Islandia, la isla de hielo y fuego

Julio Verne soñó que se podía acceder al centro de la tierra a través del volcán Snæfellsjökull, en Islandia. Ese sueño (Verne nunca estuvo en Islandia), lo dejó impreso en su novela ya clásica de 1864, “Viaje al centro de la Tierra”. Con ello consiguió hacernos fantasear a muchos con un lugar donde ocurren cosas increíbles y maravillosas. Ese anhelo de visitar esa tierra imposible, lo pudimos cumplir en julio de 2014, en un maravilloso viaje alrededor de esta isla extraordinaria. En años posteriores hemos vuelto, hasta hacer de Islandia un destino habitual de nuestros grupos.

La Última Thule

Alrededor del año 330 antes de nuestra era, un explorador griego llamado Pytheas partió de Marsella en dirección al norte. Quería ir más allá de las Islas británicas y descubrir, si podía, los confines del mundo. No se sabe exactamente hasta dónde llegó; pero s su regreso a Marsella dejó constancia escrita de su viaje y, entre otros relatos fantásticos, habló de una isla situada a seis días de Bretaña y “a un solo días del borde mismo del mundo”. Pytheas llamó a esta isla Thule o Última Thule, aunque desde el siglo IX, fecha en que fue ocupada por los vikingos, se la conoce con el nombre de Islandia, es decir, la “tierra de hielo”.

Thule carta marina de Olaus Magnus

Desde las entrañas de la Tierra.

Islandia es la tierra más joven de Europa. Situada en el Atlántico norte, en el linde mismo del círculo polar ártico, se eleva encima de una pluma térmica, un punto especialmente fino de la corteza terrestre que permite el afloramiento, a través de grietas y fracturas, de mangas y lavas del interior del planeta. Esta actividad volcánica es la que ha formado la isla; así, en Islandia coexisten enormes glaciares junto a géiseres, fumarolas, manantiales termales y enormes campos de lava, cenizas y piedra pómez.

El paisaje de Islandia, nacido de los fuegos de la Tierra, que crearon un paraíso allí donde sólo había agua, esculpido por los hielos, es uno de los más fantásticos e irreales del mundo. La isla está formada por una enorme masa de basalto, la roca eruptiva más abundante del planeta. La actividad volcánica es constante en Islandia; casi diariamente, pequeños terremotos sacuden el suelo, un fenómeno que para los habitantes de la isla no es más extraordinario que la lluvia de verano en los países mediterráneos. Los volcanes, además, conservan una actividad considerable y el riesgo de erupción es elevado;

Un grupo de científicos y de historiadores establecieron con exactitud la fecha en la que ocurrió la erupción volcánica de lava más grande registrada en la historia de Islandia. Se trata de la erupción del volcán Eldgjá, ocurrida en el siglo X: comenzó en 939 y duró más de un año. Durante esta prolongada erupción un enorme flujo de magma cubrió todo el paisaje y llenó el aire de gases sulfúricos. Se estima que el cráter arrojó alrededor de 20 km3 de lava, suficiente para cubrir una superficie del tamaño de Austria, y que ese año se registró el verano europeo más frío en 1.500 años, con temperaturas 2°C más bajas de promedio. Pero lo más importante es el hecho de que la erupción parece haber sido un factor clave en la conversión de los vikingos al cristianismo, ya que el devastador hecho debió ser interpretado como un acto de Dios. Un poema medieval islandés, el Voluspá («La profecía de la vidente») hace referencia a este hecho fundamental describiendo una terrible erupción con explosiones ardientes iluminando el cielo y el Sol oscurecido por gruesas nubes de ceniza y vapor. “El Sol comienza a ponerse negro, la tierra se hunde en el mar, las estrellas brillantes se dispersan desde el cielo”, dice el poema. El poema fue escrito en 961, veinte años después de la erupción, y hace referencia al final de los dioses paganos de Islandia y la llegada de un nuevo y único Dios; lo cual se refiere a la conversión de Islandia al cristianismo, ocurrida a finales del siglo XI.

