Viaje a ISRAEL I: Jaffa, Cesárea, Haifa, Acre | Los viajes de Vagamundos día a día

Para los fieles cuyas creencias se fundamentan en la Biblia, no existe ningún lugar en el mundo equiparable a Tierra Santa. En esta estrecha franja de territorio se halla el origen de la creencia religiosa de una gran parte de la Humanidad: judíos, musulmanes y cristianos, cuya historia se remonta a más de 5000 años. La dimensión histórica, arqueológica, religiosa y paisajística de este territorio nos enamorará.

Durante nuestro circuito por ISRAEL, recorreremos Galilea, una región histórica con bellas colinas verdes y lagos de agua cristalina, y donde, a pesar de que nuestro viaje es esencialmente cultural, podremos seguir los pasos de Jesús, en poblaciones como Nazareth, Canaán o el Monte Tabor, que contienen numerosos lugares sagrados; en Cisjordania podremos visitar Belén, donde nació Jesús y Jericó, el lugar habitado más antiguo del mundo. Ciudades como San Juan de Acre, la mítica ciudad de los cruzados, Safed, la ciudad de la Cábala y el misticismo judío, la moderna Tel Aviv y por supuesto, Jerusalén, centro espiritual de hebreos, musulmanes y cristianos y, sin duda, una de las ciudades más interesantes del mundo. Desde allí subiremos hasta Masada, el último baluarte judío en su lucha contra los romanos.

Día 1 – MADRID – TEL AVIV

Presentación en el aeropuerto de Madrid tres horas antes de la salida. Trámites de facturación y embarque. Salida a las 17.00 horas del vuelo IB3316 de la compañía IBERIA con dirección TEL AVIV. Llegada a las 22.45 horas.

Después de los trámites de entrada, recepción y asistencia en el aeropuerto a cargo de los representantes de nuestro receptivo, nos trasladamos a nuestro hotel.

Alojamiento en Dan Panorama Tel Aviv Hotel.

Día 2 – TEL AVIV – Jaffa – Cesárea – Haifa – Acre – NAZARETH

Desayuno buffet en el hotel.

Fundada por inmigrantes a principios del siglo XX a imagen de las ciudades europeas, TEL AVIV (“colina de primavera”) es la única ciudad de Israel de reciente creación y constituye la primera en número de habitantes y la segunda en importancia después de Jerusalén. En nuestro último día de estancia tendremos oportunidad de visitarla.

Desde 1950 JAFFA, en hebreo Yafo (“la bella”), forma parte del término municipal de Tel Aviv. Aunque su población se censa dentro del municipio que forma con Tel Aviv, se estima en unos 54.000 habitantes, de los cuales el 74% son judíos y el 26% árabes. Según el relato bíblico, fue fundada después del Diluvio Universal, aunque conserva pocos testimonios de su antigua historia. Según la tradición judía, el fundador de Jaffa habría sido Jafet, el hijo de Noé, que se estableció aquí cuarenta años después del Diluvio. Considerada uno de los puertos más antiguos del mundo, contaba con gran importancia estratégica militar en la antigüedad, su puerto natural fue utilizado desde la Edad del Bronce. El primer testimonio escrito data de 1486 a.C., una inscripción que menciona la caída de la ciudad ante el faraón Tutmosis III. Con el rey Salomón el puerto adquirió mayor importancia, ya que aquí es donde se desembarcaba la madera de cedro procedente del Líbano para la construcción del Templo de Jerusalén. A lo largo de los siglos, Jaffa fue conquistada sucesivamente por asirios (701 a.C.), babilonios (586 a.C.), Alejandro Magno (332 a.C.), egipcios (301 a.C.) y macabeos (mediados del s. I a.C.), hasta la llegada de Pompeyo en el 63 a.C. Una antigua tradición sitúa en Jaffa el episodio mitológico de la prisión de Andromeda, encadenada y ofrecida como víctima a un monstruo marino que asolaba la comarca. La princesa fue liberada por Perseo, después de matar al monstruo. El puerto cayó en decadencia cuando Herodes el Grande hizo construir Cesarea. En el siglo V era sede episcopal, y en el 636 d.C. fue conquistada por los árabes. En el 1100 los cruzados capturaron la ciudad y la gobernaron hasta 1268, cuando fue tomada por los mamelucos, quedando relegada al olvido durante más de 600 años. A comienzos del siglo XIX el turco Aga Mahmud, fortificó y diseñó la Jaffa que hoy podemos ver.

