En nuestro viaje a Canadá en julio de 2019, realizaremos distintas visitas al este del inmenso país norteamericano. El día 10 estaremos en Niágara y Toronto.
Desayuno buffet en el hotel. La formación de las cataratas es el resultado de unos procesos geológicos dinámicos que continúan en la actualidad. A medida que los glaciares retrocedían, a finales de la última glaciación, hace unos 12.000 años, las aguas del lago Erie, que antiguamente desaguaban en dirección sur, encontraron una salida por la escarpadura del Niágara, hasta el lago Ontario. Desde entonces, las pizarras y areniscas más blandas que hay bajo la escarpadura, han sido erosionadas por la acción del agua que cae, lo que ha hecho que la capa superior de caliza, más dura, se viniera abajo. La cara vertical de las cataratas se mantiene, pero las cascadas van retrocediendo lentamente río arriba, dejando tras ella una garganta cada vez más larga, que hoy en día tiene unos 11 kilómetros desde Queenston, el punto de entrada original al lago Ontario. La extracción de agua para generar electricidad ha minorado el ritmo de erosión, originalmente de unos 90 centímetros al año, hasta dejarlo en aproximadamente 30 centímetros cada 10 años. No obstante, el retroceso de las cataratas hacia el sur continuará. En algún momento (dentro de 25.000 años) Goat Island, que actualmente separa las cataratas estadounidenses (de 300 metros de largo) de las Horsehoe (780 metros de largo) desaparecerá y las cataratas se encontrarán con el lago Erie y quizás se convertirán en una serie de rápidos.
Aunque el majestuoso rugido de las cataratas puede oírse desde varios kilómetros a la redonda, es difícil imaginar las dimensiones reales de este gigantesco arco de aguas sibilantes y espumosas que se abate sobre un acantilado de 57 metros, entre densas nubes de agua pulverizada. En realidad se trata de tres cataratas, puesto que la isla Goat divide el río en tres canales paralelos. A un lado están las canadienses Horseshoe Falls, y al otro lado de la frontera las más pequeñas American Falls, así como la estrecha Bridal Vails Falls. Realizaremos una travesía en barco “Horn Blower” y nos aproximaremos a la catarata. Antes nos darán nuestros impermeables de rigor para no ponernos hasta arriba de agua y nos dejaremos impresionar por el estruendo atronador. Las cataratas de la Herradura, denominadas así por su forma, tienen 670 metros de ancho y 57 de alto, y están formadas por las tumultuosas aguas del río Niágara precipitándose por un acantilado. De esta forma el rio ajusta los dos niveles de agua distintos de los lagos Erie y Ontario, a los cuales une. Conservan su enorme espectacularidad a pesar de que el caudal del río está regulado por las compañías hidroeléctricas, que transvasan parte de las aguas que hacen funcionar sus turbinas.
Almuerzo libre, no incluido.
A continuación pasamos a Niágara-on-the-Lake, que se encuentra a 20 kilómetros de las cataratas. Este encantador pueblecito de elegantes casas de ladrillo y madera de principios del siglo XIX y calles arboladas, se sitúa allí donde el río Niágara desemboca en el lago Ontario. Denominado originalmente Newark, se convirtió bajo este nombre en la capital del Alto Canadá (como se conocía entonces a Ontario) en 1792. Cuatro años después los británicos decidieron trasladar la capital algo más lejos de la frontera con Estados Unidos, eligiendo York (hoy Toronto). Después de ser arrasada por los estadounidenses en 1813, fue reconstruida y desde entonces no ha cambiado mucho. Haremos una parada para recorrer Queen Street, la calle principal con su torre del reloj en el centro, sus tiendas de antigüedades, cafeterías, elegantes restaurantes y una auténtica farmacia de 1866. La zona que rodea al pueblo es un mar de viñedos, la mayor zona vinícola del país. Los vinos canadienses gozan ya de un cierto respeto internacional, y tienen como bandera el “vino de hielo“, que recomendamos que probéis, un delicioso vino dulce (y muy caro) que se elabora con uvas congeladas.
Seguimos rumbo a Toronto
Alojamiento en Chelsea Hotel Toronto.