Viaje a ISRAEL IV: JERUSALÉN, visitando Monte de los Olivos, ciudad moderna, Museo de Israel, Museo Torre de David, Monte Sion | Los viajes de Vagamundos día a día

Día 5 – JERUSALÉN: Monte de los Olivos – Ciudad moderna – Museo de Israel – Museo Torre de David – Monte Sion (Cenáculo – Basílica de la Dormición – Tumba del Rey David)

Desayuno buffet en el hotel.

Tres veces santa: capital de la Eternidad, Trono del Señor, Centro del Universo, no ha existido ciudad más colmada de adjetivos y cantada que JERUSALÉN (en hebreo, Yerushaláyim; en árabe, al-Quds). Esta ciudad que carece de ríos, no mira al mar, ni disfruta de una situación estratégica, debe toda su importancia a la religión. Jerusalén es la ciudad que custodia las tres “piedras”, símbolo de las tres grandes religiones monoteístas: el Muro occidental para los judíos, la losa del Sepulcro para los cristianos y la piedra de Mahoma para los musulmanes. Pero Jerusalén, 12 veces destruida, 20 veces sitiada y 50 veces capturada, fascina por igual a los devotos más fervientes y también a los viajeros más incrédulos.

El origen de Jerusalén

Aunque los escritos más tempranos que hacen referencia a la ciudad son los agrupados en los Textos de Execración (siglo XIX a.C.) y en las “Cartas de Amarna” (siglo XIV a.C.), ambos egipcios, cuando la ciudad estaba habitada por tribus, los restos arqueológicos testimonian ya la existencia de asentamientos humanos a mediados del III milenio a.C. Se cree que los primeros habitantes de la ciudad fueron los jebuseos, que bautizaron su nuevo hogar como Jebús, antes de la llegada de las tribus hebreas a Canaán a principios del siglo XIII a.C.

Primer y Segundo Templo de Jerusalén

Según la tradición judía, David rey de Israel conquistó Jerusalén en el año 1004 a.C. y la convirtió en capital de su reino unificado. La historia de Jerusalén entró así en una etapa de esplendor. Su hijo, el rey Salomón, amplió las murallas de la ciudad y construyó el conocido como Primer Templo de Jerusalén (959 a.C.), destinado a guardar la venerada Arca de la Alianza, que contenía las leyes que Yahvé entregó a Moisés en el Monte Sinaí. A la muerte de Salomón, las 10 tribus del norte de Israel se separan para formar el reino de Israel, y Jerusalén queda como capital del pequeño reino de Judá.

En el 586 a.C., Nabucodonosor, rey de Babilonia, destruye la ciudad y el templo y los judíos son obligados a exiliarse en Babilonia. En el 538 a.C., Ciro el Grande, permite a los judíos volver a su tierra, y que construyan lo que será el Segundo Templo (516 a.C.).

En los siglos siguientes pasará de unos dominadores a otros: persas, macedonios, ptolomeos de Egipto y seléucidas. En el 164 a.C. los asmoneos se hacen con la ciudad y vuelven a santificar el templo que había sido profanado por los seléucidas.

Reproducción del Templo de Salomón

El dominio de Roma

En el año 64 a.C., las tropas romanas de Pompeyo se lanzaron a la conquista de Jerusalén, que quedó anexionada al Imperio como Provincia de Judea. Gobernada por Herodes, Jerusalén extendió sus murallas y embelleció sus calles, pero la paz no duró mucho. A la muerte de Herodes, y tras un breve mandato de su sucesor, Arquelao, la administración romana encomendó Palestina al procurador Poncio Pilatos. Durante su mandato ordenó la muerte de Jesucristo. En el año 66 d.C. se desató la primera guerra judeo-romana. Las tropas del emperador Tito arrasaron Jerusalén, destruyeron el Segundo Templo y redujeron la ciudad a cenizas. Muchos judíos fueron esclavizados y otros huyeron al exilio. El único vestigio del venerado Templo de Salomón que quedó en pie es el Muro de las Lamentaciones, el lugar más sagrado del mundo para los judíos.

Entre los años 132 y 135 tuvo lugar una nueva rebelión, en esta ocasión encabezada por Bar Kojba, que fue aplastada por Adriano, dando inicio a la diáspora judía. Jerusalén fue reconstruida al estilo de una ciudad romana y fue renombrada como Aelia Capitolina. A los judíos se los prohibió la entrada a la ciudad so pena de muerte.

