El mundo maya III. Economía y Sociedad. El desciframiento de la escritura | Las historias de Vagamundos

Una de las muestras más espectaculares del prodigio maya es la invención de la escritura jeroglífica. En el real sentido de la palabra (“hiero-glifo”, significa signo sagrado), ya que la escritura maya fue exclusivamente sagrada, empleada y entendida solo por los sacerdotes, desde el comienzo hasta la última decadencia.

La escritura maya y su desciframiento

Fue la única civilización de América que, antes de la llegada de los europeos, desarrolló una escritura completa. Con ella documentaron su compleja sociedad: sus rituales, sus matemáticas, su calendario, sus mitos. Integrada por alrededor de ochocientos caracteres, o glifos, la escritura es realmente sofisticada.

Los jeroglíficos mayas ofrecen una riqueza y una elaboración visual sin rival entre las escrituras antiguas del mundo. El sistema, como lo conocemos ahora, fue desarrollado en el Preclásico tardío por las comunidades de ch´olana, uno de los principales grupos lingüísticos mayas. Posteriormente fu adoptado por etnias como la maya-yucateca del norte.

La escritura la emplearon en diferentes materiales y para fines distintos: los registros dinásticos era inscritos en monolitos llamados “estelas“, pero también se pueden encontrar en tableros de muros, piedras, altares, tronos y dinteles de puertas; los textos también fueron grabados en jade, concha y hueso, normalmente como marcas de propiedad en objetos de joyería.

Pero la mayor parte de la escritura se realizó en material perecedero, especialmente los libros en papel de amate conocidos como códices, de los cuales sólo se conservan cuatro ejemplares del Postclásico, pero ninguno de tipo histórico.

En su “Relación de las cosas de Yucatán”, fray Diego de Landa, misionero español franciscano en Yucatán y segundo obispo de la Archidiócesis de Yucatán entre 1572 y 1579, recogía aspectos de la cultura maya, y transcribió una especie de alfabeto silábico, recogido de viva voz de antiguos nobles, que habría de servir en el futuro para descifrar, en parte, los jeroglíficos.

Heinrich Berlin, un experto independiente que vivía en Ciudad de México, descubrió en 1958 los glifos-emblema, referidos a lugares o a familias que gobernaban en las diversas localizaciones mayas.

Dos años después, Tatiana Proskouriakoff, arqueóloga y etnóloga rusa, alcanzaba un nuevo hito: una anotación precisa de las fechas de los monumentos para concretar las fases estilísticas. A partir de la identificación de los nombres de gobernantes y sus consortes, Proskouriakoff y Berlin confeccionaron listas de reyes.

Sus hallazgos nos muestran unos seres de carne y hueso para quienes los lazos de parentesco cobraban un singular relieve: el poder pasaba de padres a hijos, como sucede en las monarquías hereditarias europeas.

En los años sesenta, el ruso Yuri Knórozov se encarga de descifrar fonéticamente lo que aquellos habían descubierto. El investigador ruso, basándose en el alfabeto de Landa y después de estudiar las copias de la edición facsímil de 1930 de los Códices mayas urdió un sistema de signos silábicos con valores fonéticos que se adecuan casi perfectamente a todas las combinaciones posibles.

Su hipótesis era que cada glifo no equivalía a una letra, sino a un sonido o sílaba: una consonante seguida de una vocal o una vocal a secas. Como el japonés o la escritura jeroglífica egipcia -que conocía-, también la escritura maya se leía fonéticamente.

A partir del material disponible, detectó que estos signos-sonido se combinaban con signos que tenían un significado completo: los llamados logogrifos. Sus estudios fueron publicados en 1952 en la revista Sovetskaya Etnografia, y poco después se hicieron eco del hallazgo medios internacionales como el New York Times. Pero solo un pequeño grupo de jóvenes investigadores le dieron crédito.

No fue hasta 1973, cuando los expertos definitivamente aceptaron su propuesta.

La clave ha sido encontrada, con un método bastante fiable, aunque, lamentablemente, todavía no completo, ya que muchos textos siguen resistiéndose.

En estos momentos se han traducido alrededor del treinta por ciento de un total de 700 glifos o inscripciones. Los antiguos mayas nos han dejado un legado conocido de más de cuatro mil textos jeroglíficos que los investigadores se esfuerzan ahora por descifrar con un método bastante fiable aunque, desgraciadamente todavía no completo.

