Colombia es un país al que se llega con una maleta cargada de prejuicios y del que se sale con otra llena de revelaciones maravillosas. Su ubicación entre el Caribe y el Pacífico, atravesado por los Andes y tapizado de selva del Amazonas, crean uno de los ecosistemas más excepcionales del mundo.
Comenzaremos por su capital, BOGOTÁ, la bulliciosa cuna de Colombia y la tercera capital más elevada del mundo, rodeada de montañas verdes y selváticas. Cerca se encuentra la catedral de sal de Zipaquirá, excavada en una antigua mina de sal a 180 m bajo tierra y el tesoro escondido de la Villa de Leyva, un pueblecito encalado que parece anclado en el siglo XVII.
El conocido como Eje Cafetero, un triángulo montañoso, donde se cultiva el mejor café del país, con suaves y verdes colinas con interminables plantaciones de café, en el que despuntan viejas haciendas, donde nos mostrarán qué es lo que hace único al café de Colombia. En la zona se hallan maravillosos pueblos como el de Salento, que parece salido del lienzo de un pintor, o el Valle del Cocora, un espectacular paisaje donde crece el árbol nacional, la palmera de cera, que puede alcanzar los 60 m de alto y los 120 años de vida.
MEDELLÍN nos recibirá con calles repletas de grafitis, parques colmados de flores y figuras voluminosas de Botero dispersas por la ciudad. Cerca se encuentra Guatapé, con su impactante roca de 220 metros.
Ya en el Caribe, caminaremos por los senderos del Parque Nacional de Sierra Nevada, a lo largo de franja costera de vegetación tropical, hasta llegar al antiguo poblado de Taironaka, donde podremos visitar sus ruinas, y disfrutar un relajante baño en una playa virgen de ensueño, bañada por aguas de un azul turquesa. Disfrutaremos de los Carnavales de Barranquilla, ya que nuestra visita coincide con el día grande de la fiesta. Nos adentramos en el corazón de esa ciudad llena de magia que es Cartagena de Indias, auténtica perla del Caribe Colombiano. Pasearemos por sus adoquinadas calles y conoceremos sus historias y leyendas.
Pero ¡ojo!, como decía un arriesgado pero exitoso eslogan: ”Colombia, el riesgo es que te quieras quedar”.
Día 1: MADRID – BOGOTÁ
Presentación en el aeropuerto de Madrid tres horas antes de la salida. Trámites de embarque y salida a las 12.15 del VUELO IB6585 de la compañía IBERIA dirección BOGOTÁ. Llegada a las 16.40 hrs. Después de los trámites de entrada, recepción y asistencia en el aeropuerto por los representantes de nuestro receptivo, nos trasladamos al hotel.
Posteriormente tendremos la cena de bienvenida en un restaurante local.
Fundada como capital del Nuevo Reino de Granada el 6 de agosto de 1538 por el conquistador español Gonzalo Jiménez de Quesada, BOGOTÁ (Bogotá Distrito Capital) es la capital de la República de Colombia y del departamento de Cundinamarca. Compuesta por 20 distritos, es la ciudad más grande y poblada del país con casi 8 millones de habitantes (casi 10,5 millones con los alrededores), concentrando casi la cuarta parte de las actividades económicas del país.
Está ubicada en el centro de Colombia, en la región natural conocida como la sabana de Bogotá (en realidad es un lago de origen cuaternario), que forma parte del altiplano cundiboyacense, en la cordillera Oriental de los Andes. Se halla a 2.625 metros sobre el nivel del mar, siendo la tercera capital más alta del mundo (después de La Paz y Quito).
Mucho antes de la conquista española, la zona estaba habitada por los muiscas, uno de los pueblos indígenas precolombinos más avanzados. Su primer nombre fue Santa Fe de Bogotá, una combinación del nombre tradicional, Bacatá, y el de la ciudad natal de Quesada en España, Santa Fe. Se destruyeron los lugares de culto de los muiscas y se sustituyeron por iglesias. Durante los primeros años Santa Fe se gobernó desde Santo Domingo. En 1550 pasó a manos de Lima, capital del virreinato de Perú. La explotación de las minas de oro implicó la llegada de mano de obra de esclavos africanos. En 1717 Santa Fe se convirtió en la capital del Virreinato de Nueva Granada, que dominaba los territorios actuales de Colombia, Panamá, Venezuela y Ecuador (en el siglo XIX conformarían la Gran Colombia).
