El viento azota con furia, día tras día, noche tras noche, desde tiempos inmemoriales; el sol abrasa todo lo que encuentra y la lluvia no suele hacer nunca acto de presencia: así es el desierto del altiplano peruano, un lugar donde encontrar vida es una aventura y la naturaleza exhibe su lado más hostil. Pero no todo aquí es aridez y desolación. Un enorme conjunto de líneas y figuras, cuyo trazado se ejecutó muy probablemente entre los siglos VI y XVI, atraviesa su vasta llanura por alguna razón inexplicable; son las líneas de Nazca, uno de los yacimientos arqueológicos más misteriosos del mundo.
El descubrimiento
En 1939 el arqueólogo norteamericano Paul Kosok emprendió un vuelo por el alto Perú con el objetivo de estudiar los antiguos sistemas de riego. Pero para su sorpresa y la de toda la comunidad internacional, sus hallazgos iban a superar cualquier expectativa. Dibujadas sobre la yerma llanura de la altiplanicie, numerosas figuras artificiales de los tamaños y motivos más diversos se contemplaban desde el aire por vez primera: el conjunto arqueológico de Nazca quedaba descubierto para la ciencia.
Desde aquellos días y hasta el día de hoy, hay muchas y muy variadas teorías, aportadas unas veces por especialistas y otras por curiosos, que intentan explicar el significado de estos dibujos. Hay quien afirma que son señales dejadas por antiguos extraterrestres, incluso pistas de aterrizaje expresamente conservadas por si decidieran volver a visitarnos. Otros afirman que las figuras en zigzag podrían ser unas pistas de atletismo del antiguo Olimpo; o también el mayor mapa del mundo, que indicaría las rutas comerciales panandinas; o incluso un gigantesco y original calculador de mareas.
A fin de hallar una teoría que resulte convincente, los especialistas prefieren empezar por establecer una clasificación. Si bien no existe un parecer unánime al respecto, sitúan el yacimiento en la categoría de los montículos con efigies grabadas, como el de la Serpiente de Hopewell, que se encuentra en Estados Unidos. Sea como fuere, en algo sí están todos de acuerdo: las líneas de Nazca se crearon en la Tierra por personas que vivían en ellas. Y es aquí, por consiguiente, donde hay que buscar respuestas.
Una visita al yacimiento
En la altiplanicie de Nazca existen 1.280 km de líneas, de los que se encuentran catalogados 1.220, es decir, cerca de un 95%. En total, hay unas 300 líneas geométricas, en su mayoría trapezoides y triángulos. Sus dimensiones suelen ser impresionantes: 390 m de longitud por 39 de anchura. Algunas están interrumpidas; en esos casos parecen unidas por unos largos triángulos o líneas.
También hay dibujos en zigzag, espirales y, más o menos, unas 3 docenas de figuras que representan todo tipo de animales (un mono, una araña y diversos peces, aves y plantas extrañas). La de este último grupo son relativamente pequeñas; hay un colibrí que mide 99 m, casi lo mismo que el cóndor con las alas desplegadas y el mono con su larga y enrollada colas. La única excepción parece ser el ave de cuello largo –que es probable que se trate de un cormorán-, que mide cerca de 600 m desde la punta del pico hasta las plumas de la cola. (Una de las teorías esbozadas acerca del gran colibrí de Nazca defiende que se trataba de un calendario astronómico empleado por los sacerdotes de las culturas de Paracas y Nazca con funciones rituales).
El conjunto de dibujos de animales y plantas cubre unos 10 km en las cercanías del río Ingenio. Pero con las figuras geométricas sucede algo distinto: ocupan apenas la tercera parte que aquéllas y se hallan esparcidas sobre una superficie de más de 220 km2.
Según los científicos, las particulares condiciones geológicas y climáticas del altiplano peruano habrían favorecido la conservación de este singular conjunto. El suelo, árido y seco, contiene una gran cantidad de yeso, lo que permite que se fije fácilmente cualquier cambio ocurrido en la superficie con la sola acción del rocío. Por otra parte, las lluvias nunca abrían sido un gran problema, ya que el promedio de media hora cada dos años convierte esta región en una de las más secas del planeta. Ni tampoco lo habrían sido los vientos, que, aunque son fuertes y arrastran grandes cantidades de arena, la depositan más al norte por no encontrar aquí ninguna irregularidad en el terreno.
Los especialistas creen saber cómo fueron hechas las líneas, quiénes las construyeron y cuándo. Pero aun así, quedan por resolver el mayor de los enigmas: ¿cuál es la función para la que fueron creadas?
