En Oaxaca descubriremos el Monte Albán (declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1987). Emplazada en una montaña de 400 metros sobre el valle de Oaxaca, es la más grandiosa de las ciudades zapotecas. En una auténtica proeza de la ingeniería, la montaña fue aplanada para construir este antiguo centro ceremonial repleto de rincones misteriosos y sorpresas ocultas. Sus primeras construcciones son del periodo Olmeca, cerca del año 1200 a.C. Posteriormente fue habitada por los zapotecas, alcanzando su máximo esplendor entre el 350 y el 700 d.C., cuando fue modificada la orografía original de las colinas principales y los alrededores para albergar viviendas, y la población alcanzó los 25.000 habitantes. Monte Albán era el centro de una sociedad muy organizada y sacerdotal que controlaba las tierras de regadío de los Valles Centrales. Entre el 700 y el 950 el lugar fue abandonado y quedó en ruinas. A partir de ahí solo fue utilizado por los mixtecas para enterrar en algunas tumbas antiguas a sus dignatarios. Posee una perfecta geometría, y una equilibrada y lineal belleza. Al atardecer, el sol compone un mágico juego de claroscuro, en el que el relieve y la adaptación del conjunto al terreno adquieren dimensiones sobrenaturales.
Es imprescindible pasear por el complejo, del que destacamos su Gran Plaza, de 300 metros de largo por 200 metros de ancho, es el principal espacio público de la antigua ciudad, con una serie de de edificios levantados a su alrededor. Algunos de ellos son templos, y otros, viviendas residenciales de la élite. Se encuentra dividida en dos zonas por una línea de edificios, tres de ellos unidos mientras que el cuarto es independiente. El Juego de Pelota, estructura en forma de I que cierra la plaza y servía para conmemorar los ciclos de la vida y las estaciones del año. Posee discos solares tallados en la piedra. Como todos los de esta región, no posee aros en las esquinas, por lo que no se sabe por dónde hacían pasar la pelota los zapotecas. Sí hay una piedra redonda en el centro que servía para el rebote con que empezaba el juego. El Palacio, con forma de punta de flecha, consta de una escalinata, una portada con arquitrabes y un patio en torno al que se disponían las habitaciones. La Plataforma Sur, con estelas que representan a cautivos atados de pies y manos. Desde aquí tendremos un bonito panorama de la plaza y de las montañas aledañas. Detrás de esta enorme plataforma se encuentra el edificio 7 Venado, formado por cuatro construcciones alrededor de un patio orientadas según los puntos cardinales. A continuación, un conjunto de edificios G, H, I, en uno de ellos se encontró la famosa máscara de jade con forma de murciélago. El “J” servía de observatorio astronómico. Uno de los más importantes es el edificio de “los Danzantes“, con relieves en los que aparecen figuras humanas en extrañas y violentas posiciones, que hoy se cree que eran cautivos de guerra que ejecutados y sacrificados a los dioses. Grabados en piedra entre el 500 y el 100 a.C., suelen tener las bocas abiertas, labios gruesos y los ojos cerrados. Los jeroglíficos que los acompañan son los primeros ejemplos de auténtica escritura en México. En la Tumba 104, destaca la fachada, inspirada en el motivo decorativo de doble moldura; en el centro se puede ver una urna de cerámica con forma de figura sedente en un trono de jaguar;
Volviendo a OAXACA, hay que destacar sus orígenes, que se remontan al asentamiento azteca de Huaxhyácac, del cual deriva el nombre de la misma. Los españoles fundaron una nueva ciudad en torno al zócalo en 1522, como Villa de Antequera, nombre que en 1821 fue sustituido por el de Oaxaca. Pronto se transformó en el lugar más importante del sur de México. En el siglo XVIII prosperó gracias a la producción de un tinte rojo extraído de la cochinilla (insectos que viven en el nopal), empleado para teñir tejidos. En los últimos años la ciudad ha registrado un gran desarrollo gracias al turismo. Es imprescindible hacer la visita del centro de la ciudad (declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1987). Oaxaca conserva el sabor colonial, con importantes monumentos barrocos y arquitectura señorial, dentro de un ambiente sosegado y tranquilo.
Como casi todas las ciudades mexicanas, tiene su centro en el Zócalo, sombreado por árboles y rodeado de elegantes portales. Durante todo el día está muy animado, con un quiosco donde la orquesta local interpreta música por las tardes. En el lado sur se encuentra el Palacio de Gobierno, un edificio estilo neoclásico de mármol. Un mural, en el que aparecen figuras como Porfirio Diaz y sor Juana Inés de la Cruz, explica la historia de Oaxaca. La Catedral, comenzó a edificarse en 1553 y se terminó (después de varios terremotos) en el siglo XVIII. La fachada es de piedra verde (material habitual en los edificios históricos de la ciudad), con elaborada decoración barroca. Posee tres puertas de mediopunto, rematadas con jambas y cubiertas de bajorrelieves de follaje; dos torres con columnas salomónicas completan el edificio. El interior presenta tres naves, y destacan los altares y retablos neoclásicos, así como sus vitrinas y pinturas de los siglos XVII y XVIII.
Más adelante nos encontraremos con la Iglesia de Santo Domingo, obra maestra del barroco, que empezó a construirse por los dominicos en 1572 y tardó más de 200 años en acabarse. Posee una hermosa y sobria fachada finamente tallada de tres cuerpos, adornada con columnas clásicas estriadas, nichos, esculturas y rosetones. Su interior, de planta de cruz latina, se encuentra cubierta con relieves barrocos policromados y un retablo que, al igual que las bóvedas, altares y púlpito, están recubiertos de oro. Destaca el magnífico árbol genealógico de los Guzmanes en la parte baja del coro, donde la profusión de imágenes es exquisita. Lo más elaborado del templo es la Capilla del Rosario, del siglo XVIII (restaurada en 1964), decorada con estucos dorados y policromados con figuras relacionadas con el culto popular; hay que prestar especial atención a la cúpula , donde aparece la Virgen del Rosario rodeada de los apóstoles.
Formando parte del conjunto de Santo Domingo, se encuentra el Antiguo Convento, de soberbia arquitectura, y que en su primera planta aloja el Museo de las Culturas de Oaxaca. El museo contiene 14 salas de exposiciones permanentes y 13 salas temáticas que a través distintas piezas de rudimentarias de arte y restos arqueológicos, ofrecen un panorama de 10.000 años de la historia del estado de Oaxaca, desde los primeros asentamientos sedentarios hasta el florecimiento de las grandes culturas prehispánicas. Posee gran cantidad de objetos de las culturas zapoteca y mixteca, así como esculturas religiosas del período colonial. Debemos fijarnos especialmente en la escalera monumental, con esculturas y estelas prehispánicas al pie y en la parte superior; el Tesoro de Monte Albán, descubierto en 1932 en la tumba 7 de ese yacimiento, con más de 500 piezas trabajadas en oro, concha, alabastro, obsidiana y cristal de roca que acompañaba la sepultura de un alto dignatario mixteca. Es famosa la mascarilla mortuoria de oro, con labrados e inscripciones jeroglífica en el pectoral.