Día 8: MEDELLÍN – Santa Fe de Antioquía – MEDELLÍN
Desayuno buffet en el hotel.
Por la mañana nos trasladamos a SANTA FE DE ANTIOQUÍA, pequeña localidad de 26.000 habitantes que se encuentra a 80 km de Medellín. Este adorable pueblo ocupa un brumoso valle de poca altura bañado por los ríos Cauca y Tonusco. Fundado en 1541 por Jorge Robledo, recibió el título de Villa de Santa Fe de Antioquía directamente de parte del rey Felipe II, en 1545. La villa prosperó y ganó en belleza bajo la dominación española, ejerciendo el papel de capital de Antioquía desde 1584 hasta 1826, antes de ser destronada por Medellín. Desde entonces, el reloj parece haberse detenido, quedando intacto su centro colonial.
Durante la visita de la ciudad, recorreremos sus estrechas y rectilíneas calles adoquinadas con adorables casas bajas encaladas con balcones y rejas de madera torneada para proteger las coloridas ventanas, así como modestas iglesias coloniales de encantadoras fachadas, que no han cambiado desde comienzos del siglo XVIII.
Enmarcada por venerables viviendas, la Plaza Mayor, es el corazón de santa Fe. Se organiza en torno a la estatua de Bolívar y de una fuente de 450 años de antigüedad. En honor de Juan del Corral, figura política local e comienzos del siglo XIX, se ha erigido una estatua de bronce. Este personaje es célebre por sus intervenciones a favor de la independencia de Antioquía. En el centro de la plaza, en puestecillos de madera, se vende pulpa de tamarindo, una delicia local muy dulce con una nota acidulada que se hace a partir del tamarindo que crece en los valles circundantes. En la misma plaza se encuentra la Catedral Basílica Metropolitana de la Inmaculada Concepción, construida entre 1797 y 1837, edificio que posee una fachada asimétrica de piedra blanca y ladrillo vista, típico de la región. Neoclásica con elementos barrocos y proyectada por fray Domingo Pedrés, en su interior, casi sin decoración, se puede admirar su Cristo del siglo XVII. Sus tres naves se sostienen por gruesas columnas. Junto a la catedral, encontramos un Mercado artesanal, con una gran variedad de productos locales.
El Museo Juan del Corral instalado en una bonita mansión colonial perfectamente conservada, recorre la historia de Antioquía, desde la Prehistoria al siglo XIX. Las colecciones se presentan en salas en torno a un patio, y cuentan con unas urnas funerarias con incisiones y piezas de cerámica precolombinas procedentes de yacimientos de la región. Una sala de arte colonial muestra relicarios y pilas de agua bendita, así como cándidas pinturas religiosas del siglo XVIII o un pequeño púlpito del siglo XIX. La vajilla y el mobiliario se remontan al período de la Independencia.
La Iglesia de Santa Bárbara, posee una amplia, hermosa y puntiaguda fachada de piedra y ladrillo de estilo barroco, que data de mediados del siglo XVIII. Construida por los jesuitas, la iglesia cuenta con una encantadora decoración con un frontón con volutas, una espadaña con dos campanas a cada lado y una serie de elegantes pilastras. En su interior (frecuentemente permanece cerrada) se puede admirar el altar de San Blas (plateresco), un impresionante retablo que acusa el paso del tiempo, la pila bautismal y una interesante escultura de la Virgen de los Dolores. En la plazuela frente a la iglesia encontramos la Cruz del Humilladero.
Nuestra Señora de Chiquinquirá, construida sobre las ruinas de un templo franciscano del siglo XVII, esta iglesia del siglo XIX hizo durante una época las veces de prisión. Se encuentra junto al Palacio Arzobispal, edificio de 1902 reformado al estilo republicano, con un patio y ventanas tradicionales protegidas por persianas y enrejados de madera.
Iglesia de Jesús Nazareno, un pequeño edificio del siglo XIX, con mezcla los estilos neoclásico y barroco, levantado sobre otro anterior. Los delincuentes se refugiaban de la justicia en este lugar. Guarda algunas tallas relevantes, como la llamada Mi Padre Jesús.
Almuerzo en restaurante local.
