Viaje a CHINA VI: Suzhou y Shanghai | Los viajes de Vagamundos día a día.

Día 12: HANGZHOU – SUZHOU – SHANGHAI 

Desayuno buffet en el hotel. A primera hora de la mañana partimos hacia Suzhou, ciudad famosa por sus Jardines clásicos (declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1997 Y 2000): El arte paisajístico clásico de China, que trata de recrear paisajes naturales en miniatura, está excepcionalmente representado en los nueve jardines de la histórica ciudad de Suzhou. Acondicionados entre los siglos XI y XIX, estos jardines son obras maestras del paisajismo universalmente reconocidas y su meticuloso diseño refleja la trascendencia metafísica que tiene la belleza de la naturaleza en la cultura china.” La ciudad fue fundada en el siglo VI a.C., cuando se construyeron los primeros canales para controlar el elevado nivel freático de la zona. Al finalizar la construcción del Gran Canal, en el 618 d.C., Suzhou se convirtió en la ciudad mejor estratégicamente situada dentro de las rutas comerciales, empezó a prosperar llenándose de comerciantes y artesanos y convirtiéndose en una metrópolis industrial y comercial de gran importancia en la zona sudeste de la costa China. La industria de la seda, que ya existía bajo la dinastía Tang (618-917), adquirió verdadera importancia con la dinastía Song (960-1279). Cuando Marco Polo pasó (supuestamente) por la ciudad, en 1276 quedó asombrado por su “grandeza y nobleza”, descubriendo un urbanismo plagado de canales, y bautizándola como la “Venecia de Oriente”. Estos canales eran vías comerciales esenciales para el comercio y el transporte de mercancías. En el s. XIV era la principal productora de seda del país. Bajo la dinastía Ming Suzhou floreció como un centro de gran refinamiento al que acudían aristócratas, hedonistas eruditos, actores y pintores y construyeron elegantes villas y jardines. Afortunadamente, la Suzhou se libró del vandalismo de la Revolución Cultural. En la actualidad, la ciudad ha prosperado gracias a las nuevas tecnologías, atrayendo a grandes compañías internacionales. A pesar del ímpetu modernizador, y de la desaparición de muchos de sus jardines y lugares de interés, la ciudad ha sabido conservar sus vestigios del pasado, y conserva ese aire lleno de nostalgia en sus mercados y calles peatonales. La parte antigua forma un rectángulo delimitado por una red de canales navegables y está atravesada de norte a sur por la avenida del Pueblo. En las afueras se extiende una gran zona industrial donde se han instalado numerosas empresas de capital mixto.

Los jardines chinos combinan rocas, agua, árboles, y edificios que reflejan el gusto de los chinos por el equilibrio y la armonía. Llegaremos hasta el Jardín del Maestro de las Redes (del Pescador), que es el más pequeño de todos los jardines de Suzhou, pero a la vez el que tiene mayor encanto: la quintaesencia del jardín chino, su arquetipo. Creado en el año 1140, posteriormente fue abandonado, para ser restaurado en 1770 por un funcionario retirado que soñaba con convertirse en simple pescador. Después de atravesar la magnífica puerta labrada, el jardín se divide en tres partes: en el este, una zona residencial con elegantes edificios, con salas de recepción y aposentos privados; en el oeste el jardín interior, con un patio ocupado por el Pabellón del Fin de la Primavera, el gabinete de trabajo del maestro. Pero lo esencial del jardín se encuentra en el centro: un estanque rodeado de senderos, miradores, pabellones y templetes. No se compone de flores, sino de plantas y árboles (cerezo, ciruelo, granado, magnolia, bambú, pino, plátano, y un ciprés de 900 años. En el mismo, nos encontraremos con el Pabellón de la Brisa y de la Luna, que se levantó únicamente con el fin de admirar el reflejo de la luna sobre las aguas del estanque. El jardín interior fue tomado como modelo del jardín de los Ming, en el Metropolitan Museum de Nueva York, y también fue miniaturizado completamente para una exposición en el Centro Pompidou de París en 1982.

