En nuestra cuarta entrega, correspondiente a los días 6 y 7 del viaje, visitamos Risani, y disfrutaremos de la experiencia de ver un memorable atarcecer en el desierto y pasar la noche bajo las estrellas en haimas de lujo.
Al día siguiente contemplaremos auténticos oasis en Tinerhir, la enorme falla de la Garganta del Todra, El Kelaa M´Gouna, el corazón de la comarca de las rosas, y ya que estamos en el territorio de «Las Mil Kasbahs», finalizaremos el día con la visita de la Kasbah de Taourirt.
Día 6 – ERFOUD – MERZOUGA (noche en el desierto sahariano)
Desayuno buffet en el hotel.
Nos encontramos en pleno Tafilalt, una de las últimas regiones en caer bajo control francés durante el protectorado. La antigua ciudad fortificada de RISANI, situada al borde del Sahara, fue el punto de partida desde donde los filali (los antepasados de la actual dinastía reinante Alaouita) iniciaron su ofensiva hacia el norte para sustituir a los saadies como dinastía reinante en Marruecos.
Comenzaremos la visita de la ciudad por su colorido Zoco, con sus arcos rojos, uno de los más famosos de la zona, en el que burros, mulas, ovejas y cabras ocupan pequeños corrales y los puestos rebosan de pirámides de dátiles, de verduras y de especias. Bajo los techos de palma y en las estrechas calles se venden joyas, dagas, alfombras, cestas de palma, cerámica, y delicados objetos de piel, hechos con cuero y curtidos con corteza de tamarisco.
A unos dos kilómetros se encuentra el Mausoleo de Mulay Ali Cherif, donde descansan los restos del fundador de la dinastía alauí. El mausoleo -que visitaremos por fuera-, se reconstruyó en 1955. Detrás se encuentran las ruinas del Abbar Ksar, antigua residencia del siglo XIX que en otro tiempo sirvió de prisión para los miembros de la familia aluí caídos en desgracia. No muy lejos de allí se eleva el Oulad Abdelhalim Ksar, impresionante fortaleza construida hacia 1900 para el hermano mayor del sultán Mulay, nombrado gobernador de Tafilalt.
La entrada monumental, finamente decorada, se abre a un laberinto de estancias semiderruidas. Conserva muros fortificados y altas torres decoradas con relieves formados por ladrillos de adobe entrantes y salientes.
A continuación llegaremos a las ruinas de Sijilmassa, antigua capital de un principado islámico independiente adherido a la «herejía» chiita durante los primeros tiempos de la conquista árabe del norte de áfrica. Fundada alrededor del 757 d.C., a finales del siglo VIII ya ocupaba un papel clave en las rutas transaharianas. Caravanas de hasta 20.000 camellos atravesaban el desierto en dirección a las remotas minas de sal de Mali, y seguían hasta Níger y Ghana, donde intercambiaban una libra de sal por una onza de oro. Al regresar traían oro, plumas de avestruz, ébano, marfil, sal y esclavos.
Pasearemos por el lugar, en el que lamentablemente solo quedan ruinas, apenas dos puertas decoradas y algunas estructuras que reflejan su pasada gloria.
Una curiosidad sobre Rissani, es que se ha convertido desde hace años en una cita de los científicos y buscadores de fósiles que comercian con las piedras fosilizadas del desierto. Estas piedras con incrustaciones de animales marinos como goniatitas enrolladas, ortoceras en forma de conos, trilobites de tipo facope, son cortadas y pulidas en los talleres locales.
Nos adentraremos en el desierto en 4×4, hasta llegar al pueblo de Khamlia. Situado a la sombra de las dunas de Erg Chebbi, durante más de cien años ha estado habitado por una mezcla de beréberes, árabes y diferentes tribus de origen sub-sahariano. La mayor de ellas es la de los bambaras, también llamados gnawa, descendientes de los esclavos que provenían del áfrica negra y sobrevivían trabajando en los campos y los oasis. Utilizan cantos, danzas y rituales sincréticos como medios para llegar al trance.
