Pocas sociedades de la Antigüedad han mostrado tal obsesión por el urbanismo como los mayas. Entre el siglo V a.C. y el XVI d.C., la civilización surgió en las Tierras Bajas tropicales del sureste de Mesoamérica, donde unos grupos humanos con tecnología de la Edad de Piedra, llevó a cabo una colosal tarea de urbanización de la selva, un misterio que la ciencia aun no ha podido aclarar.
Los grandes centros ceremoniales: TIKAL
La arquitectura es el verdadero retrato de los reinos mayas, la expresión máxima de la cultura que erigieron entre la tupida maleza de los bosques de México, Guatemala, Honduras y Belice. Cada gobernante nuevo estaba obligado a renovar, remodelar y ampliar la ciudad sede de la corte.
Los tipos de construcción más corrientes incluyen templos, palacios, juegos de pelota, calzadas, fortificaciones, torres, depósitos de agua, baños de vapor, chultunes (aljibe o silo abierto en peña donde guardaban el maíz o se recogía el agua de lluvia) y arcos, que se suelen emplazar en torno a grandes plazas o en espacios abiertos.
Para exhibir su grandeza, los nuevos gobernantes reconstruían y ampliaban los templos, que ganaron altura hasta dominar el paisaje de la ciudad. Las fachadas se decoraban con estuco modelado y pintado, mientras que las anchas escaleras, donde se realizaban los rituales, estaban flanqueadas por enormes mascarones de dioses.
Cada ciudad-estado estaba gobernada por su propia nobleza dinástica, y todas compartían la misma herencia cultural y religiosa y una intensa actividad comercial. Sin embargo, con el tiempo, la falta de cohesión política y la disputa por el control del territorio, de las materias primas y de las rutas comerciales generaron continuas alianzas y guerras entre ellas.
Tikal (Mutul), el corazón del Mundo Maya
Ninguna imagen ofrece mejor impresión de la gloriosa civilización maya que las ruinas de las torres de Tikal. En el siglo VIII, su máximo apogeo, un conjunto de pirámides pintadas de rojo dominaba el corazón de una metrópolis dispersa que según algunas fuentes llegó a albergar hasta casi 100.000 personas (algunos autores llegan a doblar la cifra).
Convertida en una de las más de sesenta ciudades-estado que caracterizaron la organización territorial de los mayas, Tikal (Mutul en lenguaje maya) alcanzó su apogeo entre 550 y 900 d. C., llegando a ocupar una superficie de 125 km2.
Pero Tikal no solo fue una de las ciudades mayas más grandes y antiguas, sino también el ejemplo más representativo del auge y la inexplicable caída de esta civilización a partir del siglo X d.C.
Un poco de historia
Procedentes del altiplano de Guatemala, los antepasados mayas emigraron durante el siglo II a.C., a dos regiones de Mesoamérica: al este (Chiapas y Tabasco, en México) y al oeste (tierras bajas de Guatemala, Honduras y Belice).
Se fundaron aldeas, algunas de las cuales se fueron ampliando hasta formar ciudades-estados. Una de estas ciudades-estado fue Tikal, situada en el corazón del bosque tropical del Petén, al noreste de Guatemala, y habitada desde 800 a.C.
El asentamiento creció en población y extensión y hacia 200 a.C., se construyó en una colina rodeada de ciénagas una gran plataforma de piedra, denominada la Gran Plaza. Sobre esta base se alzaría el núcleo de lo que será la ciudad maya, un gran complejo de acrópolis y templos-pirámide.
En los siglos posteriores se irían ampliando el número de templos, escenario de los ritos cívicos y religiosos que contemplaba el pueblo desde la Gran Plaza, mientras que la acrópolis central reunía los palacios de las clases dirigentes y los edificios administrativos.
Con la llegada del primer período clásico, alrededor del 250 d.C., Tikal se había convertido en una importante ciudad religiosa, cultural y comercial con una importante población.
