Es imposible que algún niño o quizás un campesino los viera llegar. Corría el 8 de junio del año 793 y en un abrir y cerrar de ojos, surgió de los mares una extraña nave que se deslizó por el agua a gran velocidad. Aprovechando la bajamar, el barco penetró casi hasta la misma playa de Lindisfarne, en la costa oriental de Inglaterra. Cerca de un centenar de hombres saltaron a tierra. Su solo aspecto causaba terror. Con los cabeza cubiertas por yelmos y portando hachas gigantescas, se lanzaron a la conquista de la zona, saqueando y tomando a la fuerza el centro neurálgico que era aquel monasterio. “Nunca antes se había suscitado un terror similar”, llegó escribir un monje.
El ataque a Lindisfarne significó el punto de partida del esplendor vikingo, una época que duró alrededor de 300 años y en la que este pueblo llevó a cabo exploraciones, colonizaciones y actos de piratería por buena parte de Europa y por las regiones árticas.
La imagen que se tiene hoy en día de los vikingos, influida por la literatura y el cine, no se corresponde en exceso con la realidad. Por ejemplo, los vikingos nunca llevaron esos cascos con cuernos con los que siempre se les suele identificar, sino que se protegían la cabeza con yelmos de hierro. Éstos tenían paneles de bronce para ocultar la barbilla, así como protectores nasales, por lo que sus rostros quedaban casi por completo ocultos bajo los cascos.
Con el nombre de vikingos se englobaba a diversos pueblos que vivían asentados en los territorios escandinavos, integrados hoy por Dinamarca, Noruega y Suecia. Todos tenían muchas cosas en común: hablaban el escandinavo antiguo, adoraban a Thor, el dios del trueno, y soñaban con morir heroicamente en una batalla para que les recogieran las bellas valquirias y les llevasen hasta el Valhalla, el paraíso de los guerreros.
De piratas a ciudadanos.
Aproximadamente entre los años 790 y 1066, los vikingos realizaron expediciones marítimas que les llevaron incluso hasta el entonces desconocido continente americano. A lo largo de la historia, muchos investigadores han querido averiguar la razón por la cual estos hombres realizaban este tipo de viajes. Por aquella época, Europa aún no se había recuperado del desconcierto que originó la caída del Imperio romano; además, tras una larga época de paz, la mayoría de las poblaciones se hallaban completamente desprotegidas. Los jefes escandinavos, los jarls, se dieron cuenta de ello y, aprovechando la gran velocidad que sus naves eran capaces de alcanzar, comenzaron a practicar la piratería. Para ellos, ésta era una forma lícita de ganarse la vida. De hecho, era a dicha costumbre a la que se conocía con el nombre de “viking”.
Inglaterra fue uno de los países que sufrieron con mayor virulencia los asaltos de los hombres del norte. Lo de Lindisfarne fue sólo un primer episodio; en el siglo X casi la mitad del reino había caído en manos de los vikingos. Por las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en la ciudad de York en la década de los 70, pudo comprobarse que los vikingos estuvieron establecidos allí durante bastante tiempo y que convirtieron la localidad en un importante centro comercial. Para sorpresa de muchos, en lugar de encontrar restos de espadas y escudos, los arqueólogos localizaron ropas, monedas de plata, peines de asta de ciervo y hasta zapatos de piel, objetos todos ellos que indicaban que los vikingos se habían asentado allí para llevar una vida urbana y pacífica.
Pasión por el mar.
Quien ha crecido en Dinamarca asegura que allí el viento tiene una presencia casi física que invita abiertamente a practicar la navegación. Lo que está fuera de toda duda es que los pueblos vikingos sentían una enorme pasión por el mar. Construyeron barcos excepcionalmente rápidos utilizando tablas de roble muy finas unidas con remaches metálicos para el casco, un solo mástil y una enorme vela tejida con lana; a ambos lados de la nave se colocaban remos, y como tanto la proa como la popa estaban curvadas hacia arriba, se podía invertir la marcha sin virar.