EL JARDÍN CHINO. El arte de la jardinería tiene, para los chinos, la misma consideración sagrada que la escritura o la poesía. El jardín es, a la vez, parte de su hogar y lugar de recreo, un lugar “mágico”, un cosmos en miniatura en el que se procura recrear la imagen de una naturaleza ideal. Representa un compromiso constante entre las dimensiones estéticas y simbólicas, y debe representar al mundo en miniatura y favorecer la meditación y la contemplación en la placidez. Las regueras simbolizan los ríos; los montículos y las rocas, las montañas; las puertas circulares evocan la perfección y armonía del universo; la forma fantasiosa de las ventanas (octogonales, estrellas, hojas) responde a la intención de “capturar el paisaje y la perspectiva”. En los jardines chinos, todo debe servir para representar al mundo y al hombre a escala reducida en un lugar cerrado. Por ello, es un elemento con vida propia: tiene que registrar los mismos cambios que la naturaleza verifica en las diferentes estaciones, así como de los juegos de luz y sombra proporcionados por el ciclo solar, y de las variaciones diurnas y nocturnas. A través de las incesantes y múltiples transformaciones, el jardín va adquiriendo una nueva dimensión, en el que, a cada instante, se disfruta de una visión efímera e impresiones fugaces de un universo en continuo movimiento. Aquí la armonía general es mucho más importante que la simetría y el orden. El jardín chino no es, el exponente de una colección botánica. Los árboles se plantan de manera asimétrica porque constituyen por sí mismos un elemento estructural que permite crear unas interesantes perspectivas realzando, a su vez, otros elementos del jardín (piedras, agua, etc.). En definitiva, el jardín chino tradicional, debe intentar simbolizar el paraíso en el mundo. Según las antiguas leyendas chinas, este paraíso se hallaba en la cumbre de una gran montaña que estaba en unas lejanas islas que se hallaban en medio del mar. Allí se encontraba el elixir de la «eterna juventud», que permitía acceder a la inmortalidad. Esta leyenda explica la gran importancia que la montaña, el mar y las islas tienen en la simbología de los jardines chinos. La jardinería se desarrolló durante el período de la Dinastía Han. No se buscaba, por aquel entonces, su concepción estética, sino que estaba, más bien, dedicado al descanso y a la caza. A partir de la época de los Tang y de los Song, el entorno, tanto interior como exterior, empezó a adquirir una importancia preponderante en la concepción de los jardines, y ya, durante el imperio de los Ming y los Qing, adquirieron su dimensión artística y alcanzaron su plenitud. Por tanto, cuando se mencionan los jardines chinos, se hace referencia a los jardines creados durante ese período.

A continuación visitaremos la Colina del Tigre, en la que descansan los restos de He Lu, rey de la dinastía Wu, fundador de la ciudad. La leyenda dice que su espíritu es custodiado por un tigre blanco que llegó tres días después de su muerte y ya no quiso abandonar el lugar. En la misma se encuentra la pagoda Inclinada o pagoda de Roca, construida en ladrillo en el siglo X. Consta de siete pisos, y una altura de 47 metros. Se encuentra inclinada más de dos metros de la línea perpendicular en su punto más elevado. Esta inclinación se ha intentado corregir, pero únicamente se ha conseguido detener el proceso, que la hubiera llevado a la derrumbarse. En una de las intervenciones que se realizaron para evitar que se viniera abajo, se hallaron varios sutras budistas del s. X y la fecha del año que se construyó (959-961). El estanque de las Espadas, una hendidura cubierta de agua entre las rocas, es donde se supone que estaría la tumba del rey con 3.000 espadas

A los pies de la colina se encuentra la zona de Shangtang Jie, una antigua calle peatonal que serpentea en la orilla norte del río Shantang a lo largo de 3.5 km. Esta calle, con casi 1.200 años, tiene el honor de ser considerada la calle más antigua que queda de la ciudad. Fue el centro comercial de la misma durante las Ming (1368-1644) y Qing (1644-1911). Recorreremos la parte este que tiene aproximadamente 350 de largo, y es como una miniatura de la antigua Suzhou. Actualmente, está llena de tiendas de recuerdos y restaurantes, casas de té y modernos pubs. A pesar de ello, ha sabido mantener la esencia de la antigua ciudad.

Almuerzo en restaurante chino.

Ponemos rumbo a Shanghai, que se encuentra a algo más de 100 km.

