Arthur Rimbaud, el espíritu rebelde que cambió la poesía

Viajaremos, cazaremos en los desiertos, dormiremos sobre

el empedrado de ciudades desconocidas, sin cuidados, sin penas”

Arthur Rimbaud (1854-1891), Una temporada en el infierno.

Sus inicios

Jean Nicolas Arthur Rimbaud nace el 20 de octubre de 1854, en Charleville (Francia) en el seno de una humilde familia de cinco hijos: Jean Nicolas Frédéric, Jean Nicolas Arthur, Victorine Pauline Vitalie (quien murió al mes de nacer), Jeanne Rosalie Vitalie y Frédérique Marie Isabelle, que quedaron a cargo de su madre cuando el padre, Frédéric Rimbaud, capitán del ejército francés, que participó en la guerra de Argelia, donde obtuvo la Mención de Honor, los abandonó después del nacimiento de su última hija. Arthur tenía entonces siete años.

El hecho de crecer sin el padre no impidió que los hijos recibieran una educación estricta y severa. Su madre, Marie Catherine Felicité Vitalie Cuif, una pequeña burguesa de familia campesina, autoritaria y rígida, obsesionada con parecer respetable en una pequeña ciudad de provincias, prohibió a sus hijos jugar en la calle, mucho menos con los hijos de los obreros y los obligaba a ir en fila a la iglesia todos los domingos.

Arthur Rimbaud de niño

A muy temprana edad destaca como un alumno brillante y superdotado; obtiene distintos premios en literatura y compone en latín fluido poemas, elegías y diálogos. “Nada banal germina dentro de su cabeza. Será un genio del Mal o del Bien”, diría uno de sus profesores. Pero ya desde esa edad estaba gobernado por conflictos internos y sentimientos de rebeldía. En julio de 1870, en la escuela entra en contacto con su profesor de Retórica, Georges Izambard, que será su cómplice, y con el que comparte largos debates literarios. Quizá también su primer amor, con esa fragilidad confusa de los amores primeros (que nunca se saben si lo son). Es en estos momentos cuando comienza a sacar al exterior las voces oscuras que le asaltan en su cabeza, expresándolas con el ritmo de unas palabras nunca antes pronunciadas.

Adolescente indómito y atormentado, se aburría, nada le parecía lo suficientemente excitante para mitigar sus deseos de prodigio, su imaginación creativa y su violenta rebelión interna. Huye a Paris por primera vez el 29 de agosto de 1870,  pero con un billete solo válido hasta Saint-Quentin, por lo que es detenido en un control de billetes e ingresa en prisión. Izambard paga la dueda y el viaje de vuelta a Charleville, donde es recibido a golpes por su madre.

El 6 de octubre volvió a fugarse, cambiando la capital francesa –en estado de sitio por la guerra franco-prusiana– por Charleroi. Con aspecto de una niña de tez delicada, ni siquiera le había cambiado la voz, pero ya componía poemas obscenos y violentos en una perenne lucha interior entre el ángel y el demonio que no terminaría nunca. Es violado por un pelotón de soldados. Hasta entonces sólo soñaba con un amor dirigido hacia una mujer ideal, pero quizás una amarga experiencia con una mujer concreta le abrió una herida que le hizo volverse contra todas las mujeres, empezando por su propia madre. Pero la violación acabó por romperle el alma.

La historia de Rimbaud comienza a ser la de sus fugas continuas sin destino, primero entre versos parnasianos inspirados en el ocultismo oriental y en la magia, luego con poemas sacados directamente del infierno.

En París con Paul Verlaine

Rimbaud escribe una carta a Paul Verlaine incluyendo varios poemas. Verlaine queda asombrado y la respuesta es inmediata: «Ven, querida gran alma. Te esperamos, te queremos». Junto con la carta Verlaine le envía un billete de tren a París. En febrero de 1871 llega a París donde es recibió por Verlaine, en aquella época una de las figuras intelectuales de mayor renombre. Lo introduce en los cículos literarios parisinos y le da cobijo en su casa, con su mujer Mathide, de 17 años que se encuentra embarazada de su futuro hijo Georges. Por entonces los poetas tenían todavía un carácter sagrado y un porte respetable. Rimbaud fue el que inauguró los harapos de bohemio y el pelo largo, fue el primero en divertirse provocando a los burgueses con una conducta obscena e irreverente y antes de que se pusiera de moda comenzó a experimentar cualquier clase de vicio como una conquista de la libertad.

