Día 4 – BEIRUT: Grutas de Jeita – Harissa – Biblos
Desayuno buffet en el hotel.
Por la mañana, partimos hacia el norte, para visitar la Gruta de Jeita, una de las grandes maravillas naturales del mundo, y uno de sus principales atractivos turísticos de Líbano. Se encuentra ubicada en el valle verde de Nahr al-Kalb, a 20 km de Beirut. Se trata de una red de cavernas que consta de dos niveles de piedra caliza cárstica, separadas, y al mismo tiempo, interconectadas, que penetran a lo largo de más de 6 km en el interior de la montaña. Jeita significa «gran ruido», debido al estruendo que provoca la caída de agua de su interior. Aunque habitada en la prehistoria, la cueva inferior fue descubierta en 1836 por el reverendo William Thomson y la misma sólo puede ser visitada en pequeños botes, ya que se encuentra sumergida en los canales de un río subterráneo que abastece de agua potable a más de un millón de libaneses. En 1958, espeleólogos libaneses descubrieron las galerías superiores de 60 metros por encima de la cueva inferior; éstas han sido acopladas con un túnel de acceso y una serie de pasarelas para que se puedan visitar sin alterar el paisaje natural. La parte alta de esta cueva, posee la estalactita más grande del mundo. Esta parte alta está compuesta de una serie de cámaras interconectadas que alcanzan una altura máxima de 12 metros. Además de ser un símbolo nacional del Líbano y un destino turístico por excelencia, la gruta Jeita desempeña un papel social, económico y cultural importante. Su iluminación estratégica muestra un deslumbrante bosque de estalactitas y estalagmitas.
Continuamos hacia HARISSA, en lo alto de la bahía de Jounieh, donde coronando la montaña, situada a 620 metros de altitud, se encuentra el santuario de Nuestra Señora del Líbano, uno de los importantes lugares de peregrinación cristiana en el Oriente Medio, aunque es habitual encontrar en la ciudad presencia de peregrinos de otras religiones, como la musulmana, religión que profesa gran respeto por la Virgen María. Utilizaremos el teleférico para subir, disfrutando de una hermosa vista panorámica de la Bahía de Jounieh (es posible que el recorrido sea inverso, es decir que subamos en autobús y bajemos en teleférico). En lo alto se alza la estatua de la Virgen María, Nuestra Señora del Líbano. El primero de Mayo de 1908, con ocasión del 50 aniversario de la Proclamación de la Inmaculada Concepción, el papa Pío IX y el patriarca maronita Elias Hoayek inauguraron el Santuario de la Virgen de Harissa y declararon ese día la solemnidad de Nuestra Señora del Líbano. La estatua, de 8,5 m de altura y 15 toneladas de bronce, está pintada de blanco y tiene los brazos extendidos. Fue realizada a finales del siglo XIX e inaugurada en 1908. Erigida sobre una base de piedra natural de 20 m de alto, con estructura cónica, posee una escalera en forma de espiral de 104 escalones que llega hasta los pies de la estatua, dentro de la cual se halla la capilla «Madre de la Luz» (Om en Nur), con una esculutura de 1.75 cm de altura y 55 cm de ancho, completamente esculpida en madera de cedro del Líbano. En la entrada de la capilla se lee un grabado en latín: «Yo me levanté como un cedro del Líbano». Desde lo alto se disfruta de una excepcional vista panorámica del Mediterráneo y de la bahía de Jounieh, una de las más bellas de la costa libanesa. Justo al lado de la estatua, encontramos una moderna catedral Maronita construida en 1994, con una delgada y alta fachada de hormigón y vidrio.