Le economía maya

Los Mayas basaron su economía principalmente en el comercio y la agricultura.

AGRICULTURA

Ha constituido la base de su economía, desarrollando a lo largo de su historia diferentes sistemas y técnicas agrícolas que posibilitaron su adaptación a un medio ambiente poco propicio.

En momentos determinados se vieron obligados a introducir técnicas hidráulicas para obtener una mayor productividad en las parcelas, construyendo grandes canales que conectaban los depósitos de agua con campos de cultivo, y construyendo gran cantidad de terrazas con vallas de piedra en los terrenos montañosos.

El maíz es su principal cultivo, aunque también cultivaban algodón, fríjol (poroto o judía), camote (batata), yuca y cacao.

COMERCIO

Desde sus inicios los mayas crearon redes comerciales con el fin de asegurar la afluencia de recursos básicos escasos en sus territorios.

Pueden establecerse tres niveles de intercambio:

El comercio entre comunidades vecinas, en el que el volumen, la calidad y variedad de los productos fue limitado, y estuvo controlado por los propios artesanos especializados o por comerciantes itinerantes.

Intercambios de ámbito regional, que son efectuados dentro de una zona más amplia, aunque no muy alejada.

El comercio a larga distancia, que se realizó entre zonas muy distantes, y donde la cantidad y calidad de productos intercambiados fue muy superior y abarcaba tanto bienes complementarios como artículos exóticos o escasos.

Estos dos últimos niveles (sobre todo el de larga distancia), fueron organizados y controlados por la élite aristocrática de los grandes centros urbanos, llegando durante el período clásico a ser un monopolio de la realeza y la clase dirigente.

La sociedad maya

La sociedad maya tenía por su composición una forma piramidal, muy estratificada. Había un gran desequilibrio entre la forma de vida de los jefes y sacerdotes y la del pueblo llano, que se encontraba sujeto a la tierra de forma similar a la de los siervos de la gleba de la Edad Media de Europa.

A medida que transcurría el período Preclásico, se instalaron en los grandes centros dinastías hereditarias que ocuparon los edificios más importantes de las ciudades.

En la cumbre de la pirámide se encontraba el rey sagrado, el k´ul ajau, despótico y absoluto, un dios e hijo de dioses, descendiente de los míticos fundadores del reino, identificado en el sol y vástago del cielo.

Debajo del monarca se hallaba una clase administrativa, unida a los reyes por lazos de parentesco, que se ocupaban de garantizar la gobernabilidad del estado, con responsabilidades religiosas, militares y comerciales.

Un tercer escalón estaba ocupado por especialistas e intelectuales, en el que se pueden incluir los sacerdotes de alto rango, arquitectos, ingenieros, escultores y escribas.

El siguiente peldaño estaba ocupado por los artesanos (pintores, escultores, etc.), imprescindibles para la decoración de los monumentos.

Finalmente en el nivel inferior, el grupo más amplio de la población, que se dedicó a la agricultura, y fue utilizada como mano de obra en las grandes construcciones.

Los mayas vivían en el temor constante de que el mundo acabase. Creían que ya había sido destruido cuatro veces y que estaban en la Quinto Sol o Creación.

Para poder llevar a cabo el dominio absoluto fue necesario que la élite se identificara con el orden cósmico y los cuerpos celestes. Esto llevó a los gobernantes a la asimilación de rasgos, elementos y conceptos divinos, con el fin de legitimar su existencia y su diferencia con el resto de la sociedad.

Los jerarcas mayas, prediciendo los eclipses y explicando las medidas que se habían de tomar para que los dioses se apaciguasen e impedir que el mundo acabase, convencerían a los campesinos desconfiados de que era necesaria su mediación entre los dioses y los hombres, y de la necesidad de engrandecer y embellecer los centros ceremoniales para tales efectos.

El juego de pelota

Uno de los rasgos más característicos de toda la civilización mesoamericana es el conocido como Juego de Pelota. Se desconoce el momento y lugar donde se originó esta original práctica mesoamericana, aunque es probable que fuese a principios de 1400 a. C. en la región donde crece el árbol de caucho, es decir, en las zonas tropicales de Mesoamérica.

Los mayas lo conocían como pok-ta-pok (para los aztecas era el Tlachtli), y no era un deporte, sino un ritual con un significado cosmológico, profundamente religioso, con gran importancia política y religiosa que simbolizaba la regeneración de la vida y servía para garantizar el orden cósmico.