Una serie de desgracias motivadas por terremotos y epidemias de viruela y fiebre tifoidea, durante los siglos XVII y XVIII frenaron su crecimiento. Después de la independencia de 1819, Santa Fe recibió nuevamente el nombre indígena de la antigua capital muisca: Bogotá, convirtiéndose en la capital de la Gran Colombia. Simón Bolívar, el Liberador, fue nombrado presidente de la República. En 1830 la Gran Colombia se disolvió dando inicio a los hoy estados de Ecuador, Venezuela y Colombia (Panamá se separaría en 1903). La ciudad fue creciendo, alcanzando a mediados del siglo XIX los 30.000 habitantes y 30 iglesias. La historia de Colombia en el resto de ese siglo fue una sucesión de guerras civiles. La más trascendental fue la Guerra de los Mil Días, en la que las facciones Conservadora y Liberal desangraron al país entre finales del siglo XIX y comienzos del XX.
En la década de 1940 la industrialización y las emigraciones desde el campo aceleraron su desarrollo. El 9 de abril de 1948, el alcalde de Bogotá Jorge Eliécer Gaitán, muy querido por el pueblo, fue asesinado. Su muerte desencadenó unos disturbios que enfrentaron a conservadores y liberales, que degeneraron en la revuelta popular conocida como Bogotazo que dejó la ciudad parcialmente destruida y provocaron más de 3.000 muertos.
Desde principios de la década de 1982 hasta finales de 1990, Bogotá fue golpeada por secuestros, sangrientos atentados y asesinatos perpetrados en su mayoría por los hombres de Pablo Escobar, el poderoso jefe del cartel de Medellín, considerado entonces uno de los hombres más ricos del mundo. Financió el M-19, un movimiento revolucionario armado que atacó el Palacio de Justicia el 6 de noviembre de 1985, tomando como rehenes a 300 civiles. La intervención del ejército acabó con 115 muertos, de los cuales 11 eran jueces de la Corte Suprema. La criminalidad y la inseguridad alcanzaron niveles nunca vistos.
A finales de la década de 1990, la violencia comenzó a disminuir y los homicidios y las agresiones se redujeron. El histórico tratado de paz del 2016 con las fuerzas Armadas Revolucionarios de Colombia (FARC), con el que concluyeron 52 años de guerrilla que ha causado centenares de miles de muertos. Gracias al espectacular incremento de la seguridad, Bogotá es actualmente un gran centro financiero, una capital política y una gran ciudad universitaria y cultural, dotada de numerosos museos, posicionándose, además, como uno de los destinos más importantes de América Latina.
Alojamiento en Hotel Andes Plaza.
Día 2: BOGOTÁ: Visita de la ciudad. Museo Botero y de Oro.
Desayuno buffet en el hotel.
Comenzamos la visita de Bogotá, corazón palpitante de Colombia y una vibrante y bella capital acunada entre gélidos picos andinos e impregnada de sofisticada frescura urbana.
Iniciamos nuestro viaje en este país con la visita del Cerro de Monserrate, un mirador natural de la ciudad, al cual ascenderemos en funicular o teleférico, según la operatividad de la administración del cerro de Monserrate. Orgulloso símbolo de Bogotá, se alza sobre 3.152 metros, coronado por una iglesia blanca, visible desde casi todas las partes de la ciudad. La cima brinda amplias vistas de los 1.700 km2 de la capital; en días despejados se puede ver el cono simétrico del Nevado del Tolima, en el macizo volcánico del Parque Nacional Natural Los Nevados en la Cordillera Central, 135 km al oeste.