A continuación, bordeando el Mediterráneo, nos dirigimos a BIBLOS, una de las ciudades más antiguas del mundo habitada de forma continuada (7.000 años). Su etimología proviene de la colina en la que estaba situada (Gubla, “montaña” en fenicio) que derivó en su nombre bíblico Gebal, pasando de aquí a la forma griega Biblos y de allí la palabra Biblion (‘libro’), origen de los términos Biblia y biblioteca. Hay que decir que la primera biblia se realizó en papiro proveniente de Biblos que, a su vez, lo obtenía del intercambio de la madera de los cedros libaneses en sus relaciones comerciales con Egipto. Biblos en la antigüedad pertenecía a la región de Canaán, citada en el Antiguo Testamento y habitada por el pueblo semita instalado entre el Mediterráneo y el río Jordán. Por ello, los griegos denominaron cananeos a los habitantes de Biblos. Los cananeos eran politeístas y una de sus divinidades más importantes era el dios Baal. Su padre, el dios semítico EL, era la deidad principal, el padre de todos los dioses y su esposa era Astarté, madre de Baal. La fundación de Biblos se atribuye al dios EL, aunque los templos hallados en las excavaciones pertenecen principalmente a Baal y a su consorte. A comienzos del III milenio a.C. empezaron las relaciones comerciales con Mesopotamia y con Egipto. Con la aparición de la escritura en estos dos centros se acelera la evolución cultural de las ciudades fenicias, donde surge el alfabeto, y Biblos comienza a desarrollarse como potencia comercial en el Mediterráneo. Exportaba la preciada madera de sus cedros, sobre todo a Egipto que la utilizaban para sus barcos, templos y sus rituales funerarios. A cambio de su madera, Biblos obtenía vajillas, joyas, papiro y lino. El esplendor de Biblos en esta época se debía, sin duda, a su posición estratégica en el Mediterráneo en la confluencia de las rutas comerciales. Y sus relaciones con Egipto no se limitaron al intercambio comercial, sino a importantes vínculos políticos e influencias culturales. Los templos se multiplicaron, y la ciudad se transforma en un gran centro comercial y religioso.
A finales del III milenio a.C. la ciudad fue tomada por los amorreos, un pueblo de origen semita formado por tribus nómadas belicosas que aumentaron las relaciones de Biblos con Egipto, haciendo crecer aún más sus riquezas. En el II milenio a.C. Biblos fue invadido por los conocidos como “los hombres del mar” que se establecieron en las costas de Canaán. Estos navegantes aportaron nuevos conocimientos sobre la navegación entre los pueblos de la zona, que más tarde terminó denominándose Fenicia. Sin embargo, a diferencia de otras ciudades fenicias que comenzaron un largo período de profundo declive, Biblos continuó su actividad comercial sobre la base de la madera de olivo, ciprés, pino, encina y cedro, comenzando a ser conocidos en todo el Mediterráneo como reputados constructores navales. En esta época los historiadores datan la aparición de un nuevo sistema de escritura simple y eficiente: el alfabeto, con veintidós caracteres, que fue adoptado a continuación por los griegos y desde allí difundido por todo Occidente.
Posteriormente fue invadida por asirios, babilonios y persas y, tras la conquista de Alejandro Magno en el año 332 a.C. su pasado fenicio se desvaneció sepultado por construcciones helenísticas, romanas y bizantinas que emplearon las estructuras como cantera para nuevas edificaciones. En el año 637 comenzó el período de dominación árabe y en 1104 llegaron los cruzados, que construyeron el famoso castillo de Biblos. Y ya con los períodos Mameluco y Otomano, Biblos se convirtió en reliquia de su esplendoroso pasado sepultado debajo de 12 metros de sedimentos sobre el que se construyeron mansiones y jardines hasta que fue redescubierta por arqueólogos franceses en el siglo XIX.
Hoy es una pequeña ciudad con un bello puerto pesquero, que aún mantiene en pie su ciudadela de época de los cruzados.
Almuerzo en Azra Restaurant en Byblos Sur Mer, o similar.
Después del almuerzo, comenzaremos la visita de la ciudad de Biblos (declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1984), una de las más antiguas del mundo, y uno de los pocos lugares en los que se encuentran representados todos los períodos de la historia.