En este rito, que entrañaba importantes riesgos, se enfrentaban dos equipos representantes de los ámbitos celestes y telúricos. Desconocemos las reglas exactas del juego, pero al parecer las celebraciones terminaban con el sacrificio de los perdedores, que habitualmente eran cautivos de las ciudades rivales.

La tradición del juego se explica mediante el mito de los gemelos que relata el Popol Vuh: dos hermanos, que eran los mejores jugadores de pelota sobre la tierra y practicaban el juego constantemente, provocaron la ira de los dioses del inframundo, ya que no podían descansar por al incesante ruido de la pelota.

Los gemelos fueron retados por los dioses para jugar en el inframundo, pero pese a las muchas trampas que los dioses les pusieron, lograron salir airosos del envite, y se convirtieron en importantes divinidades del panteón maya.

Los juegos de pelota son construcciones singulares, realizadas sobre la misma planta, en forma de una “doble T”, en dos períodos pero con una notable diferencia.

En el tiempo clásico las paredes laterales están inclinadas y sobre ellas hay cabezas de papagayos que tenían la función de “contadores” de los tantos, mientras que en el período yucateco (y el mejor ejemplo es Chichén Itzá) las paredes son verticales y tiene cada una un aro de piedra por el que había que pasar la pelota.

El juego consistía en golpear una pesada pelota de caucho que podía llegar a pesar hasta cuatro kilos, con el antebrazo, las caderas, codos, espalda, y rodillas (pero no con las manos o los pies), evitando que cayera al suelo, y anotar tantos tocando los marcadores.

Para evitar heridas provocadas por el golpeo de la pelota, los jugadores llevaban protectores en las extremidades y un complejo acolchado llamado yugo en torno a la cadera, aunque debido a la dimensión simbólica del juego es muy probable que se engalanaran con plumas y complejos tocados.

El número de jugadores podía variar, pero habitualmente no pasaba de dos por equipo.

¿Por qué construían pirámides los mayas?

“Más tarde, Stephens divisó un edificio en forma de pirámide. Descubrió con dificultad los escalones de una amplia escalinata, destruida por el empuje de los retoños de árboles, que conducían, de la oscuridad que envolvía el suelo, a la claridad luminosa que reinaba en las copas más altas de aquellos gigantescos árboles; e incluso, superado su cima, terminaba en una terraza situada a una altura de treinta metros. A Stephens le daba vértigo.

¿Qué pueblo había creado tal obra? ¿Cuándo se había extinguido? ¿Cuántos siglos hacía que se había construido aquella pirámide? ¿Cuánto tiempo y con qué herramientas, por encargo de quién, y en honor a quién se había erigido tan numerosas esculturas?”

(C.W. Ceram: Dioses Tumbas y Sabios. Ediciones Destino. 1963.)

Hoy en día es aceptado por la mayoría de los mayistas que los mayas erigieron pirámides para representar el cosmos y la montaña sagrada del origen del cosmos, que a su vez eran imágenes del universo.

En el estrato inferior, de los varios que componían ese universo, estaba el espacio destinado a alojar a los muertos ilustres, al menos temporalmente.

Las pirámides estaban coronadas por santuarios, y a ellos ascendían simbólicamente los sacerdotes subiendo los ásperos peldaños de las escalinatas, semejantes a etapas del difícil camino, a pruebas que obstaculizaban el tránsito, a estratos que dividían las regiones intermedias entre firmamento e inframundo.

Una vez en el santuario, les era posible comunicarse con los dioses, seguramente los antepasados deificados de los principales linajes, o con los mismos señores y los miembros de su familia enterrados en el núcleo de la mole piramidal, y a ellos les hacían ofrendas y sacrificios, imploraban su favor y mantenían viva su memoria.

El rey era sepultado por lo general en el mismo eje vertical de la pirámide, en un nivel por debajo de la superficie de las plazas de la ciudad exterior, porque esa superficie se consideraba la de la tierra de los seres vivientes y el gobernante iniciaba con su muerte el viaje al inframundo, al lugar de las tinieblas, un abismo situado debajo de la superficie de la tierra y debajo de la capa de agua en que esa misma tierra flotaba.