Bizantinos, musulmanes, cruzados, mamelucos y otomanos

Tras varias sangrientas revueltas fallidas, Jerusalén pasó a formar parte del Imperio Bizantino, llegando a ser una de sus cuatro sedes más importante. Tras la instauración del cristianismo como religión oficial en el siglo IV, Constantino erigió varios monumentos religiosos, entre ellos la iglesia del Santo Sepulcro en el año 326.

En el año 638 la ciudad es conquistada por los árabes, y 50 años más tarde es construida la cúpula de la roca sobre las ruinas del Templo. Durante los primeros siglos de dominio islámico, Jerusalén fue un centro de peregrinación protegido para judíos, cristianos y musulmanes, pero en el siglo X el califa al-Hakim comenzó a perseguir a los no musulmanes, destruyendo iglesias y sinagogas, algo que más adelante, daría origen a las cruzadas.

Los cruzados toman la ciudad en el 1099, reconstruyendo muchos de los lugares santos, pero 90 años más tarde el Reino Latino de Jerusalén fue derrotado por Saladino. Después de un breve acuerdo con el sultán de Egipto en 1229 por el que Jerusalén vuelve a manos cristianas, la ciudad pasa a ser dominada por los mamelucos que la administran hasta 1517, año en el que son derrotados por los otomanos. A mediados del siglo XV, el sultán Solimán el Magnífico levantó la impresionante muralla de la Ciudad Vieja y selló la Puerta Dorada, por donde, según la tradición judía, entrará el Mesías para liberar Jerusalén.

Los cruzados en Jerusalén

Tras la publicación en 1856 del Edicto de Tolerancia a todas las religiones por el sultán turco, se produce un movimiento de inmigración judía, y se construyen los primeros barrios extramuros, que ahora forman el centro de la ciudad.

El mandato británico

En diciembre de 2017, durante la I Guerra Mundial, el ejército británico entra en Jerusalén; en 1920 comienza el periodo de administración británica en Palestina, con un creciente fervor nacionalista tanto árabe como judío, convirtiéndose la ciudad en un hervidero de tensiones políticas y atentados y, en ocasiones, de guerra abierta entre árabes y judíos, entre facciones árabes rivales y entre sionistas y británicos. En 1947, ya finalizada la II Guerra Mundial, la guerra entre árabes y judíos es total.

La ONU, aprobó una resolución el 29 noviembre de 1947 en la que se establecían dos Estados, uno árabe y otro judío, quedando la ciudad de Jerusalén internacionalizada. La propuesta fue aprobada por los judíos pero rechazada por los árabes, dando inicio al día siguiente a una guerra civil.

La guerra dura hasta el 3 de abril de 1949, cuando la ONU divide la ciudad en dos: la parte nueva se entrega al recién nacido Estado de Israel, mientras que el sector oriental, la ciudad antigua, se entrega a Jordania. Esto provocó el desplazamiento de los habitantes árabes y judíos de la ciudad.

La ciudad eternamente dividida

Separados por tierra de nadie, se erigieron barreras de alambre de espino y de cemento que separan la ciudad, permaneciendo así dividida durante 19 años. En todo ese tiempo, no estuvo permitida la entrada a los judíos en los santos lugares.

Durante la guerra de los Seis Días, entre el 5 y el 10 de junio de 1967, las tropas israelíes se enfrentaron con sus vecinos árabes (Egipto, Jordania, Irak y Siria). Israel amplió las fronteras designadas por la ONU y ocupó Jerusalén. Se adueñaron de la parte árabe de la ciudad, unificando la ciudad y declarando Jerusalén como capital indivisible del estado. Sin embargo la ONU condenó la anexión del lado jordano. El gobierno israelí facilitó el acceso a los Santos Lugares a las tres religiones: judía, musulmana y cristiana.

Desde entonces, Palestina reclama Jerusalén Este (y, por tanto, la Ciudad Vieja) como su capital. Israel, por su parte, considera Jerusalén como su capital eterna e indivisible, generando así un conflicto de complicada solución. La mayoría de los países miembros de la ONU sigue considerando Tel Aviv como la capital del país. En enero de 2004 empezó la construcción en el territorio de la Gran Jerusalén de un muro de seguridad para separar la zona israelí de los Territorios Palestinos. En 2017 Estados Unidos, reconoció a Jerusalén como capital de Israel, y al poco, trasladó su embajada a esta ciudad.

Actualmente la ciudad supera los 900.000 habitantes, siendo la comunidad más numerosa la judía, con un 63% frente al 33% de musulmanes y el 2% cristianos.