Verlaine lo describe en su obra Los Poetas Malditos, como “físicamente era alto, bien conformado, casi atlético. Su rostro tenía el óvalo del de un ángel desterrado, los despeinados cabellos eran de un color castaño claro y los ojos de un azul pálido inquietante”.

Arthur Rimbaud con Paul Verlaine

Pero las provocaciones de Rimbaud, en una sociedad que no estaba acostumbrada a ello, comienzan a causarle problemas. El joven poeta con su salvaje vida disoluta de vagabundo, embriagado de ajenjo y hachís escandaliza e indigna a la elite literaria parisina: escupe en la sopa, aulla en mitad de la noche, duerme al amanecer, saca la lengua a las damas que andan del brazo de un tipo que nunca era él. Disfruta del rechazo y las cóleras que desataba. Hasta que la mujer del afitrión expuso condiciones: «Él o yo». Verlaine la abandonó.

A lo largo de este período continuó escribiendo sus contundentes y visionarios versos modernos. Al poco, ambos poetas mantienen una tormentosa relación sentimental cargada de ajenjo y sadismo: Verlaine, alcohólico, depresivo y violento, encuentra al compañero perfecto en Rimbaud, quien constantemente lo reta entre arrebatos con sus ganas de apurar la vida. Rimbaud se burla de Verlaine lo insulta y ridiculiza. En una ocasión, en el Café du Rat Mort, le dice a Verlaine: «Extiende las manos sobre la mesa; quiero hacer un experimento». Sacó una navaja y le hizo varios cortes. Verlaine, indignado, se levantó y abandonó el local.

En septiembre de 1872, ambos se fugan a Londres, donde viven «miserablemente dando lecciones de francés, casi siempre hambrientos, se aman en oscuros jergones, se pelean en las tabernas, van por las calles como dos vagabundos rehogados en ajenjo, alucinados por el hachís y escriben poemas visionarios. Pero el ánimo se va tornando más oscuro en la pareja, y la relación que empezó tormentosa, pronto se volvió insoportable, con un Verlaine celoso que acaba plantando a su amigo, por entonces sin recursos.

En julio de 1873, en una pensión de Bruselas, Verlaine en un ataque de celos, le dispara dos veces hiriéndolo en una mano. Denunciado por éste, fue condenado a dos años de cárcel.

Unos meses después termina de escribir Une Saison en enfer (Una temporada en el infierto). En él se relata la temporada en el infierno vivida en tierra por el poeta y se reconoce su turbulenta aventura con Verlaine. El libro marca una ruptura total en la vida de Rimbaud. En octubre de 1973 el libro está impreso, sufragado por su madre, y regala en Paris a algunos amigos ejemplares del libro.

En junio de 1874 convive en Londres con el poeta y dibujante Germain Nouveau, donde va dando forma a las prosas que conformarán Illuminations. En noviembre de ese año inserta en The Times un anuncio en el que se ofrece para “acompañar a un caballero (artista preferentemente) o a una familia que deseara viajar por países meridionales u orientales”.

En 1875 se traslada a Stuttgart, donde estudia alemán y  probablemente trabaja como preceptor. Allí tendrá lugar el último encuentro con Verlaine, y la última discusión. También le entregará el manuscrito de Illuminations para que se encargue de su publicación. Será la obra que junto a la anterior, Une Saison en enferinaguren la estética moderna. Tenía 19 años. Deja de hacer poesía, que consideraba una forma de locura: «Merde pour la poésie «, escribió.

Sus viajes

El niño cruel e incomprendido, «mi vida siempre será demasiado ingobernable para hacerme devoto de la fuerza y la belleza», decide convertirse en un hombre rico y dedica el resto de su vida a esta tarea. Regresa a su pueblo, aprende idiomas y durante los siguientes cuatro años Rimbaud viaja continuamente, “busqué viajes para dispersar encantamientos que habían colonizado mi mente”, sobre todo por Europa. Decide marchar a Alejandría, atraviesa Suiza y llega a Milán; atraviesa la Lombardía en dirección a Livorno. Aprende ruso. En 1876 de camino hacia Rusia, viaja a Viena donde es desvalijado por un cochero y regresa a pie a Charleville.