Las claves del misterio
Según los hallazgos del cronista español Juan Polo de Ondegardo, recopilados por Bernabé Cobo en el siglo XVII, el primer plano de Cuzco contenía originalmente cuatro suyus, o sectores, cruzados por unos caminos que conducían a distintas zonas del Imperio inca. Al parecer, el plano estaba organizado geográfica, política y socialmente según 41 líneas imaginarias, también llamadas ceques, que se extendían desde el templo principal hasta el Templo del Sol. A su vez, los huacas o lugares sagrados estaban dispuestos a los largo de los ceques. Cada huaca era conservado por miembros de distintas clases sociales, que realizaban ceremonias de adoración y sacrificio entorno a ellos.
Según Cobo, en un recodo del río en el que terminaba un ceque, los incas realizaban ofrendas arrojando diversos objetos al agua. En la década de 1950, importantes estudios realizados en la zona revelaron que los huacas de muchos ceques estaban ubicados en lugares estratégicos que permitían ser contemplados desde Cuzco. Algunos de ellos incluso formaban parte importante del sistema de riego de los incas.
Por todo ello, además de otras muchas coincidencias, los especialistas no dejan de preguntarse: ¿Es posible que las líneas de Nazca hayan anticipado en más de 1.000 años a los ceques de Cuzco? Para dar respuesta a este interrogante, el astrónomo Anthony Aveni y el antropólogo Gary Urton llevaron a cabo una nueva investigación en el yacimiento y pudieron comprobar que unas cerradas curvas y unos largos tramos rectos de la líneas de Nazca se parecen mucho a los caminos precolombinos que atravesaban los Andes. Pero, de ser así, ¿cuál es el motivo de que estas gentes caminaran por las líneas? Para Aveni y Urton se debe sencillamente a que se trataba de caminos, aunque no están seguros de cuáles eran los puntos que comunicaban.
Por eso, la respuesta más interesante hasta el momento quizá sea la que ofreció el escultor Robert Morris, quien supo ver en una de las figuras un trabajo que es preciso sentir de forma táctil, caminando o danzando sobre él. De ser esto cierto, es posible que las líneas y figuras de Nazca formaran parte de un ritual relacionado con las lluvias, las estaciones del año y las cosechas. Pero aun así, quedan innumerables interrogantes por responder.
La cerámica de Nazca
En opinión de algunos especialistas, las pistas para resolver el misterio de Nazca podrían encontrase en la cerámica que fabricaban los antiguos pueblos que habitaban la pampa peruana. Se trata de piezas que se caracterizan por un brillante colorido y unos motivos ornamentales en forma de animales que la distinguen de todas las demás alfarerías fabricadas en la región. En muchas de las vajillas conservadas es posible apreciar hasta doce colores diferentes, una gama cromática más rica y variada que la utilizada pr cualquier otra cultura del Nuevo Mundo.
Por lo general, tales objetos se utilizaban como ofrendas funerarias y eran transportados durante las procesiones sagradas, por lo que muchos de ellos fueron descubiertos en las tumbas de los antiguos habitantes de esta región. Sin embargo, el daño provocado por los saqueadores de sepulturas ha impedido hasta el momento la creación de un archivo arqueológico documentado que permitiría esclarecer algunos aspectos que permanecen ocultos.
Un experimento exitoso
En el mes de junio de 1984, en un rincón del altiplano peruano, un equipo de 12 voluntarios de la organización Earthwatch, que no disponía ni de planos ni de instrumentos de medición, construyó una línea recta de 34 m de largo por 75 cm de ancho que finalizaba en una espiral, un motivo muy semejante a los hallados en Nazca. Para realizarla, utilizó el mismo sistema de construcción que, según se cree, emplearon los antiguos habitantes de la zona. De este modo, un grupo se encargó de ubicar los bordes de la línea tomando como referencia un cerro; luego los demarcaron con cuerdas y palos, mientras otros voluntarios, ubicados a escasos 70 cm, recogían las piedras del suelo y las apilaban. Un tercer grupo se encargó de colocar las piedras en el borde la línea según las instrucciones de los dirigentes, que se hallaban sobre el cerro y supervisaban el trabajo para hacer que se realizara con la máxima corrección posible.
El resultado fue una línea tan precisa como las encontradas en el yacimiento, y el tiempo empleado no excedió los 90 minutos. Aquella experiencia significó un paso más hacia el definitivo esclarecimiento del misterio.