Hoy en día, Jerusalén es un destino turístico tranquilo, con amplias medidas de seguridad que garantizan una normalidad prácticamente permanente. Visitarla es retroceder en el tiempo, es vivir y emocionarse con la cantidad de vestigios y edificios milenarios que la hacen única. La ciudad de piedra de Jerusalén es grande por su historia, pero lo es más aún por sus gentes. Pasear por los diferentes barrios es descubrir una ciudad repleta de tradición y emociones, donde se mezclan diferentes pueblos y culturas.

La ciudad está situada sobre una serie de lomas que forman parte del sistema montañoso de Judea, a unos 800 m de altitud. Comenzamos la VISITA DE JERUSALÉN, una ciudad sagrada para las tres confesiones monoteístas mayoritarias: judaísmo, cristianismo e islam, y en la que miremos donde miremos, la religión es omnipresente. Comenzaremos nuestro recorrido en el mirador situado en el bíblico Monte de los Olivos, una colina que siempre ha sido un lugar sagrado para los habitantes de la ciudad, y desde donde contemplaremos la estampa más bella de la ciudad vieja de Jerusalén, un laberinto de calles angostas, mercados, iglesias, mezquitas y sinagogas, parapetado por una muralla de la época otomana, y dominado por el brillo dorado de la Cúpula de la Roca, erigida en lo alto del monte Moriah, donde el rey Salomón emplazó su palacio y un magnífico templo.

Monte de los Olivos, Jerusalén

El recorrido pasa por templos que conmemoran momentos de la vida de Jesús y por un extenso cementerio judío donde los creyentes aseguran que empezará la resurrección. Según el Libro de Zacarías (14, 4), en este monte, que se partirá por la mitad, Dios empezará a redimir a los muertos cuando el Mesías regrese el día del Juicio Final. Uno de los primeros lugares del trayecto la mezquita de la Ascensión, construida sobre una antigua iglesia bizantina del siglo IV y convertida en mezquita por Saladino en 1198, fue erigida para conmemorar la Ascensión de Jesús. Jesús (Isa para los musulmanes), habría dejado aquí la huella de su pie derecho antes de subir al cielo, lo que sería la última señal de su presencia en la tierra tanto para musulmanes, que lo veneran como profeta, como para los cristianos. La iglesia del Pater Noster, construida en el siglo XIX sobre una anterior bizantina y otra cruzada, en el lugar donde se cree que Jesús enseñó a sus discípulos el Padrenuestro; la capilla de Dominus Flevit, construida en 1955 con forma de lágrima su nombre significa “el Señor lloró”, se alza sobre el lugar en el que Jesús se sentó a llorar por el destino de Jerusalén. En un entorno muy agradable, entre árboles, se encuentra la iglesia ortodoxa rusa de Santa María Magdalena, consagrada en 1888, fue construida por orden del zar Nicolás II siguiendo el estilo de las iglesias ortodoxas del siglo XVII; posee siete llamativas cúpulas doradas bulbosas.

Casi al final del sendero se halla el Huerto de Getsemaní, unas verjas guardan 8 olivos que se calcula que podrían tener más de 2.000 años de antigüedad, por lo que podrían ser algunos bajo los que Jesús rezó y sus discípulos durmieron. Un pasadizo nos lleva hasta la Gruta de la Traición, el lugar donde según la tradición cristiana, los soldados romanos apresaron a Jesús tras la traición de Judas. En su día se usaba para el prensado de aceite, pero los fragmentos de mosaicos de los siglos IV y V atestiguan que se transformó en un lugar de culto. Pegado al huerto se encuentra la Basílica de la Agonía (también conocida como iglesia de las Naciones), una de las más bonitas de Jerusalén. Su nombre le viene dado por la “roca de la agonía”, sobre la que se cree que Jesús se retiró a orar después de la Última Cena, antes de ser arrestado. La basílica descansa sobre los cimientos de dos templos anteriores, una iglesia bizantina del siglo IV, que fue destruida en el año 747 por un terremoto y una capilla que los cruzados levantaron en 1170, abandonada a mediados del siglo XIV. La actual fue construida en 1924 según diseño de Antonio Barluzzi, con la aportación de 12 países (de ahí el otro nombre de la iglesia y sus 12 cúpulas decoradas con escudos de armas nacionales). La fachada es de estilo neobizantino, con una serie de pilares; como remate, un mosaico mostrando simbólicamente a Jesucristo como enlace entre Dios y la humanidad. El mosaico del ábside representa la agonía de Jesús, y los de los laterales, su arresto y el beso de Judas. En el pavimento hay secciones del mosaico bizantino.

