En el I milenio a.C., los fenicios crearon un vasto imperio comercial que se extendió por todo el Mediterráneo. Su riqueza se basó, en gran parte, en la púrpura, un producto obtenido de un humilde molusco, pero deseado por reyes y que jugó un papel esencial en el destino de este pueblo del Levante.
A lo largo de toda su historia, los fenicios estuvieron indisolublemente unidos al comercio. Exportaban por todo el Mediterráneo una extensa variedad de productos, que incluían objetos metálicos ornamentados, tallas de marfil, madera de cedro, athyrmata (baratijas), vino y aceite de oliva. Pero uno de los artículos con el que ganaron especial fama fueron sus telas de llamativos colores y fina factura.
Plinio el Viejo nos ofrece la mas detallada descripción de cómo se fabricaba el tinte con el que decoraban sus telas. La materia prima básica era un líquido opaco que se obtenía de las glándulas mucosas de dos tipos de moluscos: el Murex trunculus y el Murex brandaris. El primero se usaba para hacer un tipo de púrpura azul que se conocía como “azul real”, mientras que el segundo se usaba para hacer “púrpura de Tiro”. Ambos tintes no se decoloraban fácilmente, lo que los hacía muy apreciados.
El primer paso era hacer acopio de grandes cantidades de estos moluscos. Como ambas especies son carnívoras, se sumergían cestos de malla con conchas y trozos de pescado como cebo. Una vez recolectados, se extraía la glándula mucosa que contiene los componentes químicos que se necesitan para producir el tinte.
Posteriormente se colocaban en una gran cuba de estaño que contenía agua salada y después se les aplicaba calor durante diez días. Durante ese tiempo, el tinte iba rezumando poco a poco, surgiendo un compuesto incoloro que, debido a una compleja reacción fotoquímica, producía un colorante púrpura cuando era de nuevo expuesto al aire y a la luz del sol. La exposición de este líquido a la luz y al calor, provocaba un olor apestoso por el que esta industria se hizo notoria en la Antigüedad. Por esta causa, la mayor parte de las instalaciones manufactureras se localizaban a las afueras de la ciudad.
Como cada murex destilaba muy pocas gotas de esas preciadas secreciones, la manufactura de la púrpura de Tiro en cantidades industriales requería muchos miles de moluscos. Esto explica que las telas de púrpura podían alcanzar precios exorbitantes. De hecho, los tejidos de púrpura eran tan codiciados, que se crearon una multitud de tonos de imitación de inferior calidad para satisfacer la demanda. Asimismo, se tuvieron que importar estos moluscos desde otras regiones del Mediterráneo y del golfo de Aqaba, en la costa del mar Rojo. De hecho, se han encontrado grandes cantidades de conchas de murex machacadas en Almuñécar o Toscanos, en España; Cartago o Kerkouane, en Túnez, y Mogador (Essaouira), en Marruecos.
Sometidos desde el siglo IV a.C. a la Grecia helenística y luego a Roma, los fenicios desaparecieron gradualmente, pero la industria de la púrpura que habían creado continuó floreciendo. De hecho, los romanos desarrollaron sus propias técnicas para la cría de murex y otros moluscos en estanques excavados en la roca. La producción de tinte púrpura de murex continuó en el Imperio romano de Oriente hasta que las menguadas arcas del emperador bizantino le impidieron mantener tan cara actividad.