Disfrutaremos de la hospitalidad de este acogedor pueblo, amenizado por su animada música gnawa, que acompañan de danzas bereberes mientras tomaremos un auténtico té moruno que nos sabrá a gloria.
Almuerzo en restaurante local.
Por la tarde, conduciremos nuestros todoterreno al pueblecito de Merzouga, y cerca de allí llegaremos al ERG CHEBBI, el único erg -enorme extensión móvil de dunas- sahariano auténtico de Marruecos. Se trata de un paisaje mágico y sobrecogedor que se extiende por un área de 50 kilómetros de norte a sur y de entre de 5 y 10 kilómetros de este a oeste, que recubre la frontera con Argelia.
Con las primeras caricias del sol, las dunas, algunas de más de 150 m de altura, presentan una gama de tonalidades de infinita suavidad que va del rosa al dorado o al rojo, según la hora del día. Subiremos a nuestros dromedarios y nos dirigiremos, en un recorrido que durará aproximadamente una hora, a una alta duna donde contemplaremos una puesta de sol en el desierto que nunca olvidaremos. Ese momento se nos quedará en nuestra memoria para siempre. No existe nada similar.
A continuación partimos hacia el oasis, donde se encuentra nuestro campamento con las haimas (tiendas confeccionadas con pelo de dromedario, como las que utilizan los nómadas del desierto) donde pasaremos una noche «mágica», bajo las estrellas. Mientras la luz del sol se va fugando, aparece un cielo nocturno extraordinario. Al estar apartados de los poblados y albergues de los alrededores, no hay contaminación acústica ni lumínica, con lo que podremos contemplar el estrellado cielo como nunca lo habremos visto. Experimentaremos el verdadero romance y la belleza serena del desierto.
De día, el movimiento del sol juega con las dimensiones de las sombras, pero por la noche es cuando el Sáhara alcanza el cénit de su capacidad de seducción. Y es entonces cuando uno descubre el verdadero significado de las palabras Silencio e Inmensidad. Es uno de esos lugares donde no cabe más remedio que enfrentarse a uno mismo. Te sientes tan solo y tan real.
Para acabar el día disfrutaremos de una cena al calor de la hoguera y alojamiento en nuestro campamento en haima de lujo IMPERIAL GLORY LODGES.
Día 7 – MERZOUGA – Tinerhir – Garganta del Todra – «Ruta de las Kasbahs» – El Kelaa M´Gouna – Kasbah de Taourirt – OUARZAZATE
Desayuno buffet en el hotel.
Hoy, teniendo en cuanta que el sol sale sobre las 8.00 de la mañana, podremos presenciar lo que esperamos sea un memorable amanecer en el desierto. Nos acercaremos a la duna más apropiada, que nos indicará nuestro guía, para presenciar otro momento inolvidable: cuando el Sol emerja de entre las dunas del horizonte, disfrutaremos de una de esas experiencias que te hacen sentir vivo, algo que te recuerda por qué amas tanto viajar.
Volvemos al asfalto y nos dirigimos a TINERHIR, pequeña y próspera población que nos ofrecerá una bella panorámica de contrastes, con sus casas rosas y sus extensos palmerales en una explosión de verdor.
Tras cruzar la reseca llanura donde agoniza al Alto Atlas, nos encontrarnos con las rápidas y frescas aguas del rio Todra, envueltas en una lujuriosa vegetación vigilada desde lo alto de un farallón rocoso. Contemplaremos desde el autobús esa serpiente verde, un gran oasis que se extiende 30 km de largo y varios de ancho, y repta entre peñascos hasta llegar a la llanura, donde continúa como una cinta de color enmarcada en una meseta esteparia.
Si nos fijamos bien, veremos que bajo las palmeras datileras la tierra aparece cubierta de cultivos, cuidadosamente troceados en parcelas y regados mediante pequeños canales. El agua, se reparte mediante un complejo sistema de riego entre las comunidades que poseen las huertas.
Al final se abre la espectacular Garganta del Todra, una enorme falla de paredes verticales en la meseta que separa el Alto Atlas del Jebel Sarhro, con un rio de aguas cristalinas y muros naturales de más de 300 m imponiendo su poderosa presencia.
