne. La comida se reparte de inmediato entre los asistentes y se sirve tuak, el jugo fermentado de palma, que libera los ánimos. Se fuma y se masca betel continuamente y la música de las flautas de bambú se mezcla con los gritos de los cerdos que son sacrificados. Los animales son ofrecidos por los descendientes de aquellos a los que el difunto hizo la misma ofrenda en funerales anteriores, con lo cual se mantiene un entramado económico que es la base de la estructura social toraja.
Las ceremonias terminan cuando se libera un gallo que ha permanecido atado a un árbol –lo que simboliza la partida del alma- y el cuerpo se lleva a la tumba familiar en una cueva tallada en un barranco. Un tau-tau, una figura de madera que representa al fallecido, se coloca sobre un balcón excavado también en la roca, en un lugar accesible sólo mediante escalas de bambú, fuera del alcance de los ladrones de tumbas. Desde esta atalaya el muerto observará a los vivos, que le sentirán cerca. Éstos le han ayudado en su viaje de ultratumba y ya sólo queda que se convierta en un ancestro protector. Pasará el tiempo, y la vida y la muerte seguirán entrelazadas en la tierra de los toraja.
Experiencias únicas en el viaje a INDONESIA, MALASIA Y SINGAPUR con Vagamundos:
INDONESIA – Isla de JAVA
- Disfrutar de unos momentos únicos subiendo a dos accesibles volcanes de Java: el Kawah Ijen, que acumula gran cantidad de azufre en su interior creando un gran lago de ácido azul turquesa. El otro volcán, el Bromo, todavía activo, y rodeado de un misterioso paisaje, admiraremos la hermosura etérea del cráter y sus colores surrealistas, con las entrañas sulfurosas y humeantes.
- Encontrarnos de pronto con el arrebatador templo de Borobudur, uno de los grandes milagros que ha creado el alma humana, y el principal monumento de Indonesia, un gigantesco mandala tridimensional, un diagrama simbólico del universo, destinado a favorecer la ascensión espiritual del creyente.
- Extasiarnos ante los Templos de Prambanan, testigos del pasado hinduista de la isla de Java. Es el segundo templo más importante del país, tras Borobudur, y reúne lo esencial de las deidades del hinduismo. Otra obra sublime, un lugar mágico, con un encanto especial.
- Disfrutar de un espectáculo de danza Ramayana, donde cerca de 200 bailarines y músicos gamelán (orquesta tradicional javanesa y balinesa) nos harán revivir el viaje que realizó Rama para rescatar a su esposa Sita, que fue secuestrada por Rahwana, y en el que aparecen ejércitos de monos, gigantes sobre zancos, combates entre rivales y acrobacias.
INDONESIA – Isla de BALI
- Al llegar a BALI, cuyo solo nombre nos evoca un paraíso exótico y lejano, sentiremos una energía especial que nos hará volar la imaginación. Una isla diferente, donde la religión que predomina es el especial hinduismo balinés, a diferencia del resto de Indonesia, donde se practica el islam. Existe la leyenda que la isla de Bali es un caparazón de tortuga que reposa sobre el mar.
- En esta auténtica “isla de los Dioses”, podremos visitar lugares sagrados antiguos como Gunung Kawi, con sus santuarios tallados en piedra o el Pura Besakih, el templo más grande y venerado de Bali.
- Tampoco nos perderemos el templo Tanah Lot, el más fotografiado de la isla, con su espectacular ubicación en acantilados que se elevan sobre el océano Índico o el Pura Ulun Danu Bratan, dedicado a la diosa de las aguas, en lo que es una de las imágenes más conocidas y bellas de Bali.
- Cuenta la leyenda que los manantiales sagrados de Tirta Empul, fueron creados por Indra, quien perforó la tierra para crear un manantial de elixir de la inmortalidad con que recuperar sus fuerzas después de ser envenenadas por el malvado rey Mayadanawa. En medio de los manantiales se encuentra el Pura Tirta Empul, a donde los fieles acuden a realizar sus abluciones rituales.
