Día 4 – NAZARET – Jericó – Ein Karem – JERUSALÉN
Desayuno buffet en el hotel.
Partimos a primera hora hacia una de las ciudades más antigua del mundo y la primera conquistada por los Hijos de Israel cuando regresaron del cautiverio egipcio, nada más y nada menos que JERICÓ(*), conocida en la Biblia como la “Ciudad de las Palmeras”. Situada en Cisjordania, a pocos kilómetros del norte Mar Muerto, 258 m por debajo del nivel del mar (la ciudad más baja de la Tierra), y en pleno desierto de Judea, Jericó debe su existencia a los numerosos cauces de agua que circulan por la zona que parten del famoso manantial Ain es-Sultan (el manantial de Eliseo de la Biblia), y que la han convertido en una ciudad oasis, próspera en el desierto con una tierra fértil y un microclima cálido que atrajo hace 10.000 años, a finales del período mesolítico, a sus primeros habitantes. Según la Biblia, Jericó fue la primera ciudad tomada por los israelitas en el siglo XIII a.C., liderados por Josué (aunque las excavaciones arqueológicas no han hallado restos de la conquista hebrea). Durante la época romana, Marco Antonio regaló la ciudad oasis a Cleopatra, quien a cambio se la dejó a Herodes el Grande. Jesús estuvo en Jericó en su último viaje a Jerusalén. Vespasiano la destruyó durante la primera guerra judaica y Adriano la volvió a edificar, continuando hasta la época bizantina, en la que se convirtió en un importante foco cristiano. Conquistada por los cristianos en 1099, es destruida por Saladino en 1187, quedando reducida a un mísero villorrio. Durante 400 años fue parte del Imperio Otomano hasta 1917, luego estuvo bajo el Mandato Británico de Palestina, pasando a control jordano entre 1948 y 1967. Posteriormente fue invadida por Israel durante la Guerra de los Seis Días, permaneciendo desde entonces bajo ocupación militar israelí. En 1994, después de los Acuerdos de Oslo, fue la primera ciudad devuelta a la Autoridad Palestina.
Según la Biblia, los israelitas acamparon ante la ciudad, rodeada de altas murallas y con casas en lo alto. El séptimo día las murallas fueron derribadas al sonido de las trompetas y sus habitantes muertos, excepto la prostituta Rahab, que había dado cobijo a los espías de Josué. Poco después Josué maldijo a quien volviera a edificar la ciudad (Josué 6)
En JERICÓ tuvo lugar la parábola del Buen Samaritano (Lucas 10, 29-37)
En el monte de las Tentaciones Jesús resistió durante 40 días de ayuno las tentaciones de Satanás (Mateo 4, 1-13)
Visita del Palacio de Hisham (Khirbet el Mafyar), pabellón de caza que pertenece a los llamados castillos del desierto, una serie de monumentos que datan del periodo omeya y que se encuentran repartidos entre Siria, Jordania, Israel y Palestina (en Jordania tendremos la oportunidad de visitar otros). Aunque distan mucho unos de otros en términos de tamaño, ubicación y función, todos ellos están relacionados con los diversos personajes de la familia dominante de los Omeyas. Probablemente es el monumento islámico más importante de Palestina por la decoración de estuco de las paredes y sus suelos de mosaico. Los arqueólogos lo denominan el “Versalles de Oriente Próximo”. Su construcción fue iniciada por el califa omeya Hisham ibn Abd al-Malik (724-743) y continuada por su sucesor Walid II (743-744), famoso por su vida extravagante, y que al poco fue asesinado. Aunque se encuentra en ruinas, ya que fue destruido hace siglos por un terremoto, lo que queda en pie nos da idea de lo extraordinario que debió ser. Descubierto en el transcurso de unas excavaciones realizadas entre 1930 y 1940, el complejo incluye el propio palacio, el patio, la casa de baños, la mezquita, una fuente con jardines y un recinto de 60 hectáreas con plantas, animales, mosaicos y elaboradas decoraciones. El palacio mismo es un gran edificio cuadrado con entrada monumental, en torno a un gran patio porticado. La sala de baño servía también de sala de audiencias y sala de banquetes. Especialmente hermosos son los mosaicos que adornan el pavimento del palacio, destacando el diwan de la sala de baños, llamado «árbol de la vida», que representaba un frondoso árbol y debajo tres gacelas que pastan y sobre las que se abalanza un león.
Llegada a Tell Jerico (también conocido como Tell es-Sultan), un abrasado lugar situado en una colina (tell, en árabe), en el margen occidental del río Jordán, donde se encuentran restos de viviendas y fortificaciones de hace 10.000 años. Se trata de uno de los más antiguos lugares de ocupación del Oriente Próximo y enclave fundamental para el conocimiento del Neolítico. Es imposible no sentir la historia al pasear por sus montículos y ruinas. Bajo tierra, las capas de civilización se remontan hasta las neblinas de la historia. Sus habitantes ya conocían la agricultura y cultivaban trigo y cebada en sus fértiles terrenos. El poblado estaba habitado por alrededor de 500 personas, una cantidad muy elevada para la época. También comenzaron a construir grandes estructuras de piedra. Lo más asombroso es la gran torre de piedra (se alza a 11 m de altura y una anchura de 9 m en la base) de gruesas paredes que data del año 8000 a.C., así como las ruinas de la doble muralla defensiva (entre 4 y 5 m de alta y 1,5 a 2 m de ancha), que rodeaba todo el poblado y que indican que Jericó fue probablemente la primera ciudad fortificada del mundo: según la leyenda, la torre aguantó siete terremotos. Para algunos estudiosos, la muralla no tuvo un carácter defensivo, sino que pudo construirse para proteger el poblado contra las inundaciones, teniendo la torre algún tipo de significado ritual. Jericó aparece en la historia por primera vez en la Biblia, donde se describe cómo caen sus muros ante el sonido de las trompetas del ejército de Josué, un hecho fechado en torno al año 1200 a.C. En cualquier caso, no se han encontrado restos de la antigua ciudad conquistada por los israelitas. De hecho, la muralla, que inicialmente se identificó con la arrasada por Josué, se remonta al III milenio a.C., esto es, muy anterior al hecho narrado en la Biblia.
