Cracovia, la ciudad medieval mejor conservada de Polonia, un paseo por la historia de Europa

Cracovia está al sur de Polonia. La primera vez que se oyó de su existencia es gracias a un mercader judío llamado Jakob ben Abraham, en el año 966 d.C. En el año 1038 ya se había convertido en la capital medieval de Polonia. Esta bella ciudad se construyó sobre el río Vistula, bajo el castillo real en la colina de Wawel. Cuenta la leyenda que dicho castillo fue construido en la guarida de un dragón muy feroz, que demandaba a una virgen cada dos semanas y que, finalmente, fue aniquilado por el príncipe Krak, fundador a la sazón de Cracovia. Si vas a hacer turismo por Cracovia, no olvides visitar la cueva del dragón, debajo del castillo.

Cracovia fue la única gran ciudad polaca que no sufrió daños durante la II Guerra Mundial y hoy día es una ciudad medieval con un enorme encanto y muy bien conservada. Cuenta con pintorescas calles adoquinadas, multitud de iglesias, museos, cafés, restaurantes y bares. En estos últimos todavía puedes tomar el mead, una bebida del medievo hecha a base de miel fermentada y hierbas. Lo más llamativo de Cracovia es su plaza central, en la que se ubica la basílica de Santa María, que data del siglo XIV, o el salón de telas renacentista del siglo XVI. Las torres de la basílica de Santa María tienen distintas alturas, debido a la competencia que hubo entre los dos hermanos arquitectos que la construyeron, quienes apostaron por quien iba a construir la torre más alta. Uno de ellos decidió asesinar al otro, y tras arrepentirse, se suicidó tirándose desde una de las torres. De hecho, en la vecina Lonja de los Paños se guarda el cuchillo que se dice fue utilizado para el asesinato. Para terminar, una de las actividades que no puedes desechar si viajas a Cracovia es pasear por esta plaza, repleta de puestos artesanales locales, donde se vende productos de la tierra.

Uno de los rincones más visitado por los turistas en Cracovia es la Lonja de Paños, edificio situado en el centro de la plaza del Mercado, de estilo renacentista, el cual se ha convertido en un gran mercado de tiendas de souvenirs. Denominado en polaco Sukiennice, la historia de este gran y bello edificio de estilo renacentista se remonta a poco después del año 1300. En el lugar que ocupa en el mismo centro de esta plaza medieval se habilitó una zona techada bajo la que se concentraron los comerciantes de ropa. Tiempo después, a finales del siglo XIV, se levantó un primer edificio de estilo gótico, de 108 metros de longitud y 8 metros de anchura, pero tras un incendio en 1555, el edificio de la Lonja de los Paños se reconstruyó con la configuración actual de estilo renacentista.

Otro de los puntos emblemáticos de Cracovia es el barrio judío de Kaazimierz, que ha sido restaurado con sumo cuidado. Estar allí provoca inquietud, pero se trata de un barrio judío sin judíos que residan allí. La razón es que de los 65.000 judíos que había cuando comenzó la II Guerra Mundial, no queda ninguno, es decir, fueron exterminados en el campo de concentración de Plaszów, muy cercano a la ciudad. Es famoso por aparecer en la película La lista de Schindler, de Steven Spielberg, ganadora de varios Oscars.

Al sur del casco antiguo tenemos el castillo real y la catedral, que culminan la colina Wawel. El castillo es del siglo X y fue restaurado y ampliado en el siglo XVI. Dentro se encuentran los aposentos reales y bellísimos tapices contemporáneos. La catedral vivió la coronación y muerte de la realeza polaca durante 400 años. Su capilla con cúpula dorada está considerada como un claro ejemplo del Renacimiento en toda Polonia.

Y no olvides, cuando visites Cracovia, acudir al Memorial del antiguo campo de concentración de Auschwitz, donde también podrás visitar su extensión de Birkenau. Situado a 90 kilómetros de Cracovia, este campo de concentración fue creado en 1940 y llegó a albergar hasta 90.000 prisioneros. Auschwitz se ganó la fama como el mayor campo de exterminio de los nazis, fundamentalmente judíos. Aquí podremos contemplar desde las terribles cámaras de gas hasta montañas de cabello de los presos o sus objetos personales. Una visita imprescindible para no olvidar hechos atroces.

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