Para sortear la montaña y llegar a la meseta, el Todra ha tenido que abrirse camino durante millones de años por entre macizos calcáreos, horadando un desfiladero de excepcional belleza, que se estrecha hasta tan solo 30 m de lado a lado. Si habéis visto la película Lawrence de Arabia de 1962, reconoceréis uno de los escenarios de la primera parte del film. Dedicaremos tiempo para pasear por esta maravilla natural siguiendo el curso del río.
En ruta, nos detendremos en el oasis de El Kelaa M´Gouna, pequeña ciudad fortificada de 15.000 habitantes situada a 1.450 m de altitud en el corazón de la comarca de las rosas. El cultivo de las rosas, la destilación de esencias y la producción de perfumes son las industrias más importantes de este lugar.
En el s. X, unos peregrinos trajeron a su regreso de La Meca ejemplares de rosa damascena, que se adaptaron perfectamente a las condiciones extremas de frío y calor en las que se cultivan. Cada primavera se recoge en el Valle del río M´Goun entre 3.000 y 4.000 toneladas de pétalos. Una parte se dedica a la fabricación de agua de rosas, y el resto se exporta para su uso en la industria del perfume.
Pasearemos por este gran oasis rodeado de Kasbahs, en una zona de espléndido verdor, enclavado a los pies de un cañón de tintes ocres, en un espectáculo de absoluta belleza. En estas aldeas podemos ver dónde y cómo se destilan las rosas y se pueden comprar los productos elaborados con esta flor, con certificación BIO.
Almuerzo en restaurante local.
La arquitectura de tierra, y los conjuntos por estos formados que están situados en Marruecos, principalmente al sur del Atlas, es una arquitectura bereber, generalmente se conocen con el denominador común de «Kasbah», «Ksar» o «Ksour».
Esta zona, conocida como el Valle de las Mil Kasbahs, es el hogar de algunas de las mejores fortalezas de Marruecos, las kasbahs más grandes y más decoradas en el sur. La kasbah (tighremt en bereber, hasta que el término árabe se impuso) es un recinto fortificado, normalmente de planta cuadrada con cuatro torres, una en cada uno de sus ángulos, y un solo acceso de entrada. Su función era servir de residencia a un gobernador para defender un lugar determinado y sus contornos.
A comienzos del siglo XX la familia Glaoui era la dueña y señora del sur y controlaba el acceso del Alto Atlas. Thami al-Mizwari al-Glawi (1878-1956) -conocido como León del Atlas-, fue el pachá de Marrakech durante cuarenta y cuatro años, desde 1912 hasta su fallecimiento en 1956. Su influencia fue tal que llegó a ser conocido en el ámbito internacional y a tener relación con personajes de la talla de Winston Churchill.
Al-Glawi gozaba de un gran carisma y de buenas dotes militares, lo que le hizo recibir la simpatía de los franceses del protectorado, con los que colaboró en la expansión de su dominio hacia el sur, llegando a conseguir una elevada fortuna. Un año después de su muerte, sus bienes les fueron confiscados a sus hijos por un dahir (decreto emitido por el rey de Marruecos), que se emitió dirigido a los que habían colaborados con los franceses durante el protectorado. Todo el legado de Thami al-Glawi pasó a formar parte de los bienes del Estado.
Aunque la denominación del recorrido «Ruta de las mil kasbahs» pueda parecer una exageración, en verdad hace honor a lo que allí encontramos, ya que la zona se encuentra poblada por más de un millar de kasbahs. La carretera va de oasis en oasis con alcazabas de particular belleza, que fueron erigidas en el pasado por los distintos jefes locales, y perpetúan el recuerdo de las luchas por el dominio de la encrucijada de caminos que es esa región. Actualmente algunas están abandonadas y se caen a pedazos. Otras están ocupadas por algún notable o por comunidades campesinas; y muchas se han salvado de desaparecer gracias a su conversión en hoteles.
Situada en el centro de la ciudad de Ouarzazate, se encuentra la Kasbah de Taourirt una de las más grandes e interesantes del país. Construida en el s. XVIII, por una poderosa familia local de la época, y que en el siglo XIX, fue renovada por la familia de Thami El Glaoui. En el apogeo de su importancia, entre finales del siglo XIX y primera mitad del XX, la kasbah controlaba una ubicación importante en la confluencia de varios valles fluviales, incluidos el Draa y el Dadès, que formaban parte de las rutas comerciales del Sahara.