Al salir de la estación del funicular, encontramos un viacrucis florido y arbolado, jalonado de estatuas de bronce que indican las estaciones, hasta llegar a la Iglesia Santa Marta de la Cruz de Monserrate, en la cima. La construcción de la primera ermita ordenada por Juan de Borja y Armendia en 1640 y finalizada en 1657, inicialmente bajo la advocación de la Virgen Morena de Monserrat, aunque muy pronto fue reemplazada por la imagen del Santo Cristo Caído a los azotes y clavado en la cruz, obra maestra de Pedro de Lugo Albarracín, tallada en madera y con algunas piezas de plomo y plata. Precisamente, debido a esta imagen supuestamente milagrosa, es lugar de peregrinación de miles de colombianos creyentes, que buscan cura para sus enfermedades y alivio a sus problemas. Los creyentes dicen que además de conceder milagros, a la estatua no le para de crecer el pelo y por esta razón deben cortarlo continuamente.
Los daños ocurridos en la construcción original a causa del terremoto de 1917, obligaron a construir una nueva iglesia en la cumbre del cerro, que fue diseñada por el arquitecto Arturo Jaramillo Concha con un estilo arquitectónico Neogótico. En una de las capillas se encuentra un pequeño altar barroco rojo y dorado en el que destaca una réplica de la Virgen de Montserrat, igual que la del Monasterio de Montserrat, flanqueada por la bandera colombiana y la bandera de Bogotá. La figura original, realizado a finales del siglo XVIII por artistas locales, desapareció en 1950 y en 1996 fue repuesta por una donación del Monasterio de Montserrat. En la Capilla Penitencial, detrás del ábside, hallamos unos hermosos vitrales, con una bella armonía de azules, verdes y marrones anaranjados, realizadas en 1989 por Mario Mosquera. Entre otras historias y mitos de este mágico lugar se cuenta que entre Bogotá y Monserrate el sol marca el camino exacto para descubrir El Dorado (ese mítico reino ubicado en antiguos territorios muiscas); y que los novios que visitan el santuario del Señor Caído no logran casarse (cuidado los solteros).
Después de descender de Monserrate, nuestra siguiente parada será en el Museo del Oro, el más famoso de Bogotá y quizás el más hermoso de este tipo del mundo. Ubicado en pleno centro histórico, ocupa un edificio moderno y espacioso. El museo fue creado en 1939 y rinde homenaje al talento de los artistas precolombinos y al misterio que aun hoy envuelve a esas civilizaciones.
Hubo un tiempo en América en el que el oro no poseía valor económico, sino sagrado. Los nativos americanos creían que eran las lágrimas que escapaban del Sol cayendo sobre la tierra. Honor, poder, riqueza, un enlace con la naturaleza y sus espíritus… eso era el oro. Sólo con la conquista, el oro a través de la mirada occidental obtuvo un valor dinerario. La producción de oro en los Andes se practicaba ya en el 500 a.C. Cada grupo indígena tenía sus propios rituales, sus métodos y sus técnicas, así como su estilo ornamental. Los orfebres se inspiraban a menudo en la naturaleza y los animales.
Este fascinante museo posee el más importante conjunto de metalurgia precolombina del mundo, con más de 55.000 piezas de oro y otros materiales como cerámicas, líticos, conchas, huesos o textiles, de las principales culturas prehispánicas colombianas como la muisca, quimbaya, tairona, calima, nariño y magdalena. Se hallan expuestas en salas temáticas divididas en tres pisos con una destacada museografía. La visita al museo nos permitirá conocer el trabajo de los metales antiguo, el contexto del oro y los metales en la organización política y religiosa de la Colombia prehispánica; nos deleitaremos con la exploración de temas míticos como el chamanismo y la visión cosmológica a través de los metales y descubriremos bellísimas ornamentaciones y reliquias.
La planta baja (“La gente y el oro en la Colombia prehispánica”), se explica el proceso de fundición y trabajo del oro, así como de otros metales de las distintas regiones arqueológicas. Entre las piezas de la costa pacífica está la admirable máscara de jaguar; de la región de Calima, un magnífico pendiente de oro para la nariz; de la zona del medio Cauca, un espléndido casco de oro y unos pendientes zoomorfos finamente labrados.
En la primera planta (“Cosmología y simbolismo”) encontramos imágenes relativas al mundo de los dioses, al de los humanos y al del inframundo o reino de los muertos; el papel del oro para los caciques y los sacerdotes; figuritas precolombinas de mujeres zenú del norte y otros elementos propios de ceremonias de culto antiguo. El consumo de hojas de coca entre los indios conllevaba el empleo de un poporo, el recipiente en el que guardaban cal que mezclaban con las hojas de coca que masticaban. Destacamos un poporo quimbaya, cuya adquisición por el banco en 1939, daría origen al proyecto del museo.