Bajar a los infiernos para posteriormente subir a los cielos, resucitado, con los ancestros, con el dios Sol, ese fue el propósito de los gobernantes mayas, idéntico al de los faraones egipcios. Para lograrlo, además de los necesarios rituales y fórmulas mágicas, hicieron construir un universo artificial que no sólo representaba y era una réplica del verdadero, sino que reunía todas las cualidades para suplantarlo.

Algo a destacar con respecto a la construcción de las pirámides mayas es el hecho de que su concepción arquitectónica es idéntica a la que impulsó la construcción por Imhotep de la primera pirámide egipcia en Saqqara, hacia el 2700 a.C., para el faraón Djeser. Es una misma idea: la superposición escalonada de varios túmulos funerarios, en el caso egipcio, o de plataformas base de templos, en el caso maya.

Por ello, los templos-montaña tenían una importante función social, ya que exaltaban a los linajes gobernantes, guardaban la memoria de los reyes, y establecían los nexos con el pueblo, en una sociedad sumamente jerarquizada.

Además, ponen en evidencia que el culto a los antepasados está, en muchas ocasiones, por encima del que se rendía a los dioses por sí mismos. Y esta religión en la que los reyes tienen más relieve que los dioses, o se confunden con ellos en situación de igualdad, es característica de algunas sociedades orientales, como fue la de Egipto o la de los Khmer en Camboya

Otros prodigios mayas, sorprendentes atrasos y alguna curiosidad

La elaboración de una tabla de eclipses y la del ciclo sinódico de Venus, los grandes cálculos que se remontan a millones de años atrás, los cálculos aritméticos que implicaron el invento del “cero”, y todo ese concepto del tiempo considerado eterno en tanto que cíclico, son logros intelectuales extraordinarios y sin paralelo, en pueblos de nivel cultural semejante, en la historia del mundo.

También es un caso único en cuanto a que la vida de este pueblo ha estado subordinada a ese conjunto de influencias sobrenaturales que se proyectaban a la totalidad del universo, y que afectaba hasta a la más insignificante familia de cualquier aldea perdida.

A esta concepción se debe la creación de los grandes centros ceremoniales, con las grandes pirámides y templos, sus plazas y los textos que registran el paso del tiempo.

Durante siglos, se ha simplificado la visión de la medicina reduciéndola a una concepción según lal cual los mayas identificaban como origen de las enfermedades los malos vientos, los hechizos y las brujerías, la conjunción de los astros o el enfado de los dioses. Aunque esto, en parte es cierto, la medicina mesoamericana, y en particular la maya, estaba bastante más avanzada que la occidental a la llegada de Hernán Cortés, que de hecho prefería médicos indígenas a los españoles.

Los mayas usaban todo un universo de plantas, incluyendo las psicotrópicas, para curar las dolencias del cuerpo y de la mente. Tras la ingestión de estas últimas, el paciente soñaba y revelaba la causa física o espiritual de sus males.

Otras veces era el médico, o dzac-yac, quien las tomaba para descubrir qué padecía el enfermo. Había médicos generales, cirujanos (que podían realizar trepanaciones), herbolarios, “hueseros” (reparaban la osamenta del paciente que había sufrido un trauma) y una especie de acupuntores de quienes recientemente se ha tenido noticia.

La anestesia, que en Europa no se conoció hasta 1846, se practicaba habitualmente en intervenciones quirúrgicas mediante drogas. Las plantas servían tanto para aliviar leves dolencias como para curar enfermedades más graves. Esta tradición permanece viva gracias a los “hierberos”, a quienes las clases populares de toda Mesoamérica acuden antes que al médico.

Los mayas contaban no solo con los dedos de las manos, sino también con los de los pies, y gracias a ello inventaron un curioso sistema vigesimal constituido por los números del 0 al 19. Utilizaban un punto por cada uno para indicar los números del 1 al 4, una raya horizontal para el número 5, dos superpuestas para el 10 y tres para el 15.

Con los puntos correspondientes situados en la parte superior de la raya o rayas se completaban los números del 6 al 19. A partir de estos sencillos elementos podía cifrarse cualquier cantidad, si añadimos uno más, el cero, que en los códices aparece representado como un caracol y en las estelas y monumentos como una flor.

Otro sistema maya más complejo para escribir números era la representación de cabezas humanas con ciertos detalles que las diferenciaban.