En el interior de la muralla encontramos la ciudad medieval, con casas y calles estrechas que se distribuyen alrededor de la Ciudadela de los Cruzados, un recinto fortificado rectangular construido en 1104 con bloques de piedra procedentes de las ruinas romanas. Posee cuatro torres de ángulos rectos, y además una torre amplia sobre la muralla norte. A la salida de la ciudadela, se encuentra el sitio arqueológico de Biblos, una serie de ruinas, en no muy buen estado, que llegan hasta el mar, y de las que destacamos: la Fuente de Ain el-Malik, la principal de Biblos, que en la antigüedad abasteció de agua a la ciudad; el Templo en forma de Lfechado en el año 2700 a.C.; el Templo de los Obeliscos, de los siglos XIX-XVI a.C. construido sobre el templo en forma de L, fue trasladado por los arqueólogos a su ubicación actual. Este santuario recibe su nombre por las más de treinta estelas u obeliscos con inscripciones votivas depositadas por los fieles en el patio. Al parecer el templo estaba dedicado a Rachet, el dios egipcio de la guerra. El pequeño anfiteatro romano del siglo III, y del que sólo quedan dos tercios de lo que fue, se hallaba en la puerta de la ciudad y fue desmontado y colocado en su emplazamiento actual para poder ser estudiado. También encontramos en el yacimiento vestigios de la Edad del Cobre (2500-1800 a.C.), y de la Edad del Bronce (1800-700 a.C.). En el interior de las ruinas se encuentra también la Casa de Otman Al Housami, de estilo otomano, la única que no fue demolida al comenzarse las labores de excavación del sitio arqueológico. Perteneciente a un rico comerciante, su arquitectura y su ubicación han servido de inspiración a fotógrafos y pintores a lo largo del tiempo.
Ya dentro del casco histórico de Biblos, hay que destacar la zona de los zocos, estrechas callejuelas de piedra, pero muchos más tranquilas que las de otros zocos árabes. Aquí podemos encontrar todo tipo de objetos decorativos y recuerdos, telas bordadas a mano, así como fósiles, tanto auténticos como réplicas. Cerca se encuentra la Iglesia de Mar Aquilina, que posee una bóveda y un ábside bellísimos. En su interior un cuadro que representa la santa delante de los instrumentos que la torturaron y encima de ella un ángel que le brinda la corona de la santidad. Santa Aquilina nació en Biblos y es la más joven mártir del Líbano. Fue torturada y decapitada en el año 293 d.C. cuando tenía solamente 12 años, por el emperador romano Diocleciano, por haber divulgado la fe cristiana y no aceptar negar su creencia en Cristo. La Catedral de San Juan Marcos, denominada anteriormente como Catedral San Juan Bautista, su historia ha ido forjándose a lo largo de los siglos. Construida entre los siglos XII y XIII, sin embargo, algunas leyendas la retrotraen hasta los primeros siglos del cristianismo, cuando fue destruida por un terremoto en el año 551 y reconstruida en 1115 por los cruzados. Posee una nave compuesta por tres ábsides. En el siglo XVIII, el emir Yousef Chehab ofreció la iglesia a los miembros de la comunidad maronita que llevaron a cabo las obras para su restauración. Su campanario se construyó en 1947. Ubicada más abajo de la catedral, se encuentra la Iglesia de Saydet el Najat (Nuestra Señora de la Liberación), del siglo XII, fue construida sobre los restos de una iglesia bizantina.
En el Museo de los fósiles, se puede contemplar una interesante colección de fósiles de varias especies de peces y de crustáceos retirados de la cantera de Hakel, Hajoula, Nammoura y Sahel Alma. Continuando en dirección al mar, se llega al puerto de Biblos, cuya entrada era protegida por dos torres que cierran la dársena y fueron construidas por los cruzados. Al principio, las torres estuvieron unidas por unas cadenas que reforzaban la defensa de la plaza. A mediados del siglo XX, este puerto fue conocido como punto de encuentro de la jet set internacional. Personalidades como Briggite Bardot o Marlon Brandon fondeaban en Biblos sus yates para pasear por las calles empedradas de la ciudad y deleitarse con el pescado ofrecido en los restaurantes del puerto con vistas al mar. Aunque pasado ya algunos años, este lugar sigue conservando el mismo encanto.
Finalizada la visita, regresamos a Beirut.
Alojamiento en Gefinor Rotana Hotel.
Día 5 – BEIRUT: Cedros del Señor – Bcharreh – Valle Qadisha
Desayuno buffet en el hotel.
A primera hora partimos en dirección a las hermosas montañas del norte del Líbano, hacia Arz al Rab, los Cedros del Señor (declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1998), símbolo eterno del país. Se trata de un pequeño bosque de cedros, de unos 400 árboles, testigo de una época en la que el legendario árbol dominaba el país. Este pequeño bosque se halla a una altura de unos 2.000 metros y alberga los cedros más antiguos de Líbano, muchos de ellos milenarios. Para tener idea de la antigüedad y de la importancia de estos árboles, con su madera se construyeron los sarcófagos de los reyes fenicios, los barcos que esta población utilizó para viajar por todo el Mediterráneo, así como el Templo de Jerusalén y el Palacio del Rey Salomón. Además, el aceite de cedro era un elemento indispensable del proceso de momificación, por lo que desde el Tercer Milenio, barcos cargados de esta preciada madera, iban camino a Egipto.