Tomaremos un teleférico que nos llevará hasta el Monte de las Tentaciones, donde según la Biblia, el diablo se le apareció a Jesús para tentarle tras sus 40 días de ayuno después de haber sido bautizado en el río Jordán. El monte se halla salpicado por varias decenas de cuevas que fueron habitadas por ermitaños desde los primeros años del cristianismo, que convirtieron en pequeñas celdas y capillas. Aquí se encuentra uno de los lugares más impresionantes de toda Cisjordania, como es el monasterio de Quarantul (“de la Cuarentena”) construido en el lugar de la tentación. En el siglo IV, los bizantinos construyeron un pequeño monasterio sobre las ruinas de una fortaleza asmonea, donde la tradición sitúa que Jesús pasó cuarenta días de ayuno y meditando sobre la tentación de Satán. El monasterio fue abandonado en el año 614 por la invasión persa. La Iglesia Ortodoxa Griega, adquirió estas tierras en 1874, y en 1895 se construyó el actual monasterio. La iglesia de la Tentación está decorada con más de cien iconos de los siglos XVIII y XIX. En el ala sur hay trece peldaños que bajan a la capilla de la Primera Tentación, donde se encuentra la piedra sobre la que se dice que se sentó Jesús durante su ayuno. El monasterio es una increíble proeza de ingeniería, excavado en la cara del peñasco y con unas vistas espectaculares del valle del Jordán, los montes de Judea, el oasis de Jericó y el Mar Muerto.
Almuerzo en restaurante local.
Seguimos ruta y llegada a la Ciudad Santa de Jerusalén.
Escondido en un valle del extrarradio occidental de Jerusalén, se encuentra EIN KEREM (“manantial de la viña”), un bonito pueblo de casas de piedra rodeado de cedros libaneses y pinos autóctonos con fuertes lazos bíblicos. Era un pueblo árabe hasta la guerra de 1948, durante la que sus residentes huyeron, y se repobló con judíos llegados de Marruecos y Rumanía. Según la tradición cristiana fue en esta población donde se produjo la Visitación, un episodio del Nuevo Testamento donde se narra que María, la madre de Jesús, visitó a su prima Isabel embarazada de Juan el Bautista (Lucas 1, 39-56), que nacería y viviría aquí.
Visita de la iglesia de San Juan Bautista, con una elevada y estilizada torre, posee aspecto de fortaleza. Se levantó sobre los restos de estructuras anteriores bizantinas (siglo V) y cruzadas (siglo XI), destruida y transformada por los árabes en caravasar. En el siglo XVII se restituyó a los franciscanos que la restauraron (1674). El edificio actual es de mediados del siglo XIX, y fue financiado por la corona española. Los azulejos azul y blanco de su interior provienen de Manises (Valencia). Los cuadros que decoran la iglesia son de artistas españoles, entre los que se encuentran Ribera, Murillo o Ribalta. En su interior hay restos de dos capillas bizantinas donde se descubrió un mosaico con una inscripción en griego y dos sepulcros; unos escalones, a la izquierda del altar, descienden a una cueva natural conocida como la gruta de la Natividad de San Juan, donde la tradición sitúa el nacimiento de San Juan Bautista. (Lucas 1, 21-25).
La siguiente visita será la iglesia de la Visitación, donde según la tradición, estuvo la casa de Isabel y Zacarías (los padres de Juan). La iglesia toma el nombre de la visita de María a Isabel cuando ambas estaban embarazadas (Lucas 1, 39-49). La oración que se dice que pronunció María (“Mi alma engrandece al Señor; Lucas 1, 46-46), está grabada en las paredes en más de 40 lenguas. En la fachada de la iglesia, un hermoso mosaico muestra a María montada en un burro y escoltada por ángeles en su camino de Nazaret hacia el área montañosa de Judea. Se trata de un edificio de dos cuerpos: el superior (1955) imita el estilo renacentista florentino, fue diseñada por Antonio Barluzzi; contiene frescos con escenas históricas de Vagariniuras, en las que la Virgen cumplía un papel especial, como por ejemplo, el Concilio de Éfeso, donde fue declarada la Theotokos (Madre de Dios), o la batalla de Lepanto, ganada por su intercesión. La iglesia inferior es una gruta transformada en capilla en época bizantina (siglo V). En el siglo XII los cruzados erigieron una iglesia mayor sobre la bizantina, que fue posteriormente destruida por los árabes. Los muros están decorados con pinturas de escenas bíblicas, como por ejemplo, el padre de Juan, Zacarías, sirviendo como sacerdote en el Templo (Lucas 1:5) y el encuentro entre María e Isabel. En la cripta está el pozo y la piedra que se dice fue donde se escondió Juan durante la matanza de los Inocentes llevada a cabo por Herodes.
Cena y alojamiento en Leonardo Plaza Hotel Jerusalem.
(*) Visita sujeta a condiciones de seguridad