Alojamiento en el hotel Lee Garden Hotel Shanghai.

Día 13: SHANGHAI

Desayuno buffet en el hotel. Por fin llegamos a Shanghai, último destino de nuestras andanzas por tierras chinas. Con casi 25 millones de habitantes, es no solo la ciudad más poblada del país, sino una de las más pobladas del planeta. Convertida hoy en el escaparate de la China de los negocios, está considerada como el centro financiero y comercial del país, por encima incluso de Hong Kong. De hecho, las empresas establecidas en China, y las nuevas, han ido desplazando su sede a Shanghai, ya que solo con la propia población de la ciudad se crea un importante mercado interno (es la mitad de la población española). Todo  esto la convierten en una de las ciudades más caras de Asia, mostrando un desmedido apetito por el lujo y las luces. Flamantes edificios, neones infatigables, y el mayor puerto del mundo, son las señas de identidad de esta ciudad. Pero todo esto, aunque parezca mentira, no ha alterado en absoluto el aire nostálgico del Shanghai de la era colonial. Dos caras opuestas, o quizás más, para una ciudad irresistible, construida a base de contrastes y paradojas. Administrativamente, Shanghai es una de las cuatro municipalidades de la República Popular China administradas directamente por el gobierno central del país. Aunque ha sufrido una historia muy  turbulenta, se trata de una ciudad joven, que no cuenta con muchos monumentos como ocurre con Pekín o Xi’an. En el siglo XIII se convirtió en la sede de un pequeño condado, permaneciendo así hasta el siglo XIX, cuando tras la Primera Guerra del Opio, en 1842, los británicos exigieron, por medio del Tratado de Nankíng, el derecho a comerciar libremente desde varios puertos, entre ellos el de Shanghai. La ciudad se  transformó aceleradamente en un reducto de lujo y prosperidad, y a la vez de decadencia. Las “concesiones extranjeras” que eran en realidad territorios ocupados por Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos, cada uno con sus propias leyes, estaban fuera del área de la justicia china. En 1900 la ciudad tenía una un millón de habitantes, de ellos más de una cuarta parte eran extranjeros de las concesiones. A partir de ahí se inició un fulgurante ritmo de crecimiento que no se ha detenido hasta ahora. Los extranjeros decían que en Shanghai “existían muchos mundos, y que la ciudad tenía lo mejor y lo peor de cada uno de ellos”. Era un terreno abonado para delincuentes, espías, aventureros, prostitutas, traficantes y comerciantes, la mayoría conscientes de que vivían algo irrepetible. Se trabajaba de día y se corría la juerga de noche. En las salas de juego y los casinos los millones se esfumaban como el humo. Este pasado canalla, vinculado al opio, y a los clubs nocturnos llegó al resto del mundo de la mano de la literatura y del cine de Hollywood (muy recomendable la película “Shanghai Express”, de Joseph von Sternberg, e interpretada por Marlene Dietrich), que la envolvieron en ese halo de exotismo prohibido. Aquí también fue donde germinaron las ideas nacionalistas que después se extenderían por el resto del país. En una casa de la Concesión Francesa se celebró en 1921 la primera reunión del Partido Comunista Chino, y a la que asistió, entre otros, Mao Zedong. En 1937, tras la Batalla de Shanghai, la ciudad cayó en manos de los japoneses. Esta ocupación duró hasta 1945. Con el triunfo de la Revolución China en 1949, muchos de los empresarios extranjeros desplazaron sus negocios a Hong Kong. Hoy es la megalópolis más moderna y progresistas de China, y uno de los motores industriales del país.