Lo cierto es que eran naves espléndidas con las que se podía superar fácilmente una velocidad de diez nudos. Solo gracias a estos barcos pudieron acorralar Europa de la forma como lo hicieron. Los vikingos saquearon ciudades italianas, españolas y francesas. Irlanda y Escocia también fueron víctimas de los saqueos. No obstante, es un error pensar que los vikingos únicamente abandonaban sus pueblos para dedicarse a la piratería. En algunos casos, protagonizaban expediciones de claro carácter comercial. Por ejemplo, muchos suecos navegaron hacia el este. Atravesando el mar Báltico, abrieron sus propias rutas comerciales por los ríos Dniéper y Volga. Construyeron poblados en las riberas de los ríos rusos para pasar allí los meses más fríos. En el curso del Dniéper se localizaron restos de un asentamiento fortificado, que ocultaba miles de túmulos mortuorios y de objetos que pasaron a conocerse con el nombre del tesoro de Gnezdovo.
Durante la primavera y el verano, estos comerciantes se trasladaban hasta Bagdad y Constantinopla para comerciar con pieles, hierro y ámbar. Su objetivo primordial era la preciada plata árabe. Las joyas y monedas que conseguían de este metal las fundían para luego hacer brazaletes de un peso estándar que les servían en sus transacciones comerciales más habituales. Muchos de aquellos navegantes suecos, a los que eslavos y fineses llamaban rus, terminaron afincándose en aquella ruta. Allí adoptaron las costumbres de los eslavos, crearon el primer estado ruso y le dieron nombre: Rusia.
En busca de tierras fértiles.
Una tercera razón por la que se cree que el pueblo vikingo realizó tan largos y espectaculares viajes fue la colonización. Durante aquella época, los pueblos escandinavos tenían una población en aumento y necesitaban localizar tierras fértiles para abastecerse. En el año 965 el célebre líder vikingo Erik Thorvaldson, más conocido como Erik el Rojo, se trasladó con su padre desde Noruega hasta Islandia. Asombrados por los espectaculares géiseres que hallaron en la isla, bautizaron su principal asentamiento con el nombre de Reykjavík, término que significa “bahía humeante”. La ambición de Erik no tardó en llevarle más hacia occidente, donde localizó un país ideal para la colonización: Groenlandia. De regreso a Islandia, en el año 985, congregó a veinticinco naves para que trasladase colonos, ganado y semillas para el cultivo de centeno, cebada y avena. El viaje no fue fácil. Algunos barcos se perdieron y otros tuvieron que dar la vuelta al no estar seguros de poder culminar con éxito la travesía. Al final, sólo 14 naves llegaron hasta la costa sur de Groenlandia. Iba a ser Leif, hijo de Erik, el encargado de dirigir desde allí, en el año 1000, a los primeros europeos que pisaron tierra norteamericana.
Los vikingos han pasado a la historia y a la leyenda como un pueblo de hombres libres, incluso adelantados a su tiempo en algunas cuestiones. En el siglo X comenzaron a convertirse al cristianismo y aceptaron el poder de los grandes reyes. Sus aventuras fueron quedando como un simple argumento para los poemas y las sagas. Así, mientras que los vikingos que se habían establecido por distintos países terminaron por fusionarse con las culturas de aquellas poblaciones, los hombres del norte perdieron su antiguo poder.
Los vikingos en América.
En el año 1000, Leif el Afortunado lideró la primera expedición de los vikingos hacia el continente americano. Dos sagas populares relatan que los expedicionarios pasaron el invierno en un lugar donde existían vides, pastos y ríos salmoneros.
Leif lo llamó Vinland, y todos los estudios apuntan a que puedo ser alguna localidad próxima al golfo de San Lorenzo. Leif regresó a Groenlandia y, al explicar el viaje, su hermano Thorvald quiso ver aquella misteriosa tierra con sus propios ojos. En la segunda expedición, este vikingo entró en contacto con los indios, a los que sus hombres llamaron con el nombre de skraelingar. Las relaciones entre ambos pueblos no fueron demasiado buenas y Thorvald murió bajo las flechas de los nativos. En los años siguientes se produjeron nuevos intentos por colonizar Vinland y otros puntos del continente, pero los indios consiguieron que la mayoría de los vikingos emprendieran el camino de retorno a Groenlandia.
La prueba de Terranova.
