Viaje a Nápoles y la Costa Amalfitana I: días 1, 2 y 3 , visita de la Isla de Capri, Vesubio, Pompeya y Herculano | Los viajes de Vagamundos día a día

Nuestro viaje de 8 días por la región de Campania lo iniciaremos visitando la encantadora isla de Capri. Al día siguiente tendremos una intensa excursión, en las cercanías de Nápoles, en la que tendremos oportunidad de visitar las ruinas de dos yacimientos históricos patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, como son Pompeya y Herculano, ciudades que quedaron sumergidas en las cenizas del Vesubio, que también veremos.

Día 1: ALICANTE – Roma – NáPOLES

Presentación en el aeropuerto de Alicante tres horas antes de la salida. Trámites de embarque y salida:

Vuelo directo desde Alicante (*):

A las 16.10 hrs. salida del vuelo VY1368, de la compañía VUELING, con destino ROMA. Llegada a las 18.15, hora local.

Después de pasar los acostumbrados trámites de entrada al país, nos recogerá personal de nuestra agencia receptiva. Directamente nos trasladamos a Nápoles, en un trayecto de 270 km, que nos llevará aproximadamente, 3 horas.

Alojamiento en STARHOTELS TERMINUS.

(*) Consultar opciones de vuelo desde otras ciudades españolas. Incluso vuelo directo a Nápoles desde Madrid.

Alojamiento en STARHOTELS TERMINUS.

Día 2: NáPOLES – Isla de Capri – NáPOLES

Desayuno buffet en el hotel.

Nos encontramos Campania, una de las veinte regiones que conforman la República Italiana. Ubicada en la parte meridional del país, se extiende por la vertiente del mar Tirreno, desde la desembocadura del Garigliano hasta el Golfo de Policastro. Con 5,8 millones de habitantes, es la tercera región más poblada de Italia, tras Lombadía y Lacio, aunque es la más densamente poblada.

La región se divide en 5 provincias: Avellino, Benevento, Caserta, Nápoles y Salerno. Es sin duda una de las regiones más atractivas y visitadas del sur de Italia, con importantes ciudades y rutas como Nápoles, Salerno, Costa Amalfitana, Costa del Cilento, Pompeya, Herculano, el volcán Vesubio, o la isla de Capri. Además de ser la cuna de la pizza margarita, la mozzarella de búfala, el limoncello, y un gran número de dulces exquisitos. Su capital y ciudad más importante es Nápoles.

Por la mañana, traslado al puerto del Beverello para embarcar en ferry. Salida hacia Marina Grande en Capri, el puerto principal de la isla, que se extiende sobre el centro de una ensenada que mira al golfo de Nápoles, un lugar atractivo y muy italiano, sin la pompa cosmopolita de la ciudad de Capri.

En contraste con la temporada alta, la ISLA DE CAPRI resulta especialmente encantadora durante el resto del año. Esta islita representa la quintaesencia del estilo de vida marinera mediterránea. Pese a que el turismo es su principal medio de vida, aún podemos disfrutar de su aire marinero y de bonitos paseos entre terrazas cultivadas con limoneros. Se trata de un bloque calcáreo de 6,5 km de largo por 2,7 de ancho, y un perímetro total de 17 km, que se alza en un mar de aguas azul cobalto. Un paraíso legendario, en el que se mezcla belleza y hedonismo, que ha seducido a emperadores romanos, revolucionarios rusos y estrellas de Hollywood.

Ya habitada desde el Paleolítico, fue brevemente ocupada por los griegos antes de que el emperador Augusto la convirtiera en su paraíso privado y Tiberio la hiciera su residencia oficial durante los últimos años de su vida. A partir del siglo XIX, el turismo comenzó a florecer, después de la visita del poeta August Köpisch, convirtiéndose la isla en retiro de políticos, artistas, intelectuales, divos caprichosos, aristócratas o magnates. Enseguida surgieron hoteles de lujo, villas apartadas y tiendas de moda. Hoy las tiendas de lujo y de la moda internacional han desplazado a los antiguos talleres.