A los pies de los cedros, se encuentra BCHARREH, la población más importante del valle de Qadisha, cuna del inmortal escritor y pintor libanés Gibran Khalil Gibran (1883-1931), cuyo cuerpo está sepultado en el convento de Mar Sarkis (San Sergio), actualmente un museo. En el siglo VII, en este lugar vivían en grutas los discípulos de San Sergio. Más tarde construyeron una ermita. En el siglo XV se levantó un monasterio incrustado en la montaña. En el siglo XVl, el lugar se convirtió en la residencia del Cónsul de Francia y en el siguiente siglo fue ofrecido a la Orden de las Carmelitas, que lo reconstruyeron en 1862. En 1908, las Carmelitas mudaron la comunidad al centro de Bcharreh y construyeron el Convento San José, y Gibran Khalil Gibran en 1926 adquirió Mar Sarkis. A su muerte, en 1931, sus restos fueron trasladados desde Estado Unidos a este convento. En 1995 el espacio fue ampliado y modernizado para exponer sus obras. En el Museo Gibran Khalil Gibran encontramos la colección completa de sus pinturas y diseños, un total de 440, de las cuales solamente 170 están expuestas. Sus pinturas tienen un estilo propio, a pesar de que se encuentran semejanzas con las obras de William Blake. Raramente Gibran le daba título a sus obras, pues creía que “no se puede dar titulo a una visión”, y sostenía que “mi tela sabrá que me pertenece donde quiera que esté”. En una gruta en el sótano del museo, se encuentran varios objetos de Gibran como: cama, mesa, caballete de pintura etc. En la pared, cerca de un candelabro, el retrato de Gibran pintado por un amigo, Yosef Hoyeck, en los tiempos en que estuvo en París. En este mismo lugar está el túmulo con las cenizas del poeta y, al lado de éste, un cuadro grabado en árabe cuya leyenda dice: “Estoy vivo como usted. Estoy parado cerca de usted. Cierre sus ojos, de la vuelta, y me verá frente a usted”.
Almuerzo en Cedrus Hotel, o similar.
Entre Bcharreh y Hadchit se abren cordilleras que conducen al corazón del Valle de Qadisha (declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1998), uno de los asentamientos monásticos cristianos primitivos más importantes del mundo.
Qadisha, que en la antigua lengua siriaca quiere decir “santo”, reúne en sus escarpadas paredes un gran número de cuevas utilizadas como lugar de habitación y enterramiento por las comunidades de la montaña desde el Paleolítico. En época histórica, estas cuevas y abrigos, protegidos por el entorno natural de los bosques y la dificultad de su acceso, funcionaron como refugio para monjes, eremitas y místicos, tanto cristianos como musulmanes, pero también para todos aquellos que buscaban la seguridad en el aislamiento geográfico del valle. Las primeras comunidades cristianas se cobijaron en el Qadisha huyendo de las persecuciones religiosas (jacobitas, melquitas, nestorianos, armenios, incluso etíopes), víctimas de sus propias luchas intestinas, de las acometidas de los cruzados de Occidente o de los soldados enviados por el sultán otomano para someterles y aniquilarles. Sin embargo, los maronitas fueron los más numerosos y lograron imponerse en el valle desde su centro de Qannubin, combinando modos de vida eremita con la vida en comunidad. Durante siglos fue la escondida sede de diecisiete patriarcas maronitas, esta iglesia oriental que acata al papa de Roma, de liturgia árabe pero también siriaca, corazón religioso de Líbano. Los sultanes mamelucos penetraron en el valle en el siglo XIII, pero no pudieron evitar que el monasterio de Qannubin se convirtiera en un centro vital para la iglesia maronita, sede del patriarca desde el siglo XV hasta finales del siglo XIX.