Puerto de Jaffa

De Jaffa, el profeta Jonás tomó la nave hacia Tarsis (Jon 1, 3).

La tradición bíblico-cristiana sitúa en Jaffa varios episodios del apostolado de Pedro: resurrección de Tabita, hospitalidad en la casa de Simón el curtidor, visión del mantel bajado del cielo. De aquí, llamado por el centurión Cornelio, va a Cesarea donde acoge a los primeros paganos en la Iglesia.

Realizaremos un breve paseo por el casco antiguo de Jaffa, un conjunto de estrechos callejones y pasajes que se elevan sobre una colina con un recinto amurallado que da al antiguo puerto, mencionado en la Biblia como “Joppa”. Podremos contemplar algunos de sus bonitos rincones, con una arquitectura en proceso de restauración y donde sentiremos el ambiente de la larga historia de la ciudad. Visitaremos el Monasterio de San Pedro, el edificio más destacado de Jaffa, una bonita iglesia franciscana de estilo neoclásico de color crema, construida en 1650 sobre las ruinas de una ciudadela cruzada del siglo XIII. En el siglo XVIII, la iglesia fue destruida en dos ocasiones, y no fue hasta 1894 cuando fue reconstruida. La iglesia era una etapa para los peregrinos que desembarcaban en Jaffa para llegar a Jerusalén. Como curiosidad histórica diremos que en 1799, durante la campaña militar en Egipto y Siria, Napoleón Bonaparte se alojó en una de sus estancias. Su elemento más característico es el campanario, un alto torreón que sirvió durante décadas de faro, señalando a peregrinos y marineros su llegada a Tierra Santa. Aún hoy sigue siendo el punto más alto de la ciudad. Las paredes interiores de la Iglesia de San Pedro están revestidas de mármol y decoradas con frescos que representan escenas evangélicas de Pedro y Jesús. Las coloridas vidrieras que dejan pasar la luz a la nave principal fueron importadas desde Múnich, todo un lujo para la época. Una pieza interesante es el púlpito de madera, representando un árbol y escenas en relieve de la vida de San Pedro. La torre circular, en el noreste del monasterio, es un resto de la fortificación cruzada del siglo XIII. Aún se utiliza como lugar de culto en inglés, italiano, español, polaco y alemán.

Continuamos por la carretera costera, la antigua Vía Maris, hasta llegar a CESAREA, antaño una importante ciudad portuaria que competía con Alejandría y Cartago. Al principio de la época helenística (siglo IV a.C.) era un puerto fenicio fortificado; luego pasó a los asmoneos y en el 63 a.C. a los romanos con Pompeyo, que la anexiona a la provincia de Siria. En el 30 a.C. estas tierras fueron concedidas a Herodes el Grande, rey de Judea y vasallo de Roma, quien construyó la más extraordinaria ciudad portuaria conocida, dedicada a su gran valedor, el emperador romano Augusto. En aquellos tiempos Cesarea contaba con un palacio, edificios públicos, un anfiteatro, un hipódromo, un acueducto para el abastecimiento de agua, almacenes, desagües públicos, así como la propia obra del puerto, quizá la más importante de todas. Aquí comenzaron las tensiones religiosas que desembocaron en la Primera Guerra Judeo-Romana (66-70 d.C.), cuando los judíos, después de levantarse contra los romanos, fueron expulsados de Jerusalén y miles de ellos fueron ejecutados en el anfiteatro de Cesarea. En los siglos II y III, la ciudad vivió un período de enorme crecimiento económico y cultural (su biblioteca era la más importante, tras la de Alejandría), convirtiéndose en una de las ciudades orientales más influyentes del Imperio Romano, y un importante foco cristiano. En el periodo bizantino, este núcleo romano comenzó a recibir a los primeros padres del cristianismo hasta que, en el año 639, fue invadida por los árabes. En 1101 fue tomada por los cruzados, que la saquearon y pasaron a espada a todos sus habitantes. Una copa hexagonal verde, considerada el Santo Grial, formó parte del botín (ahora en la iglesia de San Lorenzo de Génova). La ciudad pasó de manos de los cruzados a musulmanes y viceversa hasta cuatro veces. Finalmente, en 1265 el sultán mameluco Baybars, arrasó la ciudad, que permaneció abandonada hasta 1878, cuando los turcos instalaron en ella a refugiados musulmanes de Bosnia. En la década de 1950 comenzaron las primeras excavaciones que sacaron a la luz los restos de los que fue una de las ciudades más hermosas del Imperio Romano.