A la llegada, abordaremos los característicos minibuses para subir, tras una empinada carretera de curvas cerradas con vistas al mar, a Anacapri, en la parte alta de la isla. Un barrio situado en las laderas del Monte Solaro. Sus casitas blancas inmersas en el verdor de los olivare y viñas y el rumor del mar en la lejanía han marcado el destino de esta pequeña y elegante localidad.

A la llegada visitaremos la hermosa Villa San Michele, la casa-museo del médico, escritor, naturalista y filántropo sueco Axel Munthe. En 1895 compró la finca en la que se encontraba las ruinas de una antigua capilla del siglo X dedicada a San Michele, así como una de las villas de Tiberio, perfectamente conservada, con algunos salones con los murales originales intactos, como el que representa la danza de hombres y mujeres desnudos sobre fondo carmesí. El palacio principal lo componen tres pisos de planta cuadrada, a los que se accede subiendo una escalinata que da paso a un pórtico abierto por numerosos vanos en forma de arco, sostenidos por columnas, que a su vez soportan la terraza de la planta superior que copia la misma estructura.

El interior de la villa, siempre con pasillos y puertas estrechos, es una inmersión en un mundo de esculturas romanas, sarcófagos, bustos, mosaicos, columnas y piezas de cerámica. Siguiendo la pérgola que rodea el jardín, se llega a la capilla, al fondo de la cual encontramos la misteriosa Esfinge de granito que domina el horizonte. Su origen es un poco confuso, lo que sí está claro es que data del reino de Ramsés II, allá por el siglo XVIII a.C. (esto es, unos 3.800 años de antigüedad). Según cuenta el propietario en su propia biografía «La historia de San Michele», la encontró él mismo siguiendo las indicaciones de un sueño premonitorio que lo guió por el campo hasta encontrarla. Ahora, la hierática estatua egipcia, objeto de muchas leyendas (parece que un simple toque en su espalda puede traer suerte), se ha convertido en uno de los símbolos de la villa; presenta sus cuartos traseros a los visitantes, reservando su mirada para el azul mediterráneo. Allí mismo se encuentra el mirador, desde el que se divisan los mejores paisajes cercanos: las vecinas islas de Isquia y Procida, la bahía de Nápoles con el volcán Vesubio despuntando, la llanura cultivada de Sorrento y, en los días más claros, la silueta de los montes Apeninos.

Después de la visita caminaremos por el centro histórico de Anacapri que serpentea por una serie de característicos callejones, paredes blancas y pequeñas tiendas artesanales y visitaremos, en la piazza San Nicola, la Iglesia de San Michele Arcangelo (1719). Diseñada por Domenico Antonio Vaccaro, conserva en el interior octogonal un espléndido pavimento decorado con mayólicas de Leonardo Chiaiese (1761), que representa la expulsión del paraíso terrenal de Adán y Eva, con una extraña colección de animales, incluidos un unicornio y un elefante.

Después de un tiempo para pasear por la ciudad, nos trasladamos a Capri.

Almuerzo en restaurante local.

Ubicado entre los dos montes que definen el perfil de la isla, la ciudad de Capri, que en su día estuvo poblada por pescadores y agricultores, ya hace tiempo que está dedicada al turismo de lujo; con sus encalados edificios de piedra, sus pequeñas callejuelas sin automóviles, elegantes escaparates y atractivas cafeterías y restaurantes, más parece un decorado de cine que un lugar real.

Después del almuerzo, paseo por la ciudad, durante el que pasaremos por su famosa Piazzetta, centro de Capri, el punto alrededor del cual gira toda la vida de la isla. Continuaremos por la via Camerelle, la calle comercial de lujo con la mayor concentración de tiendas de alta costura del mundo. La via Matteotti, nos llevará hasta los frondosos Jardines de Augusto, romántico parque en lo alto de un acantilado que ofrece unas vistas maravillosas de la costa meridional. Fundado por el emperador Augusto, constan de una serie de bancales de flores. El monumento a Lenin recuerda los tiempos en los que fue el «exilio», de muchos intelectuales y revolucionarios rusos, entre ellos Máximo Gorki.

