Los viajes de VAGAMUNDOS a través de «Las mil y una noches». Primera parte.

El imaginario occidental  quedó profundamente impactado al recibir información a través de Las mil y nna noches de un universo muy alejado de lo conocido, como si viniera de otro mundo. Aquellas fantasias orientales atraparon tanto tanto a escritores y artistas como al público en general, ávidos de aventuras en mundos desconocidos.

Genios ocurrentes, lámparas maravillosas, paisajes exóticos y sensuales princesas, como Shahrazad. Todos estos ingredientes llamaron la atención de los lectores de la Europa del siglo XVIII cuando por primera vez tuvieron en sus manos una edición de Las mil y una noches, convirtiéndolo en uno de los clásicos más antiguos y famosos de todo el mundo y que ha inspirado a autores como Charles Dickens, Clarice Lispector, Edgar Allan Poe o el mismísimo Jorge Luis Borges.

Estas aventuras se encuentran repartidas por distintos países, sobre todo de Oriente Medio. En los próximos meses realizaremos viajes a algunos de los lugares más extraordinarios que se pueden visitar. Lugares como Egipto, Líbano, Jordania, Turquía, Emiratos, Arabia o Irán, cuya historia, cultura y gentes nos harán vivir unas experiencias que perdurarán en nuestra mente el resto de nuestros días, y que, de alguna manera están relacionados con los cuentos de Las mil y una noches.

Mis recuerdos de las 1001 noches

Siempre me sentí fascinado por las historias de las Las mil y una noches. Desde pequeño me imaginaba sobre la alfombra mágica de Aladino, o frotando una lámpara a la espera de que apareciera el genio de los deseos; cruzando el mar de Arabia a bordo del barco de Sindbad el Marino, o mencionando las palabras mágicas en la gruta con los tesoros de Alí Babá.

Con el tiempo mis fantasías se volvieron algo menos inocentes y, en ocasiones, me veía en algún lejano y exótico lugar, rodeado por bellas e insinuantes árabes, fumando en tubos de oro y jade.

Pero la realidad es que, de una u otra forma, el imaginario de las Las mil y una noches siempre me ha hecho soñar, y como si de un sueño de opio se tratara, leyéndolas he respirado el perfume de los jazmines de Persia y de las rosas de Babilonia, mezclado con el aroma de los besos sensuales de hermosas árabes; he visto desfilar califas, sultanes, visires y nobles, así como mendigos, verdugos, marineros, cortesanos, bandoleros, y simples personas de a pie. He recorrido grandes ciudades como Bagdad, Susa, Damasco, o Basora, sus palacios, sus alcazabas, bazares y mercados. Porque no hay otra obra que nos lleve a un mundo tan maravilloso y extraordinario como Las mil y una noches.

Girls On The Arabic Bedspread (2008), del pintor ruso Stanislav Plutenko

Mis noches árabes: vivencias personales en Egipto 1987

Pero la memoria es caprichosa, y al comenzar a redactar este artículo he recordado a Paria, bellísima persa a la que conocí hace más de 30 años, y con la que compartí 24 inolvidables días por Egipto, que me valió, además de para conocer un país maravilloso, para vivir una experiencia imperecedera.

Hace ya mucho tiempo de aquello, pero algunos momentos de nuestra vida, aunque breves, pueden ser eternos, y quizás los viajes ya son solo un pretexto para encontrarnos con esos recuerdos.

¿Qué fue de nosotros Paria? ¿A dónde fueron nuestros sueños?

Al final no visitamos juntos aquellos países por donde pasan las caravanas, ni compramos telas ni perfumes en los bazares de de Damasco o de Bagdad, ni contemplamos las estrellas en los desiertos de Jordania, ni saboreamos las especias de Ceilán, ni navegamos por el golfo de Kerala; ni respiramos el aire puro de Lípari, ni nos convertimos en comerciantes en Samarkanda.

Tampoco nos dio tiempo a crear una nueva religión a orillas del Ganges con la diosa del Amor como Ser Supremo, ni a buscar juntos la Atlántida, que seguro, la hubiéramos encontrado.

No llegamos a Thule o Ushuaya, ni pasamos un invierno incomunicados en algún pueblecito de la isla de Hokkaido. Ni nos dejamos asombrar por el rugido de las cataratas Victoria, ni nos perdimos en la infinitud de Manaos, en el corazón del Amazonas, ni nos bañamos en las playas del golfo de Omán.

¿Qué fue de nosotros, Paria? Dímelo tú.

Nos quedó pendiente el Oriente: tocar las ruinas de los jardines colgantes de Nínive, de Éfeso,  de Corinto o de Persépolis; danzar con los derviches en Anatolia, o explorar los barrios de Jesusalén.

Y volver a nuestro Egipto, a Tebas, a Nubia, y a remontar nuevamente el Nilo en faluca.

No pude descubrir contigo los secretos de tu amada  PERSIA, pasear por la hermosa Shiraz, la ciudad en la que naciste, sentarnos en algún puente de la bellísima Isfahán a ver atardecer, o recorrer el asombroso bazar de Tabriz.

¿Sabes, Paria? Pocas cosas han cambiado en Egipto desde nuestra estancia. Hasta el cochambroso café cairota donde tomábamos nuestro té a la menta, aún sigue en pie. He querido imaginar que los empleados son los descendientes de aquellos bondadosos camareros que nos atendían y que considerábamos nuestros cómplices.

¿Qué fue de nosotros, Paria? Ahora que ya no somos omnipotentes, ni invencibles, ni podemos soñar con reinos desconocidos.

Allá donde te encuentres, espero que hayas llevado una vida plena y feliz.

Se me amontonan los recuerdos e irremediablemente me disperso. Pero ahora se trata de hablaros de las Las mil y una noches, una de mis obras predilectas y de los próximos lugares relacionados con esta obra que visitaremos con VAGAMUNDOS.

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Viajar con Vagamundos es mejor