En un principio eran cuevas naturales del valle, que estaban dispersas y eran de difícil acceso, además proporcionaban a los monjes y eremitas las condiciones de aislamiento suficientes para vivir la devoción, soledad y contemplación cristiana. Muchas de las cuevas fueron adaptadas como viviendas o celdas individuales y capillas. Otros, como monasterios, muchos de los cuales se encuentran ubicados en lugares insospechados, algunos de ellos al borde de dramáticos acantilados. Muchos de ellos tienen frescos en su interior o fachadas labradas en piedra. Junto a las cuevas, se construían terrazas para que los eremitas cultivaran cereales, vides u olivos.
Entre los muchos lugares que se pueden visitar, son especialmente interesantes Deir Mar Elicha(Convento de San Eliseo), construido en una gruta, está compuesto de un eremitorio y una iglesia con cuatro capillas incrustadas en un peñasco. Conocido por los viajeros en los siglos XVII y XVIII, este lugar fue anteriormente la residencia de un padre capuchino provenzal, François de Chasteuil, muerto en 1644, cuyos restos están enterrados al fondo, en un túmulo. En la entrada, en el nivel inferior de la iglesia, se pueden observar las habitaciones de los monjes (algunas de ellas no superan 1 m2), cuencas excavadas en las rocas para recoger el agua que bajaba de la montaña y, más abajo, otra entrada para una cueva que le servía de escondite al patriarca. En el nivel superior se ve una piedra negra con una inscripción en arameo en forma de “estrangelo” traída de Alepo, una rara caligrafía hecha en color roja y en sentido vertical desarrollada por los misioneros cristianos nestorianos que llegaron hasta China en el siglo Vll y adoptaron algunos elementos de la escritura de aquel país, como el sentido vertical de la escritura. Aunque es difícil datar el origen de este convento, lo cierto es que allí vivió un obispo maronita en el siglo XIV. Aquí fue fundada la Orden Libanesa Maronita en 1695, primera orden religiosa oficial maronita, conocida originalmente como Orden Alepín, ya que los fundadores vinieron de Alepo. Abajo, en el valle, cultivos de cerezos, albaricoques y olivos bordean el río que rodea el acantilado, en un entorno espectacular.
Otro de los monasterios más importantes del valle es el Convento de Santo Antonio de Qozhaya («tesoro de la vida» en siriaco), edificado en un extremo del valle, actualmente sigue siendo un lugar de peregrinación. La entrada, de estilo típicamente árabe, construida alternativamente con piedra ocre y beige, se abre a un gran patio con vistas al valle. Adosada a la pared rocosa, una pequeña iglesia coronada por tres campanas, está armoniosamente integrada en la cueva, a partir de la cual se construyó. Este monasterio, fundado en el siglo IV de la era cristiana, guarda una sorprendente imprenta instalada en 1584, que fue adquirida en Roma por el obispo maronita Sarkis el Razi, que tuvo que transportarla a este abrupto valle a lomos de mulas. Sarkis el Razi, burlando la prohibición del sultán de usar imprentas para divulgar el Corán y otros libros religiosos (el Corán sólo se imprimió doscientos años después), porque consideraba que atentaba contra su carácter sagrado, desmontó la maquina por piezas antes de transportarla desde Italia y consiguió pasar la vigilancia de marinos y soldados otomanos, llegando al monasterio. La imprenta, fue la primera instalada en los pueblos del Levante. Con sus caracteres de plomo siriacos, se compuso en 1610 el Libro de los Salmos de David, gracias al tipógrafo italiano Pasqual Eli. Aquel obispo tenía la ilusión de que con semejante maquina la Kadicha se convertiría en faro cultural de estos pueblos del Asia Menor. Sin embargo, su imprenta no pudo competir con los libros que importaban de Europa mercaderes de Alepo, del monte de Líbano y de Chipre. En realidad, la imprenta que hoy se puede ver no es la de 1595 que desapareció, sino otra muy posterior, que solo cuenta con algo más de 200 años de antigüedad. A la izquierda de la entrada de la gruta se abre una inmensa caverna llamada «la cueva de los locos». Todavía se ven las cadenas con las que se ataba a los llamados «locos» o «poseídos» esperando una curación milagrosa. De hecho, San Antonio tenía el poder de devolver la razón a quienes la habían perdido.
Finalizada la visita, regresamos a Beirut.
Alojamiento en Gefinor Rotana Hotel.