Un camino asciende hasta un mirador con impresionantes vistas de las famosas Isole Faraglioni, un grupo de tres farallones (o cuatro si contamos el Scoglio del Monacone) de piedra caliza que emergen por encima del mar. Pertenecientes al mismo macizo de la isla, han sido magistralmente separados y modelados a lo largo de los siglos gracias a la acción de los agentes naturales: el agua cárstica, el viento y las corrientes marinas. Aunque según la leyenda, recogida en la Odisea por Homero, los Faraglioni eran los macizos que lanzó Polifemo.

Faraglione de Tierra o Saetta (Rayo) es el más alto de todos ellos con 109 metros de altura y el único que aún permanece unido a la tierra; Faraglione Medio o Stella (Estrella) recibe este nombre en honor a la Madonna della Stella, es el que va formando como una portada de 81 metros de altura con una apertura en el centro que forma una pasaje de 60 metros de largo. Faraglioni Fuori o Scopolo es el más externo de los tres como un promontorio que surge del mar que es hábitat natural del Lagarto Azul de Capri, una rara lagartija azul que antaño se creía era exclusiva de las Faraglioni, aunque posteriormente se hallaron ejemplares en la costa de Sicilia.

Scoglio del Monacone algo a más apartado surge este último de los Faraglione una especie de islote que recibe este nombre por haber sido hábitat de la foca monje hasta el 1904 cuando fue abatida la última. En el islote hay restos de alguna construcción de época romana de la que no hay unanimidad en la función que desempeñase.

El lugar nos resultará familiar ya que fue el set de rodaje natural del anuncio más memorable de la fragancia Light Blue de Dolce & Gabbana.

Dispondremos de tiempo libre para pasear a nuestro aire por las calles de Capri, disfrutar tranquilamente de un café (eso sí, pagado a precio de oro) en una de las muchas cafeterías de la Piazzetta, o hacer alguna compra en sus exclusivas tiendas de lujo, entre las que llaman la atención las dedicadas a la venta de cerámica donde se exhiben espectaculares ejemplos de «Testa de Moro», jarrones con forma de cabeza, típicos del sur de Italia.

Finalmente, volveremos al puerto de Marina Grande para tomar el ferry que nos llevará de regreso a Nápoles. Traslado al hotel.

Alojamiento en STARHOTELS TERMINUS.

Día 3: NáPOLES – Vesubio – Pompeya – Herculano – NáPOLES

Desayuno buffet en el hotel.

Hoy disfrutaremos de una excursión de día completo que nos llevará a visitar las ruinas de las ciudades de Pompeya y Herculano, así como del Monte Vesubio, el volcán que sepultó ambas ciudades romanas con su fatídica erupción.

La vista del golfo de Nápoles es tan bella que los propios napolitanos, teniéndola todos los días, la distinguen como mozzafiato, es decir, que corta la respiración. De todas las cosas maravillosas de este golfo, hay algo que lo distingue de los demás: el Vesubio, el volcán poderoso y solitario que gobierna el paisaje y la suerte de sus habitantes desde la Antigüedad.

A 15 km de Nápoles se encuentra el Parque del Monte Vesubio, el cono del volcán que en el año 79 d.C. sepultó las ciudades de Pompeya y Herculano.

Los griegos y los romanos consideraban que se trataba de un lugar sagrado dedicado al dios Hércules, del cual tomó el nombre la ciudad de Herculano, situada en la base del monte. La primera persona que comprendió su naturaleza volcánica fue el geógrafo griego Estrabón (19 d.C.) que dejó escrito que sus rocas habían sido quemadas por el fuego.

Pero fue en ese año 79 d.C. cuando la terrible erupción enterró las ciudades tendidas a sus pies cambiando por completo el paisaje. Cenizas y detritos cubrieron Pompeya, quedando Herculano sepultada por un río de barro. Plinio el Joven presenció la erupción y la describió como: «Una nube extraña por su aspecto y tamaño, a veces de un color blanco, otras sucio y manchado a causa de la tierra o cenizas que transportaba … Ya las cenizas caían sobre los navíos, más compactas y ardientes … incluso ya caían piedras pómez y rocas ennegrecidas, quemadas y rotas por el fuego … Desde el monte Vesubio en muchas partes resplandecían anchísimas llamas y vastos incendios, cuyo resplandor y cuya luz se hacían más vivos por la oscuridad de la noche». Su tío, Plinio el Viejo, murió asfixiado por los gases volcánicos que envolvieron la zona cuando intentó acercarse al Vesubio para observar más de cerca la erupción.