Basílica de la Agonía, Jerusalén

A continuación nos dirigimos a la parte moderna de Jerusalén. Nos detendremos delante del Knéset (Parlamento), cuyo origen se remonta al regreso del pueblo judío desde el exilio babilónico en el siglo V a.C. a Israel, donde se congregó la Gran Kneset o Gran Asamblea, a la que debe su nombre. Aquí se reúnen los 120 legisladores de Israel (el mismo número de miembros que se reunió en la Gran Asamblea). Fue construido en 1966 con la famosa piedra roja de Jerusalén, gracias a la donación de la familia judía Rothschild. Ante la puerta encontraremos una enorme menorá (candelabro) de bronce que representa 29 escenas de la historia judía, regalo del Partido Laborista británico en 1956. La menorá, es el candelabro de siete brazos, uno de los objetos rituales más importantes del judaísmo y uno de sus símbolos más antiguos, ya que remonta a la época inmediatamente posterior a la salida de Egipto (descrito en el libro del Éxodo).

Nuestra siguiente visita será el Museo de Israel, el más grande e importante del país. Inaugurado en 1965 y reformado en 2010, consta de varios edificios en los que se refleja la historia,  etnografía y arte a lo largo de los tiempos. Visitaremos los dos departamentos más importantes del mismo, como son, el Santuario del Libro y la maqueta de Jerusalén de los días del Segundo Templo. Sin ninguna duda, la parte más impactante de todo el museo es el Santuario del Libro, cuyo edificio está lleno de simbología: el techo tiene la forma de una tapadera de vasija, la estructura del interior recuerda una cueva y la utilización del blanco y negro característica de todo el edificio alude al material que conserva los famosos Manuscritos del Mar Muerto, descubiertos en 1947 en unas cuevas de Qumrán (que visitaremos pasado mañana). Se trata de casi 1.000 pergaminos y papiros escritos casi todos en hebreo y algunos en arameo y en griego, encontrados en 11 cuevas de las casi 300 inspeccionadas en Qumrán, en el desierto de Judea (Cisjordania) entre 1947 y 1956. De temática secular y religiosa, se cree que fueron escritos por un grupo de judíos ascéticos llamados esenios, una secta religiosa creada en el siglo II a.C. y desaparecida en la primera guerra judaica (66-400 d.C.). En la sala de la entrada se exponen facsímiles de algunos manuscritos y un mapa de la región del Mar Muerto. En la plataforma central, con forma de manivela de rollo de la Torá, se expone una copia del rollo con 66 capítulos del Libro de Isaías, el más importante, el más largo (7,30 m) y el manuscrito completo más antiguo de un libro de la Biblia (100 a.C.). La exposición explica la historia de los rollos y los esenios y exhibe algunos de los documentos originales. Además de los manuscritos de Qumrán, recoge las cartas de Bar Kojba (el líder judío que dirigió en el año 132 la rebelión contra el Imperio romano, estableciendo un estado judío independiente que dirigió durante tres años hasta ser derrotado por los romanos en 135), los rollos de Masada y otros objetos relacionados con los pergaminos. A continuación se encuentra una maqueta de Jerusalén en los tiempos del Segundo Templo, una rigurosa reproducción a escala 1:50, que ocupa un área de 2000 m². Fue diseñada por el historiador y geógrafo israelí Michael Avi Yonah, a partir de escritos de Flavio Josefo y otras fuentes históricas de la época de Herodes y de Cristo e incluye una réplica del Templo de Herodes.

Santuario del Libro (Museo de Israel), Jerusalén

Almuerzo en restaurante local.

