Quebec fue el primer asentamiento importante de Canadá, centro histórico de estilo francés y declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Destaca por encima del resto el famoso y romántico Chàteau Frontenac, que goza de unas impresionantes y bellas vistal al río St. Lawrence.
Conocida como Vieux-Quebec –Viejo Quebec-, es una ciudad amurallada que incluye dos zonas perfectamente diferenciadas: Basse-Ville y Haute-Ville. Las dos son prácticamente francoparlantes, estando ambas muy orgullosas de su cultura francesa. La colonia original era Basse-Ville, al pie de Cap Diamant, es una zona de cafés y boutiques, en la que vivían los comerciantes, los mercaderes y los barqueros, hace mucho tiempo. Haute-Ville es una zona fortificada con murallas y que está conectada a Basse-Ville mediante un funicular. Es muy eruopea en cuanto a arquitectura y estilo. Aquí se pueden observar por doquier cafés con terrazas, carruajes tirados por caballos y calles adoquinadas.
Si damos una vuelta por las calles de Haute-Ville, las cuales están iluminadas mediante gas, podemos encontrar algún museo o convento antiguo, amén de la recóndita ciudadela, con una de sus partes en forma de estrella. Se trata del grupo de edificios fortificados más grande de América del Norte. Todo ello sin recibir ni un solo disparo. Podremos detenernos en el paseo Duffenade, situado en la parte más alta de la ciudad, que ofrece vistas increíbles del río y la montaña.
No podemos visitar este rincón de Canadá sin ver la basílica de Notre-Dame, con su interior, construido después de un incendio en 1922, de estilo neobarroco. En su interior podremos deleitarnos con pinturas y tesoros de los franceses. La fachada original, de 1647, fu reconstruida en 1771.
Volviendo al Chàteau Frontenac, en Cap Diamant, no podemos dejar la ciudad sin pasar una noche allí, o tomarnos una copa en uno de sus bares con vistas a la Terrasse Dufferin. Cap Diamant es el monumento más conocido y típico de la ciudad. Es un modelo a escala del Chàteau del valle del Loire y es visible desde casi cualquier punto. Si nuestra visita se produce en verano, podremos disfrutar de los conciertos -gratis- que se celebran en el Parc des Champs-de-Bataille. Se trata de un parque de enormes dimensiones –108 hectáreas– con más de 5.000 árboles, numerosos montículos de hierba, fuentes, monumentos y la joya de la corona, el museo de arte, conocido como el Musée du Quebec. Este parque también alberga la llanura de Abraham, donde el general Wolfe y el marqués de Montcalm, en 1759, disputaron una batalla que terminó definitivamente con el control francés en toda América del Norte.
Después de descender por las escaleras Breakneck, llegaremos a la rue Sousle-Fort, en Basse-Ville. Allí podremos dirigirnos a la Place Royale, centro neurálgico de la industria y del comercio en el siglo XVIII. Obligada una visita al Musée de la Civilisation.