Esta erupción, además, desplazó el litoral varios kilómetros y destruyó gran parte de la cima, dando lugar a una enorme caldera y dos nuevas cumbres.

El monte Vesubio tiene una altura máxima de 1.281 m (en tiempos pasados pudo llegar a los 3.000 m) y se alza al sur de la cadena principal de los Apeninos. Está considerado como uno de los volcanes más peligrosos del mundo, sobre todo porque en sus alrededores viven casi tres millones de personas (la zona volcánica más densamente poblada del planeta), y varias de sus erupciones han sido violentas, aunque en la actualidad su actividad se halla permanentemente controlada. Además, es el único volcán situado en la parte continental de Europa que ha sufrido una erupción en el siglo XX (la última en 1944). Los otros dos volcanes italianos que han entrado en erupción en las últimas centurias se encuentran en islas: el Etna en Sicilia y el Estrómboli en las islas Eolias. Hoy día el volcán inspira a la par miedo y fascinación.

Desde que apareció en la historia en el año 79, el Vesubio ha entrado en erupción más de 30 veces. Otras erupciones importantes son, las del 472, 512, y 1631 (la segunda más destructiva), seis veces en el siglo XVIII, ocho veces en el siglo XIX (notable la de 1872), y en 1906, 1929, y la última en 1944. Las erupciones han tenido una intensidad desigual, y se caracterizaron por explosivos estallidos. En ocasiones, las erupciones han sido tan fuertes que todo el sur de Europa quedó cubierta por cenizas; en 472 y en 1631, las cenizas del Vesubio llegaron hasta la actual Estambul, cubriendo una extensión de casi 1.600 km.

Las capas de ceniza, que alternan con capas de lava, cubren las laderas del volcán y forman el cono gradualmente. El cráter es impresionante. De 200 m de profundidad y 600 m de diámetro, es una enorme cavidad creada por sucesivas erupciones en el interior del Monte Somma (este monte es el antiguo cráter del volcán, el Vesubio está en su interior). Los terrenos que bordean el volcán, ricos en álcalis y fósforo, son muy fértiles. En las laderas del Vesubio crecen los viñedos de Lacrima Christi con los que se elabora uno de los mejores vinos de Italia.

A menos de 20 km se encuentra POMPEYA, la ciudad romana que quedó sepultada en el año 79 d.C. por las toneladas de cenizas que el Vesubio escupió tras su violenta erupción, dando origen al yacimiento arqueológico más cautivador de Europa. Extenso e inquietante, es el crudo recordatorio de las fuerzas voraces de la Naturaleza. El terremoto que en el año 62 d.C. estremeció Pompeya y afectó a algunos de sus edificios, no fue más que un preludio de aquel aciago día que 17 años después, la erupción del Vesubio anegó la ciudad y a sus habitantes.

La desgracia de esta gente resultó clave para que las generaciones futuras pudiéramos conocer los detalles de la vida rutinaria en una ciudad tipo de la época. Habitualmente las ruinas arqueológicas apenas nos muestran vestigios, suelos y la base de los muros. En el caso de Pompeya, gran parte de su valor reside en el hecho de que no fue arrasado por el Vesubio, sino enterrado bajo una capa de lapilli (fragmentos candentes de piedra pómez).

El resultado es un trozo de vida muy bien conservado: se ha desenterrado el trazado completo de sus calles, en las que además de templos y termas se han conservado negocios como las tabernas y los lupanares; y casas señoriales que conservan intactas las pinturas y mosaicos que decoraban sus muros y suelos.

