El sultanato de Omán ocupa el extremo sudoeste de la Península Arábiga, algunas islas coralinas y una pequeña zona, separada del territorio principal que está situado en la punta de la península de Musandam y que penetra en el estratégico estrecho de Ormuz. Su costa está abierta a tres mares: el golfo Pérsico, el golfo de Omán y el mar Arábigo. Abarca 1.700 kilómetros, desde el estrecho de Ormuz hasta la frontera con la República de Yemen. Limita con los EAU al noroeste, con Arabia Saudí al oeste, y con Yemen al suroeste.
La orografía del sultanato se compone de llanuras pedregosas, valles y abruptas elevaciones montañosas. El área más importante corresponde a los llanos costeros que representan un 3% del territorio continental. Las zonas montañosas suponen un 15% y el restante porcentaje corresponde a arenas y gravas desérticas entre las que se incluye parte del llamado «Distrito Vacío«. Posee 2.100 kilómetros de costa, y su punto más elevado es la montaña Jabal Shams, con 2.980 metros de altura.
HISTORIA
El pasado de Omán se remonta al 5000 a.C. Existen tablas sumerias que mencionan el país de «Magan«, nombre con el que se designaba la zona que ocupa hoy el sultanato. También aparece mencionada en una tableta grabada en la esfinge de Gizeh, en Egipto, hacia el año 1530 a.C. Los antepasados de los actuales omaníes llegaron en dos oleadas migratorias procedentes de Yemen y del norte de Arabia en la época en la que los persas ocupaban varias zonas del país.
El sur de Omán era el centro del lucrativo comercio de incienso. Producido a partir de la savia del olíbano, este artículo tan codiciado se intercambiaba por especias con la India y se transportaba en caravanas que cruzaban toda Arabia. Era tan preciada la savia de estos árboles que la reina de Saba regalaba incienso de Dhofar al rey Salomón. También es legendaria la referencia bíblica al incienso de los Reyes Magos.
Omán siguió gozando de gran prosperidad gracias al comercio del cobre, hasta la llegada del islam, que se produjo hacia el año 630, fecha en la que sus gobernantes, Abd y Jaifar, abrazaron la nueva fe uniéndose a la estricta secta abadí y expulsando a los persas. Durante los siguientes cinco siglos, Omán estuvo gobernado por la dinastía Bani Nabhan (1154-1624). Fueron años donde se alternaron periodos de estabilidad con otros de confrontaciones entre las diferentes tribus. A comienzos del siglo XVI, marinos portugueses ocuparon la zona de Mascat, que dominaron durante siglo y medio haciéndose con el control del comercio, hasta entonces monopolio de los árabes. En 1650 los portugueses fueron expulsados y se unificó el sultanato bajo la dinastía Yaruba. En 1718 estalló una guerra civil en la que intervinieron los persas, que fueron vencidos y expulsados. En la década de 1740 el país pasó a ser gobernado por la dinastía Al Bu Said, a la que han pertenecido desde entonces todos los sultanes de la nación.
La época de mayor esplendor del sultanato corresponde a la primera mitad del siglo XIX con el gobierno de Said Sultán, quien llegó a forjar un gran imperio: controlaba estratégicos enclaves de la costa africana como Mombasa y Zanzíbar (que fue su segunda capital), además de ciudades en India y Pakistán. A esta época de esplendor le siguió una progresiva decadencia. En 1890 la zona se convirtió en un protectorado británico. La sociedad omaní mantuvo en este periodo un total aislamiento exterior con conflictos ocasionales en el interior. En la década de los cincuenta se produjo una rebelión religiosa, y en 1963 un alzamiento tribal en la región de Dhofar. En 1962 se descubrió petróleo, aunque en una proporción mucho más reducida que en los emiratos vecinos. El sultán Said bin Taimur, que accedió al poder en los años treinta, ante la escasa repercusión que tenían en el pueblo las riquezas que generaba el petróleo, fue depuesto en 1970 por su hijo Qabus bin Said, quien optó por una política de modernización y apertura del país.
GOBIERNO
Omán es una monarquía absoluta que es ejercida por el sultán. Su parlamento tiene algunos poderes legislativos y de supervisión. Hoy está considerado como uno de los países más estables y pacíficos del mundo, y un firme aliado de Occidente en asuntos como la lucha contra el terrorismo islámico.
ECONOMíA
La riqueza agrícola del país surge en los «wadis«, valles irrigados por pequeños ríos y riachuelos, y en los oasis cuyas aguas se canalizan a través de «falaj«. Omán es un país eminentemente agrícola, ya que, al contrario que sus vecinos de los EAU, no cuenta con la producción tan alta de petróleo (actualmente es el 9%de PIB). El turismo ha experimentado un fuerte crecimiento en los últimos años.
De todas formas, el país cuenta con un amplia clase media, gran parte de la educación es gratuita y, al contrario que en los EAU o Qatar, mas de la mitad de los trabajadores son nacionales. Posee algo más de 4 millones de habitantes, de los cuales solo una sexta parte son extranjeros.
Incienso: el sudor de los dioses
Con el «Libro de los Muertos» del Antiguo Egipto nació la leyenda: las perlas de incienso eran las gotas de sudor que los dioses dejaban caer sobre la tierra y, con las ramas del árbol donde crecía, el ave Fénix construía su nido. Los Reyes Magos de Oriente cargaron sus camellos con esta esencia divina para llevarla hasta el portal de Belén como obsequio al recién nacido Niño Jesús. Los omaníes aseguran que venía del territorio que hoy constituye su país.
Su historia comenzó en el siglo I antes de Cristo. Desde entonces, esta resina del olíbano, un árbol enano que sólo crece en Omán y en algunas partes de Somalia, ha estado envuelta en un sinfín de leyendas. Durante siglos, tuvo tanto valor como el oro, y sus habitantes aún se recrean contando las historias que se transmitieron de generación en generación sobre su gran tesoro.
Cuando comenzó su comercialización se transportaba hasta su destino en caravanas de camellos. Desde Dhofar partían hacia lo que hoy es Yemen y, desde allí, continuaban el viaje a través de las montañas y el desierto de Arabia con rumbo a Petra, Gaza o Alejandría.
Casi todas las creencias religiosas del mundo han hecho uso de la resina sagrada. Entre sus utilidades en la antigüedad estaban las de camuflar el olor de los muertos durante un velatorio o embalsamar los cadáveres como se hizo, utilizando pequeñas cantidades, en la tumba de Tutankamón. Por ese motivo los mayores compradores fueron los templos de Egipto, Jerusalén y Roma. Unos siglos más tarde, la ruta comercial se empezó a controlar y los fuertes impuestos que había que pagar hicieron que cada vez saliera con menos frecuencia de Omán.
A pesar de que el Gobierno omaní exporta hoy cantidades pequeñas, la olorosa savia está presente en cada rincón del país. La cultura del perfume forma parte de la idiosincrasia de los omaníes, que venden esencias y aceites en cada esquina de cualquier ciudad. Incluso un gigantesco quemador, eso sí, apagado, domina la parte antigua de la capital, Mascat, como símbolo de lo que significa para ellos el fruto del olíbano.