Comenzaremos con la visita del Templo del Buda de Jade, construido entre 1911 y 1918, es el más  emblemático de la ciudad. A finales del s. XIX un monje budista peregrinó hasta Birmania. De regreso trajo cinco estatuas de Buda, dos de las cuales, un buda sentado y otro reclinado, las entregó a una congregación  de la ciudad. El abad de la misma ordenó construir un templo para guardar las imágenes. El edificio del templo sigue el estilo propio de la dinastía Song, y luce en el tejado, estatuillas y aleros de curvas muy pronunciadas. Comprende tres vestíbulos centrales separados por patios: el pabellón del Rey Celestial, presenta cuatro reyes celestiales; el gran pabellón de la Magnificencia, alberga tres encarnaciones de Buda, y la cámara de los Budas de Jade, que atesora la primera estatua de jade, un buda recostado de 96 cm, en el que destaca el refinamiento con que se realizó la túnica de Buda, completamente drapeada. Delante hay una réplica gigante de mármol, no tan bella como la anterior, que fue un regalo de Singapur en 1989. En la primera planta se encuentra su pieza central, el Gran Buda de Jade sentado, de color verde pálido, mide 1.90 m de altur y, pesa una tonelada. Fue tallado a partir de una única pieza de jade y decorada con incrustaciones de piedras preciosas. El templo estuvo cerrado entre 1949 y 1980, y amenazado por los Guardias Rojos durante la Revolución Cultural. Su supervivencia se debe a la inteligencia del bonzo superior de la época, que cerró las puertas del templo y las cubrió con retratos del presidente Mao, que no se podían tocar sin cometer un sacrilegio.  Actualmente cuenta con una comunidad de un centenar de monjes.

Si pudiésemos reducir Shanghai a una sola imagen, sin duda esa sería la del Bund. Es el nombre que dieron los británicos a la zona del malecón de la ciudad. Lo que en un principio no era más que una ribera fangosa, donde descargaban sus mercancías los sampanes en medio del gentío de marineros y porteadores, se transformó en una majestuosa zona con los bancos y empresas más poderosos de Shanghai. El Bund fue el corazón comercial y financiero de Shanghai, pero también el símbolo del dominio extranjero sobre la ciudad dividida en concesiones. Sus aproximadamente 1.500 metros de longitud, componen un conjunto de 52 edificios de estilo neoclásico construidos a entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, herencia de  una de las épocas más cosmopolitas y brillantes de la ciudad. Cada edificio tiene su propia personalidad, pero el resultado final es un conjunto armónico. El lado del Bund que da al río se ha elevado por encima del suelo y transformado en un paseo peatonal que recorreremos tranquilamente y donde podremos contemplar la silueta de sus edificios así como el tráfico fluvial. Destacamos los siguientes edificios: Banco de China (1937), un manifiesto propagandístico del gobierno chino en el corazón de las concesiones occidentales, combina el concepto de rascacielos con referencias locales: techo piramidal curvado en las esquinas y apoyado sobre un entramado de vigas, ventanas caladas con motivos geométricos tradicionales y con dragones guardando la entrada. Hotel de la Paz (1930), de estilo art déco, es el edificio más emblemático del Bund. Conocido como Cathay Hotel, muestra la opulencia de la época y el poder del multimillonario empresario Victor Sassoon que amasó una fortuna con el comercio del opio y lo reinvirtió en inmuebles. Se eleva con la característica pirámide de cobre verde que remata el edificio donde se encontraban antaño los apartamentos privados de la familia. Aduana (1927), uno de los más característicos, y el único que conserva su función original. El  reloj y la campana de su torre fueron construidos en Inglaterra. Shanghai Pudong Development Bank (1923), rematado con una cúpula, luce un enorme vestíbulo de entrada. Estaba considerado el edificio más bello de Oriente. El Shanghai Club (1911), bastión del snobismo británico, disponía de 20 habitaciones para residentes, y una barra de 33,6 m, la más larga del mundo. Los chinos y las mujeres no tenían permitido el acceso. La Estación meteorológica (1908), mide 48,8 metros de altura y hasta finales del siglo XX servía también como faro, guiando a los barcos que entraban en el puerto de Shanghai. Se distingue por su elegante decoración art nouveau: pilastras anchas, elementos redondeados de hierro forjado y bandas horizontales de ladrillo. El Monumento a los Héroes de Shanghái (1994),sus tres pilares de 60 metros de altura simbolizan a las personas que dieron su vida en la Guerra del Opio.