Cesárea

Cesarea permite seguir la historia de San Pedro, pues aquí fue donde se produjo la conversión de la casa de Cornelio (Hechos 10, 24).

Cesárea fue también escenario del encarcelamiento de San Pablo (Hechos 23, 35).

Visita del PARQUE NACIONAL DE CESAREA, en cuyo interior se encuentran la mayoría de los puntos de interés de la ciudad. Su ubicación a orillas del mar realza la experiencia de pasear por sus ruinas romanas y de los cruzados. A la entrada se pasa por el cardo (calzada bizantina), pavimentado con losas de mármol que nos lleva hasta la Ciudad de los cruzados, que ocupó una tercera parte de la ciudad herodiana. Esta fortificación, construida por Luis IX de Francia (1251-1252), estaba cerrada por una muralla de 900 m de largo y 13 m de alto y resguardada por un foso de 9 m de profundidad, ocupando la parte más estratégica en torno al puerto. Al sur se encuentra la iglesia de los cruzados, construida sobre los cimientos de una mezquita, a su vez construida sobre una iglesia bizantina, y de la que solo se conservan tres ábsides, parte de la nave central y cuatro contrafuertes que formaban la fachada occidental. Al sur se encuentra el Anfiteatro Herodiano, una estructura en forma de U con capacidad para 10.000 espectadores que albergaba luchas de esclavos y prisioneros contra animales salvajes y donde también se organizaban carreras de caballos. Al este se encuentra el Teatro romano, construido por Herodes el Grande frente al mar, una característica poco común en obras de esta categoría. Fue el primero edificado en Palestina, y tenía capacidad para 4.000 espectadores. En los siglos posteriores se modificaron algunos elementos y se añadieron otros. La plataforma semicircular detrás del escenario fue añadida en el siglo III, mientras que el muro con dos torres fue erigido por los musulmanes en el 640. El teatro ha sido minuciosamente restaurado y en el mismo se celebran conciertos y representaciones teatrales. Durante las excavaciones se descubrió una lápida donde se mencionaba a Poncio Pilatos, prefecto de Judea; es la única prueba arqueológica de la existencia de este personaje. La piedra que se exhibe es una réplica, la original se expone en el Museo de Israel. Al este del teatro se encuentra el Hipódromo, con unas dimensiones de 250 m de largo y 50 de ancho, aquí se celebraban las competiciones de cuadrigas.

A 9 km del yacimiento arqueológico, se encuentra el majestuoso acueducto romano, construido en tiempos de Herodes. Tal y como ha llegado a nosotros tiene dos canales paralelos con cimientos independientes. El canal oeste fue construido por las legiones romanas en tiempos de Adriano durante la segunda guerra judaica (132-135). De esta forma, en caso de cortar un canal para  repararlo, el suministro no se interrumpía. Este acueducto de 12 km de largo, 6 m de alto y 5 m de ancho, traía el agua de la fuente Ras en-Neba, a 7 km al noreste de la ciudad, al pie de las últimas estribaciones del monte Carmeno.