Más recientemente también de han dado casos significativos; por ejemplo, el 20 de septiembre de 1996 hizo erupción el Grimsvötn, que extendió un descomunal manto de lava sobre el glacial Vatnajökull, el mayor campo de hielo de Europa. La Lava fundió el interior de dicho glaciar, formando una bolsa de agua dulce de unos 9.000 millones de m3. Como suele suceder en la isla, el calor interior de la Tierra devolvió a la atmósfera esta agua, pero en forma de géiser. Y es que los géiseres son uno de los grandes espectáculos de Islandia; el término, quizás el más conocido del idioma islandés, significa “brotar” y alude a la región de Geysir, donde se concentran la mayor parte de estos fenómenos. El más activo de la isla es el Strokkur, que entra en erupción cada pocos minutos y emite una columna de agua de más de 30 metros de altura.

Glacial Vatnajökul

Todavía recordamos cuando el volcán Eyjafjallajökull el 20 de marzo de 2010 entró en erupción, arrojando ceniza volcánica varios kilómetros en la atmósfera, lo que motivó el cierre del espacoi aéreo del 14 al 20 de abril sobre la mayor parte del norte de Europa afectando aproximadamente a 11 millones de pasajeros.

El espectáculo de la naturaleza.

El oeste y el sur de Islandia muestran la más increíble variedad de paisajes: el Hrarunfossar, un cinturón de cascadas que se precipitan por el borde de un campo negro de residuos volcánicos; las hermosísimas cataratas de Svartifoss, en el Parque Nacional de Skaftafell; el Viölemir, una de las cuevas de lava más impresionantes del mundo, 198.000 m3 cubiertos por una bóveda de extraordinarias estalactitas y entreverados de formaciones glaciares.

Cascada Svartifoss

No muy lejos de allí, bordeando la costa, se penetra en el mundo singular de los fiordos. Montañas de rocas basálticas construidas por acumulaciones de prismas de un color negro intenso y cargado de brillo se despliegan a lo largo de la costa construyendo escarpados acantilados, y sus formas son tan inauditas que antaño se creía que eran el hogar de magos y hechiceros. El acantilado de Látrabjarg, con una caída libre de 400 m, es el punto más occidental de Europa y el hábitat de una de las colonias de aves marinas más grandes del mundo.

En el suroeste de Islandia, la península de Reykjanes está cubierta de campos de lava centenarios entre cuyas grietas asoman musgos y líquenes. Pero el principal atractivo de la región es la actividad geotérmica, que ha dado lugar a impresionantes lagunas naturales como la que forma el balneario Blue Lagoon, la “laguna azul”, uno de los puntos de reunión social más importantes de la región. Sin embargo, la atracción estelar de esta zona, cuya actividad se articula alrededor de Reikiavik, la capital del país, es el Parque Nacional de Thingvellir, una verdadera obra de la naturaleza y de la historia, cuyo majestuoso paisaje comenzó a formarse hace 9.000 años y todavía está sujeto a la dinámica tectónica de la isla. En este lugar, cuyo nombre significa “llanuras del parlamento”, el pueblo islandés proclamó el Althing, el primer parlamento libre del mundo occidental, en los lejanos días del siglo X.

Laguna Azul

El desarrollo de la vida.

En Islandia, las difíciles condiciones ambientales no favorecen en exceso el desarrollo del manto vegetal. Cercana al Ártico y afectada por el fenómeno de la insularidad, tendente a reducir el número de especies, cubierta de costras de lava y de hielo, Islandia oculta, sin embargo, una animadísima vida en las lagunas y fuentes hidrotermales, organismos capaces de soportar altas temperaturas. Al sur, a medida que el clima, de corte ártico, queda dulcificado por la proximidad del océano, comienzan a abundar los pastos, grandes extensiones de hierbas interrumpidas por bosquecillos de especies de escaso porte, como abedules enanos y algunos sauces. Islandia se considera el país menos boscoso de Europa. Según un informe publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura en 2015, los bosques solo cubren el 0,5% de la superficie de Islandia en la actualidad. Pero no siempre fue así. Cuando los vikingos partieron de Noruega y conquistaron esta isla deshabitada a fines del siglo IX, los bosques, formados principalmente por abedules, cubrían más de una cuarta parte de Islandia. La falta de árboles hace que no existe vegetación que proteja el suelo de la erosión y que almacene agua, lo que provoca una extensa desertificación. Desde 2018, el gobierno islandés ha convertido la reforestación en una de sus prioridades dentro de su plan de acción climática. Paradójicamente, el cambio climático también está impulsando el crecimiento de los árboles.

