Auroras boreales en Islandia

Existen muy pocos fenómenos naturales tan espectaculares como las auroras boreales. Cuando las ves, te envuelve una sensación extraña, que trasciende. Es algo mágico, como un misterio indescifrable; una luz que flota en la atmósfera, que se alarga, cambia de forma y color y aumenta su brillo en un breve espacio de tiempo. Algo parecido a un espejismo.

A lo largo de su historia, la aparición de la aurora ha sido una mezcla de maravilla, mitología y miedo, dando lugar a toda clase de mitos. Para los nativos del Ártico, eran los espíritus de sus parientes muertos, o hijos que no habían podido nacer. Las antiguas historias del pueblo Sami en Laponia, nos dicen que si alguien se burla de estas luces, ellas se apoderarían de tu espíritu. Incluso ahora, los padres amenazan a sus hijos con que la aurora se los llevará si no se portan bien. Durante siglos se interpretaron como un mal presagio: se dice que las auroras rojas predijeron la muerte de Julio César (44 a.C.) y presagiaron la Guerra Civil Americana (1860). Muchos creían que eran dragones o serpientes que atravesaban los cielos. Pero no son dragones, ni espejismos, ni profetas de malos augurios, se trata únicamente de un bellísimo fenómeno natural que tiene su explicación científica. Pero cuando las contemplamos, se puede entender toda esa mitología que rodea a estas luces maravillosas.

Fue Galileo Galilei, en 1619, quien las bautizó como auroras boreales, utilizando el nombre de la diosa griega del amanecer, Aurora, y de Bóreas, el viento del Norte. Este fenómeno, cuyo nombre real es el de “aurora polar”, recibe distinto nombre si se produce en el hemisferio norte (Aurora Boreal), o en el hemisferio sur (Aurora Austral). Fue en 1908 cuando el noruego Kristian Birkeland argumentó científicamente, por primera vez, lo que las causa, aunque su explicación no fue reconocida hasta 1960, mucho después de su muerte.

¿Por qué se producen estas luces mágicas?

Las auroras se generan por el encuentro entre el plasma solar y los gases de nuestra atmósfera. Cuando la estrella emite un fogonazo lumínico, se acompaña con gran cantidad de protones y electrones que se encaminan a nuestro planeta. Éste se protege de semejante “bombardeo” gracias a la existencia de un campo magnético llamado magnetosfera, capaz de desviar la radiación.

A pesar de su impenetrabilidad general, la magnetosfera presenta resquicios circumpolares por donde el viento solar consigue descender hacia la Tierra. Cuando alcanzan nuestra atmósfera chocan con las moléculas de oxígeno y nitrógeno, excitando los átomos y haciendo que estos ganen un electrón. Transcurrido un tiempo, al liberarse de ese electrón, devuelven la energía adquirida en forma de luz, generando estos espectaculares fenómenos luminosos. . Esta luz puede producirse con distinta intensidad y longitud de onda, que afectan al color de la luz que vemos.

Al parecer, las mencionadas descaras de energía están vinculadas a los momentos de máxima actividad en las manchas solares. En este sentido, se ha constatado que las auroras siguen ciclos bastante regulares, de unos veintisiete días, que se superponen con otros más largos, de seis años.

¿Por qué se ven distintas formas y colores?

Las auroras tienen formas, estructuras y colores muy diversos que además cambian rápidamente con el tiempo. Durante una noche, la aurora puede comenzar como un arco aislado muy alargado que se va extendiendo en el horizonte, generalmente en dirección este-oeste. Se pueden formar ondas o rizos a lo largo del arco y también estructuras casi verticales. De repente la totalidad del cielo puede llenarse de bandas, espirales, y rayos de luz que tiemblan y se mueven rápidamente de horizonte a horizonte. Y tan rápido como llega, puede marcharse y dejar un cielo estrellado sin actividad.

El color verde, el más común, se debe a la excitación del oxígeno, responsable también de los tonos amarillentos. El nitrógeno produce la luz azulada y, en ciertas ocasiones, los púrpuras y rojizos que rodean los bordes más bajos de las auroras y de las zonas más curvadas.

Aurora Boreal Cascada de Skógafoss

¿Este fenómeno se produce solo en la Tierra?

No. Muchos planetas en nuestro sistema solar tienen campos magnéticos, y por lo tanto los efectos aurorales son similares. El telescopio espacial Hubble ha fotografiado auroras en Saturno y Júpiter, que poseen intensos campos magnéticos. Aunque los colores son diferentes que los observados en la Tierra, debido a la diferente composición de sus atmósferas.

¿Es cierto que las auroras emiten sonidos?

Si, así lo demostraron en 2012 investigadores finlandeses. El sonido que emite una aurora boreal es parecido al chasquido de la electricidad estática o al del caminar sobre las hojas secas. Estos sonidos no son audibles para el oído humano, ya que se producen lejos de la superficie terrestre, a unos 80 km de altura.

¿Cuánto tiempo duran?

Este fenómeno acostumbra a suceder alrededor de la medianoche. Su duración más habitual está en torno a veinte minutos, pero es un dato solo indicativo: hay auroras extremadamente fugaces que duran solo segundos, mientras que otras se pueden prolongar más de una hora.

¿Cuál es la mejor época para observarlas?

Las estaciones más generosas en auroras son el otoño y el invierno, si bien ya tienen lugar a partir de finales de agosto y luego pueden sucederse hasta principios de abril. El resto del año también existen, pero … el sol de medianoche imposibilita su contemplación.

¿Dónde podemos ver auroras boreales?

Esta debería ser una experiencia que todo viajero debería vivir, sobre todo, aquellos a los que les gusta la naturaleza en su estado más puro.

Aunque se piensa que el Polo Norte es el mejor lugar, esto no es así. Los mejores emplazamientos son aquellos que se encuentran cerca del círculo polar ártico, pues el campo magnético de la Tierra desvía las partículas solares, de modo que no chocan con nuestra atmósfera en el mismo polo, sino en latitudes alrededor de los 60 o 70 grados norte.

Vamos con una relación de lugares donde se puede ver esta maravilla:

Alaska, la provincia de Yukón en Canadá, Islandia, Noruega (las Islas Lofoten, Cabo Norte, la isla de Svalbard, la isla habitada más cercana al polo norte), Kiruna en Suecia, la Laponia finlandesa, algunas partes de Siberia, la isla escocesa de Shetland, o Groenlandia, donde empiezan a verse en agosto.

Islandia es uno de los destinos más mágicos para seguir estas bellas auroras. En Reikiavik, la capital más septentrional del mundo, se pueden ver auroras boreales 270 días al año. En esta zona, el mejor momento para la observación va de octubre a marzo. Lógicamente es más fácil ver las auroras en días de pleno invierno porque las noches son más largas y el frío glacial crea menos nubes de vapor de agua en el cielo. Hay infinidad de viajes y rutas, pero Islandia es uno de los mejores lugares para observarlas.

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