A continuación nos dirigimos al Puente de Occidente, que se encuentra a 5 km de Santa Fe. Se trata de una joya de la ingeniería civil del siglo XIX, y uno de los primeros puentes colgantes del mundo. Fue concebido por José María Villa (1850-1913), arquitecto colombiano que se formó en Nueva Jersey y colaboró en la construcción del puente de Brooklyn de Nueva York. Villa construyó 4 puentes sobre el río Cauca, pero necesitó 8 años (1887-1895) para terminar este. Posee una longitud de 291 metros. Su estructura de hierro con suelo de madera, atraviesa el río Cauca y une Olaya y Santa Fe de Antioquía. Hay que fijarse en las curiosas torrecillas en los extremos, cubiertas de chapa ondulada. Es muy estrecho, y ya en la época obligaba a los carros, las carretas y los primeros automóviles a cruzar por turnos. El puente se cerró a la circulación en 1978. Ahora solo lo recorren vehículos ligeros. Recorriéndolo a pie por la pequeña pasarela lateral para los peatones se puede experimentar el efecto oscilante; además las vistas sobre el caudaloso río son muy bonitas.
Posteriormente, regresamos a Medellín.
Alojamiento en Hotel Poblado Plaza.
Día 9: MEDELLÍN – SANTA MARTA (vuelo)
Desayuno buffet en el hotel.
Por la mañana, traslado al aeropuerto de Medellín para tomar el vuelo que nos llevará hasta Santa Marta. Salida del vuelo AV8406 de la compañía AVIANCA a las 10.55 hrs con hora prevista de llegada a Santa Marta a las 12.15 hrs.
Capital del departamento de Magdalena, SANTA MARTA fue fundada el 29 de julio de 1525 por el español Rodrigo de Bastidas, hecho que la convierte en la ciudad fundada por europeos más antigua de Sudamérica. Situada a orillas de la bahía del mismo nombre, es la segunda ciudad colonial más importante de la costa caribeña de Colombia, tras Cartagena de Indias.
La cultura tairona floreció antes de los tiempos de la conquista española en el actual territorio de Santa Marta y al norte noroccidente de la Sierra Nevada. Este pueblo, abierto y desarrollado, de prósperos comerciantes, habitaba en aldeas de pescadores y valles densamente poblados. Destacaron por sus magistrales trabajos de orfebrería y de ingeniería.
En 1501 Rodrigo de Bastidas y Juan de la Cosa recorrieron la costa desde el cabo de la Vela hasta Urabá. Durante esa expedición Bastidas identificó como un lugar propicio para desarrollar un centro urbano que serviría de base para las expediciones en busca de los supuestamente incalculables tesoros de oro de los indígenas taironas. Desde esta ciudad Jiménez de Quesada partió en 1536, en una agotadora marcha por el valle Magdalena para fundar Bogotá dos años después.
Los españoles combatieron a los indios taironas a lo largo del siglo XVI hasta la batalla final, que concluyó con la muerte del cacique Cuchacique en 1600. Saqueada en numerosas ocasiones por piratas, Santa Marta se vio enseguida eclipsada por su vecina más joven y progresista, Cartagena. En 1834, un terrible terremoto destruyó gran parte de los edificios del centro histórico, y en 1848, una epidemia de cólera diezmó a la mayoría de la población. La llegada del ferrocarril a finales del siglo XIX y la explotación de las tierras fértiles de la región (tabaco y plátanos) a principios de la siguiente centuria, supuso el renacimiento de Santa Marta.
A día de hoy, la ciudad se debate entre un desarrollo económico basado en el turismo y la especialización en instalaciones portuarias dedicadas al transporte y exportación de carbón. Su población actual supera el medio millón de habitantes.
La ciudad también es conocida por haber sido el lugar en el que Simón Bolívar falleció en 1830, en una hacienda de nombre Quinta de San Pedro Alejandrino. Su cuerpo fue repatriado a Venezuela en 1842, donde sigue enterrado en un mausoleo de Caracas, su ciudad natal.
Almuerzo en restaurante local.
Posteriormente, comenzaremos una breve visita de Santa Marta, la ciudad colonial más antigua de Colombia. Empezando en la bahía de Santa Marta, una de las más hermosas de Colombia. A continuación, en una glorieta, en la intersección de la carrera 1 con calle 22, se halla el Monumento a la cultura Tairona, una escultura que representa a dos indígenas taironas, una mujer sentada, y un hombre parado, los dos mirando en dirección a la Sierra Nevada de Santa Marta, y con el mar a sus espaldas. La base del monumento es de forma circular con varios símbolos tairona y, al igual que las estatuas, están realizados en fibra de vidrio. Este homenaje a la Etnia Tairona y a los indígenas del área, es obra del artista Héctor Lombana, y fue donada en 1993 a la ciudad de Santa Marta.