El Rey Yax Ehb´Xooc, es considerado el fundador de la dinastía que gobernó desde entonces la ciudad. Bajo Chak Tok Ich´aak I (Gran Garra de Jaguar), en el siglo IV, Tikal obtuvo conquistas militares de importancia utilizando métodos de guerra ingeniosos, como el «poder aéreo» rodeando a los enemigos y embistiéndolos con lanzas desde lejos.
Como muchos otros lugares de Mesoamérica, hacia el final del siglo IV Tikal cayó bajo el jugo del poderío de Teotihuacán. La dinastía resultante de la fusión maya-teotihuacana consolidó la posición líder de Tikal en la región. A pesar de que los nuevos gobernantes de Tikal eran extranjeros, sus descendientes se adaptaron rápidamente a la cultura maya.
Tikal se acabará convirtiendo en el principal aliado y socio comercial de Teotihuacán en las tierras bajas mayas.
En el siglo VI surgió una rivalidad entre Tikal y Calakmul, con cada una de las dos ciudades con su propia red de alianzas mutuamente hostiles, en lo que fue una guerra de larga duración entre las dos superpotencias mayas.
A mediados del mismo siglo, El Caracol se alía con Calakmul, logrando derrotar a Tikal, lo que dio como resultado una problemática «edad oscura» de 130 años.
En el siglo VII recobró su fortuna de la mano del poderoso rey Jasaw Chan K´awiil I (682-734) devolviendo a Tikal su fuerza militar y la primacía en el mundo maya, hasta la irrupción de la civilización clásica 150 años después.
Las seis grandes pirámides de la ciudad, coronadas por templos, fueron construidas con su aspecto actual en los siglos VII y VIII y alcanzan una altura impresionante, entre 45 y 70 metros.
La secuencia de las dinastías de Tikal se ha podido reconstruir gracias a los textos jeroglíficos y las imágenes de los gobernantes cincelados en numerosas estelas de piedra. Realizadas en hileras dobles frente a los templos y acompañadas de pequeños altares, estas estelas, datadas entre los siglos III y IX, inmortalizaban y sacralizaban a los «señores divinos» que gobernaban la ciudad.
Un final inexplicable
Fue el inicio de una decadencia que culminaría entre los siglos IX y X con el colapso de Tikal y de las demás ciudades-estado de las tierras bajas centrales. Las dinastías gobernantes entraron en crisis, los niveles de población cayeron bruscamente y las ciudades se fueron abandonando.
Los frailes misioneros españoles que anduvieron por Petén tras la conquista dejaron algunas referencias de estas estructuras engullidas por la selva, pero sus escritos durmieron durante siglos en las bibliotecas.
Expediciones arqueológicas y excavaciones comandadas en el s.XIX por Modesto Méndez, Ambrosio Tut, Alfred P. Maudslay, Teobert Maler, Alfred M. Tozzer y R. E. Merwin, y posteriores en el siglo XX, facilitaron el redescubrimiento del Tikal oculto en la selva impenetrable que hoy podemos disfrutar.
VISITA DEL YACIMIENTO ARQUEOLóGICO DE TIKAL (declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1979)
Se trata del mayor yacimiento de América. Además de los grandes templos-pirámide, en la ciudad de Tikal se han conservado vestigios de palacios, amplias calzadas y hasta un mercado cubierto en el que los habitantes, que en su mayoría vivían de la agricultura, desarrollaban sus transacciones comerciales.
La fauna de toda la selva se concentra en las cercanías, monos aulladores, papagayos y tucanes, parecen cantar con chillidos de alabanza a este sacro lugar. Hoy, tras más de mil años desde su abandono, los edificios se mantienen aún en pie luchando contra una vegetación que pugna por engullirlos, y las elevadas pirámides, despuntan sobre el dosel de la selva para atrapar el sol.
Estos enormes templos tenían varias finalidades, aunque, generalmente se trababa de monumentos funerarios realizado por notables gobernantes. Una costumbre arraigada era que, antes de morir, los reyes subieran a la cima de los templos para entrar en contacto con los dioses después de haber consumido tabaco y diversas sustancias de efectos alucinógenos.