En el verano de 1876 se enrola como mercenario en la marina colonial neerlandesa para viajar a Java (Indonesia), de donde desertó; trabaja como intérprete en Copenhague en el Circo Loisset; viaja a Chipre, donde es contratado como capataz primero en una cantera cerca de Larnaca y después en las obras de construcción de la residencia de verano del gobernador inglés en los Montes Troodos; luego parte a Egipto, “ya pueden iluminarse de noche las ciudades. Mi jornada ha concluido; dejo Europa. El aire marino quemará mis pulmones; me tostarán los climas remotos”; recorre los puertos del Mar Rojo –Djedda (Arabia), Suakin (Egipto), Massawa (Eritrea) y Hodeida (Yemen)– buscando trabajo, y en 1880 se radicó en Adén (Yemen), una ciudad que nunca será de su agrado, “es una roca espantosa, sin una brizna de hierba; pero no hay salida, tendré que quedarme como prisionero aquí”, y en la que trabaja como empleado de la agencia Viannay, Bardey & Cíe, de Alfred Bardey, que exportaba café, pieles y caucho.

Se recompone como un hombre de bien. En esta nueva etapa Arthur Rimbaud se comporta con la seriedad fiable de un perfecto burgués. No escandaliza, ni provoca, ni se salta las reglas. Es respetado por sus proveedores, paga sus deudas, saluda educadamente a sus vecinos y besa la mano de las damas. La poesía entonces, queda atrás como una locura lejana.

En Adén tiene varias amantes nativas y por un tiempo vive con una etíope. No es descartable que tuviera uno o más hijos.

Su vida en Harar

Los cánticos de las 82 mezquitas siguen escuchándose en la ciudad etíope de Harar. Seguramente impregnan las estrechas calles de esta localidad amurallada como lo hacían en 1880. Esta antigua población situada en lo alto de la montaña de Ahmar, a 1.885 m de altura, al este del gran valle del Rift, como vigilante centinela del desierto de Danakil, al norte, de la sabana en el sur y de las fértiles tierras de las montañas de Harar, al este. Durante siglos solo se permitía la entrada a musulmanes. Se decía que si entraba en la misma un extranjero, no saldría con vida. El primer europeo la visitó fue el explorador británico Richard F. Burton, que paso diez días de angustia en lo que denominó “ciudad prohibida”. Es posible que Rimbaud tuviera ya conocimiento de Harar de su estancia en Londres.

En diciembre de 1880 Jean Arthur Rimbaud entra por primera vez en Harar en busca de algo que ni siquiera él sabía. La agencia de Barney, acaba de abrir una delegación en esta ciudad, centro de cultivo de café y a donde Rimbaud pide ser destinado. Antes, un buen día, en el puerto de Aden, es reconocido por un periodista francés que llegó en un barco. Podemos imaginar su huida inmediata. Para Rimbaud es un lugar seguro, donde no podría ser descubierto, y para allá se fue. Además, le seduce que posee un mejor clima que Adén, y le ofrece posibilidad de organizar expediciones y caravanas y abrir rutas por territorios ignotos. Cuando Paul Verlaine publicó en 1886 las Iluminaciones, escribió en el prólogo: “Se ha dicho varias veces que (Rimbaud) ha muerto. De ello no sabemos detalle, pero si fuera cierto nos apenaría mucho”.

Alquila una casa rústica, con murallas de arcilla y un techo de paja de caña. Aquí se establecerá durante casi cinco años, en tres períodos distintos entre 1880 y 1891, el tiempo más largo que haya pasado en el extranjero durante su etapa adulta. Tal vez buscaba en la distancia y en la soledad un quimérico encuentro con su padre, siempre lejos de él en su infancia, siempre allá en los desiertos, en guarniciones lejanas. Simplemente Rimbaud optó por irse. Como dice el escritor Paul Theroux, “Arthur Rimbaud es el patrón de todos nosotros, los viajeros que nos hemos repetido su pregunta incontestable, pronunciada por él por primera vez en Harar: ¿Qué estoy haciendo aquí?”.

Arthur Rimbaud en Harar

Una ciudad polvorienta, oscura en la noche, llena de seres enloquecidos que mascan khat y beben agua contaminada, de pordioseros malolientes, ancianas desdentadas, de leprosos. Así debió de ser el Harar de Rimbaud, una ciudad medieval en la que puede retornar al pasado, sin que el tiempo la haya modificado, y un lugar con el que Rimbaud ya soñaba desde joven “me gustaba el desierto, las tierras calcinadas, los mostradores marchitos, las bebidas tibias. Me arrastraba por las callejuelas malolientes, con los ojos cerrados, y me ofrecía al sol, al dios del fuego”.

Aprende árabe y harari, la lengua local. Lleva una vida estable y rutinaria, durante la cual siempre cuenta con la complicidad y servicio de Djami Wadaï, fiel amigo etíope, nacido hacia 1870, y supuestamente, su amante.

