Día 3 – BEIRUT: Templos de Baalbek – Bodega Ksara – Anjar
Desayuno buffet en el hotel.
Dejando Beirut por la carretera de Damasco hacia la montaña descubriremos el Valle de Bekaa, una extensa y fértil llanura, regada por los dos mayores ríos del Líbano: Assi y Litani, ubicada 900 metros sobre el nivel del mar, entre las dos cordilleras del país. La región se encuentra repleta de pequeños pueblos, granjas de vegetales, bodegas y antiguas ruinas que cubren el valle como una alfombra caleidoscópica. En la antigüedad se conocía como el “granero del Imperio Romano”. Nuestra visita al Valle del Bekaa será también un viaje a las fuentes de la historia del vino. Así como en Roma, el dios romano Baco fue objeto de culto, también en Baalbek, se le dedicó un templo a este dios.
Llegada a BAALBEK (del fenicio Baal “Dios semita” y Beck “casa”), el mayor tesoro de Líbano y una de las maravillas del mundo antiguo. Se trata del conjunto de templos romanos más grande jamás construido y de los mejor conservados del mundo.
Aunque los orígenes de Baalbek se remontan a dos asentamientos cananeos de la Edad de Bronce (2900–2300 a.C.), algunos indicios permitieron a los arqueólogos fechar su fundación alrededor del inicio del siglo XII a.C., por los fenicios. Baalbek fue una ciudad comercial que unía la región al litoral, especialmente a Tiro, hacia donde enviaba su producción agrícola. Aprovechando el hecho de ser una encrucijada comercial, los cananeos construyeron en el monte Hermon un gran número de templos, entre ellos el dedicado a Baal, lo que hizo que el monte fuera considerado sagrado por todas las civilizaciones que se establecieron posteriormente en este lugar. Alejandro Magno, al conquistar la región incluyó a Baalbek en el mundo griego, convirtiéndola en “Heliópolis” (“Ciudad del Sol”), con Zeus, Afrodita y Hermes formando la santísima trinidad local.
Tras la conquista romana de la ciudad en el 64 a.C., la divinidad del lugar fue identificada como Júpiter y comenzó la construcción de la mayor Acrópolis del mundo romano en honor a Júpiter Heliopolitano, que sería terminada en el año 60 d.C., bajo el reinado de Nerón. Durante dos siglos, Roma levantó los más bellos templos religiosos con objeto de impedir la expansión del cristianismo, y así obligar a la población a adaptarse a sus deidades romanas. Bajo Trajano, se construyó el Gran Patio; y con Antonino Pío se levantó el Templo de Baco. Luego, con el gobierno de Caracalla, se construye el Templo de Venus; y bajo Marco Julio Filipe (244-249) se construye el Patio Hexagonal del santuario.
Cuando en el año 313 el cristianismo fue declarado religión oficial del Imperio, Constantino cerró los templos de Baalbek. Posteriormente, el emperador Teodosio derribó los altares del templo de Júpiter para construir una basílica dedicada a San Pedro; el salón Hexagonal fue convertido también en iglesia y el templo de Venus, en capilla. Tras la conquista árabe del 637, el santuario se transforma en una ciudad fortificada y se construye una mezquita. Tras el paso de los omeyas, abasíes y fatimíes, es ocupada por los bizantinos. Posteriormente, llegarían los selúcidas, es conquistada por Saladino y después por los mamelucos. Con el paso de los siglos, Baalbek sufrió saqueos y varios terremotos (en particular en el año 1759), la ciudad cayó en el olvido, hasta que a mediados del siglo XVIII fue redescubierta por el británico Robert Wood. Desde entonces, Baalbek se ha debatido entre las restauraciones y los períodos de guerra, llegando a estar ocupada, incluso, por las milicias de Hezbollah que hallaban entre las murallas de los templos el cobijo necesario de una fortificación sólida.
Visita del sitio arqueológico de BAALBEK (declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1984), probablemente el complejo de templos más importante construido por Roma. De hecho, no existe nada en el mundo que se parezcan a Baalbek y, por ello circulan en torno a sus ruinas tantas leyendas. Pese a tratarse de un lugar estratégico, de cruce de caminos, son muchos los que no han acertado a encontrar una explicación sobre el hecho de que Roma realizara estas monumentales construcciones precisamente aquí. Las piedras de Baalbek son las rocas talladas más grandes que se conocen, unos enormes bloques, colocados a más de seis metros de altura que formaron una base de más de 40.000 m2. Los eruditos aún no se han puesto de acuerdo en cómo se pudieron trasladar los bloques.