A continuación, el Museo del Oro Tairona, un hermoso edificio con balcón de madera que fue la sede del la antigua Casa de la Aduana del puerto de Santa Marta. Hoy convertido en museo, narra la historia de Santa Marta y la región aledaña. El edificio fue renovado hace años con gran acierto y aparece en la novela de Gabriel García Márquez El coronel no tiene quien le escriba. Expone en el interior de sus diversas salas temáticas piezas de artesanía de los periodos culturales Nahuange y Tairona, representativos de los indígenas que poblaban la región antes de la llegada de los españoles. En la planta baja se pueden ver cerámicas, joyas y ornamentos (de jade, cobre y oro). En el piso superior se documenta la historia de la ciudad y de su población.
La Catedral Basílica del Sagrario y San Miguel de Santa Marta, construida en la segunda mitad del siglo XVIII, por orden del gobernador Andrés Pérez, así como del obispo Nicolás Gil Martínez Malo. Los dos se pusieron en contacto con Juan Cayetano Chacón, uno de los arquitectos más reconocidos de la época, por ser el delineador de los Reales Ejércitos. A la izquierda de su blanca fachada se sitúa una torre rectangular con un campanario en la parte superior. Al fondo del templo encontramos una cúpula de estilo renacentista. La estructura está sostenida por gruesas columnas. La planta se distribuye en tres naves, de las cuales la central es más ancha que las laterales. En el interior se hallan los restos de Rodrigo de Bastidas, fundador de la ciudad. En la entrada también podemos encontrar el monumento en mármol. Una placa situada cerca del altar indica que el cuerpo de Simón Bolívar permaneció enterrado en este templo hasta su traslado a Venezuela en 1842.
Alojamiento en Best Western Plus Santa Marta Hotel.
Día 10: SANTA MARTA – P.N. Sierra Nevada – SANTA MARTA
Desayuno buffet en el hotel.
La Sierra Nevada de Santa Marta es una cordillera de Colombia que constituye por sí mismo un sistema aislado de la Cordillera de los Andes, sobre la costa Caribe de Colombia. Esta se eleva abruptamente desde las costas del Mar Caribe hasta alcanzar las dos montañas más altas del país, los picos gemelos de Colón y Bolívar, ambos con 5.775 metros de altura, las montañas más altas del mundo próximas al mar. Asimismo, la Sierra Nevada es el sistema montañoso litoral más alto del mundo y el más alto del mundo en la zona tropical. Con una superficie aproximada de 17.000 km², se encuentra separada de la cordillera de los Andes por el sistema de valles que forman los ríos Cesar y Ranchería. La Sierra Nevada de Santa Marta posee dos de los parques nacionales más importantes de Colombia: Parque Nacional Natural de Sierra Nevada de Santa Marta y del P.N.N. Tayrona.
El Parque Nacional Natural de Sierra Nevada de Santa Marta (declarado como Reserva de Biosfera y Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1979), es una de las áreas protegidas del sistema de parques nacionales naturales de Colombia y la segunda más antigua, creada en 1964. Se considera un lugar único en el mundo debido al aislamiento con respecto a la cordillera de los Andes y situarse su pico más alto (5.775 metros) a tan solo 42 km del mar. En ella se pueden observar todos los niveles térmicos que se encuentran en el territorio colombiano, así como distintos biomas que conforman la selva, el bosque de montaña y los páramos andinos.
Igualmente forman parte del parque unos 30.000 aborígenes pertenecientes a varias tribus, entre ellas los Koguis (descendientes directos de los taironas), que lograron resistir la penetración europea. Aproximadamente hace 1.800 años, los antecesores de la sociedad que hoy conocemos como tairona comenzaron a poblar las zonas bajas de la costa Caribe entre la Ciénaga Grande y el río Palomino, construyendo también pequeños asentamientos en las laderas de la Sierra Nevada. Los indígenas tairona creyeron haber encontrado esta costa un lugar de especial conexión con la Pachamama (o Madre Tierra). Un rincón caribeño donde depurar sus almas y recargar energías. A mediados del siglo XVI, cuando los españoles intentaron colonizar este lugar, los tairona aprovecharon la complejidad del terreno para esconderse, estableciendo aldeas-refugio como la Ciudad Perdida o Pueblito, hoy visitables.