Enferma de sífilis y es curado por un médico egipcio.  Baraja la posibilidad de ser misionero junto al padre Taurin-Cahagne. Se aburre. Vuelve a Adén. Planea exploraciones. Compra cientos de libros. Y regresa nuevamente a Harar.

En una carta fechada el 6 de mayo de 1883 a Bardey escribe: “La soledad es una mala cosa. Por mi parte, siento no haberme casado y tener una familia. Pero ahora estoy condenado a errar, atado a una empresa lejana, y día a día pierdo el recuerdo del clima y la manera de vivir e incluso la lengua de Europa. ¿Para qué sirven estas idas y venidas, estas fatigas y estas aventuras en lugares de razas extrañas, y estas lenguas que llenan la memoria, y estas penas sin nombre, si un día, después de algunos años, no puedo descansar en un lugar que me guste más o menos, y encontrar una familia, y tener por lo menos un hijo para pasar el resto de mi vida educándolo según mis ideas, dotándolo de la más completa instrucción que se pueda dar… Puedo desaparecer en medio de estas tribus sin que nadie tenga noticia”.

Rimbaud traficante

Las tensiones tribales y los intereses colonialistas ponen esta región etíope al borde de la guerra y, en marzo de 1884 Rimbaud retorna a Adén. La zona pasa del dominio egipcio al de los ingleses, con lo que se arruina todo el comercio de las costas. La empresa de Bardey cierra sus agencias en Adén y Harar. Allí, consumido por la frustración y los desengaños, se apodera del poeta, como del resto de sus compatriotas, el espejismo del tráfico de armas.

Deja su trabajo en la agencia de Bardey y se transforma en mercader. La codicia le persigue, llegando a participar en la venta de esclavos, con lo que obtiene altos ingresos. Incluso, llega a acompañar a las caravanas que llevan clandestinamente esclavos a Tadjoura (Yibuti) para venderlos en Turquía.

Se hace con una licencia para importar armas al Reino de Soa, donde se encuentra el rey Menelik (emperador de Etiopía entre 1889 y 1913) y se asocia con los dos traficantes más importantes de la ciudad. Al principio es su actividad más lucrativa, ya que se realiza clandestinamente.

El rey Menelik II

En noviembre de 1885 inicia una operación de tráfico de armas al servicio del rey Menelik II. Las autoridades francesas tardan más de una año en dar su permiso a la venta de armamento a Soa. Recibida la autorización en diciembre de 1986, Rimbaud parte en una expedición con una caravana de 34 camellos que transportaban 2.000 fusiles y 750.000 cartuchos. Durante dos meses de viaje, recorre una de las regiones más inhóspitas del planeta: el desierto de Afar, con temperaturas que superan los 50 grados, “siguiendo terribles caminos que recuerdan los horrores que se atribuyen a los paisajes lunares”. Finalmente llega el 6 de febrero de 1887 a Ankober, la capital de Soa, donde se encuentra con Menelik, quien ajusta el precio del cargamento en una cuarta parte del inicial. Decepcionado y extenuado por el escaso rendimiento económico de la operación, Rimbaud continua su vida en Harar, comerciando con café y pieles, “ahora veo, pues, que la existencia es sólo un camino para agotar la vida”.

Después de la aciaga experiencia, marcha a El Cairo para descansar en compañía de su fiel criado Djami Wadai. Aquí, el 23 de agosto de 1887 se empieza a quejar de molestias en la rodilla.

Concibe varios proyectos frustrados como viajar a Beirut (Líbano), para comprar burros sementales de raza para el rey Menelik que deseaba crear una raza superior de mulos, o instalar una fábrica de montaje de fusiles y municiones. En mayo de 1888 abre con otros comerciantes franceses un nuevo despacho en Harar donde comercia con todo tipo de mercancías: café, marfil, oro, bisutería, telas, cacerolas, etc. Por un momento, parece que la vida sonríe a Rimbaud.

Los dos escritos africanos de Rimbaud

Tan solo se conocen dos escritos de Rimbaud posteriores a su abandono de la poesía. Se trata de dos artículos para la Société de Géographie. El primero de ellos data de principios de 1883 y se titula Rapport sur l’Ogdaine (Informe sobre el Ogadén), el desierto que conecta Etiopía y Somalia. Es un breve texto de cinco páginas cuya publicación recomendó Bardey por su “precisión”. Éste lo envió a la Société de Géographie, de la que era miembro, y apareció en 1884. En realidad, el informe se basa en una expedición de Constantin Sotiro, un comerciante griego amigo de Rimbaud.