A veces, y también desde aquella privilegiada altura, los sumos sacerdotes predecían si las conjunciones planetarias eran o no favorables para sembrar los cultivos o iniciar una guerra.
Cuando se camina de una construcción a otra se pasa bajo un denso manto de selva tropical. El rico aroma de la tierra y la vegetación, la paz que se respira y los ruidos de los animales, contribuyen a crear una experiencia que no se vive en los demás yacimientos mayas. Y hay mucho más: no muy lejos de los lugares más turísticos bien conocidos se han descubierto 60.000 chozas, palacios, tumbas e incluso carreteras en las húmedas tierras bajas gracias a la tecnología láser.
Las estructuras más importantes de este magnífico yacimiento que se pueden visitar, son las siguientes:
Gran Plaza. Representa el corazón del Parque Arqueológico de Tikal, rodeada por impresionantes edificios, como los Templos I y II, la Acrópolis Norte y la Central, así como estelas y altares, que relatan parte de la historia dinástica de la Civilización Maya en la ciudad.
Todos estos templos pertenecen a la época del gran rey Jasaw Chan K´awil (siglo VIII d.C.), el período de máximo esplendor en Tikal y muestran el modelo de grandeza monumental logrado por sus gobernantes durante el Período Clásico.
Templo I. Conocido también como Templo del Gran Jaguar (por el jaguar tallado en el dintel de la puerta principal), fue construido alrededor del año 700 de nuestra era. Su cresta se eleva a 47m sobre la Plaza Mayor. Está construido, al igual que la mayoría de templos mayas, sobre un edificio en forma piramidal.
Dedicado a Jasaw Chan K´awiil I (conocido con el sobrenombre de Ah Cacao), ahí enterrado, acompañado de un rico ajuar funerario del rey con espinas de pastinaca (para las sangrías rituales), 180 objetos de jade, perlas y 90 piezas de hueso tallado con jeroglíficos. También algunas bandejas con escenas representando deidades y personas finamente talladas.
El templo se utilizaba para diversas ceremonias rituales y se consideraba la puerta al inframundo. Los dinteles de las puertas tenían elaborados grabados; uno fue expoliado y se encuentra en el Museo de Basilea. La elevada cresta que coronaba el templo estaba adornada con relieves y vivos colores. Cuando le toca el sol de la tarde, se distingue la figura del rey en su trono sentado, pero muy poco sobrevive de esta decoración.
Templo II oTemplo de las Máscaras (por las dos máscaras que flanquean la escalera central). De carácter funerario-ceremonial. Cierra la Gran Plaza por el oeste, mide 38 m de altura. Se sitúa frente al Templo I.
El templo fue construido por el gobernante Ah Cacao hacia el año 700 d.C., sirviendo de monumento a su esposa Señora 12 Guacamaya, cuyo retrato estaba plasmado en un dintel de la parte superior de la pirámide, que se conserva en el Museo de Historia Natural de Nueva York.
En la Gran Plaza solamente se puede ascender a este templo. A partir del mediodía las vistas de la acrópolis norte o central desde aquí, o las de la Pirámide Gran Jaguar son magníficas.
La Acrópolis Norte, junto a la Gran Plaza es uno de los conjuntos arquitectónicos más estudiados en la región maya.
Se han descubierto unas cien estructuras distintas, con pruebas de que estaban ya habitadas en el 600 a.C.
Los mayas construían y reconstruían sobre antiguas estructuras, a base de capas, lo que sumado a las elaboradas tumbas de los primeros gobernantes de Tikal, confirieron un valor sagrado y de poder a sus templos; Ilustra la sofisticación de la arquitectura y escultura mayas, concebidas para servir y honrar a la teocracia gobernante.
El complejo ceremonial, que llegó a tener hasta cien templos, era también el mausoleo de la nobleza dinástica. Sus miembros se enterraban junto a cerámicas y objetos de jade, obsidiana, conchas y perlas en cámaras funerarias abovedadas y pintadas.
Hay que prestar especial atención a dos gigantescas máscaras de pared descubiertas en una estructura anterior y protegidas por techado.