Almuerzo en restaurante local.

Seguimos camino por la carretera de la costa, hasta llegar a la bulliciosa ciudad de HAIFA que se extiende por las laderas del monte Carmelo, entre el valle de Zebulón y la bahía mejor resguardada de todo el territorio. Capital del distrito del mismo nombre, es la tercera ciudad de Israel por número de habitantes (supera los 280.000), y también en importancia, sobre todo por su puerto comercial y turístico, en torno al que ha surgido el foco industrial más importante del país. En Israel hay un dicho que lo resume: “En Jerusalén rezan, en Tel Aviv se divierten y en Haifa trabajan”. El 90% de su población es judía. El resto se reparte entre musulmanes, árabes cristianos (un tercio de los cuales son de credo ortodoxo griego), drusos y bahais. Haifa no es una ciudad con larga historia. Su nombre aparece por primera vez en el Talmud (siglos IV –VI d.C.). Destruida durante la primera invasión árabe, fue conquistada por los cruzados en 1099. Fue perdiendo importancia en beneficio de Akko, entonces uno de los puertos más importantes de Oriente. Posteriormente la ciudad fue ocupada por los otomanos. A principios del siglo XIX la industria de Haifa había crecido mucho, al igual que la comunidad judía sefardí. En 1868 los templarios alemanes se asentaron aquí y a principios del siglo XX, la ciudad fue conocida como un centro de fe baha’i. Pero el verdadero renacimiento de la ciudad comenzaría con la creación de la línea de ferrocarril que unía Haifa con Damasco en 1905 (tres años después con Medina), la ampliación del puerto en 1933 y la refinería de petróleo en 1934. A lo largo del mandato británico, 1917-1948, Haifa fue el principal centro de inmigración ilegal de judíos.

En el monte Carmelo tuvo lugar el desafío del Profeta Elías sobre los sacerdotes de Baal (Reyes 18, 1-40). Elías reunió a 450 sacerdotes de Baal, una divinidad de los fenicios, para probarles que su dios era falso, desafiándoles a que encendieran fuego con sus oraciones para cumplir un sacrificio, algo que no pudieron hacer. Entonces Elías construyó un altar para hacer la ofrenda e inmediatamente el fuego del cielo consumió la ofrenda.

Llegada al monte Carmelo, lugar venerado desde la antigüedad. Ya el faraón Tutmosis III (siglo XIV a.C.), lo llama “monte sagrado”. La tradición carmelitana está enraizada en este monte del que tomó el nombre la Orden. En el siglo XII algunos monjes venidos de Occidente, se establecieron en unas grutas cercanas al mar, haciendo vida eremítica e intentando revivir el espíritu del profeta Elías. Con el tiempo decidieron cambiar su estilo de vida y formaron una comunidad. En torno al 1200 construyeron la primera capilla, y unos años más tarde (1207-1211), el superior, San Brocano, recibió del patriarca de Jerusalén, la regla de vida de la Orden. Tras la derrota de los cruzados, los carmelitas abandonaron Palestina. Siglos después regresaron al lugar y edificaron un primer convento en 1631.

Visita de la Iglesia carmelita de Stella Maris, cuyo edificio actual, obra del carmelita italiano F. Cassini, data de 1827. Solo el revestimiento de mármol es de 1931. Posee planta de cruz griega coronada por una cúpula; los frescos de los techos y la cúpula son de 1928, y en ellos se representan Elías y el carro de fuego en el que se dice que subió a los cielos, el rey David con su arpa, los santos de  la orden, los profetas Isaías, Ezequiel y David y la Sagrada Familia con los cuatro evangelistas. Bajo el altar está situada la gruta de Elías en la que, según la tradición, el profeta vivió durante un tiempo. Dentro se encuentra un altar esculpido en la roca, sobre el cual se apoya una pequeña estatua en bronce del profeta. Delante de la fachada, un monumento en forma de pirámide con una cruz de hierro forjado en la punta, recuerda a  los soldados franceses asesinados por los turcos tras la retirada de Napoleón del sitio de Acre. Las vistas del Mediterráneo y de la ciudad de Haifa desde el monasterio son espectaculares.