Tras la independencia de Marruecos, la kasbah fue abandonada. Posteriormente, el ayuntamiento se hizo cargo de la misma y la restauró. Actualmente una parte de la kasbah sigue habitada. Se trata de un complejo de edificios de varios pisos, de adobe y barro sin cocer; la fachada, está flanqueada por torres almenadas, con altos muros lisos de tierra, y decorada con dibujos geométricos en falso relieve.
Se accede a ella a través de un patio en el que se encuentra un cañón alemán, al parecer, un obsequio del sultán Moulay el Hassan a la familia Glaoui para que controlaran los ataques de las tribus hostiles.
En su interior, un laberinto de escalinatas a todos los niveles del edificio conduce a las habitaciones iluminadas por ventanas bajas. Las paredes interiores son de un grosor impresionante, para mantener la temperatura interior y proteger la fortaleza de los vientos y la arena. Las estancias más grandes presentan ornamentación a base de molduras de escayola con motivos florales y geométricos y techos de madera pintados con alegres colores. Además, llama la atención la delicada talla de las rejas de sus ventanas y la pulcritud de su suelo. T
ambién posee diminutas habitaciones con techos bajos cubiertos de esparto y suelos de losas rojas. Si habéis visto la película El cielo protector, de Bertolucci, basada en la novela de Paul Bowles, probablemente os resultará familiar, ya que aquí se rodaron algunas de las escenas del film.
Llegada a Ouarzazate.
Cena y alojamiento en el hotel KSAR IGHNDA.
áRABES, BEREBERES y MUSULMANES (artículo)
El término «bereber» procede de la adaptación árabe del término griego βάρβαρος (bárbaros), aunque los propios bereberes se autodenominan imazighen, que significa «hombres libres». En la actualidad, designa a numerosas etnias que tienen una cultura, política y economías similares.
Los bereberes son la raza más antigua y numerosa del áfrica septentrional. Se extienden desde Marruecos hasta el desierto de Egipto. Antes de que llegasen los árabes (cuando se expandió el Islam) ellos ya estaban allí hace miles de años. Es probable que el extinto guanche de las Islas Canarias formara parte del tronco bereber. Poseen su cultura y lengua propias, diferente de la de los árabes.
Las lenguas bereberes dominaban hasta la introducción del árabe la mayor parte de áfrica del Norte. Hoy se conservan, sobre todo en Marruecos y Argelia, donde se concentra el grueso de los hablantes, unas 20 millones de personas. Además hay poblaciones menores —en conjunto, poco más de un millón— en Túnez, Libia, Egipto, Mali, Níger, Mauritania y Burkina Faso. Las lenguas bereberes forman el tronco camita, llamado así en analogía al semita, con el que tiene una lejana relación.
Los beréberes son mayoritariamente musulmanes. Antes de su conversión al Islam, muchos grupos de bereberes fueron convertidos al Cristianismo o al Judaísmo, mientras que otros continuaban practicando el politeísmo tradicional.
A partir de los siglos VII y VIII, los árabes invadieron el Magreb y pese a la durísima oposición berebere, los invasores impusieron su idioma, el árabe, y su religión, el Islam. Durante siglos se han mezclado con los árabes, de forma que resulta difícil distinguir unos de otros. Sin embargo, existen numerosas zonas donde los beréberes viven en comunidades más o menos puras, en las que conservan sus tradiciones.
La mayoría de los bereberes no fueron nómadas, como se piensa popularmente, sino agricultores que vivían en las montañas cerca de la costa mediterránea o atlántica, o en los oasis. Es cierta su influencia antigua en el comercio de toda la región, ya que fueron ellos quienes abrieron las antiguas rutas comerciales entre el áfrica occidental y la subsahariana. Sí son de tradición nómadas los tuareg, pueblo bereber del desierto del Sáhara que tienen su propia escritura, el tifinagh y su propio idioma, el tamashek.