La invención del “cero”, conlleva una trascendencia no solo matemática, sino también filosófica, ya que no es solo un concepto de la nada que nos permite realizar operaciones aritméticas de forma eficaz, sino que es un elemento que ocupa un espacio y permite que nuestro sistema numeral decimal funcione.

Por ello averiguar cuál fue la primera civilización que lo descubrió, tiene su importancia.

Sin duda, si nos atenemos a los restos arqueológicos descubiertos a día de hoy, los primeros que utilizaros esa cifra matemática fueron los mayas. Aunque la cuestión en sí es bastante escurridiza, según Juan Tonda y Francisco Noreña, expertos en el conocimiento matemático maya, el cero hindú más antiguo data de 604 d.C. y procede de una inscripción de Camboya. “La era çaka ha llegado al año 605 el quinto día de la luna menguante”, dice la inscripción restaurada que fue descubierta a finales del siglo XIX en el yacimiento Trapang Prei, en la provincia de Kratie, en el noreste de Camboya.

Por otro lado, la aparición del primer cero en India, no se da hasta 873 d.C., una inscripción del siglo IX en una pared de un templo en Gwalior, Madhya Pradesh (India)si bien hay referencias literarias a la utilización del cero más antiguas.

Pero los ceros esculpidos más antiguos del mundo, en los que aparece representado como una flor, provienen de la estela maya 18 de Uaxactún, fechada en el año 357 d.C.

Pero junto a estos adelantos intelectuales, vemos un gran atraso en el terreno práctico.

Para sus procesiones religiosas construyeron grandes carreteras, pero nunca rodó un carro por ellas. Conocían la rueda, pero no se les ocurrió la idea del transporte rodado. A pesar de carecer de caballos, por medio de la tracción humana, la rueda le hubiese sido de gran utilidad.

También les habría venido muy bien el uso de poleas para construir las altas pirámides y centros ceremoniales.

Los mayas tampoco aprendieron nunca a pesar. Poseían recipientes de capacidad determinada, equivalente a unos 35 litros, que cargaban sobre la espalda.

A pesar de que cerca de Veracruz se practicaban un juego parecido al columpio, que los mayas conocían, nunca se les ocurrió valerse de balanzas que les habrían sido muy útiles para pesar granos de cacao, la moneda de Mesoamérica.

De todo esto, podemos deducir que la casta gobernante se interesaba exclusivamente por descubrir las influencias que rigen el destino del hombre, por dilucidar sus complicadas interacciones, saber conjurarlas y dominarlas.

¿Conexión china?

En un artículo publicado por Hernán Garcia, indígena maya doctorado en medicina que trabajó durante trece años con curanderos mayas en el estado de Campeche, manifestó en 1993 su convencimiento de que, en el campo de la medicina, “existe toda una serie de paralelismos entre la cultura maya y la cultura china antigua, enraizados en una cosmovisión, en su mitología, su concepto del cosmos; la estructura de la tierra, el papel de los puntos cardinales, el conocimiento de dioses (fuerzas), la concepción dual del mundo y su postura ante la naturaleza. Igualados por la muerte, emperadores chinos y gobernantes mayas eran cubiertos con gran cantidad de objetos en jade; esta piedra preciosa característica por su dureza, translucidez y lustre, evitaba la corrupción del cuerpo y auguraba su paso al otro mundo”.

Experiencias únicas durante nuestro viaje a MéXICO con VAGAMUNDOS:

– Descubrir el inmenso patrimonio de CIUDAD DE MéXICO, una ciudad abrumadora por extensión y grandeza, con una enorme riqueza cultural y artística. La Casa Museo Frida Kahlo, el Zócalo, la Catedral Metropolitana; el Palacio Nacional, con los murales de Diego Rivera; el Templo Mayor, el mayor santuario azteca; la Plaza de las Tres Culturas, la Basílica de Guadalupa, Xoximilco, una de las grandes obras de ingeniería, …

– Perderte en el Museo Nacional de Arqueología, uno de los más importantes del mundo, donde descubrir las civilizaciones que han creado la riqueza cultural de México: olmecas, mayas, zapotecas o aztecas. Aquí se encuentra la Piedra del Sol azteca (mal llamado Calendario Azteca)

– Sentir las energías místicas de TEOTIHUACáN, el lugar donde “fueron creados los dioses”, una de las mayores ciudades de Mesoamérica durante la época prehispánica y de la cual se desconoce casi todo. Las asombrosas Pirámide del Sol y de la Luna, dominan la ciudad.