A la entrada de la ciudad se encuentra la colina del Jeque Abdallah, donde se halla la cantera de la que fueron extraídas las piedras para la construcción de los templos. Allí se encuentra la mayor piedra tallada del mundo (21,5 m de largo por 4,2 m de ancho y 4,8 m de altura), que se estima que puede pesar casi 2.000 toneladas; los árabes la conocen como, Hajar al- Hubla (“Roca de la Mujer embarazada”).
Templo de Venus: fuera del recinto amurallado, se halla el Templo de Venus, sobre un podio pentagonal en forma de herradura con 23 m de largo y 15 m de ancho. En su interior, la decoración de los nichos tiene forma de conchas del mar, que rinden homenaje a Venus, la diosa del amor y de la belleza. En la parte delantera del templo se encuentran los restos del Templo de la Musas. Posteriormente, el emperador Constantino, lo consagró a Santa Bárbara y se dedicó al culto cristiano.
Detrás del templo de Venus se encuentra la Pequeña Mezquita construida en 1618 por el príncipe Younes al Harmoush, sobre las ruinas de una antigua mezquita.
Propileos: el acceso al yacimiento se realiza a través del Propileos, una monumental escalera con 12 enormes columnas monolíticas de granito rosado de 8 metros de altura traídas de Asuán. El propileos está enmarcado por dos torres, de acuerdo con la tradición oriental, adornados con nichos y exedra (nicho semicircular o cuadrado con trono). En la pared, se encontraban las estatuas y tres puertas, que según las costumbres de los semitas antiguos eran puertas que separaban la tierra profana de la tierra sagrada y que daban acceso a otra sala.
Patio Hexagonal: construido bajo el reinado de Trajano (98-117), era el lugar donde los peregrinos se preparaban antes de entrar al Templo. Había tres puertas de acceso y 30 columnas de granito sostenían la estructura. En la parte Norte, se hallaban los establos para los animales de los peregrinos y los almacenes para sus pertenencias. El emperador romano Teodosio (347–395) ordenó cubrirla con una cúpula para convertirla en iglesia. Posteriormente los islámicos lo convertirían en un fuerte.
Gran patio: desde el salón hexagonal, se llega al gran patio, de 135 m de largo por 113 m de ancho, que contenía el gran altar con la torre. Desde aquí los peregrinos presenciaban los sacrificios. El patio está rodeado de pórticos con 84 columnas de granito, y en las paredes, 12 exedras, dos filas de nichos decorados con esculturas y símbolos esculpidos en piedras. A los lados de la torre, quedan los restos de dos grandes piscinas, una para la purificación ritual y otra para la purificación de los animales de los sacrificios.
Templo de Júpiter: desde el gran patio se sube una enorme escalera hecha de bloques monolíticos hacia el santuario, el mayor y el más bello monumento greco-romano del mundo, formado por grandes bloques (los más grandes jamás conocidos) ubicados en una base de 89 m de largo por 50 m de ancho. El santuario está rodeado por 54 columnas con capiteles corintios, de 20 m de altura y 2.20 m de diámetro. En relación a su posición, el templo fue construido a propósito hacia el este, para que los rayos solares pudieran entrar por las aperturas del techo, cerradas con una capa de vidrio, y así iluminar la estatua de Júpiter hecha de oro. Este templo resulta un tanto decepcionante comparado con el resto de colosales esculturas, ya que queda poco en pie.
Trilithon: en la parte oeste del templo de Júpiter, como base, están los tres bloques de piedra tallados con las increíbles medidas de 19 m largo, 4 m de altura y 3,5 m de ancho, y más de mil toneladas de peso que nadie ha podido explicar cómo llegaron allí desde la cantera.
Templo de Baco: el dios Baco era una divinidad solar y también de la vegetación, principalmente del vino y de drogas como el opio, usado por los fieles para entrar en éxtasis. Construido en el siglo II d.C., es uno de los templos mejor conservados en Oriente Medio, y la parte más espectacular de Baalbek; a ello contribuye el bello color de sus muros, así como su estructura, casi por completo en pie. El templo ocupa una superficie de 68 m de largo y 36 m de ancho y se encuentra rodeado de 42 columnas corintias. Se cree que fueron erigidas sin tallar y posteriormente se redondearon, pulieron y decoraron una vez ubicadas. A través de una gran escalera que conduce a una monumental puerta, considerada una de las más bellas y monumentales de la arquitectura antigua, se accede al templo, que se eleva sobre un gran podio de 5 metros con tres estancias: el pronaos (vestíbulo), la cela (cámara interior del templo) y el ádyton (estancia interior a la que sólo podían acceder los sacerdotes). La decoración de este templo fue muy destacada en la antigüedad clásica: bajorrelieves y esculturas representaban ménades, bacantes y escenas de la vida de Baco; la entrada, estaba adornada con motivos de uvas, hojas de parra, flores de opio y trigo, algo que plasma simbólicamente tanto los elementos de la Tierra de Bekaa, como la entidad de los rituales que se llevaban a cabo en el interior del templo. Se aprecia también una rica decoración en el techo del peristilo. En el dintel de la puerta, hay un bajorrelieve de un águila que, según la mitología, representaba a Júpiter, que sostenía el bastón de un mensajero (Mercurio) entre dos cupidos (Venus), en alusión a la Tríada Heliopolitana. Son muy curiosos los grafitis del interior del templo: uno pertenece al emperador Guillermo II y hay otro que pertenece al sultán Abdulhamid II, de cuando visitaron Baalbek para cerrar los acuerdos que posibilitaron los trabajos de los alemanes en la zona. Lo que pasaba en el Templo de Baco “se quedaba en el Templo de Baco”: las prácticas religiosas de estos templos contemplaban seguramente, como en otras culturas vecinas, la prostitución sacra, los sacrificios de animales (y quizá también humanos) y las ofrendas rituales a las divinidades.