En la segunda planta (“La ofrenda”) encontramos las mejores piezas de la exposición. Se documenta el mundo de los chamanes (brujos) que a menudo aparecen sentados para pensar mejor, interpretar los secretos del cosmos y controlas las fuerzas que regulan la vida. Al final se halla la Sala de la Ofrenda, una gran sala circular de cuyas paredes transparentes cuelgan más de 3.000 objetos de oro. Una vez en el interior, y después de cerrarse la puerta, se escuchan cantos sagrados koguis. Una iluminación especial hace que destaquen los tesoros dispuestos de forma artística y simbólica en todo el perímetro de la sala. En el centro, una fosa circular que recuerda al sanctasantorum, alberga otros objetos de oro. Aquí aparece reproducida la laguna de Guatavita y se describe la utilización ritual del oro. El objeto más famoso es la Balsa de la Ofrenda, una pequeña pieza hallada en 1969 cerca de la ciudad de Pasca (al sur de Bogotá), labrada con gran finura por los muiscas entre los años 600 y 1600 d.C., que representa una balsa hecha de juncos o bambús y representa el acto de investidura de poder de los jefes muiscas que se celebraba en la laguna de Guatavita, en el cual el heredero del cacicazgo cubría su cuerpo con oro en polvo y acompañado del pueblo, arrojaba al río oro y esmeraldas como ofrenda a los dioses. El jefe se halla flanqueado por otros personajes más pequeños, dos de los cuales portan estandartes. Esto dio origen al mito de El Dorado.
El recorrido continúa hasta el Museo Botero, instalado en una bonita vivienda colonial, fue creado en el año 2000, cuando el artista Fernando Botero donó al Banco de la República una colección de 208 obras, 123 de las cuales eran propias y 85 de artistas internacionales. Nacido en la ciudad de Medellín el 19 de abril de 1932, Botero es uno de los artistas vivos colombianos más cotizados del mundo; sus obras llevan impreso un original estilo figurativo neorrenacentista contemporáneo, denominado por algunos como “Boterismo”. Sus creaciones son inconfundibles, por las formas redondeadas y desproporcionadas de las figuras, presentando una belleza sin igual, convirtiéndose en una de las principales manifestaciones del arte contemporáneo a nivel mundial. Sus obras se recrean en todos los temas: la política, el sexo, la violencia, la muerte, la religión, paisajes y costumbres, amor o la familia. En el museo podemos encontrar esculturas, pinturas, acuarelas, dibujos (entre ellos la famosa Mona Lisa de Da Vinci, revisada y corregida por el artista). Hay una gran cantidad de retratos de personajes comunes: el sacerdote, el hombre corriente, la cortesana o el militar. En el primer piso se encuentran los modelos reducidos en bronce de las esculturas que se encuentran en la plaza de Botero en Medellín. También se incluyen lienzos de pintores impresionistas y obras excepcionales del siglo XX de la concepción privada de Botero: Picasso, Chagall, Renoir, Matisse, Monet o Miró y esculturas de Dalí y Max Ernst.
Almuerzo en restaurante local.