Aunque los orígenes de Pompeya no se conocen con exactitud, parece probable que fue fundada en el siglo VII a.C. por los oscos de Campania. A finales del siglo V a.C. los samnitas, otro pueblo itálico, procedente del nordeste de Campania, invadieron y conquistaron toda la región. A ellos se debe gran parte de la estructura más antigua de Pompeya. El período samnita terminó con la Guerra Social (entre el 91 y el 89 a.C.), cuando las ciudades de la Península itálica se sublevaron contra Roma. En el 80 a.C. se fundó Pompeya una colonia romana, Cornelia Veneria Pompeianorum, con nuevas instituciones políticas, una nueva aristocracia y el empleo de la lengua romana.

Gracias a su posición estratégica cerca del río Sarno, Pompeya era el mercado natural de las regiones del interior. Todo esto dio lugar a un período de gran desarrollo urbano. La ciudad se vio gravemente afectada por el terremoto del año 62, y los trabajos de reconstrucción estaban aún en curso cuando en el año 79 el Vesubio entró en erupción.

En ese momento en Pompeya vivían unas 20.000 personas. Hasta entonces, en las laderas del volcán crecían las vides de las que se obtenía el vesuvinum, un vino muy apreciado en la ciudad (sobre todo en los veinticinco burdeles identificados por los arqueólogos). La erupción marcó el fin de Pompeya. Existen indicios de una ocupación del sitio inmediatamente después de la erupción, pero debió tratarse de habitantes que intentaban recuperar sus bienes o de depredadores. Posteriormente, en los siglos III y IV volvió a ser ocupada, cuando se supone que el campo habría vuelto a ser fértil.

Los restos de Pompeya se descubrieron en el 1592 cuando el arquitecto Domenico Fontana se tropezó con las ruinas mientras cavaba un canal. Pero no fue hasta la década de 1750 cuando se vio como un tesoro arqueológico. Se desenterraron los cuerpos de las personas junto con sus casas, templos, obras de arte y enseres.

Visita de las RUINAS DE POMPEYA (DECLARADO PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD POR LA UNESCO EN 1997), una de las experiencias arqueológicas más fascinantes del mundo. El primer trazado urbano (siglo VI a.C.) era irregular, pero a partir del siglo IV a.C., las edificaciones se ajustaron a una retícula de inspiración griega. Para pavimentar las calles se emplearon losas hechas con la antigua lava del volcán. Las grandes villas y casas de diferentes épocas y estilos, fabricadas con ladrillo, piedra y hormigón, y ricamente decoradas, ofrecen una visión sin par de la arquitectura doméstica antigua. Además, las calles, talleres y espacios públicos se hallan en excelente estado de conservación. Enseres, herramientas, joyas y hasta comida y bebida nos enseñan cómo vivían los pompeyanos, desde los patricios hasta los esclavos. Visitaremos lo más importante del yacimiento.

Las murallas fueron construidas en el siglo VI a.C., y se extienden a lo largo de más de 3 km, interrumpidas por torres y protegidas por un foso. En el tramo oeste se encuentra la Porta Marina, la más importante de las siete puertas de las de la muralla, que da acceso a la via Marina, que en su origen conectaba la ciudad con el puerto cercano. La calle lleva directo al Foro, un espacio rectangular, pavimentado, situado en el punto más alto de la ciudad. Era el centro de la vida religiosa, civil y económica, y donde se hallaban los principales edificios públicos. Se encuentra flanqueado por columnas calizas por tres lados.

Al sur se encuentra la Basílica, uno de los edificios más antiguos, sede de los tribunales y los intercambios económicos de la ciudad. Enfrente quedan los templos de Apolo, Júpiter y Vespasiano y el Santuario de los Lares.

El Templo de Apolo, de época helenística es el más antiguo e importante de los edificios religiosos de Pompeya. Fue restaurado después del terremoto y posee un imponente pórtico con columnas.

El Templo de Júpiter, erigido en el siglo II a.C., se encuentra flanqueado por arcos de triunfo y se alza sobre un alto podio en el que se abre la cámara interior. Fue consagrado a la tríada de Júpiter, Juno y Minerva.