Junto a la Puerta de Jaffa, en pleno Barrio Armenio, se encuentra la histórica ciudadela de Jerusalén, una majestuosa estructura de piedra, que en su origen fue el lujoso palacio de Herodes el Grande. El monarca dotó al palacio de tres  enormes torres construidas con grandes bloques, pues eran ante todo dispositivos defensivos, conectados con un muro de 15 m de altura que rodeaba todo el edificio. La mayor de las torres se inspiró en el Faro de Alejandría, una de las siete maravillas del mundo antiguo. Aquí residía el rey junto a su familia y toda la corte. Tras la muerte de Herodes, el palacio fue utilizado por los procuradores romanos; por ello, parece posible que fuera aquí donde Poncio Pilatos juzgó a Jesús. En el siglo III, los bizantinos confundieron sus ruinas con el que había sido el palacio de David, de ahí su nombre. Fue utilizada también por cristianos y cruzados, y remodelada por los mamelucos y otomanos, que fueron los que le dieron la forma actual. Hoy alberga el Museo Torre de David que recorre la historia de los últimos 4000 años de la Ciudad Santa, desde la época cananea hasta nuestros días. En el patio central del museo se encuentran los restos arqueológicos del período del Primer Templo (950-580 a.C.) y partes de la muralla del siglo I a.C. Alrededor de estos restos arqueológicos se extienden las salas del museo, fundado en 1988. Cada sala contiene objetos, vídeos y mapas de varios periodos de la historia de Jerusalén. Paseando por las diferentes salas es posible viajar en el tiempo y ver cómo la ciudad evolucionó al paso de los romanos, los bizantinos, los musulmanes o los británicos. Una de las partes más destacadas del museo es la maqueta de Jerusalén en el siglo XIX. Desde la torre principal se disfruta de una impresionante vista panorámica de 360º de Jerusalén, tanto de la Ciudad Vieja como la parte más moderna.

Museo Torre de David, Jerusalén

Cerca se halla el Monte Sion, lugar venerado por judíos (por la Tumba del rey David) y cristianos (aquí ocurrió la Asunción de María y se celebró la Última Cena). La colina está delimitada al este por el valle de Kidrón, al sur y al oeste por el valle de Hinón y al norte por las murallas de la ciudad, lo que lo hace parecer una isla fuera de los dominios de la Ciudad Vieja.

En la cumbre del monte se encuentra la iglesia de la Dormición, con su torre redonda de arenisca rodeada de cuatro pequeñas torrecillas y elegantes arcos de estilo románico, la convierten en uno de los monumentos más bellos de la ciudad. En este lugar, según la tradición, la Virgen María murió (el término “dormición” significa sueño apacible o muerte indolora), convirtiéndose pronto en lugar sagrado. Se sabe que en el siglo V hubo una gran basílica que más tarde quedó en ruinas. Posteriormente los cruzados erigieron una iglesia con capillas. La iglesia actual, propiedad de la orden benedictina alemana, fue construida a principios del siglo XX por orden del káiser Guillermo II; tomó  como modelo la catedral de Aquisgrán (Alemania). La parte principal de la iglesia luce un espléndido suelo de mosaico con los símbolos del zodíaco y los nombres de los santos y profetas. El ábside sobresale con un mosaico que representa a la Virgen con el niño en sus brazos sobre un hermoso  fondo de oro. Bajo la basílica se halla la cripta del Sueño Eterno, el lugar donde María se unió a Jesús en un sueño, rodeada de columnas talladas; encontramos también una imagen de madera y marfil de la Virgen Durmiente así como paredes decoradas con imágenes de mujeres del Antiguo Testamento.

Monte Sion, Jerusalén

Llegada al Cenáculo, el lugar donde según el Nuevo Testamento, Jesús celebró con los apóstoles la Última Cena antes de morir en la cruz, aunque los historiadores coinciden en que es poco probable que se celebrara aquí. Se trata de una enorme cámara sin decoración, con bóveda de crucería que formaba parte de la iglesia Sagrada de Sion del siglo IV. En la Edad Media se incorporó al monasterio franciscano contiguo, mientras que en el siglo XV los turcos la convirtieron en una mezquita y añadieron un mihrab y varias vidrieras, lo que crea un bello contraste con la estructura cristiana de estilo gótico. Bajo la sala de la Última Cena hay varias pequeñas cámaras donde la tradición sitúa la tumba del rey David. El lugar se identificó por primer vez como tumba de David en el siglo XI y en el XV los musulmanes la incorporaron a una mezquita, pues considera a David uno de sus profetas. En realidad se trata de un cenotafio de los cruzados que se encuentra sobre una edificación anterior, posiblemente una sinagoga-iglesia de una comunidad judeo-cristiana. La Biblia hace referencia al entierro de David junto con sus antepasados en la Ciudad de David (I Reyes 2, 10) y muy probablemente David está enterrado bajo el montículo del monte Sion. Una gran menorá dorada recibe a los visitantes al entrar a la sala, que dispone de dos zonas de oración diferenciadas para hombres y mujeres –como marca la tradición judía–, frente al sarcófago de David, cubierto por una túnica azul con inscripciones en hebreo.

Cena y alojamiento en Leonardo Plaza Hotel Jerusalem.

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