Durante décadas, la presencia de los vikingos en el continente americano fue motivo de discusión entre la comunidad académica. Muchos investigadores se mostraban escépticos y no creían que los nórdicos hubieran podido llegar tan lejos. En los años 60 el escritor noruego Helge Ingstad y su esposa, la arqueóloga Anne Stine, decidieron seguir las huellas de Leif el Afortunado. Sus investigaciones les llevaron hasta L’Anse aux Meadows, una localidad de la isla de Terranova, donde realizaron unas excavaciones con el apoyo de National Geographic Society. Los trabajos comenzaron en 1961 y se prolongaron por espacio de cerca de tres años. El matrimonio encontró en la bahía de Epaves las ruinas de un asentamiento vikingo, formado por tres grupos de casas y una pequeña forja, donde se conservaban algunos objetos de la vida cotidiana forjados en hierro que ni los indios ni los esquimales de aquella época abrían podido fabricar.
Helge Ingstad publicó los resultados de sus investigaciones en la revista de la Sociedad de noviembre de 1964, considerando que sus hallazgos arqueológicos en Terranova era la prueba definitiva que demostraba que los vikingos fueron los primeros europeos en llegar hasta el continente americano.
Los actuales islandeses poco tienen que ver con los vikingos
Las antiguas sagas islandesas cuentan que los primeros humanos en llegar a la isla fueron monjes irlandeses en el siglo VIII. Al poco fueron expulsados por los vikingos a finales del siglo IX. Sería en 874 (*), según se indica en el manuscrito Landnámabók (“El libro del establecimiento”), cuando el caudillo vikingo Ingolfur Arnarson llegó a la zona en la que hoy es la capital islandesa Reykjavík y se asentó allí de forma permanente. En los 150 años siguientes, diversos emigrantes vikingos procedentes de Noruega junto con sus esclavos de origen celta —procedentes en su mayoría de Irlanda y Escocia— fueron llegando a la isla, coincidiendo con un período de bonanza climática. El flujo migratorio hacia Islandia se ralentizó hasta casi interrumpirse a partir del año 1000 —cuando Islandia se convirtió al cristianismo— hasta la edad moderna. Además, en las sagas se cuenta que aquellos vikingos secuestraban a las mujeres celtas más bellas y se las llevaban a esta isla de hielo y fuego.
Así comienza la historia de Islandia, una historia que queda reflejada en el ADN de sus habitantes. Hoy día hay varias compañías de genética que aprovechan el hecho de que Islandia es una población aislada y fundada a partir de un pequeño grupo inicial, hecho que limita la diversidad genética a estudiar, pero al mismo tiempo suficientemente grande como para que la gran mayoría de las enfermedades complejas que afectan a los europeos actuales queden representadas. Al combinar la información genética con la genealógica, se ha podido descubrir la base hereditaria de numerosas enfermedades. Uno de los estudios de hace pocos años, determinó que los 102 asmáticos de Islandia procedían todos de una única pareja que vivió en la segunda mitad del siglo XVII.
Recientes estudios científicos nos dicen que sus primeros pobladores fueron nórdicos, celtas y otros individuos que ya arribaron con mezcla de ADN y que presumiblemente procedían de asentamientos vikingos en lo que es hoy Reino Unido (Escocia y norte de Inglaterra) e Irlanda.
Pero hay un dato en esta investigación que sorprende, y que nos dice que los actuales islandeses poco tienen que ver, genéticamente, con sus ancestros. De hecho, tras analizar el genoma de 25 restos fósiles hallados en enterramientos antiguos repartidos por toda la isla, los científicos han visto que los primeros colonos islandeses son muy similares genéticamente a la actual población escandinava, pero difieren de los habitantes vivos de esta isla volcánica. Según este estudio, la genética de los islandeses modernos habría sido modelada a lo largo de los últimos 1100 años por las condiciones de extrema dureza y de aislamiento.
Es decir, la población ha sido modelada por el ambiente. Al comparar el genoma de los actuales islandeses con el de los primeros pobladores demuestra como esta tierra ha cambiado a sus habitantes.