Pero la vegetación característica de Islandia, como la de todo el norte planetario, es la tundra, asociación de musgos y líquenes que cubre las laderas de los volcanes y las llanuras; en verano, adopta un colorido que envidiaría la paleta de cualquier pintor, con matices que abarcan del vívido amarillo dorado al rojo fuego, pasando por todos los tonos del verde. A veces grupos de silene, de flores rojas, y de arándano común, con sus frutos color morado, crean efectos de volumen que recuerdan los parterres de los jardines ingleses.

El paraíso de las aves.

En Islandia, la presencia de las aves es abrumadora. En efecto, la isla acoge más de 300 especies; todas, sin excepción, son excelentes colonizadoras, están perfectamente adaptadas a las duras condiciones ambientales y, la mayoría de ellas, son migradoras de largo recorrido, lo que significa que en invierno abandonan la isla en dirección al sur, buscando regiones más cálidas, para regresar avanzada la primavera. Zarapitos, ostreros, vuelvepiedras, alcas, gaviotas de todas clases y mil y una variedades de patos: arlequín, barnacla, havelda, porrón islándico.

Uno de estos patos es famoso: se trata del éider común, nombre que provoca cierta confusión hasta que se identifica con el ave de la que se obtiene el famoso plumón, el material de relleno de los edredones. Y por una vez tal actividad se puede llevar a cabo sin actuar en detrimento de la especie, aunque está en riesgo de extinción, pues este pato buceador de la tundra ártica protege sus nidos con el plumón que arranca de su propio vientre y éste se puede recolectar cuando el ave abandona sus nidos, terminada la cría.

Frailecillos

Una de las especies más vistosas de Islandia es el frailecillo. “Viste” un suave traje negro y su pecho es blanco; en su cabeza, blanca también, destacan un enorme pico redondeado y unos diminutos ojillos, que le confieren un aspecto pícaro y amistoso; sus patas son rojo brillante. Vive en grandes colonias sobre los acantilados, que aparecen llenos de vida y de color. El frailecillo acude a Islandia en primavera, cuando el océano se llena de bancos de peces, pero en invierno prefiere desplazarse hasta las cálidas orillas del Mediterráneo occidental.

Admirablemente camuflado en el blanco paisaje invernal, el lagópodo alpino, una especie de perdiz que habita en las zonas boreales, se defiende así de sus depredadores; apenas se ve del ave más que el ojo y las plumas laterales de la cola, que conservan un suave tono marrón. La misma táctica de defensa emplea uno de los escasos mamíferos que habitan en Islandia: el zorro ártico, que se vuelve blanco en invierno, mientras que, en verano, conserva un manto pardusco. Hay una variedad de este hermoso animal que puede ser gris humo en verano y azul en invierno: es el apreciadísimo zorro azul, que se cría en cautividad para su empleo en peletería.

Introducido aquí por el hombre, el reno forma parte del paisaje de Islandia, homologándolo así con los de sus ambientes paralelos en los otros países nórdicos, Suecia y Noruega, con lo que la vieja Thule comparte la antigua cultura vikinga.

Parque Nacional de Skaftafell.

Extensión: 1.000 km2.

Fecha de fundación: Entre 1967 y 1984, fecha de la ampliación. Fundado por el geólogo T. Thorannsson con fondos de la World Wildlife Found.

Localización: Junto a la costa SE de Islandia. Comprende el campo de hielo más grande de Europa, el glaciar Vatnajökull.

Variación altitudinal: Desde el nivel del mar hasta los 2.119 m de altitud del volcán Hvannadals, el pico culminante de Islandia.

Clima: De tipo subártico, con temperaturas medias anuales de 10ºC y lluvias de 2.000 mm anuales.

Ecología: Por encima de los 700 m de altitud la única vegetación son los líquenes; en el piso inferior dominan los arbustos y las hierbas, como el Asplenium thrichomanes, endémica de Islandia; hasta 300 m hay árboles de bajo porte, como el abedul pubescente. Entre los animales destacan el zorro ártico, el reno, el lagópodo alpino, el bisbita común y los págalos parásito y skúa.

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