El edificio Eumachia, erigido en el siglo I por la sacerdotisa a la que debe su nombre, albergaba la corporación de fullones (lavanderos, tintoreros y fabricantes de telas), y estaba dedicado a la Concordia Augusta y la Piedad, personificaciones de Livia Drusila, mujer de Augusto. Hay que destacar la puerta, decorada con motivos animales y vegetales.

El Macellum era el principal mercado de abastos de la ciudad, en cuyo centro se vendía pescado y marisco.

Las termas del Foro, construidas sobre el 80 a.C., presentan la separación tradicional en dos sectores, masculino y femenino y siguen la secuencia tradicional, desde el vestuario al frigidaruim (baño frío), el tepidarium (baño templado) y al calidarium (baño caliente). La sala caliente contiene una pila de mármol de mamut, y su bóveda estaba decorada por figuras mitológicas.

La vía Stabiana era transitada por los carros que viajaban entre Pompeya y el puerto y los barrios costeros. Aquí se encuentran las termas Stabianas, cuya estructura original data del siglo IV a.C. (los más antiguos de Pompeya).

En la calle paralela se halla el Lupanare, el más importante burdel de Pompeya (de lupa, en italiano «loba», que en latín significaba también «prostituta»). Mientras que en otras zonas de la ciudad eran habitaciones o el último piso de una tienda, en este caso se trata de un edificio de dos plantas con cinco habitaciones cada una. Posee una serie de descarados frescos eróticos, a modo de carta de servicios ofrecidos por las prostitutas para satisfacer a sus clientes y amantes. En sus paredes hay algunos grabados con declaraciones de amor de las prostitutas. Se han llegado a identificar en la ciudad treinta burdeles.

No es que sus habitantes fueran más lascivos que en otros lugares, pero sucede que Pompeya estaba consagrada a la diosa Venus, mientras que la vecina Herculano era devota del semidiós Hércules.

El Foro Triangular, situado al borde del promontorio que en su origen daba al mar, contiene el edificio más antiguo que se conserva en Pompeya, el templo dórico, que data del siglo VI a.C. A su alrededor siglos después surgió un grupo monumental que comprende el pórtico del Foro Triangular, el Teatro Grande, el Odeion y un templo dedicado a Isis.

El Teatro Grande, del siglo II a.C., y reconstruido varias veces, poseía un aforo de 5.000 asientos, acogía (hoy día se siguen celebrando) los espectáculos teatrales. Tallado en la masa de lava sobre la que se construyó Pompeya, aún se leen los números romanos de los asientos. Tras el escenario, los espectadores tenían a su disposición durante el entreacto el Quatriportico, para que el público estirara las piernas. Posteriormente se convirtió en barracón de gladiadores.

En el lado opuesto se encuentra el Odeion (o Pequeño Teatro), con un techo estable, era utilizado para conciertos y declamaciones poéticas.

Detrás, encontramos el Templo de Isis, uno de los santuarios mejor conservados del mundo dedicado a la diosa egipcia. Fundado en el siglo II a.C., fue restaurado por completo tras el terremoto del 62 d.C. El templo se eleva sobre un alto podium según el esquema del templo itálico, con una escalinata lateral. Al lado de la cella (cámara interior) existen dos hornacinas destinadas a dos estatuas de Anubis y Harpócrates. En la parte trasera del templo se halla la sala destinada a las reuniones isíacas o Ecclesasterion; junto al ara (altar de piedra) se encuentra el Purgatorium, con un hueco subterráneo que conservaba agua del Nilo utilizada en las ceremonias de purificación.

Gran parte de la ciudad está formada por barrios construidos sobre un esquema, más o menos regular, hasta la muralla. Pompeya presenta algunos de los mejores ejemplos de domus romana. La riqueza de las casas y la importancia histórica de las pinturas que las decoraban, son el orgullo de la ciudad. Las más sencillas estaban dispuestas alrededor de un atrium central descubierto, y frente a la entrada estaba el tablinum, una zona dedicada a la recepción de visitantes. A ambos lados del atrium se encontraban los cubícula (dormitorios). En las casas más grandes, a la zona de recepción se añadía, por la parte trasera, un espacio interior estructurado alrededor de un jardín con peristilo.