(*) Recientemente un grupo de arqueólogos ha descubierto un sorprendente yacimiento vikingo anterior al de la llegada de Ingolfur Arnarson en 874. Según los expertos data del año 800, con lo que la arribada de los primeros habitantes a la isla se adelantaría en más de 70 años. Se trata de dos antiguas edificaciones comunales situadas en los alrededores de una aldea próxima al del fiordo Stöðvarfjörður, al este de Islandia. Una de ellas, de 40 m de largo, fue utilizada como campamento estacional por los cazadores del lugar, que buscaban morsas, fundamentalmente. Además en el yacimiento se han encontrado monedas romanas y de Próximo Oriente, cuentas, anillos, pequeños fragmentos de oro, así como numerosos elementos decorativos. Algunos de estos hallazgos no se encontrado jamás en otro lugar de Escandinavia.
La colonización de Islandia empezó en el año 874, cuando el caudillo vikingo Inólfr Arnarson llegó a la zona de la actual Reikiavik y se asentó allí de forma permanente. En los 150 años siguientes, diversos emigrantes vikingos procedentes de Noruega junto con sus esclavos de origen celta —procedentes en su mayoría de Irlanda y Escocia— fueron llegando a la isla, coincidiendo con un período de bonanza climática. El flujo migratorio hacia Islandia se ralentizó hasta casi interrumpirse a partir del año 1000 —cuando Islandia se convirtió al cristianismo por votación (!)— hasta la edad moderna.
Los cerca de 330.000 islandeses actuales descienden casi todos de aquellos pioneros de hace más de 1.000 años, hasta el punto que todos están interconectados. Por increíble que parezca, todos son parientes, más o menos lejanos, de la cantante Björk o de sus propias parejas. Pero aún así, ha habido elementos externos; Hans Jonatan, un esclavo africano nacido en 1784 en las islas Vírgenes (su padre era el amo danés de la plantación) escapó a Dinamarca, donde un tribunal, a instancias de su madrastra, le condenó en 1802 a ser deportado como esclavo a su lugar de origen. En vez de esto, nuestro protagonista desapareció. En realidad se fue a Islandia, donde tuvo hijos y murió en libertad en 1827. Los analistas de deCODE han reconstruido el 38% del genoma de Jonatan a partir del análisis de 182 de sus actuales 780 descendientes, todos ellos con el aspecto típico de un islandés. Esta empresa islandesa ha descubierto la base hereditaria de numerosas enfermedades
En verano de 2001 se presentó un estudio que analizaba los genomas de 27 islandeses antiguos, la mayoría de ellos paganos y, por tanto, anteriores al año 1000. Estos vikingos pioneros tenían un componente escandinavo del 55%, que era ligeramente distinto para hombres (56%) que para mujeres (52%); el resto era un sustrato genético de origen céltico, procedente de las islas británicas. Pero el mismo componente escandinavo en la población islandesa actual, ronda el 70%. Este incremento es mucho mayor del que podría esperarse por azar en una población del tamaño de la islandesa, y la única explicación posible es que tener una ancestralidad escandinava representara una ventaja reproductiva. Hay que tener en cuenta que el componente de tipo céltico estaba representado en buena medida por esclavos y sirvientes, y parece lógico que estos tuvieran menos facilidades para tener descendencia.
Esto significa que Islandia se pobló mayoritariamente por hombres escandinavos y mujeres celtas, algunas de las cuales, sin duda, fueron llevadas contra su voluntad. Esta asimetría de sexos puede observarse también en las espectaculares diferencias entre el ADN mitocondrial (que se transmite por línea materna), que es de origen celta en un 62%, y el cromosoma Y (que se transmite de padres a hijos) y que es de origen escandinavo en un 75%. Curiosamente, también se ha descubierto el primer caso de una anomalía cromosómica del pasado, ya que uno de los individuos estudiados padecía el síndrome de Klinefelter (tenía, por tanto, dos cromosomas X y un Y, en vez de tener uno de cada).La desigualdad de origen en el poblamiento de Islandia y las evidencias genéticas de una cierta segregación posterior entroncan en la naturaleza de otras migraciones dominadas por hombres que ejercen su poder de dominancia social y sexual. Este origen dominado por la desigualdad es sin duda paradójico si recordamos que, a finales del año 2017, Islandia fue el primer país que estableció que por ley hombres y mujeres debían de cobrar la misma remuneración por el mismo tipo de trabajo.