– Pasear por las calle de la bellísima PUEBLA, ciudad criolla por excelencia con su bellos edificios coloniales y la más esbelta y hermosa catedral de las construidas en Nueva España. Cerca de allí, otro lugar mítico como CHOLULA, que Cortés describiera como “la ciudad más bella fuera de España”, con la Pirámide de Tepanapa, la más grande de México, sepultada bajo una colina.

– Perderte en OAXACA, otra hermosa ciudad colonial, con sus monumentos barrocos y arquitectura señorial, dentro de un ambiente donde se respira el sosiego y la tranquilidad. Una vez allí tendremos tiempo para recibir la energía telúrica que nos aportarán los antiguos yacimientos de Monte Albán y Mitla.

– Navegar en lancha por una de las grandes maravillas naturales de América, como es el Cañón del Sumidero, una falla con muros que se elevan más de 1300 m desde la profundidad del río.

– Ya en CHIAPAS, pasear por las calles adoquinadas de San Cristóbal de las Casas, una de las ciudades coloniales más apasionantes y conmovedoras que uno pueda encontrar. Su embriagadora mezcla, indígena, colonial y cosmopolita la hacen única. Además, tenemos muy cerca los pueblos de San Juan Chamula y Zinacantán, donde se conservan las costumbres prehispánicas.

– En medio de la espesa selva tropical, con las pirámides elevándose sobre la vegetación y con los gritos de los monos aulladores perturbando el silencio, disfrutar de la misteriosa belleza de PALENQUE, una de las más importantes ciudades mayas.

– Otro centro arqueológico, plagado de simbolismo es UXMAL, un ejemplo singular del fabuloso esplendor artístico maya. El silencio y la soledad que envuelven estas ruinas contrastan con la animación que debió tener la metrópoli durante su época de esplendor.

– Pasear por los centros históricos de dos de las dos villas coloniales más importantes de YUCATáN, como son CAMPECHE Y MéRIDA, dos bellas ciudades con sus estrechas callecitas adoquinadas y sus soleadas y alegres plazas.

– Bañarte en las cristalinas aguas del cenote de Ik Kil, donde pequeñas cascadas caen desde el techo calizo envuelto en plantas colgantes.

– Aunque no son nuestras ruinas favoritas, por lo masificadas, hay que reconocer que CHICHEN ITZá es uno de los centros ceremoniales más espectaculares de toda la antigüedad. Desde la imponente y monolítica Pirámide de Kukulcán (también conocida como El Castillo), donde la sombra del dios serpiente emplumada sube por las escaleras durante los equinoccios de primavera y otoño, el mayor Juego de la Pelota de Centroamérica, hasta el Cenote de los Sacrificios o el curioso Observatorio El Caracol, el legado de los astrónomos mayas resulta fascinante.

– Tendrás la oportunidad de gozar de la auténtica COCINA MEXICANA. Nombrada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en 2010, cada región posee sus propios platos originales. Su cocina está basada en el maíz, los frijoles, el chile, a los que se añaden diversos ingredientes autóctonos. Pídete unos tamales, (masa de maíz cocida y rellena de carne o verduras), unas enchiladas, unos tacos o un guisado de carne acompañado de un buen mole. En general todos los platos se componen de arroz, frijoles y tortas de maíz pero encontrarás una gran variedad de sabores y picantes según la región donde te encuentres.

– México es un auténtico paraíso para las COMPRAS con una infinita variedad de artesanías. Aquí podrás adquirir desde tejidos y joyas de plata y turquesa a tallas de madera, máscaras y otros artículos. La habilidad y creatividad de sus artesanos, te sorprenderán. Las mejores hamacas de hilo de algodón las puedes encontrar en Cancún. En Oaxaca, podremos encontrar su típica cerámica negra, máscaras de madera de variadas formas y colores, y bellas telas y bordados. La cerámica y alfarería de Puebla posee una gran (y merecida) fama; en San Cristóbal de las Casas, son famosos sus diseños de joyas de ámbar y jade.

– Y después de esta hemorragia cultural y culinaria, disfrutar de un día a tu aire en CANCúN, con un mar con miles de matices turquesas, las blancura deslumbrante de la arena compuesta de polvo de coral y muchísimas actividades que puedes realizar.

Artículo elaborado por Eugenio del Río

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