- Pasearemos por las hipnóticas terrazas de arroz de Tegallalang, sin duda las más bellas de las muchas que hay en la isla, y que además han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
- Esta isla tiene una larga historia, y prueba de ello es el Semara Pura, un complejo palaciego que en su momento fue el centro del reino más importante de Bali, y que alberga el Kertha Gosa (Palacio de Justicia), soberbio ejemplo de la arquitectura Klungkung, y el Bale Kambang (pabellón flotante), situado en medio del estanque sobre el que flotan nenúfares y flores de loto.
MALASIA
- Conocida como “la Perla de Oriente”, la isla de Penang, es uno de los lugares más cosmopolitas y apasionantes de de toda Asia, con sus shop-houses convertidos en casas-museo, encantadores hoteles-boutique o elegantes cafés. En su capital Georgetown, una ciudad que conserva todos los alicientes de un asentamiento colonial, nos encontraremos con una impresionante mezcla de culturas, tanto asiáticas como europeas.
- Cambiamos de paisaje, y nos vamos a las Tierras Altas de Cameron o Cameron Highlands, donde debido a la bondad de su clima, los británicos la convirtieron en su refugio para escapar del calor. Sus montañas neblinosas, arquitectura estilo tudor, sus granjas, fresas y sus hipnóticos campos con plantaciones de té convergen en este singular destino malayo. Y por su fuera poco, aquí podremos visitar un poblado original malayo.
- Para muchos, Malaca es la ciudad más bonita de Malasia y con un carácter muy especial. Aquí, al igual que en Penang o Kuala Lumpur, conviven en armonía culturas muy distintas, desde indios, chinos y malayos hasta euroasiáticos, holandeses o portugués, lo que se refleja en todas las mezquitas, iglesias, templos budistas e hinduistas y edificios coloniales que llenan la ciudad.
- Nos dejaremos atrapar por el ordenado caos de Kuala Lumpur, donde descubriremos desde barrios financieros con enormes rascacielos como las famosas Torres Petronas, hasta sus barrios étnicos, con costumbres milenarias, templos y mezquitas de la población hindú, musulmana y budista se entremezclan, con el humo que despiden las espirales de incienso, las estatuas hinduistas adornadas con guirnaldas de flores o la llamada a la oración de los musulmanes.
SINGAPUR
- Y llegamos a un enclave singular, la única ciudad-isla-nación del mundo, Singapur, que además posee una de las rentas per cápita más altas del mundo. Pero lo que podríamos imaginar un universo de hormigón y acero, es una ciudad jardín donde abunda el verdor tropical, como el Jardín Nacional de Orquídeas un paraíso tropical que cobijan más de 1000 especies o el enorme Gardens by the Bay, símbolo de la ciudad, y uno de los jardines más singulares y bonitos del mundo, que recrea un mundo de fantasía con biocúpulas futuristas, superárboles de alta tecnología y estructuras imposibles.
- Pasear por Marina Bay Sands, antiguo enclave administrativo británico que refleja la grandeza de Singapur, y donde se concentran algunos de los edificios más emblemáticos de la ciudad, con la famosa estatua de Merlion, la bestia mítica de Singapur de 9 metros de altura, mitad pez y mitad león y donde nos llevaremos el recuerdo de la foto debajo del agua que expulsa el curioso felino.
- Sus barrios coloniales son una fuente de sorpresas, Little India, un lugar frenético y colorido, donde el tiempo parece haberse detenido; Kampong Glam, el barrio malayo, antiguo hogar del sultán local, salpicado de cafeterías con olor a narguile y batik indonesios, y de mezquitas como la Sultan Mosque, con su cúpula dorada en una de las imágenes recurrentes de la ciudad; Chinatown, que a pesar de ser uno de los barrios más comerciales de la ciudad, sigue manteniendo el encanto con sus casas de colores muy bien conservadas.