El primer contacto con los conquistadores españoles se dio en 1498 con la llegada de Fernando González de Oviedo, con quien los caciques de la zona establecieron relaciones comerciales. En 1525, con la fundación de la ciudad de Santa Marta, los españoles intentaron establecer una presencia más fuerte en la zona, dando inicio a la colonización de esta parte del continente. Entre 1525 y 1599, las relaciones entre los pueblos indígenas de la zona y los colonos españoles se caracterizaron por su inestabilidad. Durante este tiempo, los tairona quemaron Santa Marta varias veces, conquistaron el fuerte español de Bon hida, establecieron relaciones comerciales con piratas ingleses y franceses, y en general, consiguieron limitar el crecimiento de la colonia española. Entre 1599 y 1600, el gobernador de Santa Marta, Juan Guiral Velón, emprendió una intensa campaña militar capturando a los caciques de los principales pueblos indígenas, y acabando con el 80% de su población. Los supervivientes se internaron en las partes más altas del macizo para escapar de los españoles, y sus descendientes son los Koguis, que han permanecido aislados hasta ahora. Se estima que en la actualidad sus descendientes «puros» suman 50.000 personas, mientras que los mestizos y zambos con sangre tairona suman cerca de 2 millones de personas, principalmente en la costa caribeña de Colombia. En 1973 se llevó a cabo el Proyecto Arqueológico de la Sierra, que dio como fruto el hallazgo de la Ciudad Perdida, que se encuentra dentro del parque y es testimonio de una de las culturas más antiguas del país, la Tairona.
A primera hora de la mañana partimos hacia el noreste para realizar una ruta por el Parque Nacional de Sierra Nevada de Santa Marta, en concreto la excursión que vamos a realizar es la conocida como Taironaka, un sitio arqueológico en la Sierra Nevada de Santa Marta. Taironaka, antiguamente fue uno de los tantos asentamientos indígenas que levantaron los taironas en puntos estratégicos de la Sierra Nevada de Santa Marta, por considerarlos sitios sagrados. Hoy, Taironaka es una reserva natural donde se fusiona el turismo responsable y sostenible, la arqueología y la conexión espiritual con la madre tierra para ofrecer una experiencia inolvidable.
La excursión comienza con una caminata de 1 hora y 30 minutos, aproximadamente, desde la entrada del parque hacia el sitio arqueológico de Taironaka. Durante la caminata, el guía compartirá información sobre la flora, la fauna y la historia de la región. El P.N.N. Sierra Nevada es conocido por ser una de las áreas con mayor diversidad biológica en Colombia y en el mundo. Esto incluye una impresionante variedad de especies de aves. Si bien es difícil proporcionar un número exacto debido a la continua investigación y descubrimiento de nuevas especies, se estima que en este parque se pueden observar alrededor de 600 especies de aves. Los senderos que conducen a Taironaka albergan a muchas de ellas: tucanes, colibríes, arrendajos, carpinteros, martín pescador y muchos más, podrán ser admirados si con mucha observación escuchas sus cantos y los encuentras entre los árboles.
Nos adentraremos por los senderos para explorar los vestigios arqueológicos de los tairona. Durante la visita del sitio arqueológico de Taironaka, tendremos oportunidad de explorar sus caminos empedrados, las terrazas y las estructuras antiguas. Nos detendremos frente a los restos de algunos lugares para rememorar la forma de vida y las costumbres de este pueblo ancestral. Visitaremos el museo que cuenta con más de 300 auténticas piezas arqueológicas taironas, que ilustran la grandiosidad de esta civilización.
Almuerzo en restaurante local.
Posteriormente podremos presenciar una ceremonia Kogui, un evento espiritual y cultural en el que los líderes espirituales y miembros de la comunidad, se reúnen en un lugar sagrado. Por medio de la música, el canto y la danza, conectan con la naturaleza y los espíritus. Hacen ofrendas de hojas de coca, agua y alimentos como agradecimiento. Los líderes dirigen oraciones y bendiciones en su idioma nativo. La ceremonia busca equilibrar la armonía entre humanos y naturaleza. Al final, se refuerzan los lazos comunitarios. Respetar los protocolos y la guía de los Kogui es fundamental. Es una experiencia que permite comprender su cosmovisión espiritual única.
Finalizada la ceremonia realizaremos un descenso en lancha (o tubing) por el río Don Diego hacia la desembocadura virgen del Mar Caribe, observando durante el recorrido diferentes flora y fauna, como el gran mono aullador (Alouatta seniculus) un primate emblemático de este parque, y específicamente de la región del río Don Diego. Sus aullidos característicos resuenan en el entorno, cumpliendo un papel clave en la biodiversidad acústica y la salud del ecosistema. Este primate también desempeña un papel esencial en la dispersión de semillas, contribuyendo a la regeneración de la vegetación y al mantenimiento del equilibrio de la región. El descenso llegará hasta el conocido como “el beso de las dos aguas” lugar donde se une el río con el mar, para disfrutar del paisaje, el agua dulce y el mar. Nos detendremos en una playa virgen, donde el grupo podrá disfrutar de un momento de relajación en el mar Caribe (1 hora libre en la playa). Al finalizar la lancha volverá a por el grupo y nos llevará al inicio del recorrido para retomar al hotel.
Alojamiento en Best Western Plus Santa Marta Hotel.