Las casas de los aristócratas eran centros de poder, con estancias para recibir visitas según el rango o grado de intimidad. A destacar, la casa de Menandro, un perfecto ejemplo de residencia señorial tanto por su estructura como por su decoración. Resulta sorprendente el atrio toscano, por sus bellos frescos; episodios del ciclo troyano, ornamentan el Salón Verde, y en el nicho del fondo del peristilo (patio rodeado por una columnata) se halla un impresionante mosaico del dramaturgo griego Menander, que dio nombre a la villa.

El Anfiteatro, construido en el 75 a.C., (el más antiguo que queda en pie) se utilizaba para las luchas de gladiadores. Poseía una capacidad para 20.000 espectadores que se sentaban en las gradas de piedra separados en función de las distintas clases sociales.

Los propietarios de la casa de los Vettii eran libertos (esclavo liberado que se encontraba ligado a su antiguo amo, al que llamaba patrón por un respeto filial) convertidos en ricos comerciantes. Las paredes del interior de esta casa son una auténtica galería de arte por sus espléndidos frisos pintados de tema mitológico. En el atrio de la parte más rústica de la casa se halla el altar de los lares, las divinidades protectoras del hogar; en él se representan las figuras del espíritu ancestral del Pater familias con dos lares y una serpiente debajo. En el lado norte de la casa se halla la cocina, con una pequeña estancia decorada con pinturas eróticas. La casa alberga una famosa representación de Príapo, cuyo enorme falo equilibra una balanza.

Finalmente, la casa del Fauno, cuyo nombre proviene de una estatua de bronce que hay en mitad del impluvium (estanque), de uno de los atrios. Construida en el siglo II a.C., con 3.000 m2, es una de las mayores residencias particulares de Pompeya. Los mosaicos del suelo, entre ellos la Batalla de Alejandro contra Darío, los podremos contemplar en el Museo Arqueológico de Nápoles.

Almuerzo en restaurante local.

Después del almuerzo, nos dirigimos a la vecina HERCULANO, otro de los yacimientos mejor conservados de Italia, aunque mucho más pequeño que el de Pompeya.

Según Dionisio de Halicarnaso, Herculano fue fundada por Hércules en su viaje de regreso a Grecia tras realizar uno de sus famosos doce trabajos. Dejando a un lado las leyendas, los restos arqueológicos apuntan a los orígenes helenos de la ciudad, que habría estado bajo dominio de los griegos de Neápolis (actual Nápoles) y Cumas hasta el siglo VI a. C.

Más tarde fue conquistada por los samnitas. En el 290 a.C., se alió con Roma, contra la que se rebeló durante las guerras sociales para ser reconquistada en el 89 a.C., pasando a formar parte del Imperio Romano.

La ciudad, erigida sobre un promontorio que mira al mar y bañada por dos ríos, se transformó en un municipium residencial y lugar de veraneo, que fue enriquecido en la época de Augusto con grandes construcciones públicas. Es, por tanto, una ciudad muy diferente a la comercial Pompeya.

Tras resultar dañada por el terremoto del año 62 d.C., su apacible existencia se vio turbada definitivamente en el 79 d.C., cuando la erupción del Vesubio arrojó sobre ella ríos de piroclastos que se solidificaron hasta alcanzar una espesa capa 20 metros de grosor. Debido a la diferencia de materiales entre Herculano y Pompeya (esta última cayó sepultada bajo un río de cenizas, lapilli y lava), se conservaron de forma distinta.

En Herculano no solo volvieron a la luz restos orgánicos (vegetales, telas, objetos de decoración, estructuras de los edificios de madera) sino también los pisos superiores de los edificios. Si Pompeya tiene un área arqueológica de 66 hectáreas de las cuales se han excavado 45, Herculano dispone de unas veinte, de las cuales se han excavado, cinco.

En su momento de mayor de esplendor, la ciudad debió contar con unos 4.000 habitantes, en general mucho más ricos y cultos que los de Pompeya.