En el lado de la acrópolis que da a la plaza hay dos hileras de estelas. Recogen hazañas de los dioses, santificaban su memoria y conferían autoridad a templos y plazas que les rodeaban.
Templo III. Sólo se ha excavado la punta superior, de modo que el viajero verá el templo tal y como lo vieron los últimos mayas de Tikal y los primeros exploradores blancos, cubierto con la vegetación selvática.
Posee dinteles originales tallados en madera. Uno de ellos, en la cima, describe la escena que representa a una figura con una piel de jaguar, motivo por el que se le conoce con el nombre de «Templo del Sacerdote Jaguar». Construido durante el Clásico Tardío, posee unos 55 m de altura.
Se cree que en el interior descansan los restos del monarca maya Chi´taam, vigésimo novelo líder de la Dinastía de Tikal, que erigió la estructura.
Templo IV. El edificio mide unos 70 m. de altura, es la estructura más alta no solo de Tikal, sino de toda la América Precolombina y se le denomina «Templo de la Serpiente Bicéfala«.
Fue construido alrededor del 741 de nuestra era por el gobernante Yaxkin Caan Chac y se utilizó para ceremonias rituales. El visitante puede subir hasta la base de la crestería y tener una vista única de Tikal y su entorno selvático, con otras crestas despuntando al cielo, escapando de la dictadura de los árboles.
Pareciera que se estiraran buscando el sol. Una anécdota, fue en este punto donde se filmaron algunas de las míticas escenas de la Guerra de las Galaxias (episodio IV) convirtiéndose esta parte de Tikal en la sede de los rebeldes en Yavin 4 (¡otra vez 4!), una luna habitable del gigante gaseoso Yavin. Estas imágenes bellas también aparecen en la película Apocalypto de Mel Gibson, rodada en 2006.
Complejo Q. Este grupo de edificios fue construido para celebrar el fin de un período de años, llamado Katún en el calendario Maya de la Cuenta Larga. Está compuesto por cuatro edificios asociados con los cuatro puntos cardinales: las pirámides están en el este y el oeste y los edificios rectangulares en el norte y en el sur.
Acrópolis Central. Un laberinto de patios, cuartos y pequeños templos que según muchos fue un palacio donde vivían los nobles de Tikal. Otros piensan que las pequeñas habitaciones eran empleadas en ceremonias y ritos sagrados.
Por las modificaciones del paso de los siglos sugiere que quizás este «palacio» fuera efectivamente una residencia noble o de la familia real y que las reformas se hacían para dar cabida a grupos de parientes. Un siglo atrás, sirvió de alojamiento para el arqueólogo Teobert Maler cuando trabajaba en Tikal.
Experiencias únicas durante nuestro viaje a MéXICO con VAGAMUNDOS:
– Descubrir el inmenso patrimonio de CIUDAD DE MéXICO, una ciudad abrumadora por extensión y grandeza, con una enorme riqueza cultural y artística. La Casa Museo Frida Kahlo, el Zócalo, la Catedral Metropolitana; el Palacio Nacional, con los murales de Diego Rivera; el Templo Mayor, el mayor santuario azteca; la Plaza de las Tres Culturas, la Basílica de Guadalupa, Xoximilco, una de las grandes obras de ingeniería, …
– Perderte en el Museo Nacional de Arqueología, uno de los más importantes del mundo, donde descubrir las civilizaciones que han creado la riqueza cultural de México: olmecas, mayas, zapotecas o aztecas. Aquí se encuentra la Piedra del Sol azteca (mal llamado Calendario Azteca)
– Sentir las energías místicas de TEOTIHUACáN, el lugar donde «fueron creados los dioses», una de las mayores ciudades de Mesoamérica durante la época prehispánica y de la cual se desconoce casi todo. Las asombrosas Pirámide del Sol y de la Luna, dominan la ciudad.
– Pasear por las calle de la bellísima PUEBLA, ciudad criolla por excelencia con su bellos edificios coloniales y la más esbelta y hermosa catedral de las construidas en Nueva España. Cerca de allí, otro lugar mítico como CHOLULA, que Cortés describiera como «la ciudad más bella fuera de España», con la Pirámide de Tepanapa, la más grande de México, sepultada bajo una colina.