El segundo escrito, también publicado por la Société de Géographie en 1887, consiste en un relato del viaje que realizaron Rimbaud y Borelli desde Entoto hasta Harar tras vender el cargamento de armas a Menelik II. Según Borelli, Rimbaud y él fueron los primeros europeos en cubrir dicha ruta.

El final

Desde comienzos del año 1891 los dolores en su pierna derecha se intensifican. En marzo liquida sus negocios y el 7 de abril abandona Harar con destino a Adén para consultar con los médicos. Tumbado en una camilla cubierta de tela, llevada por dieciséis porteadores, recorre en doce días los 300 km de desierto que separan los montes de Harar del puerto de Zeila, desde donde embarca en un vapor a Adén, ciudad en la que es hospitalizado. Los médicos le diagnostican una sinovitis. Decide embarcar en el Amazone hacia Marsella, donde el 20 de mayo ingresa en el hospital de la Concepción. El médico le amputa la pierna, lo que le sume en un profundo abatimiento. Su salud empeora: dolores violentos, insomnio, frustración ante la imposibilidad de utilizar una pierna artificial, y el miedo a su futuro como impedido. Echa de menos Harar, y ese mismo verano escribe: “espero volver a Harar … siempre voy a vivir allí”.

Finalmente, a las diez de la mañana del 10 de noviembre de 1891, después de recibir los Santos Sacramentos, muere en Marsella a la edad de 37 años, el misterio más grande de la literatura. Trasladado a Charleville fue enterrado con un cortejo compuesto por la señora Rimbaud e Isabelle, su hermana.

El viajero y comerciante desaparecía y ya no regresaría a Harar; el otro Rimbaud, el poeta, también moría, a pesar de que su poesía se había apagado mucho tiempo atrás. Acaso por eso, muchos años después, André Tian, hijo del comerciante César Tian, quien trató asiduamente a Rimbaud en Harar, afirmó: “Ni mi padre ni su gerente Maurice Riès ni su amigo Jules Borelli sospechaban por entonces que Rimbaud fuera un poeta… La poesía estaba muerta para él”.

La poesía no fue la misma después de que Rimbaud escribiera los primeros versos: con él se acabó la rima y el verso regular, los alejandrinos que detestaba y los grandes temas pretenciosos. De su atrevimiento, de su frenesí vital, de su rebelión que marcó su lucha nació una nueva manera de hacer y crear que alimentó desde entonces hasta hoy, todos los movimientos vanguardistas que gestaron la poesía moderna. Quedó un antes y un después.

Pero el nacimiento del mito literario no se habría producido de no ser por los desvelos de Paul Verlaine, quien se ocupó de recopilar la obra de su amigo y sacarla a la luz, atribuyéndole una imagen de “poeta maldito” de la que no podrá desprenderse jamás. La edición de las obras completas de Rimbaud que Verlaine estuvo preparando durante años, no aparecería hasta 1895. Tres meses después de dar a conocer las obras de su compañero, Verlaine moría.

Casa-Museo de Arthur Rimbaud en Harar

El heredero etíope

Uno de los últimos pensamientos de Rimbaud fue dejar a Djami Wadai su fortuna, unos 8.500 euros al cambio de hoy, convirtiéndose así en el heredero del poeta más influyente del siglo XIX. A pesar de los esfuerzos de Isabelle por cumplir con el deseo de su hermano, jamás encontraron rastro de Djami para entregarle el dinero. Como si hubiera percibido la extinción de su adorado patrono, desapareció y nadie supo nada más de él. Se cree que murió durante la hambruna que azotó Etiopía entre 1889 y 1891 debido a la grave sequía que le costó la vida a casi un tercio de la población. La escasez era prácticamente absoluta. Debilitados por el hambre, los habitantes fueron víctimas de posteriores epidemias devastadoras de paludismo, cólera, peste bubónica y disentería.

Muchos son los rumores que indican que Rimbaud mantenía una relación íntima con Djami. Fueran o no amantes, su sirviente fue su amigo inseparable durante siete largos años de confidencias entre paredes. Más allá de si fue una relación carnal o simplemente afectiva, fue la más fuerte que jamás tuvo en Etiopía y en otras tierras.

«Se ha dicho que Rimbaud fue una leyenda, lo que seguramente

es cierto desde el punto de vista de la literatura,

pero para mí Rimbaud es una realidad siempre viva»

Paul Verlaine (1844-1896), ​Los Poetas Malditos​.

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