En 1709 Emmanuel Mauricio de Lorena, Duque de Elbeuf, oyó hablar de un hombre que había descubierto mármoles y columnas antiguas en la ciudad de Resina, cuando cavaba un pozo. El duque compró su granja y comenzó a cavar pozos y galerías subterráneas sacando a la luz estatuas, columnas y mármoles que utilizó para su residencia de Portici y para regalar a sus amigos, familiares y monarcas de toda Europa.

Las excavaciones del yacimiento comenzaron en 1738 por orden de Carlos III de Borbón, apasionado de las antigüedades y de las colecciones de arte. La dureza del fango hizo abandonar las labores de búsqueda, y no fue hasta 1927 cuando comenzaron los trabajos arqueológicos científicos que aún hoy continúan.

En 1980 se descubrieron 300 esqueletos, mujeres niños y hombres que se habían refugiado en los cobertizos de la playa, esperando a que las naves los fueran a rescatar. Los efectos tóxicos nefastos de la erupción terminaron con ellos. Muchas de estas personas llevaban consigo joyas y monedas, quizá todo lo valioso que poseían. Fue también, en esta misma zona, donde se descubrió la embarcación romana de nueve metros de eslora, el esqueleto del conocido como remero y un soldado con un par de espadas, pequeños cuchillos y una bolsa con monedas.

Visita de las RUINAS DE HERCULANO (DECLARADO PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD POR LA UNESCO EN 1997), un lugar que contiene numerosos hallazgos arqueológicos, desde antiguos anuncios y elegantes mosaicos a muebles carbonizados y aterrorizados esqueletos.

Mucho más pequeña que Pompeya, aquí los arqueólogos sólo han podido descubrir una tercera parte de lo que antaño fue una bella localidad marítima. El resto sigue oculto bajo el ajetreo de la ciudad y es imposible de excavar. Pasearemos por sus calles, entre edificios públicos y edificaciones de varios pisos, señoriales y lujosos hacia el mar, y más sencillas y comerciales hacia el interior.

Destacamos las termas del foro, de la segunda mitad del siglo I a.C. que presentan la tradicional separación de hombre y mujeres. El vestuario tiene un banco para los clientes y una ocurrente estantería de pared para guardar sandalias y toallas. Podemos ver el suelo de mosaicos hundido, que muestra la actividad sísmica previa a la catastrófica erupción del Vesubio.

El Documano Maximo, la calle mayor de la ciudad, albergaba muchos edificios públicos y tiendas, algunas de ellas aún decoradas con fragmentos de anuncios, que incluyen desde el peso de los artículos a su precio.

La aristocrática casa de Neptuno y Anfitrite, junto con una tienda con estantes de madera para las ánforas, se cuenta entre las mejor conservadas. El bello mosaico en el comedor de verano, en el que están representados el dios del mar y su enamorada ninfa, da nombre a la casa, y permite imaginar la maravilla que debía ser el interior en su época.

En la misma calle se encuentra la inusual casa del Tabique de Madera, que cuenta con un doble atrio, probablemente debido a que pertenecía a dos viviendas unidas en el siglo I. Debe su nombre al tabique «plegable» con el que se podían separar el atrio y el tablinum, donde el propietario construyó una tienda de paños, en cuyo interior se puede ver el único ejemplar existente de prensa con tornillo de madera que se empleaba para planchar la ropa.

La casa de los Ciervos, cuyo nombre proviene del bello grupo escultórico de pequeños ciervos de mármol atacados por perros, que apareció aquí. Es una de las casas más complejas e imponentes. Ubicada junto al mar, la villa, de dos pisos, está construida alrededor de un patio central, y contiene murales y algunos bodegones muy bellos.

Enfrente se encuentra la casa de Télefo, amplia y señorial, contiene un relieve del siglo I a.C., que narra el mito de Aquiles y Télefo (lo podremos contemplar en el Museo Arqueológico de Nápoles). Se trata de un vasto complejo señorial de la época augusta distribuido en tres plantas que aprovechan el desnivel del suelo.

Después de la visita, regresamos a Nápoles.

Alojamiento en STARHOTELS TERMINUS.

Compartir

Viajar con Vagamundos es mejor