Jardines Baha’i

No menos dignos de mención son algunos otros movimientos religiosos que se han establecido en la zona, entre ellos la religión Baha’i. Realizaremos una parada en un mirador desde el que tendremos una magnífica vista de los espectaculares Jardines Baha’i (declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 2008), que se diseñaron en las laderas del monte Carmelo, entre 1989 y 2001 y representan una obra maestra de la arquitectura de jardines. Increíblemente simétricas y bien cuidadas, se trata de 19 floridas terrazas con árboles podados a la perfección, parterres de flores, vegetación por las paredes, fuentes, esculturas y cascadas que se extienden a lo largo de la pendiente produciendo un efecto parecido al de una alfombra persa. Al fondo se encuentra el templo Baha’i (1953) un gran edificio de cúpula dorada con elementos neoclásicos y orientales.

Llegada a la ciudad de SAN JUAN DE ACRE (Akko), situada en la punta norte de la bahía de Haifa. Su historia es larga, pero a pesar de que solo una pequeña parte de ella se debe a los cruzados, la impronta de su paso es más duradera que la de cualquier otro ocupante. Considerada una de las ciudades de Oriente Próximo habitadas de forma continua desde hace más tiempo, su nombre aparece  por primera vez en un texto egipcio de la XI dinastía (2000 a.C.). También es mencionada en la Biblia como ciudad perteneciente a la tribu de Aser. Tras la conquista israelita, Salomón se la entrega a los fenicios como pago por la ayuda prestada para la construcción del templo. La ciudad, que había ofrecido resistencia a los Asirios (siglo VIII a.C.) y a los Persas (siglo V a.C.) abrió sus puertas a Alejandro Magno en el 333 a.C., lo que valió a sus habitantes quedar libres de impuestos y se le concedió el derecho de acuñar moneda. Tras la muerte del macedonio, Acre cayó en manos de los ptolemaicos egipcios, que la llamaron Ptolemaïs, pero en el 200 a.C. les fue arrebatada por los seléucidas sirios, que la perdieron a manos de los romanos liderados por Pompeyo. Los árabes la conquistaron en el 638 d.C. recuperando su antiguo nombre de Akko, y disfrutando de una época tranquila hasta la llegada de los cruzados en 1104, cuando se convierte en bastión del Reino Latino de Palestina. La ciudad cayó ante Saladino en 1187, pero fue recuperada cuatro años después durante la Tercera Cruzada por los ejércitos de Ricardo de Inglaterra (Corazón de León) y Felipe II de Francia. Fue entonces cuando recibió el nombre de San Juan de Acre. La  ciudad se amplía y embellece; todas las órdenes militares se establecen en la ciudad, construyendo albergues e iglesias; su territorio queda fragmentado en barrios, cada uno de los cuales pertenece a una orden de caballeros cruzados, todos ellos amurallados. En 1291, los mamelucos, con un ejército que superaba a los defensores por 10 hombres a uno, y tras dos meses de asedio ocuparon la ciudad convirtiéndola en un campo de escombros. En 1832 es tomada por los egipcios, volviendo a manos otomanas en 1840, hasta que los británicos se hicieron con el norte de Palestina en 1918. Para entonces Acre había iniciado su decadencia: su puerto es sustituido por el de Haifa. Bajo mandato británico quedó convertida casi exclusivamente en prisión. Su población actual es de 45.000 habitantes, de los cuales el 70% son judíos y el 30% árabes.