Torre del siglo XV: delante del templo de Baco, se encuentra la torre mameluca del siglo XV, que servía de residencia militar al gobernador de la ciudadela. Alberga un pequeño museo que posee algunas piezas interesantes como el Sarcófago Douris, descubierto en 1996, en el que se encontró el cuerpo completo de una mujer con todos los complementos de oro con los que fue enterrada; o lápidas mamelucas con inscripciones coránicas.
Ciudadela Medieval: En la parte trasera del Templo de Baco, se hallan los restos de una ciudad islámica medieval. En el siglo XII, bajo el dominio del sultán Bahramshah, nieto de Saladino, el complejo de Baalbek, fue convertido en una fortificación islámica de resistencia frente a los Cruzados. Con la invasión de los mongoles, en 1260, el Templo de Baco y la torre sur fueron transformadas en un palacio y se erigió un gran muro para rodear todo el complejo.
Museo de Baalbek: saliendo del templo de Baco, a la izquierda, se pasa por un gran pasillo subterráneo bajo el gran patio del templo de Júpiter y que servía de hospedaje para los servidores del templo, para los peregrinos y también como establo para los animales que eran sacrificados. En este recinto se encuentra otra parte del museo de Baalbek con estatuillas y otros restos encontrados en el yacimiento.
Frente a las ruinas romanas encontramos la mezquita de Sitt Khawla, de estilo persa, y construida en 2010, es una verdadera obra de arte. Es un lugar de peregrinación musulmán, particularmente chiita, pues en este sitio fue sepultada la hija de Hussein –el hijo segundo del califa Ali, primo y yerno del profeta Mahoma–, Sitt Khawla, que falleció a los 5 años. La tumba se encuentra en el centro del santuario. Es un cubo dorado, de cuatro metros de largo y tres metros de ancho. La puerta está hecha de roble con incrustaciones de plata, y la parte superior del santuario está decorada con coronas plateadas y doradas con los nombres cifrados de los imanes. Además, hay versos coránicos en la puerta del santuario, con un enorme candelabro de cristal sobre el mausoleo. Varios metros por encima del santuario, un ciprés gigante penetra el techo del edificio. Se dice que el Imam Zainal Abidin plantó una pequeña rama para marcar la tumba. Con el paso de los años, la rama se convirtió en un gigantesco árbol de 1.400 años. Además del encanto y la belleza del mausoleo, uno se sorprende al ver las paredes que están cubiertas con hermosas decoraciones iraníes, todas inscritas con versos coránicos que se mezclan maravillosamente con colores azul, blanco y azul marino.
A unos 50 km de Baalbek, se encuentra KSARA, pueblo que lleva el nombre de un antiguo castillo franco, y donde se halla la bodega más antigua de Líbano. Este país diminuto lleva 5.000 años produciendo vinos. Dicen que Noé fue el primer productor de vino en estas tierras que lo extendió a Babilonia y Egipto, donde algunos frescos muestran que el vino era conocido desde la antigüedad. Los fenicios fueron grandes productores y en sus ánforas, como grandes navegantes, lo llevaron por todos los rincones del Mediterráneo. Griegos y romanos, siguieron con esta tradición e incluso la elevaron a lo divino, considerándola bebida de dioses. Después de la caída de Roma, el cristianismo tomó la tradición de la elaboración de tan preciado líquido y en cada iglesia o monasterio se creó un pequeño viñedo. También fue en el Líbano donde Cristo, en su primer milagro, convirtió el agua en vino en las bodas de Caná. La producción de vino se detuvo durante más de 300 años durante el periodo otomano, pero los franceses lo retomaron a inicios del siglo XX.