– Perderte en OAXACA, otra hermosa ciudad colonial, con sus monumentos barrocos y arquitectura señorial, dentro de un ambiente donde se respira el sosiego y la tranquilidad. Una vez allí tendremos tiempo para recibir la energía telúrica que nos aportarán los antiguos yacimientos de Monte Albán y Mitla.
– Navegar en lancha por una de las grandes maravillas naturales de América, como es el Cañón del Sumidero, una falla con muros que se elevan más de 1300 m desde la profundidad del río.
– Ya en CHIAPAS, pasear por las calles adoquinadas de San Cristóbal de las Casas, una de las ciudades coloniales más apasionantes y conmovedoras que uno pueda encontrar. Su embriagadora mezcla, indígena, colonial y cosmopolita la hacen única. Además, tenemos muy cerca los pueblos de San Juan Chamula y Zinacantán, donde se conservan las costumbres prehispánicas.
– En medio de la espesa selva tropical, con las pirámides elevándose sobre la vegetación y con los gritos de los monos aulladores perturbando el silencio, disfrutar de la misteriosa belleza de PALENQUE, una de las más importantes ciudades mayas.
– Otro centro arqueológico, plagado de simbolismo es UXMAL, un ejemplo singular del fabuloso esplendor artístico maya. El silencio y la soledad que envuelven estas ruinas contrastan con la animación que debió tener la metrópoli durante su época de esplendor.
– Pasear por los centros históricos de dos de las dos villas coloniales más importantes de YUCATáN, como son CAMPECHE Y MéRIDA, dos bellas ciudades con sus estrechas callecitas adoquinadas y sus soleadas y alegres plazas.
– Bañarte en las cristalinas aguas del cenote de Ik Kil, donde pequeñas cascadas caen desde el techo calizo envuelto en plantas colgantes.
– Aunque no son nuestras ruinas favoritas, por lo masificadas, hay que reconocer que CHICHEN ITZá es uno de los centros ceremoniales más espectaculares de toda la antigüedad. Desde la imponente y monolítica Pirámide de Kukulcán (también conocida como El Castillo), donde la sombra del dios serpiente emplumada sube por las escaleras durante los equinoccios de primavera y otoño, el mayor Juego de la Pelota de Centroamérica, hasta el Cenote de los Sacrificios o el curioso Observatorio El Caracol, el legado de los astrónomos mayas resulta fascinante.
– Tendrás la oportunidad de gozar de la auténtica COCINA MEXICANA. Nombrada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en 2010, cada región posee sus propios platos originales. Su cocina está basada en el maíz, los frijoles, el chile, a los que se añaden diversos ingredientes autóctonos. Pídete unos tamales, (masa de maíz cocida y rellena de carne o verduras), unas enchiladas, unos tacos o un guisado de carne acompañado de un buen mole. En general todos los platos se componen de arroz, frijoles y tortas de maíz pero encontrarás una gran variedad de sabores y picantes según la región donde te encuentres.
– México es un auténtico paraíso para las COMPRAS con una infinita variedad de artesanías. Aquí podrás adquirir desde tejidos y joyas de plata y turquesa a tallas de madera, máscaras y otros artículos. La habilidad y creatividad de sus artesanos, te sorprenderán. Las mejores hamacas de hilo de algodón las puedes encontrar en Cancún. En Oaxaca, podremos encontrar su típica cerámica negra, máscaras de madera de variadas formas y colores, y bellas telas y bordados. La cerámica y alfarería de Puebla posee una gran (y merecida) fama; en San Cristóbal de las Casas, son famosos sus diseños de joyas de ámbar y jade.
– Y después de esta hemorragia cultural y culinaria, disfrutar de un día a tu aire en CANCúN, con un mar con miles de matices turquesas, las blancura deslumbrante de la arena compuesta de polvo de coral y muchísimas actividades que puedes realizar.
Artículo elaborado por Eugenio del Río