Castillo Normando

El libro de los Hechos de los Apóstoles señala que Pablo de Tarso se detuvo allí de camino a Jerusalén al regresar de su tercer viaje misionero (Hechos 21, 7)

Después de Jerusalén, ACRE (declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 2001), posee el casco viejo con más encanto y mejor conservado de Tierra Santa. Aunque sus orígenes se remontan al periodo helenístico, el trazado actual de la ciudad fue obra de los árabes y los cruzados. El Acre de los cruzados fue destruido por los ejércitos árabes en 1291, y lo que se puede ver hoy es en gran parte una ciudad turca del siglo XVIII erigida sobre la antigua. Las murallas defensivas, que rodean por completo la ciudad, son reconstrucciones de las murallas cruzadas originales realizadas por Dahar el-Omar en 1750, de las que se pueden distinguir algunos fragmentos. Pasearemos por la ciudad vieja hasta llegar a la Fortaleza subterránea de los cruzados, sin duda el mayor atractivo de la ciudad. Cuando los gobernantes otomanos reconstruyeron Acre, lo hicieron sobre las ruinas de la ciudad cruzada. Con ello, el nivel de las calles de la época de los cruzados se sitúa unos 8 m por debajo del actual. Este vasto complejo, que estuvo sepultado hasta mediados del siglo XX, fue levantado a finales del siglo XII por los Caballeros Hospitalarios (una orden militar medieval que también cuidaba a los enfermos) y constituye el mejor exponente de la arquitectura de los cruzados en Israel. La oscura  entrada conduce al patio de la ciudadela, convertida en prisión durante el mandato inglés. A continuación se encuentran las “salas de los caballeros”, tres impresionantes bóvedas de piedra de arquitectura ojival, que conservan toda la frescura del estilo del siglo XII. Todo permanece igual después de ocho siglos. El lugar disfruta de una extraordinaria acústica y habitualmente se celebran conciertos de música de cámara. El patio central da acceso al Grand Maneir, el centro administrativo del complejo cruzado. Atravesado este recinto, se llega al refectorio de los caballeros, que servía de comedor para las distintas “lenguas” de los hospitalarios (Auvernia, Inglaterra, Francia, Alemania, Italia, Provenza y España); también era utilizado como sala de recepción, para los peregrinos en ruta a Tierra Santa. La estancia, de 450 m2 y de 10 m de altura, tiene planta de dos naves, con tres gruesos pilares y está cubierta por bóveda de crucería. En dos esquinas se pueden ver unos lirios tallados, emblema de la corona de Francia, que parecen indicar que las obras se realizaron en tiempos de Luis VII de Francia, que llegó a Acre en 1148. Otro visitante ilustre visitante fue Marco Polo, que hizo escala en Acre antes de emprender su viaje a Oriente. En el patio, unos peldaños dan acceso al pasadizo subterráneo que descubrieron los cruzados al construir el refectorio, al parecer formaba parte de una gran red de cloacas.

Puerto San Juan de Acre

Serpenteando por las bulliciosas y antiguas callejuelas del casco viejo de la ciudad, nos encontramos con numerosas tiendas y puestos del zoco, donde los locales compran sus provisiones y los turistas deambulamos en busca de algún recuerdo; también se pueden ver varias posadas de comerciantes, como Khan al-Umdan, edificada en 1785 sobre un convento dominico; fácil de reconocer por su torre del reloj, erigida en 1906 por el sultán otomano Abdul Hamid II.

Otro de los lugares destacados es el túnel de los templarios, un extraordinario pasadizo subterráneo de 350 m construido por los templarios (orden militar cristiana) que sirvió para conectar la fortaleza principal con el puerto. Fue descubierto accidentalmente en 1994. Finalmente se llega al bonito puerto veneciano, donde se pueden ver las barcas de los pescadores amarradas frente a las impresionantes murallas que envuelven la ciudad.

Al finalizar nuestra visita, dejamos Acre y nos dirigimos a Nazaret.

Cena y alojamiento en Legacy Hotel ַ& Convention Center Nazareth.

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