A continuación caminaremos por las calles del barrio colonial de la Candelaria, de gran importancia patrimonial y cultural, conserva gran parte de su arquitectura original, con sus calles empedradas, casas coloniales exquisitamente restauradas con ventanas de hierro, gruesas puertas de madera, balcones y patios internos con hermosos jardines ocultos. Pero lejos de ser una zona fosilizada del pasado, es un lugar animado y vivo, gracias a la presencia de numerosas escuelas y universidades. El corazón del barrio desde su creación es la Plaza de Bolívar, (en todas las ciudades colombianas hay una plaza Bolívar), auténtico núcleo social, político, administrativo y religioso de la capital colombiana. Cualquier manifestación que se precie, comenzará por esta plaza, que ha sido testigo mudo de la historia de la capital: sirvió de mercado público, plaza de toros, en ella se ajusticiaron ciudadanos ilustres en los tiempos de la independencia. Cuenta con una estatua del Libertador forjada en bronce en 1846 por el italiano Pietro Tenerani. La plaza se encuentra rodeada por grandes e imponentes edificios, de estilos muy diferentes, entre los que destaca la Catedral Primada de Colombia emplazada en el mismo lugar que ocupó la primera iglesia levantada aquí en 1549, donde supuestamente se celebró la primera misa tras la fundación de Bogotá. Esta vasta catedral neoclásica de 5.300 m2, fue construida entre 1807 y 1823 y remodelada en varias ocasiones. El interior es muy austero, armonizado por 14 macizas columnas de capiteles dorados y otras tantas capillas laterales. Es destacable la sillería del coro, tallada en nogal con taraceas de caoba, del siglo XVII, obra de Luis Márquez. En la sacristía se guarda el Cristo de la Conquista, ante el que los españoles y Fray Domingo de las Casas, dieron la primera misa. En sus cimientos se supone que reposan los restos los restos de Gonzalo Jiménez de Quesada, fundador de Bogotá, aunque hasta ahora nadie los ha encontrado. También se encuentra la tumba de Antonio Nariño, precursor de la independencia. Sus dos campanarios fueron reconstruidos después del terremoto de 1827.
A la derecha de la catedral, separada de esta por un edificio amarillo, se la halla la imponente fachada de estilo barroco neogranadino de la capilla del Sagrario, una auténtica joya de la arquitectura religiosa, y uno de los monumentos de mayor valor artístico de Colombia. Las obras comenzaron en 1660 y finalizaron en 1700, gracias a la aportación de Gabriel Gómez de Sandoval, un adinerado caballero español. La portada posee influencias renacentistas y es considerada una de las expresiones más ricas del manierismo santafereño. Una hermosa nave blanca sostenida por columnas de estilo corintio, conduce al coro decorado con un bello baldaquino rojo y dorado con piedras incrustadas. También son destacables los cuadros de Gregorio Vásquez de Arce y las pechinas pintadas por Ricardo Acevedo Bernal, así como la talla de madera de la entrada, la techumbre mudéjar y el templete del altar con incrustaciones de marfil, ébano y carey.
Otros importantes edificios que se pueden destacar en Candelaria, como el Palacio de Justicia, edificio moderno que alberga la Corte Suprema de Justicia y el Consejo de Estado. En su fachada figura l a máxima dictada por el general Santander (1792-1840): ”Colombianos, las armas os han dado la independencia, las leyes os darán la libertad”. Cargado de una triste historia, es un monumento emblemático de las infamias y la violencia que enmarcaron el país en la década de 1930. Fue destruido durante el Bogotazo de 1948 y reconstruido en la década de 1960; ocupado en 1985 por los guerrilleros del M19, el ataque del ejército se saldó con la muerte de 55 personas. En la parte occidental de la plaza Bolívar, se halla el Capitolio Nacional, imponente monumento de estilo neoclásico, con una serie de columnas jónica, fue proyectado por el inglés Thomas Reed. En la actualidad es la sede del Congreso. Su construcción comenzó en 1847, y no se terminó hasta 1926, con la intervención de varios arquitectos. De ahí las influencias jónicas, neoclásicas y renacentistas que se pueden apreciar. El Palacio Liévano es un edificio de estilo “Renacimiento francés”, construido entre 1902 y 1905 por el arquitecto francés Gaston Lelarge. Su fachada ocupa todo el lado oeste de la plaza y está adornado con grandes puertas de madera. En la actualidad es el hogar de la alcaldía.
Nos sorprenderán algunas calles con fachadas de estilos republicanos, Art Decó, Bauhaus y algunos otros que en un sincretismo artístico, aúnan el arte griego con la más austera arquitectura del final del siglo XIX. Situado detrás del Capitolio Nacional, se encuentra la Casa de Nariño, un edificio neoclásico, construido en el mismo lugar donde nació el héroe de la independencia Antonio Nariño (1765-1823), actualmente residencia oficial del presidente de Colombia. El Teatro Colón, inaugurado en 1892, posee una deliciosa fachada de estilo neoclásico adornada con columnas de orden dórico toscano; enfrente se encuentra el Palacio de San Carlos, un edificio de 1580, que fuera residencia del revolucionario Simón Bolívar, y donde estuvo a punto de ser asesinado.
Alojamiento en Hotel Andes Plaza.