Visitaremos la Bodega Chateau Ksara, la mayor y más antigua bodega de Líbano. Fundada por monjes jesuitas en 1857, comenzaron haciendo vino para misa, y en 1972, pasaron la fábrica a una sociedad privada. Actualmente producen alrededor de 3 millones de botellas de una gran variedad de vinos. En Ksara el vino, para ser envejecido, se vierte en barriles dentro de una bodega natural en la montaña rocosa, un laberinto que fue descubierto por los padres jesuitas cuando estos seguían un zorro que se dedicaba a cazar sus gallinas. Vieron el hueco por el que había entrado el animal y descubrieron un laberinto de túneles subterráneos que recorren 2 kilómetros y alcanzan una profundidad de 8 metros, construido probablemente por los romanos.
Disfrutaremos de una degustación de vinos, durante la que tendremos oportunidad de comprobar la calidad de estos caldos milenarios.
Almuerzo en Ksara Winnery o Shams in Anjar, o similar.
Continuamos nuestro recorrido, y a unos 15 km, llegamos a ANJAR una localidad que fue erigida sobre el cruce de rutas comerciales que unían el Mediterráneo, Siria y el Norte de Palestina por la dinastía omeya. A diferencia de otros lugares históricos de Líbano, en Anjar no hubo una continuidad de otras civilizaciones, por lo que aquí solo encontraremos restos de la época del Califato Omeya del siglo VIII, que hizo de la ciudad un próspero punto comercial en el cruce de caminos en el que se halló ubicada, durante cinco décadas, hasta su desaparición.
La ciudad era conocida por sus abundantes fuentes de agua, de ahí que fuera nombrada como Ain Jerrha (“Fuente de Jarra”), que dio lugar al nombre actual. Los omeyas conforman la primera dinastía hereditaria del islam con sede en Damasco, y permanecieron siempre ligados a las tribus beduinas que les habían asegurado el dominio del Imperio. Con el deseo de mantener estrechos vínculos con esas tribus, la mayor parte de ellas nómadas, comenzaron a fijar residencias donde se fueron estableciendo que transformaron en fortalezas o centros comerciales con el fin de difundir un modo de vida más civilizado y animar a la sedentarización de los beduinos. En este estado de cosas, el califa Walid Ben Abd al Malik (705–715) ordenó construir la ciudad fortificada de Anjar al pie de la cordillera del Anti-Líbano, muy cerca de una de las fuentes del Río Litani, en un lugar privilegiado del Valle de Bekaa. Para la construcción de la ciudad, el califa contrató arquitectos, artesanos y decoradores bizantinos y sirios expertos en artes romanas y griegas. Se cree que en la edificación de Anjar participaron prisioneros de guerra bizantinos, cristianos nestorianos del norte de Irak y obreros coptos. Años más tarde de la muerte de Walid Ben Abd al Malik, el también Omeya Marwan II arrasó la ciudad que quedó abandonada. La ciudad actual fue fundada por armenios que escaparon del genocidio otomano en 1915, razón por la que existen varias placas en el idioma armenio.
Visita de la antigua ciudad omeya de ANJAR (declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1984), cuyas ruinas cubren 114,000 m² y están rodeadas por una muralla de dos metros de espesor y siete metros de altura. Su diseño rectangular de 370 m por 310 m se basa en la planificación de la ciudad romana y la arquitectura con mampostería prestada de los bizantinos. Los edificios interiores alternaban piedra y ladrillo en sus muros porque se les suponía más resistente a los seísmos. A la ciudad se podía acceder a través de cuatro puertas orientadas a los cuatro puntos cardinales. Las puertas trazaban dos caminos de lado a lado (el Cardo Maximus y el Decumanus Maximus,) que se cruzaban en su parte central en un gran tetrapilón y formaban los cuatro barrios de la ciudad (señoriales en la parte oriental, y populares, en la occidental). Además, las calles se encontraban bordeadas por pórticos con arquerías techadas (a modo de soportales) en las que desembocaban más de seiscientos negocios. Una perfecta red de canalizaciones conducía el agua a través de dos alcantarillas principales que llevaban las aguas residuales por el centro del cardo y del decumano para arrojarlas al exterior, hacia el norte, por debajo de la puerta. Lo más importante del yacimiento son las ruinas del Palacio del Califa Walid Ben Abdul Malek, del siglo VIII, que representa la fuerza de los primeros musulmanes que llegaron de Damasco y, desde allí, tomaron rumbo hacia Occidente, llegando hasta la Península Ibérica. Cuarenta años más tarde, Maruan II, competidor del hijo del califa para la sucesión, destruyó la ciudad. El palacio posee forma rectangular, de 59 m por 70 m, parcialmente reconstruido, está precedido por una serie de arcadas. Su patio central está rodeado por un peristilo. En otro de los cuadrantes contiene los restos de un hammam.
Finalizada la visita, regresamos a Beirut.
Alojamiento en Gefinor Rotana Hotel.