Desde aquí, tendremos una vista inmejorable de la zona de Pudong, un distrito de grandes y brillantes rascacielos. Hasta 1990, este barrio, en la orilla derecha del río Huang Pu, era una extensión de terrenos agrícolas, llanos y fértiles dedicados al cultivo. Los habitantes de toda la zona vivían como pequeños  agricultores, a las puertas de una metrópoli en plena explosión económica. En 1990 el municipio decidió desarrollar esta parte de la ciudad para descongestionar Puxi, el oeste del río. En 1992 Deng Xiaoping dio el impulso decisivo para transformar Pudong en “zona económica especial”, con el objetivo de convertir Shanghai en el corazón y motor del nuevo “capitalismo de Estado chino”. Podremos comparar apreciando el contraste entre los restos del pasado y la geometría futurista del horizonte de Pudong. Destacamos: Torre Jin Mao(que visitaremos mañana), es la joya arquitectónica de la nueva zona y símbolo de la recuperación económica. El Shanghai World Financial Center (SWFC), con sus 491 m y 101 pisos, es el edificio más alto de Shanghái (491 m) y uno de los rascacielos más grandes del mundo. Inaugurado en 2008 fue financiada por un consorcio japonés, e incluía en la parte alta una abertura circular que algunos relacionaron con la bandera japonesa. Las presiones obligaron a modifica el diseño y el arco se transformó en un trapecio, por lo que la torre parece ahora un abrebotellas gigante. La Perla de Oriente, la Torre de la Televisión, la tercera más alta del mundo (468 m). Es el símbolo de la ciudad  moderna y el edificio más fotografiado de Shanghái. Una inmensa aguja de hormigón gris con un largo mástil vertical al que están enganchadas dos gruesas bolas con cristaleras de color rosa y una tercera bola más pequeña fijada al pie de la flecha final.

                Almuerzo en restaurante chino.

Llegaremos al Barrio Antiguo, vestigio de la antigua ciudad atrincherada tras sus murallas, que se está reestructurando a toda velocidad, y está condenado a desaparecer. Pasearemos por sus sinuosos callejones, de casas bajas alejados del ritmo frenético del resto de la ciudad. Impulsado por el fervor religioso  y comercial, aquí se vive al ritmo del los fieles que se reparten por los numerosos templos, de los comerciantes que invaden a diario las calles con sus puestos, y de los numerosos mercados de pájaros, insectos, plantas o libros antiguos. Alrededor del Jardín Yuyuán, la mayoría de casas chinas han sido restauradas y convertidas en tiendas en lo que constituye el bazar del jardín, y aunque no tiene la solera del jardín, son atractivos por sus pintorescos tejados. Las tiendas venden desde recuerdos turísticos a medicinas tradicionales. Entre el tumulto del bazar, los fieles se reúnen frente a la entrada del Cheng Huang Miao (“Templo del Dios de la Ciudad”), templo construido en 1403 durante la dinastía Ming, que alcanzó gran popularidad. Durante la Revolución Cultura, fue cerrado y en 1951 se convirtió en centro taoísta. En el mismo se veneran tres figuras importantes de la historia de Shanghai, como los dioses de la ciudad. Y llegamos al corazón del casco antiguo, donde se encuentra el Jardín Yuyuán, construido en el siglo XVI por el mandarín Pan Yun Duan, un gobernador de la dinastía Ming, se precisaron 18 años para darle forma. Sufrieron el castigo de la Guerra del Opio y posteriormente de los franceses ante los ataque de los rebeldes de Taiping. Diseñado en el estilo clásico del sur del país, recrea los motivos de las pinturas tradicionales. Muy visitado por los habitantes de la ciudad, refleja un microcosmos donde conviven en equilibrio plantas, animales y minerales. Podremos contemplar una ingeniosa composición de más de 30 pabellones, galerías, montañas artificiales, rocas de todos los tamaños, salones, un estanque y un caprichoso riachuelo. El jardín cuenta también con espacios sombreados gracias a la frondosa vegetación que incluye ginkgos centenarios, magnolias y bonsáis entre ellos una variedad milenaria de Buxus sínica. En la célebre casa de té del jardín la Huxinting (1855), se reunían los mercaderes e intermediarios. Sus 9 puentes en zigzag lo protegían de los malos espíritus.

Visitaremos una Museo de Seda, en el que después de realizar un rápido tour y recibir algunas explicaciones de cómo se produce la seda china desde el siglo XIV, acabaremos en la tienda.

Alojamiento en el hotel Lee Garden Hotel Shanghai.

Compartir

Viajar con Vagamundos es mejor